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Full text of "V. Alsina 1851 Compilacion De Documentos"

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* 4 *- / 3 . 




COMPILACION DE DOCUMENTOS 


RELATIVOS A SUCESOS 


DEL RIO DE LA PLATA 


DESDE i 806, 




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1851. 







IMPRENTA DEL COMERCIO DEL PLATA. 


COMPILACION DE DOCUMENTOS 

RELATIVOS A SUCESOS 

DEL RIO DE LA PLATA, DESDE 1806. 


EL EDITOR. 


Al continuar la Biblioteca del Comercio del Plata, in- 
decisos nos hemos sentido por algún tiempo acerca de los objetos ó 
materias á que mas convendría que diéramos la preferencia, entre 
las varias que podíamos destinar á figurar en ella. 

Al fin nos hemos decidido á compilar cuantos documentos, 
opúsculos y notas históricas nos sea dado recojer, relativos á los 
principales sucesos públicos del Rio de la Plata, desde la primera 
invasión de las armas inglesas. 

En esos datos, hoy dispersos é inútiles, pues yacen ignorados 
ú olvidados por la jeneralidad, es donde la solícita historia ha de te- 
ner que buscar, y donde únicamente ha de hallar, sus elementos, 
sus detalles, su moral y su filosofía: y gran ventaja será para ella 
el encontrarlos reunidos y ordenados. 

Esta compilación, pues, aunque concretada á sucesos de! Pla- 
ta, y solo desde la época referida, debe comprender algunos volú- 
menes, cuyo número es hoy indeterminable. 

Vasta es sin duda la carrera que osamos emprender. Mas he- 
mos tenido la fortuna de asociarnos para toda ella á nuestro instrui- 
do y dilijente amigo, el Doctor Don Vicente Fidel López, poseedor 
de preciosos y numerosos documentos. Nos es lisonjero llenar aquí 
el deber de significar nuestro agradecimiento, aun á riesgo de no 
complacer á su modestia. 

- ■ , ■ I 


1 


I IV. 

Habíamos pensado ambos ocuparnos ante todo de épocas ó 
eventos anteriores al año 1806 : pero hemos debido diferir por aho- 
ra la ejecución do este designio. Ademas de no estar aun suficien- 
temente preparados, nos ha parecido que los acontecimientos intere- 
san al hombre en proporción de su cercanía al teatro en que él se 
mueve, y de su mayor relación con aquellos que le rodean ó le ro- 
dearon. 

Aun así, queda de tal importancia el campo que pensamos re- 
correr, que nos felicitarémos vivamente si logramos dar cima á esta 
colección, y dejar mas ó ménos bien caracterizadas todas las épocas 
capitales del periodo indicado, sin omitir ninguna. 

Contamos ciertamente con abultados materiales: pero como es- 
tos los teníamos acopiados desde años atras, solo por inclinación, y 
sin premeditación ni plan alguno, ya se comprenderá que no enten- 
demos presentar una obra completa, sino un mero ensayo de reco- 
pilación histórica. Ella adolecerá sin duda de muchos vacíos, si no 
tenemos la suerte de que se nos auxilie, en el curso de la impresión 
que emprendemos de lo que poseemos. Rogamos, pues, á las per- 
sonas curiosas que conservan folletos antiguos, datos especiales, y 
en fin papeles interesantes, adecuados á nuestro objeto, se dignen 
facilitárnoslos. Todos ganarémos con ello: saldrán esos papeles del 
olvido en que están; vendrán á ser útiles al bien común; recibirán 
una forma mas neta y agradable en la presente edición; se reducirán 
á cuerpos compactos, clasificados por años ó épocas, y en orden 
cronolójico; y podrán ser así cómoda materia de un estudio jenuino 
de nuestra historia. Así lo esperamos. 

Qtua fas erit , ipse juvabo. 


1 

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! 

; 

i 


Montevideo Eneio — 1851. 


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¿¿na. 





CONQUISTA, RECONQUISTA Y DEFENSA 

DE BUENOS AÍRES 


en 180G y 1807. 


-o c- 


ADVERTENCIA DEL EDITOR. 


ü- 


En los ttes gránelos sucesos indicados en el título de esta obra, se hallan ios 
jerinenes de nuestros movimientos revolucionarios hacia la emancipación nacional, 
con todas las demás consecuencias que se han desenvuelto en los ulteriores tras- 
tornos interiores por los que hemos pasado 

Ellos importaron un fuerte sacudimiento, é hicieron brotar á millares las ideas. 
Las consecuencias, que no tardaron en revelarse, se reflejan hoi en medio continen- 
te, Son harto conocidas, y no nos detendremos á su respecto. 

Pero á pesar de la colosal importancia é influencia de aquellos eventos, y do 
su estrecha ligazón con la época de la independencia, todavía no se ha presentado, 
en casi medio siglo trascurrido, quien escriba su historia. Sin embargo: esto no 
nos parece tan notable, como el que no haya habido siquiera quien reúna los datos 
y detalles de su referencia. 

No pudiendo nosotros hacer lo primero, probamos á hacer lo segundo. 

Vamos á presentar sucesivamente todos los que hallamos, producidos en Bue- 
nos Aires y fuera de él, aun en Europa. Ellos consisten, jeneralmente, en impre- 
sos sueltos, producciones oficiales y particulares, narraciones, fragmentos, memo- 
rias Sta. &.d. Algunos son estensos, otros medianos, y muchos se reducen á pocos 
renglones, á hnjiilas independientes: pero todos, m»s ó menos* son documentos en 
el día: y ya que no han desaparecido en cuarenta y cuatro años, apresurémosnos 
á recojerlos todos. Sobre todo: no existen, ni han existido de otro carácter. Des’ 
tituidos hasta ahora estos países, casi totalmente, de historiadores nacionales, y tra- 
tándose de acontecimientos ocurridos en un país que carecía del poderoso auxilio 
de la prensa periódica y libre ¿qué otro recurso queda hoy sino el asirse de los 
restosd iseminados, ya volumosos, ya diminutos, de una prensa mas ó menos 
oficial ? 

Muchos documentos rejistra remos de secundario ínteres, y en que se repitan 
las mismas ideas ó sucesos: pero en toda colección de centenares de papeles d e 
una misma ¿poca, que se refieran á un mismo acontecimiento, hay que someterse 
á ese inconveniente. Ademas: queremos que se presente perceptiblemente cual 
era entonces el estado de las tres grandes idea 9 — política, patria, relijion— como se 
encadenaban, como obraban, como se utilizaban. 

También ofreceréinos bastantes poesías: 1.® Como muestra del estado que 
esc ramo de la bella literatura tenía entonces en Buenos Aires, ó ni3s exactamente, 
del súbito impulso que le imprimió la fuerte oscitación de las tres ideas indicadas: 
2. 0 Por que el carácter do esa poesía, es casi siempre narrativo y dcscrijj^ 



VI. 

Bien sabemos que la historia no debe escribirse en verso: buril que ahonde las 
tablas, no plectro que se deslice sobre las cuerdas, dióle la antigüedad. Pero las 
principales de e9tas composiciones métricas, abundan en notas é ilustraciones, que 
son otros tantos datos preciosos y curiosos. Su mérito artístico y literario — bien 
que con algunas' cscepciones distinguidas — nos parece vulgar, al menos respeí to 
de la época presente. Mas esto mismo las recomienda para nuestro objeto. Juz- 
gamos que la poesía histórica, espositiva, mientras mas simple y trivial sea, mas 
apta se hace para espresar lo verdadero. Está asi libre de las pompas, de las li- 
cencias, de las hipérboles, tan lisonjeras para el oído y la imajinacion, pero tan 
mortíferas también de la rigorosa exactitud histórica. 

La naturaleza de los tres sucesos, nos dice que debemos dividir esta obra en 
tres partes. 

La primera, que será la mas reducida, comprenderá todas las piezas que se re- 
fieren á la Conquista ú ocupación, acaecida el 27 de Junio de 1806, hasta el 12 
de Agosto de ese año, esclusive. 

La segunda, las referentes á la Reconquista obtenida en aquel dia, hasta fines 
de Junio de 1807. 

La tercera, las referentes á la segunda invasión, ó sea á la Defensa, obrada 
el 5 de Julio siguiente, con todo lo que se la siguió hasta un año después. 

En cada parte introduciremos los respectivos documentos por orden de fechas , 
en lo que sea posible. Este método tiene, es verdad, el inconveniente de que á 
veces hay que separar y dispersar documentos relativos á un mismo episodio ó inci- 
dente: pero también el de agruparlos por incidentes ó episodios, nos ha presentado 

en la práctica inoperables dificultades de detalle. Sobre todo: cuando aquel pri- 
mer inconveniente sea mui considerable, podremos salvarlo aglomerando en un 
apéndice las piezas del mismo jénero. 

Réstanos aun otra advertencia ma 9 . 

No hemos podido procurarnos el parle oficial y detallado de la toma de Buenos 
Aires. No lo pasaría ciertamente el prófugo virey: quizas lo haría, no entonces 
sino después, el Cabildo ó Liniers: pero seguramente el conquistador ha de haber 
pasado el suyo á'su corte. En tal estado, y debiendo formar ese suceso nuestro 
punto de arranque, hemos suplido aquella falta con lo que refieren los pocos escri- 
tores arjentinos que han hablado del suceso. Sus esposiciones dan bastante idea 
de la manera en que se verificó la fácil conquista de la soberbia capital del virei- 
nato del Rio de la Plata. 


v: ¿fc 


¿¿/¿a. 


Montevideo Enoro — 1861. 


PARTE PRIMERA. 


CONdUISTA. 


% 


Durante la ocupación británi- 
ca, á presencia, puede decirse de 
los sucesos, el joven y distingui- 
dísimo Doctor D. Mariano Mo- 
reno, escribió sobre ella unas me- 
morias, impresas en Londres seis 
años después, y en las que se 
lee: 

6 Cuando las relaciones del Rio 
de la Plata con los pueblos co- 
merciantes, no hicieran interesan- 
te la historia de su conquista, de- 
bería siempre escribirse para vin- 
dicar nuestro honor, é instruir á 
la posteridad. La rapidez con que 
las armas británicas tomaron una 
ciudad tan considerable, supone 
neglijencia en el gobierno, ó indi- 
ferencia en sus habitantes: esta 
sola duda obliga á todo ciudada- 
no á manifestar las verdaderas 
causas de este suceso. 

Los pueblos que dependían 
de esta capital; los que tenían en 
ella sus fondos, y principal cen- 
tro de su comercio; los que se 
han abierto un nuevo teatro ásus 
especulacioues y empresas mer- 
cantiles; todos admirarán que en 
cuarenta y ocho horas haya podido 
conquistarse un punto tan intere- 
sante: crecerá su sorpresa al oir 


j que los conquistadores no llega- 
ran á mil y seiscientos: no podrán 
concebir que tan corto número de 
tropas haya subyugado fácilmen- 
te un pueblo de sesenta mil habi- 
tantes; y todos anhelarán la ver- 
dadera causa de este estraord. na- 
no acaecimiento. 

El deseo de satisfacer tan jus- 
ta curiosidad me inspiró el de for- 
mar una historia de esta conquis- 
ta: hablé con varias personas ca- 
paces dedesempeñarla dignamen- 
te: les insté emprendiesen una 
obra de tan conocida utilidad; pe- 
ro el trastorno que ocasiona á to- 
do país la mudanza de dueño, les 
impidió dedicarse á un trabajo, 
que ellos mismos deseaban. 

Desesperado de encontrar 
quien se dedicase á la formación 
de esta historia, me resolví á ma- 
nifestar unas memorias, que su- 
pliesen su falta para el conoci- 
miento de los principales hechos 
de esta conquista. La prolijidad, 
con que apuntaba cada noche los 
sucesos del dia, me proporcionó 
un diario, que estractado con fi- 
delidad, presenta una individual 
noticia de todos los acontecimien- 
tos. No refiero cosas que no haya 
visto, ó que no estén atestiguadas 




por la uniforme deposición de per- 
sonas formales y de respeto. 

No me he creído capaz de sos- 
tener la dignidad, método, refle- 
xiones, y demas necesario parala 
¡ formación de una historia; pero 
mi sencilla relación instruirá bas- 
tantemente las verdaderas cir- 
cunstancias de este suceso; ella 

I descubrirá los culpados en una 
rendición tan vergonzosa; y con 
una imparcialidad libre de la es- 
peranza ó el temor, manifestará ¡ 
en los mismos hechos la gloria 
del vencedor, y los sujetos que 
deben sufrir la ignominia y opro- I 

bio de los vencidos 

La corte de Madrid conoció 
la importancia de estos lugares, y 
procuró ponerlos en estado de re- | 
sistir cualquiera invasión. En- 
grandeció la capital con tribuna- 
les y empleos, que sirviendo de 
utilidad y decoro á sus habitan- 
tes, radicasen en ellos el amor ai 
rei, y adhesión á la patria; erijió 
en ella un virei con autoridad su- 
perior en todas las provincias; 
alejó á los portugueses, libertán- 
donos de los conocidos riesgos de 
su vecindad; nos proveyó armas y 
pertrechos bastantes para muchos 
años de una vigorosa defensa; y 
se esplicó siempre con las mas je- 
nerosas ofertas, incitando á los 
vireyes á que pidiesen cuantos 
ausiiios contemplasen necesarios 
á la conservación de estas precio- 
sas posesiones. 

El armamento que trajo D. 
Pedro Ceballos, aumentado con 
posteriores remesas, formaba en 
Buenos Aires un depósito de per- 
trechos de guerra, que no tendrá 


2 

! igual en otra parte de estas rejio- 
nes — La única clase de defensa, 
que no poseía Buenos Aires con 
ventaja, era la de sus tropas. 'No 
era esta una falta de que debiera 
acusarse á la corte española: tres 
rejimientos de tropas regladas es- 
taban prontos en la Cortina para 
embarcarse, y dirijirse á esta ca- 
pital; y esto era lo único que 
faltaba para ponerla en estado de 
casi inconquistable. Tropas vete- 
ranas con oficiales intelijentes hu- 
bieran sabido hacer uso de las ar- 
mas, aprovechar las ventajas del 
terreno, y conservar á la corona 
uno de sus mas útiles y fieles es- 
tablecimientos: pero un falso in- 
forme dirijido con la mas astuta 
intriga privó á esta ciudad de un 
recurso, que iba a decidir de su 
suerte. 

El marquesde Sobre-Monte se 
hallaba entonces de sub-inspector 
jeneral de las tropas de este virei- 
nato. Informó á S.M. que era inú- 
til la costosa remisión de aquellos 
rejimientos, cuando á un solo tiro 
de canon reunía él en BuenosAires 
30,000 hombres de milicias disci- 
plinadas; y atribuyendo ásu celo y 
actividad la formación y discipli- 
na de tan numeroso cuerpo, creyó 
labrarse un mérito que lo carac- 
terizara de verdadero militar; lo- 
grando efectivamente se suspen- 
diera la remisión de aquellos re- 
jimieníos, y se verificase solamen- 
te la de un esquisito armamento, 
que venía junto con ellos. Este 
es el pecado orijinal del marques 
de Sobre- Monte; el principio ver- 
dadero de nuestra ruina; y la pri- 
mera causa, que privó á esta co- 


- 3 - 




Ionia do una dominación que no 
lia desmerecido. 

“La muerte del Exmo. Se. D. 
Joaquín del Pino, y casualidad 
de estar nombrado en el pliego de 
providencia el marques de Sobre- 
Monte, hizo recaer en él interina- 
mente el empleo de virei y capi- 
tán jeneral de estas provincias; 
logró posteriormente su continua- 
ción y propiedad; y desde enton- 
ces redobló sus esfuerzos á la 
sombra de su autoridad, para au- 
mentar las apariencias de que te- 
nía los treinta mil hombres de mi- 
licias que había asegurado. Re- 
dobló, y estrechólas órdenes para 
la formación de nuevas milicias; 
trastornó todos los órdenes del 
estado con tan estraña novedad; 
la intempestiva actividad do los 
ayudantes interrumpió muchas 
veces las cosechas del labrador, 
y los talleres del artist a; los pue- 
blos todos se vieron ajilados con 
la ejecución de un proyecto tan 
mal dirijido; y muchos tribunales 
conociendo la justicia de sus que- 
jas, las representaron al rei: pero 
antes que llegase el remedio, nos 
ha hecho el marques sufrir todos 
los males, á que su imprudencia 
nos espuso. 

“Aun se estendió á mas su tena- 
cidad: no compartió las tropas re- 
gladas, para defender los diversos 
puntos que podían ser atacados: 
mandó á Montevideo todos los 
Tejimientos veteranos, y llegó al 
estrenuo de embarcar para aquella 
plaza, á la primera noticia de es- 
cuadra inglesa, una compañía de 
dragones, único resto de este re- 
j i miento, que se hallaba cu esta 


ciudad. De suerte que al acto del 
ataque nos vimos sin mas tropa 
reglada que cuarenta granaderos, 
que por casualidad habían que- 
dado. 

“En tan triste situación no que- 
daba otra esperanza que nuestro 
fiel y numeroso vecindario. Esta 
ciudad ha fundado los títulos de 
mui leal y guerrera, con que se 
ve condecorada, en repetidos y 
brillantes triunfos que ha conse- 
guido sobre sus enemigos. Pocos 
pueblos han sufrido tantos ata- 
ques, ni los han resistido con tan- 
ta gloria; y quiza es Buenos Ai- 
res el único que con sus propios 
(fondos del cabildo) ha mantenido 
siempre Tejimientos que defiendan 
sus fronteras. Las continuas der- 
rotas de los Q lerandis; la del 
corsario ingles Eduard Fontano; 
la del pirata Tomas Cavendish; y 
la de los holandeses en 162S, 
acreditaron la fidelidad y constan- 
cia de este pueblo recien formado. 
Los posteriores ataques que su- 
frió, no sirvieron sino de aumen- 
tar su gloria. La escuadra de Luis 
el grande bajo el jeneral Osmat; 
la venida de los mismos franceses 
en 1693; la de los dinamarqueses 
en el año siguiente; y el estable- 
cimiento francés en 1717 á las in- 
mediaciones del Cabo de Sta. 
María, presentaron nuevas oca- 
siones á los trinfos heroicos de la 
patria: ella no se contentó con 
defenderse: aspiró á ser conquis- 
tadora, y las repetidas tomas de 
la Colonia del Sacramento coro- 
naron nuestra gloria, é hicieron 
respetar nuestro nombre entre los 
portugueses. 


3 


“Si Buenos Aires en un estado 
“ébil, y con un pequeño vecinda- 
rio obró con tanto heroismo, que 
deberíamos esperar de este mismo 
pueblo, cuando ha llegado á com- 
ponerse de mas de sesenta mil 
habitantes? Tenemos seguramen- 
te mas proporciones que nuestros 
abuelos, y no necesitamos para 
imitarlos y aun escederlos, sino 
haber heredado la fidelidad y cons- 
tancia que los animaba. Así ra- 
ciocinábamos en la amargura que 
nos causaba la mala disposición 
de nuestros jefes. Nos consolába- 
mos con que al loque de la jene- 
rala, nos presentaríamos en la 
plaza diez y seis mil hombres ca- 
paces de tomar las armas, cuya 
abundancia y regular manejónos 
aseguraba el buen éxito de nues- 
tros deseos. Pero en medio de es- 
ta confianza, se apoderó de nos- 
otros un nuevo desfallecimiento. 
Nuestros padres obraron prodi jios 
á las órdenes de buenos jenerales. 
Quinientos vecinos deesta ciudad 
tomaron la fuerte plaza de la Co- 
lonia, pero fue llevando al frente 
á un D. Pedro Ceballos. Nues- 
tros jefes militares por su estupi- 
dez y decidía, no nos prometían 
mas que desgracias. El pueblo no 
necesitaba sino dirección para ha- 
ber hecho grandes cosas. El se 
hallaba sumamente entusiasmado 
del amor al rei y á la patria, y ja- 
mas se habrá visto jente mas de- 
seosa desellar con su sangre, un 
publico testimonio de su fideli- 
dad 

“La invasión de Buenos Aires 
no fue un golpe imprevisto que 
pudiera sorprender al gobierno — 


4 - 

En 11 de noviembre de 1805, en- 
tró á la bahía de todos Santos una 
escuadra inglesa con reserva de 
su dirección y destino. Esta no- 
ticia alarmó un poco al virei de 
Buenos Aires: algunas providen- 
cias de poca consecuencia se to- 
maron entonces, pero todas redu- 
cidas d fortificar á Montevideo, 
que sin saber por que, se creía el 
único punto del Rio de la Plata 
sujeto á los peligros de una inva- 
sión — En fin, se supo con certeza 
que la escuadra enemiga se había 
dirijido al Cabo de Buena Espe- 
ranza, y lo había tomado efecti- 
vamente. Entonces se retiraron 
las tropas que se habían reunido, 
y el virei retornó de Montevideo 
lleno de satisfacciones. 

“Aunque no creimos que la to- 
ma de! Cabo nos espusiese á ser 
atacados, esperábamos corsarios, 
que bloquearían nuestros puertos, 
é interceptarían el comercio; y el 
gobierno no debió despreciar los 
riesgos que ofrecía la vecindad 
del enemigo. Sin embargo no se 
tomó precaución alguna, no se 
formaron baterías, no se repartie- 
ron en puntos oportunos esos ca- 
ñones, cuya multitud ignorába- 
mos, hasta que los ingleses los 
han sacado de los almacenes, y no 
se vió una sola prevención inteli- 
jente para contener un desem- 
barco. 

“En esta inacción nos mantuvi- 
mos hasta mayo de 1806. en que 
de di versos puntos se dirijieron 
partes al gobierno de que se avis- 
taba una división de bastantes ve- 
las, cuya bandera se ignoraba 

Mui pronto no quedó duda alguna 


- 5 - 


de que era enemiga. Todavía se 
creía que solo viniese en buscade 
una escuadra francesa salida de 
Rochefort con destino á reforzar 
el Cabo, y que encontrándolo to- 
mado, podía suponerse se hubiese 
dirijido á Montevideo á refrescar. 
No debemos temer, se decía, que 
los ingleses emprendan un desem- 
barco, para el cual no pueden 
traer tuerzas bastantes, sino cuan- 
do mas, que se batan ambas es- 
cuadras en nuestros mares. El 
abandono y desamparo seguía por 
consiguiente, y el marques se bur- 
laba en su tertulia de la escuadra 
enemiga, suponiéndola de contra- 
bandistas ó pescadores: pero el 
24 < de junio á las oraciones, llegó 
un parte del comandante de la 
Ensenada, en que -comunicaba, 
habei intentado los ingles 0 § un 
desembarco por aquel lugar, y 
haberlos resistido con el fuego de 
la batería. El marques recibió es- 
ta noticia, y se dirijió inmediata- 
mente á la comedia con la misma 
serenidad que en una paz tranqui- 
la. A las ocho de la noche entró á 
su palco un oficial y le entregó 
un parte de los Quilines, en que 
avisaba que los ingleses desem- 
barcaban allí; entonces se retiró 
á su palacio, donde sin tomar pro- 
videncia ni determinación alguna 
se entregó á la confusión, amar- 
gura, y trastorno que le ocasiona- 
ba su impericia. 

“Es incontestable que los ingle- 
ses escojieron para su desembar- 
co el peor punto de toda la costa. 
Los barcos sin un puerto en que 
resguardarse, debian mantenerse 
sobre la sola seguridad de sus 


amarras, en un canal abierto, es- 
puestos á las borrascas y tempes- 
tades que son tan frecuentes en 
esta estación. Las tropas no podían 
emprender maniobra alguna, que 
no fuese descubierta y observad^ 
desde la ciudad. Cuando la impe- 
ricia de nuestros jefes no opusie- 
ra algún obstáculo á su desembar- 
co, entraban en un bañado, que 
no podían transitar sino desorde- 
nadas y rodeadas de riesgos inmi- 
nentes. Si la fajina ó sus esfuer- 
zos venciesen estas dificultades, 
saldrían á un campo bajo y des- 
cubierto, donde serian destroza- 
das por la artillería que desde el 
alto podían manejar los nuestros 
con impunidad. Cuando supera- 
sen estos riesgos, y ganaran el 
alto, debian caminar á pié tres le- 
guas de campos llanos y descu- 
biertos. Nuestra numerosa y dies- 
tra caballería les picaría la reta- 
guardia, los molestaría, los cor- 
taría, y quizá sin empeñar una ac- 
ción formal, los obligaría á ren- 
dirse ó retirarse. Libertados de 
estos peligros llegarían á Barra- 
cas, y encontrarian una posición 
capaz de contener el ejército mas 
numeroso y disciplinado. 

“Un oficial, que injustamente 
había estado hasta entonces en la 
opinión mas elevada, se encargó 
de batir al enemigo á poco trecho 
del lugar de su desembarco. Tu- 
vo á su disposición seiscientos 
hombres de caballería con tres ca- 
ñones, y después de las primeras 
descargas se retiró precipitada- 
mente, envolviendo en su fuga un 
Tejimiento de 700 hombres que 
venía á socorrerlo, y sin que hu- 



biese vuelto mas a presentarse en 
el campo de batalla. Ya no se tra- 
taba de resistir al enemigo; y es 
público que desde que Arce co- 
municó el suceso de los Quilines, 
contó el virei la acción por perdi- 
da, renunciando las mas remotas, 
esperanzas: las ponderaciones del 
inspector intimidado y la derrota 
de un hombre, á quien reputába- 
mos el Laudon de la América, 
hicieron dispertar al marques, y 
ya no pensó sino en otros objetos. 
El segundo punto de oposición 
fue en el puente de Galvez, sobre 
el riachuelo llamado comunmente 
rio de Barracas, á poco mas de 
una legua del centro de la ciudad, 
resguardado de poco mas de cua- 
trocientos hombres deque se com- 
ponía el rejirniento de infantería, 
y seis cañones. Este plan de de- 
fensa, si se puede dar este nom- 
bre á una série de desaciertos, 
salió tan maícomo el primero. Dos 
mil y quinientos urbanos que ha- 
bían sido colocados en las barran- 
cas de la ciudad, fueron manda- 
dos retirar á ella, sin haber visto 
al enemigo, y aun sin haberse pre- 
parado á recibirlo. Un emisario 
ingles fué recibido, que intimaba 
á la plaza que se rindiese bajo ca- 
pitulación. Convocados entonces 
los oficiales de la plana mayor 
(pues el virei se había huido á lo 
interior) junto con el Real Acuer- 
do, y el Cabildo, se formó un con- 
sejo para tratar este negocio, y en 
él se resolvió la entrega. 

“La plaza tenía mil medios de 
defensa; y quinientos de los nues- 
tros bastaban para acabar á los 
enemigos, que habiendo ya pasa- 


do á esta orilla, habían lomado 
una posición donde no podian 
obrar absolutamente; pero tenía- 
mos la fortuna de que los oficia- 
les de plana mayor eran tan mili- 
tares como el marques. Su abso- 
luta ignorancia fué tanta, que tra- 
tando ya de formar la capitula- 
ción, no hubo entre todos ellos 
quien supiera estenderla,y se vie- 
ron precisados á valerse de un co- 
merciante. 

“Yo he visto en la plaza llorar 
muchos hombres por la infamia 
con que se les entregaba; y yo 
mismo he llorado mas que otro 
alguno, cuando á las tres de la 
tarde del 27 de junio de 1806 vi 
entrar 1,560 hombres ingleses, 
que apoderados de mi patria se 
alojaron en el fuerte y demas cuar- 
teles de esta ciudad.” 

Vid. y Mem. de! Dr. D. Mariano Moreno por 
su hermano Don Manuei: Londres: 1812: páj. 
1 á 100. 


El respetable Doctor Don Gre- 
gorio Funes, ha dejado escrito: 

“Por la muerte del virei Pino 
acaecida el 11 de abril de 1S04*, 
empezó la fortuna á manifestar to- 
dos sus caprichos á fin de que el 
sub-inspector marques do Sobre- 
Monte ocupase este vireinato. A- 
biertos los dos pliegos de provi- 
dencia, y hallándose que era ya 
muerto el asignado en el primero, 
se echó de ver t que ella lo hacia 
saltar al puesto por sobre las ce- 
nizas de esto» [dos concurrentes. 
Mientras que así trabajaba en la- 
brarle su dicha por esta parte, no 
era en la corto menos activa por 



t 


- 7 - 


separarle los embarazos de esta 
carrera. Al mismo tiempo que la 
muerte hizo vacar la plaza de Pi- 
no, la corte la llenó con la perso- 
na del mariscal de campo D. Jo- 
sé Fernando Abasca!; pero ins- 
truida poco después de aquel des- 
censo, obtuvo este el vireinato de 
Lima, y Sobre-Monte en propie- 
dad el del Rio de la Plata. Vease 
aquí como se afanaba la fortuna 
por hacer ver que Sobre-Monte 
era su hechura. Veremos en bre- 
ve que convencida de su nulidad ¡ 

10 abandonó á sus propias fuerzas 1 

y deshizo la obra que ella misma 
formó. 

“Sin plan de defensa Sobre- 
Monte, sin ninguna previsión po- 
lítica, ni preparativo ulterior, en 
un tiempo en que hallándose toda 
la Europa en guerra podria venir 
á ser la capital un teatro sangrien- 
to, daba su atención á otros obje- 
tos. Los avisos anticipados del 
prudente Huidobro de que la fra- 
gata británica la Leda en obser- 
vación de nuestras costas había 
dejado desde mayo de 806 algu- 
nos prisioneros en Santa Teresa; 
y de que según los partes y vijías 
se hallaba ya en el rio desde el 

11 de junio una escuadra enemi- 
ga, no fueron ni aun bastantes pa- 
ra inquietarsu dormida indolencia. 
Lejos de producir una justa alar- 
ma, reputando estas embarcacio- 
nes de corsarios y contrabandis- 
tas, interpretó esas instrucciones 
por señales de un ánimo cobarde 
y espantadizo. Pero ¿qué mucho 
cuando entretenido en los place- 
res de la comedia casi en las vís- 
peras que el enemigo acercaba sus j 


tropas á la plaza, rechazó incré' 
dulo esteaviso, diciendo poco mas 
ó menos lo que los tiranos de Te- 
bas en igual caso: para mauana 

LOS ASUNTOS SERIOS? 

‘*A sombras de esta inacción 
escandalosa una escuadra inglesa 
conducida desde el Cabo de Bue- 
na Esperanza por el comodoro 
Sir Home Popham tuvo el 25 de 
junio el temerario arrojo de sor- 
prender con 1,500 á 600 hombres 
al mando del mayor jeneral Gui- 
llermo Carr Berresford á 70,000 
habitantes de Buenos Aires. El 
aturdido Sobre-Monte vió con 
asombro cerca de sí ese mismo 
peligro que tanto había trabajado 
por separar de su imajinacion. Ya 
no era tiempo de oponerse con las 
débiles fuerzas de Buenos Aires á 
un enemigo que por su descuido 
imprudentemente se había dado. 
Semejante á un hombre que se 
ahoga, solo hizo esfuerzos para 
agarrarse de la rama que pudiese 
salvarlo, con todo aquello que mas 
amaba: es decir, su familia, sus 
bienes, sus doblones, y el ceremo- 
nial de vireyes. Sin embargo aun 
que la toma de la capital la juz- 
gaba inevitable, apelando á uno 
(le esos acontecimientos fortuitos 
que podia mudar el orden de las 
cosas, tomó su posición entre una 
guardia numerosa en la quinta de 
D. Antonio Dorna, mientras que 
el inspector jeneral D. Pedro Ar- 
ce con 400 milicianos de caballe- 
ría mal armados y peor discipli- 
nados, salía al campo de batalla. 
Desde allí con su anteojo miraba 
este cobarde la suerte do las ar- 
mas, estando siempre atento á en- 


-=Ufe 


- 8 - 


trar en triunfo á la ciudad si se i 
vencía por nuestra parte, ó á es- 
capar como una liebre si llegába- 
mos á ser vencidos. 

“El suceso correspondió á lo 
que debía esperarse. Amedrenta- 
do el ejército de Arce después de 
un corto tiroteo, convirtió en fuga 
la orden de retirarse, y quedó 
Berresford dueño del campo. Un 
profundo silencio sucedió á las 
ajitaciones de la vida,civil en todo 
el pueblo, y sus corazones inmó- 
viles eran señales de su espanto. 
El vencedor había aumentado su 
confianza en razón compuesta de 
la confusión que fué advirtiendo 
en los que mandaban. Cuando el 
21 del mismo julio se vió en po- 
sesión entera de la plaza, se cre- 
yó con derecho de dictar las capi- 
tulaciones (a), no según lo pacta- 
do en el campamento, sino según 
lo que podía dictarle en su opi- 
nión un puro efecto de su clemen- 
cia. No fué este el único insulto 
con que se ultrajó la dignidad del 
pueblo, y se falto á la fé prome- 
tida. A prevención de un infortu- 
nio se habían puesto en salvo los 
caudales del tesoro público sacan- 
dolos á distancia en que no pudie- 
sen ser presa lejítima del vence- 
dor. Siendo constante que la vic- 
toria solo le da derecho a lo que 
se estiende su poder, ese tesoro 
venía á estar fuera desús límites. 
Apesar de esto con una violencia 
tiránica obligó al Cabildo á que 

(a) Estas se firmaron el 2 de julio por 
el coronel D. José Ignacio de la Quintana. 

_ (b) La Medea , la Fama, la Clara, y 
la Mercedes, que voló á los primeros ti- 
ros, mandadas por el jefe de escuadra 


lohiciese retroceder, prometiendo 
tenerlo en depósito hasta la deci- 
sión de las cortes y lo embarcó 
para su nación. Con igual injus- 
ticia ocupó también los fondos de 
propiedades estrañas, invadió las 
privadas de la fragata Joaquina y 
exijió con amagos á los deudores 
de la compañía de Filipinas. Por 
último, hizo publicar bandos por 
los que, aficionándonos al yugo 
británico, dió á conocer en sus 
promesas el idioma de la hipocre- 
sía y seducion 

Ens. de la Hist. civ. del Paraguay, Bueno» 
Aires y Tucuman: Bs. As. 1817. tom. 3.° páj. 
412 y sig. 

El Sr. D. Manuel Moreno, á 
su vez, escribió póster dómente en 
Europa : 

“La guerra entre Inglaterra y 
España había comenzado virtual- 
mente en 5 de octubre de 1804 
por el ataque de cuatro fragatas 
españolas que venían del Rio de 
la Plata, y entraban al puerto de 
Cádiz, con cinco millones de pe- 
sos, y un rico cargamento de 
efectos (b). Este acto insigne de 
piratería sin declaración de guer- 
ra anterior, causó una pérdida 
considerable al comercio de Bue- 
nos Aires, y era como el anuncio 
de estar destinado para sufrir 
otras mayores en el curso de las 
hostilidades. No parece sinó que 
Inglaterra hubiera entonces seña- 
lado aquel país por objeto de sus 
empresas, y teatro de sus opera- 

D. José Bustamaute. La división ingle- 
sa que las atacó y sorprendió, se conTpo- 
nia de las fragatas Infatigable, Medusa, 
Jlmphion, y Lively, á las órdenes del ca- 
pitán Moore. 


- 9 - 


ciones, pues de todos los domi- 
nios de España él fué el único 
contra que se emplearon sus ar- 
mas durante aquella lucha, y en 
cuya conquista mostraba una es- 
pecial obstinación. Ya en la pre- 
cedente contienda de 1793 una 
gruesa espedicion se reunía en 
Sta. Helena para invadir el Rio 
de la Plata, cuando la paz vino á 
suspender su salida. Pero no por 
eso se abandonó el designio de 
* abatir en otra ocasión el poder 
de España con la desmembración 
de tan vasto y rico territorio, cu- 
ya localidad é importancia esti- 
maba debidamente Inglaterra, y 
de apropiarse por su medio el co- 
mercio del continente americano, 
por compensación á los males con 
que la Francia amenazaba á los 
intereses británicos en el conti- 
nente europeo. Esta fué la idea 
de la administración de Mr. Jld- 
dington , y el pensamiento favori- 
to y fijo del célebre ministro Pitt , 
continuado y aún ampliado des- 
pués, por el gabinete que le su- 
cedió. 

“Pero ni la capacidad, ni todo 
el atrevimiento de Mr. Pitt , por 
grande que era, no libraba la rea- 
lización de este plan al solo em- 
pleo de la fuerza, y las vías de la 
conquista; antes lo acompañabay 
protejía de un alhago de liber- 
tad — de un sonido de independen- 
cia — que creia demasiado eficaz 
para seducir á los americanos del 
Sur en favor del partido ingles, 
salvo el propósito de no cumplir 

(a) To keep it to tlie ear, and break 
it to the liope. 


estas promesas; de hacerlas tocar 
en los oídos, y negarlas á la es- 
peranza (a). 

“El jeneral Miranda , nativo de 
Caracas, que poseído del heroico 
ardor de libertar su patria había 
llamado á todas las puertas, aún 
de la emperatriz de Rusia, en 
busca de un apoyo para la inde- 
pendencia, y después de servir en 
los ejércitos de la revolución fran- 
cesa, se hallaba residiendo en 
Londres, no cesaba de instar al 
gabinete ingles por ausilios para 
efectuar la emancipación de las 
colonias españolas, proponiéndo- 
le planes conducentes á este ele- 
vado objeto, que él mas que na- 
die era capaz de combinar por 
sus conocimientos distinguidos; y 
tuvo el honor de ser el móvil y 
oríjen de los proyectos que se for- 
maron al intento. Pero también 
fué víctima de las vacilaciones de 
Pitt, que sin duda alentaba al je- 
neral con ofrecimientos liberales, 
y después trataba friamente sus 
designios como punto secundario, 
y subordinado á la política euro- 
pea. Es un hecho bien contestado 
que jamas faltaban respuestas y 
combinaciones secretas con que 
entretener la perseverancia de 
Miranda; al mismo tiempo es un 
hecho no menos evidente y proba- 
do, que la protección de Mr. Pitt, 
en lo positivo, fué siempre condi- 
cional y reservada, por no decir 
capciosa y mezquina. “ Sir Home 
Popham, dicen unos escritores 
ingleses (b), comandante naval 


(b) Animal Register, 1806. 


empleado contra el Cabo , había 
contribuido esencialmente á que 
se hiciese la espedicion, por in- 
formes que había transmitido al 
gobierno sobre el estado indefen- 
so en que se hallaba aquel impor- 
tante establecimiento, y de la pro- 
babilidad de que sería mui pronto 
reforzado de Europa. El había 
también, junto con otros oficiales 
de mar, entrado en varias consul- 
tas con Mr. Pitt y con lordMel- 
ville sobre sus designios tocante 
á la América del Sur, y según 
instrucciones de estos, había te- 
nido conferencias con el jencral 
Miranda sobre las miras y proyec- 
tos de este oficial en aquella parte 
del mundo. El resultado de estas 
comunicaciones había sido nom- 
brarlo para mandar el Diadema 
de 64 cánones, en diciembre de 
1804, con el objeto de cooperar 
con el j eneral Miranda, hasta 
aprovecharse de cualquiera desús 
operaciones que tendiesen á pro- 
curar y conseguir para Inglater- 
ra una posición en el continente 
americano del Sur, favorable al 
tráfico de nuestro país. Pero se 
le hizo entender después deteni- 
damente, que por deferencia há- 
cia R usia, todos los proyectos de 
aquella naturaleza sehabian aban- 
donado por entonces; y cuando 
partió para el Cabo, no llevó ins- 
trucciones directas ni indirec- 
tas, públicas ó confidenciales, sino 
de ceñirse á la reducción y conser- 


vación de aquella colonia. ” 

“El mismo SirHome Popharn, 
en la causa que se le formó por 
el gobierno, acusándolo de haber 
invadido á Buenos Aires sin ór- 
denes espresas (a), se esplica así: 
“A fines del ano 1803, fué cuan- 
do por la primera vez tuve confe- 
rencias con algunos de los miem- 
bros de la administración de aque- 
lla época, respecto á una espedi- 
cion al Rio de la Plata, que esta- 
ba combinada con una espedicion 
propuesta por el jeneral Miranda. 
Tuve también frecuentescomuni- 
caciones con el jeneral Miranda 
sobre el asunto; y de hecho, hacia 
el final de aquella administración, 
se tomaron algunas medidas para 
llevar á efecto la proyectada espe- 
dicion. En el discurso del año si- 
guiente hubo una mutación de 
ministerio, y en seguida fui nom- 
brado para mandar la escuadra 
que bloqueaba á Boloña, por au- 
sencia dei almirante Luis. Duran- 
te este periodo Lord Melville, que 
era entonces primer Lord del Al- 
mirantazgo, se correspondió con- 
migo sobre el asunto del plan de 
Miranda; y cuando volví á la ciu- 
dad en el mes de octubre de aquel 
año (en cuyo tiempo se había au- 
mentado la probabilidad de guer- 
ra con España) su señoría rne 
mandó que llamase al jeneral Mi- 
randa. y que redactara mis ideas 
acerca de una espedicion contra 
los establecimientos españoles en 


(a) A fall and corred Reporl of the 
Trini of Sir Home Popharn ; bij Aiilhori- 
iy — Relación completa y correcta riel 
uicio, &.c., publicada por autoridad, año ( 
Jde 1807. Esta es la segunda edición de ¡ 


todo lo actuado en aquel interesante jui- 
cio, con varios documentos que publicó 
Sir Home, quejándose de haber sido su- 
primidos en la primera. 


- 11 - 


la América del Sur, formando so- 
bre ello una memoria. Según lo 
que me acuerdo, entregué este do- 
cumento á Lord Melville en 16 de 
octubre de 1804. Poco después 
se me ordenó que viese á Mr. 
Pitt, para conversar con él sobre 
los varios puntos que comprendía 
aquella memoria.” (páj. 90 del 
juicio). 

“Ultimamente, Lord Melville 
hizo la siguiente declaración en 
clase de testigo: “Poco después 
que fui llamado á presidir el Al- 
mirantazgo, tuve ocasiones de sa- 
ber que la administración prece- 
dente á aquella de que yo era 
miembro, había tenido comunica- 
ciones con el jeneral Miranda so- 
bre algunos proyectos de este, to- 
cante á la América del Sur. Pol- 
lo pronto yo no di mucha atención 
á este asunto, porque no estando 
entonces en guerra con España, 
no veía, en dicha situación, como 
el gobierno de este país pudiese 
tomar parte activa en el negocio. 
Durante el verano de 1804, y par- 
ticularmente hacia el otoño de 
aquel año, me quedaban mui po- 
^as dudas por informes oficiales 
que recibía en el Almirantazgo, 
y por comunicaciones con los je- 
fes de otros departamentos, que 
semejante guerra iba mui pronto 
á suceder; y por tanto cieí de mi 
deber imponerme circunstancia- 
damente, por medio de Sir Evan 
Nepean, Sir Home Popham, y 
otros, á quienes tenía motivo de 
suponer sabedores de lo que ha- j 
bia pasado bajo la administración j 
anterior, de las miras y proyectos ¡ 
del jeneral Miranda. También I 


tuve mas de una vez conversacio- 
nes reservadas con dicho jeneral; 
y el resultado de todo lué la opi- 
nicn, de que aun cuando no fuese 
prudente y conveniente, ó quizá 
posible al país en aquel momento 
el comprometerse en toda la es- 
tension de sus proyectos, era de 
la mayor importancia para nos- 
otros estar alerta , y vijilar el 
progreso de sus oper aciones , para 
valernos de ellas con el Jin de 
abrir el mercado de la America 
del Sur al comercio y manufac- 
turas de este país; y sobre este 
principio, como sucedía con to- 
dos los negocios públicos, comu- 
niqué casi diariamente así en la 
ciudad, como en Wimbledon, con 
Mr. Pitt, que estaba á la cabeza 
del gobierno, de que yo era parte. 
Este asunto me era familiar, pues 
muchos años antes, particular- 
mente en el año 1796, habia teni- 
do ocasión de considerarlo mui 
maduramente, con la mira depre- 
parar operaciones en una escala 
mui estensa contra la América del 
Sur, de concierto con el Almiran- 
tazgo de aquel tiempo. Yo era en- 
tonces secretario de Estado en el 
departamento de la guerra. En 
consecuencia de las conversacio- 
nes que tuve con Mr. Pitt, según 
llevo dicho, como hacia el mes de 
octubre ó noviembre de 1804 (que 
fué mas ó menos el tiempo en que 
empezó la guerra sobre el apresa- 
miento de las cuatro fragatas es- 
pañolas) le pedí á Sir Hume Po- 
pham se acercara, para que Mr. 
Pitt y yo pudiésemos hablar con 
él cuando se ofreciese ” (páj. 1 33). 

“H emos aducido estas citas, 


- 1 

porque ellas establecen un punto 
de particular importancia, á sa- 
ber, que el gobierno ingles fomen- 
taba en los americanos del Sur la 
aspiración de independencia; y 
porque sujestiones de esta espe- 
cie, se repitieron en la invasión de 
Buenos Aires, dando lugar á cier- 
tos eventos curiosos que es ne- 
cesario referir. 

“Por lo demas, era de razón 
persuadirse que Inglaterra procu- 
raría hostilizar activamente al 
enenjigo; que querría atraerse el 
comercio de vastas rejiones que 
hasta allí le estaban cerradas, y 
en fin, que abrazaría con gusto la 
ocasión de retornar á España el 
cumplimiento de haber ayudado 
á la emancipación de sus colonias 
norte-americanas. Esto se conse- 
guía favoreciendo y a u si liando 
francamente la independencia de 
aquellos países; y de aquí es que 
los hombres que creyeron ver un 
aliado para la independencia del 
sur en el poder británico, se enga- 
ñaban con lo que debía ser, pero 
que no era en realidad, y tuvieron 
que sorprenderse con esta pala- 
bra conquista, escrita en el fondo 
de los planes del ministerio. Es 
singular que Pitt y F ox, con prin- 
cipios diametralmente opuestos, 
estuvieron de acuerdo sin embar- 
go en esta política. El jeneral 
Miranda tuvo que partir sin el 
Diadema á su gloriosa y temera- 
ria empresa, con poco mas que 
civilidades de parte de la admi- 
nistración de Pitt, y reducido á 
solicitar en los Estados Unidos y 
Sto. Domingo los buques y ausi- 
liares con qu6 desembarcó en ¡ 


2 - 

Costa Firme, sobre el puerto de 
Vela de Coro , en el mismo año, y 
con poca diferencia, en los mis- 
mos dias en que Sir Home Po- 
pham y el jeneral Beresford ata- 
caban á Buenos Aires. 

“Sir Home Popham, uno de 
los confidentes de Pitt, y el ins- 
trumento principal de esta inva- 
sión, se habia recomendado por 
servicios anteriores de consecuen- 
cia «á toda la confianza del minis- 
tro. Tenia entonces el rango de 
capitán en la marina, y había 
acreditado su destreza y actividad 
en comisiones, mitad de guerra, y 
mitad diplomáticas, que había de- 
sempeñado en Rusia y otras par- 
tes. Como la guerra de aquel tiem- 
po ponía á cada paso á los oficia- 
les de mar en situaciones delica- 
das y varias, estos se formaban 
para los casos que se les podian 
presentaren servicio tan estendi- 
do, y adquirían todos los talentos 
del soldado, del hombre de mun- 
do, y del hábil negociador. Pero 
ninguno ha escedido tal vez á Sir 
Home en fertilidad de proyectos, 
en destreza, en sagacidad, en in- 
triga. Plausible en sus ideas, in- 
sinuante y persuasivo en la con- 
versación, poco escrupuloso de la 
verdad aun en las relaciones de 
oficio, sabía dar á sus acciones un 
colorido de romance y un aire de 
aventura, que atraía el favor po- 
pular. La prontitud y vijilancia 
del marino se juntaban en sus mo- 
dales á la franqueza militar: pero 
su carácter no estuvo enteramen- 
te libre de ser notado de codi- 
cia. Este oficial fue encargado de 
la fuerza naval que condujo la es- 


- 13 - 


pedición de 5,000 hombres al 
mando de Sir David Baird contra 
el Cabo de Buena Esperanza (a). 

“El armamento dió la vela des- 
de Inglaterra en el otoño de 1805, 
al romperse las hostilidades en 
Europa, y tomó sin mucha opo- 
sición aquella colonia á principio 
de 1808. Luego de verificada es- 
ta empresa, la imajinacion de Sir 
Home se convirtió al tema anti- 
guo sobre la América del Sur; y 
aunque sus órdenes determinaban 
sus servicios á la conservación del 
Cabo, y la seguridad de la India, 
creyó interpretardebidamente las 
ideas de Mr. Pitt, si invadía las 
posesiones del Rio de la Plata, 
que por noticias poco exactas con- 
sideraba en estado indefenso, desa- 
fectas á su gobierno, é incapaces 
de presentar mas resistencia que 
la que se había hallado en el Ca- 
bo. Empleando toda su elocuen- 
cia á este intento sobre Sir David 
Baird, alcanzó que se le cediera 
un cuerpo escojido de tropas al 
mando del jeneral Beresford, con 
el cual, y toda la escuadra, salió 
del Cabo á mediados del mes de 
abril, pasó primeramente á Sta. 
Helena, sacó de allí algunos re- 
fuerzos, é hizo rumbo al Rio de 
la Plata. 

“Si se atendiese solamente al 
número de esta nueva espedicion, 
que se reducía á 1,600 hombres 
de desembarco, la empresa á que 
se dirijia contra un país grande y 


opulento, debe parecer galante y 
atrevida; pero es preciso no olvi- 
dar que el grueso de esta fuerza 
se componía del 71, de montañe- 
ses escoseces (highlanders), tan 
famoso en el servicio ingles, y 
siempre vencedor, desde la guer- 
ra de independencia americana en 
Georgia hasta las campañas de 
Egipto: que se contaba con el 
abandono y descuido en que se ha- 
llaba Buenos Aires, sin tropas re- 
gulares, sin disciplina en sus mi- 
licias, y bajo jefes cuya incapaci- 
dad era palpable: que los navios 
de línea bloquearían á Montevi- 
deo, y amagando incesantemente 
aquella plaza, obligarían á encer- 
rarse en ella las fuerzas que po- 
dían servir para preservar el res- 
to del país de un insulto: en suma, 
el plan estaba perfectamente cal- 
culado, si se ceñía á un golpe de 
mano contra una ciudad abierta 
como Buenos Aires, á una sor- 
presa, ó irrupción de la naturale- 
za de aquellas que han hecho me- 
morable la historia de los flibus- 
tiers. Si se quería una conquista 
permanente, según pretendió Sir 
Home Popham, tal idea no pudo 
haberse concebido sino en la mas 
profunda ignorancia de los recur- 
sos de aquel pueblo, de la esten- 
sion del territorio, y de la gloria, 
honor, y valentía de sus hijos. Un 
plan de conquista de Buenos Ai- 
res con 1,600 hombres arguye que 
su autor apenas conocía la posi- 

tierapo al Rio de la Plata, y quo pnreco 
haberse orijirado en miras de rapacidad 
y saqueo. Historia de Europa, páj. 209, 
vo. 1 de 1807. 


(a) La espedicion a Caracas [dicen 
los editores del Annual Registe)') bajo 
Miranda, concebida en el espíritu mas 
liberal y jeneroso, formó un contraste 
directo con la que se dirijió por el mismo 


I ■“ 

I 

cion marítima del país, y configu- 
ración de sus costas. 

“Las noticias en cuanto á lo 
desprevenido que se hallaba aquel 
vireinato, comunicadas por parti- 
culares ingleses, y las de un capi- 
tán americano Mr. Waine, que 
Sir Home obtuvo en el Cabo, lo 
acabaron de precipitar en el de- 
signio de esta absurda invasión, 
contando siempre conque el éxito 
de la empresa, que le parecía ase- 
gurada, sofocaría su irregulari- 
dad, ó que en todo evento el favor 
y amor propio de Mr. Pitt lo sos- 
tendrían para conseguir ex post 
fado la autoridad que le faltaba. 

“No se había descuidado el mi- 
nistro en despachar con tiempo 
emisarios, que secretamente intro- 
ducidos en las colonias españolas, 
esplorasen la situación política y 
militar en que se '.tallaban. Desde 
1804 se había aparecido en Bue- 
nos Aires el coronel B* # **ke, na- 
tural de Irlanda, que se decía ofi- 
cia» prusiano, que viajaba por ins- 
trucción y por placer, presentán- 
dose decorado con la águila ne- 
gra , por supuesto tomada por vía 
de disfraz sin título correspon- 
diente. Este oficial ingles estaba 
alojado en casa de un comercian- 
te español respetable, hizo fre- 
cuentes incursiones á lo interior, 
recorrió la Banda Oriental, y vi- 
sitó también á Chile. A pesar de 
la estremada suspicacia del go- 
bierno español habia mistificado 
tan completamente al pobre mar- 
ques de Sobre-Monte, que asistía 
con familiaridad á su tertulia, y 

j gozaba del privilejio de observar 
tranquilamente sus mas pequeños 


14 - 

movimientos. Cuando le pareció - 
oportuno, y en vísperas ya de la 
invasión de Sir Home Popham, 
que él sin duda había llamado con 
sus informes, se retiró súbitamen- 
te de Buenos Aires, y fijó su re- 
sidencia en el Janeiro, de donde 
volvió, sin embargo, mas de una 
vez al Rio de la Plata, siempre 
con la misma seguridad. De este 
oficial se conservan en el país 
anécdotas curiosas: sus galan- 
teos de una dama francesa, que 
estuvo en relaciones con Liniers; 
un desafío; y accesos vaporosos 
de spleen , durante los cuales se 
encerraba dos ó tres dias, y fas- 
tidiado de la luz y de la belleza 
del clima, quemaba paja en su apo- 
sento para imitar la atmósfera pe- 
sada de Londres y sus nieblas. 

No por eso se le tenía por insano; 
y esta estravagancia no arguia 
sino el poder de la habitud, que 
hace desear hasta lo malo á que 
el hombre está acostumbrado. 

“Lossucesos que ocurrieron en 
la toma de Buenos Aires por esta 
espedicion, están descriptos con 
imparcialidad en las JMemor ias que 
redactó el Dr. Moreno, y forman 
parte de la presente colección, las 
cuales, al mismo tiempo que res- 
piran una indignación jenerosa 
por las desgracias de la patria, 
conservan en todos los hechos la 
claridad y fiel precisión de la his- 
toria. 

“Este triunfo sobre un pueblo 
naturalmente pundonoroso y bra- 
vo, no podía menos de ser mui 
transitorio, como una exhalación 
que luce por algunos instantes, 
dejando mas oscuridad por las re- 


- 15 - 


jiones que lia corrido. En efecto, 
estaba destinado á evaporarse y 
desaparecer en el breve espacio 
de cuarenta dias, que fué todo lo 
que duró la pretendida domina- 
ción inglesa en la citada capital, 
desde 27 de junio hasta el 12 de 
agosto de aquel ano, en que se 
convirtió en descalabro y apresa- 
miento de las tropas que habían 
tenido la temeridad de invadirla. 

“Verdad es que los ingleses ha- 
bían mostrado intrepidez y disci- 
plina en el ataque, y que el jene- 
ral Beresford puso gran estudio 
en ganarse la voluntad de los ha- 
bitantes por su conducta personal 
afable y moderada. Sin embargo, 
estos se sentían ultrajados con la 
nueva dominación, cuya base era 
la conquista, y no podían sopor- 
tar la vista de ese puñado de es- 
tranjeros, que habían tenido la 
osadía de presentarse con la mira 
de subyugarlos. Para que no se 
equivocáran mucho tiempo sobre 
esta cuestión esencial, los actos 
oficiales del jefe militar ingles de- 
clararon mui desde luego que la 
idea de libertad é independencia 
no era el objeto de las armas que 
se hallaban en Buenos Aires. Una 
proclama del jeneral Beresford de 
principios de julioinvitaba al pue- 
blo a que mostrase su obediencia 
al nuevo soberano , bajo cuya do- 
minación se hallaba; vaunquere- 
petía sus promesas de protección 
en conformidad á la capitulación 
celebrada á su entrada, concluia 
de este modo: “el jeneral cree ne- 
cesario hacer saber á los negocian- 
tes en común, y á todos los ramos i 
industriales del país, que es la in- j 


tención jenerosa de S. M. que se 
abra y permita un libre comercio ¡ 
en la América del Sur, semejante 
al que gozan todas las demas co- 
lonias de S. Jl/., particularmente 
la de la Trinidad , cuyos habitan- 
tes han sacado ventajas peculia- 
res de estar bajo el gobierno de 
un soberano, que al paso que tie- 
ne bastante poder para protejer- 
los de cualquier insulto, es tan li- 
beral que les dispensa los benefi- 
cios comerciales, que no habrían 
podido gozar en el réjimen de 
ninguna otra nación.” La procla- 
ma terminaba escitando á las jen- 
tes de la campaña á que trajesen 
comestibles á la ciudad , en la in- 
telijencia de que sus frutos serian 
pagados de contado. 

“La perspectiva de colonia in- 
glesa, y la comparación poco fe- 
liz con la isla de la Trinidad , 
humillaba á los habitantes de una 
de las primeras capitales del con- 
tinente americano, que se consi- 
deraban acreedores á otros desti- 
nos y mayores respetos que aque- 
lla pobre posesión, que solo sirve 
para mantener el contrabando. Por 
consiguiente, la proclama produ- 
jo efectos contrarios de los que se 
proponía Beresford, y fué recibida 
con disgusto. 

“Cuando se ha esperado con 
viveza, el desengaño produce ne- 
cesariamente irritación. Este era 
justamente el estado en que se 
halló aquel pueblo. El aire de ale- 
gría, que tiene de ordinario, se 
había cambiado en tristeza y aba- 
timiento universal, con lodos los 
síntomas sombríos que preceden á 

una esplosion. La ciudad parecía 

6 I 


I 


- 16 - 


desierta: las relaciones sociales se 
encontraban interrumpidas: los 
tribunalas superiores dispersos: y 
la municipalidad, única autoridad 
que continuaba manteniendo el 
orden público, estaba desconten- 
ta. Hasta los templos tenían cer- 
radas sus puertas de temor de ser 
profanados. 

“Entre estos ostáculos la in- 
tervención y supremacía que se 
arrogaba SirHome Popham siem- 
pre que se trataba de botín y di- 
nero, quitaba al jefe de tierra to- 
do el fruto de las buenas artes que 
empleaba para conciliarse la amis- 
tad de los americanos. A su en- 
trada en la capital, 6 mas bien, en 
la fortaleza que mira á la plaza 
mayor y á la ribera, pues verda- 
deramente las armas inglesas nun- 
ca ocuparon otro punto de la ciu- 
dad que el ámbito de aquella for- 
taleza, halló Beresford que los 
caudales públicos se habían saca- 
do fuera, antes de la invasión, y 
que se había escapado esta parte 
considerable de presa. Por las le- 
yes de guerra el invasor no tenía 
derecho á este tesoro, que estaba 
en lo interior del país, fuera de 
su jurisdicción, y á. distancia de 
14 leguas de camino de Buenos 
Aires, pasada la villa de Lujan. 
No podiendo aventurarse Beres- 
ford á despachar una división á 
interceptarlo, mediante la escasez 
de sus fuerzas, y el espacio que 
era necesario atravesar, adoptó el 
arbitrio de solicitar del cabildo el 
que lo mandase volver. La nego- 
ciación á este efecto no había te- 
nido resultados, porque el cabildo 
se resistía á hacerse cómplice de 


semejante tentativa, hasta que Si»’ 
Home, impaciente de la demora, 
se presentó en la sala de las se- 
siones, y con tono imperioso y 
amenazas compelió al cabildo á 
que diese un salvo-conducto á una 
partida de caballería, que despa- 
chó en el acto, al mando del ca- 
pitán Arbuthnot, en busca de 
aquellos caudales, prometiendo 
sin embargo que se tendrían en 
depósito hasta la decisión de am- 
bas cortes. Su monto era de mas 
de dos millones de pesos. 

“No bien entróde vuelta este di- 
nero, apresado en aquella forma, 
cuando sin perder un instante fué 
embarcado á bordo del JVarciso 
para Inglaterra. Por una relación 
oficial que trasmitió el jeneral Be- 
resford á su gobierno con fecha de 
16 de julio, aparece remitida en 
aquella ocasión la suma de 1,086, 
208 pesos, y añade que “Sir Ho- 
me Popham y él habían creído 
conveniente reservarse en Buenos 
Aires una suma considerable pa- 
ra las exijencias del ejército y de 
la escuadra, y sostener el cam- 
bio.” No se especifica en otro mo- 
do la cantidad así retenida, pero 
por los objetos que estaba desti- 
nada á cubrir, puede suponerse 
que no sería inferior á la que se 
despachaba á Europa. Por otro 
lado, no pudiendo haberse insumi- 
do esta suma considerable en los 
pucos dias que mediaron hasta la 
reconquista, esto hace probable la 
idea que ha existido, y referiremos 
adelante, de un tesoro que dejó 
enterrado en el fuerte aquel je- 
neral, cuando cayó prisionero en 
12 de agosto inmediato. Los cau- 


- 17 - 


dales de la compañía de Filipi- 
nas, y el producto de un carga- 
mento de ultramar, fueron tam- 
bién agregados á la masa del bo- 
tín. Ademas, se valoraban en tres 
millones por los mismos captores 
los azogues y quina que se encon- 
traron en los almacenes del Es- 
tado; pero antes de poder asegu- 
rar estos efectos á bordo de sus 
buques, la plaza volvió al domi- 
nio de sus antiguos poseedores. 

“El jénio de sir Home no podía 
menos que vestir de ostentación y 
pompa esta primicia desu estraor- 
dinaria conquista; y aquel caudal, 
arrebatado á la flaqueza, fué in- 
troducido en Londres con un apa- 
rato de triunfo, en 20 carros ador- 
nados de banderas de las milicias 
provinciales de Buenos Aires, y 
otras insignias de victoria, en que 
no faltó sino la efijie del guerrero. 
Existe una relación descriptiva 
de esta solemnidad, ó procesión , 
impresa y publicada en aquel tiem- 
po en Londres. 

“Un incidente algorisible ocur- 
rió poco después del célebre apre- 
samiento de Lujan, que no deja 
de confirmar las propensiones del 
héroe de aquel drama. A la hora 
en que el jeneral Beresford se en- 
contraba empeñado en una refrie- 
ga de armas acalorada con los 
habitantes, un negrito se le acer- 
có con una carta de Sir Home 
Popham, en que informaba al je- 
neral que en cierta iglesia hallaría 
* una gran cantidad de plata. - 

“Junto con el dinero apresado 
dirijió Sir Home un Manifiesto al 
café de Lloyd, y á las principales 
ciudades fabricantes de Inglater- 


ra, en que exaltaba la importan- 
cia de su conquista, y la grandeza 
del mercado que se había abierto 
á la industria y actividad de su na- 
ción. Una población inocente é 
inofensiva, que había sido cruel- 
mente oprimida por los españoles 
y se echaba en brazos de los in- 
gleses para pagarles con obedien- 
cia y sumisión el favor de haberla 
libertado— campiñas fértiles y her- 
mosas — llanuras inmensas — minas 
inagotables — y el clima mas sa- 
lubre y grato del globo, eran la 
imájen seductora, y el estímulo 
que ponía delante de sus compa- 
triotas para que hicieran de Bue- 
nos Aires el objeto preferente de 
su especulación. “El delirio que 
ocasionó aquella circular,'* dice 
Bisset en su historia del reinado 
de Jorje i ii, “ revivió la ficción an- 
tigua del Dorado y y dió lugar á 
operaciones mercantiles tan ab- 
surdas en la calidad de las reme- 
sas que se hicieron, como escesi- 
vas y desproporcionadas en su es- 
tension. Se esportaron artículos 
de que no se tenía noticia en los 
países á que eran destinados; se 
enviaron picos fabricados de in- 
tento, para minar las rocas, y 
cortar venas de oro macizo; pati- 
nes y ataúdes se embarcaron tam- 
bién, para surtir de esta comodi- 
dad á un pueblo cuyos ríos jamas 
se yelan, y donde los muertos son 
llevados en mortaja á su madre la 
tierra.’ ’ En este vértigo, las re- 
mesas exorbitantes de artefactos 
de un uso jeneral, hasta cierto 
punto se comprenden, por lo abar- 
rotados que se hallaban los alma- 
cenes ingleses con la guerra: se 


- 18 - 


I* puede comprender también la ma- 
la elección de los efectos, por la 
ignorancia de la naturaleza del 
mercado á que se dirijían y las 
exnjeraciones de Sir Home; pero 
¿cómo podrá esplicarse la ocur- 
rencia de enviar ataúdes al con- 
sumo de los americanos del sur? 
El que incurrió en semejante ne- 
cedad no había leído la admoni- 
ción de Jesu-Cristo: sine ut mor- 
tui sepelían mortuos suos. Deja 
á los muertos el cuidado de enter- 
rar á sus muertos (San Lúeas 
Evanj.) 

“Al mismo tiempo Sir Home 
imploraba con toda urjencia cuan- 
tos refuerzos pudiesen mandársele 
del Cabo y de Inglaterra, hacien- 
do al fin, y en una posición deses- 
perada, lo que debía haber procu- 
rado antes de comenzar aquella 
conquista indiscreta. Pero la for- 
tuna que se le había sonreído un 
instante, empezaba á manifestar- 
le sus rigores, y hasta los ausilios 
del Cabo, que eran los mas á 
mano, le llegaron tarde” 

Prefacio á la Colee, de Areng. &a del Dr. D. 
Mariano Moreno: Londres: 1836, paj lviii á 

LXI I. 


Concluida ya la reproducción 
de lo que, acerca de la Conquista 
de Buenos Aires, espusieron los 
únicos tres escritores arjentinos 
que se hayan ocupado de eso, 
ofrecemos ahora la descricion del 
mismo suceso, cual entonces la 
hizo á su gobierno el comodoro 
británico. 


Varias ediciones tenemos del 
parte oficial de Sir Popham: pero 
preferimos la hecha entonces en 
Buenos Aires; tanto porque, co- 
mo se verá, ella fue oficial, cuan- 
to por estar acompañada de no- 
tas impugnativas, escritas por el 
jeneral Liniers. 

El Sr. Brigadier de la Real Armada D. 
Santiago Liniers, Gobernador militar y 
político, Capitán Jeneral del Vireinato 
del Rio de la Plata, y Presidente de la 
Real Audiencia Pretorial de la Capi- 
tal, publica el Parte, que el Como- 
doro Sir Home Popham dio sobre la 
reconquista de Buenos Aires al L'»rd 
del Almirantazgo Guillermo Mersden 
Escudero, haciendo al mismo tiempo 
manifiestas las enormes falsedades y 
abultadas ficciones de que. abunda. 

Voluntarios y soldados, mis 
compañeros en la gloriosa hazaña 
de la reconquista de Buenos Ai- 
res; vosotros dignos émulos de los 
primeros, que al ejemplo de estos 
habéis sacrificado vuestros inte- 
reses, comodidades, y libertad pa- 
ra contribuir á la noble empresa 
de defender estos dominios de la 
tiránica, insidiosa, y abominable 
dominación inglesa; escuchad lo 
que uno de estos despreciables 
enemigos se atreve á proferir pa- 
ra disfrazar vuestra gloria, y cu- 
brir la humillación que vuestro 
valor ha hecho padecer á las ar- 
mas de su nación. Un jefe prosti- 
tuyendo su pluma á la mentira en 
los términos que voi á copiaros, 
debe daros una cabal idea del sis- 
tema atroz de estos pérfidos isle- 
ños. Este admirable y digno emi- 
sario del padre del embuste, este 
jefe que jamas se presentó al me- 


- 19 - 


ñor riesgo en una espedicion que 
emprendió como pirata, como el 
mismo jefe del Almirantazgo lo 
delata al rei de la Gran Brutaña 
por el tenor de las gacetas ingle- 
sas que se han traducido aquí: es- 
te vil adulador que por disfrazar 
los crasos yerros que cometió, 
cuando siendo dueño del mar por 
sus numerosas fuerzas, ni se atre- 
vió á tomar la Colonia del Sa- 
cramento punto céntrico v sin de- 
fensa, pero aun dejó salir á sus 
barbas de Montevideo y de la Co- 
lonia unas fuerzas despreciables, 
temiendo que el mayor jeneral 
Beresford le hiciera cargos de es- 
tas criminosas omisiones, exalta 
su mérito en su córte en el hecho 
de haber sirio batido por nosotros 
de un modo tan bajo, y tan apar- 
tado de la verdad y de la verosi- 
militud, que el mismo Beresford 
no puede menos que desmentirle, 
como se lo interpeló bajo su pa- 
labra de honor; y do lo contrario 
tengo en mis manos documentos 
de su misma letra y puño escri- 
tos á este jefe desde la fragata 
Leda, en que desaprueba su con- 
ducta, v lo pifia sobre su modera- 
ción: últimamente este comodoro 
segundo jefe de la espedicion que 
invadió á Buenos Aires, á quien 
habéis visto saciando su codicia 
con presenciar el recuento de los 
fondos de Filipinas y Consulado, 

(a) Nada mas \erdadero que esta 
obligación, pero nada mas criminal que 
dizfrazar tan inicuamente la verdad de 
los hechos particularmente, cuando la 
ficción y la mentira tienen contra si se- 
senta mil testigos. 

(b) El único partido que pudo haber 
tomado el jeneral Beresford después de 


que contra la capitulación de 21 
de junio había hecho regresar des- 
de Lujan: en una palabra, Sir 
Home Popham es autor del libe- 
lo difamatorio que voi á manifes- 
taros. 

“ Copia del pai'te del Comodoro 
Sir Home Popham sobre la 
reconquista de Buenos Aires 
al Lord del Almirantazgo , es- 
crito á bordo del navio Diade- 
ma, anclado en el Rio de la 
Plata el 25 de agosto de 1896. 

Señor. 

“Cuando los sucesos de la guer- 
ra acaban de ser favorables á una 
espedicion, yo considero un de- 
ber de los oficiales comandantes 
poner en manifiesto todas las cir- 
cunstancias según sus conocimien- 
tos é informaciones (a). Siguien- 
do este camino, confio poder con- 
vencer á los Lores del Almiran- 
tazgo, que los liberales y benéfi- 
cos principios del jeneral Beres- 
ford han hecho mas honor á Jas 
armas de S. M. B. y al carácter 
de la Gran Bretaña, que si hubie- 
se recurrido al poder y fuerza que 
estaba en su mano, con el cual 
hubiera efectivamente aniquilado 
todos los esfuerzos del enemigo, 
y probablemente arrancado para 
siempre estos países de la corona 
de España (b). 

haber entrado sin resistencia en una ciu- 
dad numerosa que sin dirección se dejó 
sorprender, era ponerla en contribución 
y reembarcarse incontinenti, pues sus 
despreciables fuerzas no podían esperar 
otra suerte qne la que han esperiinenta- 
do en medio do una nación fiel, amanto 
á su rei y ;/ su patria. 




- 20 - 


“Pueyrredon uno de la muni- 
cipalidad parece haber sido uno 
do los grandes a jenies de la revo- 
lución: él se aplicó con el mayor 
arte é industria á preparar el pue- 
blo para una jeneral insureccion: 
las armas estaban escondidas en 
la ciudad, prontas para el mo- 
mento de la acción: los descon- 
tentos se reunían todas las no- 
ches y esperaban sus órdenes é 
instrucciones, atrayendo á su par- 
tido la canalla del país con gran- 
des dádivas de plata, que iban de 
la banda del norte del rio (a). 

f ‘EI coronel Liniers un oficial 
francés al servicio de España, y 
bajo su palabra de honor juramen- 

I tado, sucesivamente se empleó en 
reunir jente á la Colonia (b). El 
terror estaba establecido, y to- 
da persona que reusaba contri- 

(n) Insigne falsedad: Pueyrredon ja- 
mas tuvo en el cuerpo municipal mas que 
ser cuñado del alcaide de 2. 3 voto, ni 
trató ni pensó juntar jente, y solo pasó 
á Montevideo con D. Manuel de Arroyo 
y D, Diego Herrera en vi-ta de una 
proclama del gobernador de Montevideo, 
en cuya plaza los hallé ó los tres cuando 
llegué A ella. Pueyrredon se distinguió 
ó su regreso en el encuentro de Perdriel 
en cuyo puesto 300 A 400 hombres la 
mitad sin armas, con cañones sin mon- 
tajes, p rtrechos ni cartuchos, resistieron 
á mas de 600 ingleses con su general á 
la cabeza: no habiendo sido otro el mo- 
tivo de hallarse reunidos en este punto 
que esperarme con las tropas que traía 
de Montevideo, proveerme de caballos, y 
utacar de firme, como se efectuó, á los 
enemigos. 

(b) E-te parágrafo directamente con- 
tra mi honor debo desmentirlo, como lo 
desmiento á la faz de toda la Europa. 
El faltar á su palabra y tomar las armas 
en contra de ella, solo es reservado al 
coronel del regimiento 11 Pak: yo vine 
á esta plaza el dia 29 de junio, dos dias 


huir con su asistencia á esta cons- 
piración era amenazada inmedia- 
tamente de muerte (c). Yo refiero 
esto apoyado de una autoridad in- 
dudable. El progreso de la revo- 
lución fuá tan rápido como su 
misma aparición: el 31 de julio 
fui informado por un despacho 
del jeneral Beresford, que recibí 
en la escuadra á mi vuelta de 
Montevideo, que estaba temeroso 
por noticia adquirida que una in- 
surrección debía brevemente te- 
ner lugar: supe al mismo tiempo 
por el capitán Tonipson que diez 
! y siete buques enemigos habían 
llegado á la Colonia: y como me 
habían referido que las fuerzas 
debían ser todavía aumentadas de 
Montevideo, di órdenes al Dio- 
medes para dirijirse á la Ensena- 
da, y al capitán King del Diade- 

despues de su rendición con salvo con- 
ducto del jeneral Beresford, a quien pa- 
sé recado con D. Edmundo O’Gorman, 
significándole de que no habiendo tenido 
el honor de que atacase el puerto de la 
Ensenada de Barragan que yo defendía, 
no era su prisionero, y en consecuencia 
sí me permitía entrar en la plaza á ver 
mi familia que pasaría á ella: su res- 
puesta fue que viniese para tomar des- 
penes el partido que mas me acomodase. 
Esto constaba á Sir Home Popharn: por 
consiguiente solo con el designio de de- 
nigrarme pudo atreverse á adelantar la 
proposición que yo estaba bajo mi pala- 
bra: lo estuve mientras que me mantuve 
en la plaza, pero desde la hora que salí 
de ella, quedé en plena libertad, y la in- 
juriosa nota de ese comodoro queda en 
el lugar que le corresponde del inas vil 
desprecio. 

t,c) La falsedad de esta proposición 
está demostrada de por sí, pues cual- 
quiera que hubiera rehusado entrar en 
la supuesta conjuración con delatarla al 
gobierno ingles se hubiera puesto al 
abrigo de las amenazas de loa conjurados. 


- 21 - 

nía de ir arriba con algún resto 
de marineros, dos compañías de 
azules, y todos los demas hom- 
bres que pudiese sacar de los na- 
vios, con el objeto de armar va- 
rias embarcaciones para atacar a 
los enemigos en la Colonia (a), 
porque de otro modo era imposi- 
ble impedirles el paso por el ca- 
nal del oeste si tenían viento fa- 
vorable. El 1. ° de agosto á la 
tarde la Leda ancló á distancia 
de dos millas de Buenos Aires, y 
cuando me desembarqué el dia 2 
que el tiempo permitió barquear, 
hallé que el jeneral Beresford ha- 
bía ejecutado con suceso un ata- 
que, contra 1,500 españoles man- 
dados por Pueyrredon cinco le- 
guas distante de la ciudad, con 
500 hombres, habiéndoles tomado 
nueve piezas de artillería y varios 
prisioneros (b). El 3 traté de vol- 
ver á la Leda, pero no pude ve- 
rificarlo por haber refrescado mu- 
cho el‘viento S. E. El 4 por la ma- 
ñana hubo una gran lluvia, y el 
temporal creció tanto, que filé 
imposible suspender la ancla (o). 

A la tarde llegó el capitán King 
en un falucho con 150 hombres 
del Diadema, con el objeto de ar- 
mar las pocas pequeñas embar- 
caciones recojidas en balizas, pe- 

(a) Desde el dia 26 de julio hasta el 
3 de agosto, reinó el tiempo mas sereno 
y mas propio para habernos atacado en 
la Colonia ; siempre tuvimos á la vista 
tres ó cuatro buques, pero solo un ber- 
gantín y una corbeta se acercaron, y 
salió escarmentado el primero. 

(b) En mi nota c, dije lo que pertenece 
á este propósito. 

(c) El viento del dia 4 aunqne fresco 
no me impidió levarme con toda la es- 
cuadrilla, y entrar en el rio de las Con- 


ro no fue posible llegar ó estas 
hasta la tarde siguiente. El 5 por 
la mañana fué moderado el tiem- 
po, y alcancé á la Leda, donde fui 
informado por el capitán Tomp- 
son que en el temporal del pro- 
cedente dia el enemigo había cru- 
zado desde la Colonia totalmente 
inobservado de muchos buques, 
escepto la zumaca Dolores man- 
dada por el teniente Newich, 
quien estaba fondeado en e! estre- 
cho canal sobre las Conchas y 
San Isidro; pero el viento Este 
habiendo traído mucha agua al 
rio, el enemigo pudo pasar por el 
banco de las Palmas sin necesi- 
dad de dar bordada para entrar 
por el canal (d). El 6 y 7 fueron 
tempestuosos, la Leda estaba fon- 
deada en cuatro brazas de agua 
con dos cables por la proa, y ver- 
gas y masteleros calados. El 8 
supe por el capitán King que 
cinco de nuestras lanchas caño- 
noras habían ido á pique sobre 
sus amarras, que el bergantín 
Walerel había perdido su timón, 
y que las lanchas y el boto gran- 
de del Diadema y Leda se habían 
perdido. Los torrentes de lluvia 
que cayeron el 6, 7 y 8, pusieron 
los caminos totalmente impracti- 
cables para todos, menos para la 

cha*; y llovió tan poco, que á las 9 de- 
sembarqué mis tropas y artillería, y ca- 
minamos á pié hasta la Punta 

(d) Otra falsedad: entramos por la ca- 
nal i>or ser imposible pasar sobre el ban- 
co de las Palmas, aun en las mayores 
crecientes, con embarcaciones que calen 
mas de pié v medio de agua: pasamos & 
menos de medio tiro de cañón de la Do- 
lores, que no quise apresar por no dila- 
tarme un solo momento cu hacer mi de- 
sembarco. 


T 


caballería, y por consiguiente el 
jeneraí Beresford se halló frus- 
trado en su determinación de ata- 
car al enemigo á alguna distan- 
cia de la ciudad: cuyo ataque si 
hubiese logrado darle, no dudo 
que su ejército habría dado una 
nueva prueba de su invencible va- 
lor bajo el mando de su jefe (a). 
El enemigo por el inagotable su- 
plemento de caballos, sufrió un 
lijero inconveniente del mal esta- 
do de ios caminos, y pudo por 
tanto acercarse á la ciudad en di- 
ferentes direcciones, sin que tu- 
viese el ejército británico una 
oportunidad para atacarlo (b). El 
día 10 por la mañana fue intima- 
do el fuerte de rendirse, y en el 
dia siguiente fui á tierra, mien- 
tras nuestros buques anclados ha- 
cían fuego contra los puestos es- 
pañoles. Conocí que ademas del 
ejército español que dividido en 

(a) Los caminos que fueron buenos 
para que viniese el cortísimo ejército 
español, desde las Concluís hasta Buenos 
Aires á pié. lo hubiese sido igualmente 
para el ingles, si la determinación del 
jebera) Beresford hubiese sido positiva 
do atacarlo; pero aun en la hipótesis 
que sienta el comodoro ¿como no lo atacó 
en los mataderos de Miserere el dia 10, 
en el que estuvo firmado en batalla des- 
de las nueve y media de la mañana has- 
ta las 4 de la tarde ? 

(I)) Apenas tuve los caballos y mu- 
las necesarias para arrastrar la artillería 
y carros de municiones: mis oficiales mis- 
mos cuasi todos á pie. Mis fuerzas en- 
tonces se componían solo de 1,200 hom- 
bres escasos, habiendo incorporado á mis 
tropas 3 23 entre marineros y soldados de 
marina, y un cortísimo número de soldar 
dos veteranos dispersos, con cuyas cor- 
tas fuerzas acometí el importante punto 
del Retiro, y arrollé al jeueral Beresford 
quo á la cabeza de 500 hombres venia á 


22 - 

11 varias columnas ocupaba diferen- 
tes arrabales de la ciudad, los ha- 
bitantes se habían armado todos y 
subían á las azoteas de las casas 
é iglesias con el designio de hacer 
una guerra de sorpresa (c). Bajo 
estas circunstancias y las mani- 
fiestas disposiciones del enemigo 
de evitar un combate, se había 
determinado embarcar los heridos 
por la noche y dirijirlos á la En- 
senada; pero estas medidas fue- 
ron enteramente frustradas por la 
lluvia que cayó violentísima toda 
la noche, que hizo retardar los 
progresos del embarco al tiempo 
que el enemigóse aumentaba con- 
siderablemente en hombres sobre 
las azoteas de las casas é iglesias 
inmediatas al fuerte, y avanzaba 
por todas las calles no espuestas 
ó la influencia de las fuegos de 
este (d): en suma su objeto era 
evitar de cualquier modo una ac- 

á recuperarlo. Jamas separé mi tropa, 
y en una sola columna me aproximé á la 
plaza hasta los mataderos donde me for- 
mé en batalla. 

(c) El Sr. Comodoro pasa por alto el 
ataque del Retiro que fué este mismo dia. 
El fuego de los barcos anclados fué solo 
de una fragata merci-nte, en la que e! 
capitán Kiug montó unos cañones de pe- 
queño calibre, con los que tiró algunos ti- 
ros por toda elevación sobre el Retiro 
sin ningún efecto: ni el pueblo tenia ar- 
mas; y aunque las hubiere tenido harto 
descuido hubiera sido del jene»*al Beres- 
ford de dejarlos subir con ellas á las azo- 
teas: y mui ni contrario algunos que por 
curiosidad se quisieron asomar á ellas 
esperimentaron tiros de ios patrullas in- 
glesas. 

(d) Acredité el día 12 si pensaba 
evitar mi combato á cuerpo descubierto. 
Es una falsedad que lloviese en la noche 
del dia II al 12: hizo ni contrario una 
noche inui clara, aunque sumamente fria 


- 23 - 


cion jeneral, y colocar su jente 
en tal situación, que pudiesen ha- 
cer fuego á nuestras tropas, te- 
niendo ellos su cuerpo en perfec- 
ta seguridad. El dia 12 al rayar 
el dia vi un vivo fuego empezado 
por los puesto» avanzados enemi- 
gos, á quienes se respondió con 
el mayor suceso por nuestra arti- 
llería colocada en las principales 
calles que se dirijían á la plaza 
mayor, que era por donde el ene- 
migo manifestaba mas firmeza por 
su inmenso número, y por tres ca- 
ñones que llevaba consigo, los 
cuales fueron acometidos por el 
coronel Pak del 71, y toma'dos 
luego (n). En este tiempo la jente 
armada cubría las azoteas de las 
casas de la plaza mayor y sus in- 
mediaciones, y nuestras tropas 
padecían mucho de esta jente sin 


que el ejército español pasó entera so- 
bre las armas en el Retiro, la única 
iglesia inmediata al fuerte e3 la catedral 
que no tiene azotea. 

(n) El ataque del dia 12 empezó 
por la mañana, de dia mui claro por al- 
gún tiroteo de los Miñones con las patru- 
llas inglesas, y solo á las 10 ataqué con 
denuedo por la calle de la Merced con 
un cañón de á 18, y ur.o de á 4 que no 
llegó á hacer fuego: por la de las Cata- 
linas con un obús y un cañón; por la 
de las Torres con un obús y un cañón de 
á 18, y por la del Cabildo con dos caño- 
nes de á 4. Todas las tropas y paisanos 
armados consistían en 1600 hombres; ja- 
mas el coronel Pak tomo nuestros caño- 
nes, suposición que acrisola la verdad 
del comodoro. L)ejar de citar una ac- 
ción gloriosa aunque sea de un enemigo, 
es defecto de jenerosidad; pero suponer 
ó su partido hazañas iinajinarias, arguye 
pusilanimidad y la mas despreciable jac- 
tancia. 

(ñ) Este parágrafo solo basta para ca* 
ráete rizar á Sir Home Popham, quien no 


poder subir arriba. El enemigo 
dominaba el fuerte en el mismo 
modo, con la ventaja adicional de 
un canon puesto encima de la tor- 
re de la Catedral, que yo conside- 
ro una indeleble mancha contra 
el carácter del obispo, no solo por 
su situación, cuanto por la profe- 
sión que ejerce (ñ). Se puede con- 
siderar fácilmente cuan atormen- 
tada estaría la sensibilidad del je- 
neraí Beresford en este momento 
tan crítico: frustrado en sus últi- 
mos esfuerzos para reducir al ene- 
migo á una acción jeneral en la 
gran plaza, su brillante pequeño 
ejército cayendo á menudo por ti- 
ros de personas invisibles, la sola 
alternativa que se le podia pre- 
sentar para evitar la inútil efusión 
de una sangre mui preciosa, fue 
una bandera parlamentaria que se 


contento con denigrar á los militares y 
vecinos que gloriosamente y con el ma- 
yor denuedo usaron del derecho natural 
de sacudir una usurpada y odiosa domi- 
nación, del modo mas bizarro y jeneroso, 
so atreve á calumniar é injuriar á un 
principe de la iglesia, el mas respetable 
de todos los obispos, a quien todo el 
ejército inglés [al que apelo en apoyo 
de esta verdad] hacia la justicia de ve- 
nerar por sus virtudes, alta gerarquia é 
ilustración, pero lo que hace mas odiosa 
semejante proposición es que estriba so- 
bre un hecho falso. El comodoro que 
no vio la acción de la Reconquista po- 
dría disculparse de los demas hechos 
que falsamente cita por haber sido mal 
informado; pero habiendo vivido mas 
de un mes en Buenns Aires ¿como pudo 
no acordarse, que la catedral no tiene 
torres mas que en el papel hasta ahora? 
¿quién no se llenará de rubor al ver se- 
mejantes falsedades ntentativus a! deco- 
ro ile su nación, á la que injuria con en- 
gañarla ? 


■ ■ _ ■_ 

- 24 - 


izó en el fuerte á ia una del dia. 
En un momento los enemigos en 
número de diez mil fueron á la 
plaza mayor, apresurándose teme- 
rariamente del modo mas injurio- 
so para llegar al fuerte, haciendo 
fuego á nuestros soldados que es- 
taban sobre el baluarte. Con es- 
treñía dificultad pudieronser con- 
tenidas las tropas británicas que 
estaban ansiosas de salir á vengar ! 
este insulto. El jeneral Beresford 
fué obligado á decir á los oficiales 
españoles, que si sus soldados no 
se retiraban dentro de un minuto 
se veria obligado por una simple 
medida de seguridad á arriar el 
pabellón parlamentario, y reco- 
menzar las hostilidades. Esta fir- 
meza tuvo el deseado efecto, y en- 
tonces envió sus condiciones al 
jeneral español á las cuales este 
prontamente accedió. Yo envío 

(o) Aquí se apura el jénio inventivo 
del comodoro para llevar adelante su 
plan de falsedad. Omite lo que hace 
mas honor al jefe ingles, y suple de su' 
cabeza falsedades á verdades de hecho. 
El jeneral Beresford, viéndose rechazado 
en los cuatro puntos de nuestros ataques 
con el mayor vigor, muerto á su lado 
bajo del arco grande de la receba su 
ayudante Kennte, y conociendo ser vana 
su resistencia, hizo señal de retirada, 
que se efectuó por su tropa en buen or- 
den retirándose el último al fuerte con la 
mayor serenidad en medio del mas vigo- 
roso fuego: entrado en el fuerte inar.dó 
inmediatamente izar la bandera blanca, 
la que de pronto no se vtó por el denso 
liiimo de la pólvora, y por consiguiente 
mis tropas siguieron tirando, y trataban 
de asaltar el fuerte. Sin embargo luego 
que me cercioré sobre la bandera parla- 
mentaria, despaché mi ayudante do cam- 
po D. Ilarion de la Quintana al jeneral 
ingles, al quo halló sumamente perplejo 
por su situación; y viendo el enardeci- 
miento de mi tropa, y ol trabajo que coa- 


tina copia do la capitulación, y con- 
fio que el alto é independiente len- 
guaje en que está concebida, y los 
términos dictados por el jeneral 
Beresford á un oficial á la cabeza 
de una inmensidad de jenteje ha- 
rá infinito honor en Inglaterra, v le 
merecerá de S. M. la mas gra- 
ciosa aprobación de su conduc- 
ta (o). 

He recibido y acompaño una 
lista de los muertos y heridos, por 
la cual aparece que fueron dos 
oficiales, dos sarjentos, y cuaren- 
ta y tres soldados muertos: ocho 
oficiales, siete sarjentos. y noven- 
ta y dos soldados heridos, y nue- 
ve estraviados, haciendo en todo 
ciento sesenta y cutítro: y casi to- 
dos estos accidentes desgraciados, 
han sido ocasionados de los habi- 
tantes en lo alto de las azoteas de 
las casas é iglesias: los enemigos 

tuba á ¡os oficiales el contenerla, mi 
ayudante de campo repitió varias ve- 
ces que solo á discreción admitiría 
su rendición, y considerando que en 
su situación no le quedaba ya otro 
partido mandó arriar la bandera blanca 
é izar la española, saliendo después del 
fuerte para encontrarse conmigo, que le 
dije que en atención á su bizarra defensa 
le concedía á él y á su guarnición los 
honores de la guerra, efectuando inme- 
diatamente el evacuar el fuerte y entre- 
gar sus armas á la puerta del cabildo. 
Esta es la inera verdad, y todo lo que 
dice Sir Home Popham en este parágrafo 
es enteramente falso, contradictorio y ri- 
dículo: ¿corno dice que el jeneral Be- 
resford vio frustrados sus deseos de una 
acción jeneral en la gran plaza, diciendo 
poco después que esia se llenó de jeute? 
¿que el pequeño ejército ingles caía bajo 
tiros de soldados invisibles, habiendo di- 
cho poco antes que ocupaban todas las 
azoteas de casas é iglesias? Ultimamen- 
te repugna 4.la:razoa,- j^-sonroja efvcr- 
tal conjunto de embustes. 



- 25 - 


confiesan haber perdido setecien- 
tos hombres entre muertos y he- 
ridos en el breve conflicto de las 
calles; y sino hubiera sido por los 
habitantes, yo no tengo la menor 
duda que las tropas españolas ha- 
brían sido completamente derro- 
tadas, aunque fuesen siete veces 
mas que las fuerzas británicas (p). 
Nada mas difícil que dar á su se- 
ñoría una idea del número de 
hombres armados; pero por ulte- 
riores noticias que tuve, supe que 
Pueyrredon,y otro principal per- 
sonaje agregado á este complot 
reunió hasta 10,000 hombres en 
las inmediaciones de la ciudad: 
Liniers pudo juntar de 700 á mil 
sin contar los de mar, y la ciudad 
proveyó armados de diferentes 
maneras, pasados de 10,000 hom- 
bres, bajo una secreta intelijen- 
cia con los majistrados, compo- 
niendo entre todos un número de 
mas de 20,000 hombres el ejérci- 
to que se opuso al de S. M. B. (q). 

Nota . — Lo demas de la carta 
del comodoro se reduce á alaban- 
zas de algunos oficiales de mari- 

(n) Difícil serin de ponderar la mali- 
cia, la fa sedad y la despreciable jactan- 
cia de este parágrafo, y yo tengo datos 
lijos de que la pérdida de los ingleses 
pasó de 400 hombres, nohabiendo llegado 
la nuestra á 200; pero en la hipótesis que 
hubiésemos perdido los 700 que supone, 
naturalmente los habrían mueito por arte 
ni ;i jico, pues sienta la proposición, que 
las tropas inglesas la esperimentaban por 
entes invisibles. El acumular las des- 
gracias de muertes sucedidas solo al pue- 
ble, encierra el pensamiento mas atroz, 
pues solo puede ser con el fin de provo- 
car contra él la ira de su nación eil el 
caso que la volviesen á invadir. En cuan- 

to _á Ja, jactancia de que unjnglea puede 

' batir á r 5ii*fe cspafíbles, semejante jnopó- 
! 


na, y concluye diciendo que sen- 
tirá por los informes tal vez poco 
seguros haber faltado á exaltarlo- 
do el mérito del jeneral Beres- 
ford, pero que desea ocasión do 
descubrir algún otro mérito suyo 
para darlo á luz: rasgo de refina- 
da adulación; pero no puedo me- 
nos que concluir haciendo repa- 
rar, que esta reflexión que hace 
Sir Homo Popham de que los in- 
formes que tuvo podian no ser ve- 
rídicos, hace poco honor al mayor 
Tolle, quien le llevó los pliegos 
del mayor jeneral Beresford que 
dice haber recibido el 17. 

Por todo lo que acabo de ale- 
gar en oposición á los groseros 
embustes de Sir Home Popham, 
apelo al conocimiento de este 
gran pueblo, majistrados y mili- 
tares, todos fieles testigos de cuan- 
to ocurrió en la Reconquista. 

Buenos Aires, 30 de junio de 
1807. 

SANTIAGO LINIERS. 


sicion es tan ridicula como despreciable. 
Yo soi de sentir que un hombre libre de 
cualquiera nación vale por otro hombre 
de igual clase; y aun me atrevo á afir- 
mar, que un español quo sirva á su reí 
por nm<*r, defiendo su relijinn, su fami- 
lia, su patria, sus propiedades, por los 
principios de honor que lo son caracte- 
rísticos, vale por veinte mercenarios in- 
morales, contenidos solo bajo de sus ban- 
deras por la disciplina mas feroz de que 
no hai ejemplo entre ninguna de las na- 
ciones antiguas y modernas. 

(q) En Jas notas k y n demuestro la 
falsedad de esto número de tropas que 
solo exajeró el verídico comodoro de 
mas diez á uno. 



No obstante que la precedente 
notado Sir Pophatn se versa prin- 
cipalmente acerca de la Recon- 
quista, lo cual pertenece á la se- 
gunda parte de este libro, la he- 
mos incluido en la primera, que 
pertenece á la Conquista y ocu- 
pación británica, á causa de que 
en ella, según se habrá observado, 
se menciona mucho relativo á es- 
ta; y á causa también de no ser 
ella necesaria para lo que es his- 
toriar la Reconquista; pues á este 
respecto, existen muchos y ve- 
races documentos, como se verá 
en breve en la secunda parte. 

Al hablar Sir Popham de la 
ocupación y de la política de 
aquella administración, menciona 
varios actos ó disposiciones de 
ella. Nos parece que ¡os prin- 
cipales son los contenidos en los 
documentos siguientes, impresos 
todos en aquellos diasen Buenos 
Aires. Ellos muestran efectiva- 
mente que aquel gobierno de un 
mes, no puede ser tachado de 
poco liberal ni de opresor, y re- 
velan una ansia manifiesta por 
complacer y atraerse al pais. 

“ Declaraciones hechas por el go- 
bernador británico , inmediata- 
mente de tomar la ciudad. 

"Guillermo Carr Berresforri, mayor jene- 
r»l, comandante en jefe de las fuerzas 
de S. M. B. empleadas en la costa del 
Este de la América del Sur, y gober- 
nador de Buenos Aires y todas sus 
dependencias. 


“Hallándose la ciudad de Bue- 
nos Aires y sus dependencias su- 
jetas ahora á S. M. R. por la 
enerjía de las armas de S. M., el 
mayor jenera! con el objeto de es- 
tablecer una perfecta confianza 
en la liberalidad y rectitud del go- 
bierno de S. M., y tranquilizar 
los ánimos de todos los habitan- 
tes que están al presente en la 
ciudad, ó de aquellos que, de 
aprensión de las casualidades je- 
nerales de la guerra, hayan salido 
de ella, juzga que es indispensa- 
ble proclamar, sin perder un mo- 
mento de tiempo, “Orne es la mas 
graciable intención de S. M.,que 
la jonte de Bs. As. y cualesquie- 
ra otras provincias en el Rio de 
la Plata, que pueden eventual- 
mente caer bajo su protección, 
gocen del entero y libre ejercicio 
de la relijion católica, y que se 
prestará todo respeto ásus santos 
ministros. 

“Q,ue los tribunales de justicia 
continúen el ejercicio de sus fun- 
ciones en todos los casos de pro- 
cedimientos civiles y criminales, 
refiriéndose al mayor general en 
aquellos en que se hacia al virei en 
anteriores ocasiones, garantien- 
do el mayor jeneral, en lo que 
dependa de él, todo se hará para 
traer los procesos á su pronta y 
justa sentencia. 

“Toda propiedad privada de 
cualesquiera descripción recibirá 
su mas amplia protección, y todo 
lo que pueda pedirse por las tro- 
pas, ya sean víveres ú otros artí- 
culos, se pagarán inmediatamen- 
te á los precios que prefije el Ca- 
bildo. 


, 


- 27 - 


“Por lo mismo el mayor jeneral 
invoca al I lio. Sr. Ohispo, sus 
coadjutores, y órdenes eclesiásti- 
cas, fundaciones, colejb'S, jefes 
de las corporaciones, mayor, al- 
caldes de la ciudad y barrios, pa- 
ra que hagan entender á los habi- 
tantes en jeneral, que serán siem- 
pre protejidos en la relijion y pro- 
piedad. y que serán gobernados 
por sus propias leyes municipales 
hasta qtie se sepa la voluntad de 
S. M. B. 

“El mayor jeneral juzga nece- 
sario el hacer saber al ínteres je- 
neral y comerciantes del país, que 
es la mas graciable intención de 
S. M. que se abra un comercio 
libre y permitido á la América del 
Sur semejante al que disfrutan 
todas las otras colonias de S. 1YI. 
particularmente la isla de la Tri- 
nidad, cuyos habitantes han co- 
nocido los beneficios peculiares 
de estar bajo el gobierno de un 
soberano bastante poderoso para 
protejerlos de cualesquiera insul- 
tos, y bastante jeneroso para dar- 
les aquellas ventajas comerciales 
de que no podrían gozar bajo la 
administración de ningún otro 
país. 

“Con la promesa de tan ríjida 
protección á la relijion dominan- 
te del país, y el ejercicio de sus 
leyes civiles; confia el mayor je- 
neral, que todo buen ciudadano 
se unirá con él en sus esfuerzos 
para mantener la ciudad quieta y \ 
pacífica, pues pueden ahora gozar ¡ 


un comercio libre, y todas las ven- 
tajas de las relaciones mercanti- 
les con la Gran Bretaña, en don- 
de no hai opresión, que, como en- 
tiende, ha sido lo único que han 
deseado las ricas provincias del 
Rio de la Plata y los habitantes 
de la América del Sur en jeneral 
para hacerlas el país mas próspe- 
ro del mundo. 

“El mayor jeneral no tiene 
ahora mas que acudir á los ma- 
jistrados, para que estos lo hagan 
saber á los diferentes labradores 
y hacendados d$l país, é inducir- 
les á que traigan á las plazas y 
mercados víveres y vejetables de 
toda especie, que se les pagarán 
inmediatamente, atendiendo sin 
demora á las quejas que se den. 

“Habiendo entendido el mayor 
jeneral que algunos de los dere- 
chos ahora existentes son mui 
gravosos á las empresas comer- 
ciales, ha determinado aprove- 
charse de la mas pronta oportu- 
nidad, para informarse de este 
particular de comerciantes mas 
instruidos del país, y entonces 
hará aquellas reducciones ó reba- 
jas, que parezcan mas conducen- 
tes al ínteres del país, hasta que 
se sepa la voluntad de S. M. B. 

“Dado en esta fortaleza á28 de 
junio de 1896. 

“Dios guarde ai Rei de la 
Gran Bretaña. , 

“Guillermo Carr Berresfokd, 

"Mayor jeneral y gobernador . 


9 




-2 8 - 


Condiciones concedidas á los ha- 
bitantes de la ciudad de Bue- 
nos Aires y sus dependencias 
por los jenerales en jefe de la 
fuerza de mar y tierra de Su 
Majestad Británica. 

“1. ° Se permite á las tropas 
del servicio de S. M. C. que es- 
taban en la ciudad al tiempo que 
entraron las de S. M. B. juntarse 
en esta fortaleza, y salir de ella 
con todos los honores de guerra, 
rindiendo entonces las armas y 
quedando prisioneros de guerra; 
pero los oficiales que sean natu- 
rales de ia América del Sur, ó 
casados con nativas del país, ó 
domiciliados en él podrán conti- 
nuar residiendo aquí mientras se 
conduzcan como buenos vasallos 
y ciudadanos, jurando fidelidad á 
S. M. B. ó podrán ir á la Gran 
Bretaña con los debidos pasapor- 
tes, dando previamente- su pala- 
bra de honor de no servir hasta 
que se haga el canje regular. 

“2. 0 Toda propiedad privada, 
de buena fé, perteneciente á los 
empleados así militares, como ci- 
viles del gobierno anterior, á los 
magistrados y habitantes de esta 
ciudad y sus dependencias, al 
Illmo. Sr. obispo, clerecía, igle- 
sias, conventos, monasterios, co- 
lejios, fundaciones, y otras insti- 
tuciones públicas de esta clase, 
permanecerán como siempre li- 
bres, y en nada se les molestará. 

“3. ° Toda persona de cual- 
quiera clase y condición que sea, 
de esta ciudad y sus dependencias 
será protejida por el gobierno bri- 


‘ ‘ Terms granted to the Inhabitans 
of Buenos-Aires and its depen- 
(lenties by the Commanders in 
Chief of His Britannick M a - 
jestys Forces by Latid and sea. 

“1. ° The troops belonging to 
His Catholick Majesty, who 
were in the Town at the 
time of the entry of the British 
troops, sha II be allowed to meet 
in the Fortress of Buenos Aires, 
march out of the Fort with al I 
the honors of war, and shall then 
lay down their arms, and become 
prisioners of war: but such ofli- 
cers as are natives of the Coun- 
try, or regularly domiciliated, 
shall be at liberty to continué 
here so long as they behave them- 
selves as becometh gnod subjects 
and Citizens, taking the Oath of 
allegiance to his Britannick Ma- 
jesty, or proceed to Great Bri- 
tain wilh regular pasports having 
previously passed their parole of 
honor, not to serve untill they 
are regularly exchanged. 

“2. ° All bonafide prívate pro- 
pcrty , eiíher belonging to the Ci- 
vil or military Servants of the late 
Government, to the magistrates, 
Burghers and Inhabitants of the 
town of Buenos- Aires, and its de- 
pendencies, to the íllustrious the 
Bishop, the Clergy; to thechur- 
ches, monasteries, colleges, foun- 
dations and other pubhck insti- 
t utions of t hat Kind, shall reinain 
free and unmolested. 

“3* ° All persons of every des- 
cription belonging to ibis City 
and its dependencies, shall recei- 
ve every protection from the 


-2 9 - 


tánico, y no se les forzará á to- 
mar las armas contra S. M. C. 
ni persona alguna de la ciudad, y 
sus dependencias las tomara, ni 
obrará hostilmente contra el go- 
bierno ó tropas de Su Majestad 
Británica. 

“4. ° El ilustre Cabildo con 
todos sus miembros, y los habi- 
tantes conservarán todos los de- 
rechos y privilejioa de que han 
gozado hasta ahora, y continua- 
rán en el pleno y absoluto ejerci- 
cio de sus funciones legales, así 
civiles, como criminales, bajo to- 
do el respeto y protección que se 
les pueda dar por el gobierno de 
Su Majestad Británica basta sa- 
berse la voluntad del Soberano. 

“5. 0 Los Archivos públicos 
de la ciudad tendrán toda protec- 
ción y ayuda del gobierno de Su 
Majestad Británica. 

‘‘6. ° Quedan como hastaahora 
los varios derechos é impuestos, 
que exijían los majistradosy ofici- 
nas recaudadoras; quienes cuida- 
rán por ahora para recolectarlos, 
y aplicarlos del mismo modo y á 
igual efecto que antes, por el bien 
jeneral de la ciudad hasta saberse 
la voluntad de S M. B. 

“7. ® Se protejerá el absoluto 
pleno, y libre ejercicio do la San- 
ta Relijion Católica, y se presta- 
rá el mejor respeto al Illmo. Se- 
ñor Obispo, y todos sus veneran- 
dos ministros. 

“8. ° La Curia Eclesiástica 
seguirá en el pleno y líbre ejer- 
cicio de todas sus funciones y pre- 
cisamente en el mismo orden que 
antes. 


British Government and they shall 
not be obliged to bear arms 
against His most Catolick majes- 
tv, ñor shali anv person vvhatever 
iu the City, or its dependencies 
take up arms, or otherwise act 
inimicably against His majestys 
troops or GovernmHiit. 

“1. ° The Cabildo Magisírates 
Burghers and Inhábil ants shall 
preserve all íheir Rights and pri- 
viledges which they ha ve enjoyed 
hitherto and shall continué in fu 1 1 
&, fi ee exercise of their legal 
functions hoth Civil and criminal 
under all the respect and prolec- 
tion that can he offorded them by 
His Majestys Government untill 
His Majestys pleasure is knovvn. 

“5. ° The publick Archives of | 
the tovvn > h a. 1 1 receive every pro- 
tection from His Bntarinic Ma- 
jestys Government. 

“6. ® The difforent Taxes &, 
duties levied by the Magistrales 
to rernain for the present, and to 
be collected by them in the sanie 
manner and applied to the same 
parpóse as heretofore for the ge- 
neral good of the City, untill His 
Majestys pleasure is Khown. 

“7.° Every protection shall be 
given to the ful! andfree exercise 
of the Holy Catholick Religión, 
and all respect shevvn to the most 
Illustrious the Bishop and all the 
holy Clergy. 

“8. c The eclesiastical Court 
shall continué in the fu 1 1 &, free 
exercise of all its functions &, be 
precisely on the same footirig as it 
vvas heretofore. 


- 30 - 


‘*9. 0 Se conceden gratuita- j 
mente, á sus dueños, todos los ' 


buques del tráfico de la costa del 
Rio, según la proclamación del 
30 del próximo pasado. 

“10° Toda propiedad pública 
de cualquiera clase que sea, per- 
teneciente a los enemigos de Su 
Majestad Británica, se deberá 
fielmente entregar á los apresa- 
dores; y así como los jenerales 
en jefe se obligan á hacer cumplir 
con exacta escrupulosidad todas 
las condiciones anteriores para el 
beneficio de la América del Sur, 
así el ilustre Cabildo v Tribuna- 
les se obligan de su parte á ha- 
cer que esta última condición se 
cumpla, fie!, debida, y honora- 
blemente. 

“Dada con nuestro Sello y 
manos en esta Fortaleza de Bue- 
nos Aires hoi 2 de julio de 1806. — 
José Ignacio de la Quintana . — 
( Sello). 


“9. ° The coasting vessels in 
the River will be given up to their 
Owners acording to a proclama- 
tion issued the 39 ultimo. 

“10° All pubiick property of 
every description beloogiug to the 
enemies ofHis Britannick JVIa jes- 
ty shall be faithfully delivered up 
to the captors; anU as the Com* 
manders in Chiefbind themselves 
to seo the fulfillment of all the 
preceeding articles for the bene- 
fit of South America, so do the 
Cabildo and magistrales bind 
themselves to see that this last 
article is faithfully and honorably 
complied with. 

“Given under our hands &, seáis 
in the Fortress of Buenos- A ¡res 
this sccond day of July 1898 — 
W. C. Berresford, Mayor Gene- 
ral — (Seal) Home Popham, Com- 
modore Commanding in Chicf. — 
(Seal) 


Witness the above signatures. 

Testigos de las firmas de arriba — Francisco de Lecica: 
Anselmo Scienz Valiente. 


‘‘ Orden imponiendo á los esclavos 
obediencial luida sus amos; y 
prescribiendo la apertura de 
tiendas , pulperías §a. 

"Guillermo Carr Berresfml, mayor .¡ene- 
ral; Comandante en Jefe de las fuer- 
za* de S. M. B. empleadas en la Cos- 
ta del Este de la América del Sur, y 
Gobernador de Buenas Aires y todas 
«us dependencias. 

“Q,ue habiéndose notado en la 
ciudad que los negros y mulatos 
esclavos, después de tornada la 
plaza han pretendido y pretenden 


sacudir la subordinación á que 
por su estado están ligados, fal- 
tando á la obediencia que deben á 
sus respectivos amos, y negándose 
á todos aquellos ejercicios, en que 
por su constitución han sido em- 
pleados hasta hoi; se les haga en- 
tender que permanecen en el mis- 
mo estado en que estaban, sin va- 
riación alguna, que deben estar 
sujetos á sus amos, obedecerlos 
en un todo con absoluta subordi- 
nación, y no andar ociosos por las 
calles, bajo las mas rigorosas pe- 
nas que tenga á bien imponer e| 


Ex mo. Si*. Mayor Genera! Bri- I 

tánico. 

“Q,ue habiéndose notarlo esca- 
sez fie todo en los renglones ríe 
abasto y ciernas necesario en la 
ciudad, por estar, a causa de 
cierto sobresalto, cerradas las 
tiendas de mercancías, almacenes, 
pulperías y de menestrales, y ofi- 
cios mecánicos; se les prevenga 
las abran, haciéndose entender 
que por haberse tomado-la plaza, 
no debe en esto hacerse novedad, 
ni po*’ el hecho de abrirlas se les 
seguirá perjuicio, antes bien todo 
lo contrario; designándose las mas 
rigorosas penas que juzgue opor- 
tunas el Ex;no. Sr. Mayor Jene 
ral contra toda persona de cual- 
quiera calidad y condición, aun 
(le la tropa británica, que atrope- 
lle, insulte de palabra ú obra, ó 
infiera el mas leve perjuicio á di- 
chos tenderos, pulperos, almace- 
neros y menestrales. 

“Guillermo Carr Bkrresford, 

“ Mayor jene^al y gobernador." 

Orden de entrega de armas. 

“Guillermo Curr Berrosford, Mayor Je* 
nerul, Comviudnnte .en Jefa de la?* 
fuerzas de S. M B., empleadas en la 
Costa del Este de la América del Sur, 
•y Gobernador do Buenos-Aires y sus 
dependencia*. 

“Habiéndose hecho saber al í 
Exmo. Sr. Gobernador, que aun 
que por su orden, se dio noticia 
por el Cabildo de esta ciudad, 
que toda persona de cualesquiera 
condición, que tuviese armas, mu- 
niciones, ú otros pertrechos de 
guerra perternecientes á S. M. 
C., ó que se hubiesen entregado 
por mandado de su gobierno an- 


31 - 

tenor las devolviese inmediata- 
mente á los alcaldes de barrio, las 
armas no se han devuelto, el 
Exmo. Sr. Gobernador tiene por 
justo mandar por esta proclama- 
ción, que todos los que tengan ar- 
mas &,a de aquella descripción 
las entreguen á los alcaldes de sus 
respectivos barrios, bajo el con- 
cepto de que el que no lo verifi- 
que hasta el 12 del corriente mes, 
y se le encuentren las armas ¿La, 
será castigado, pagando doscien- 
tos pesos de multa, por cada ar- 
ticulo de aquellos que se le en- 
cuentren. 

“Dada en Buenos Aires á 7 
de julio de 1808. 

“Por orden del Exmo. Sr. Je- 
neral y Gobernador. 

“Geo. W 1 "*. Canvet, 

“ Secretario Militar." 


Penas contra los que incitan ó 
ausilian la deserción de solda- 
dos ingleses. 

“Guillermo Carr Berresfard, mayor jene- 
ral, Comandante (le las fuerza* de 
S. M. B. empleadas en la Costa 
Oriental de la América del Sur, y 
Gobernador de Buenos Aires y todas 
sus dependencias. 

“Habiéndose probado sin la 
menor duda que muchos habitan- 
tes de esta ciudad y otros de la 
campana están poniendo en uso 
torio medio para inducir á los sol- 
dados y sujetos ingleses á que de- 
sistan de su fidelidad, y deserten 
sus banderas. El Mayor J eneral 
hace saber por esta proclama, 
que cualquiera habitante ú otro 
que sea descubierto, empeñándo- 
se en seducir así á algún soldado, 
ó sujeto ingles, será castigado in- 


- 32 - 


mediatamente con pena de muer- 
te; que cualquiera persona que re- 
ciba, dé acojida, ó ampare de al- 
quil modo á algún soldado, 6 ma- 
rinero ingles en su designio de 
desertar, é internarse en el país, 
será castigado con la misma pena 
de muerte, ofreciendo el mayor 
jeneral la recompensa de cien pe- 
sos á cualquiera que dé aviso de 
alguno que reciba, dé acojida, 
ampare ó tenga parte en la deser- 

I cion, ó huida al interior del país 
de algún soldado ó sujeto ingles; 
y cualquiera que se vea en com- 

I pafiíu de soldado, marinero, 6 su- 
jeto de esta descripción se consi- 
derará como cómplice. Y previe- 
ne el mayor jeneral á todos los 
habitantes, que cuiden de su con- 
ducta en lo que respecta al obje- 
to de esta proclama, pues ha to- 
mado tales medidas, que hará se 
castiguen aquellos que procuren 
seducir ó seduzcan á los sujetos 
de S. M. B. 

“Cuidarán todos I 03 oficiales 
militares y civiles, así en la ciu- 
dad como en sus dependencias, 
de asegurar y arrestar á todos los 
soldados ó marineros ingleses, y 
á los que los acompañen, ó los 
hayan auxiliado en su fuga, re- 
mitiéndolos con la custodia sufi- 
ciente á este Fuerte de Buenos 
Aires. 

“Buenos-Aires 19 de Julio de 
1808. 

“Guillermo Carr Berresford, 
”J\Iayor Jeneral. 

“Por orden de S. E. 

-é 

“Geo W. Kevnett. 

“ Secretario Militar.” 


^ ■ 


Libertad de comercio de Bue- 
nos Aires al igual de las de- 
mas colonias británicas — De- 
rechos de aduana sobre pro- 
ductos británicos , y de estos 
países. 

“El Comandante británico con 
el fin de que el comercio de esta 
plaza pueda tomar toda la activi- 
dad do que son susceptibles las 
presentes circunstancias del país, 
no demorará por mas tiempo, la 
publicación de las disposiciones 
y reglamentos, que servirán de 
norma para el gobierno de la 
aduana de esta ciudad, hasta que 
se sepa la voluntad de S. M. B. 
no quedando duda que el gobier- 
no británico formará otros mas 
perfectos y mas benéficos á los 
habitantes de estos países. Por 
ahora se contenta el comandante 
británico con manifestar al pue- 
blo, que el sistema de monopolio, 
restricción y opresión ha llegado 
ya á su término; que podrá disfru- 
tar de las producciones de otros 
países á un precio moderado; que 
las manufacturas y producciones 
de su país están libres de la tra- 
ba y opresión que las agobiaba, 
y hacía no fuese lo que es capaz 
de ser, el mas floreciente del mun- 
do, v que el objeto de la Gran 
Bretaña es la felicidad y prospe- 
ridad de estos países. 

“Con estas miras se han adop- 
tado los reglamentos siguientes, 
mandándose por esta á los oficia- 
les de la aduana obren estricta- 
mente conforme á su tenor. 

“1. ° El gobierno británico no 
| se x reserva pri vi lejío esclusivo pa- 


ra la importación, exportación ó 1 
venta do artículos do mercadería: 
Por tanto, le es permitido á todo 
individuo, el que importe, esporte 
ó venda así tabaco, polvillo, nai- 
pes, &a, como todo otro renglón 
de mercadería, declarándose el 
comercio do esta plaza libre y 
ahierto, según las leyes de la 
Gran Bretaña formadasy estatui- 
das para sus otras colonias, pagan- 
do los derechos establecidos por 
este reglamento, hasta saberse la 
voluntad de S. M. B. 

“2. ° Toda mercadería, fruto, 
manufactura, ó producción de la 
Gran Bretaña, Irlanda, y sus co- 
lonias pagaran á su introducción un 
diez por ciento de derecho al rei, 
y dos y medio al consulado. 

“3. ° Toda mercadería estran- 
jera, 6 que se importe en buques 
de igual naturaleza pagará frece 
por ciento de derecho real y dos 
y medio de derecho consular. 

“Los derechos citados se co- 
lectarán según el arancel que es- 
taba establecido antes en la adua- 
na, y por las mercaderías, frutos 
&a, que no se especifican en 
dicho arancel, se hará la exacción 
del derecho conforme al avalúo 
que haga una persona ¡ntelijente. 

“4. c Tabaco en hoja ó torci- 
do, viniendo de ultramar, á su en- 
trada ocho reales por arroba de 
de derecho real, y tre.s de muni- 
cipal, regulándose para la exac- 
ción del derecho consular á ci a- 
tro pesos por arroba. 

“5 o Todo tabaco en polvo pa- 
gará de derecho real dos reales 
por libra y un real por el muni- 
cipal; avaluándose á dos pesos la 


libra para el pago del derecho 
consular. 

“6. 0 Tabaco ó polvillo no in- 
troducido por sujetos británicos ó 
en sus. buques navegados seguri la 
lei, pagará ademas de los dere- 
chos precitados diez por ciento de 
derecho real, regulándose la libra 
en dos pesos. 

“7. ° Tabaco del reino á su in- 
troducción cuatro reales por ar- 
roba de derecho real, y dos rea- 
les de derecho municipal. 

“8 ° Vino de Chile, á su intro- 
ducción pagará cuatro por ciento 
al rei, sobre el valor de diez pe- 
sos cada barril y este un real de 
derecho municipal. 

“9. ° Aguardientedel reino do- 
ce reales por barril de derecho 
real, y tres reales por el munici- 
pal, y seis pesos por pipa para el 
hospital de hombres y el de mu- 
jeres, quo se aplicarán dos tercios 
á aquel y uno á este. 

“10° Yerba del Paraguay á 
su introducción dos reales por 
tercio y á su estraccion para el in- 
terior dos reales por tercio, y cua- 
tro por ciento mas sobre el valor 
de diez pesos cada lino, y dos 
reales de derecho municipal. 

“11° Cueros al pelo, pagarán 
siendo espertados por sujetos bri- 
tánicos ó en sus buques destina- 
dos á la Gran Bretaña ó Irlanda, 
cuatro por ciento de derecho real 
y dos medio de consulado, sobre 
el valor de ocho reales cada uno; 
y un real por cuero de derecho 
municipal. 

“12. ° Cueros de caballo á su 
esportacior» por sujetos británicos 
ó en sus buques destinados- á la 



Gran Bretaña pagaran cuatro por 
ciento de derecho rea!, y dos y 
medio de consulado, regulándose 
para la exacción de estos dere- 
chos á tres reales cada cuero: y 
medio real mas de derecho muni- 
cipa!. 

“Cuando sean esportados por 
estranjeros ó en buques estranjo- 
ros pagarán un diez por ciento 
adicional de derecho real. 

“13° Sebo y demás artículos, 

. frutos, producciones ó manufac- 
turas de las que han sido y conti- 
núan siendo posesiones españo- 
las en la América del Sur paga- 
rán á su esportacion por sujetos 
británicos ó en sus buques desti- 
n idos á la Gran Bretaña ó sus 
Colonias, cuatro por ciento de de- 
recho real y (ios y medio de con- 
sulado. 

“14. ° Cuando se esporteo por 
estranjeros diez por ciento de de- 
recho real, y dos y medio de con- 
sulado. 

“15 ° Se haco saber por esta, 
que escepto en los artículos que 
están en el precedente Reglamen- 
to específicamente mencionados, 
todos los derechos que había im- 
puestos antes en las mercaderías 
viniente» délas provincias interio- 
res ó por los rios Paraná, y Uru- 
guay á esta ciudad, quedan aboli- 
dos, y ningún derecho se ha de 
exijir por entrar á Buenos Aires. 
Dé ¡g ual modo y con escepcion | 
del pequeño derecho en la yerba, 
toda mercadería será de aquí en 
adelante libre de pagar derecho ó 
impuesto á su salida de Buenos 
Aires; pues la exacción de dere- 
chos ha de ser únicamente en la 


importacionó esportacion, desem- 
barque de puertos de ultramar ó 
que no sean este, y embarque 
á ellos. ' 

“16. ° La plata, y oro sellado, 
6 en pasta pagará de salida por el 
nacional medio por ciento de con- 
sulado; y por extranjero, cuatro 
por ciento de derecho real y me- 
dio de consulado. 

“Buenos Aires, Agosto 4 de 
1806. * 

“W C. Berrf.sford, 

“ Mayor J eneral.” 


APENDICE. 

Al dar el parte oficial de Sir 
Popham á su gobierno, debimos 
preferir, como lo manifesta mos, 
la edición de Buenos Aires; tanto 
por ser de Buenos Aires y de 
aquella fecha, cuanto porque de 
otro modo, no habríamos podido 
dar cabida á las notas impugnati- 
vas del capitán j eneral Liniers. 
Allí nose espresa de donde toma- 
ba este el parte: pero nos parece 
incuestionable que lo tomaría de 
la publicación oficial que de él 
acababa de hacer el gobierno in- 
gles en la Gaceta de Londres , 
según el testimonio del Sr. D. 
Manuel Moreno, en su Prefacio 
ya citado. 

Ahora es de nuestro deber ad- 
vertir aquí con aquel, que el go- 
bierno ingles, que conocía el ca- 
rácter exajerador del Comodoro, 


- 35 - 


creyó deber pasar por alto mu- 
chos párrafos de su oficio. 

Mas posteriormente, relevado 
Sir Popham y llamado á Ingla- 
terra, se le siguió un juicio — que 
fue publicado — y del cual, en nu- 
estro sentir, salió mucho mejor de 
lo que dehiera. 

Sin embargo: algo resentido en 
su amor propio, insertó, en una 
segunda edición de aquel proceso, 
su oficio íntegro, y tal cual lo ha- 
bía pasado á su corte. Si el bri- 
gadier Liniers lo hubiera conoci- 
do, su impugnación hubiera sido 
mas estensa. 

Cotejados ambos, se notan las 
supresiones. 

Presentamos pues á continua- 
ción el publicado por Sir Po- 
pham, y pondremos en letra bas- 
tardilla los párrafos, periodos ó 
espresiones que no se hallan en el 
que ya conocemos. 


“A bordo dol Diadema, Rio de la 
Plata, 25 de Agosto, 1806. 

Cuando los eventos de guerra 
cesan de ser favorables á un ar- 
mamento, considero que es el de- 
ber de los oficiales que lo han 
mandado el esponer con claridad 
y precisión todas las circunstan- 
cias que estén en su conocimien- 
to, que ó por grados ó repentina- 
mente hayan conducido á una mu- 
danza de fortuna. 

Siguiendo este rumbo, me asis- 


te la confianza tle poder satisfacer 
á'los Lores del Almirantazgo de 
que los principios liberales y be- 
néficos, bajo que se condujo el 
gobierno del jeneral Berresford, 
hacen mas honor á las armas de 
S. M., y al carácter de la Gran 
Bretaña, que si se hubiese valido 
de los medios que estaban com- 
pletamente á su alcance, y con 
que podía seguramente aniquilar 
todos los esfuerzos del enemigo, 
y arrancar de la corona de Espa- 
ña estos países, probablemente pa- 
ra siempre. 

Por o tro lado, la reconquista 
de Buenos Aires ha sido mancha - 
da con actos tan premeditados de 
traición y perfidia, que es impo- 
sible hallar otro ejemplo en los 
anales de la historia, y estoi se- 
guro será en adelante un motivo 
para todo oficial ingles para des- 
confiar de cualquier tratado con 
los españoles , por sagrado que 
sea. 

Los términos de la convención 
fueron firmados en 2 de julio 
[ después de ser detenidamente dis- 
cutidos en el Cabildo por el an- 
terior comandante en jefe de las 
fuerzas de S , M. C., los funcio- 
narios públicos, los delegados 
eclesiásticos, y los representantes 
del pueblo — cuando se promulga- 
ron, fueron recibidos con las de- 
mostraciones de una viva alegría ; 
y nadie manifestó mas gozo que 
las mismas personas, que violan- 
do después la fé de sus empeños , 
se hicieron los conspiradores prin- 
cipales para derrumbar un go- 
bierno, que acababan de ayudar 
á levantar y establecer. 


- 36 - 


Los hijos del país habían creí- 
do que el objeto de esta espedicion 
se dirijía principalmente á decla- 
rar su independencia; los negros 
pensaban que ella venía á darles 
libertad ; y si el jeneral Berres- 
I ford se hubiera considerado con 
autoridad 6 razón para confir- 
mar una ú otra de estas proposi- 
ciones , , ninguna tentativa se ha- 
bría hecho para quitarle esta 
conquista. 

La última idea había ínfundi- 
do una grande alarma; y Pueir- 
redon (uno de los miembros de la 
municipalidad) que parece haber 
sido el gran órgano ríe la revolu- 
ción, y que por cierto se mostró el 
mas empeñoso en redactar la con- 
vención , me interpeló con especia- 
lidad á que considerase la ruina 
que amenazaba al país , si no se 
tomaban inmediatamente provi- 
dencias para suprimir la ilusión 
de los esclavos. El tenía motivos 
personales de saber las malas 

I .consecuencias de la opinión que 
prevalecía , y temía mucho que se 
aumentasen por la menor de- 
mora. 

A virtud de este informe el je- 
noral Berresford no perdió tiem- 
po en espedir una proclama , que 
por sus efectos aquietó completa- 
mente los temores de la ciudad. 

Siendo ya evidente que no se 
podía, declarar la independencia 
de América; que los habitantes 
debían contar con la protección 
del gobierno de S. M. contra los 
insultos de sus esclavos , de lo 
cual se aprovecharon sin duda en 
perjuicio nuestro; y que los prin- 
cipios militares del jeneral eran 


1 demasiado elevados para entrar 
en ninguna negociación con los 
indios , que recuerdan siempre la 
estreñía perfidia de sus primeros 
invasores: Pueirredon se entregó 
entonces con gran arte y manejo 
á preparar ai pueblo para una 
insurrección jeneral. 

Se reunieron y ocultaron ar- 
mas en la ciudad; los desconten- 
tos se juntaban todas las noches , 
y recibían las instrucciones del 
citado individuo; y este levantó 
toda la chusma del país con las 
muchas cantidades de dinero que 
se había procurado. 

En la banda del norte del rio, 
el coronel Liniers, oficial francés 
al servicio de España, que había 
sido juramentado, se ocupó con 
suceso en reunir jente en la Co- 
lonia. Esta persona , antes de vio- 
lar su palabra y me había visto 
frecuentemente para escita r mi 
conmiseración háciasu numerosa 
é indijente familia , declamando 
en los términos mas acervos con- 
tra el trato que había recibido 
del gobierno español; y renun- 
ciando toda intención de servirlo 
mas, me rogaba que lo ampara- 
se para dedicarse al comercio , 
cuya ocupación era la única que 
le parecía elegible para poder 
mantener á sus hijos. 

A estos ejemplos de perfidia 
podría añadir el de casi todos los 
oficiales españoles juramentados, 
y uno de ellos tuvo tan poco pun- 
donor que fué el primero que vino 
abordo del Diadema, á referir 
esta infame ocurrencia, aunque 
sabía que yo tenía en mis manos 
I la firma que él había echado co- 


- 37 - 


mo prisionero de guerra. 

La iglesia no se quedó atras 
en fomentar el movimiento , y 
también en ayudar á él, sesun 
creo: en suma , ha habido una in- 
fracción atroz y pérfida de aque- 
lla fé que la lei de las naciones 
declara ser sagrada, 

Sh organizó un sistema Ha ter- 
ror; y toda persona que rehusaba 
cooperar 4 esta conspiración, era 
amenazada de muerte. 

Esto lo he averiguado por con- 
ductos que merecen toda con- 
fianza. El progreso de la revolu- 
ción fue tan rápido desde sus pri- 
meras señales, que recien el 31 
de julio supe por un despacho del 
Jeneral, que me llegó á la Ense- 
nada, 4 mi vuelta de Montevideo, 
que por las noticias que había re- 
cibido, estaba temeroso de que 
muí pronto iba á estallar una in- 
surrección. 

Al mismo tiempo fui informado 
por el capitán Thompson que diez 
y siete buques enemigos acaba- 
ban de arribar á la Colonia, y ha- 
biendo rumores de que aquella 
fuerza iba á ser considerablemen- 
te aumentada desde Montevideo, 
despaché mis órdenes pa a que e! 
Diadema viniese á la Ensenada, 
y que el capitán King del Diade- 
ma trajese los pocos marinos que 
quedaban, las dos compañías de 
azules y la (lernas jente que fue- 
se posible sacar de los buques, 
con el objeto de armar algunas 
embarcaciones, y atacar al ene- 
migo en la Colonia, pues no era 
dable estorbarle que cruzase el 
rio con viento favorable. 

El 1 . ° de agosto, á la tarde, el 


Leda ancló fuera de Buenos Aí- 
res como 4 distancia de 12 millas, 
y apenas lo permitió el tiempo, 

¡ fui el dia 2 á tierra en un bote, y 
hallé que el jeneral con 500 hom- 
bres acababa de dispersar una reu- 
nión como de 1,500 españoles, 
que se había formado 4 cinco le- 
guas de la ciudad, tomando al 
enemigo algunos cañones, creo 
que en número de nueve piezas, y 
varios prisioneros. 

El 3 intenté volver al Leda en 
el Encounter que 4 este fin habia 
acercado á la playa el capitán 
Honyman á pocas millas de dis- 
tancia, con viento mui fuerte; pe- 
ro habiendo arreciado este, no fué 
posible ganar el barlovento. 

El 4 por la mañana hubo gran 
cerrazón, y aumentadose mucho 
el viento, no se pudo levar el 
ancla. 

A eso de la tarde llegó el capi- 
tán King en una galeota con 150 
hombres del Diadema con el ob- 
jeto de armar y dirijir algunas em- 
barcaciones pequeñas que se ha- 
bían reunido en el puerto, pero no 
pudo entrar hasta el siguiente dia. 

El 5 por la mañana, habiéndo- 
se moderado el tiempo, conseguí 
ir 4 bordo del Leda , y entonces, 
recibí un parte del capitanThomp- 
son avis4ndomo que el dia ante- 
rior el enemigo habia pasado el 
rio desde la Colonia, sin ser ob- 
servado por ninguno de los bu- 
ques, escepto la escuna del man- 
do del teniente Herrick, que es- 
taba fondeada en los bajos del pa- 
saje h las Conchas y San Isidro, 
pero el viento leste habia acumu- 
lado tanta agua en el rio, que los 


- 38 - 


buques enemigos habían podida 
navegar sobre el banco de las 
Palmas, acortando así mucho su 
derrotero. 

El 6 y el 7 el viento se convir- 
tió en uracan: la Leda estaba fon- 
deada en cuatro brazas con dos 
anclas, y sus masteleros calados. 

El 8 supe por el capitán King 
(cuya relación de lo ocurrido 
del 5 al 12 tengo el honor de 
acompañar) que cinco de nuestras 
cañoneras se habían ido a pique 
en su anclaje; que el IValker ha- 
bía perdido el timón; y que los 
botes y lanchas del Diadema y 
Leda se habían perdido. 

Los torrentes de lluvia que ca- 
yeron durante el 6, 7, y 8 habían 
hecho totalmente impracticables 
los caminos sino es á la caballe- 
ría; y por consiguiente el jeneral 
Berresford se vio seriamente frus- 
trado en su determinación de ata- 
car al enemigo á distancia de la 
ciudad; lo cual, si hubiese podido 
conseguirse, no tengo duda que el 
ejército hubiera dado una prueba 
mas de su ardor é invencible es- 
píritu. Sin embargo, el enemigo, 
que tenía una abundancia inago- 
table de caballos, sufría mui poco 
inconveniente por el mal estado 
de los caminos y por lo tanto pu- 
do acercarse á la ciudad en varias 
direcciones, sin dar á las armas 
inglesas una oportunidad de ata- 
carlo. 

El 10 á la tarde, se intimó ren- 
dición á la Fortaleza; yo bajé á 
tierra al siguiente dia mientras 
que el resto de nuestros buques 
armados quedaban haciendo fue- 
go á los puestos del enemigo. Su- 


pe entonces que á mas del ejér- 
cito español, que, dividido en va- 
rias columnas, ocupaba las entra- 
das de la ciudad, los habitantes 
estaban todos armados, y se abri- 
gaban en los techos de las casas 
y de las iglesias, con el designio 
do hacer una guerra de embos- 
cada. 

Bajo estas circunstancias, y la 
manifiesta intención del enemigo 
á evitar un encuentro, se deter- 
minó embarcar los heridos aquella 
minina noche, y cruzar el riachue- 
lo retirándose hícia la Ensenada. 
Poro esta medida se frustró en 
gran parte por el tiempo, que se 
descompuso mucho du dante la no- 
che, y retardó el embarque. El 
enemigo echó un número mayor 
de jente en las casas é iglesias in- 
mediatas á la fortaleza, y avanzó 
por todas las calles que no esta- 
ban bajo el poder de nuestros 
fuegos: en su na, su objeto era 
evitar por todos medios una ac- 
ción jeneral, y colocar sus tro- 
pas de modo que pudiesen hacer 
fuego á las nuestras, al paso que 
ellas estuviesen en perfecta se- 
guridad. 

El 12 al amanecer oí empezar 
un fuego vivo desde los puestos 
avanzados del enemigo, pero que 
mui pronto fué contestado con 
gran efecto por nuestra artillería, 
que estaba colocada hacia las 
principales callesque desmbocan 
á la plaza mayor; y por algún 
tiempo el enemigo, á virtud de su 
inmenso número, mostró un ma- 
yor grado de firmeza que en nin- 
guna otra ocaciou, y se vino e.ici- 
rna con tres piezas de artillería 


I 




- 39 - 


que el coronel Pack del 71 le qui - 
tó después de una carga. Con to- 
do, á este momento, los techos de 
las casas que dominan la plaza 
mayor desde las calles inmedia- 
tas, se coronaban de jente, moles- 
tando considerablemente á nues- 
tras tropas sin que estas pudiesen 
defenderse. De esta manera el 
enemigo dominaba también la for- 
taleza, con el agregado de un ca- 
non sobre las bóvedas de una 
iglesia, lo que no puedo menos de 
considerar como una mancha in- 
deleble en el carácter del obispo, 
no solo por su estado, sino por 
las promesas que había hecho. 

Yo me figuro bien la amargura 
que sufriría en estos instantes el 
jeneral Berresford. Desesperado 
de inducir al enemigo á una ac- 
ción jeneral en la plaza mayor 
— su bravo y pequeño ejército su- 
cumbiendo á toda prisa á tiros in- 
visibles — la única alternativa que 
se le presentaba para evitar efu- 
sión inútil desangre, era una ban- 
dera de parlamento, y esta se izó i 
en el castillo á eso de la una de la 
tarde. 

En un instante se vieron cerca 
de 10,000 hombres en la plaza 
mayor, precipitándose del modo 
mas audaz á entrar en el fuerte, y i 
aún haciendo fuego á nuestros j 
hombres, que se descubrían en los 


baluartes; de modo que no fue sin y á no ser por la cooperación de 


que bajar la bandera de parla- 
mento por su seguridad, y volver 
á comenzar las hostilidades. Esta 
firmeza surtió efecto, y entonces 
envió al jeneral español las con- 
diciones para rendirse , y estas 
fueron aceptadas en el acto. 

Remito inclusa una copia de la 
capitulación; y creo que el tono 
elevado y firme en que está con- 
cebida, no menos que los térmi- 
nos dictados por el jeneral Ber- 
resford á uri oficial á la cabeza de 
millares (myriads) de hombres, 
le harán infinito honor en Ingla- 
terra, y le obtendrán de S. M. la 
mas amplia aprobación de su con- 
ducta. 

He recibido, y también incluyo, 
una relación de los muertos, he- 
ridos, y prisioneros, de la cual 
aparecen dos oficiales, dos sar- 
jemos, un tambor, y cuarenta y 
tres soldados muertos; ocho ofi- 
ciales, siete sárjenlos, y noventa 
y dos soldados heridos; y nueve 
prisioneros; que hacen el total de 
165; advirtiéndose que casi nin- 
guna de estas desgracias habría 
ocurrido sinó hubiese sido por la 
jente en los techos de las casas y 
de las iglesias. 

El enemigo confiesa haber per- 
dido cerca de 700 hombres entre 
muertos y heridos, en la corta ac- 
ción que tuvo lugar en las calles; 


muchísima dificultad que se con- 
siguió de las tropas británicas que 
no vengaran este insulto. En rea- 
lidad, el jeneral se vió obligado á 
decir á los oficiales españoles que 
si su jente no se retiraba en el 
discurso de un minuto, tendría 


los habitantes, no trepido en ase- 
gurar que las tropas españolas ha- 
brían sido derrotadas completa- 
mente, aunque en número siete 
veces mayor que las fuerzas in- 
glesas. 

Nada es tan difícil comodar una 

12 


- 40 - 


idea á su señoría del número de 
hombres armados; pero por los me- 
jores informes que he podido ob- 
tener, se cree que Pueirredon y 
otros ajentes principales de este 
complot, habían reunido de ocho 
á diez mil hombres en la campa- 
ña; que Liniers trajo consigo co- 
mo unos ochocientos ó mil; y que 
la ciudad suministró cerca de diez 
mil hombres de todas armas reu- 
nidos por los manejos secretos de 
los majistrados. 

Espero que sus señorías me 
permitirán observar , que á pesar 
del chasco que nos hemos dado en 
la presente espedicion , la conquis- 
ta de Buenos Aires fue ejecutada 
de un modo altamente honorable 
á los talentos y carácter militar 
del j eneral Berresford ; y que la 
bien merecida fama de su ejérci- 
to ha sido realzada con su con- 
ducta galante en la defensa de 
la plaza; mientras que el pérfido 
español hallará , por jooco que 
piense , que su victoria ha sido 
adquirida con mengua de su ho- 
nor, , con infracción de todo com- 
promiso nacional , y violando io- 
do vínculo moral , de que ni la 
sofistería ni el ejemplo del obispo 
podrán nunca santificarlo . 

Durante el breve espacio que 
• hemos estado en posesión de esta 
plaza , no se ha perdido oportu- 
nidad de procurar todas las noti- \ 
cias posibles de sus productos y 
recursos , que deben ser de mucho 
uso en lo sucesivo; y estoi satis- 
fecho que el golpe que esta espe- 
dicion ha dado al comercio del 
enemigo, le ha de ser sumamente 
sensible á la madre-patria; al 


paso que la consecuencia que 
probablemente resultará de la du- 
plicidad y mala jé de sus mismos 
oficiales , debe ser sino me engaño , 
mucho mas seria todavía con re- 
ferencia á sus futuros intereses 
en estas colonias. Estos oficiales 
armaron los habitantes sin dis- 
tinción para contrarestar las 
tropas inglesas , y ahora el pue- 
blo rehúsa admitir al virei en la 
capital; y aunque este ha reuni- 
do un numero grande de partida- 
rios , los otros están resueltos á 
oponerse al restablecimiento del 
gobierno español. 

Mientras tuve el honor de estar 
á bordo del Leda, tuve toda razón 
de estar satisfecho de las celosas 
atenciones del capitán Honyman, 
de sus oficiales, y de su tripula- 
ción, y no puedo menos queespre- 
sar mi ardiente aprobación de la 
conducta de todos los oficiales y 
marinos que estuvieron constan- 
temente empleados en los buques 
menores y botes, sufriendo casi 
toda clase de privaciones, y en los 
tiempos rigorosos que hemos es- 
perimentado los últimos diez dias. 

Me asiste sin embargo el sen- 
timiento de que mi situación me 
haya impuesto el deber de hacer 
esta relación á sus señorías, es- 
pecialmente porque he tenido que 
formarla en la mayor parte por 
noticias reunidas de varias perso- 
nas, que quizá en muchos puntos 
no tenían sino un conocimiento 
vago é incierto. Con todo, si so 
advirtiese después, que he dejado 
de hacer la debida justicia á la 
conducta enérjica, y bravura del 
jeneral Berresford, y los oficiales 
== == == 


- 41 - 


y soldados que él mandaba, esta 
falta provendrá de las pocas co- 
municaciones que he tenido desde 
el 12, á virtud de la» medidas es- 
trernadas del enemigo,)’ no de re- 
pugnancia para apreciar su mé- 
rito en el modo mas liberal, como 


lo he hecho en todas las ocasio- 
nes anteriores, y en todos mis 
despachos. 

Soi, &a. 

Firmado Home Popham. 

Al caballero W. Marsden, Se- 
cretario del Almirantazgo." 


FIN DE LA PRIMERA PARTE. 
















































/ 






















J 


















1 








. 














PARTE SEGUNDA 


RECONQUISTA. 


ADVERTENCIA DEL EDITOR. 

Variados son los eventos que 
esta segunda parte comprende. 
Son, como lo tenemos anunciado, 
los acaecidos desde el 12 de agos- 
to de 1806, dia de la Reconquis- 
ta., hasta fin de junio de 1807, ! 
vísperas de la segunda batalla: es 
decir, comprende, ademas del he- . 
cho de la Reconquista, todos los 
que siguieron durante diez meses. 

Entre otros varios, figuran en 
ellos, las medidas que se adopta- 
ron en Buenos Aires, en preven- 
ción y espera de una nueva inva- 
sión. 

También debemos hacer figu- 
rar en ellos, algo de lo relativo a j 
la toma de Montevideo y de otros 
puntos de la Banda Oriental, por 
las armas inglesas. Estas con- ( 
quistas, solo eran un preliminar 
indispensable para la nueva em- 
presa sobre Buenos Aii es, que ei a . 
el objeto principal y directo de la 
espedicion, y ellos la facilitaron y } 


estimularon: de manera que, aun 
que son sucesos acaecidos fuera 
de Buenos Aires, vienen á estar 
estrechísimamentc ligados con esa 
segunda invasión á Buenos Aires, 
que al fin se realizó en julio de 
1807, y que será el asunto de la 
tercera parte. 

Hemos creído, por consiguien- 
te, que no serian bien compren- 
didos y valorados el mérito y los 
objetos de los distintos documen- 
tos que poseemos, si no hiciéra- 
mos que su desnuda eshibicion 
fuese precedida de un relato en 
grande, y el eual, aunque conci- 
so, presentase el cuadro jeneral 
de los acaecimientos que se en- 
cierran en el periodo de los diez 
meses mencionados. 

Vendrán en seguida los docu- 
mentos sueltos, que aparecerán 
entonces con toda claridad, y que 
contendrán, ademas de los com- 
probantes de lo principal de aquel 
relato, todos los detalles, amplia- 

13 


- 41 . - 


clones y accesorios de los suce- 
sos que forman la materia de él. 

Formamos este relato con lo 
que se rejistra en la ya citada 
historia, que escribió el Dean F u- 
nes, agregándole algunas anota- 
ciones. 

El Dean Funes, después de 
referir la toma de Buenos Aires 
por los ingleses, como ya lo he- 
mos visto añade: 

“El noble vecindario de Bue- 
nos Aires quisiera ver borrado 
en las pajinas de la historia todo 
lo que le acuerda estas escenas 
de vilipendio, sino supiera que ella 
referirá haber encontrado recur- 
sos en el seno mismo de la adic- 
ción para restablecer con gloria 
su opinión. En efecto el terror in- 
fundido por el primer suceso del 
enemigo solo fué un terror pasa- 
jero, que no escluía el deseo de 
pagar la deuda de su patria con 

(a) D. Manuel Godoy príncipe de la 
Paz, en su? memorias dice : 

“En algunas relaciones de los sucesos 
da Buenos Aires, se ha dicho que Li- 
niers, era un francés aventurero. No 
era sino español, aunque de orijen fran- 
cés. Su carrera militar la comenzó por 
el año de 1775, en calidad de guardia- 
marira. Se había encontrado en las es- 
pediciones de su tiempo, era caballero de 
ja orden de San Juan, habia subido has- 
ta el grado de capitán do navio, y era á 
la sazón comandante jeneral de las fuer- 
zas sutiles en el puerto de Monte video. 55 
(_ tom . 4. 33 páj. 233, en ñola). 

No hallamos documento alguno que 
indique que Liniers, estuviese al man- 
do de esas fuerzas sutiles. El princi- 
pe de la Paz puede haberse equi- 
vocado en esto, como so equivoca al de- 
cir que Liniers, conocido ya en el pais 
por su valor y demas calidades fué pro- 


el último sacrificio. Luego que 
salió de su abatimiento, como si 
hubiese dispertado de un sueño 
tenebroso, trató en pasar sus ca- 
denas al mismo que las había pu- 
esto. Este es el efecto, dice un 
sabio, de esa segunda virtud de 
los humanos, que los lleva á la fe- 
licidad por la memoria de sus ca- 
lamidades. El capitán de navio 
D. Santiago Liniers, francés de 
nación (a) al servicio del rei ca- 
tólico, se hallaba destacado en la 
Ensenada de Barragan cuando se 
rindió la capital. Libre por esta 
ausencia del juramento de fideli- 
dad prestado ante el vencedor, pu- 
do entregarse á las nobles medi- 
taciones de una venganza ilustre. 
Era Liniers de una presencia lle- 
na de jentileza, de un aire noble, 
y de un porte voluptuoso. Su dis- 
curso y su alma fugaz lo hacían 
atrevido en los consejos, y pronto 
en la ejecución. Liberal y mag- 
nánimo sin medida, era el encanto 

ferido por los naturales entre otros cau- 
dillos para dirigir la empresa; y que 
ademas, él habia hecho frente á los in- 
gleses, en la Ensenada, con éxito feliz — 
Liniers no era conocido especialmente 
entonces, ni había habido todavía ocasión 
de quo se distinguiese en el país — No 
hubo preferencia en su favor, ni llegó el 
caso de que pudiera haberla: él empren- 
dió por sí la obra, llevado de su arrojo y 
decisión — No había hecho frente á los 
ingleses en la Ensenada; pues estos, en 
1806, ni se acercaron á aquel puerto. 

Respecto de su nacionalidad española, 
es algo estraño que no lo hubiese decla- 
rado altamente desde el principio, ó al - 
menos después en 1808 y 1809, cuando 
ocurrieron sus fuertes diferencias con el 
Cabildo. No podía ignorar que el creér- 
sele francés, era el arma que mas se 
hacia jugar contra él. 

(«Yo/a de la Redacción .) 





I 


iT 


- 45 - 


de todos. Aunque con poca soli- 
dez en sus empresas, su valor ha- 
cia algunas ocasiones veces de 
prudencia. 

“Las fuerzas de Montevideo 
unidas á las que podían agregár- 
sele de muchos ciudadanos ani- 
mados del mismo espíritu, fueron 
por las que calculó que era posi- 
ble poner fin á los males de esta 
fatal jornada. Luego que hubo le- 
vantado su plan, y concertádolo 
con algunos de su confianza, su- 
po hurlar la vijilancia del enemi- 
go, y ponerse secretamente en la 
Banda Oriental del Rio de la 
Plata. Este es el partido que de- 
bió tomar Sobre-Monte, si fuese 
dable que un cobarde pudiese em- 
prender una carrera sembrada de 
afanes y peligros. Pero mientras 
que Liniers por la fuerza del jé- 
nio era guiado á esta empresa atre- 
vida, él se dirijió á Córdoba, 160 
leguas distante de la capital; mas 
por recibir adoraciones en premio 
de sus hazañas, que por organi- 
zar un ejército, como decía, ca- 
paz de recuperar lo perdido. Na- 
da pinta mas al natural su carác- 
ter que su entrada ridicula á esta 
ciudad. La consternación, que era 
consiguiente en su ánimo sério y 
adherido al bien del estado, nos 
había inducido á creer hiciese su 
entrada con aquella modestia que 
exijía el estado lúgubre de las co- 
sas. Pero este error con que lo 
honrábamos se disipó en breve, y 
llenó su lugar nuestro desprecio. 
¡Cual fué la sorpresa del autor de 
este Ensayo, cuando gobernando 
la Diócesis en sede vacante, se 
halló con un oficio suyo datado á 


seis leguas del pueblo en que le 
prevenía debía ser recibido con 
te-deum y toda la pompa del 
ceremonial! Poco me faltó para 
responderle que era sacar de su 
destino el sagrado himno del te- 
deum en el momento que sufría- 
mos el azote del cielo, y que pa- 
ra aplacarlo sería mas propia una 
lamentación de Jeremías: mas re- 
flexionando que este pobre hom- 
bre llamaba todo ese aparato es- 
terior en socorro de su ignominia, 
desistí de mi pensamiento por no 
hacer mas duro su suplicio. 

“Volvamos los ojos á Liniers, 
que nos presenta acciones mas 
nobles seguidas por esta vez, con 
una prudente perseverancia y una 
sabia celeridad. Puesto en la Co- 
lonia del Sacramento manifestó á 
Ruiz Huidobro su proyecto de re- 
conquistar la capital, siempre que 
le suministrase 500 hombres con 
que ponerse en movimiento. Nun- 
ca falta la coincidencia de los 
mismos pensamientos en todas las 
almas montadas al unísono. Cuan- 
do Ruiz Huidobro recibió la car- 
ta de Liniers era precisamente el 
momento en que, asegurado del 
consentimiento del cabildo y de 
la jenerosa asistencia del vecinda- 
rio, se ocupaca en la organiza- 
ción de un ejército que debía te- 
ner el mismo destino bajo sus ór- 
denes. Sensible á la noble oferta 
de Liniers le dio las gracias, y 
esperó su presencia para delibe- 
rar con mas acuerdo. Su esposi- 
cion personal animada con todo 
el calor propio de su jénio, y pre- 
munido con las reflexiones de un 
espíritu vivo, inflamó mas los áni- 


- 46 - 


it 


mos de un Consejo de guerra. La 
resolución anterior quedó confir- 
mada, pero sin hacer novedad en 
cuanto al jefe, Este era el estado 
de las cosas cuando dos días des- 
pués sé tuvieron noticias positivas 
deque intentaba el enemigo bom- 
bear á Montevideo y tentar un 
desembarco. Ya no era pruden- 
dencia que Ruiz Huidobro fuese j 
(i ser restaurador de otra plaza 
con riesgo de la suya. En virtud 
de esta ocurrencia quedó Liniers 1 
autorizado con el poder legal pa- 
ra disponer de la fuerza armada, 
como jefe de la premeditada em- 
presa. Seiscientos hombres bien 
armados, en quienes las exorta- 
ciones de Ruiz Huidobro hacían 
sentir toda la fuerza del entnsias- | 
mo, partieron con Liniers. En la 
Colonia del Sacramento se Ies 
unieron 100 hombres mas, disci- 
plinados por su comandante I). 
Ramón del Pino, y uniformados 
á beneficio de una suscripción 
abierta por su consorte Da. Fran- 
cisca Huet. 

‘ Mientras que esto acontecía 
por la Banda Oriental del Rio, 
no eran menos aplaudibles los es- 
fuerzos por la del Sur. No pocas 
juntas recatadas se formalizan, y 
se toman algunas medidas para le- 
vantar una fuerza armada, que de- 
bía dividir la gloria y los peligros 
con la que fuese conducida por 
Liniers. El alcalde D. Martin do 
A Izaga, el procurador de ciudad 
J). Benito Iglesias, y otros veci- 
nos recomendables por su celo 
patriótico llevaron mui adelante 
el jénio de la nación. Aunque á 1 
los principios no estuvieron mui 


conformes los dictámenes, elijien- 
do unos el partido temerario de 
acometer con cuchillo en mano á 
los ingleses al tiempo de la para- 
da, se prefirió la reunión fuera del 
p'.ieblo bajo el mando de D. An- 
tonio Olavarria y de D. Juan 
Martin de Pueirredon. Estacio- 
nados estos jefes con 300 ó 400 
hombres en el caserío de Per- 
d riel el 31 de julio, fueron repen- 
tinamente sorprendidos al dia si- 
guiente por una columna enemi- 
ga de 670 ingleses. A despecho 
cíe su fuego vivísimo ellos sostu- 
vieron el combate por espacio de 
una hora, sin mas desgracia, que 
la de dos muertos y algunos he- 
ridos, haciéndole perder al ene- 
migo 42 soldados. Sin embargo la 
lucha era mui desigual estando á 
favor del contrario el mayor nú- 
mero, la artillería, las armas y la 
disciplina. En la necesidad de ce- 
der del empeño concibió Pueir- 
redon el pensamiento de termi- 
narlo con un hecho superior á un 
valor común. De acuerdo con 
OI avarria acometió por retaguar- 
dia la ala izquierda con el desig- 
nio de interceptar la artillería y 
municiones, que tenía á cuatro 
cuadras de distancia. Exije la 
prudencia en estos casos detener- 
se antes del punto donde empie- 
za el esceso. El ardimiento del 
joven Pueirredon no escuchó sus 
preceptos. Penetrando hasta el 
ála derecha con solo doce valien- 
tes compañeros conoció aquí su 
arrojo. Habiéndole llevado una 
hala de artillería el caballo que 
montaba, y vístose en el conflic- 
to de que le salvase en sus ancas 



47 - 


uno de sus soldados, se retiró lle- 
vando por despojo un carro cu- 
bierto de municiones. Si este pe- 
queño ejército se v¡6 en la nece- 
sidad de ceder y dispersarse, á lo 
menos ganó reputación, y le hizo 
conocer al enemigo lo que podía 
temer. 

“Cuando llegó Liniers á la Co- 
lonia de! Sacramento ya se halla- 
ba allí con su flotilla el capitán 
de fragata y comandante del rio 
D. Juan Gutiérrez de la Concha. 
A la vista misma del enemigo 
atravesó el convoy, y dió fondo 
en las Conchas. En consideración 
de que la flotilla quedaba fuera de 
acción se reforzó el ejército con 
323 hombres entre marineros y 
soldados, llevando á su cabeza al 
mismo Concha y sus oficiales (a). 

“Ll eno Liniers de ese ardi- 
miento que inspira el jénio, desde 
los corrales de Miserere intimó <i 
Berresford desalojase la plaza y 
se rindiese sino quería experimen- 
tar el trance mas duro de la guer- 
ra. El jeneral ingles era valiente, 
deseaba conservar su conquista, y 
el honor de su tropa. F ué su con- 
testación que se defendería hasta 
la línea que le señalase el honor. 

(a) El príncipe de la Paz dice (páj. 
234), que en ese tránsito, Liniers fue 
de “puesto en puesto, desalojando siempre 
las guerrillas enemigas .... siendo un 
continu<» triunfo su camino.” Todo esto 
es xajerado, ó mas bien, falso No hu- 
bo en el camino tales triunfos, ni guerri- 
llas ni puestos. No podía haberlos; pues 
no hubo en él un solo enemigo. Añiidc: 
“Sus escelentes artilleros, ahuyentaron 
las lanchas, que hacían fuego desde Ba- 
lizas; y aun el misino Liniers quiso apun- 
tar á una fragata, y tuvo tal acierto, que 
le cortó la pena de tncsana, y la bandera 


i Desde el arribo de Liniers á la 
banda de! Sur todos los ojos se fi- 
jaron en su persona, y corrieron á 
fomentarlo con todo jénero de au- 
silios. A favor de estas ventajas 
llamó la atención de los ingleses 
hacia el Sud,y á pesar de los pan- 
tanos y albardones se arrojó como 
un rayo sobre la plaza del Reti- 
ro (bj guardada por un cuerpo de 
200 enemigos. Los derrotó com- 
pletamente, tomóles 10 prisione- 
ros entre ellos 5 heridos de con- 
secuencia, y matóles 35 hombres. 
Berresford advirtió este acciden- 
te y vino en ausilio de su tropa al 
frente de una columna de 400 á 
500 hombres. Nuestra ¡ente lo re- 
cibió con mucho espíritu y sere- 
nidad. El combate no fué largo, 
ni la victoria dudosa; porque roto 
el fuego de obús, la columna ene- 
miga se disipó como el humo, de- 
jando muchos muertos y heridos. 

“Este triunfo se creyó corno 
presajio de otro ulterior y decisi- 
vo. En efecto el 12 de agosto ha- 
biendo los Migueletes empeñado 
un fuerte tiroteo, atacó Liniers 
con denuedo por diferentes pun- 
tos. Sus cañones carecían de avan- 
trenes, pero un inmenso pueblo y 

inglesa cayó al agua.” Las exajeracio- 
nes y ficciones son fatales para la histo- 
ria; y para la gloria de Liniers, ellas 9on 
enteramente innecesarias : demasiado 
grnnde foé 1 h que adquirió y mereció con 
lo que realmente hizo. Q,u.en conozca las 
localidades, y recuerde que Liniers se 
encaminó direct iipente do las Conchas á 
los corrales ó mataderos de Miserere, 
percibirá al instante la absurdidad de 
aquellos cuentos. 

( Ñola dt la Redacción . ) 

[b] Situada al norte. {Idem.) 

i» 


- 48 - 


una juventud ardiente que por to- 
das partes le estendía sus manos, 
los llevó volando sobre sus hom- 
bros. Berresford nada había omi- 
tido de lo que podia inspirar el 
jénio de la guerra para hacerse 
inexpugnable en la plaza mayor. 
Guardaban sus entradas 1S pie- 
zas de artillería y sus tropas guar- 
necían las azoteas, balcones, y de- 
mas puestos dominantes. A pesar 
de esto resonando en el aire las 
voces de avance, avance, que 
casi confundían el estruendo de 
la artillería, fué embestido por las 
nuestras con ímpetu igual á su 
virtud. Liniers en medio de los 
fuegos, que habían traspasado su 
vestido por mas de tres partes (a) 
mostraba esa sangre fría sin len- 
titud, que honra á los guerreros, 
y corría de un estremo á otro, ó 
para dar sus órdenes, ó para sos- 
tener á los que se hallaban en ma- 
yor riesgo. No era la menor de 
sus glorias tener á Berresford por 
su rival. Después de un combate 
obstinado de dos horas, en que 
corrió la sangre sin economía, y 
en que el jeneral enemigo sin al- 
terarse vió caer á su lado su ayu- 
dante Kennet, mandó desampa- 
rar la plaza y se retiró el último 
á la fortaleza. Este retiro dió nue- 
vos grados de enerjía á nuestros 
soldados, quienes en desprecio de 
la bandera blanca que enarbola- 
ron los contrarios continuaron sus 
hostilidades, obligando á Berres- 
ford á que desesperado les tirase 

(a) Así lo asegura «I rci en su in- 
forme el cabildo de Buenos Aires. 

(JVo/a del Autor.) 

(b) D. José Montes de Oca que qc- 


su espada. Fué tan inflamado 03 - 
te ardimiento que, aprovechándo- 
se de la entrada que hizo á la for- 
taleza con un tambor D. Hilario 
de la Quintana, se arrojaron in- 
discretamente sobre el rastrillo. 
Berresford supo por Quintana, que 
Liniers no estaba dispuesto á escu- 
charotras capitulaciones, que las 
de entregarse á discreción y con- 
sintió en levantar la bandera espa- 
ñola. Sin embargo, por un respeto 
que se merecen íos valientes, mi- 
tigó Liniers á poco rato su seve- 
ridad, y concedió á los vencidos 
los honores de la guerra. En vir- 
tud de esta gracia salieron con 
sus armas en número de 1,200 y 
las rindieron á la cabeza de nues- 
tro ejército. La pérdida de los in- 
gleses ascendió á 41 2 hombres, y • 
5 oficiales entre muertos y heri- 
dos. La nuestra á 180 de la mis- 
ma clase. Por último, entregaron 
1,600 fusiles, 26 cañones, 4 obu- 
ses v las banderas del rejimien- 
to 71. 

“Es mui justo que pase a la 
posteridad la memoria de Manue- 
la la Tucumana, quien combatien- 
do al lado de su marido, mató un 
soldado y añadió con su heroici- 
dad un nuevo mérito á las gracias 
de su sexo. Pongo casi en igual 
línea á un tierno joven (b) que 
manejando un canon de propio 
movimiento después de haber mu- 
erto el artillero, causó no poco 
estrago, y le dió á conocer no ha- 
bía manos débiles cuando defen- 

tualinente (1817) sirve con el grado <1© 
sarjento mayor en un Tejimiento de la 
patria . (¿Vota del Ulular.) 


\ 


- 49 - 


dinn la causa de la patria. Admi- 
rado Liniers de esto suceso hizo 
buscar al joven héroe para pre- 
miarlo; pero como el tiro fué he- 
cho sin precedente orden de jefe, 
temió el castigo de su ¡nocente 
arrojo, y se escondió con su vir- 
tud en opinión de crimen. No de- 
ben omitirse los importantes ser- 
vicios á la cabeza de su caballe- 
ría lijera de D. Juan Martin de 
Pueyrredon, D. Manuel de Ar- 
royo, D. José Gabriel do Ovue- 
la, D. Pedro Nnñez, y I). Lúeas 
Vives. El socorro anual de mon- 
te-pío asignado por el ayunta- 
miento á las viudas de los que 
murieron en estas gloriosas ac- 
ciones, las 15 dotes de á 1,000 pe- 
so* distribuidas á doncellas, con 
preferencia de las que sufrieron 
en sus padres el golpe desgra- 
ciado, en fin la manutención de 
los que estropeados, quedaron in- 
hábiles para el trabajo, harán sen- 
tir para siempre á la humanidad 
un encanto secreto que la consue- 
le, y atestiguarán al mismo tiem 
po la noble magnanimidad del 
donador. 

“En medio de los triunfos no 
creía el pueblo de Buenos Aires 
afianzadas las fortunas, siempre 
que volviese á entrar su custodia 
en las mismas manos del que co- 
bardemente lo abandonó. Inva- 
riable en su propósito, creyendo 
tener á su favor un decreto de la 
naturaleza por el que ordena que 
el mas digno del mando, es el que 
tiene mas derecho á la obedien- 
cia, insistía en que se confiase el 


gobierno político y militar á su 
libertador Liniers, y lo exijiócon 
tono mas firme entrándose al 
ayuntamiento. Tratado este ne- 
gocio en junta jeneral compuesta 
del cuerpo consistorial, el obispo 
diocesano, tribunales, prelados y 
vecinos principales, fué acordado 
condescender con un deseo que 
tenía á su favor motivos políticos 
de gran peso y que aseguraban la 
tranquilidad. Esta fué la primera 
revolución de estado en que se 
ensayó este heroico pueblo, para 
otra no lejana de un jénuro mas 
sublime. Con noticia de la recon- 
quista se había acercado Sobre- 
Monte hasta las Pontezuelas, ar- 
rastrando tras sí las milicias de 
Córdoba, San Juan y Tucuman, 
en número de 3,000 hombres, mas 
en estado de consumir víveres, 
que de emprender acciones mili- 
tares. Fué aquí donde por mano 
de las personas mas respetables(a) 
recibió el documento que acredi- 
taba habérsele separado de aque- 
lla plaza. Sobre-Monte debió re- 
flexionar que deben ir unidos el 
respeto y el reconocimiento para 
que no sea peligrosa la autoridad. 
Falto de este principio, que le 
ocultaba su amor propio, negó su 
consentimiento á lo acordado, y 
aumentando el odio del pueblo, 
limitó mas él mismo su poder.... 

“El desaire, que sufrió Sobre- 
Monte lo obligó á separar sus 
ojos de una capital aborrecida, y 
convertirlos al puerto de Monte- 
video, donde creyendo encontrar 


(a) D. José Gorvea y Badillo, fisca 
del consejo de Indias, Muñoz y Cubero 


rejente de la audiencia, y el síndico pro- 
curador. ( Nota del Jiutor.) 


-50 - 


buena acojida, esperaba ver en j 
breve disipada sil desgracia como ¡ 
una sombra pasajera. Pudieron 
afirmarlo en esta ilusión los hono- 
res que le tributaron en las Con- 
chas las principales corporacio- 
nes de Buenos Aires y aun el 
mismo Liniers acompañado de sus 
húzares.A presencia de este con- 
currente tan odioso logró la opor- 
tunidad de reconvenirlo, que hu- 
biera sido mejor visto haber unido 
á sus tropas las que condujo de 
Montevideo, y practicado entre 
ambos^a reconquista. A este car- 
go indiscreto contestó Liniers con 
su viveza acostumbrada: “Exmo. 
Sr. el enfermo estaba mui de ries- 
go, y el remedio de V. E. mui dis- 
tante.” No ignoraba el pueblo de 
Buenos Aires que en la audiencia ' 
tenia el virei un apoyo peligroso. 
Sus desconfianzas se aumentaron 
con ocasión de este cumplido; por 
lo que, temeroso^ algunos ciuda- 
danos de una introducción clan- 
destina, rejistraron los coches de 
los oidores, y entrándose diez en- 
mascarados á la casa del fiscal 
Caspe, le intimaron su muerte, y 
la de sus compañeros en el caso 
de que intentasen restablecer á 
Sobre-Monte en su antiguo asien- 
to. Todo anunciaba que la inten- 
ción del pueblo era llevarlo á la 
última estremidad. 

“Sobre Monte luchaba en vano 
contra las olas de esta borrasca. 

(a) A virtud de esta invitación se 
formaron los cuerpos siguientes: el de 
Patricios, compuesto de tres batallónos, 
teniendo el primero al frente por su co- 
mandante á L). Cornelio Saavedra, y el 
segundo y tercero á D. Estevan Rome- 


! El universal disgusto con que fué 
¡ recibido en Montevideo, y la au- 
dacia de los muchachos cuando 
al rejistrar las murallas le grita- 
ban en tono irónico: avanza, avan- 
za, debían darle á conocer, que 
era ti n ob jeto de execración, y que 
estaba reducirlo á si solo. A pesar 
de esto el orgullo y el deseo del 
mando se aumentaba en propor- 
ción de sus desprecios 

“Entre tanto, por b»s cálculos 
de una prudente previsión en que 
entraba el ausilio pedido por Ber- 
resford al Cabo y á su corte, era 
mui de recelar, que creyéndose es- 
ta siempre armada con el dere- 
cho del mas fuerte, volviese á re- 
novar las hostilidades. A precau- 
ción de este suceso juzgó Liniers 
que era preciso ponerse en estado 
de resistir las invasiones de un 
enemigo opulento, audaz y pode- 
roso. Para el completo logro de 
este designio no había medio mas 
seguro, que el de alistar en cuer- 
pos á todos los ciudadanos de 
Buenos Aires según las provin- 
cias de su oríjen. Así venia á in- 
troducirse esa noble emulación 
que dá dignidad á los sentimien- 
tos, y es el verdadero orijen del 
valor y de las fuerzas inagotables 
de un estado. En efecto despees 
de un maduro consejo, libró su 
proclama convidándolos á unas 
reuniones en las que cada cual 
debía elejir sus jefes (a). 

ro, y D. José Domingo Unen: el de Ar- 
ribeños á las órdenes de D. Pió Gana: e| 
do Montañeses á las de D. José Oynela: 
el de Andaluces á las de D. Jo-é Merw- 
lo. el de Gallegos á lus de D. Pedro 
Cerbiño: el de Viscainos y Castellanos á 


- 51 - 


“Desaparecieron en estas con- 
currencias esas prerogativas que 
da la diversidad de profesiones y 
fortunas; porque precedidos del 
amor á la patria se pusieron to- 
dos á un nivel, y dejaron que el 
mérito llenase su lugar. Era un 
espectáculo digno de la filosofía 
ver de soldados rasos hombres 
acaudalados, bajo las ordenes de 
un pobre labrador; pero aun mas, 
ver al negro valiente en la misma 
fila hombro á hombro del amo, 
que por sus hechos le dio la li- 
bertad. Las riquezas en cotejo de 
la capacidad no dejaron mas pri- 
vi lejío á sus poseedores que el 
dulce placer de emplearlas en 
beneficio de la causa común, ya 
uniformando á los soldados, ya en 
otras erogaciones que exijía su si- 
tuación. Al igual de este desin- 
terés fué su empeño por imbuirse 
en los elementos de la táctica mi- 
litar. Los profesores del arte de 
la guerra apenas podían compren- 
der ese concierto y armonía de 
movimientos adquiridos en menos 
de seis meses entre millares de 
hombres cuya ocupación era el 
comercio, la labranza y las ar- 
las de D. Prudencio Murguiondo: el de 
Catalanes á las de D. Jayme Nadal:* el 
de Pardos y Morenos á las de D. Ma- 
nuel Ruiz: el de Artillería á las de 1), 
Gerardo Esleve y Llae. De caballería: 
el de Húsares de Pueyrredon á las órde- 
nes de D. Martin Rodríguez: otro de lo 
mismo á las de D. Lucas Vivas: tercero 
de lo mismo á las de D. Pedro Nuñez: 
el de Migueletes á las de D. Diego Her- 
rera: el de Carabineros á las de D. Lu- 
cas Fernandez: otro á las del Dr. D. 
Alejo Castes: el de Quinteros a las de D. 
Martin Ballesteros: el de Maestranza á 
las de D. Manuel Rivera. 

(.Vota del Jlutor.) 


tCS 

“El infortunio de los ingleses 
en la reconquista de Buenos Ai- 
res, aunque desconcertó en parte 
sus planes, no influyó en su aban- 
dono, á pesar de las murmuracio- 
nes que escitaba este proyecto en 
los políticos de su nación. No era 
uno solo el que decía que esta 
guerra no convenía á la dignidad 
del pueblo ingles ni.á sus verda- 
deros intereses. Fundábanse en 
que, habiendo sido emprendida 
solo con el motivo de la libertad 
de la nación, y accidentalmente 
de la independencia de Europa, 
ella venía ya á dejenerar en una 
aventura mercantil; cuyo princi- 
pal efecto debía ser confirmar á 
las potencias continentales en la 
sospecha harto fundada de que el 
único designio de la guerra con- 
tra la Francia era el de sus inte- 
reses particulares, y el engrande- 
cimiento de su comercio (a). ¿Co- 
mo no ha advertido el gobierno, 
decían, el eco de nuestros comer- 
ciantes dirijido á que durante la 
guerra se mantenga la conquista 
de Buenos Aires cueste lo que 
costase, y se corone esta dichosa 

^a) La noticia de la toma de Buenos 
Aires, y el Manif estó que Sir Pophain 
envió al calé de Lloyd, y a las principa- 
les ciudades fabricantes de Inglaterra, 
exaltando la importancia de su conquista, 
y la grandeza del mercado adquirido, 
produjo allí un estraorJinario alboroz > y 
escitacion comercial. Se hicieron gran- 
des remesas que, como llegadas después 
de la reconquista, luemn desgraciadas. 
Se incluían en ellos artículos bien sin- 
gulares; a cuyo respecto el Sr. Moreno 
da curiosos pormenores. 

(.Yola de la Redacción ) 


15 


. - -t. ■■ 1 ,-7,-:= = > 

- 52 - 1 


empresa, reduciendo á colonias 
los imperios de Méjico y del Pe- 
rú? Tanto mas racional era este 
discurso, cuanto que no faltaba 

Í quien sostuviese, que en la inme- 
diata sesión parlamentaria se pa- 
sase acta, uniendo para siempre 
Buenos Aires al imperio británi- 
co, y declarando culpable de trai- 
ción al que llegase á proponer su 
devolución á España. Esta pre- 
tensión desatinada unia á la ava- 
ricia la injusticia de apropiarse 
propiedades lite PENDFNTE.Por 
fortuna de la nación española el 
bravo Liniers con su tropa diri- 
mió este pleito á su favor. 

¡i — 

(a) Se visto que Sir Home nsogu- 

! ra (mi su pirte que los naturales habían 
creido equivocadamente, que el oh et «» de 
la espedicion, era dar la independencia 
al pai<; lo cual es nse^u-ar q.ie no lo 

I era, Lo creemos sin diricu ! tad alguna: 
creemos que el objeto era la conquista 
solamente ; y ahi está en prueba fie ello 
el decreto de Berre&ford de 4 do agosto, 
que hemos d ido en la páj. .“32, declaran- 
do libre al comercio do Buenos Aires, 
pero con arreglo á las leyes dictadas por 
1 1 Gran Bretaña, paru sin otras colonias 
En el periódico Estrella del Snr, que 
los ingleses dieron en Montevideo .en 
marzo y abril de 1807, se demostraba la 
decadencia total de la España, y su in- 
capacidad gubernativa para hacer la fe- 
licidad de la América: pero no por eso 
se sostenía la idea de la emancipación 
de ésta; sino la de que osa felicidad po- 
día hacerla la Inglaterra. 

Entre tanto: en las remesas comercia- 
les venian envueltas ciertas ideas de in- 
dependencia, que probablemente no eran 
sinceras, sino encaminadas únicamente á 
alagar á los natm ales,» fin de tener tiempo 
de solidar la conquista. Según el testimo- 
nio de D. Manuel Godoy, había identidad 
de miras en la espedirían de Sir Home 
Pophain.y la que al misino tiempo empren- 
dió sobre Venezuela de acuerdo, y con 
estímulos y auxilios del gobierno ingles, 


“A las razarles espuestas se 
anadian otras de gran peso para 
convencer que en la situación po- 
lítica de la Europa debió la In- 
g! al erra preferir al sistema de la 
conquista el de la emancipación 
de la América (a). Después del 
suceso de! 12 de agosto ¿qué otra 
cosa le ofrecía Buenos Aires, sino 
la conquista de un solo pueblo? 
Con él no hubiera hecho mas que 
aumentar el odio de los habitan- 
tes, y proveer nuevos ejemplos 
de lo que pueden unos pueblos 
armados en su defensa, y anima- 
dos por el sentimiento de su justi- 
cia. Nada mas vano que la espe- 

el célebre jeneral caraqueño Miranda, 
para promover la independencia de Cos- 
ta Firme. Agre a que esa identidad so 
revelaba ademas de las pinturas, emble- 
mas é inacriciones de varias manufac- 
turas de estofas fabricadas en Londres, y 
que fueron aprendidas en Corro [Costa 
Firme), y en Buenos Aires. “Citaré 
aqui solamente (dice) la composición de 
un gran pañuelo que fué enviado á nues- 
tra corte para muestra. Tema estam- 
pados cu los cuatro ángulos los retratos 
de Sir Home Pouham, del mayor jeneral 
Berresford.de Washington. y de Miranda. 
En el centro se veia ei de Cristóbal Co- 
lon rodeado de insignias navales y qui- 
tando de una columna las armas de Cas- 
tilla. De su boca salía este mote: Alba 
del día de la Aotérica Meridional. En 
los cuarteles interiores se representaba 
la Inglaterra, rompiendo las cadenas de 
la América, y á sus pies un león desfa- 
Herido ; un puerto lleno de naos empa- 
vesadas de todas las naciones, la diosa 
de la libertad con todos sus atributos y 
A<trea escribiendo una constitución ame- 
ricana En las orlas se contenían las si- 
guiente* inscripciones; JYo es conquista 
sino unión — Relijion y sus santos minis- 
tros protegidos — Personas, conciencias y 
comercio libres 

(.Yaití de la Redacción . ) 


- 53 - 


ranza de reconciliación por los 
beneficios que se les ofreciesen 
después de la victoria. Primero, 
porque es cosa violenta suponer, 
que en un estado de desespera- 
ción, una nueva injuria disminuya 
la ofensa de la primera: segundo, 
porque los pueblos poseídos de 
una rabia sin limites, sacando los 
recursos de 6u propio país, au- 
mentarían sus fuerzas en una pro- 
porción mucho mas rápida (pie la 
del enemigo: tercero, porque des- 
preciarían cualquier ventaja en 
cotejo de la independencia que 
podian prometerse de sí mismos. 

“A mas de esto la España en 
este tiempo era una provincia de 
la Francia: Bonaparte dirijía sus 
consejos, y los determinaba á su 
provecho. No debía dudarse, que 
él haría de esta nación lo mismo 
que de las otras que servían de 
instrumento á su grandeza. Do- 
tado de un talento propio para 
alucinar á los pueblos, debía creer- 
se que estenderín su vista á las 
Américas y les ofrecería la inde- 
pendencia. Esta reflexión hacia 
ver la necesidad en que se halla- 
ba la Inglaterra de anticiparse, y 
conseguir por este medio un im- 
perio compuesto de millones de 
ricos amigos, quienes tendrían 
con ella intereses comunes. 

“Sin embargo, el comodoro 
Popham cruzaba el rio de la Pla- 
ta, y mientras que reforzaba su 
escuadra de dia en dia con los 
convoyes que le llegaban, ame- 
nazaba ya un puesto, ya otro á fin 
de que fluctuase en inccrtidum- 
bre la atención de Montevideo. 
La alma grande de Huidobro 

* " 1 I 1 1 , ■ . 


abrazaba todos los importantes 
objetos que tenían relación á una 
defensa heroica; y ya con sus 
p’ocla ñas, ya con sus providen- 
cias procuraba no dejarle discul- 
pa á la fortuna. En esta situación 
de cosas la fragata enemiga do 
guardia se acerco al puerto y 
quedándose en calma, presentó un 
lance á nuestros marinos en quo 
desplegar su valor. Diez cana- 
neras y seis lanchónos salieron á 
batirla. Después de tres cuartos 
de hora de un fuego lejano, que 
no les daba la ventaja de herir, 
ni los esponía á ser heridos, so 
retiraron con el descrédito con 
que hacía tiernoos era manchada 
su reputación. El pueblo de Mon- 
tevideo se irritó al ver su cobar- 
día, y los condenó á la pana de su 
desprecio. 

“Los ingleses en número mui 
superior embistieron á Maldona- 
do y lo tomaron. La isla de Gor- 
riti se defendió con gloria pero al 
fin sucumbió. El cebo del pillaje 
los llevó al pueblo de San Carlos. 
El teniente de fragata D. Agus- 
tín Abren voló con su jente onsu 
socorro. Los enemigos en número 
de 400 le salieron al encuentro. 
Luego que Abreu los tuvo al 
frente dijo á sus soldados. “No 
sea en vano la estimación conque 
nos honra el público. Démosle á 
conocer que ha debido fiar á nu- 
estros brazos su venganza.” Esto 
dijo, y con sable en mano se arro- 
jaron sobre el enemigo. La pe- 
lea fué obstinada y sangrienta por 
una y otra parte. Un plomo ho- 
micida derribó del caballo al va- 
liente Abreu y le quitó la vida. 


. 


- 54 - 


“El jeneral de mar Sir Home 
Popham había sido relevado por 
el contra-almirante Sterling, y á 
la frente de las tropas terrestres, 
cuyo numero no bajaba de 5,000 
hombres, se hallaba el jeneral Sir 
Samuel Achmuti. Llegado el mo- 
mento que creyeron favorable, ve- 
rificaron su desembarco el 18 de 
enero de 1S07 al oeste déla Pun- 
ta de Carretas, en una pequeña 
bahía, cerca de 9 millas de la ciu- 
dad, sin que el vivísimo fuego de 
sus buques dejase á nuestro ejér- 
cito el mas leve recurso de impe- 
dirlo. El virei que mandaba las 
tropas de afuera las hizo acampar 
divididas en trozos. Consistían es- 
tos en 400 dragones y blanden- 
gues, 600 cordobeses al mando 
del coronel D. Santiago Alejo 
Allende, 550 paraguayos al del 
coronel Espinóla, y en 1,000 de 
milicias ausiliares de la campa- 
ña. No tardó mucho el enemigo 
sin que avanzase en dos colum- 
nas. Un cañón nuestro de 24 y 
otras piezas de artillería lijera si - 
tuadas ventajosamente, le anun- 
ciaban una pérdida inevitable; 
pero el imbécil Sobre-Monte, 
siempre contradictorio con el 
asierto, mandó retirar á la plaza 
e! cañón de á 24 y la infantería 
con los húsares, huyendo él mis- 
mo para el campo con la caballe- 
ría toda en desorden, y contando 
por una fortuna señalada poder 
escapar los riesgos á pretesto de 
salvar la autoridad. Otro jeneral 
hubiese creído que en estas cir- 
cunstancias, poner terreno entre 
él y el enemigo, era una verdade- 
ra deserción. 


“A solicitud del enérjico pue" 
blo de Montevideo y su cabildo» 
que con impaciencia deseaban 
abrirse un camino de sangre á la 
victoria, salieron como3,0Ü0 hom- 
bres á medir sus fuerzas con el 
enemigo, llevando por su jefe al 
brigadier de injenieros D. Ber- 
nardo Lecoc, y por mayor jene- 
ral á D. Francisco Javier de Via- 
na. Muchos sensatos fueron de 
parecer que este atrevido arrojo 
doblaría las calamidades de la 
guerra. Aunque una de nuestras 
columnas cargó tan duramente 
contra un piquete de 400 hom- 
bres, que lo puso en mucho ries- 
go de perecer; por fin el campo 
quedó por el contrario. Perdimos 
en esta acción 600 hombres, en- 
tre muertos, heridos, prisioneros 
y dispersos. 

“Una acción desgraciada en la 
carrera de las armas da nuevo 
aliento, cuando el honor hiere el 
amor propio, y le hace producir 
los efectos de la virtud misma. 
En situación tan delicada á nadie 
se le ocultó el peligro; pero juz- 
gando que el honor es el premio 
mas digno de disputarse por los 
hombres, contando sobre su cons- 
tancia y su valor, se resolvieron 
los vencidos á defenderse hasta 
la última estremidad. Vióse esto 
mismo en la varonil enerjía con 
que sostuvo la plaza el furor siem- 
pre igual del enemigo, que sin 
descanso renovó el mismo com- 
bate por espacio de 14 dias. Por 
mar y por tierra, por la noche y 
el dia, un combate se sucedió al 
otro, sin que la plaza manifestase 
la menor flaqueza. Para mayor 


- •. 


- 55 - 




seguridad no se habían descuida- | 
do el gobernador y el cabildo en I 
pedir un pronto ansí lio á Buenos 
Aires. Los nobles habitantes de 
este pueblo se gloriaban mas de 
ser reconocidos, que de ser libres. 
Apenas supieron que se trataba 
de dar socorro á sus bienhecho- 
res, cuando se apresuraron por 
alistarse con mas empeño que un 
voluptuoso para gozar de los pla- 
ceres. Tomando el inspector Ar- 
ce la vanguardia de 550- hombres, 
logró introducirse en la plaza con 
su ejército, mientras que Inseguía 
Liniers á la cabeza de 2,600 de 
sus tropas. La ventaja de haberse 
abierto brecha el enemigo destru- ' 
yendo el porton nuevo y el débil 
muro que le sostenía, le inspiró 
un nuevo aliento para intimar á la 
plaza que se rindiese á discreción. 
Sus defensores, aunque pocos y 
estenuados de la fatiga, recojie- 
ron todas las fuerzas de su alma 
y le dieron por toda respuesta una 
descarga. Nada igualaba la tena- 
cidad de los sitiadores, sino era 
la de los sitiados. Sin embargo 
el doce de febrero por la noche 
dieron un asalto los ingleses, y en 
un momento de descuido, ó de 
confianza puesta en la tropa de 
Arce, lograron introducirse por 
la brecha y por el cubo que les 
dejó practicable la bajamar. Fué 
ya inútil la resistencia para con- 
servar la plaza: al amanecer del 
dia siguiente el enemigo era due- 
ño de ella, sin que Liniers pudie- 
se llegar á tiempo de ausiliarlo. 
Perdimos en esta acción 400 hom- 
bres y los enemigos 560 

“Por una esperiencia desgra- 


1 ciada, á que dió su última fuerza 
¡ el suceso funesto que se ha refe- 
j rido en el capítulo antecedente, 
acabó de convencerse la Audien- 
cia gobernadora de que Sobre- 
Monte era para la guerra en ac- 
ción la inepcia personificada, y 
en la necesidad de desnudarlo de 
toda autoridad. Habiendo dado, 
pues, por caducado su gobierno, 
v decretado su prisión, el oidor 
Velazco acompañado del procu- 
rador de ciudad, un escribano y 
150 soldados al mando de D. Pe- 
dro Murguiondo, la llevó á efecto 
en el sitio de Pabon, y lo condujo 
á Buenos Aires lleno de ese som- 
J brío abatimiento, que en los in- 
fortunios caracteriza á las almas 
débiles. 

“Mientras que esta escena se 
i representaba en e! teatro, otra se 
fraguaba en silencio que no tardó 

en sucederie 

“Aunque la vigorosa defensa 
del jenerai Berresford debía ha- 
cerlo superior á los golpes de la 
adversidad, el hecho de haberse 
rendido á discreción traía su áni- 
mo abatido, y le hacia desear un 
documento que lo hiciese compa- 
recer con mas dignidad en su 
corte, ó con menos responsabili- 
dad. Este vano deseo no podia 
tener su efecto sin el sacrificio de 
ia verdad. Con todo, separándose 
por esta vez de sus mismos prin- 
cipios, puso en obra cuantas su- 
tilezas insidiosas pudieron dictar- 
le sus anhelos. El fuego de ima- 
jinacion y la fecundidad de senti- 
mientos jenerosos que caracteri- 
zaban á Liniers, lo desviaban no 
pocas veces de las austeras obli- 


- 56 - 


gaciones afectas á su cargo. No 
podiendo sostenerse ánte los im- 
portunos ruegos de Berresford; y 
como si se aplaudiese niénos del 
honor de la victoria, que se afii- 
jicse de la necesidad de haberlo 

[a] La falsa capitulación deljeneral 
Berresford. es un suceso bien notable, 
tanto en si mismo y atenta su rareza, 
cuanto ateutas sus estensas ulteriorida- 
des, que quizas no han sido hasta aho- 
ra bien percibidas. 

Es sensible que aquel jeneral, deslus- 
trase su nombre con un acto de fea in- 
gratitud; tanto mas, cuanto que nos pa- 
rece que no lo necesitaba. Quiso salvar 
asi un crédito que estaba salvado. El 
se habia hecho apreciar y respetar por 
su coraje. So defendió bizarramente, 
con un puñado de hombres, hasta donde 
era posible: y si el tener que entregarse 
á discreción en las desesperadas circuns- 
tancias en que se vio, era para él una 
gran desgracia, no era por eso un acto 
deshonroso. Nadie se lo increpó en Amé- 
rica ni en Europa, ni podia increpárselo. 
Sin embargo: pretendiendo sacudir una 
mancha ímajinaria, tuvo la imprudencia 
de acudir á una insigne mala fé, con la 
que no hizo mas que echarse encima una 
mancha verdadera. 

Después de su rendición, verificada 
del modo que se relata en el testo, Lí- 
niers pasó á posesionarse de la fortaleza; 
y protejiendo la fuerza enemiga, r.ue en 
ella se abrigaba contra la exaltada mu 
chodumbre que la circuía, la hizo salir 
con sus armas para que las entregara á 
las puertas del cabildo. Estando allí con 
el jeneral Berresford, distinguió entre 
los grupos á D. Félix Casamayor, mi- 
nistro de la tesorería, sujeto inui notable 
en Buenos Aires, y con quien habia con- 
traído Berresford íntimas relaciones, en 
los dias de su dominación. Llamólo y 
le dijo que, puesto que el Sr. Berres- 
ford debía quedar en la ciudad en cali- 
dad de prisionero, podia llevárselo á su 
casa como huésped. 

Asi se hizo, pero el jeneral, como to- 
dos los jefes y oficiales prisioneros, que- 
dó en. plena libertad. 

La familia de Liniers, mantenía estre 


vencido, le firmó secretamente una 
capitulación honrosa; bien per- 
suadido que nunca pretendería 
autorizarse de su firma para exi- 
jir su cumplimiento (a). Apénas 
Berresford lo vio enredado en los 

días relaciones con la de Casamayor. 
en cuya casa aquel habia tenido siempre 
su tertulia, de naipes, á la que siguió 
asistiendo. 

Aili abandonándose Liniers á su jénio 
fácil y débilísimo, que le hacia incapaz 
de resistir á la influencia de sus amigos, 
aun con relajación de sus mas serios de- 
beres; alli solicitado diestrisimamento por 
Berresford, y urjido por una señora de 
rango, que figuraba cortesanamente en- 
tre ellos; alli, en la intimidad del juego 
de naipes á que era mui* aficionado, en la 
embriaguez de la gloria, del amor y del 
orgullo, se prestó, con entera condescen- 
dencia, á realzar el mérito del jeneral in- 
gles para con su gobierno poniendo su 
firma en una capitulación ad hoc — cuyo 
testo no hemos podido conocer — que se 
dice fue redactada por el mismo Casama- 
yor, y en la que, por su puesto, se sentó 
la atrasada fecha del 12 de agosto, dia 
de la rendición. Fué entendido que este 
acto se mantendría secreto, y que no te- 
nia otro fin que el de un consuelo privado. 
para uso de Berresford con su gobierno, 
Al principio Berresford cumplió fiel- 
| mente su palabra; pues aunque vociferó 
i que existía una capitulación — sobre lo 
cual le escribió Liniers una carta— -nin- 
gun uso hizo de ella ni pidió su cumpli- 
miento, aun al ser despachado después, 
con sus oficiales y soldados, para el in- 
terior del pais. 

Pero escapado en seguida desde Lu- 
jan, y habiendo llegado á Montevideo, 
ya en poder de los ingleses, la hizo va- 
ler, la hicieron valer estos, y aun la hizo 
valer posteriormente el gobierno ingles 
Veremos á su tiempo que los jenerales 
ingleses, tal vez de buena fé. reclama- 
ron de las autoridades de Buenos Aires 
el cumplimiento de ellas, llamándola vio- 
lada { y haciendo fuertes amenazas, par- 
te de la3 cuales realizaron, enviando á 
Europa — en retaliación, decían — prisio- 
neros hechos aqui.los cuales vinieron asi 


- 57 - 

la/os de esta intriga posilánime, 
cuando abusó de su confianza y 
quiso hacer valer este papel nulo. 

Pero por su desgracia un pueblo 
inmenso había sido testigo de su 
rendición, y calculado hasta por 


á sufrir las resultas de la lijeréza de Li- 
mera, 

Entretanto, esos reclamos vinieron á 
comprometer fuertemente á Liniers, mos- 
trando los frutos de la simulada capitu- 
lación. 

Entre tnnto, desde que seis meses notes 
había sido sabida en Buenos Aires la fatal 
debilidad que do Liuirrs se había hecho 
culpable, ai falsificar el carácter legal de 
tan grave acto de guerra, habia quedado 
es una situación en estrenuo desairada: y 
sobre todo, dio motivo, ocasión ó pretes- 
to, para que se desarrollaran sucesos de 
grandes consecuencias políticas, que son 
las que hacen figurar á la ficticia capitu- 
lación de Berresford, entre los hechos se- 
rios de aquel tiempo. 

Marcaremos aqui, rápidamente, esas 
consecuencias, aunque esto sea antici- 
par, en algún modo, la noticia de una 
parte de los sucesos. 

El Cabildo fue quien, mas que todos, 
se mostró airado por el incidente do a 
falsa capitulación. 

Componíase este cuerpo municipal, de 
españoles ríjidos, ricos y soberbios, ma- 
nejados por el mas altivo de los hombres 
— D. Martin de Alzaga— sujeto aspiran- 
te que, viendo al país destituido de vir- 
rei, ambicionaba este puesto, como cabe- 
za del ayuntamiento, y como el mas nota- 
ble de los vecinos. A.dernas: había trabaja- 
do tan/o en los preparativos y manejos que 
habían producido ese alzamiento de pueblo 
con que se recibió por todas partes á la 
columna de Liniers, que no cedia sus mé- 
ritos á los de éste. El fue quien en los 
arrabales, habia conferenciado con D. 
Juan Martin Pueirredon para levan'ar 
guerrillas en la campaña: el fué quien 
aunque ayudado poderosamente en esto 
por el asturiano D. Diego Alvarez Bra- 
gada, reunió y remitió el dinero con que 
el mismo Pueirredon engrosó las reunio- 
nes de gente coreque se tiró la acción ó 
combate de Perdriel, de donde retroce- 


minutos los pasos de Liniers. Por 
consiguiente, Berresford debió co- 
nocer que dando al publico esa 
obra de tinieblas, no hacia mas, 
que hacer patente su descrédito. 


En la carrera de la gloria no es 

dió á la ciudad la fuerza inglesa, des- 
pués que habia salido de ella, con la mi- 
ra probablemente, de estorbar el des- 
embarco y marcha de la espedicion que 
Liiiiers debía llevar desde la Banda 
Oriental; él fué. en fin, quien habia pro- 
movido, dirijido y ejecutado todos los pa- 
sos y medidas con que el cabildo habia 
arrancado las riendas del vireinato al 
inepto Sobre Monte; y quien puede de- 
cirse, habia regalado una parte de su po- 
der á Liniers y á la Audiencia. 

Indignado este personaje y sus cabil- 
dantes. de la criminal flaqueza con que 
Liniers habia sujetado un negocio de 
Estado á las influencias de su vida, fácil 
y mui poco moral; roido de celos al ver 
que Liniers se levantaba cada dia mas en 
renombre y prestijio popular ganándose 
el frenético entusiasmo de toda la juven- 
tud, y de la parte activa de la población; 
envidioso a¡ verle haciéndose entidad 
dominante, que le arrancaba sus mas ca- 
ras esperanzas; y poseído sinceramente 
de un odio inflexible contra la Inglater- 
ra y contra Berresford mismo, el cual, 
como militar y hombre de corte, habia 
frecuentado mucho, durante su gobierno, 
las amistades de personas de moda, cu- 
yos hábitos de vida eran relajados á los 
ojos de la moral monacal de Alzaga y do 
sus viejos españoles; supo aprovecharse 
de la dificilísima posición en que ponia á 
Liniers la intriga de la falsa capitulación. 

Entablada en regla contra este una 
acusación confidencial en el Cabildo, que 
tendía á deponerlo, y alzada así la ban- 
dera de la guerra civil, al otro dia del 
triunfo, por el mismo partido español, se 
procedió judicialmente á levantar una su- 
maria del hecho. Casamayor con todos 
sus amigos y contertulios, fueron arras- 
trados á deponer. Ellos, negando abso- 
lutamente que hubieran paiticipado en 
el hecho, confesaron, de un modo termi- 
nante, la verdad de él, respecto de Li- 
niers; y hasta espusieron el modo ccn 


- 53 - 


lo sumo del mérito hacer grandes 
hazañas, sino que nunca se de je ver 
el héroe sin el hombre de bien.... 


“ Posteriormente atormentado 
e! jeneral Berresford en su humil- 

q no esto se habia dejado sujerir tan fa- 
tal condescendencia. 

Mas Liniers no estaba ya tan débil; 
pues para hacer frente á las nuevas ten- 
tativas que se temían de parte de la In- 
glaterra, habia armado, en gran numero, 
á los hijos del país, que todos le perte- 
necían en cuerpo y alma, y como los sol- 
dados pertenecen á su jeneral. 

El hecho es que, desde entonces, Li- 
niers y sus partidarios, empezaron í\ te- 
ner por enemigos á A Izaga, al Cabildo y 
á sus secuaces. La circunstancia de ser 
estos los que en el pais h ician resaltar ! 
mas su calidad de españoles , como no hi- 
jos del país; y, sobre todo, la de ser 
ajenies del Consulado y Casa de C nitra- 
tación de Cádiz, y, como tales, jefes del 
gremio mercantil, que era bastante im- 
popular; puesta en contrasto con la ca- 
lidad de ser francés Liniers, es decir, 
extranjero, y la de ser los criollos sus 
partidarios mas personales, que corrían, 
locos do entusiasmo p >r él, á tomar ar- 
mas bajo su mando; esas circunstancias, 
decimos, fue lo que provocó el primer 
asomo de los dos partidos de Españoles y 
de Criollos . Alzaga con el Cabildo, es- 
taban á la cabeza del primero, que era 
aparentemente revolucionario, en cuanto 
habia derrocado á Sobre-Monte, y aspi- 
raba á derrocar á Liniers: y Liniers es- 
taba á la cabeza del segundo, que era 
aparentemente conservador, en cuanto 
sostenía la autoridad de este jeneral. Pe- 
ro estas apariencias eran falaces; pues 
el segundo partido representaba el cam- 
bio ralical que hahian sufrido los pode- 
res públicos, mostrando que allí donde 
estaba el voto de los Patricios , allí esta- 
ba la autoridad, y que esta, por consi- 
guiente, se habia desprendido de su an- 
tiguo seno. 

Y tanto fue así, que ano y medio des- 
pués, descubriéndose la lucha l ítente, á 
que dio pretesto la capitulación finjida de 
que nos ocupamos, los cuerpos españoles 


de estaño de prisionero, creemos, 
que mas por vengarse de los auto- 
res de su suerte, y ganarse algu- 
nos cómplices de su desgracia, 
que por compasión de los america- 
nos, empezó con cauteloso artifi- 

iustigados por Alzaga y el Cabildo, se 
sublevaron contra Liniers; y no iderán- 
dose He la Plaza Mayor [h »i Victoria], 
intimaron i Liniers su deposición del 
puesto de virei que oeun¡.ba Liniers, 
siempre débil y atolondrado, se dió por 
depuesto: pero los jefes de Patricios, 
míe á la primera noticia del inotin 
de los Europeos, habían reunido sus 
cuerpos, marcharon con el arma al bra- 
zo sobre la plaza ocupada por estos; y 
desplegando al frente del cabildo, desta- 
caron compañías, qne se apoderaron del 
Fuerte, restableciendo el ánimo de Li- 
niers. Este entonces hizo que los amo- 
tinados desalojaran la plaza, se apoderó 
de los cabildantes, y los desterró á Pata- 
gonia — De entonces data también el pri- 
mer entredicho entre Buenos Aires y 
Montevideo. 

¿ Q, sé di-tancia habia entre aquel he- 
cho de I ■ >s Patricios , y el de una revolu- 
ción de independencia, contra el gobierno 
español ? 

Volviendo ahora á ’a falsa capitula- 
ción, principio ó pretesto de tan graves 
eventos, diremos que el sumario de acu- 
sación contra Liniers, se habia llevado 
adelante, y aun tentádose remitirlo á la 
península; paso que fue astutamente 
frustrado por Liniers. del siguiente m »do. 

Sir Samuel Auchmuty. se habia apo- 
derado de Montevideo el 3 de febrero de 
1807; y por captarse la benevolencia del 
país, habia accedido á que los oomer- 
eiantes españoles de aquí, corresponsa- 
les de los de Buenes Aires, cargasen en 
un buque que estaba en este puerto, va- 
rios depósitos de frutos, que en él teman 
para ser contrabandeados con los portu- 
gueses, según la antiquísima costumbre, 
que, por conducto de la Colonia antes, 
habia creado y engrandecido á Buenos 
Aires. El Cabildo de Buenos Aires en- 
viaba a España, en e^te buque suyo, el 
sumario criminal, que habia levantado 
contra Liniers. Súpolo Liniers por me- 


ció á hacerles sentir su envileci- 
miento, y la estupidez de promo- 
ver la gloria de una nación, para 
la cual el menor esfuerzo de li- 
bertad era mirado como un motín 
de esclavos contra su dueño. Oh! 
cuan digno de nuestro respeto y 
de toda la humanidad hubiese si- 
do este jeperal, si desde que puso 
pié en América hubiese ocupado 
sus armas en romper esa cadena 
que por tres siglos arrastrábamos , 

dio de un joven norte-americano, D. Gui- 
llermo P. White, que hacia algunos años 
se habia aparecido y establecid-»se en 
Buenos Aires, como ájente de los ingle- 
ses que llamaban entonces del Rejislro, 1 
favorecidos con algunas licencias espe- ¡ 
ciales, para sacar productos del pais. Es- 
te joven, ó. quien después conocimos vie- 
jo, tenia un carácter travieso, intrigante: ¡ 
era incansable para hacerse recibir y oír 
de las personas que necesitaba, y había ) 
contraido con Liniers relaciones de un 
jénero secreto y confidencial, al mismo 
tiempo también que las tenia con Au- 
chmuty en Montevideo. 

En el acto que Liniers supo por él la 
remisión del sumario, lo despacho á Mon- 
tevideo; y supo White injerirse do tal 
modo con Auchmuty, que pudo hacerle 
comprender que la remesa del buque era 
una intriga política de los españoles, los 
cuales habían embarcado en él los cau- 
dales del rei de España, y que llevaba 
comunicaciones, de un jénero importante, 
ocultas. Sir Auchmuty. secuestró el bu- 
que, y procedió á la rebusca de lo que se 
le habia denunciado. El buque fué has- 
ta desmantelado, desecho. No se halla,- 
ron los supuestos caudales, sino sola- 
mente el sumario contra Liniers, de que 
naturalmente se apoderó el jeneral ingles, 
por lo que concernía á su nación. De 
este modo quedaron frustrados los efec- 
tos, que el cabildo habia esperado de esa 
pieza. 

Sobrevino entonces el arribo de Whi- 
telocke á Montevi eo, á quien siguió 40 
dias después la marcha de la espedicion 
sobre Buenos Aires; con lo cual, y á 


59 - 

con trabajo! En la jeneral preo 
cupacion de losjpuehlos no falta" 
han hombres cuerdos, quienes de- 
jasen de conocer, que triunfar pa- 
ra la España era añadir un nuevo 
eslabón á esa cadena. Aunque 
hasta aqui ellos habían ahogado 
á la naturaleza en el silencio de 
su alma, al abrigo de sus armas 
protectoras ellos hubiesen forma- 
do la opinión pública y dado á la 
enerjía nacional su verdadero ob- 


p resencia del peligro común, la disiden- 
cia interior quedó por entonces aplazada, 
esperando que la exaltación de un nuevo 
triunfo sobre los ingleses, le diese ma- 
yor pábulo y vigor. 

E! resultado de lodo fué: que al fin, 
no pudo Liniers impedir que D, Francis- 
co Javier Elio, desde Montevideo, de 
que era gobernador, y todo el partido es- 
pañol de Bueno? Aires, hicieran com- 
prender al gobierno supremo cuanto ha- 
bía de relajante para los vincules colo- 
niales, en la autoridad que Liniers ejer- 
cía, basada en el voto y adhesión de las 
clase- criollas, armadas; pues esto daba 
ansia á un sentimiento de patriotismo lo- 
cal, antipático al sentimiento local eu- 
ropeo. 

Liniers. pues, fué depuesto por el go- 
bierno español, que dió asi la victoria á 
Alzaga y al cabildo. El Sr. Cisneros que 
vino de Virei, premunido de serias ins- 
trucciones, en la que respiraba altamente 
la alarma contra -el sentimiento local, que 
predominaba, sucedió á Liniers. Este 
aunque condecorado con un titulo, y fa- 
vorecido con una pensión, fué llamado en 
desgracia á la metrópoli, porque la Es- 
paña temía de su permanencia en el pais; 
y solo á costa de muchos esfuerzos y de 
grandes empeños de lo mas respetable 
del vecindario, se obtuvo de su sucesor 
que se le permitiera eclipsarse « n Córdo- 
ba, adonde se retiró, mientras que nue- 
vas aspiraciones y nuevos entusiasmos 
le despojaban totalmente del poder y el 
prestijio, que habia ejercido sobre las 
inasas cívicas. {JV&lu de la Redacción.) 



- 60 - 


jeto. Por lo demás, victorioso el 
jeneral, hablar y obrar como ti- 
rano; humillado, decidirse por el 
dulce imperio de nuestra liber- 
tad, era dar á conocer que no se 
compadecía de nuestra suerte sino 
por vernos bajo de otro dueño. 
Descubierta por los mnjistrados 
la insurrección que meditaba en 
medio de la confianza que inspi- 
raba su trato público, se vieron 

(a) La fuga de Berresford, no obs- 
tante teñe»* empeñada su palabra, os tam- 
bién otro hecho notable, y que tampoco 
le hizo honor: bien es verdad que él sa- 
bía que habia dado mirjen para temer 
algo serio. 

Cuando en principios de 1807 se pre- 
sentó en Montevideo la segunda espedí- 
cion británica, en Buenos Aires se tomó 
la medida que era consiguiente: se in- 
ternaron á las provincias los prisioneros,' 
que hasta entonces se hallaban en Bue- 
nos Aires en toda libertad: y necesario 
es decir que allá fueron tratados frater- 
nalmente; á cuyo respecto, algún docu- 
mento hemos de publicar á su tiempo. 
Mas el jeneral Berresford, el coronel 
Pak, y algunos oficiales, fueron confina- 
dos solamente á la Villa de Lujan, á 17 
legua9 de Buenos Aires, y á otros pue- 
blos cercanos de aquel; bajo la custodia 
del oficial D. Antonio Olavarría, á quien 
ya hemos visto figurar en el combate de 
Perdrie!. 

Berresford y sus oficiales, en sus con- 
versaciones, empezaron á propagar las 
ideas de independencia. Los citados Pe- 
ña y Padilla, sabiéndolo por Olavarria, 
de quien eran amigos, se estrecharon con 
Berresford. Peña, por una irreflexión de 
las mas incomprensibles fué á poner en 
el secreto de esas ideas, al alcalde de 
primer voto, á un español, y tan luego á 
un español como D. Martin de Alznga. 
Este, sin repelerlas — y este incidente 
nos consta privadamente — quiso oirlas 
del mismo Berresford, teniendo una en- 
trevista con él. Peña le hizo venir al 
efecto desdo Lujan, ocultamente; y de 
noche se celebró la entrevista en el es- 
j | critorio de Alzaga. Mas este habia in- 


obligados á decretar su interna- 
ción á Catamarca desde Lujan 
donde se hallaba con otros siete 
oficiales de su nación, entre ellos 
el mem->rable teniente corone! 
Pak. No tuvo efecto este destier- 
ro por que atropellando su pala- 
bra de honor, y ayudados de D. 
Saturnino Peña y D. Manuel 
Aníselo Padilla, lograron evadir- 
se y tomaron á Montevideo (a). 

troducido en una pieza inmediata al es- 
cribano Cortés y á do3 testigos (depen- 
dientes suyos). Sin embargo, ni el es- 
cribano ni los testigos pudieron oir dis-~ 
tintamente nada, ó al menos gran parte; 
porque el jeneral tenia cuidado de ha- 
blar quedo; y es así presumible que solo 
se sentaría lo que el alcalde quiso dic- 
tar: 9Ín que esto sea decir que no dicta- 
se lo que realmente hubiese dicho aquel. 

Esta fué la luz y el dato que de este 
negocio tuvieron las autoridades, que por 
ello acordaron que el jeneral y los otros 
fueran internados desde Lujan hasta Ca- 
tamarca. Presumiblemente, el jeneral 
conoció ó sospechó entonces que estaba 
descubierto, que habia caido en un lazo: 
debió temer algo peor en el interior; y 
fugó, juntamente con el coronel Pak. 

Veremos después que, al responder á 
las amenazas que hicieron desde Monte- 
video los jefes ingleses, ni las autorida- 
des en sus oficios, ni Alzaga en una car- 
ta privada á Berresford. contestando á 
otra de este, pero destinada á la prensa; 
veremos, decíamos, que aunque acusan 
al jeneralde que sembraba ciertas ideas, 
no espresan como constaba eso. No 
podian hacerlo; porque para eso habría 
sido forzoso revelar el poco decoroso 
manejo de que el alcalde se habia valido. 

Padilla y Peña, fueron los que facili- 
taron el escape de Berresford y de Pak, 
y escaparon juntamente con ellos. Los 
trajeron á Buenos Aires, los- ocultaron 
en casa de D Fancisco Gonzalos y a 
los tres dias, todos se embarcaron pa- 
ra Montevideo, en un buque de un por- 
tugués Lima, que lo franqueó al efecto. 

Las autoridades se irritaron grande- 
mente, é iniciaron un procedimiento judi- 


l ~Si 



“Mil sentimientos de indigna- 
ción ajitaron los ánimos de los je- 
nerales ingleses á la relación las- 
timera que hicieron de sus infor- 
tunios y malos tratamientos estos 
oficiales fujitivos; pero principal- 
mente al entender de Berresford 
se halda violado la solemne capi- 
tulación (como decian) formaliza- 
da por Liniers. En desagravio de 
estos insultos figurados escribie- 
ron á la Audiencia y al Cabildo 
en un tono amenazador, protes- 
tando usar del derecho que les 
daba esta conducta para cargar 
el peso de su mano sobre nuestros 
prisioneros, y remitirlos á Ingla- 
terra, á no devolverse los suyos, 
y darse cumplimiento al tratado. 
Las respuestas de estos cuerpos 
debieron disipar los engaños y res- 
tablecer al jeneroso pueblo de 
Buenos Aires en la justa opinión 
que merecía por haber sido los 
prisioneros ingleses el tierno ob- 
jeto de sus atenciones. 

“La conquista do Montevideo 
fué seguida de la que hizo el ene- 
migo apoderándose de la Colo- 
nia del Sacramento. El juramen- 
to de honor prestado por el te- 
niente coronel Pak no fué un es- 
torbo para que de nuevo empu- 
ñase las armas contra la nación 
española, y se fortificase en esta 
plaza. Contra este prevaricador 


cial. Olavarria, Gonzales y Lima, fueron 
presos en el carácter de reos de Estado. 
Su prisión fué mui dura :y cuando amena- 
zó la segunda invasión inglesa, fueron sa- 
cados de la cárcel j trasportados con 
grillos á Mend oza. Ignoramos la suerte 
ulterior de González — Olavarria murió 


de lafé pública se le confió una 
espedicion militar al español D. 
Francisco Javier Elio. Su aire 
marcial acompañado de un len- 
guaje firme y determinado, hizo 
concebir que era capaz de guiar 
á los hombres por el camino de 
la gloria y la inmortalidad. La 
esperiencia disipó el error de este 
concepto, y nos lo dió á conocer 
por un fanfarrón arrebatado. E- 
quivocando una precipitación in- 
discreta con esos golpes de luz, 
que en las grandes almas parecen 
inspirados, entró á la plaza arre- 
batadamente, y tuvo á gran dicha 
poder escapar con la s cortas re- 
liquias de su ejército. Pak cono- 
ció sin duda que un jeneral de 
este talento no podia dar un paso 
sin darlo para su perdición* Acan- 
tonado Elío en san Pedro pudo 
reparar su derrota con el nuevo 
refuerzo que recibió, pero siempre 
en oposición directa con lo que 
enseña el arte de la guerra, ni 
elijió bien el puesto, ni tomó me- 
dida alguna de precaución. En el 
momento de una loca confianza 
lo sorprendió el enemigo, lo der- 
rotó, y le hizo perder hasta su 
equipaje, quedando muerto con 
el mayor honor el teniente del 
cuerpo de Patricios D. José Q,ue- 
sada con otros compañero s. M 

Ensay. c¡t. tom 3. © páj. 420 á 444. 

en el Janeiro, entro 1826 y 27. Lima, 
años después de estos sucesos se presen- 
tó en Londres, donde el gobierne le se- 
ñaló una pensión de 1500 pesos fuertes. 
La misma pensión estaban gozando allí, 
desde antes, Peña y Padilla. 

(Nota de la Redacción.) 


-62 - 


Pasamos ahora á presentar la 
série de documentos y relaciones, 
que se refieren á los sucesos que 
quedan mencionados. 

Victoria del 12 de Agosto — Re- 
conquista de Buenos Aires. 

''El Comandante Jenerai de la espedicion 
destinada á la reconquista de Buenos 
Aires da parte (al Príncipe de la Paz) 
de las particularidades acaecidas en 
este glorioso suceso de las armas 
de S. M. 

“Exaio. Sr. 

“Mui Sr. mió: Habiéndome 
por un concurso de circunstan- 
cias y de órdenes superiores ha- 
llado fuera de Buenos Aires al 
tiempo do su rendición, y por con- 
siguiente libre para seguir la de* 
terminación, que hallase mas con- 
forme al mejor servicio de S. M.; 
pensé solo en dirijirme á Monte- 
video, con el fin de proponer al 
gobernador de esta plaza la re- 
conquista de Buenos Aires. Pero 
á mi llegada encontré una espe- 
dicion para dicho objeto organi- 
zada, y casi pronta para salir; 
mas habiendo variado las circuns- 
tancias por el fundado motivo de 
tener probabilidades morales de 
ser atacado Montevideo, el co- 
mandante jenerai de marina bri- 
gadier D. Pascual Ruiz Huido- 
bro me pasó la siguiente orden, 
su fecha 22 de julio. 

“Desde el dia 2 del corriente 
mes, en que recibí noticias por el 
subdelegado de marina en la En- 
senada de Barragan de haber sido 
ocupada por los enemigos la capi- 


tal de este vireinato, y de haber' 
se ausentado de ella el Exmo. Sr 
virei, concebí la idea de su recon- 
quista luego que se me reuniese 
jente de la campaña á virtud de 
las proclamas, que al efecto ha- 
bía hecho publicar, y tuviese no- 
ticias seguras de las fuerzas de 
los enemigos, para sobre tales 
datos deliberar una empresa, que 
conseguida, restituyese al domi- 
nio de nuestro augusto soberano 
aquella capital, y librase todo el 
vireinato del riesgo de ser domi- 
nado por los enemigos, si reciben 
como es de esperar, refuerzos de 
tropa, bien sea de su metrópoli, 
ó del Cabo de Buena Esperanza, 
que conquistaron en el mes de 
enero del presente año. El dia 5 
del mes actual, en acta que cele- 
bré en este Cabildo con varios ob- 
! jetos, indiqué mi enunciado pro- 
yecto en los términos que quedan 
¡ espresados, y uno de sus rejido- 
res se ofreció hacer á la patria el 
servicio de esponerse á ir á la ca- 
pital, cuyo estado continuábamos 
ignorando en aquella fecha, y ad- 
quirir las noticias, que eran ne- 
cesarias para determinar su re- 
conquista. En efecto en el mismo 
dia se puso en marcha, y habien- 
do llegado á la Colonia, me avisó 
con fecha 8 haber tenido la pro- 
porción de saber allí todo cuan- 
to se podia desear por varios su- 
jetos, que habían llegado proce- 
dentes de Buenos Aires, y par- 
ticularmente por el primer piloto 
de la armada graduado de alfé- 
rez de fragata D. José de la Pe- 
ña, que había regresado de la 
comisión que le cometió el co- 


mandante de dicha Colonia de 
conducir á la capital unos prisio- 
neros para canjeaV otros nues- 
tros. Enterado asi por el referido 
rejidor como por Peña, y por 
varias cartas de la fuerza del 
enemigo, del descontento jeneral 
conque el pueblo sufría su domi- 
nación, y de los buques que aque- 
llos tenian en los surjideros inme- 
diatos á balizas, enteré de todo á 
la junta de guerra, formada de los 
principales jefes de esta plaza, 
congregados por mi á este efecto 
para oir sus dictámenes; y estan- 
do conformes con el mió, se acor- 
dó, que saliese á la mayor posible 
brevedad la fuerza de mar y tier- 
ra, con que se debía emprender la 
reconquista, cuya comisión se me 
confirió por todos los vocales á 
pesar del decadente estado de mi 
salud, bien que sobre el supuesto 
de que los enemigos no podrían 
intentar ninguna especie de ata- 
que á esta plaza; pues la fuerza 
de 1,500 á 1,600 hombres, que te- 
nian en la capital, les era mui ne- 
cesaria para conservarse en ella, 
deduciendo por consecuencia, que 
cuatro, ó seis buques, que se avis- 
taban al Sur de este puerto, ya 
fondeados, ó á la vela, hacía al- 
gunos dias, no proyectaban nin- 
guna otra especie de hostilidad, 
que la de un bloqueo. Hecha la 
elección de las tropas, que debía 
mandar, y casi al momento de es- 
tar habilitados los buquesdeguer- 
ra, y transportes para la espedi- 
cion, recibo la carta de V. S. en 
que me avisa su arribo á la Colo- 
nia, el estado cu (pie dejaba la 
capital, la posibilidad de su recon- 


63 - 

quista con solo 500 hombres de 
tropas escojidas, y últimamente 
que V. S. se constituía á realizar 
la empresa en los términos indu- 
cidos, y á responder del buen éxi- 
to. Este oficio, de V. S. lo hice 
entender á la junta de guerra, que 
se convocó con otros motivos, la 
que fué de parecer, que se oyese á 
V. S. pues que me ofrecía en su 
oficio citado trasladarse á esta 
plaza momentáneamente: así se 
verificó, y V. S. repitió lo mismo 
que había escrito fundándose en 
la disposición del pueblo de la ca- 
pital á sacudir un yugo, que leerá 
insoportable, la reunión de mucho 
número de hombres resueltos á 
unirse á la primera fuerza, que 
allí se presentase, para loque con- 
| servaban escondidas las armas, y 
municiones, ácc. Sin embargo, la 
junta resolvió, que se continuase 
la espedicion en los términos acor- 
dados; pero habiendo tenido dos 
dias después avisos casi positivos 
de que el enemigo había resuelto 
bombear esta plaza, y tentar un 
desembarco, para lo que reem- 
barcó S00 hombres de los 1,500 
que guarnecen á Buenos Aires; 
estimó la misma junta por preciso 
variar su determinación, y arre- 
glarla á una media, que atendiese 
á ambos objetos, esto es, la re- 
conquista de la Capital, y la de- 
fensa de esta plaza y puerto. En 
consecuencia adoptó, como V. S. 
sabe, pues que fué uno de los vo- 
cales, su propuesto, y se le confirió 
el mando no solo de los 500 hom- 
! bres escojidos de la mejor tropa, 
j mas también se aumentó su nú- 
mero con el de cien de la compa- 

i a 


- 64. - 


nía de Migueletes que se acababa 
de formar en esta plaza, armada 
y uniformada en los mejores tér- 
minos, haciendo estensivo el man- 
do en jefe de V.S. á las fuerzas de 
mar, que están á las órdenes in- 
mediatas del capitán de fragata 
D. Juan Gutiérrez de la Concha, 
y los buques, que transportan la 
artillería y víveres para las tropas 
de la espedicion, y á cuyo oficial 
he prevenido con esta fecha que- 
da á las órdenes de V. S. desde 
c|ue llegue á la Colonia del Sa- 
cramento para todas las acciones 
militares de mar, que V. S. dis- 
ponga, y prestarle los ausilios que 
necesite, aun de la misma jente 
que dota los buques, si le fuesen 
necesarios. En tal intelijencia se 
pondrá V. S. hoi mismo en mar- 
cha, pues que todo está dispuesto 
para que no se demore un momen- 
to, y haciendo el uso, que estime 
conveniente de las noticias reser- 
vadas que le he comunicado, y 
que pueden contribuir al glorioso 
éxito de la espedicion, quedo mui 
satisfecho de que los conocimien- 
tos militares de V . S., su celo por 
la relijion, por el mejor servicio 
del rei, y su amor á ia patria, le 
proporcionarán la indecible satis- 
facción de libertar aquel pueblo 
de la opresión, en que se encuen- 
tra aflijido, y volverlo á la suave 
dominación de nuestro amado so- 
berano, libertando por este medio 
todo el vireinato, espuesto á caer 
en igual desgracia, si subsistiendo 
el enemigo en la capital recibe 
refuerzos, como es de esperar.” 

“El dia 23 me puse en marcha 
con el ejército, marchando hasta 


los Canelones, en cuyo pueblo me 
cojió un fuerte aguacero, que hizo 
sabrá todos los rios de madre, cuyo 
accidente me detuvo hasta el 26, 
que habiendo hecho recojer todos 
los botes de Sta. Lucía Chico, 
formé con ellos balsas, con las 
que pude hacer atravesar todo el 
ejercito; llegué á la tarde del mis- 
mo dia á San José, donde tuve 
igualmente que hacer pasar su rio 
al ejercito sobre jangadas; el 27 
llegué al Rosario, y el 28 á la 
Colonia del Sacramento, donde 
hallé á la escuadrilla traída por el 
capitán de fragata D. Juan Gu- 
tiérrez de la Concha, compuesta 
de 6 zumacas y goletas armadas 
con cañones de á 18 y 24 y una 
con obuses de á 36, 6 cañoneras 
del rei, otra lancha mercante con 
un cañón de á 18 á su popa, otras 
dos con cañones de á 9, y S trans- 
portes. El dia 29 se presentó un 
bergantín ingles á la vista, y ha- 
biendo quedado casi en calma, 
hice salir las lanchas á batirlo, lo 
que lograron un corto rato por 
haber refrescado el viento; pero 
sin embargo, habiéndole acertado 
algunos tiros recibió bastante da- 
ño en sus obras muertas, y coro- 
namento de popa: finalmente fui- 
mos detenidos por los vientos 
contrarios. 

“El dia primero de agosto hice 
proclamar al ejército la orden si- 
guiente. — 

“D. Santiago Liniers y Bre- 
mont, caballero de la orden de 
San Juan, capitán de navio déla 
real armada, y comandante jene- 
ral de las fuerzas de mar y tierra 
destinadas para la reconquista de 


- 65 - 


Buenos Aires. — 

“Previene á todos los cuerpos 
que componen el ejército que tie- 
ne el honor <le mandar para la 
gloriosa hazaña de la reconquista 
de Buenos Aires, que esta tarde, 
permitiéndolo el viento, se embar- 
carán para pasar á la Costa del 
Sur; que no duda un solo momen- 
to del ardor, patriotismo é intre- 
pidez de los valerosos oficiales, 
cadetes, sarjentos cabos, solda- 
dos y voluntarios que lo compo- 
nen; pero que si contra su espe- 
ranza algunos olvidados de sus 
principios, volvían la cara al ene- 
migo, estén en la intelijencia, que 
habrá un canon á retaguardia 
cargado á metralla, con orden de 
hacer fuego sobre los cobardes 
fujilivos. 

“El valor sin disciplina no con- 
duce mas que á una inmediata 
ruina, las fuerzas reconcentradas, 
y subordinadas á la voz de los que 
las dirijen, es el mas seguro me- 
dio de conseguir la victoria; por 
tanto prevengo y mando, se ob- 
serve la mas escrupulosa obedien- 
cia por progresión de mando, ba- 
jo las penas mas ejecutivas de la 
ordenanza para semejantes casos. 

“Si llegarnos á vencer, como lo 
espero, los enemigos de nuestra 
patria, acordaos soldados, que los 
vínculos de la nación española son 
de reñir con intrepidez, como 
triunfar con humanidad: el ene- 
migo vencido es nuestro hermano, 
y la relijion, y la jenerosidad de 
todo buen español le hacen como 
tan natural estos principios, que 
tendría rubor de encarecerlos. 
“Si el buen orden, la discipli- 


na, y el buen trato deben obser- 
varse para antes y después de la 
victoria, rescatado Buenos Aires, 
debemos conducirnos con el ma- 
yor recato; y que no se diga, que 
los amigos han causado mas dis- 
turbio en la tranquilidad publica, 
que los enemigos; pues si se debe 
castigar algunos traidores á la 
patria, vivan seguros, que lo esta- 
rán ejecutivamente por las auto- 
ridades constituidas para entender 
desemejantes delitos. Por tanto 
espero de todos mis amados com- 
pañeros de armas, que me darán 
la gloria de poder exaltar á los 
pies del trono de nuestro amado 
soberano tanto los rasgos de su 
valor, como su moderación, y 
acrisolada conducta.” 

“Este mismo dia habiendo re- 
cibido orden del gobernador de 
Montevideo, para que si me pare- 
! cía conveniente reforzase mi ejér- 
cito con cien hombres de las mi- 
licias de la Colonia del Sacra- 
mento, el sarjento mayor coman- 
dante de dicha plaza, D. Ramón 
del Pino, no solamente se esmeró 
en escojer cien hombres ya ins- 
truidos por él, sino que habiendo 
anunciado el deseo de uniformar- 
los, su consorte Da. Francisca 
Huet, abrió una suscripción para 
este fin, firmando la primera por 
100 pesos fuertes: á su ejemplo 
D. León de Altolaguirre, coman- 
dante de los resguardos, que ya 
se había constituido fiador de uno 
de los barcos de transporte enca- 
so de pérdida, firmó por 250, D. 
Juan de la Concha por 100; ejem- 
plo que fué seguido por todos los 
oficiales del ejército y armada. 




- 66 - 


Dichas tropas se portaron el (lia 
12 con el mas distinguido valor. 

“Salimos de !a Colonia el dia 3 
dei corriente después de haber es- 
pantado una fragata, que amane- 
ció cuasi en calma á la boca del 
puerto; el viento fue refrescando 
por el E. y el E. N.E. y las lan- 
chas, que habían salido á batir la 
fragata, quedaron sobre la isla de 
San Gabriel, en cuyo paraje nos 
incorporamos con ellas todas las 
zumacas, y lanchas de transporte 
con toda la tropa: á las 4 y media 
de la tarde, habiéndose arreglado 
algunos transportes, dimos la vela 
á las 6, y por momentos fué re- 
frescando el viento variando has- 
ta el S. E. con algunos chubascos 
de viento y agua: la desconfianza 
que inspiró el práctico mayor D. 
Manuel Cipriano; el mal gobier- 
no de la goleta Remedios, le hizo 
orzar algo mas de lo que nos daba 
el viento, de cuya resulta reca- 
lamos mucho mas á barlovento 
de lo que se había proyectado; 
pero hallándonos ya próximos a 
tierra, lo que la oscuridad de la 
noche no nos dejaba distinguir 
bien, dimos fondo; mas habiendo 
aclarado algún tanto con la salida 
de la luna, nos hallamos mui in- 
mediatos á una fragata, por cuyo 
motivo zarpamos para enmendar- 
nos, y nos hallamos reunidos con 
7 á 8 buques entre lanchas caño- 
neras y transportes. Al amanecer 
descubrimos á Buenos Aires, y los 
buques de los enemigos fondeados 
fuera del banco de la ciudad. En 
este momento siguiendo e! viento 
al S. E., las aguas altas, y la mar 
picada, determine inmediatamen- 


te mudar el punto de mi desem- 
barco, que debía ser la punta de 
los Olivos, y entrar en las Con- 
chas, y pasé al dirijirme á este 
punto inmediato á la zumaca Do- 
lores que pude haber, apresado; 
pero considerando que mi princi- 
pal objeto era tomar á Buenos 
Aires, seguí mi rumbo, logrando 
fondear dentro de las Conchas á 
las 9 de la maiíana. Al momento 
determiné el desembarco, y en 
menos de una hora tuve toda la 
tropa y la artillería en tierra, di- 
rijiéndome con la mayor pronti- 
tud á tomar la altura de la Pun- 
ta, de cuyo punto me adelanté co- 
mo media legua en columna para 
acampar en buen sitio, donde no 
me faltó bastimento para el ejér- 
cito. Considerando que la flotilla 
no podría operar, determiné de 
acuerdo con D. Juan Gutiérrez 
de la Concha el desembarcar has- 
ta 223 hombres entre marineros y 
soldados, los que la misma tarde 
se me incorporaron con el mismo 
Concha, á la cabeza su oficial de 
órdenes el teniente de fragata D. 
José de Córdoba, el de navio D. 
Juan Anjel de Michilena y D. 
Joaquín Ruiz, el teniente de fra- 
gata D. Cándido La Sala y D. Jo- 
sé Posadas, los alferes de navio 
D. Benito Correa, D. Manuel de 
la Iglesia, D. Joaquín Toledo y 
D. José Miranda, y el de fragata 
D. Federico La Cos: la noche 
fué malísima. La tropa la pasó 
sobre las armas, sin que se notase 
la menor queja. Al dia siguiente 
5 del corriente me dirijí al pueblo 
de San Isidro, que atravesamos 
entre las aclamaciones de todo él. 



Acampé la tropa en un hermoso 
sitio, pero la noche fue cruel de 
viento y agua, que mi jente sufrió 
con mucha constancia. El día 6 
siguiendo el temporal determiné 
alojar el ejército en el pueblo, 
tanto para darle descanso, como 
para limpiar las armas. Duró el 
tiempo recio del S. E. con agua- 
ceros, en el que perdieron los in- 
gleses 5 de sus lanchas cañone- 
ras, hasta el 9 que marché para 
venir á tomar el puesto de la Cha- 
carita de los colejiales, ele donde 
me dirijí el dia 10 á los matade- 
ros del Miserere, á los que llegué 
á las 10 v media de la mañana. 

a/ 

Formado en batalla traté de en- 
viar al pueblo á mi ayudante D. 
Hilarión de la Quintana con la 
intimación al jeneral ingles, que 
á la letra copio — 

“Exmo. Señor — La suerte de 
las armas es variable: hace poco 
mas de un mes que V. E. entró 
en la capital, arrojándose con un 
cortísimo número de tropas á ata- ¡ 
car una inmensa populación, á 
quien seguramente faltó mas la 
dirección, que el valor para opo- j 
nerse á su intento; pero en el dia 
penetrada del mas alto entusias- 
mo para sacudir una dominación 
que le es odiosa, se halla pronta á ¡ 
demostrarle, que el valor que han 
mostrado los habitantes del Fer- 
rol, de Canarias y de Puerto Ri- 
co, no es estraño á los de Buenos 
Aires. Vengo á la cabeza de tro- ! 
pas regladas mui superiores á las ' 
del mando de V. E. y que no le 
ceden en instrucción y disciplina: 
mis fuerzas de mar van á domi- I 
nar las valizas, y no lo dejarán 


recurso para emprender una retj - 
rada. La justa estimación debida 
al valor de V. E., la jenerosidad 
de la nación española, y el hor- 
ror que inspira á la humanidad la 
destrucción de hombres meros 
instrumentos de los que con justi- 
cia, ó sin ella emprenden la guer- 
ra, me estimulan a dirijir á V. E. 
este aviso, para que impuesto del 
peligro sin recurso en que se en- 
cuentra, me avise eri el preciso 
término de 15 minutos, si se halla 
dispuesto al partido desesperado 
de librar sus tropas á una total 
destrucción, ó al de entregarse á 
la discreción de un enemigo jene- 
roso. — Ntro. Señor guarde á V. 
E. muchos años. — Ejército espa • 
j ñol en la inmediación de Buenos 
Aires 10 de agosto de 1800. — 
Exilio. Sr. — Santiago Liniers. — 
Exmo. Sr. D. Guillermo Carr 
Berresford.” 

“Pero pareciéndole á mi ayu- 
dante, que lo detenía el jeneral 
j sin darle audiencia mas tiempo 
que el que yo le había señalado, 
se volvió sin haberle entregado mi 
carta; sin embargo me pareció de- 
ber usar de la urbanidad de ha- 
cerlo regresar con la intimación 
de que si trataban de detenerlo, 
declarase se marchaba, que ya no 
volvería mas, y que se estuviesen 
á las resultas: no llegó el caso; 
pues ai momento lo admitió el je- 
neral enemigo, disculpándose que 
el no haberlo recibido tan pronto 
por la mañana, había sido por es- 
tar ocupado con el Sr. Obispo, el 
Cabildo y los cónsules; le entregó 
su contestación concebida en es- 
tos términos — 


i 


, IW i ^ .r . - i l 

- 68 - 


“ Buenos Aires 10 de agosto de 
1806 — He recibido su oficio, y 
convengo en que la fortuna de las 
armas es variable; no pongo duda 
en que Vd. tiene la superioridad 
! respecto al número; y que la com- 
paración de la disciplina es inútil: 
tampoco he consentido jamas en , 
haber entrado en este pueblo sin 
oposición; pues para ejecutarlo ; 
me ha sido preciso batir al enemi- i 
go dos veces, y al mismo tiempo ! 
que he deseado siempre el buen 
nombre de mi patria, he tratado ! 
también de conservar la estima- | 
cion y el buen concepto de las 
tropas, que se hallan bajo de mis 
órdenes: en esta ¡ntelijencia sola- 
mente le digo, que me defenderé 
hasta el caso que me indique la 
prudencia para evitar las calami- 
dades, que pueden recaer sobre 
este pueblo, que nadie las sentirá 
mas que yo, de las cuales estará 
bien libre, si todos sus habitantes 
proceden conforme á la buena fé. 
Besa las manos deVd. — Guiller- 
mo Carr Berresford, mayor jene- 
ral ingles. — Sr. coronel Liniers.” 

“Al instante de recibida esta , 
carta me puse en marcha para ata- ! 
car el Retiro, lo que efectué á las 
cinco, habiendo adelantado una 
partida de Migueletes para reco- 
nocer el puesto, y estos empeza- 
ron tomando dos prisioneros, que 
me trajeron con la noticia de que 
doscientos ingleses defendían es- 
te punto. Hice adelantar dos obu- 
ses con los Catalanes á la cabeza, ! 
y la escolta de la compañía de 
granaderos del Fijo, la que partió 
con la mnyorceleridad y denuedo 
al puesto atacado, seguida deto- i 


do el ejército al paso de carrera. 
El camino que conduce del Mise- 
rere al Retiro es malísimo entre 
quintas y a!bardones,y bastantes 
pantanos, lo que hubiera atrasado 
infinito mi marcha, si una multi- 
tud de pueblo no so hubiese arri- 
mado á la artillería para arras- 
trarla. Finalmente llegué á derro- 
tar completamente á los ingleses, 
tomándoles diez prisioneros, entre 
ellos cinco heridos de consecuen- 
cia, y matándoles de unos 30 á 
35. Al momento acudió al ruido 
del tiroteo el jeneral ingles á so- 
correr sus jentes con la artillería 
á la cabeza de una columna, que 
gradué de 400 á 500 hombres; pe- 
ro habiendo mi comandante de 
artillería roto el fuego de obús so- 
bre ella á metralla, se desparramó 
como una nube, dejando muchos 
muertos, y desamparando un rato 
su canon, por lo cual mandé ata- 
carlos con otros por el flanco, pe- 
ro por reflexión hice detener la 
tropa nombrada para ello, por em- 
pezar á anochecer, y considerar 
rendida mi jente por la marcha 
forzada del dia, y haber logrado 
con la mas alta felicidad y sin pér- 
dida de un solo hombre tomar un 
punto tan interesante, que encier- 
ra los almacenes de artillería, en 
los que he hallado cuantiosos re- 
puestos de balas, bombas, carre- 
tones, cureñas, é infinitos otros 
pertrechos. Me habían denuncia- 
do hallarse escondidos dentro del 
parque algunos enemigos:estemo- 
tivo, y por parecerme el medio 
mas espedito de suplir la falta de 
las llaves, mandé que asestaran 
contra la puerta una pieza de ar- 


- 69 - 


ti Hería, y hallándose mas á la ma- 
no «n obús cargado á metralla, le 
pegaron fuego, sucediendo la des- 
gracia de que una bala, que na- 
turalmente debió dar en un clavo, 
de rechazo hiriese al alfarez de 
navio D. Joaquín Toledo en la 
cabeza; suceso que me aflijió tan- 
to mas que lo vi cubierto de san- 
gre, y que recaía en un oficial de 
rni mas distinguida confianza; pe- 
ro examinada la herida se halló 
de poca gravedad, y el dia siguien- 
te siguió haciendo su servicio de 
artillería donde lo tenía destinado 
con el alférez de fragata D. Fe- 
derico La Cos. 

“Considerando que si los ene- 
migos se refujiaban en el fuerte, 
tendría que batirlos en brecha, 
había hecho desembarcar dos ca- 
ñones de á 18 de la goleta Dolo- 
res; por ser barco de mucho cala- 
do, que dificultosamente podria 
servir en valizas en el caso de 
ataque de mar: estos me llegaron 
el dia 11 en el campo del Retiro, 
y habiendo encontrado en el par- 
que afustes del mismo calibre, 
aunque con los ejes cortados por 
los enemigos, traté de montarlos 
en ellos, reparando esta falta: esto 
lo tuve efectuado á las 12, á cuya 
hora reparando que con uno de di- 
ta) Se vé ahora, bien claramente, 
que el cañoneo á los buques ingleses de 
valizas, y el derribainiento de la bandera 
inglesa, tuvieron lugar desde el Retiro, 
el II, después de medio dia. No suce- 
dieron antes de la intimación dirijida el 
10 á Berresford, antes de acercarse Li- 
niers á la ciudad, ni en su transito de la 
costa á Miserere, es decir, desde el cam- 
po, como el Principe de la Paz lo asegu- 
ra, según lo observamos en la Nota de 


chos cañones podria batir las fuer- 
zas, que los enemigos tenían en 
balizas, lo coloqué en sitio opor- 
tuno, aunque los tiros por la ele- 
vación de la barranca no se podían 
aprovechar bien, logré el pegar un 
balazo á una lancha cañonera, 
quien con este motivo no pudo 
corresponderá nuestros fuegos: y 
habiéndolo dirijido sobre una fra- 
gata, le cortamos la pena de su 
mesana, donde tremolaba la ban- 
dera británica, la que cayó al 
agua; feliz pronóstico del aje que 
debía recibir el dia siguiente en la 
¡>laza de Buenos Aires (a). Efec- 
tivamente el dia 12 á las 10 de la 
mañana, habiendo los Migúele- 
tes empeñado un fuerte tiroteo, 
temiendo que fuesen rechazados ó 
cortados, adelanté el ataque, que 
tenia determinado para las doce 
del dia, dirijiéndome con toda mi 
artillería en dos columnas por la 
calle de la Merced, y por la de la 
Catedral; los cañones de 18 sin 
avantrenes, fueron llevados á bra- 
zo; los enemigos con 18 piezas de 
artillería guardaban las entradas 
de la plaza, sus tropas guarnecían 
las azoteas de la recoba, y de va- 
rias casas inmediatas á la plaza, y 
los balcones de Cabildo: de todos 
estos puntos, después de cerca de 

la páj. 47. Se ve también que, como 
igualmente lo observamos nllí, no hubo 
en este tránsito puestos, guerrillas ni el 
continuado triunfo, que, para exaltar sin 
necesidad el mérito do nuestras armas, 
refiere el mismo Príncipe de la Paz — Na- 
da de eso dice Liniers en su paite. En 
su camino, él no vio un solo enemigo: 
ninguno de estos salió de la ciudad á su 
l encuentro. (.Yo/u de la Redacción.') 


dos lloras del combate mas vivo 
de ambas partes con igual tesón, 
valor y constancia; los enemigos 
desampararon .la plaza, que ocu- 
paron al momento nuestras tro- 
pas; y refu j i ados al fuerte, izaron 
bandera blanca, pero la tuvieron 
larga bastante tiempo antes de 
contener el fuego nuestro, segur» 
estaban enardecidos mis soldados. 
Ultimamente, habiendo visto en- 
trar en el fuerte á D. Hilarión de 
la Quintana con un tambor, se ar- 
rojaron sobre el rastrillo, y orilla 
del foso, viéndome obligado con 
todos mis oficiales á usar de ame- 
naza para contenerlos y hacerles 
ver, que aun no estaba rendido el 
fuerte, que la bandera blanca po- 
dría ser para pedir una suspensión 
de armas, &,a. Verdaderamente 
si el jeneral ingleshubiese sido de 
mala fé, pudo haberla arriado des- 
pachando al ayudante, y hacernos 
un destrozo horroroso; bien que 
nunca suficiente para quitarnos la 
victoria, aunque mucho mas en- 
sangrentada; pero lejos de tomar 
tan desesperada determinación, se 
avino á izar la bandera española 
antes de haber tratado de mas ca- 
pitulaciones, que la de oir de mi 
ayudante, que solo admitiría yo 
la de á discreción: al poco rato sa- 
lió del fuerte con mi dicho ayu- 
dante, y encontrándose conmigo, 
en pocas palabras le espresé, que 
la justa estimación que me mere- 
cía su valor, me estimulaba á con- 
cederle los honores de la guerra, 
y efectivamente habiendo hecho 
formar mi tropa en ala, salieron 
los ingleses del fuerte con sus ar- 
mas tocando marcha, y las depo- 


sitaron á la cabeza de nuestro 
ejército en número de 1,200, ha- 
biendo perdido en la acción 41 2 
hombres, y 5 oficiales entre muer- 
tos y heridos; y nuestros de la 
misma clase solos 189, el alférez 
de navio D. José Miranda herido 
en una mano, y el alférez del ejér- 
cito del imperio francés mi ede- 
cán D. Juan Bautista Fantin, una 
pierna rota. 

“El fuerte tenia 35 cañones 
montados, y 4 morteros: los fusi- 
les que nos han entregado son 
mas de 1609. F ué falso que hubie- 
sen estraido las armas nuestras, 
que habían hallado en la sala de 
armas, que allí existe: ademas 
les hemos tomado 26 cañones y 4 
obuses, las banderas del Tejimien- 
to 71, las que tenia votadas ¿ 
Ntra. Sra. del Rosario. 

“No sé si debo ponderar mas 
la constancia heroica de los oficia- 
les y soldados en los trabajos, que 
las intemperies de la estación les 
han hecho sufrir sin mas abrigo 
que el del cielo, no habiéndose 
verificado que nadie haya profe- 
rido la menor queja, ni dado la 
menor seña de incomodidad, que 
el valor sin segundo que mostraron 
en una de las acciones de mas ar- 
resto, intrepidez y riesgo que se 
pueda emprender. 

“Entre los hechos de patrio- 
tismo de esta ciuded no se debe 
omitir el de D. Manuel Ortiz Ba- 
sualdo, quien me remitió mil pe- 
sos fuertes para ser distribuidos 
por mí. entre las viudas é hij os de 
los que han perecido en la espedi- 
cion, y entre los que juzgue mas 
dignos de premio por algunas ac- 


- 71 


ciones estraordinarias: entre estas 
no debo omitir la de la mujer de 
un cabo de asamblea llamada Ma- 
nuela la tucumanesa, quien com- 
batió al lado de su marido, y ma- 
tó á un soldado ingles, del que me 
presentó el fusil; pero este acto de 
heroísmo pudo haber tenido prin- 
cipio en los ejemplos de primera 
escepcion que mi señora Da. Jo- 
sefa Morales, gobernadora de 
Montevideo, y Doña Francisca 
Huet, digna esposa del sarjento 
mayor, y comandante de la Colo- 
nia del Sacramento D. Ramón 
del Pino, quienes con sus dadivas 
y exhortos, han contribuido infini- 
tamente al entusiasmo, y exalta- 
do denuedo con que nuestras tro- 
pas han ido á buscar, y vencer al 
enemigo, despreciando fatigas, 
tempestades y balas. 

“No debo omitir, que los veci- 
nos de Buenos Aires D. Juan 
Martin Puey.rredon (ya distingui- 
do por un acto de valor pocos dias 
antes de mi llegada, en que quitó 
un carro de municiones defendido 
por un cuerpo de 600 hombres) 
D. Manuel de Arroyo, D. José 
Gabriel de la Oyuela, D. Pedro 
Nuñez, D. Lucas Vivas, y D. 
Tomas Castillon su segundo, á la 
cabeza de verdaderos Patricios, 
me han hecho los servicios mas 
distinguidos como caballería 1 i je- 
ra , rondando las noches enteras 
al rededor de mis campamentos, 
y avisándome con la mayor exac- 
titud de todos los movimientos 
de los enemigos, no perdonando 
para este fin desvelo,- fatiga, ni 
riesgo. 

“Ntro. Señor guarde la impor- 


tante vida de V. E. muchos años. 

“Buenos Aires, agosto 16 de 
1806. 

“Tengo el honor de ser de 
V. E. con el mayor respeto, su 
mas atento seguro servidor, 

“a. S. M. B. 

“Exrno. Señor: 

“Santiaco Liniers. 

“Exrno. Señor Príncipe de la 
Paz, Jeneralísimo de los reales 
ejércitos y armadas." 


“ Relación de la artillería encon- 
trada en el Fuerte de Buenos 
Aires , con distinción de la que 
se hallaba montada , y sin es- 
pecificar calibres por falta de 
tiempo , incluyendo el demás 
armamento existente en los al- 
macenes. 


Cañones de batir montados 

en la murallay baluartes. 35 

Morteros id 4 

Cañones de tren volante... 25 

Obuses de seis pulgadas 

del mismo tren 4 

Cañones desmontados 54 

Morteros 2 

Pedreros de Pisonte 11 


Total de artilleria 135 


“De estas piezas solo hai de fá- 
brica inglesa dos obuses y cin- 
co cañones , todos del tren; y 
los demas son los que habían 
tomado los enemigos de la 
plaza. 

20 



Fusiles españoles hallados 


en la armería 2061 

Carabinas . 616 

Esmeriles id.. 31 

Pistolas id 4072 

Espadas id 120S 


F usilesde la tropa rendida al 
frente del ejército de S.M. 1600 
“Buenos Aires 16 de gosto de 
1806. 

' * Francia co Agustín i.” 


“ROMANCE HEROICO (a) 
en que se hace relación circuns- 
tanciada de la gloriosa recon- 
quisto. de Buenos ‘Aires, capi- 
tal del vireinato del Rio de la 
Plata, verificada el día 12 de 
agosto de 1S06. Por un fiel va- 
sallo de S. M. y amante de la, 
patria , quien lo dedica y ofre- 
ce á la mui noble y mui leal 
ciudad, cabildo y Tejimiento de 
esta capital. 

“a LA MUI LEAL CIUDAD DE_. BUENOS 
AIRES. 

“Deseando dar á luz una su- 
cinta, pero verdadera relación de 
la famosa reconquista de esta ca- 
pital, verificada el 12 de agosto de 
1806, ¿A quién con mas razón 
podía yo dedicarla, que á V. S? 
Ya se mire el interes, ya la gloria 
de este prodijioso suceso, V. S. 
es el sujeto mas interesado en él, 

(a) Este romance llamado impropia 
mente heroico publicado anónimamente, 
fue obra del Dr. D. Pantaleon Rivarola, 
capellán del rejiiniento del Fijo, y natu- 
ral de Buenos Aires. 


72 - 

como á quien corresponde el ho- 
nor, y el bien de su resultado. 
Todos hemos admirado, y alaba- 
do el glorioso empeño que ha ma- 
nifestado V. S. por conservar al 
mas amable de los monarcas el 
riquísimo y fértilísimo suelo de 
estas provincias, que ganaron á 
la reli ¡ion, y á la España los in- 
mortales héroes del siglo xvi: de 
; manera que la mas delicada críti- 
ca de la posteridad no tendrá que 
tildar la menor falta, sino antes 
muchos motivos de alabar al Dios 
de las misericordias por haber da- 
do á Y. S. tantas luces, pruden- 
cia, y fortaleza para concluir, y 
perfeccionar esta grande obra de 
la mano del Altísimo. 

“Yo no me he propuesto otro 
fin en esta obrita, que perpetuar 
por medio de ella la memoria de 
tan particular beneficio del Se- 
ñor, escitar en nosotros los afec- 
tos del mas vivo reconocimiento 
á su bondad; y al mismo tiempo 
inmortalizar por un método tan 
fácil y sencillo los gloriosos nom- 
bres de nuestros famosos compa- 
triotas, que pelearon y murieron 
en la reconquista de esta capital, 
para el honor de sus familias é in- 
centivo de la juventud. 

“Desde los últimos años del 
siglo 17 se hallan positivos docu- 
mentos, que acreditan los servi- 
cios militares de los vecinos de 
esta capital contra las potencias 
enemigas. Por los años de 1680 

Aunque fué escrito en 1307, lo mismo 
que las Adiciones y Correcciones, que 
irán á continuación de él, lo damos aquí 
como referente y descritivo de la Re- 
conquista, [JVoZa de la Redacción ] 


- 73 - 


pasaron estos á la Colonia del Sa- 
cramento, ciudad situada en la 
Opuesto orilla del Rio de la Pla- 
ta mandados por el maestre de 
campo D. Antonio de Vera y 
Mujica, de orden del gobernador 
D. José de Garro, y después de 
una sangrienta batalla, la rindie- 
ron el di a 7 de agosto del mismo 
ano (b). Volvieron los portugue- 
ses á reedificar la mencionada 
ciudad de la Colonia, siendo go- 
bernador de Buenos Aires el ma- 
estre de campo de infantería D. 
Andrés Robles, sucesor de D. 
José del Garro. Al Sr. de Robles 
sucedió el maestre de campo D. 
Juan Alfonso Valdez Inclan en 
1703, quien teniendo nuevas órde- 
nes de nuestra corte para desalo- 
jar los portugueses de la Colonia, 
lo verificó el año de 1705, envian- 
do para el efecto las tropas com- 
puestas del vecindario de esta 
ciudad á las órdenes del sarjento 
mayor D. Baltazar María Ros. 
El Sr. D. Miguel de Salcedo bri- 
gadier de los reales ejércitos que 
entró al gobierno de esta plaza 
por los años de 1735, pasó tam- 
. bien el rio con tropas formadas 
de este vecindario contra los por- 
tugueses. 

“Los mismos vecinos de esta 
ciudad y su jurisdicción por los 
años de 1762 bajo las órdenes de 
su gobernador y capital jeneral el 
Exmo. Sr. D. Pedro Cevallos, 
teniente jeneral de los reales ejér- 
citos, volvieron á pasar el rio con- 

(b) Así se refiere en la respuesta que 
el Sr. marques de Grimnldi, ministro de 
España, dió al Exmo. Sr. D. Francisco 
Suu9a Coutiño embajador de la corte de| 


tra los portugueses de la referid 3, 
Colonia del Sacramento, la qu e 
después de algunos dias de sitio» 
se rindió á discreción. A la rendi- 
ción de esta plaza se siguió la de 
la ciudad del Rio Grande, y la de 
las fortalezas de San Miguel del 
Cliui, Sta. Teresa y Sta. Tecla. 
Bajo la dirección y mando de es- 
te mismo jefe asistieron y sirvie- 
ron voluntarios los vecinos de es- 
ta capital por los años de 1777 
en la guerra contra los portu- 
gueses. 

“Antes de esta época, en el 
primer gobierno del Exmo. S. D. 
D. Juan José de Vertizy Salce- 
do, entonces mariscal de campo 
de los reales ejércitos, mientras 
permanecieron las desavenencias 
con Portugal, pasaban cada cua- 
tro ó seis meses, algunas compa- 
ñías de milicia de este vecindario 
destacadas para el servicio de la 
plaza de Montevideo, desampa- 
rando sus casas y familias por to- 
do aquel tiempo que duraba el 
destacamento, el cual solía pro- 
longarse algunas veces, según lo 
exijían las circunstancias del 
tiempo. Ni debe omitirse que des- 
de el tiempo de la primera guerra 
del Exmo. Sr. D. Pedro Ceva- 
llos, los vecinos de esta ciudad 
hacían todas las fatigas militares 
de guardias, rondas, patrullas &,a. 
sin ración ni sueldo, hasta que el 
rei nuestro señor á petición y re- 
presentación de V. S. mandó que 
cuando se ocupasen las milicias, 

Portugal. Lo mismo con alguna corta 
diferencia se lee en el diccionario ame- 
ricano do Alcedo en Buenos Aires. 

(Nota del Jlutor.) 


- 74 - 


se les satisficiese el sueldo cor- 
respondiente, cuya cédula se ga- 
nó en el vireinato del Exmo. Sr. 
D. Juan José de Vertiz. ' • . 

“En las presentes ocurrencias 
todo el mundo es testigo de los 
particulares servicios y crecidísi- 
mos gastos que esta ciudad ha he- 
cho y prosigue haciendo para su 
defensa. Gratificó V. S. con 25 
pesos á todos los soldados quevi- 
nieron de la otra banda del Rio 
de la Plata á la reconquista de es- 
ta capital, y con 15 pesos á los de 
esta banda, fuera de otras consi- 
derables espensas que no se pue- 
den calcular. Después de verifi- 
cada la reconquista, ha levantado 
y uniformado V. S., un cuerpo lu- 
cidísimo de 450 artilleros con sus 
respectivos oficiales y jefes, á quie- 
nes se les asiste todos los meses 
con sueldo mayor que el que se dá 
á las tropas veteranas. Ademas 
socorre V. S. con cuatro pesos to- 
dos los meses á la marinería de la 
real armada, destinada al servicio 
del puerto. Ha repartido V. S. 
quince dotes de á mil pesos cada 
uno, en acción de gracias á Dios 
por la obra de la reconquista, de 
los cuales, once se aplicaron á las 
hijas de los que murieron en este 
glorioso combate, y los cuatro res- 
tantes á otras niñas pobres. Ha 
mandado V. S. celebrar muchas 
misas y aniversarios, en sufrajio 
de los referidos finados, y ha se- 
ñalado socorro anual de monte 
pió á sus viudas. 

“Se han levantado para la de- 
fensa de la plaza, cuerpos de tro-, 
pas voluntarias, lucidamente uni- 
formados, hasta el número de cer- 


ca de 8,000 individuos, los mis- 
mos que por algún tiempo hicie- 
ron todas las fatigas militares, sin 
gasto alguno del real erario, cos- 
teando V. S. el diario alimento 
para todos. Pero lo que verdade- 
ramente hace mis honor, y coro- 
na á V. S. mas de gloria; es el 
gusto, alegría, y entusiasmo con 
que todos, aun los mas niños se 
prestan y ofrecen para estos ser- 
vicios. 

“Finalmente, hallándose sitia- 
da la plaza de Montevideo y apu- 
rado de recursos su jeneroso y 
valiente gobernador, se ofrecie- 
ron los vecinos de esta ciudad ir 
á su socorro. Primeramente se 
envió todo el resto de tropas vete- 
ranas que habían quedado en esta 
capital, que eran cerca de quinien- 
tos entre soldados y oficiales, y en 
seguida 1,500 voluntarios de to- 
dos los cuerpos, que se embarca- 
ron al mismo fin el dia 29 de ene- 
ro de 1807 con tanto gozo y ale- 
gría como si fuesen á un paseo y 
no á la guerra. ¡Qué gloria pa- 
ra V. S. ver salir en esta espe- 
dicion de una misma casa tres 
únicos hijos varones de padres 
mui ricos sin que las lágrimas y 
clamores de estos los pudiesen 
contener! ¡Qué asombro ver em- 
barcarle para esta guerra un pa- 
dre con un solo hijo que tenía, 
dejando á la madre anegada en 
el mas amargo llanto! ¡Qué ver 
tantos sujetos de comodidades y 
conveniencias, abandonarlas to- 
das, por ir á tomar un ramo de lau- 
rel en la palestra de Marte! ¡Qué 
ver el empeño y solicitud con que 
V,S. se apresuró á practicar todas 


- 75 - 


Ijis diligenciasconvenientes al mas 
pronto auxilio y socorro de aque- 
lla importante plaza! 

“Pero lo que debe causar mas 
la admiración es, que ademas de 
los 1,500 voluntarios que el jene- 
. ral determinó llevar á esta espe- 
dicion tan peligrosa, se embarca- 
ron á escondidas, y como de con- 
trabando 1,146, fuera deotros mu- 
chos que se dirijieron al mismo 
punto por sendas y caminos ocul- 
tos para no ser detenidos. ¿ Q,uién 
ha visto semejante entusiasmo y 
patriotismo en jentes, que mira- 
ban con tanta indiferencia y aun 
con aborrecimiento la carrera mi- 
litar? Bien se conoce á poca d i 1 i - 
jencia, que el poderoso resorte 
que mueve los muelles de esta 
gloriosa máquina es el amor de 
¡q verdadera relijion, y la fidelidad 
al soberano, por cuyos dos obje- 
tos esponen gustosos sus bienes y 
su vida. No tuvo efecto esta mar- 
cial espedicion, porque aun es- 
tando mui distantes de la plaza de 
Montevideo, se supo su asalto y 
rendición, por cuyo motivo regre- 
saron á esta capital con el dolor 
de no haber podido llegar á tiem- 
po oportuno para su socorro. 

“Pasados algunos dias de la 
rendición de la plaza de Monte- 
video, comenzó V. S. á tratar so- 
bre el importante asunto de re- 
conquistarla, á cuyo efecto hizo 
las proposiciones que le parecie- 
ron mas oportunas, ofreciendo sa- 
crificar por tan noble objeto la 
vida y caudales de sus vecinos. 
Pero no considerándose exequi- 
ble por entonces este proyecto, 
se reservó para mejor ocasión. 


“Con motivo del feliz arribo á 
este puerto del coronel «D. Fran- 
cisco Javier de Elío, sujeto de co- 
nocida pericia militar, y amor al 
soberano, revivió el pensamiento 
de la meditada restauración déla 
ciudad de Montevideo. Después 
de varias consultas practicadas al 
efecto, se resolvió pasasen á la 
opuesta ribera del Rio de la Pla- 
ta 600 hombres con la correspon- 
diente artillería al mando del re- 
ferido coronel, para que unidos á 
las tropas de milicias voluntarias 
que andaban dispersas por aque- 
llos lugares y pueblos, comenza- 
sen á obrar al tenor de las órde- 
nes que llevaba su valiente jefe. 
Llegado el dia señalado, se em- 
barcaron nuestros voluntarios, y 
al recontarlos, se notó con admi- 
ración, que había 334 hombres ' 
mas de los 600 que debían ir á la 
mencionada espedicion. Si estos 
no fueran unos hechos tan cons- 
tantes y notorios, podía dudarse, 
prudentemente de su verdad. 

“Hasta aquí he referido sola- 
mente los distinguidos servicios 
que esta capital ha hecho en fa- 
vor de la corona contra los ene- 
migos esteriores, esto es, contra 
las potencias estranjeras, los cua- 
les, sin embargo de ser tan parti- 
culares, desaparecen á la vista de 
lo que ha sufrido, trabajado, v 
padecido desde su fundación y 
establecimiento en contener y re- 
primir la fuerza de Sos enemigos 
domésticos. Hablo de las conti- 
nuas y sangrientas guerras que ha 
sostenido por el dilatado espacio 
de 200 años contra los indios bár- | 
baros que habitaba*] las pampas, 



- 76 - 


en las que han perecido innume- 
rables familias. 

4 ‘Por los años de 1535 fundó 
esta ciudad D. Pedro de Mendo- 
za, y destruyeron y acabaron su 
pequeña población los indios Jar- 
res, Charrúas y Querandis. Se- 
cunda vez la restauró el licencia- 
do Vaca de Castro, gobernador 
del Perú, por los años de 1542, y 
tuvo la misma suerte; hasta que 
tercera vez la volvió á restaurar 
de orden del Señor Felipe ii. D. 
Juan OrtiZ'de Zárate, goberna- 
dor del Paraguay, por los años 
de 1581. 

“Antes de formarse el cuerpo 
de blandengues, era mui frecuen- 
te asaltar los bárbaros nuestras 
' campañas, matar los varones, y 
llevárselas mujeres y niños con 
todos los bienes y ganado vacuno 
y caballar que encontraban: ¿con 
qué peligros y riesgos transitaban 
los pasajeros y comerciantes que 
viajaban por los reinos del Perú 
y Chile? ¡Cuántos perecian á ma- 
nos de estos verdugos de la hu- 
manidad! No hai frases ni espre- 
siones con que esplicar, ni enca- 
recer lo que ha padecido y sufri- 
do esta provincia con estas conti- 
nuas guerras de los enemigos in- 
teriores. ¿Pero quién las ha sos- 
tenido? Los vecinos de esta capi- 
tal y su jurisdicción, sin ración ni 
sueldo, y sin esperanza alguna 
de premio, por ser unos servicios 
oscuros, y de que jamas se ha 
formado el debido concepto, ni se 
ha dado cuenta al soberano, como 
se practica en otras funciones de 
guerra. 

“Finalmente, corone las glo- 


rias de V. S. la singular victoria 
y triunfo que acaba de conseguir 
esta, ciudad con las tropas subsi- 
diarias, formadas de su vecinda- 
rio, el dia 5 de julio del presente 
año de 1807, contra el ejército 
británico, compuesto de mas de 
10,000 soldados de línea, y man- 
dados por cinco jenerales. La in- 
trepidez, valor y constancia con 
que pelearon nuestros compatrio- 
tas^ las gloriosas circunstancias 
de esta victoria, harán inmortal 
el nombre de esta capital en los 
fastos de nuestra historia. 

“Quiera el Señor lleguen á los 
oidos del mas amable de los mo- 
narcas, la fidelidad, amor y ser- 
vicios distinguidísimos de V. S. 
en las presentes ocurrencias, pa- 
ra que asegurado de su lealtad, 
le dispense los tesoros de su be- 
neficencia. 

B. L. M. de V. S. 


ADVERTENCIA. 

“Lector benévolo: te presento 
en verso suelto la historia de la 
gloriosa reconquista de la capital 
de Buenos Aires, que fué sorpren- 
dida y tomada por los ingleses el 
dia 27 de junio de 1806. Me pre- 
guntarás quizá ¿porqué no la doi 
á luz en prosa? A lo que te podía 
responder, que en esta materia, y 
en otras diferentes cada uno ha- 
ce lo que mejor le acomoda. Pe- 
ro no ha sido tan arbitraria mi 
elección, que no tenga algunos 
fundamentos. La pongo en verso 
lo primero; porque la poesía des- 



- 77 - 


de el principio del mundo ha sido 
la que ha inmortalizado, por de- 
cirlo así, los gloriosos hechos de 
los héroes de la relijion y de la 
jentilidad. Luego que el célebre 
caudillo del pueblo de Dios Moi- 
sés hubo pasado á pié enjuto él 
mar rojo, viendo sumerjido en sus 
aguas á Faraón con todo su ejér- 
cito, lleno de la mas tierna devo- 
cion, é inspirado del espíritu del 
Señor compuso y cantó con todo 
su pueblo aquel admirable cánti- 
co, primer rasgo poético de que 
hai memoria en las historias, y 
que tiene en sí todos los adornos 
de la mas florida y encantadora 
elocuencia (aj; el cual tomándo- 
lo de memoria los Hebreos, lo re- 
petían frecuentemente al compás 
de sus instrumentos, recordando 
por este medio en las edades pos- 
teriores aquel estupendo milagro, 
y singular beneficio que habían 
recibido de mano del Altísimo. 
Exod 15 (b) Debora, juez, y pro- 
fetisa del pueblo de Dios, luego 
que vió muerto á Sisara jeneral 
de Jabín, reí de los Cananeos su 
perseguidor, á manos de la astuta 
y valiente Jahel, compuso y can- 
tó aquella bellísima canción, en 
la que igualmente se admiran las 
flores y entusiasmo de la mas su- 
blime poesía. — Judit5.Lacélebre 
Judit, llena del espíritu del Se- 
ñor, después de haber logrado el 
mas glorioso triunfo del soberbio 
Holofernes, y libertado á sus ama- 
dos compatriotas de la dura escla- 
va) El cántico de Moisés precedió 
mas de trescientos años á los mas anti- 
guos poetas de que hai memoria en las 
historias Lino, Museo, Orfeo &.h. 


vitud que les amenazaba, compu- 
so igualmente y cantó un elegan- 
tísimo cántico en acción de gra- 
cias á Dios por el beneficio reci- 
bido, el cual repetía y cantaba 
frecuentemente todo el pueblo, 
avivando con esto su amor y re- 
conocimiento al Señor, de cuya 
poderosa beneficencia habían re- 
cibido aquel favor, el cual pasan- 
do de jeneracion en jeneracion, 
perpetuaba la memoria del bene- 
ficio, y el justo reconocimiento y 
alabanzas alSoberano benefactor. 
Judit 16. De estas sagradas ins- 
piraciones producidas por el es- 
píritu del Señor tomaron quizá 
los poetas la pomposa idea de 
que la poesía era el lenguaje de 
los Dioses, y que ninguno podía 
ser buen poeta sino se le comuni- 
caba este sagrado numen. 

Est Dens in nobis , sunlque commercia Cctli 

Sedibus celhereis spiritus ille vecit. 

Est Deus in nobis, agitante calecimus tilo 

Impetus lúe sacres semina mentís fiabet. 

Ovidio fast. lib. 6. 

“Esta es la razón porque aun 
los poetas católicos á imitación de 
los cisnes del Paganismo comien- 
zan sus poemas por la invocación 
del superior influjo de la Divini- 
dad, representada en el Dios del 
Parnaso, ó en las musas á quie- 
nes este preside, según el mejor 
sentido de la mitolojía. 

“Los poetas griegos y romanos 
perpetuaron la memoria de sus 
héroes por medio de la poesía. Si 
algo se sabe después de tantos si- 

( b) Véase el célebre espositor Corne- 
lio Alapide en el lugar citado del Exod. 
lit. h. ( JVotas del Jiutor.) 



II 


- 78 - 


glos de los gloriosos hechos y ha- 
zañas dé Ulyses, Aquiles, Héc- 
tor, Eneas &a. se debe á Home- 
ro y Virjilio, que con sus heroi- 
cos poemas inmortalizaron su 
nombre y gloria. Este mismo mé- 
todo siguieron en los.siglos poste- 
riores los mas ¡lustrados reinos y 
provincias de la Europa. Lucnno 
cantó las glorias del César en su 
célebre Farsalia. Torcuato Tasso 
la relijion y hazañas del célebre 
Godofredo de Bullón, y demas hé- 
roes de la cruzada en la recon- 
quista deJerusalen. Camones can- 
tó en su admirable Lusiada los 
glorioses hechos de Vasco Gama, 
y sus valientes compañeros en el 
descubrimiento y conquista de la 
India. Nuestro Ercilla las guer- 
ras de los españoles con los Arau- 
canos. D. Pedro Peralta y Bar- 
nuevo, las gloriosas acciones de 
los célebres conquistadores del 
Perú, y fundadores de la capital 
de los reyes en su heroico poema 
intitulado Lima fundada. El Sr. 
Barco y Centenera, canónigo de 
la santa iglesia de esta capital, 
cantó las glorias de los inmorta- 
les héroes conquistadores y fun- 
dadores de esta ciudad en su Ar- 
jentina. Por este mismo estilo lo 
han practicado los poetas de las 
demas naciones cultas. Pero aun 
se me dirá ¿por qué ya que me 
determiné á escribir en verso la 
relación de la reconquista de Bue- 
nos Aires, no la hice en verso he- 


(a) Léase sobre e9te punto al mar- 
ques de San Aubin traité de l’opiriinn 
lib. 1. cap. 5. Feijó tom. 4 del teatro 
critico disc. 14 núm. 4. y en el suple- 
mento al mismo lugar. 


róico, formando un poema épico á 
imitación de los que llevo referi- 
do? Ya tenía prevenida esta ob- 
jeción, y por lo mismo me sera 
fácil la respuesta. Primeramente 
escribo en verso corrido, porque 
esta clase de metro se acomoda 
mejor al canto usado en nuestros 
comunes instrumentos; y por'con- 
siguiente es el mas á propósito 
para que toda clase de jentes lo 
decore y cante; los labradores en 
su trabajo, los a-rtesanos en sus 
talleres, las señoras en sus estra- 
dos, y la jente común por las ca- 
lles y plazas. 

“Lo segundo; porque un poema 
épico, auqne no sea sino regular 
y mediano es una obra sumamen- 
te dificultosa, que pide una mano 
maestra, y un talento numen y 
entusiasmo poético mui superior 
al mió. Homero y Virjilio que sin 
disputa son mirados y respetados 
de todos como los padres y maes- 
tros de la poesía épica, no se han 
escauado de la severa crítica que 
de sus admirables poemas han he- 
cho muchos eruditos antiguos y 
modernos (a). La misma suerte ha 
corrido la Farsalia de Lucano(b). 
Nada digo de los otros de las de- 
mas naciones, porque todos tie- 
nen sus zoilos, que con ra'zon ó 
sin ella los castiguen sin miseri- 
cordia. Lo tercero; porque para 
componer un poema épico, que 
debe y merezca llamarse tal, se 
necesita mucho tiempo, y yo no 

(b) Léase al abate Duan Andrés 
Orig, y progresos de la literal, torn. 3. 
cap. 2 y el nuevo Diccionario histórico 
portátil escrito en francés verb, Lucain. 

(JVb/ns del Autor.) 



1 


- 79 - 


o tengo desocupado, ni aun cuan- 
do lo tuviera, lo emplearía en 
asuntos de esta clase, teniendo 
como efectivamente tengo otras 
obligaciones de mas alto grado en 
que emplearme. Lo cuarto; por 
que son pocas las personas que 
leen los poemas heroicos, menos 
las que los entienden y compren- 
den sus gracias; y ninguna que 
los decore para cantarlos; y por 
el contrario los versos sueltos en 
forma de romances son leidos y 
entendidos de toda clase de ¡en- 
tes, y muchos los decoran, para 
cantarlos con grande gusto de los 
oyentes, como lo vemos en los 
del valiente Francisco Esteban, 
y otros de esta clase; por cuyo 
medio podrá lograrse avivar y 
mantener el entusiasmo de nues- 
tros amados compatriotas por la 
defensa de la relijion, del rei y de 
la patria. 

44 Estos son los motivos que he 
tenido para presentarte, lector 
mió mui amado, esta breve rela- 
ción en verso suelto, á los que 
puedo y debo agregar, el que an- 
tes que yo hubiese pensado en 
componer esta obrita, ya un cis- 
ne de la márjen oriental del ar- 
jentino había hecho resonar la 
trompa épica hasta lo mas eleva- 
do del parnaso á donde yo no pue- 
do subir (a): las notas pondrán de 
manifiesto la verdad de la narra- 
ción, y las circunstancias que en 
ellas se han omitido, por no hacer 
demasiado larga esta relación. Si 
te agradare, quedaré satisfecho, 
y de lo contrario, no reñiremos. 


PRIMERA PARTE. 


(a) D. .fosé Prego y Oliver, administrador de la real 
Aduana de la ciudad de Moutevi Joj. (.Nota del Autor.) 


Santísima Trini lad, 
una indivisible esencia 
desatad mi torpe labio 
y purificad mi lengua, 
para que al son de mi lira 
y sus mal templadas cuerdas 
el hecho mas prodijioso 
referir y cantar pueda. 

Ya de til sagrado fuego 
mi débil pecho se llena, 
é inflamado de su llama, 
siento que mi voz se esfuerza. 
Ea escuchadme, señores, 
que la relación comienza. 

La mui noble, y leal ciudad 
de Buenos Aires (que pena) 
por un imprevisto acaso, 
ó por una suerte adversa 
del arrogante britano 
se lloraba prisionera, 
sin que pudiese romper 
las fuertes duras cadenas, 
que hacían toda la gloria 
de las lúgubres banderas. 1 
Sus ilustres habitantes 
en situación tan funesta, 
siempre fieles á su rei, 
su triste suerte lamentan. 

Las ninfas del arjentino, 
y las graciosas Nereidas 
penetradas de dolor 
en sus plateadas arenas 
con las lágrimas que vierten 
la clara corriente aumentan, 
y el éco de sus jemidos 
repite en tristes cadencias: 
ay! Ya no somos.de España: 
somos ya de la Inglaterra. 
¿Qué será de nuestra patria] 
¿Qué de la relijion nuestra? 
despojo será sin duda 
de la britaua soberbia. 


22 



- so - 


¿No habrá un David esforzado, 
que valeroso se atreva 
á humillar de este Goliat 
la erguida cerviz proterva? 
¿Donde amable España, están 
los héroes de vuestra esfera? 

¿ Donde estári los Cides y Albas? 
¿Donde los Atriscos, Leivas, 
los Montemares, los Gages, 
los Cebados y Villenas, 
que os dieron tantas coronas 
como batallas y guerras? 

¿Nohai alguno que valiente 
á nuestros ecos se mueva, 
y de nuestro cautiverio 
rompa las duras cadenas? 

Así lloraban las ninfas, 
así espresaban su pena, ' 
corriendo por sus mejillas 
en vez de lágrimas perlas. 
Entonces nuestro gran Dios, 
cuya omnipotente diestra 
á los soberbios humilla 
y á los humildes eleva, 
entonces compadecido 
á nuestras súplicas tiernas, 
suscita un nuevo Vandoma, 
un de Villars, un Turena, 
que émulo del mismo Marte 
sea mas que Marte en la guerra, 
Es D. Santiago Liniers 
y Bremont, ocioso fuera 
de este ilustre caballero 
decir las brillantes prendas; 
su relijion, su piedad, 
su devoción la mas tierna 
al Santo Dios escondido 
en misteriosa apariencia 
en los templos humillado 
lo declara y manifiesta. 

Este señor pues un dia, 
que el seis de julio se cuenta 
del triste pasado año, 
admirado vé, y observa 


que Jesús Sacramentado 
á un enfermo se le lleva 
encubierto y escondido, 
temiendo la jente nueva; 
le acompaña reverente, 
le adora, y en su presencia 
se enciende su devoción 
y se avivan sus potencias. 
Siente un fuego que le abrasa, 
siente un ardor que le quema, 
un celo que le devora, 
una llama que le incendia, 
un furor que le transporta 
por el Dios de cielo y tierra. 
Los espíritus vitales 
nuevo ardor dan á sus venas, 
y allí mismo se resuelve 
á reconquistar la tierra, 
para que el Dios de la gloria, 
Señor de toda grandeza 
sea adorado como ante s > 
descubierto, y sin la pe na 
de verle espuesto al desP rec *° 
de jente insana y soberb¡ a: 2 
dijo; y luego se prepara 
con la devoción mas tier na 
para emprender con acie rt0 
acción tan gloriosa y bel* a - 
^Qué cuidados» ¡Q,ué te mores - 
¡Q,ué sobresaltos le cerc an - 
¡Qué grandes dificultades 
se le oponen á la empresa! 

Pero ya determinado, 
los peligros atropella, 
y por caminos secretos, 
arroyos, y ocultas sendas 
en alas de sus deseos 
á Montevideo vuela. 

Ea jenics tutelares 
del reino y nación Hesperia 
dirijid á nuestro héroe 
en ocasión tan estrecha. 
Después de muchas fatigas, 
gastos, trabajos, y penas 



firme siempi'e en sus designios 
I á Montevideo llega. 

Allí con sabia enerjía 
vivacidad y elocuencia 
propone á su ilustre jefe 
la acción que medita y piensa, 
de reconquistar la plaza 
antes que el socorro venga 
de la Europa, ó del Cabo 
que los ingleses esperan. 

El valiente y sabio jefe 
que la jenerosa idea 
habia ya concebido 
de tan distinguida empresa, 
una espedicion formada 
tenía por mar y tierra, 
pronta ya para salir 
y para marchar dispuesta; 
sin embargo á Liniers oye, 
medita, examina, ruega 
al Señor de I a s victorias 
para que en ta ntas tinieblas 
le alumbre, en ca, nine y guíe, 
y que lo mejor resuelva. 
Después de mu c has consultas, 
y meditaciones serias 
determina valeroso 
que reconquistada sea 
la famosa capital 
que es de todo el reino puerta. 
Espide convocatorias 
de marcial ardor compuestas, 
convidando jeneroso 
á la mas gloriosa empresa. 3 
No asi los valientes griegos 
viendo robada á su Elena 
de Menelao al convite 
corren presurosos vuelan, 
como nuestros compatriotas 
oyendo la voz que suena 
de este Mavorte español 
se animan arden y vuelan. 

Los valientes voluntarios 
dejando sus conveniencias 


81 - 

con valor inimitable 
se alistan para la empresa, 
sin escuchar los jemídos 
y lagrimas las mas tiernas 
de sus amadas esposas, 
hijos, y otras caras prendas, 
llevando solo en sus pechos 
el honor que los alienta 
por su Dios y por su rei, 

¡ó acción gloriosa! ¡O grandeza! 
La ilustre gobernadora, 
mas ilustre por sus prendas 
con gracias y donativos 
á los soldados alienta; 
los exorta con dulzura, 
les reparte escarapelas, 
y ellos llenos de entusiasmo 
le ofrecen con entereza, 
de pelear hasta vencer, 
ó de morir en la empresa. 

SEGUNDA PARTE. 

Preparadas ya las tropas, 
el bélico parche suena, 
y á su horrísono clamor 
acompaña la trompeta, 
que en roncos sonidos dice: 
arma, arma, guerra, guerra. 
Todos parten presurosos 
de Belona, á la palestra 
rayos despiden sus ojos 
sus corazones saetas. 

El jeneroso caudillo 
que á la espedicion se apresta, 
á pesar de su valor 
y del laurel á que anhela, 
por un casual incidente 
que ni aguarda, ni le espera, 
se halla cuando menos cree 
impedido con urjencia 
de desamparar su puesto, 
en cuya situación séria 
no quedándole otro medio 


- 82 - 


la espedicion encomienda, 
dando el mando y el bastón 
á quien el Dios ríe la guerra 
tenia ya destinado 
para tan gloriosa empresa. 
Parten de aquella ciudad 4 
alegres por mar y tierra 
los héroes, cuyo valor, 

, cuyo aliento, y cuya fuerza 
las edades posteriores 
en armoniosas cadencias 
cantarán para su gloria, 
y para emulación nuestra. 

Con indecibles trabajos, 
fatigas, gastos y penas, 
bosques, arroyos, pantanos, 
y caminos atraviesan, 
hasta llegar reunidos 
á la orilla mas frontera 
de la ilustre capital; 
y de allí como mas cerca 
el claro arjentino cortan, 
hasta la opuesta ribera. 

Los ilustres Argonautas 
plácidamente navegan; 
los bajeles presurosos 
corren la plateada esfera, 
sus quillas cortan el agua 
hincha el záfiro las velas; 
los tritones bulliciosos, 
y las hermosas Nereidas 
con sus retorcidas conchas, 
y voces suaves celebran 
de los nuevos campeones 
el valor, la fé, y paciencia. 

Al cabo de doce dias 
de trabajos y molestias 
felizmente nuestros héroes 
al puerto de Conchas llegan 5 
y desde allí sin fatiga, 
trabajo, angustia ni pena, 
al lugar de San Isidro 6 
todos unidos se acercan. 

Allí las jentes del país 


de contento y gozo llenas 
se apresuran á porfía 
en obsequiar con franqueza 
á sus reconquistadores 
que como á padres contemplan. 
El sexo suave con modos 
mui obligantes se empeña 
en servir á nuestros héroes, 
de cuyo valor esperan 
sacudir el duro yugo 
de la esclavitud inglesa. 

Detén aquí pluma mia, 
deten tu vuelo y carrera 
mientras en breve episodio 
mi pobre numen celebra 
una acción la mas brillante, 
que en las edades postreras, 
será el honor de este suelo, 
y gloria de nuestra Iberia. 

En el campo que se nombra 
de Perdriel por una hacienda, 7 
cuyo dueño así apellida, 
y desde hoi por escelencia. 

En este sitio y lugar, 
que con corta diferencia 
dista de la capital 
poco mas de cuatro leguas, 
algunas jentes armadas 
de fusil, y bayoneta 
con dos tristes cañoncitos, 
sin avantrén ni cureñas 
se iban juntando sin orden, 
sin guardias ni centinelas, 
para unirse con el cuerpo 
de tropas que ya se espera. 

El jeneral Berresford 
que esto sabe con certeza, 
el día menos pensado 
de noche el viaje acelera 
con tren de volantes fraguas, 
y sobre toda esta fuerza 
quinientos de sus soldados 
con sus sables y escopetas. 

Los nuestros que descuidados 



- 83 - 


dormían á rienda suelta, 
reciben secreto aviso 
que el ingles armado llega. 

Al punto el caso consultan 
entre ellos lo conferencian. 

Los blandengues se retiran 
en orden y con prudencia, 
porque aun no están en estado 
de empeñarse con violencia 
en acción tan peligrosa, 
inútil, y tan espuesta 
á la derrota total 
de nuestras pequeñas fuerzas; 
y este era el prudente medio 
que allí tomar se debiera. 

Pero ¡ó valor español, 
superior á cuanto pueda 
referirse en las historias, 
fábulas, romances, poemas! 
Cuarenta y nueve resuelven 
mantenerse en la palestra, 
y sostener el ataque 
de toda la jente inglesa. 
Dijeron, y luego al punto 
se preparan á la guerra. 

Viva España dicen todos, 
v que muera la Inglaterra. 
Rómpese el fuego, y el campo 
un Vesubio representa, 
los tiros de artillería 
por todas partes resuenan. 
Aquí ei bravo Pueyrredou 
lleno do valor se arresta, 
y sin temor de la muerte 
embiste, aorre, atropella, 
y ur carro de municiones 
hace jencrosa presa; 
matando el brioso caballo, 
pero con gran lijereza 
en ancas de otro montando, 
sin daño escapa, ni ofensa. 
Aquí otros dos Pueyrredones, 
y Orina, con brio, y destreza 
por el reí, y por la patria 


dan las mas gloriosas muestras. 
Aquí D. Martin Rodríguez 
.con heroica jentileza 
y su primo D. Juan Pablo 
constantemente pelean. 

Aquí D. Antonio Tejo 
su intrepidez manifiesta 
en el brío con que embiste, 
y ataca la jente inglesa. , 
Aquí el intrepido Ánsoategui 
con otros de igual braveza 
su fé, valor y constancia 
claramente manifiestan. 

Aquí finalmente todos 
como unos héroes pelean; 
nadie muere y se retiran 
con orden y jentileza, 
dejando en el campo algunos 
muertos de la jente inglesa. 

TERCERA PARTE. 

En San Isidro las tropas 8 
sufren tempestad deshecha, 
la que á beneficio nuestro 
dirije la providencia. 

Allí á nuestro ¡enera! 

„ noticia le dan secreta, 
que Guillermo Berresford 
con trenes, y soldadesca 
de la ciudad ha salido, 
y que viene en busca nuestra. 
Tócase al arma al instante, 
fórmanse todos en guerra, 
y Moviéndoles encima 
sin reparos, ni defensa, 
valientes, como sufridos, 
la noche pasan entera. 

Algún tanto reparados 
de borrasca tan severa, 
marchan los heroes invictos, 
y á la Chacarita llegan 9 
en donde son obsequiados 
con gusto, amor y franqueza 


- 34 - 


todas las ¡entes á gritos 
los aclaman, y vocean; 
todas ofrecen sus bienes, 
su pan, su vino, y pobreza, 
tan disgustados estaban 
con la autoridad inglesa. 
Losblandengues de acaballo 10 
soldados de la frontera 
en número bien crecido 
al ejército se agregan, 
con innumerable jente 
que de todas partes llegan, 
de valor, y patriotismo 
honor, y reüjion llenas. 

En esa misma mañana 
horas de las diez y media 
á un puesto importante arriban 
de la ciudad media legua, 
y es una grande llanura, 
que de una posesión vieja 
corrales de Miserere 11 
se denomina en la tierra. 

Desde aquí el jeneral 
á su ayudante le ordena, 
lleve un oficio al ingles, 
en que le intima con fuerza 
desampare la ciudad 
con brevedad y presteza, 
si es per i mentar no quiere 
los rigores de la guerra; 
que solos quince minutos 
permite para respuesta. 

Detenido el ayudante, 
la comitiva, y trompeta 
al acampamento nuestro 
en breve tiempo regresa. 

Segunda vez nuestro jefe 
manda á su ayudante vuelva 
con la última intimación, 
que si detenerlo intenta, 
no volvería otra vez 
á usar esta dilijencia, 
estándose á las resultas 
de los derechos de guerra. 


Entonces vivo el britano. 
sagaz disculparse intenta 
y que á defenderse siempre 
está pronto le contesta. 

Recibido ya este oficio 
nuestro jeneral ordena 
que al parque de artillería, 
que el título y nombre lleva 
del Retiro se dirija 
el avance, y jente nuestra. 12 
Los intrépidos Miñones, 
con la jente granadera 
á este interesante punto 
se encaminan, corren, vuelan, 
con dos preñados obtises, 
que á su frente armados llevan. 
Todo el ejército sigue, 
y aquel camino atraviesa, 
que es sumamente molesto, 
y andar aun se puede apenas. 

Es innumerable el pueblo 
que aquí se junta, y congrega; 
los cañones van volando 
en brazos de ¡ente nuestra, 
ya no alcanzan los fusiles, 
sables, pistolas, ballestas: 
todos claman en voz alta 
viva España: el ingles muera. 
Avanzan por fin los nuestros 
al parque que dicho queda, 
como furiosos leones 
que temen perder la presa. 
Avanzan con gallardía, 
sin que nada estorbar pueda 
de su intrépido valor 
la invencible ardiente fuerza. 
Hieren, matan, acuchillan, 
y en breve momentos queda 
por nuestro el Parque, y su plaza 
con las calles que le cercan. 

A golpe tan impensado 
se asusta el ingles, se altera, 
y con cuatrocientos hombres, 
y tren volante que lleva, 


85 - 


hacia el Retiro se avanza 
con ardor y lijereza. 

Pero el valiente Aguslini 
con frescura los espera, 
y con su obús á metralla 
con tal primor tirotea, 
que los ingleses huyendo, 
corren k carrera abierta, 
quedando muertos algunos 
aun en la misma carrera. 13 
Si á este tiempo el jeneral 
el último avance ordena, 
el Fuerte, plaza, y ciudad 
toman ya sin resistencia, 
porque el ingles fujitivo 
solo en escaparse piensa; 
pero la noche iba entrando, 
y exijía la prudencia 
no esponerse á una emboscada 
de las que admite la guerra, 
ó por no dañar al pueblo 
que ignoraba esta sorpresa. 
Luego que el fuego suspende’ 
y la jente se sosiega, 
el pabellón español 
se enarbola, y la bandera 
con gritos y aclamaciones 
de toda la jente nuestra. 

Viva el rei, dicen algunos: 
otros: muera la Inglaterra. 

El «lia once siguiente 
guerrillas bravas comienzan; 
los valientes catatanes, 
y las ¡entes que se agregan, 
persiguen á los ingleses 
con tal valor y destreza, 
que en aquel entero dia, 
y mañana del que empieza, 
acabaron con las guardias, 
soldados, y centinelas 
qué ocupaban las entradas 
de la grande plaza nuestra. 
Empeñada así la acción 
socorro que los sostenga, 


suplican á nuestro jefe, 
y este en situación tan bella 
entra eon toda la jente 
mas que en marcha de carrera, 
y todos á grandes voces, 
su entusiasmo manifiestan. 
Avanzan por ocho calles 14 
que son otras tantas guerras, 
pues estaban defendidas 
con cañón y soldadesca. 

Los ingleses á montones 
ocupan las azoteas, 
torres, ventanas, balcones, 
y desde allí tirotean, 
con la singular ventaja 
de que nadie les ofenda. 

Pero nuestros españoles 
cada uno parece un Cesar, 
rompen por entre las balas, 
por entre el fuego atropellan. 
¿No habéis leído que el Vesubio; 
No habéis oído que el Etna 
embravecido á las veces 
contra las nubes se altera, 
y que erupciones terribles 
arroja de azufre y piedras, 
que el espanto, y el horror 
á larga distancia llevan? 

Así, pues, en este dia 
la implacable parca horrenda 
de las fraguas de Vulcano 
rayos despide y centellas, 
que la muerte á todas partes 
con horrible aspecto llevan. 

El valiente jeneral 
que en su compañía lleva 
al coronel de Pinedo, 
con denuedo marcial entra 
por la calle de Mercedes 15 
en donde una bala austera 
por el faldón del vestido 
y demas ropa atraviesa, 
dejando libre aquel cuerpo 
que el Señor de Cielo y tierra 


i 



. . , ■ — — ■ — ■ ■ - ■■■ - ! 


defiende por su piedad, 
relijion y fé sincera. 

No se oye otra voz á todos 
-que la brava cantinela: 

Avance: fuego; á ellos: 

Viva España: el ingles muera. 
Por la calle de Cabildo 
el jefe segundo entra 
D. J uan Gutiérrez de Concha, 
quien su valor manifiesta 
y su militar pericia , 
en lo que manda y ordena. 16 
A su lado le acompaña 
un joven de ilustres prendas 
D. Victorio de García, 
y Zíiñiga, quien se empeña . 
en servir con prontitud 
las municiones de guerra. 

A estos por la misma calle 
siguen con igual braveza 
el teniente de navio 
D. Juan Anjel Michilena, 17 
y D. Cándido Lasala 
con la marina de guerra. 

Por la calle de las Torres 
con heroica fortaleza 
el intrépido Murguiondo 
el pecho al fuego presenta 
con un canon de á diez y ocho 
- hijo de la parca fiera, 
y un obús de á treinta y seis 
que diestramente maneja. 18 
Por otras calles entraron 
con invicta fortaleza 
el jeneroso Mordeil 19 

con su marina francesa. 

Los fuertes Balvin v Ellauri, 
y el valiente Chopitea; 
los insignes partidarios 
Nuñes, Vivas, y Valencia, 
los Alvares de Bragafia 
los Pueyrredones y Arenas, 
Buferull, Gran, Salvañac, 
Mendez, Ferrer, Somellera, 


| Fantin, Irigoyen, Pasos, 

, Viamont, Zamudio y Correa, 
Córdoba, Toledo, Ruiz, 

! Miranda, Cos, é Iglesia, 
í con otros varios sujetos 
■ ¡ de tanto valor y fuerza, 
que á su vista desparecen 
lo que las historias cuentan 
! de los Hedores de Troya 
de los Aquiles de Grecia 20 
El valiente Agustín Sousa 
capitán de raras prendas 
hizo brillar su valor 
su lealtad y jentileza 
de que dio las mas cabales 
y las mas brillantes pruebas; 
una bala de fusil 
que silvando viene fiera 
corre, y por la misma boca 
de su carabina cuela, 
inutilizando el arma 
que dignamente maneja. 

Pero el brioso Sousa entonces 
arroja el arma por tierra 
y otra mas segura toma 
que le da la providencia. 

A estos heroes jenerosos 
una amazona se agrega, 
que oculta en varonil traje 
triunfa de la jente inglesa, 

Manuela tiene por nombre 
por patria tucumanesa. 21 
Aquí un prodijio admirable 
una maravilla resta, 
que referir sin segunda 
en las historias de guerra. 
Innumerables muchachos 
en medio del fuego entran; 
ellos arrastran cañones, 
y cartuchos acarrean: 
ellos rompen su ropita 
para tacos, y vocean: 
viva España y Carlos Cuarto, 
que muera la Inglaterra. 

i 


- 87 - 


Muerto un artillero nuestro 
un niño toma la mecha, 
y prende fuego al canon 
con valor y fortaleza. 

Al fogonazo que ven 
de la artillería inglesa, 
con vivacidad pueril 
se arrojan todos por tierra, 
repitiendo muchas veces 
esta misma dilijencia 
con tanta felicidad, 
con tal primor y destreza 
que ninguno pereció, 
nadie hubo que herido fuera, 
en lo que alabar debemos 
la divina providencia. 22 

Mas de dos horas duró 
el combate y dura guerra, 
sin que ventaja se note 
de España ó de Inglaterra. v 
•Todos embisten con furia: 
todos matan y pelean: 
nadie cede, nadie huye, 
cada uno vencer intenta. 

En la fuerza del combate 
y vigor de la pelea 
un duro plomo incendiado 
que despide una arma inglesa, 
se dirije á Pueyrredon, 
su noble pecho atraviesa, 
y de su caballo al pié 
cae tendido por la tierra, 
víctima de nuestra patria 
y lealtad la mas sincera. 23 
Otra bala de metralla 
atrevida rompe y quiebra 
del jeneroso Fantin 
en el combate una pierna, 
de cuyo adverso fracaso 
la horrorosa parca fiera 
los laurelesjle arrebata 
que su valor mereciera. 24 
El fuerte Alvarez Bragaña 
de inmortal gloria y braveza, 


cuanto mas fogoso avanza, 
cuanto mas vivo pelea, 
es herido de cruel plomo 
desde un alto, ó azotea, 
que le abre sangrienta herida, 
y le hace astillas la pierna, 
de cuyo lance fatal 
el alma á su Dios entrega, 
dejando en su patriotismo 
relijion, y fé sincera 
ejemplos de imitación 
y á su familia nobleza. 25 
El valiente castellano 
por nombre Tomas Valencia 26 
entra con brio al combate, 
con valor y jentileza, 
sin que le amedrente el fuego 
ni le asusten bayonetas: 
embiste, avanza sin miedo, . 
los peligros atropella; 
pero cuando mas fogoso 
persigue la jente inglesa 
un rayo volante viene, 
le hiere, y rompe una pierna, 
y de su resulta pasa 
para la celeste esfera 
dejando de su lealtad 
y valor la mejor prueba. 

Otros varios esforzados 
dignos de memoria eterna 
por la relijion y el rei 
en esta sangrienta guerra 
gloriosamente murieron, 
para reinar en la esfera 
con coronas de laureles 
en azul campo de estrellas. 27 
Entre tanto indecisa, 
y dudosa la acción queda, 
hasta que el famoso Chain, 28 
lleno de ardor y braveza 
resuelve avanzar con brio 
hasta la real fortaleza, 
si la tropa de marina 
guarda su espalda en reserva; 

• 24 



se le asegura este auxilio, 
y entonces con Iijereza 
hasta la gran plaza avanza, 
donde Balbin se le agrega: 29 
Embisten con valentía 
con su jente brava y fiera. 

Ya se acobarda el ingles, 
ya desmaya, ya flaquea, 
ya vuelve la espalda y huye 
á ganar la fortaleza; 
nuestra jente los persigue 
llena de ardor y braveza 
y entonces pone su jefe 
parlamentaria bandera; 
pero nuestro jeneral 
por su ayudante le ordena, 
que se rinda á discreción 
de la española franqueza, 
si esperimentar no quiere 
todo el rigor de la guerra. 30 
En lance tan apurado, 
y situación tan estrecha 
el pabellón. español 
enarbola á vista nuestra. 

¡O Soberano Señor, 

Majestad de cielo y tierra, 

¿que labio podrá esplicar, 
ni que brillante elocuencia 
los gritos y aclamaciones 
al ver tan gloriosa seña! 

Unos se esplican con voces 
otros con lágrimas tiernas. 

Ya se dan los parabienes - 
del éxito de la empresa; 
se abrazan sin conocerse 
las jentes de gozo llenas. 

Las campanas todas juntas 
de conventos y de iglesias 
en repiques mui alegres 
la ilustre victoria espresan. 
Todos alaban á Dios, 
y á la Virjen madre nuestra, 
al verse ya libres de 
la dominación inglesa, 


- 88 - 

mucho mas considerando, 
por circunstancias mui ciertas 
,que ha sido favor del cielo 
una gloria tan completa, 
por la cual debemos todos 
con devoción la mas tierna 
tributar á Dios las gracias 
con alabanzas eternas. 21 
El brillante ilustre cuerpo 
que de la Union nombre lleva, 
cuyos comandantes son 
los fuertes á toda prueba 
D. Felipe Sentenach 
y D. J Forneguera 
y su sarjento mayor 
el D. Tomas de Valencia 
es el primero que logra 
enarbolar su bandera 
en la gran plaza que estaba 
de ingleses toda cubierta 
abriéndose con la espada 
cañones y bayonetas 
por entre el fuego y las balas 
camino y segura senda 
al templo de inmortal gloria 
que su valor les presenta. 

Y vos, ó gran Carlos Cuarto, 
dueño y Señor de esta tierra, 
recibid los corazones, 
que con amor os presentan 
estos humildes vasallos 
que tan distante os veneran. 

No queremos otro rei, 
mas corona que la vuestra. 

Viva España en nuestros pechos; 
nuestra lealtad nunca muera. 

Y vos, ilustre ciudad, 
ciudad fiel á toda prueba 
recibid los parabienes, 
dé todos la enhorabuena. 

Pido al Señor que gloriosa 
felicidad os conceda, 
y que la paz y concordia . 
sea en vuestro suelo perpetua. 



- 89 - 


Finalmente, ó compatriotas, 
sombras de gloria perpetua, 
cuya lealtad y valor 
no sabe esplicar mi lengua, 
dignos de mejor elojio, 
y de mas alta elocuencia, 
Recibid de nuestro afecto 
y gratitud mas sincera 
la voluntad que os consagra 
quien os ama, y os desea 
por los siglos de los, siglos 
la felicidad eterna. 


NOTAS DEL CANTO ANTERIOR. 

1 El dia 27 de junio de 1806 
fué sorprendida y tomada la pla- 

. za de Buenos Aires por el mayor 
jeneral ingles Guillermo Carr 
Berresford con 2,000 ingleses, y 
sin pérdida alguna de nuestra 
parte, á escepcion de uno que fué 
muerto á manos de los nuestros 
por equivocación. 

2 Estando el Sr. D. Santia- 
go de Liniers y Bremont, caba- 
llero del Orden de San Juan de 
Malta, y capitán de navio de la 
real armada haciendo oración en 
ía santa iglesia Catedral delante 
del altar del Sagrario, como con- 
gregante de la real congregación 
del alumbrado, vio que uno de los 
curas estrajo del tabernáculo el 
Santísimo Sacramento para un 
enfermo, y que lo llevaba oculto 
y cubierto, según lo había orde- 
nado el limo. Sr. Obispo, desde 
que los ingleses se apoderaron de 
la ciudad, para evitar escandalo- 
sas irreverencias, que debían te- 
merse justamente de semejante 


jente, se penetró su relijioso co- 
razón de ternura y devoción; 
acompañó á Su Majestad Sacra- 
mentada, y habiéndole dicho el 
cura al enfermo, que aquel divino 
Señor venía así encubierto por las 
presentes circunstancias, pero que 
era el mismo que siempre, y que 
algún dia querría el mismo Señor 
librarnos de la presente opresión, 
para salir como antes descubierto 
á la vista de su devoto pueblo, fué 
tan ardiente la llama de devoción 
que se escitó en su alma, y tan 
fuerte el ímpetu de su amor á 
Dios, que allí mismo le ofreció 
trabajar cuanto le fuese posible, 
para verificar la reconquista de 
esta capital. Practicó en Buenos 
Aires las oportunas dilijencias 
para el efecto, y retirándose <*al 
convento de padres Recoletos de 
San Francisco, confesó y comul- 
gó sacramentalmente, y con tan 
cristiana disposición se embarcó 
por el puerto de las Conchas pa- 
ra la otra banda del Rio de ía 
Plata, desde donde se dirijió á 
Montevideo, para tratar con el 
gobernador de aquella plaza el 
meditado proyecto. 

3 Luego que el Sr. D. Pas- 
cual Ruiz Huidobro, brigadier de 
la real armada, y gobernador de 
la plaza de Montevideo, supo la 
pérdida de la capital de Buenos , 
Aires, concibió lagloriosa idea de 
su pronta reconquista, para cuyo 
efecto espidió la proclama si- 
guiente: “D. Pascual Ruiz Hui- 
dobro &a. El desgraciado suce- 
so de la tomadle la populosa ciu- 
dad de Buenos Aires por las ar- 
mas de la Gran Bretaña, ha pe- 



netrarlo mi corazón en lo mas vi- 
vo, y ha inspirado en el momento 
de tan amarga noticia la idea de 
libertar á sus honrados y leales 
habitantes del yugo, á que se ven 
sujetos por un acaso inesperado; 
pero esta resolución no me ha si- 
do posible ponerla en ejecución 
tan pronto como quise, por dos 
* fundamentos solidísimos. El pri- 
mero, porque desde el primer avi- 
so que llegó á mis oídos, siguie- 
ron mas de ocho dias, sin haber 
podido adquirir otro que lo con- 
firmase, habiéndose de tal mane- 
ra interrumpido la comunicación 
entre una y otra ciudad, que pa- 
recía que Buenos Aires no exis- 
tía á la corta inmediación que se 
hallaba de esta, efecto de la ma- 
licia, con que los enemigos hicie- 
ron correr la voz de que sus ar- 
mas habian triunfado también en 
esta parte. El otro fundamento 
era no hallarme con circunstan- 
ciados datos del número y calidad 
de las tropas enemigas; pero ya 
no reina esta incertidumbre, y sé 
radicalmente que no esceden de 
1,500 hombres, entre ellos mari- 
neros, no todos ingleses, sinq tam- 
bién mezclados con otros de di- 
versas naciones, que su calidad es 
despreciable, y los contínúos y fa- 
tigados ejercicios, que hacen ar- 
guirnoser sus tropasbiendiscipli- 
nadas. A vista de estos conoci- 
mientos irrefragables se irritará el 
mas vivo patriotismo, y el español 
mas egoísta se entusiasmará, y 
llenará de indignación al contem- 
plar que un ejército tan reducido, 
y de circunstancias tan inferiores 
haya sido tan feliz, sojuzgando una 


- 90 - 

ciudad de mas de 60,000 habitan- 
tantes con una multitud de fieles 
y honradísimos vasallos capaces 
de exaltar su enerjía en defensa de 
ella, desús particulares intereses 
y de su rei que baste para anona- 
dar á un ejército formal y. nume- 
roso, cuanto mas á un puñado de 
hombres como el referido. Desde 
luego no permitiré, que estos go- 
cen mas tiempo de las delicias, y 
comodidades que les está brindan- 
do ese territorio feliz, ni que si- 
gan mas adelante disfrutando de 
la gloria de su atrevimiento, y me 
dispongo á eludirles sus ideas de 
posesión y dominio, atacándolos 
con fuerzas de mar y tierra que 
pronto partirán de esta ciudad, 
compuestas de voluntarios esfor- 
zados y aguerridos, y la mayor 
parte de buenas tropas veteranas 
que manifiestan en sus discursos 
la emulación con que se han de 
portar en defensa de la patria ofen- 
dida, me lisonjeo que mi espedi- 
cion tendrá el éxito que me pro- 
meto. Mas para hacerla comple- 
ta espero que todos los habitan- 
tes de esta partq meridional que 
amantes de la mejor suerte de su 
país, y del amor y leal vasallaje á 
su lejitimo soberano, y quieran 
contribuir con sus personas á esta 
empresa gloriosa, se unan al sujeto 
que les presente este manifiesto, y 
con las armas que tuvieren, ó sin 
ellas ocurran al paraje que les 
conduzca en el cual me hallarán 
en persona sino me lo impidieren 
mis dolencias con las tropas vo- 
luntarias y artillería, que se han 
de encaminar á la capital, ó lu- 
gar en que se encuentren los ene- 



- 91 - 


migos. Por tanto exorto á esos 
habitantes honrados y valerosos, 
á las justicias, y jueces militares, 
políticos y eclesiásticos, á los pre- 
lados y demas que ejerciten el 
fiel vasallaje en tan oportuna oca- 
sión, encaminándose los unos á 
los puntos que se les designen, y 
empleando los otros sus esfuer- 
zos, ausilios y discursos para ani- 
mar á todos sus súbditos y feli- 
greses á que asista cada uno del 
modo que fuese posible á fortifi- 
car mi pensamiento, que tiene por 
móviles el mejor servicio del rei, 
la conservación de sus derechos, 
y la felicidad de estos dominios, 
que se hallan á peligro de verse 
bajo el imperio de una nación 
opuesta á ellos en carácter, idio- 
ma, y principios relijiosos; de una 
nación cuya perversa política la 
hace el odio de aquella, que aun 
que valerosa en la guerra, solo 
arna la paz, que es la verdadera 
felicidad de todos los pueblos. 
Montevideo, 18 de julio de 1806. 
Pascual Ruiz Huydobro.” 

Cuando llegó á la ciudad de 
Montevideo el Sr. Liniers, en- 
contró allí ya una espedicion or- 
ganizada, y casi pronta para salir 
al mando del Sr. gobernador de 
aquella plaza; pero habiendo este 
señor recibido carta de un confi- 
dente de Buenos Aires en que le 
aseguraba que los ingleses en bre- 
ve atacarían aquella plaza, voz 
que sin duda hicieron valer los 
enemigos para estorbarnos el so- 

[a] Suprimimos aquí este oficio, porque 
ya queda rejistrado en el parte de Li- 
niers. Igualmente, y por la misma razón, 
suprimiremos mas adelante el trozo de 


corro, se vió precisado á encargar 
el mando de esta espedicion al 
Sr. D. Santiago (Je Liniers con 
la siguiente orden: (a) 

4 El dia 23 de julio salió el 
ejército reconquistador de la ciu- 
dad de Montevido, compuesto de 
la tropa siguiente: primeramente 
una compañía de granaderos del 
regimiento de infantería de Bue- 
nos Aires, compuesta de sesenta 

y seis hombres 66. 

Del tejimiento de drago- 
nes de Buenos Aires . . 227 
La compañía primera de 
voluntarios de Montevi- 
deo su capitán D. Jua- 
quin Chopitea, compues- 
ta de 62 

La segunda de id. su ca- 
pitán D. Juan Balbin 
de Ballejo, compuesta 

' 96 plazas 96 

La compañia de miñones, 
compuesta de 146 pla- 
zas 146 

Artillería ciento 100 

La marina española, de la 
cual no toda sirvió en la 
reconquista, porque mu- 
cha se quedó en los bar- 
cos para su cuidado . . 500 
La marina Francesa de 
Monsieur Mordell. ... 73 


1270. 

Se agregó á este peque- 
ño ejército la compa- 
“ ñia de voluntarios de 

ese parte de Liniers, que el autor copia 
en su nota 4 a ; así como la intimación 
enviada á Berresford, con la respuesta 
de este.que copia en la 11.** {N, de lu R.) 




la Colonia del Sacra- 
mento, compuesta de 
130 individuos, su ca- 
pitán D.BenitoChain. 130 

Total.... 1400 

Los subtenientes del batallón 
de voluntarios de Montevideo D. 
Jaime Illa, D. Jerónimo Ollonie- 
go y D. Victorio García de Zú- 
niga, vinieron á la reconquista sin 
corresponderle por turno, entera- 
mente voluntarios: debe igual- 
mente advertirse para honor de 
esta capital, que casi todos los 
oficiales de los rejimientos de in- 
fantería y dragones que vinieron 
de Montevideo al fin referido, eran 
ó naturales, ó vecinos de esta ciu- 
dad, de los cuales han muerto al- 
gunos en el asalto de la plaza de 
Montevideo, y otros han sido gra- 
vemente heridos. 

Para instruirse en la derrota y 
viaje de nuestro pequeño ejército 
lease el parte que el mismo Sr. 
Liniers dá al Exmo. Sr. Principe 
de la Paz, y es como sigue 

5. Conchas es unpuebloy puer- 
to al N. O. de la ciudad de Bue- 
nos Aires, y á 6 leguas de distan- 
cia poco mas ó menos. 

6. San Isidro es un pueblo si- 
tuado en la misma costa del Rio 
de la Plata, que dista dos leguas 
cortas de las Conchas. Este lu- 
gar estaba lleno de familias de la 
capital, donde se habían retirado, 
huyendo la cercanía de los ingle- 
ses, y tanto estas, como las fami- 
lias del mismo pueblo se esmera- 
ron en obsequiar á todo el ejér- 
cito. 



7. Llamase campo de Perdriel 
por una hacienda, ó casa de cam- 
po, cuyo antiguo dueño fue un 
vecino de esta capital, de nación 
francés, que tenia por apellido 
Perdriel. En este campo se dio 
la famosa batalla, que será para 
siempre un borron y afrenta para 
los ingleses, al mismo tiempo que 
un padrón de perpetua gloria pa- 
ra los españoles. Cuarenta y nue- 
ve de los nuestros solamente pe- 
learon con fusiles, porque no ha- 
bía mas arma de fuego, y dos ca- 
ñoncitos sin cureñas. D. Juan 
Martin de Pueyrredon, natural 
de esta capital, en medio del fue- 
go de los enemigos con algunos 
de los suyos quitó un carro de 
municiones á los ingleses. Mani- 
festaron en esta acción su valor, 
y amor al soberano, entre otros 
muchos D. Juan Andrés, y D. 
José Pueyrredon, hermanos de 
D. Juan Martin Pueyrredon. D. 
Juan de Orma, vecino de esta 
capital, D. Antonio José Tejo, 
natural de esta ciudad, y á quien 
por su distinguido valor el Cabil- 
do de esta ciudad le ha dado una 
medalla de oro, y D. Pedro An- 
soategui, vizcaíno. El mismo pre- 
mio de la medalla de oro ha dado 
el M. I. C. á D. Martin y á D. 
Juan Pablo Rodríguez, naturales 
de esta capital. Es constante que 
si los blandengues hubieran en- 
trado en función, acaban con los 
ingleses; pero se retiraron en or- 
den, antes que el enemigo llegase 
porque su comandante dijo, °que 
no estaban en actitud de defensa, 
y que era esponer el fin y objeto 
para que se habían allí reunido 


- 93 - 


que era para agregarse al ejército 
que por momentos se esperaba 
ele Montevideo. 

8. Los dias 5 y 6 de agosto, 
sufrió el ejército en el pueblo de 
S. Isidro una tempestad desecha 
de agua y viento, que llaman en 
el país suestada, y con ella se fue- 
ron á pique cinco cañoneras in- 
glesas, que en otra situación nos 
hubieran hecho mucho daño. 

9. Llamase chacarita á una ha- 
cienda, ó casa de campo, que á 
legua y media de la capital tienen 
los Colejiales del Real Colejio de 
S. Carlos, en donde se habían re- 
fugiado muchas familias de la ciu- 
dad, todas las que se esmeraron 
en servir y obsequiar á sus liber- 
tadores. 

10. Tropa de blandengues se 
llama en el país un cuerpo vetera- 
no de soldados de ca^ a H® r ^ a » com ” 
puesto de naturales de j a provin- 
cía, y destinado al servicio de j os 
fuertes de das fronteras d e I a j u ' 
risdiccion de la capital, pa ra con " 
tener las irrupciones y asal tos ( ^ e 
los indios bárbaros, que en o tl ’ os 
tiempos eran mui frecuentes, con 
indecible daño de nuestras pobla- 
ciones y haciendas. Se agregaron 
500 de estos soldados al ejército 
que vino de Montevideo, con otras 
muchas gentes cela ciudady cam- 
paña, que llenas de valor y entu- 
siasmo se esponian á morir por la 
relijion y por la patria. 

11. Es un sitio distante de la 
capital poco mas de un cuarto de 
legua, donde están los corrales 
en que se encierra el ganado va- 
cuno, que se mata para el consu- 
mo diario de la ciudad. Llamase 


corrales de Miserere , por una an- 
tigua casa cercana á este lugar, 
cuyo primer dueño tuvo por apodo 
ó sobrenombre Miserere. Aquí 
fué innumerable el pueblo que se 
agregó al ejército. Desde aqui 
dirijió nuestro jeneral Liniers al 
jeneral ingles, por su ayudante de 
campo D. Ilarion de la Quintana, 
la intimación siguiente... 


Pareciéndose al Ayudante del 
Sr. Liniers que le había detenido 
el jeneral inglés mas tiempo del 
señalado sin darle audiencia, re- 
gresó al campamento de nuestro 
ejército. Pero nuestro jeneral qui- 
so usar de mas urbanidad, y volvió 
á mandar a su Ayudante con la in- 
timación de que si trataban de de- 
tenerlo declarase se marchaba; que 
ya no volvería mas, y que se estu- 
vieren á las resultas; no llegó el 
caso, pues al momento lo admitió 
el jeneral enemigo, disculpándose 
que el no haberlo recibido tan 
pronto por la mañana, había sido 
por estar ocupado con e | Sr.Obis- 
po, el Cabildo, y los Cónsules; le 
entregó su contestación que fqé la 
siguiente 

12. Al norte de la ciudad sobre 
la misma costa del rio hai una 
gran plaza que se llama del Reti- 
ro , nombre que trae su orijen de 
una famosa quinta que en este 
.mismo sitio tuvieron los ingleses 
á principios del siglo pasado, cuan, 
do por real concesión tenian en 
esta capital su casa de comerci 0 
con el nombre del Asiento. E n 
esta gran plaza esta el parque d 0 
artillería, que guardaban much 0g 




- 94 - 


soldados ingleses. El din 10 por 
la tarde hizo adelantar el jeneral 
dos obuses con la compañía de 
catalanes á la cabeza, y de escol- 
ta la compañía de granaderos del 
Tejimiento de infantería de Bue- 
nos Aires, la que partió con la 
mayor celeridad seguida de todo 
el ejército al paso de carrera. El 
camino del Miserere al Retiro es 
malísimo entre quintas y albardo- 
nes, y bastantes pantanos, lo que 
hubiera atrasado mucho la mar- 
cha, si una multitud de pueblo no 
se hubiese arrimado á la artillería 
para arrastrarla. Atacaron los 
nuestros á los ingleses del Retiro 
con tanto brio y denuedo, que en 
breve tiempo se apoderaron del 
parque, matándoles de 30 á 35 y 
10 prisioneros. Al ruido del tiro- 
teo acudió al momento el jeneral 
ingles á socorrer sus jentes con 
la artillería á la cabeza de una 
columna de 400 á 500 hombres; 
pero habiendo el comandante de 
nuestra artillería D. Francisco 
Agustini roto el fuego de obús 
sobre ella á metralla, huyeron los 
enemigos quedando muchos muer- 
tos;. Si en* esta ocasión siguen 
nuestras tropas avanzando, se re- 
conquista la plaza sin pérdida de 
un hombre, pero el prudente je- 
neral no se determinó á ello, por 
que ya empezaba á anochecer y 
nuestra jente estaba mui rendida 
por la marcha forzada de aquel, 
dia. 

13. Los nuestros después de 
haber enarbolado el pabellón es- 
pañol en el parque del Retiro con 
jeneral aclamación y alegría, avan- 
zaron sus guardias y centinelas 


hasta cuatro ó cinco cuadras para 
dentro de la ciudad, y los ingle- 
ses con cañones y tropa todas las 
calles de entrada á la plaza prin- 
cipal. Los catalanes se propusie- 
ron quitar todas las guardias y 
centinelas inglesas, y lo consi- 
guieron en todo el dia 11 que fué 
lunes y parte de la mañana del 
martes siguiente, matándoles en 
guerrillas particulares á casi to- 
dos los que estaban empleados en 
guardar las calles, y reduciéndo- 
los al solo recinto de la plaza ma- 
yor, pidieron socorro al jeneral 
para que los sostuviera en el em- 
peño en que se hallaban, y aquel 
determinó entrar á esa hora con 
todo el ejército, como efectiva- 
mente lo verificó á las nueve y 
media poco mas ó menos de la 
mañana, cuya entrada se había 
meditado para el miércoles inme- 
diato, y se adelantó por la causa 
referida. 

14. No es posible espresar el 
valor, entusiasmo, é intrepidez 
con que entró nuestro ejército re- 
conquistador por las calles de la 
ciudad: no parecía que iban á fun- 
ción de guerra, sino á algún fes- 
tín, tal era la alegría, algazara, 
y fiesta con que entraron en ac- 
ción tan pligrosa; defendidas las 
ocho bocas calles de la plaza con 
artillería de grueso calibre y tro- 
pa, eran como otros tantos puen- 
tes que debíamos vencer y alla- 
nar, para lograr una victoria com- 
pleta; pero sin embargo de todas 
estas dificultades que parecen in- 
superables, nuestros invictos hé- 
roes que ya componían el número 
de mas de 4000, atropellaron por 



en medio del fuego y las balas que 
llovían á millares por todas calles 
sin que hubiese lugar seguro de 
ellas casi en toda la ciudad. 

15. El Sr. jcneral entró por la 
calle de la iglesia de Ntra. Sra. 
de Mercedes que vá á la plaza 
mayor, acompañado del coronel 
D. Agustín Pinedo, natural de 
esta ciudad, sarjento mayor del 
Tejimiento de dragones de esta 
provincia. 

16. Por la calle del cabildo que 

vá á la plaza mayor entró el se- 
gundo jeneral D. Juan Gut¡err e z 
de la Concha, capitán de fragata 
de la real armada. 

17. D. Victorio de García y 
Zúniga natural de la ciudad de 
Montevideo, y subteniente del ba- 
tallón de voluntarios de infantería 
de la misma ciudad, iba encarga- 
do de los carros de municiones, 
que sirvió con prontitud y opor- 
tunidad. 

D. Juan Anjel Michilena, te- 
niente de navio de la realjarmada 
y el teniente de fragata D. Cán- 
dido Lasala seguían con la tropa 
de marina del rey por la calle in- 
mediata á la de las Torres; por- 
que considerando el jeneral que 
la flotilla no podría operar, habia 
mandado desembarcar 325 hom- 
bres entre marineros y soldados, 
y que se agregasen al ejército. 

18. D. Prudencio Murguiondo, 
Vizcaíno. 

19. Monsieur Mordell, insigne 
corsario francés, sujeto de espíri- 
tu y valor estraordinario, hizo es- 
te dia prodijios de valor con. sus 
marineros, qurtos habia agrega- 


95 - 

do al ejército; fue muerto en la 
toma' de Montevideo. 

20. D. Juan Balbin y Vallejo, 
capitán de una de las compañías 
del batallón de voluntarios de 
Montevideo. D. Juan de Ellauri, 
teniente de la misma compañía. 

D. Joaquín de Chopitea, capitán 
de granaderos del mismo batallón:, 
los comandantes de caballería D. 
Pedro Nuñez y D. Lucas Vivas, 
ambos naturales de Buenas Ai- 
res. D. Diego Alvarez de Braga- 
n jb asturiano, vecino de esta ca- 
pital. El tementecoro ne lD. Agus- 
tín de Arenas, vecino de es t a c * u " 
dad, y capitán del Tejimiento de 
dragones de la provincia. D. Ra- 
fael Buferull, capitán de la com- 
pañía de migueletes ó miñones, 
que vino de Montevideo. ^D.jJosé 
Grau, teniente de la misma com- 
pañía. D. Cristóbal Salvañac, te- 
niente de la compañía de D. Juan 
Balbin, de voluntarios de Monte- 
video. D. Juan Mendez, subte- 
niente de la compañía de D. Joa- 
quín Chopitea, y Don Teutonio 
Mendez, su hermano, subteniente 
de la compañía de D. Juan Bal- 
bin. D. Jaime Ferrer, teniente 
del batallón de voluntarios de 
Montevideo: el licenciado D. Pe- 
dro Somellera, natural de Buenos 
Aires, quien en esta ocasión trocó 
la pluma por la espada. D. Juan 
Bautista Fantin, alférez del im- 
perio francés, y edecán del Sr. 
jeneral. D. Miguel Irigoyen, na- 
tural de Buenos Aires, caballero 
del Orden de Calatrava, y tenien- 
te del Tejimiento de dragonas de 
la provincia. D. Ramón Pazos, 

natural del reino de Galicia: alio- j 

26 



- 9 6 - 


ra sigue sirviendo de ayudante del 
segundo jeneral. D. Juan José 
Viamont, natural de Buenos Ai- 
res, teniente del Tejimiento de in- 
fantería de la provincia. D. José 
Santiago Zamudio, natural del 
reino de Chile, capitán de mili- 
cias. D. Benito Correa, alférez de 
navio de la real armada. D. José 
de Córdoba, teniente de fragata. 
D. Joaquín Toledo, alférez de 
navio. D. Joaquin lluiz, teniente 
de navio. D. José Miranda, alfé- 
rez de navio. D. Federico la Cos 
alférez de fragata. D. Manuel de 
. la Iglesia, alférez de navio de la 
real armada: otros muchos oficia- 
les y sujetos de distinguido valor 
y mérito, entraron en este glorio- 
so ataque, y tuvieron mucha par- 
te en el triunfo; pero como no es 
posible nombrarlos á todos, dis- 
pensarán esta omisión. Agustín 
Sousa, capitán de pardos volun- 
tarios, es un sujeto digno de ma- 
yor elojio por su patriotismo y 
amor al soberano. Peleó en la 
reconquista de esta capital con 
singular valor, y habiéndose inu- 
tilizado su carabina por la casua- 
lidad referida, tomó el fusil de uno 
de loa soldados heridos, con que 
- prosiguió peleando. Pasó al so- 
corro de ía plaza de Montevideo 
volunta'rio, con su hijoúnicoy un 
esclavo; y después a la espedicion 
de la ciudad de la Colonia del 
Sacramento, donde fué herido le- 
vemente. 

21. Manúela llamada la tucu- 
manesa, por el suelo de su naci- 
miento, mujer de un cabo de 
asamblea, combatió este dia al 
lado de su marido, y mató un in- 


gles, cuyo fusil presentó al je- 
neral. 

22. Toda esta ciudad, y los 
mismos ingleses, son testigos ocu- 
lares de este prodijioso hecho: los 
niños desde 10 á 15 años en nú- 
mero considerable se congregaron 
el dia de la reconquista de esta 
plaza, é hicieron los mas impor- 
tantes servicios; unos arrastrando 
los trenes de artillería; otros acar- 
reaban en sus ponchos los cartu- 
chos de metralla para los caño- 
nes, servicio en aquella ocasión 
sumamente útil y necesario, por- 
que de otra manera hubiera sido 
imposible atender á tantos dife- 
rentes puntos á un mismo tiempo; 
otros finalmente, servían de espias 
para observar los movimientos del 
enemigo, y avisar á los nuestros. 
Hubo niño que faltando tacos, 
rompió su poncho, y lo hizo ser- 
vir al efecto; otro que habiendo 
caído herido el artillero que ma- 
nejaba el cañón, tomó con impa- 
videz la mecha, y le dió fuego. 
Llovian las balas y metralla por 
todas partes, y los valientes mu- 
chachos en medio de tan eviden- 
tes peligros sin acobardarse, se 
mantuvieron voceando y claman- 
do: viva España, viva España. 
Es común parecer de los mas in- 
telijentes,que esta continuada vo- 
cinglería y bulla de los mucha- 
chos, acobardó mucho á los in- 
gleses, y les hizo caer de ánimo. 

23. 'D. Rafael Pueyrredon, na- 
tural de la ciudad de Cádiz, fué 
muerto al entrar en la plaza con 
una bala que le atravesó el pe- 
cho, dejando mucho que admirar 
en su valor, y mucho que imitar 


- 97 - 


en su relijion y patriotismo. 

24f. El alférez del imperio fran- 
cés D. Bautista Fantin, se halla- 
ba mui mejorado de la rotura de 
su pierna, cuando el dia menos 
pensado le sobrevino una violenta 
convulsión, de la que á pocos dias 
murió, quedando á esta ciudad el 
sentimiento de haber perdido un 
sujeto de tanto mérito y valor. 

25. D. Diego Alvarez Braga- 
fia, natura! del Principado de 
Austrias, y vecino de la capital 
de Buenos Aires, es un sujeto, de 
quien no se puede hablar sin ad- 
miración y ternura; tomó con tan- 
to ardor y empeño el negocio de 
la reconquista de la capital, que 
sin embargo de su débil salud y 
grueso caudal, salió á la campaña 
con el designio de facilitar todos 
los medios al fin meditado. Su 
firma era la que servia de , letra 
abierta para todos los gastos ne- 
cesarios, y su intrepidez y valor 
de ejemplo á los mas indiferentes. 
No perdonó fatiga, peligro, ni tra- 
bajo alguno por libertar esta ca- 
pital del yugo Británico; fiel imi- 
tador de su ilustre paisano Bus- 
tos, en la reconquista de Manila, 
por los años de 1763. Después de 
muchos padecimientos y gastos 
sufridos á este fin, entró en la re- 
conquista el dia 12 de Agosto, en 
cuya función le rompieron una 
pierna, y habiéndole sobrevenido 
convulsión, murió, dejando á toda 
la ciudad el indecible sentimiento 
de haber perdido un vecino digno 
de mejor suerte: su entierro mas 
parecía triunfo que pompa fúne- 
bre: asi deben ser honrados los 
buenos vasallos y patriotas. La 


ciudad ha hecho un donativo á su 
viuda é hijos, aunque no lo riece-' 
sitan, y les ha señalado pensión. 

26. D. Tomas Valencia, cas- 
tellano, vecino de la capital de 
Buenos Aires, después de haber 
trabajado mucho, esponiendo no 
pocas veces su vida en el negocio 
de la reconquista, entró en ella el 
12 de Agosto, y una bala le rom- 
pió una pierna, y hallándose ya 
casi bueno, le sobrevino convul- 
sión, de la que murió, con senti- 
miento jeneral de toda la ciudad, 
que le admiró tan buen patriota, 
como soldado. 

27. De los nuestros murieron 
en la reconquista de la capital, 
cerca de 200, los mas no en el 
acto de la batalla, sino de resultas 
de las heridas, y no porque todas 
fuesen mortales, sino por las cir- 
cunstancias. Era tiempo de in- 
vierno, venían mojados del cami- 
no, y no se les pudo atender has- 
ta después de tres ó cuatro horas 
de heridos y desangrados. 

28. Dueños todavia los enemi- 
gos de la plaza, nadie se atrevia 
á avanzar, porque era mucho y 
continuo el fuego y metralla que 
despedían sus cañones, hasta que 
D. Benito Chain, natural del rei- 
no de Galicia, capitán de los vo- 
luntarios de la Colonia, dijo al 
segundo jeneral, que si la tropa 
de marina le guardaba la reta- 
guardia, él avanzaría al enemigo. 
Asegurado de este ausilio, avanzó 
con su compañía por entro el fue- 
go y las balas que llovían, de las 
cuales una le rompió la espada 
que llevaba en la mano, y en pre- 
mio de su valor le ha regalado el 


■f 


- 98 - 


cabildo de Buenos Aires un sable 
con puño y guarnición de oro, 
perfectamente trabajado. 

^ 29. Luego que Chain entró ya 
en la plaza, se le agregó el capi- 
tán D. Juan Balbin con su com- 
pañía de voluntarios de Montevi- 
deo, y detrás la tropa de la real 
marina, á cuyo impulso y fuerza 
no pudiendo ya resistir el ingles, 
huyó á meterse en la real fortale- 
za, hasta donde le persiguió con 
suma intrepidez nuestra jente. 

30. Enciérrase en la fortaleza 
el jeneral ingles, huyendo nuestro 
fuego, y pone bandera parlamen- 
taria; no se le admite mas parla- 
mento, ni mas condiciones, que 
rendirse á discreción. Rindióse 
finalmente el ingles á discreción; 
pero nuestro jeneral por política, 
concedió al enemigo los honores 
de la guerra; y efectivamente, ha- 
biendo hecho formar la tropa en 
ala, salieron los ingleses del fuer- 
te con sus armas tocando marcha, 
y las depositaron á la cabeza de 
nuestro ejército en número de 
1200, habiendo perdido en la ac- 
ción 412 hombres, y 5 oficiales 
entre muertos y heridos. Era ob- 
jeto verdaderamente raro y singu- 
lar ver pasar la tropa inglesa, 
compuesta de soldados y oficiales 
mui aseados, por entre filas de los 
nuestros, negros, sucios, descal- 
zos y emponchados. El fuerte te- 
nia 35 cañones montados, 4 mor- 
teros. Los fusiles que les quita- 


mos son 1600. Ademas le toma- 
mos 26 cañones, 4 obuses, y las 
banderas del celebre rejimiento 
núm. 71, las mismas que el Sr. 
jeneral dio á Ntra. Sra. del Ro- 
sario, á quien las tenia votadas. 

31. El cuerpo de voluntarios 
de la patria, llamado vulgarmente 
de la Union , se distinguió mucho 
en la reconquista. Pelearon con 
valor imponderable, lo que se co- 
noce, porque apenas hubo cuerpo 
en que hubiese mas individuos 

muertos v heridos. Los coman- 

* «/ 

dantes primero y segundo cata- 
lanes, y el sarjento mayor caste- 
llano. 


ADICIONES y correcciones á 
la dedicatoria que el autor del 
romance heroico sobre la recon- 
quista de Buenos Aires hizo al 
M. 1. Cabildo. (*) 

M. I C. Justicia y Rejimiento. 

Ha dado á luz un fiel vasallo 
de S. M. y amante de la patria 
un romance heroico, en que hace 
üna>relacion circunstanciada de 
la gloriosa reconquista de esta 
ciudad, verificada el 12 de Agos- 
to del año próximo pasado, quien 
la dedica y ofrece á V. S. corno 
tan interesado en ella. Luego que 
el tal romance llégó á mis manos 
me dediqué con todo empeño á 
imponerme de su contenido: y 
apenas leí la dedicatoria, no pude 
menos que sorprenderme al ver la 
multitud de errores cronolojicos 


(*) N'> podemos asegurarlo, pero no? 

«6¡8ten motivos especiales para creer que 
este escrito — referente únicamente á he- 
chos históricos antiguos de Buenos Ai- 
res fue obra del Sr. D. José Araujo, 


natural de aquella ciudad, empleado en- 
tonces en el Tribunal de Cuentas, y que 
fué después uno de los entonces llamados 
Oficiales Reales, ó Tesoreros. 

(JV. de la JRA 




. en que ha incurrido su ¡lustrado 
autor, no solo respecto de su fun- 
dación, sino también en orden á 
sus pasadas glorias adquiridas por 
las armas, que tan escasamente 
refiere en un papel que precisa- 
mente se difundirá por toda nues- 
tra América, y apetecerán todas 
las naciones por lo estraordinario 
del suceso que encomia, y que 
acaso no tiene ejemplar en el 
Orbe. 

El citado autor antes de pre- 
sentar á V.S. su romance heroico, 
debió advertir que si no tenia su- 
ficientes noticias para hacer una 
narración completa de las anti- 
guas victorias de esta M. N. ca- 
pital, debió ó no recordarlas, ó 
haberlas reducido todas al silen- 
cio; pero una vez que ya es indis- 
pensable volver por el honor de 
la patria manifestándola série ja- 
mas interrumpida de las gloriosas 
acciones con que en todos tiem- 
pos se ha distinguido, diré á V. S. 
que no son desde el siglo XVII, 
como dice el autor del romance 
en el párrafo 3 de sü dedicatoria, 
cuando principiaron los noblesve- 
cinos de Buenos Aires á manifes- 
tar su espíritu marcial. Desde su 
cuna ya dieron evidentes pruebas 
de su heroísmo y valor, en soste- 
ner esta preciosa alhaja de la ca- 
pital del Rio de la Plata, para 
esmaltar con ella la corona del 
mejor de los monarcas, y enrique- 
cer su erario con ricos tesoros: 
no esperaron á los años de 1680 
para espon-er sus vidas, y derra- 
mar su sangre en defensa de la 
patria: ellos solos, sin el ausilio 
de tropas veteranas, fueron los 


que coronaron sus sienes de lau- 
reles, y se hicieron temer de las 
naciones estranjeras: ellos los que 
han sujetado el orgullo de los bár- 
baros nuestros vecinos: ellos los 
que sin mas trabajo que atravesar 
este rio, rindieron varias veces la 
Colonia del Sacramento; y ellos 
finalmente los que han hecho otros 
importantes servicios al estado, 
como lo manifestaré para honor 
de la patria, y gloria de sus ilus- 
tres descendientes. 

Por los años de 1582 (gober- 
naba Juan de Garay) cuando ape- 
nas contaba dos años de funda- 
ción, ya empezaron los insulares 
de la orgullosa Albion, á mani- 
festar su ambición, y á querer ser 
dueños á poca costa de este fértil 
suelo. Eduardo Fontano, corsa- 
rio ingles, llega á la isla de Martin 
Garcia distante 10 leguas de esta 
capital y no se atreve á efectuar 
el desembarco, sabedor del reci- 
bimiento que le aguardaba. En 
el de 1587 (Alonso de Vera), el 
famoso pirata Tomas Candisch, 
situado en el Brasil, medita y em- 
prende la toma de esta capital. 
El gobernador del Janeiro Sal- 
vador Correa de Sáa, avisa su 
determinación, y se toma la pre- 
caución que hemos visto en nues- 
tros dias de retirar las familias á 
lo interior, y preparados para una 
vigorosa resistencia, Candisch te- 
me, muda de intento, y pasa el 
estrecho de Magallanes. En el de 
1658 (D. Pedro Ruiz Baygorri) 
entraron en este gran rio tres na-' 
vios franceses al mando del jene- 
ral Timoteo de Osmat, conocido 
por el caballero de la hontaine, 

r 27 



- 100 - 


con orden de Luis XIV, de apo- 
derarse de esta ciudad, y apenas 
ponen en ejecución su designio, 
cuando fué hecha presa la capi- 
tana con pérdida del jeneral, y de 
mucha jente, retirándose á Fran- 
cia los dos restantes con no poco 
daño. En el de 1698 (D. Agustín 
de Robles)satisfecho Mr.de Poin- 
tis del saqueo que ejecutó en Car- 
tajena de Indias el año antece- 
dente, se dispuso á hacer lo mis- 
mo en Buenos Aires; pero la viji- 
lancia, actividad y valor de su ve- 
cindario le obligó á mudar de sis- 
tema. En el de 1699 (D. Manuel 
de Prado Maldonado) proyecta- 
ron también los dinamarqueses 
tomar esta ciudad; pero al ver los 
preparativos de defensa de sus va- 
lerosos vecinos, desistieron de la 
empresa; y últimamente en el de 
1720, poco escarmentado el capi- 
tán francés Estevan Moreau con 
habérsele apresado por el inmor- 
tal D. Blas de Leso el navio S. 
Francisco con el cual vino á en- 
tablar el comercio ilicito en esta 
América, se dejó ver hacia Mon- 
tevideo con dos navios, habiendo 
desembarcado parte de su jente 
en Castillos, en donde preténdia 
» poblarse para igual efecto. Noti- 
cioso nuestro gobernador (el Sr. 
D. Bruno de Zabala) del vecino 
tan perjudicial que se le aproxi- 
maba, trató de desalojarlo inme- 
diatamente, comisionando al ca- 
pitán D. Antonio de Pando y Pa- 
tiño, quien con suficientes tropas 
pasó á aquel destino, logrando en 
el corto término de media hora 
no solo derrotarlos, muriendo en 
la acción Mr. Moreau á manos 


del ayudante D. Pedro José de 
Goycoechea. sino también apode- 
rarse de sus ricas mercaderías. 

Pero aun cuando los hechos re- 
feridos no fuesen suficientes para 
acreditar la lealtad á sus sobera- 
nos, y la enerjía en defender sus 
derechos, cuyas virtudes en todos 
tiempos han sido características 
de Buenos Aires, merece sin du- 
da particular consideración la he- 
roica repulsa que á principios del 
siglo pasado (Don Francisco de 
Cespedes) sufrió una escuadra ho- 
landesa, que como aliada del ar- 
chiduque Carlos, y bajo el pre- 
testo de promover sus derechos 
entró en este rio; y aunque en sus 
playas arrojó multitud de papelo- 
nes seductivos á favor de aquel 
principe, no sacaron otro fruto 
sus insidiosas tentativas, que el 
desengaño de ser incontrastables 
la fidelidad y el valor de sus ha- 
bitantes, á pesar de la astucia con 
que se le alegaba el reconocimien- 
to á aquel principe de la mayor 
parte de la monarquía. 

Estos sobresalientes y distin- 
guidos servicios dieron mérito á 
que el Sr. D. Felipe IV manifes- 
tase en real cédula de 5 de julio 
de 1661 , ser Buenos Jlires la, pía - 
z a que en todas ocasiones han 
principalmente apetecido los es- 
tranjeros , y á que el S. D. Feli- 
pe V. la condecorase con él título 
de M. N. y M. L. en otra de 5 
de Octubre de 1716; cuyas bri- 
llantes acciones son las mismas 
que el autor del romance históri- 
co ha pasado en silencio en su de- 
dicatoria, contentándose solamen- 
te con referirnos las que desde el 



- 101 - 


año de 1680 se hicieron contra 
los portugueses, sobre las que na- 
da tengo que decir por hallarse 
conformes con la historia: sola- 
mente añadiré que en el año de 
1714 trataron los portugueses de 
hacerse dueños del territorio de 
Montevideo para poblarlo, á cuyo 
desalojo pasó el gobernador (el 
mismo Sr. Zabala) con tropas de 
este vecindario á ejecutarlo, como 
lo ejecutó- felizmente: resultando 
de ello la fundación de la ciudad 
de San Felipe y Santiago por or- 
den de S. M. 

Otro error de no menos consi- 
deración comete el autor del ro- 
mance heroico en orden á la fun- 
dación de esta mui noble ciudad. 
En la pajina 7 de la dedicatoria 
asegura, que el año de 1535 la 
fundó D. Pedro Mendoza, y que 
destruida por los indios la restau- 
ró segunda vez Baca de Castro, 
gobernador del Perú, y que te- 
niendo igual suerte, la volvió á 
restaurar D. Juan Ortizde Zara- 
te. Esta esposicion es intolerable, 
pues aunque no hubieran llegado 
á manos del enunciado autor la 
Arjentina de Rui-Diaz, las obras 
de los PP. Lozano, Guevara, 
Pastor, y Charlevoix, en las que 
pudo beber como en una fuente 
clara abundantes noticias sobre 
esta materia, aun no hace cinco 
años que por disposición del Sr. 
contador mayor de este tribunal 
de cuentas D. Diego de la Vega, 
entonces visitador jeneral de real 
hacienda, se dió á luz la Guia de 
Forasteros de este vireinato (en 
1803) en donde con datos positi- 
vos se refieren las épocas de la- 


fundación de esta capital y sus 
fundadores; pero una vez que se 
manifiesta dicho autor peregrino 
en su propia patria, será necesa- 
rio desvanecerlo de esta incursión 
cronolojica, recurriendo para ello 
á la que sobre el particular nos 
refieren los autores citados. 

Convengo desde luego en que 
D. Pedro Mendoza fundó esta 
ciudad en el año de 1535, y que 
los duerandis y los Yaros (el au- 
tor dice Jarres: no hubo tal na- 
ción de indios), acabaron con su 
pequeña población; pero no en 
que la restaurase segunda vez el 
licenciadoBaca deCastro en 1542. 
No sé de donde puede haber sa- 
cado el autordel romance heroico 
semejante noticia, pues en el año 
que cita, sehallaba este majistra- 
do en Lima de gobernador de 
aquel reino, y estoi mui seguro 
de que no pondrá de manifiesto 
autoridad alguna que lo comprue- 
be. Lo primero, porque el licen- 
ciado Baca jamas vino á estas- 
provincias, pues en Lima fué pre- 
so por el virey Blasco NuñezVela, 
su sucesor en 1544, de donde sa- 
lió fujitivo para Panamá, y de allí 
se dirijió á España (Garcilaso en 
sus Comentarios Reales del Pe- 
rú, lib. 4. cap. 5. 21 y 23): y lo 
segundo, porque ni los celebres 
escritores de nuestra conquista 
hacen mención alguna de seme- 
jante fundación: tal vez equivocó 
los apellidos de Cabeza de Baca, 
por Baca de Castro, pues según 
refiere el padre Lozano, en su 
conquista del Paraguay lib. 6. 
cap. 8, salió este adelantado de 
San Lucas de Barrameda el 2 de 





- 102 - 


Novicmbre^e 1540 en virtud de 
capitulaciones, fechas en 18 de 
Marzo del mismo año, y habien- 
do arribado á la isla de Sta. Ca- 
talina tuvo allí noticias ciertas de 
las turbulencias que reinaban en 
este pais, y atendiendo á la con- 
servación del ganado vacuno que 
conducía, tuvo por mas acertado 
emprender el estraño viaje de 
dirijirse desde la referida isla á la 
ciudad de la Asunción, en donde 
fué procesado por los partidarios 
del astuto Irala, y renlitido preso 
á España, habiendo antes de es- 
perimentar estos reveses de la 
fortuna, proyectado esta funda- 
ción que no tuvo efecto. Luego 
si este adelantado corrió tan tris- 
te suerte, y jamás puso los pies 
en este suelo, es evidentemente 
claro que tampoco pudo fundar ó 
restaurar esta ciudad, aun cuan- 
do se le quiera conceder la equi- 
vocación de apellidos al autor del 
romance heroico. 

El decir que tercera vez la vol- 
vió á restaurar de orden del Sr. 
D. Felipe II, D. Juan Ortiz de 
Záfate, es otro error de tanta ó 
mas consideración que los ante- 
cedentes, pues priva de esta glo- 
ria álos ilustres descendientes del 
inmortal Juan de Garay, existen- 
tes unos en la ciudad de Córdoba 
del Tucuman, y otros en lo inte- 

(a) Sus nombres son los siguientes: 
Luis Gaytan. Pedro Abalos, Domingo de 
Isala, Miguel López Madera, Miguel Gó- 
mez, Jerónimo Perez, Juan Basualdo, 
Diego de Barrieta, Víctor Casco, Ped^o 
LuÍ9. Pedro Fernandez, Pedro Franco, 
Alonso Gómez, Esteban Alegre, Pedro 
de Isarra, Pedro Fernandez de Zarate, 
Baltazar de Carbnjal, Antonio Bcrmu- 


rior de este reino; y aunque los 
hay en estas campañas del ade- 
lantado Ortiz de Zarate, es nece- 
sario dar á cada uno lo que es 
suyo. Es verdad que este adelan- 
tado celebró el último asiento pa- 
ra esta conquista y fundación con 
dicho Sr. D. Felipe II, en 12 de 
Julio de 1589, (el mismo padre 
Lozano lib. 20, cap. 6, núm. 23) 
y partiendo de S. Lucar el 17 de 
Octubre de 1572 llegó al Para- 
guay, después de un largo y pe- 
noso viaje á fines de574en donde 
falleció el siguiente de 1575 de 
resultas de un tosigo, dejando por 
herederos á sus hijos D. Rodri- 
go, y Da. Juana Ortiz de Zarate, 
y á su yerno D. Gonzalo Martel 
de Guzman; y por albacea3 á los 
capitanes Juan de Garay, y Mar- 
tin Duré, y poniéndose el prime- 
ro inmediatamente en camino pa- 
ra Charcas; negoció allí el casa- 
miento para dicha señora con el 
licenciado Juan Torrez de Vera 
y Aragón, oidor de aquella real 
audiencia en quien recayó el ade- 
lantazgo, y regresándose después 
Garay á la Asunción, tuvo allí 
positivas noticias de ciertas dis- 
cordias que remaban entre estos 
indios, y aprovechándose de ellas, 
se dirijió al instante á este puerto 
con poderes del nuevo adelanta- 
do, y con solos 60 individuos (a) 

dez, José de Zayas, Francisco Bernal, 
Miguel del Gorro, Bernabé Veneciano, 
Cristóbal Altamirano, Pedro Jerez, Se- 
bastian Vello, Juan Domínguez, Pedro 
de Isbrán, Pedro Rodríguez, Pedro Q,ui- 
roz, Alonso de Escobar, Antonio de Hi- 
gueras, D. Gonzalo Martel de Guzman, 
Juan Ruiz, Juan Fernandez Enciso, 
Hernando de Mendoza, Pedro Moran' 


- 103 - 


reedificó esta M. N. y M. L. ciu- 
dad un dia Miércoles 11 de junio 
de 1580 según documentos incon- 
trastables que se hallan en el ar- 
chivo de ese ilustre cabildo. 

De lo espuesto se deduce, que 
habiendo fallecido el adelantado 
Ortiz de Zarate seis años antes 
de la fundación de esta ciudad, 
mal pudo por sí ejecutarla en el 
año mismo que se efectuó por el 
célebre Juan de Garay , á quien 
debe Buenos Aires la gloria de 
su fundación y perpetuidad en me- 
dio de los contrastes que padeció 
en los primeros años con las con- 
tinuas irrupciones de los queran- 
des, y otras naciones que fueron 
gloriosamente derrotadas por él y 
sus bravos fundadores, cuyos he- 
chos omito por demasiado noto- 
rios, de los cuales el que los llenó 
de mas gloria fué el que se dio en 
los campos que hoi se denominan 
de la Matanza , cuyo nombre ad- 
quirieron por la victoria conse- 
guida en ellos con notable mor- 
tandad de los bárbaros. 

Creo que con lo espuesto se de- 
sengañará el autor del romance 
heroico de los involuntairos erro- 
res en que ha incurrido á pesar de 
su plausible patriotismo; y con- 
cluyo suplicando á la respetable 
autoridad de Y. S., que si tiene 
por conveniente dar éste á la luz 
pública, asi por contener las an- 
tiguas glorias de esta M. N. y L. 

Rodrigo de Ibarrola, Andrés Vallejo, Pe- 
dro de Zayns, Lázaro Griveo, Juan de 
Carbajal, Pantaleon, Pedro Medina, Juan 
Martin, Esteban Ruiz, Andrés Méndez, 
Miguel Navarro, Sebastian Fernandez, 
Juan de España, Ambrosio de Acosta, 


ciudad, de quien tengo el honor 
de ser hijo, como por manifestar- 
se el tiempo de su verdadera fun- 
dación, quedando enmendados los 
erroreshistóricos referidos, lo eje- 
cute para su mayor timbre y lau- 
ro, principalmente en un tiempo 
en que ha acrecentado sus laure- 
les por dos ocasiones con notable 
desdoro de las armas británicas. 

Dios guarde á Y. S. muchos 
años. Buenos Aires y Setiembre 
19 de 1807.— B. L. M. de V. S. 
su mas atento y seguro servidor. 

UN PATRICIO. 

M. I. Cabildo, Justicia y Reji- 
miento de esta ciudad. 


Inmediatamente después de la 
reconquista, verificada el 12, so- 
brevino un hecho, tal vez el mas 
notable de aquella época. Fué 
por lo menos el mas fecundo. 

El virey que había huido para 
Córdoba en la época de la con- 
quista, regresaba con un número 
considerable de milicias, para ve- 
rificarla reconquista, según decía. 
Estaba ya á cuarenta leguas de 
Buenos Aires, cuando aquella tu- 
vo lugar. 

Con la justa indignación que le 
causaban los recuerdos del pasa- 
do, y con los derechos que le con- 
ferían su victoria y méritos con- 

Rodrigo Gómez, Pablo Cimbrón, Anto- 
nio Roberto, Jerónimo Nuñez, Pedro de 
la Torre. Domingo de Arzamendia, An- 
tón de Porras, Ochoa Márquez, .Juan 
Rodríguez, Alonso Parejo, Pedro Her- 
nández y Juan de Garay, del E.) 

J ‘¿8 



- 104 - 


traídos, el pueblo no quiso oír 
hablar del virey. El cabildo tuvo 
que respetar ese pronunciamiento 
y que convocarlo el 13 para una 
Junta ó Congreso , en su sala ca- 
pitular. Celebrado el 14, acordó 
conferir el gobierno político y mi- 
litar á su libertador Liniers: acto 
que, por mas que el cabildo pro- 
curó dias después tergiversar, no 
era sino el ejercicio directo de la 
soberanía. 

A él se refieren los tres docu- 
mentos siguientes. 

Obsérvese, entre tanto, que el 
pueblo, invocando su acefalia y la 
necesidad de proveerá su seguri- 
dad y de conservarse para la Es- 
paña, desconoció la autoridad ema- 
nada de ésta, y la sostituyó con 
otra de su elección. 

¡ He ahi el tipo exacto del 2 4 
de Mayo de 1810! También en- 
tonces dijo, con mas ó menos sin- 
ceridad, eso mismo; y también, 
reunido en la sala capitular , hizo 
á un lado al virey, desconoció la 
autoridad metropolitana, y nom- 
bró otra de su agrado, que fué 
instalada el 25. Desde Agosto de 
1808, y aun en ciertos sucesos de 
los años inmediatos, el pueblo ha- 
bía empezado á conocer ese ca- 
mino: y en Mayo de 1810, habia 
llegado ya al perfecto conoci- 
miento de él, como al de su poder 
y su derecho. 


OFICIO DELO ABILDO AL 

virey , comunicándole el nom- 
bramiento hecho el 14 en Li- 
niers , por el pueblo , para el 
gobierno político y militar de 
Buenos dires. 

Exmo. SeíÍor. 

Habiendo tenido esta capital la 
incomparable gloria de ser recon- 
quistada el dia 12 del corriente 
por todo su vecindario, que tomó 
las armas en unión de la espedi- 
cion que vino de Montevideo al 
mando del capitán de navio de la 
real armada el Sr. D. Santiago 
Liniers, se celebró en esta fecha 
junta jeneral, compuesta de dos 
principales vecinos de este pueblo, 
limo. Sr. Obispo, tribunales y 
prelados regulares y seculares, 
para tratar en ella de su conser- 
vación y defensa sucesiva; y fué 
acordado entre otras cosas, á so- 
licitud de todo el pueblo, en pú- 
blica aclamación, que para el efec- 
to se reconociese hasta la resolu- 
ción de S. M. por gobernador po- 
lítico y militar de esta plaza, al 
enunciado Sr. Liniers su recon- 
quistador, que sabría ponerla á 
cubierto del ataque de las armas 
británicas que próximamente se 
esperan y de que está amenazada 
de resultas del refuerzo pedido á 
la corte de Londres por la ante- 
rior entrega: de que avisa á V. E. 
este Cabildo en nombre de todo 
el pueblo por medio del Sr. D. 
José.Gorvea y Badillo, fiscal del 
supremo consejo de Indias, del Sr. 
D. Lucas Muñoz y Cpbero, re- 
jente de esta real audiencia, y del 
sindico procurador de la ciudad, 
á quienes ha comisionado particu- 




larmente para una dil i ¡encía tan 
interesante al estado de la defensa 
de la patria: con lo cual no duda 
se aquietará V. E. propendiendo 
en cuanto sea dable al logro de 
' los mismos fines. — Dios guarde á 
V. E. muchos anos. Sala Capitu- 
lar de Buenos Aires, 14 de Agos- 
to de 1806. — Martin de Jllzaga. 
-Esteran Villanueva.-José San- 
tos Inchaurregui.- Jerónimo Me- 
rino. -Francisco Herrero Ma- 
nuel de Ocampo. -Francisco Bel- 
grano.— Martin Yahiz.- Benito 
Iglesias. 

Contestación al anterior. 

Impuesto del oficio de V. S. de 
14 del corriente sobre lo acorda- 
do en junta jeneral de tribunales 
y del Rdo. Obispo con los prin- 
cipales del pueblo sobre tratar de 
su defensa encargada al Sr. ca- 
pitán de navio D. Santiago Li- 
niers con el gobierno político y 
militar, es mi contestación ceñida 
á que no hai otra autoridad que 
la del Rei nuestro señor que sea 
capaz de dividirme ó disminuirme 
el mando superior de Virey go- 
bernador y capitán jeneral de las 
provincias del Rio de la Plata y 
ciudad de Buenos Aires; ni tam- 
poco otra que aquella que pueda 
juzgar sobre el desacierto de mis 
disposiciones: asertos tan eviden- 
tes que no se citará un solo ejem- 
plar en contrario; ni posible ha- 
cer uso de la voz común contra 
los derechos del soberano, que 
están todos representados en la 
persona de su virey, por mas que se 
cohonesten en cualesquiera cau- 
sales ó motivos; y en esta virtud 


lo que únicamente es dable, que 
yo, conociendo la aceptación que 
logra en el público y en la tropa 
el Sr. capitán de navio D. San- 
tiago Liniers por su reconquista, 
le distinga con preferencia en to- 
do, como lo he hecho ahora y 
siempre, y lo comisione en lo que 
estimase relativo á la defensa de 
esa ciudad, respecto á que S. 
M. lo puso á las ordenes inmedia- 
tas de este superior gobierno; 
pues no alcanzan mis facultades 
á rebajarme, ni á hacer adición 
de ninguna de las que el rei me 
ha dado, hasta que por su sobe- 
rana resolución sea relevado por 
otro virey y capitán jeneral, ó por 
quien S. M. dispusiese. — Dios 
guarde á V. S. muchos años. — 
Campamento de las Pontesuelas 
19 de Agosto de 1806. 

Marques de Sobremonte. 

Segundo oficio del cabildo, fijan- 
do el carácter del acto del 14. 

Exmo. Seííor. 

El dia 13 del corriente, inme- 
diato al de la reconquista de esta 
ciudad, se hallaba este cabildo sin 
la respetable persona de V. E., y 
sin haberse formalizado el tribu- 
nal de la real audiencia; y por 
estas notables circunstancias se 
consideró autorizado únicamente 
para celebrar un congreso y con- 
vocar á todo buen vasallo al im- 
portantísimo fin de aprovechar y 
asegurar la victoria; para lo que 
juzgó era mui propio el concurso 
de luces y conocimientos, que po- 
drían hallarse aun entre personas 
que no tienen por instituto ó pro- 
fesión la materia de la guerra. 




Este fué el fin y objeto de la jun- 
ta, y no el tomarse licencias, ni 
facultades que sabe mui bien no 
le competen, y nunca pensó con- 
vocar á los vecinos para encargar 
al Sr. Liniers la defensa, y mucho 
menos el gobierno de la plaza de 
Buenos Aires, como verá V. E. 
en la adjunta copia de la acta en 
que solo se propusieron seis pun- 
tos mui propios de aquel dia, mui 
sencillos, y que en ninguno de 
ellos se pensó ofender en lo mas 
mínimo la respetable autoridad 
de V. E.; antes mas cuando se 
trató de dar parte á S. M., tam- 
bién se previno que igualmente se 
hiciese con V. E. Concluidos los 
puntos que leyó el secretario, 
ocurrió que (por no haberse pues- 
to una guardia en la escalera) se 
subiese el pueblo y la tropa ó los 
altos de la sala capitular y desea- 
se la permanencia del Sr. Liniers 
en el mando de l a s armas; y ha- 
biéndose hecho e s ta propuesta en 
junta se respondió que la lei 3. a 
tit. 3. ° lib. 3. ° de Indias deter- 
minaba que la capitanía jeneral 
fuese propia y privativa de los vi- 
reyes: en cuyo supuesto, y el que 
la misma Jei abría márjen para 
satisfacer á los deseos de la tro- 
pa y del pueblo, nombrándolo V. 
E. por su teniente, era de espe- 
rar que condescendiese en dar es- 
te gusto á la tropa que tan bien 
merecido lo tenia. Estos fueron 
los sentimientos de la junta en este 
particular, repentinamente pro- 
puesto allí, como lo hará siempre 
constar, y los puntos que el ca- 
bildo dió al secretario para que 
los leyese en la junta jeneral. 


Ademas de esto, la ciudad es* 
tuvo tan distante de que se traje- 
sen á consideración las causas de 
la desgracia del 21 de Junio, que 
cuando propuso en uno de sus 
puntos se diese parte al rei, ad- 
vierte que se ha de dar esta cuen- 
ta sin hablar de otra cosa que de 
la restauración, su modo y por 
quien, sin mezclarse en otras in- 
vestigaciones que no eran del ca- 
so, ni propias de aquel dia. Si se 
convino en asegurar al pueblo la 
duración del Sr. Liniers en el 
mando de las armas, fué por agra- 
darle, sin otra idea que goza * en 
todo su lleno la libertad, quietud 
y sosiego, frutos de la victoria, 
de su lealtad, amor al rei y celo 
de la relijion. No ha tenido otra 
idea este cabildo en todas sus 
operaciones y especialmente en 
la convocatoria del dia 13, y se 
persuade que S. M. lo llevará á 
bien; pues ademas de que la mis- 
ma victoria (en que tanta parte 
tiene esta ciudad y comercio) es 
un testimonio mui claro de lo que 
Buenos Aires ama á su soberano, 
tiene también la gloria de que oye 
con agrado las representaciones 
de este Cabildo su mas humilde 
vasallo. 

Con testimonio de la acta de- 
bía haber ido acompañado el an- 
terior oficio; pero el tiempo no lo 
permitió: mas ahora lo acompaña 
porque V. E. quede mas bien ins- 
truido de todo. En esta virtud V. 
E. asegurará al rei la plaza res- 
taurada, ó bien del modo que so- 
licita ja tropa y el pueblo, ó bien 
del que V. E. arbitrase confor. 
me á esas mismas facultades qu e 


- 107 - 


el rei le ha concedido y esta 
ciudad ha respetado. 

Dios guarde á V. E. muchos 
años. Sala Capitular de Buenos 
Aires y Agosto 22 de 1808. — 
(Siguen las firmas.) 


Mediaron otros oficios mas de 


(a) Para completar el conocimiento 
de aquellos incidentes, no creemos impor- 
tuno el dar aquí los párrafos de dos car- 
tas, fechas 14 y 18 de mayo de 1841, di- 
rijidas por el Sr. I). Nicolás Rodríguez 
P ^n, á uno de los redactores de la pre- 
sente compilación, que le había escrito 
pidiéndole algunos esclarecimientos acer- 
ca de los incidentes mencionados. Para 
la perfecta intelijencia de la primera, 
preciso es advertir que el virey de Lima, 
Abascal, ni saber el acto soberano ejer- 
cido por el pueblo de Buenos Aires en la 
sala capitular, y penetrando bien sus con- 
secuencias, lo condenó en un oficio seve- 

ro q Ue dio á luz el Mercurio de Lima — 

dirijido á las autoridades de Buenos Ai- 
res, y en el cual lo clasificó de pernicioso 
ejemplo de insubordinación. 

“Jhil 4 de agosto de 1806 — dice el Sr. 
Peña en la- primera de esas cartas me 
hallaba yo á muchas leguas de Buenos 
Aires con Sobre-Monte y la fuerza que 
iba de Córdoba con la esperanza de arro- 
jar á Berresfoi d. Pero en esa fecha no 
hubo movimiento alguno en nuestra ca- 
pital, y Abascal, equivoca la fecha de ese 
“pernicioso ejemplo de insubordinación”. 
La reconquista se verificó el 12 de agos- 
to de 1806, y el 13 tuvo lugar una reu- 
nión de pueblo convocado por el cabildo 
por intimación de Liniers según se de- 
cía en olla tuvo Gorvea, fiscal del con- 

sejo que se hallaba de tránsito en Buenos 
Aires, la peregrina ocurrencia de pedir 
se hiriera una procesión, de desagravios 
al rei, y tomando el retrato que estaba en 
la sala capitular, salió á mostrarlo al pue- 
blo, y en seguida lo paseó con gran 
acompañamiento por la galería de Cabil- 
do, oyéndose entonces muchas voces 
contra el virei, entre las que varias pe- 


parte á parte; terminando todo 
esto con que el virey confiriese al 
fin á Liniers el gobierno militar, 
y encargase del político á la au- 
diencia ó á su rejentc; dias des- 
pués de lo cual, se trasladó á la 
Banda Oriental, con las fuerzas 
que estaban á sus órdenes, (a) 

dian su destitución, suponiendo que por. 
traición había dejado que los ingleses 
ocupasen la capital y se apoderasen de 
los caudales del rei, que se hallaban en 
la Villa de Lujan. Liniers avisó al virei 
estar reconquistada Buenos Aires por 
fuerzas bajo su mando; y le noticiaba lo 
ocurrido el dia 13 en el cabildo y la je- 
neral disposición que había contra su 
persona. Estas comunicaciones las re- 
cibió Sobre Monte en la posta de la Cruz 
Alta y continuó su inarcha hasta la de la 
Cañada de Gómez, de donde mandó al- 
gunos oficiales á Buenos Aires para que 
le informasen de lo que allí ocurría, di- 
rijiendose él á San Nicolás á esperar 

noticias.” 

‘‘El objeto, dice la otra, de la 

reunión popular del 13 de agosto de 1806 
fue impedir que entrase á Buenos Aires el 
virei marques de Sobre Monte, y con ese 
fin le escribió Liniers mui minuciosamen- 
te cuanto se habia dicho contra él en 
aquella ocasión, advirtiéndole que el en- 
cono del pueblo y tropa contra su perso- 
na era tal, que temía sufriese un desaire 
si se decidía por entrar á Buenos Aires. 
Liniers logró intimidar al virei, que se 
hallaba bien abatido porque á él solo se 
atribuía el que los ingleses hubiesen 
ocupado la capital, y el coranel Allende, 
y el oidor Campusano lo persuadieron á. 
que se dirijiera á San Nicolás, desde 
donde podía atender al despacho de lo 
que ocurriese en todo el vireinato, y es- 
tar pronto, con la fuerza que tenia y al- 
g-una mas que venía del Paraguay, para 
socorrer a Buenos Aires si era segunda 
vez invadida, pues se sabía que Berres- 
ford habia pedido refuerzos á su gobierno 
y á Sta. Elena. 'Al poco tiempo de estar 
en Sun Nicolás se le notició de oficio por 

29 



EL CABILDO DE BUENOS AIRES, 

« su vecindario invitando á una 

suscricion 

Habitantes jenerosos de Bue- 
nos Aires, hemos tenido la felici- 
dad de sacudir el insoportable yu- 
go de la dominación inglesa, que 
solo por desgracia nos oprimía; y 
recobrado la constante fidelidad 
y honor, 'con que siempre esta 
ciudad ha servido y respetado á 
su soberano. Un bien tan estima- 
ble, y digno de perpetuarse en la 
memoria de las jeneraciones ve- 
nideras, es debido al entusiasmo 
de almas grandes, que atropellan- 
do riesgos, venciendo dificulta- 
des con sacrificio de sus intereses 
y aun de sus propias vidas, rom- 
pieron nuestras cadenas. Por 
principios de rigorosa justicia nos 
vemos estrechados á manifestarles 
de algún modo nuestra gratitud y 
reconocimiento, no obstante que 
respetamos su desinterés. Para 
este efecto contribuid en lo posi- 
ble á los gastos que se han oriji- 
nado y orijinen; compensad en 
parte los afanes de nuestros com- 
patriotas que han concurrido á la 
reconquista; ausiliad á los heridos 
en el combate; socorred á las viu- 
das, huérfanos, y madres de los 
que perecieron en él; alargad la 
mano, haciendo un donativo vo- 

Liniers que el refuerzo pedido por Ber- 
resford á Sta. Elena estaba en la mar, y 
Sobre Monte, á quien ya se habían reu- 
nido los paraguayos, se embarcó con toda 
su fuerza con dirección á las Conchas, 
donde desembarcó, y dando orden que la 
tiopa se mantuviese á bordo, se dirijió á 
San Fernando. Allí recibió comunica- 
ciones del gobernador do Montevideo D. 


luntario, pero jeneroso, cual se es- 
pera de vuestro amor y celo por 
el bien de la patria, que teneis 
tan acreditado. Por nuestra parte 
ya observareis que lo hemos prac- 
ticado, suscribiendo los primeros 
al pié las cantidades que gustosa- 
mente contribuimos, persuadidos 
que cada ciudadano en particular 
lo verificará á presencia del reji- 
dor D. Jerónimo Merino y Caba- 
llero síndico procurador jeneral 
de ciudad, á quienes comisiona- 
mos para un asunto, que en la ac- 
tualidad empeña todo el honor de 
los habitantes de esta capital. 
Buenos Aires y agosto 27 de 1806. 

El alcalde de primer voto ps. fs.. 300 


El de segundo 2,000 

D. José Santos Inchaurregui. . . . 2.000 
D. Jerónimo Merino. .. 1,500 

D. Francisco Herrero 1,500 

D Manuel de Ocampo 1,500 

D. Francisco Belgrano 200 

D’ Martin Yañiz 1,500 

D. Benito Iglesias. 1,500 


Oficio que el Sr. D. Santiago Li- 
niers y Bremont, jeneral en je- 
fe de las tropas victoriosas en 
la reconquista de Buenos Aires 
dirijió al mayor jeneral ingles 
D. Guillermo Carr Berresford , 
después de verificada dicha re- 
conquista con motivo de la fal- 
sa capitulación . 

La anterioridad que V. S. ha 

Pascual Ruiz Huidobro y otros invitán- 
dole á que se dirijiese á aquella plaza, 
que se consideraba principalmente ame- 
nazada, y donde no era desconocida su 
autoridad como en Buenos Aires de don- 
de se le dirijían continuos siniestros avi- 
sos; y esto lo decidió ó reembarcarse en 
las Conchas y dirijirse con todas sus mi- 
licias á Montevideo.” [Nota de la Redac.\ 



- 109 - 


dado en sil oficio de 21 del cor- 
riente á los consuelos privados, 
que estendidos por su mano y á 
su gusto muchos dias después de 
caer prisionero, me pidió por gra- 
cia al fin único de evitar su total 
ruina, y le firmé de un modo no- 
ble y jeneroso, no solamente es 
incierta en quebrantamiento de la 
buena fé, sino dolosa. Sesenta 
mil testigos han visto izar en el 
fuerte de Buenos Aires la bande* 
ra blanca, é incontinenti la espa- 
ñola, sin haber precedido el me- 
nor convenio; como así mismo sa- 
lir V. S. del fuerte con mi ayu- 
dante Quintana, después de ha- 
ber arbolado la bandera nacional 
mia: dígalo la oficialidad de V. S. 
díganlo los innumerables testigos 
que presenciaron en la plaza de 
Buenos Aires estos actos públi- 
cos; y pronuncie alguno sise pue- 
de poner en duda, que la rendi- 
ción de V. S. ha sido á discreción 
en esta circunstancia de hecho po- 
sitivo y púbíico; hubo cesación de 
razón, defecto de materia, é inca- 
pacidad en la persona prisionera 
de V. S., y aun en la mia (como 
me consta se lo comunicó á V. S. 
el gobernador de Montevideo en 
contestación á otra suya, cuyas 
copias están en mi poder, y de 
quien emanaba absolutamente la 
autoridad de que me hallaba re- 
vestido, cuyo párrafo es el siguien- 
te: Respecto á que cuando le con- 
ferí el mando de las tropas que 
conquistaron esa capital , ocupa- 
da por las británicas , á las órde- 
nes de V. <$»., no lo autoricé para 
formar la capitulación que V. S. 
me hace el honor de acompañar- 


me) para capitular; por cuya ra- 
zón puse en mi ante firma la es- 
presion en cuanto puedo: es de 
estrañar que de estos principios 
evidentemente ciertos pase V. S. 
á persuadir lo que es evidente- 
mente falso, separándose del fin y 
objeto privado con que de un mo- 
do compasivo y jeneroso accedí á 
paliarle la viveza de su dolor, 
condescendiendo á su importuna 
súplica; pero ahora conozco en 
vista de su citado oficio, que esta 
no fué sincera, sino dirijida á los 
siniestros fines de querer hacer 
pasar aquí por capitulación de 
guerra, unos meros consuelos 
imajinarios, dados por mi conmi- 
seración á la manifestación priva- 
da de su sentimiento y riesgo en 
que quedaba constituido para con 
el tribunal que lo ha de juzgar. 

Mas visto el ímprobo designio 
de V. S. por su enunciada contes- 
tación, y publicidad que va dando 
á mi referida condescendencia, 
debo prevenirle lo mismo que sa- 
be, y es la nulidad, el ningún va- 
lor y efecto que esta en sí envuel- 
ve, para que no dé bulto y ser 
á lo que de suyo es nada, así por 
lo que llevo espuesto, como por 
las razones siguientes: 

La libertad que me compete por 
vencedor resultaba dominada, si 
yo tolerase en V. S. la mas míni- 
ma de poder entrar en convencio- 
nes públicas ó pactos militares re- 
lativos al vencimiento hecho á 
discreción; porque no teniendo yo 
que desear ni que esperar en este 
asunto, ninguna razón de bien 
temporal podía impelerme para 
hacerle prometimientos efectivos 


/ 



- 110 - 


de mera conveniencia á sus tro- 
pas en absoluto perjuicio de los 
triunfantes derechos de las mías, 
y por lo mismo nunca pueden ser 
reales semejantes condiciones, que 
no estaban en beneficio mutuo y 
recípro, porque llevan en sí un vi- 
cio de perjuicio de tercero; que 
por derecho natural no puede 
V. S. desconocer, como también 
que se obra bien en no cumplir- 
los, y en hacer esta manifestación 
de su nulidad, aun en papeles pú- 
blicos, para atacar las aparien- 
cias de realidad con que V. S. se 
dirije en preocupar. 

La mudanza de nuestras con- 
diciones, V. S. de rendido á dis- 
creción, y yo de mero vencedor, 
impide el entrar en tratados para 
la conclusión de un negocio que 
de suyo estaba finalizado por la 
viveza y enerjía de las armas es- 
pañolas, sin haberle á V. S. que- 
dado arbitrio sino para rendir las 
suyas, como lo hizo arrojando al 
suelo su espada, que se le devol- 
vió como indecoroso á la nación 
española el quitarla á un jefe, que 
acababa de dar pruebas del mas 
acrisolado valor y serenidad en el 
mas inminente peligro, retirándo- 
se en este el último al fuerte, des- 
pués de haber tenido á su secre- 
tario el capitán de injenieros 
Jeorje William Kennet muerto á 
su lado; pero en cuanto nuestro 
tratado verbal cuando V. S. salió 
del fuerte, fué el decirle que le 
concedía los honores de la guer- 
ra, debidos á su bizarra defensa, 
y que su persona estaría canjeada 
con el virei de Lima que creia 
prisionero (circunstancia que tam- 


poco puede tener lugar por haber 
sabido que el virei no lo era. 

Ultimamente propuse á mis je- 
fes, á la real audiencia y cuerpo 
municipal, que bajo las segurida- 
des convenientes se remitiesen las 
tropas británicas y sus oficiales á 
Europa, y esforcé en cuanto pude 
esta opinión: el cabildo y el ma- 
yor número de los principales ve- 
cinos de este pueblo, el goberna- 
dor de Montevideo, la municipa- 
lidad y todos los habitantes de di- 
cha ciudad fueron del parecer 
contrario: á pesar de todo esto di 
aun otro paso en favor de las tro- 
pas de su mando, convocando una 
junta de guerra de todos los jefes 
y capitanes, los que se avinieron 
el dia 26 del corriente á las miras 
jenerosas mias; pero habiéndose 
en los dias 28 y 29 esparcido co- 
pias de nuestras insignificantes 
capitulaciones en esta plaza, y sa- 
bido que en Montevideo habia su- 
cedido lo mismo por el correo, 
ambos pueblos han pronunciado 
enérjicamenteque no consentirían 
nunca áque se permitiese la sali- 
da de las tropas británicas, á cu- 
yo parecer se conformó la junta 
de guerra que convoqué ayer, y á 
cuyo voto jeneral me conformé 
tanto mas, que infinitas personas 
haciendo la mas inaudita injusti- 
cia á mi honor, carácter y acriso- 
lada lealtad, profieren la abomi- 
nable acusación que yo había te- 
nido la vileza de dejarme seducir 
por venalidad en prestarme á las 
ideas de V. S.; bien que semejan- 
te aserción no puede menos que 
inspirarme el mas vil desprecio, 
por sus autores, y que mi carác- 



- 111 - 


ter público me vindica bastante, 
no puedo desentenderme de se- 
mejante cargo; y este motivo fue 
el que me obligó á significar á 
V. S. por su ayudante el capitán 
Arberthnot, que de aquí adelante 
nuestra comunicación sería por 
escrito. 

Ultimamente tengo el honor de 
prevenir á V. S. que lo acordado 
es, que las tropas británicas sean 
internadas en todos los pueblos 
del vireinato, y los oficiales jura- 
mentados paraser remitidos á Eu- 
ropa; lo que participo á V. S. pa- 
ra su intelijencia. 

Ntro. Señor guarde á V. S. 
muchos años. Buenos Aires, agos- 
to 30 de 1806. 

Santiago Liniers. 

Sr. mayor jeneral, D. Guiller- 
mo Cari* Berresford. 


EL 

PUBLICISTA DE BUENOS AIRES, 
Jil Sr. jeneral Berresford (a). (Rela- 
tivo á la falsa capitulación). 

El éxito bueno ó malo, nunca 
puede calificar una empresa mi- 
litar. Un plan sabiamente combi- 
nado es el juez supremo á pesar 
de los caprichos de la fortuna; y 
así, cuando la suerte de las armas 
hace desgraciado á un jeneral, de- 
be descansar en la medida que to- 
mó, para hacerse superior á la 
adversidad por los medios que 
dictan el heroísmo y el pundonor. 

(a) Este escrito fue obra de D. Benito 
G. Rivadavia. (Afola de la Redac.) 


Los que V. S. ha elejido no cor- 
responden á estas grandes ideas, 
que deben estar impresas en el 
corazón de un jeneral. Los arti- 
ficios, y una intriga pusilánime, 
que tiene por objeto oscurecer la 
intrepidez y conducta militar de 
los españoles, tendrán una impul- 
sión momentánea en los espíritus 
débiles y poco acostumbrados á 
reflexionar; pero la ilustrada im- 
parcialidad, siempre idólatra de 
la verdad, le presentará á V. S. 
coronas de espinas, en lugar de 
los laureles que pudo haber reco- 
jido, en medio del infortunio, si 
su conducta se hubiese modelado 
por los principios inmutables de 
la justicia. Esta es la primera 
virtud de un jeneral, y V. S. la ha 
derrotado en términos, que quiere 
sacar delincuentes á los mismos 
que en su obsequio se han condu- 
cido con tanto honor, enseñándo- 
le en el campo de Marte á respe- 
tar la sangre de los ingleses, y 
dando las pruebas mas decisibles 
de su amor á la humanidad. ¿Y 
de que modo correspondió V. S. 
á este noble y jeneroso modo de 
pensar? Intentando sorprender al 
jeneral con una capitulación cap- 
ciosa. 

Séame lícito advertir á V. S. 
que en este momento se olvidó de 
los primeros principios del dere- 
cho público, tan cultivado en In- 
glaterra. Nuestro jeneral los tuvo 
mas presentes, y por lo mismo no 
se embarazó en firmar un papel 
que en sustancia nada contenía, y 
que lo libertaba de los importu- 
nos y reiterados ruegos y súpli- 
cas de V. S. 

30 



- 112 - 


Entremos en asunto. ¿Cuál era 
la representación y carácter de 
V. S. después que se rindió á dis- 
creción? Hablo cíe aquel fatal mo- 
mento en que V. S. reconoció que 
solo esta evasión, y la jenerosi- 
dad española podían salvar su 
persona, y los restos de su, ejér- 
cito. 

¿Qué es lo que V. S. y todos 
los militares del mundo entienden 
por rendirse á discreción? Entre- 
garse á la voluntad y arbitrio del 
vencedor , sin capitulación , pacto 
ó condición alguna. Y en este es- 
tado de impotencia absoluta en 
que V. S. se vió, ¿de donde se de- 
rivaba su autoridad para capitu- 
lar con el vencedor? Apelo al de- 
recho de la guerra para que inter- 
prete las falsas y débiles preten- 
siones de V. S. 

El Sr. Liniers trató á V. S. 
con toda la consideración que exi- 
jía su dolorosa situación, y no pu- 
do menos que maravillarse cuan- 
do reconoció que sus ruegos se 
reducían á obtener un papel, cu- 
ya nulidad es tan clara, como la 
que resultaría de una paz jeneral 
que nosotros firmásemos aquí pa- 
ra dar Intranquilidad á la Europa. 
¿Donde están nuestras facultades 
para sancionar este delirio? ¿Y 
donde las de V. S. cuando se so- 
metió por necesidad á la lei del 
vencedor? 

Por otra parte, V. S. observa- 
rá que aun cuando un ejército y 
un pueblo inmenso no hubieran 
sido testigos de esta verdad, es 
mui fácil seguir, y calcular hasta 
por minutos todos los pasos que 
dió el jeneral español el dia 12 


para demostrar que no pudo, ni 
tuvo tiempo de conferenciar, ni 
hacer ninguna capitulación, aun 
suponiendo á V. S. espedito pa- 
ra ello. 

Si estas aserciones no fuesen 
tan claras y concluyentes, ¿qué 
suerte correrian la buena fé y je- 
nerosidad española? Quedarían 
envilecidas, si las sutilezas insi- 
diosas de V. S. fuesen suscepti- 
bles de alguna fuerza en el tribu- 
nal luminoso de la verdad. ¿Y 
hasta cuando quiere V. S. abusar 
del carácter noble y honrado de 
los españoles? Ellos se entrega- 
ron el 27 de junio bajo la sagrada 
garantía de una solemne capitu- 
lación, que V. S. prometió firmar 
luego que llegase al fuerte, em- 
peñando su palabra de honor pa- 
ra manifestar al mundo la insufi- 
cenciade un principio tan respeta- 
ble; pues ultrajando su propia 
dignidad, no solo se negó á dar 
la firma que prometió, sino que 
hollando el derecho de jentes, y 
la fé de lo pactado, dictó impe- 
riosamente las leyes que le inspiró 
su capricho, luego que se recono- 
ció libre de todo riesgo, y rodea- 
do de un pueblo desarmado. 

Después de un paso tan vio- 
lento, como injusto, pidió V. S. 
se trajesen los caudales que esta- 
ban á diez y seis leguas de esta 
plaza, con la espresa condición 
de que se mantendrían aqui de- 
positados, hasta la decisión de las 
cortes de Madrid, y Londres. ¿Y 
cuál fué la conducta de V. S. en 
esta segunda negociación? La de 
remitir precipitadamente los di- 
chos caudales á Inglaterra, dan- 




do una nueva prueba de que la 
sinceridad, y los sagrados dere- 
chos del hombre estaban esclui- 
dos de los planes y combinaciones 
que V. S. había concebido. 

No contento V. S. con estas 
vergonzosas infracciones, se apo- 
deró de mano armada de los pri- 
sioneros ingleses que teníamos en 
las Conchas, sin admitir el can- 
je que injustamente se le pidió: 
atropelló las propiedades contra 
lo estipulado en la capitulación: 
no respeto los depósitos; y á pro- 
porción que invadía el tesoro pú- 
blico, y el de los particulares, se 
negó á darle al pobre soldado aun 
las pagas que tenía devengadas. 
V. S. inflexible á las miserias de 
estos infelices, dignos de mejor 
suerte, los veía perecer tranquila- 
mente, sin darles un corto socor- 
ro para que se alimentasen. 

Unos procedimientos tan opues- 
tos á la humanidad y á los princi- 
pios que siguen relijiosamente to- 
das las naciones civilizadas, la ine- 
xorable posteridad los recordara 
con horror para detestarlos. 

Tengo á la vista la imágen de 
las satisfacciones mas vivas y li- 
sonjeras, al considerar el glorioso 
resultado que ofrece la conducta 
de los españoles, los cuales ja- 
mas pueden desmentir su carácter 
sincero y honrado. Ellos se olvi- 
dan de los dias amargos que ya 
han pasado, para notificar al uni- 
verso, que la fuerza y la represa- 
lia son palabras sin sentido, cuan- 

(«) No nos ha sido posible descubrir 
el autor de este manuscrito, que un 
amigo tuvo la bondad de proporcionar- 
nos, á pesar de las dilijencias empeñadas 


do se trata de ser jeneroso con un 
enemigo rendido. &c. &. &c. 


Conquista de Buenos Aires hecha 
por el ingles en 21 de junio del 
año de 1806 y su reconquista 
por la fuerte cuidad de Monte- 
video en 12 de agosto del mis- 
mo, dispuesta por un america- 
no del Sur (a). Montevideo , 
año de 1S06. 

INTRODUCCION. 

No hai duda, que es uno de los 
sucesos mas raros, que se leen en 
las historias de todos los reinos 
la conquista de Buenos Aires he- 
cha por mil y quinientos ingleses 
en 27 de junio del año de 1806, 
de cuya lamentable pérdida, y al 
mismo tiempo de su reconquista 
por los fieles y guerreros habitan- 
tes de la ciudad de Montevideo, 
voi k hacer una suscinta narra- 
ción según aquellas noticias mas 
verídicas que se han podido aco- 
piar; agregándose para entero 
complemento de esta obrita algu- 
nos sucesos posteriores á la recon- 
quista dignos de toda memoria, 
para todo lo que suplico al lector 
disponga su ánimo, pues verá el 
suceso mas inaudito, debiendo al 
mismo tiempo tolerar los defectos 
tanto de estilo, como de método 
que en ella encontrare. ' 

al efecto. Contiene detalles, al menos en 
sus primeros capítulos, de que carecen 
todas las demas relaciones. 

[Nota de la Redac. J 



HISTORICA NARRACION DE LA 

PERDIDA Y RECONQUISTA 
DE BUENOS AIRES. 

CAPITULO PRIMERO. 

TOMA DE BUENOS AIRES. 

Por los últimos de mayo, ó prin- 
cipios de junio del aíio de 1806, 
empezaron á aparecer en la costa 
del sur de este rio de la Plata, 
varios buques ingleses de guerra, 
con quienes al presente nos halla- 
mos en enemistad. La atalaya ó 
vijía de este puerto de Montevi- 
deo, destinada para el descubri- 
miento y avisos de buques de es- 
ta ciudad, comienza á anunciar- 
nos la arribada de aquellos, y en 
orden á ellos remitir sus corres- 
pondientes partes á este gobierno. 
El mismo oficio hace el pueblo de 
Maldonado, sito á la boca de este 
rio, desde cuya situación diaria- 
mente los divisaba. Con estas no- 
ticias ya verídicas, el gobernador 
de esta plaza, D. Pascual Ruiz 
Huidobro, despacha varios chas- 
ques á la capital de Buenos Ai- 
res, para que cercioren del hecho 
al virei de estas provincias, mar- 
ques de Sobre-Monte. 

Este, fundado no sé en que prin- 
cipios, desprecia, ó no le hacen ma- 
yor novedad los referidos chas- 
ques, en que se le anuncia el pró- 
' ximo azote del enemigo. En este 
estado, como pasasen los dias, y 
los buques permaneciesen siem- 

(a) Estos números están mencionados 
, en el manuscrito. Bajo ellos se percibe 
claramente — 4 fragatas, 3 corbetas y 2 
bergantines — lo cual viene bien con lo 


pre á la vista, determinó el dicho 
gobernador de este puerto, 'orde- 
nar al primer piloto de la real ar- 
mada, I). José de la Peña, que 
saliese con su falucho á reccorrer 
la costa, y traernos noticias mas . 
individuales délos dichos buques. 
En obedecimiento á esta orden 
púsose en viaje inmediatamente 
Peña, que habiendo conseguido el 
aproximarse á ellos, conoció en 
número 3 navios, 1 fragata, 1 cor- 
beta y 2 bergantines enemigos (a), 
los cuales, luego que divisaron á 
éste, procuraron darle caza, pero 
él valido de la lijereza de su falu- 
cho, procuró huir, lo que consi- 
guió, metiéndose en el puerto de 
la Ensenada de Barragan, desde 
cuyo destino procura el 22 de ju- 
nio anoticiar al virei de todo lo - 
acaecido. Este, luego que recibe 
el parte de Peña en que le cercio- 
ra de las enemigas fuerzas exis- 
tentes en el Rio de la Plata, y re- 
conocidas inmediatamente por él, 
le ordena que sin demora alguna 
pase á la capital á instruirle, y 
tratar verbalmente con él en el ca- 
so. Mas no se porque en aquel mo- 
mento no tomó el dicho virei las 
mas activas providencias de de- 
fensa, sino que espera á tratar 
verbalmente con este, como si el 
dicho piloto le había de decir otra 
cosa de palabra, que lo que leha- 
bía dicho por escrito. Ello es que 
Peña, en cumplimiento de la or- 
den del virei, llegó por tierra el 
23 á la noche á Buenos Aires, é 

que poco después se dice; aunque algo 
mas adeiunte se observa otra pequeña 
variación á este respecto, 

[Ñola de la Redac. ) 



- 115 - 


inmediatamente se presentó en el 
fuerte en que conferenció dos ho- 
ras con el virei, ratificándosesiem- 
pre en lo que de antemano le ha- 
bía dicho. Mas el virei, quien sa- 
be porque instrucciones, acérrimo 
en despreciar la opinión de Peña, 
solo trata de convenir con él, que 
son enemigos, pero que no traen 
por objeto el batir las plazas, sino 
que vienen al corso, resentidos de 
las presas que en el año anterior 
les habían hecho en la costa del 
este, los dos corsarios Orian y 
Reina Luisa , procedentes de ene 
puerto de Montevideo. ¿Pero en 
que fundaría el dicho virei tan fir- 
memente esta opinión? Acaso te- 
nia alguna secreta comunicación 
' con ellos, en virtud de la cual le 
habían descubierto sus ideas? Pe- 
ro no es creíble. En fin, manda á 
Peña que vuelva á la Ensenada, y 
con su falucho venga á Buenos 
Aires á sus órdenes; en cuyo 
cumplimiento, el 2 4 por la maña- 
na, se regresa Peña al dicho puer- 
to de la Ensenada. 

El dia 25, al amanecer, se pre- 
sentaron ya á la vista de Buenos 
Aires las 4 fragatas, 3 corbetas, 
y 3 bergantines que Peña había 
referido. A cuya vista ¿qué di- 
ría el marques de Sobre-Mon- 
te? Con este motivo se tocó la je- 
nerala, á cuyo sonido todo el ve- 
cindario, como fieles y leales va- 
sallos, se presentaron en el fuerte 
desde las 7 á las 9 de la mañana 
á defender los derechos de su rei 
y los propios, procurando infun- 
dir valor con sus acciones y pala- 
bras, aun en los mas viles y co- 
bardes. Sin embargo de todo esto, 



aun no se tomaba disposición al- 
guna, sino antes al contrario, se 
observaba una pura inacción, no 
obstante que á los buques enemi- 
gos se les veia aproximar á los 
Quilmes, tres á cuatro leguas dis- 
tante de la ciudad, y con sus bo- 
tes y lanchas que hacían el desem- 
barque. Al fin, á fuerza de instan- 
cias, y de un hecho tan claro, se 
distribuyeron armas á las milicias 
de caballería de Buenos Aires, y 
se destinaron á atacar al enemigo 
en aquel punto, asociándose 800 
blandengues bajo el mando del 
comandante D. Nicolás de la 
Quintana; pero es de notar, según 
públicas noticias, que no se les 
dió otras armas á una parte que 
espadas, y esotra, espadas y pis- 
tolas, en que no cabía cartucho. 
Toda esta jente, comandada por 
el Sr. sub inspector D. Pedro 
de Arce, llegaron á su destino, 
en el cual es preciso dejarles por 
un instante mientras decimos que 
á las 10^ de la mañana se prove- 
yeron de fusiles en el fuerte á mil 
y mas urbanos, que en él se pre- 
sentaron, pero sin piedra ni cartu- 
chos, previniéndoles, que por la 
tarde ocurriesen por dichas muni- 
ciones ,á casa de sus respectivos 
capitanes; y el 26 á las once de la 
mañana marcharon 600 de las mi- 
licias provinciales con sus oficia- 
les y banderas á pié, á Barracas, 
y por su retaguardia el Exrao. 
Sr. virei. 

No bien se habían retirado del 
fuerte los urbanos, cuando se ob- 
servó en los Quilines un corto ti- 
roteo, á cuyo tiempo habian ya 
desembarcado perfectamente los 



- 116 - 


enemigos, lo que hubiera sido im- 
posible si se hubiese querido evi- 
tar: pues estos, después de mucho 
trabajo, saltaron en un bañado en 
donde, por la propia situación, se 
hallaron imposibilitados para la 
defensa, y tuvieron que impender 
el 25 y 26 para salir de él; en 
cuyo tiempo los nuestros se con- 
tentaban con ser testigos ocu- 
lares de sus trabajos y fatigas, por 
tener orden de sus jefes para no 
acometerles, mientras no saliesen 
de aquel estado. Lo cual conse- 
guido el 26 rompen los nuestros el 
fuego en distancia que no sea he- 
rido el enemigo. Este va acercán- 
dose y ganando terreno, los nues- 
tros á cortas descargas tocan reti- 
rada, sin saber porque motivo, po- 
niéndose en precipitada fuga, y 
dejando en el campo del ataque 3 
cañones y un obús, de que inme- 
diatamente se apoderó el enemino. 

Este es un suceso totalmente 
inaudito en las historias, y cuyo 
principio á todos se nos oculta. 

Durante la refriega referida, se 
toca segunda vez jenerala en la 
ciudad, anunciando al resto de los 
vecinos que en ella quedaban, que 
se hallaban sus compatriotas en 
el último apuro. Estos, fieles y 
deseosos de defenderlos, siendo 
hora de medio din, despreciando 
el preciso alimento, vuelven á jun- 
tarse en c! fuerte, en número de 
mas de 2,500, á quienes se distri- 
buyeron armas, ordenando, que 6 
compañías de urbanos que com- 
ponían como 1,200 hombres se 
fuesen á acuartelar á la barraca 
de Marcó, y chacarita deSto. Do- 
mingo, comandados por el briga- 

■■ ~r . T & ~s T vr . - - « - - ■ ■ ■ ■ , 


dier D. José Ignacio de la Quin- 
tana, á quien el virei había desti- 
nado á este efecto; y que en el Ín- 
terin, las milicias de negros y mu- 
latos, quedasen guarneciendo el 
fuerte y la ciudad. 

No bien habían salido los urba- 
nos á medio camino de su marcha, 
cuando refieren sujet os fidedignos, 
que encontraron al Sr. subins- 
pector D. Pedro Arce, el cual 
viendo á su hijo que iba capita- 
neando una de las compañías de 
los urbanos, acercándose á él, le 
dijo estas trémulas y balbucientes 
palabras, las que he tenido á bien 
insertarlas en esta narración; por 
que son dignas de toda atención 
y memoria: Los enemigos son co - 
mo 4,500 y pórtate como debes y 
es debido , con concepto á que ma- 
ñana estaremos todos bajo la do- 
minación de S. M. B. Estas es- 
presiones puede cada uno de los 
lectores glosarlas, y darles todo 
el valor que en ellas comprendan. 
Yo me contentaré con decir, que 
el terror es seguramente un mis- 
croscopio de escesivo aumento; 
pues no siendo mas los enemigos, 
como se sabe de cierto, que 1,560 
hombres, se le aumentaron al ca- 
ballero Arce hasta el número de 
4,500. 

Mas al fin apenas habían llega- 
do los urbanos al lugar de su 
campamento, cuando se les pre- 
sentó á caballo su comandante, 
con un aspecto mas á propósito pa- 
ra un fúnebre duelo, que para ba- 
tirse con el enemigo é infundir va- 
lor en los que comandaba, lamen- 
tando la triste situación en que se 
ven sin tener siquiera un hombro 



- 1 

á caballo para cerciorar á los que 
están destacados en Barracas de 
su llegada á aquel sitio, ni dispo- 
ner conducir artillería á las bar- 
rancas, uno de los puntos que con 
mas felicidad pueden defenderse 
en la ciudad, la que tenían los ur- 
banos. En estas críticas circuns- 
tancias, la fortuna brindó á los 
urbanos acuartelados en la barra- 
ca de Marcó, con tres cánones, 
que este casualmente allí tenía. 
Con este feliz hallazgo, animados, 
móntanlos en sus cureñas, y con 
el sub-teniente D. Juan Bautista 
Otamendi, mandan al fuerte á co- 
, municarle al virei su feliz encuen- 
tro, y suplicarle les remitiese mu- 
niciones para su defensa. En su 
llegada, el dicho Otamendi sabe no 
estar allí su Exa., y encuentra con 
D. José Perez Brito, encargado 
del mando por el virei, el que he- 
cho cargo de la solicitud, respon- 
de por oficio no haber lugar á lo 
que solicitan los urbanos. 

Los enemigos, como hemos vis- 
to, ganada con tanta ventaja la 
primera acción en el campo inme- 
diato á los Quilines, hallando el 
campo libre por la retirada de los 
nuestros, van ganando terreno, has- 
ta conseguir llegar á las 7 de la 
noche del dicho 26 al puente de 
Galves, sito en barracas, donde á 
la sazón se hallaba un trozo de los 
nuestros con dos cañones, defen- 
diendo aquel ventajosísimo lugar. 
Este, sin duda, es uno de aquellos 
puntos que, defendido con algún 
vigor, nunca hubiera conseguido 
superar el enemigo. Este, luego 
que llegó al dicho puente, que ya 
ardía por disposición del virei, 


hizo algún fuego, el que siendo 
en sus principios con alguna ener- 
jía voluntariamente sostenida por 
los nuestros, cesó, y se pasó la di- 
cha noche del 26 atrincherándose 
en la casa de Galves, que está del 
otro lado del puente. Aquí se nos 
oculta, por que causa ó motivo no 
se mandó demoler la dicha casa, 
viéndose que era tan seguro asilo 
al enemigo. 

He dicho que los nuestros sos- 
tuvieron voluntariamente el fue- 
go, porque á la primera descarga, 
según públicas noticias, desampa- 
raron sus lugares, y se pusieron 
en fuga el coronel y oficiales de 
las milicias provinciales, quedan- 
do solamente con intrepidez y va- 
lor, D. Jan Olondriz del Tejimien- 
to Fijo, y el cadete abanderado 
D. Juan Vázquez, hijo de Monte- 
video, consolas dos compañías de 
granaderos de milicias provincia- 
les, con las que defendieron ga- 
llardamente aquel paso toda aque- 
lla noche. Los restantes, con 800 
blandengues, y su comandante 
Quintana, se refujiaron á la casa 
de recreo de los Belermos, á jun- 
tarse con el virei que se hallaba 
allí con 2,000 hombres: este con- 
siente en el abandono de Barra- 
cas, y manda se dirijan al punto 
conocido con el nombre de paso 
chico , asegurando que allí se diri- 
jían los enemigos, lo que nunca 
estos se imajinaron. 

Los pobres urbanos, desde el 
lugar donde los habian acampa- 
do, nada sabian é ignoraban dél 
todo estos funestos sucesos, mas 
corno por otra parte, no se echa- 
ba mano de ellos para nada, se 



-118 - 


imajinaban que los nuestros se 
hallarían en buen pié, pues de no 
hubieran implorado su ausiÜG. 
Con este cuidado, despachan in- 
cesantes patrullas y espías que 
averigüen el estado de los nues- 
tros existentes en Barracas: estos 
vienen por fin la referida noche 
del 26, anunciándoles el abando- 
no de aquel lugar, y poca jente 
que allí se mantenía. Con esta in- 
feliz noticia, colijen nuestro mal 
estado, y levantan la voz claman- 
do se les lleve á aquel punto, que 
es el interesante que quieren de- 
fenderlo. y que son gustosos en 
perder allí sus vidas. Para el efec- 
to no pareció un solo oficial vete- 
rano que los dirijiese, y los oficia- 
les urbanos, careciendo de pericia 
militar, y temerosos de incurrir en 
alguna pena, no accedieron á las 
súplicas de sus jentes, por mas 
que lo solicitaban; con lo cual 
manifestaban el amor á la patria, 
y fidelidad á su soberano. 

En este estado se pasó toda 
aquella noche, hasta que por fin 
amaneció el 27, en que nuestros 
pocos militares aun defendían á 
los ingleses el paso del Riachue- 
lo; mas por último, roto jeneral- 
mente el fuego de fusil y canon, 
ya cansados, y viendo el continuo 
abandono que de ellos hacían, y 
la indolente situación en que los 
habían puesto, pues ni un mal an- 
temural se había construido para 
defensa de sus cuerpos,, de suer- 
te, que colocados en campo raso 
el único preservativo quetenian de 
las balas del enemigo, eran sus 
propias personas, tuvieron á bien 
el retirarse todos llenos de gloria, 


y honor, señaladamente el aban- 
derado Vázquez, cuyo valor llegó 
á salvar la artillería, de la cual, 
apoderado el virei, desde la casa 
de los Belermos huyó al Monte 
de Castro, legua y media ó dos 
distante de la ciudad junto con la 
¡ente que tenia; cuya fuga es dig- 
na de notar, pues parece regular 
que ya abandonado el punto de 
Barracas, tratase de reunirse con 
los urbanos que se hallaban sobre 
las barrancas déla ciudad, lo que 
si hubiera practicado hubiera te- 
nido que retroceder el enemigo. 

En este Ínterin, tratan de pasar 
el rio los enemigos, para lo que se 
valen dé las lanchas que, no se 
si de intento, se habían mandado 
colocar en aquel oportuno lugar; 
pero sea como se fuere, él consi- 
guió pasarle, y aproximarse al 
centro de la ciudad: lo cual em- 
pezado á verificar, no sé si para 
que tuviese la entrada mas franca, 
pues no es de decir, que se halla- 
ban ya en estado imposible de de- 
fensa, vuela el brigadier Quinta- 
na, á las 9 de la mañanadel dia 27, 
á ordenar á los urbanos, que se 
retiren al-fuerte, pues se encuen- 
tran en un estado en que se ven 
obligados á capitular. O! y quien 
creyera que una ciudad tan popu- 
losa como Buenos Aires, con 12 
á 13 mil hombres capaces de to- 
mar las armas, hubiera sido redu- 
cida a este infeliz estado por 
1565 ingleses, todos estenuados y 
fatigados! Obedecen los urbanos 
á la voz de Quintana, retirándose 
al fuerte, al cual á poco rato, lle- 
gó á caballo un oficial infles, 
conducido por D. Juan del Pino, 



- 119 - 


con el objeto de capitular. Al sa- 
lir el dicho oficial del fuerte, á 
llevar k su jeneral las proposicio- 
nes de convenio, que al fin de es- 
ta obra colocaré, para que este 
las confirmase, los urbanos y el 
pueblo que estaban dentro del 
fuerte, conociéndose ya bajo la 
dominación británica, sin saber 
como, comprendiendo en aquel 
entonces muchas cosas, y sintien- 
do la pérdida de su rei, cual era 
de razón, después de vomitar in- 
finitos improperios, levanta la voz 
y desordenadamente dice: Viva el 
rei de España, á las barrancas , 
franquéese balas y pólvora , y los 
cañones del fuerte: voces hijas de 
un justo sentimiento y de un ver- 
dadero patriotismo; las cuales, 
luego que fueron oidas por Don 
Francisco Caballero, comandan- 
te del tercer batallón del Fijo, á 
fin de contenerlas, levanta la voz, 
interponiendo su autoridad: ofi- 
cial de guardia, centinelas, ata- 
jen, no dejen salir á nadie: pulse 
cada uno cual debe estas milita- 
res espresiones. 

No amedrentó esto ai pueblo, 
antes produjo en él un nuevo au- 
mento de valor, repitiendo segun- 
da vez las propias espresiones; 
pero á fin de impedir efusión de la 
propia sangre, no quisieron atro- 
pellar las guardias y numeroso 
jentío que se hallaba en la puerta 
del fuerte, y se contentaron con 
demostrar su sentimiento*con ac- 
ciones esteriores, arrojando los 
fusiles, rompiendo algunos, vir- 
tiendo espresiones de verdadero 
sentimiento. 

Aquí es de advertir, que la mas 


de la jente había pasado desde el 
25 hasta el 21 sin alimento casi 
alguno, espuestos a las lluvias, y 
vientos que reinaron en aquellos 
dias; con cuyo motivo, á las 11^ 
de este dia, se ordenó á la jente, 
que, dejando en el fuerte las ar- 
mas, se retirasen á sus casas á 
comer, y que á las dos de la tar- 
de, hora en que había de entrar el 
enemigo, volviesen á rendirle á 
este las armas. Todos obedecie- 
ron en orden á lo primero; mas 
por lo que toca á lo segundo, fue- 
ron muchos á quienes el rubor no 
les permitió que la ejecutasen. 
¿ Y quien sería el que no se llena- 
ría de vergüenza eñ el acto de ren- 
dir las armas a una tropa advene- 
diza, que se hallaba dentro de la 
ciudad sin saber porqué medios? 
Ello es, que las tropas enemigas 
al mando de los jenerales en jefe 
de mar y tierra, D. Guillermo 
CarrBerresford,y Home P opham, 
se posesionaron de la ciudad de 
Buenos Aires el 21 de junio de 
1806. Suceso, á la verdad inau- 
dito, y victoria sin lauro el mas 
mínimo para el vencedor. ¿Pues 
qué valeroso jeneral numerara en- 
tre sus hechos heroicos y victo- 
rias conseguidas, la que ha lo- 
grado sin contraposición alguna, 
como de lo dicho se colije ser la 
presente? 


CAPITULO II. 

SUCESOS POSTERIORES A LA TOMA. 

Hemos visto ya en el capítulo 
antecedente quedar;bajo ladomi- i 

32 



- 120 - 


nación británica tan estraordina- 
riamente la ciudad de Buenos Ai- 
res á quien el propio ingles aun 
en sus primeros años de fundación 
supo respetar, dígalo el corsario in- 
gles Eduardo Fontano; confírme- 
lo por los años de 1587 el terrible 
pirata Tomas Candich, cuyas 
buenas disposiciones, aun Luis el 
Grande tuvo que respetar; cuan- 
do por los años de 1658, con áni- 
mo de apoderarse de esta ciudad 
equipó á toda costa tres barcos, 
los que vinieron al mando del je- 
neral Timoteo de Osmat, conoci- 
tló'por el caballero de la Fontén; 
pero le salió mui adverso su de- 
signio por habérsele apresado la 
capitana con pérdida de mucha 
jente y de dicho jeneral; y las 
otras dos regresaron á Francia 
bien maltratadas. Confírmelo el 
jefe Esteban Moreau, cuando por 
los años de 1717 proyectaron los 
franceses establecerse en las in- 
mediacionesdel Cabode Sta. Ma- 
ría á 8 leguas de Castillos. Esto 
mismo esperimentaron los dina- 
marqueses por los años de 1699; 
y otro tanto dirán los portugue- 
ses por diferentes ocasiones, y los 
holandeses en 1628. Esta ciudad, 
que en otros tiempos supo defen- 
derse del enemigo la acabamos 
de ver dominada por un corto nú- 
mero de ellos. Luego inmediata- 
mente de haber esperimentado 
Buenos Aires tan lamentable des- 
gracia, el piloto Peña que se ha- 
llaba en la Ensenada trató de sa- 
lir de allí con su falucho y comu- 
nicar á este gobierno de Montevi- 
deo tan infausta noticia, lo que 

erificó arribando á la Colonia 
v 


del Sacramento desde donde co- 
municó por oficio á este gobierno 
lo acaecido, mas no asegura mas 
de la pérdida ignorando en un todo 
sus circunstancias. Esta noticia 
causó la impresión mas sensible en 
los moradores de esta, por ser ya 
nuestros inmediatos compatriotas, 
ya por las relaciones de sangre, y 
mercantiles conque se hallan en- 
lazadas estas ciudades. Con cuyo 
motivo, todos deseosos de sa- 
ber el hecho, ya el gobierno, 
ya los particulares, remiten co- 
piosas espías, las que pasados al- 
gunos dias, vienen confirmándo- 
nos la noticia de Peña, el no sa- 
berse el destino del marques de 
Sobre-Monte, el que solo se sabe 
se puso en salvamento con su fa- 
milia y haberes; que los enemigos 
tienen ya en su poder los cauda- 
les de nuestro soberano; que los 
están colocando en sus buques 
junto con las armas mas precio- 
sas que encontraron, y otras mu- 
chas noticias á este tenor que se- 
ría demasiado difuso si tratara de 
referirlas todas. 

Con estas tristes noticias, cre- 
ce la sorpresa y confusión; y mi- 
entras que el enemigo, lleno de 
terror por verse con tan poca jen- 
te en medio de una ciudad tan po- 
pulosa, por una parte trata de for- 
tificarse redoblando las guarnicio- 
nes del fuerte y otros destinos, 
que en un tanto le prometan su 
seguridad, mientras le llega el re- 
fuerzo, que en el acto de la victo- 
ria tiene pedido á su rei, y por 
otra procura dulcificar los ánimos 
de los patricios, ofreciéndoles con 
engaños grandes ventajas de sa- 




cudir el yuyo del mui amable go- 
bierno de España, y pasar «i la 
dominación de la Gran Bretaña, 
los de Montevideo tratan de for- 
tificarse á fin de que no les suce- 
da el mismo azar, y al mismo tiem- 
po ponen todas sus miras y empe- 
ño en aprestar una armada del 
mejor modo que las circunstan- 
cias les permitan, y pasar ála ca- 
pital á libertarla del pesado yugo 
de este nuevo Faraón. Mas como 
el alma y móvil de estas empre- 
sas, sea la jente y el dinero, y en 
el acto careciese esta ciudad de 
uno y otro, por hallarse con un 
cortísimo número de tropa, y el 
- real erario con pocos fondos para 
amparar una empresa de esta na- 
turaleza, la ciudad, llevada de un 
puro patrotismo, discurre medios 
como hacerse de uno y de otro. 
Los vecinos voluntariamente se 
imponen una pensión durante la 
guerra, después de grandes des- 
embolsos que hace el comercio y 
hacendados. Superado de este mo- 
do el inconveniente de no haber 
dinero, se despachan circulares 
por toda la campaña convidando 
á sus moradores y habitantes pa- 
ra un acto tan heroico y ofrecién- 
doles el pré mensual de diez pe- 
sos á los que asistan sin caballo, 
y con doce á los que con estos, á 
mas de la carne y el mate, vicio 
reinante del país; estendiéndose á 
tanto la liberalidad de esta ciudad, 
que aun á las tropas pagadas por 
el rei les prolonga el sueldo en la 
forma dicha. 

Con estas dilijencias se consi- 
gue tener en breves dias sobre ar- 
mas 7 á S mil hombres, todos vo- 


luntarios, y que vienen dispuestos 
á perder sus vidas, los que diaria- 
mente va recibiendo en trozos el 
Sr. gobernador de esta plaza, y 
exortándolos con mucha bizarría. 

Organizadas ya de esta suer- 
te las cosas, trátase de hacer la 
proyectada reconquista; mas co- 
mo esta no sea dable formalizarla 
sin la protección de este gobier- 
no, á quien en la ocasión única- 
mente reconocíamos, se le comu- 
nica al Sr. D. Pascual Ruiz Hui- 
dobro esta idea. Este la conjetu- 
ra una cosa ardua á resolver, pues 
teme, con fundamento, el esceder 
sus facultades, y ser responsable 
á esta acción. No se detiene la 
ciudad: pasa repetidos oficios de 
un mismo tenor: el pueblo á gri- 
tos y por las calles lo pide, y se 
teme, que de no acceder, se forme 
algún siniestro tumulto en la ciu- 
dad cuyas consecuenciasserian fa- 
tales; pues no es dable, dice el 
pueblo, que hallándose con fuer- 
zas suficientes, deje á sus queridos 
compatriotas bajo una tirana do- 
minación. Al fin el gobernador, 
impelido de estos antecedentes, 
hace consejos de guerra en que se 
decida la pretensión. Después de 
muchos debates, resulta del con- 
sejo, que se forme una escuadri- 
lla de las lanchas cañoneras y bu- 
ques pequeños para el efecto de la 
reconquista de Buenos Aires. 

En el Ínterin llegan chasques 
de la capital, en que aquella efi- 
cazmente nos suplica este socor- 
ro, pues nos dicen sus individuos 
que aunque es cierto se hallan en 
la presente época bajo el gobier- 
no británico, están prontos todos 




á sacudir aquel nuevo y estraño 
yugo, y volverse á la potestad de 
S. M. C. Esta ciudad, que ya de 
por sí se había resuelto á tan he- 
roica empresa, siente en si un ma- 
yor aumento de deseos al oír las 
eficaces súplicas de sus -inmedia- 
tos moradores, pues ellos confie- 
san no tener en la ocasión otro am- 
paro ni asilo, que el de Montevi- 
deo. Este que, como he dicho an- 
tes, no aguardaba mas que la re- 
solución del gobierno para poner 
en planta sus ideas, luego inme i 
diatamente que se vio con ella, 
comienza á aprestar lanchas, y 
disponer buques en número sufi- 
ciente para el efecto. Es tanto el 
regocijo y tanta la actividad, que 
cada uno de por sí quiere tomar- 
se tan honrosa comisión; pues 
preven ya que sus efectos serán 
para llenarse de gloria y de un re- 
nombre eterno. De esta suerte 
consíguese disponer todo en algu- 
nos dias. 

Entre estas cosas, llegan va- 
rias noticias de Buenos Aires, 
ya favorables ya tristes, lo que 
hace de nuevo vacilar al gobier- 
' no sobre la dicha espedicion; mas 
la ciudad, siempre constante, sin 
que nada le amedrente, clama 
porque se lleve á debido efecto; 
con lo cual el gobierno se ratifica 
en su anterior resolución. Con es- 
te animo, regladas las tropas, se 
les da por jeneral principal al Sr. 
D. Santiago Liniers, capitán de 
navio, y el mando de mar se en- 
trega á D. Juan de Concha, ca- 
pitán de fragata. 


CAPITULO III. 

SALIDA DE LAS TROPAS DE IVIONTE VIDEO 
PARA BUENOS AIRES. 

Con las disposiciones, que que- 
dan dichas, y al efecto de la re- 
conquista de Buenos Aires, co- 
menzaron á salir las tropas de 
tierra, el 22 de junio, junto con su 
jeneral D. Santiago Liniers; y las 
fuerzas navales, con su comandan- 
te, D. Juan de Concha, el 23 por 
la tarde, hasta el pueblo de la 
Colonia del Sacramento, en que 
se habían de reunir unas y otras. 
Las tropas terrestres tuvieron sus 
contratiempos en el camino, por 
lo que se detuvieron en llegar al 
punto de reunión, lo que al fin 
consiguieron el 31 del dicho ju- 
nio, habiéndoseles reunido en el 
camino mucho jentío para pasar á 
Buenos Aires, todos con un áni- 
mo igual, y prontos para la con- 
tienda. Las fuerzas navales llega- 
ron al punto señalado el 24, des- 
pués de haber sufrido la noche del 
23 una recia borrasca, á causa del 
temporal que se levantó; de cu- 
yas resultas se perdieron dos lan- 
chillas, aunque con la felicidad 
de salvar sus jentes, cañones, y 
casi todos sus pertrechos. Duran- 
te la mansión de la escuadrilla en 
la Colonia, ya los enemigos algo 
recelosos de este suceso, aposta- 
ban sus espías que les anuncia- 
sen el próximo arribo de estas fuer- 
zas. Al efecto de esplorar, llega 
el 29 á legua y media de la Co- 
lonia, un bergantín enemigo el 
que, luego que es advertido por los 
nuestros, resuelven salir á batirse 
con él, lo que consiguieron están- 



do el viento en calma. Solo una 
de las lanchillas, que llega prime- 
ro. entra en combate con él, con- 
sigue maltratarla bastante, arran- 
cándole considerables pedazos, 
cuyos fragmentos, flotantes s'obre 
las aguas, tienen la satisfacción de 
recojer y depositarlos en casa de 
su jenera!, en firme testimonio de 
su contienda; y seguramente hu- 
biera sido apresado á no haber ar- 
reciado el viento antes que las 
otras llegasen á estado de poder 
batirse, con cuyo motivo, echando 
todo trapo, pudo escapar el ene- 
migo llevando en sí un auténtico 
testimonio de hallarse ya en dicho 
puerto las fuerzas que solicitaban. 

O! y cuanto es el gusto q u e 
desde el pueblo de la Colonia te- 
nían nuestros amados paisanos, al 
ver la bizarra contienda de los 
suyos! Testigos son del gran go- 
zo en que rebosaban las esterio- 
res señales de júbilo y aplauso, 
con que los recibieron en su re- 
greso, que fué la noche del 29 , y 
máxime viendo que no habían es- 
perimentado daño alguno, por 
mas que el enemigo ponía todo 
empeño en sepultarlos entre las 
aguas, como lo manifestaban las 
continuas descargas y muchas ba- 
las que vomitaba. El lleva en sí, 
como ya he dicho, señales de este 
combate, y los nuestros solamen- 
te las llevan en los trofeos que de 
él ban recojido. El enemigo, sin 
duda zafo de este ataque, vuela á 
llevar á los suyos esta noticia; de 
cuyas resultas, el 30 aparecen á 
la vista de la Colonia 2 fragatas 
y 1 corbeta inglesas, con el obje- 
to, según es de colejir, de ver si 


Tí 3 - 

con su presencia amedrentan á los 
nuestros, les obligan á detenerse 
y no salir de aquel puerto, pero 
se engaña en esto el arrogante 
enemigo. Salen los nuestros des- 
cae sus principios del puerto de 
Montevideo, como hemos visto, 
resueltos á buscarles y no á huir 
de su vista. 

En el Ínterin, algunos de Bue- 
nos Aires esperan las fuerzas de 
Montevideo para reunirse, y dar 
el golpe al enemigo. Con este ob- 
jeto, D. Martin Pueyrredon, hom- 
bre de valor singular, como sus 
particulares hechos lo demuestran, 
penetrado de un justo sentimiento 
al ver al enemigo tan torpemente 
posesionado de su suelo patrio, y 
al mismo tiempo reconociendo las 
tiranías que comienza cá practicar 
con sus compatriotas, siendo un 
mero particular, sacrifica sus in- 
tereses y pone en riesgo su vida; 
pues sale de la ciudad, sin mas obje- 
to que acopiar jentes, interceptar 
toda especie de víveres, como lo ha- 
ced todacosta, pagando á mano lo 
que puede, ya de su p. opio peculio, 
ya del de otros, que al efecto i?e le 
han asociado, y de no librando 
contra él, sin mas fin que aniqui- 
lar al enemigo, y por último vie- 
ne con los nuestros en su llegada. 
Con estas miras acampase en la 
costa, unas cuatro leguas de la 
ciudad con alg-una jente, de cuyo 
número lo que únicamente se sa- 
be, es que era mui inferior á la del 
enemigo, teniendo consigo unos 5 
á 6 cañones. Mas como en todos 
reinos y ciudades no faltan trai- 
dores, y quienes enajenados de 

los sentimientos de verdadero ho- 

as 



- 124 - 


ñor, y olvidados de las obligacio- 
nes de todo derecho, favorezcan 
ai enemigo, no tardó mucho sin 
que este supiera la llegada de 
Pueyrredon. 

Con este motivo, determina sa- 
lir á atacarlo lo que efectuó el pri- 
mero de agosto, destinando para 
el efecto, 600 hombres con todo 
su tren. Mas Pueyrredon, íntima- 
mente instruido del país, receloso 
ya de este hecho remitía conti- 
nuamente sus espías que le cer- 
ciorasen de las novedades ocur- 
rentes, las que el referido dia pri- 
mero, bien de madrugada, vuel- 
ven anunciándole que una gran co- 
lumna de enemigos venía sobre 
ellos. Con cuya noticia Pueyrre- 
don, aflijido porque como acaba- 
ban de llegar á aquel lugar, se ha- 
llaban bastantes desprevenidos, 
con dos solos cañones que tiene 
mal montados, trata de defenderse. 
Llega al fin á avistarse el enemigo 
como á las 7 de la mañana, rómpese 
inmediatamente el fuego, este 
se sostiene con bastante actividad 
y bizarría; crece, y al cabo Pueyr- 
redon, con 10 ó 12 que le siguen, 
les avanza, con lo que, no obstan- 
te el crecido número, tiene el ene- 
migo que retirarse con pérdida de 
un carro de municiones que les to- 
maron los de Pueyrredon con bas- 
tantes muertos y heridos, hasta el 
número de 22, siendo el daño de 
nuestra parte 2 muertos y 1 heri- 
do; no habiendo conseguido mas 
el enemigo, que con un desgracia- 
do tiro haber dado muerte al ca- 


(a) La proclama es la que ya dimos en 
la páj. 65 — La del manuscrito tiene algu- 
no» errores: especialmente el de datarla 


bailo del valiente Pueyrredon. 

Ya es de colejir cual sería la 
cólera y furor que Berresford lle- 
varía en sus entrañas: crece esta 
en tales términos, que no puede 
ahogarla en su interior: pasaá in- 
timar á la ciudad mande aquie- 
tarse á éste, ella le responde, que 
estando Pueyrredon fuera de su 
centro, no tiene como contenerle: 
al fin ofrece grande suma de di- 
nero á quien le presente su decla- 
do enemigo; pero todo es en va- 
no. Pueyrredon, zafo de este ata- 
que, pasa inmediatamente á la Co- 
lonia á dar aviso del suceso a nues- 
tro jeneral D. Santiago Liniers. 
Con estas nuevas noticias, y teme- 
rosos de algún siniestro acciden- 
te en la capital, tratan de condu- 
cirse á ella cuanto antes, habien- 
do primero arengado al ejército 
en estos términos (a) 

No bien nuestro famoso jene- 
ral había arengado de esta suerte, 
cuando el ejército, todo unánime, 
levantando la voz, y ratificándose 
en sus primeras ideas, clama el ser 
pasado cuanto antes á la costa del 
sur, para dar ya un auténtico tes- 
timonio de su valor y bizarría. O! 
y con cuanta alegría recibe el je- 
neral estas esteriores demostra- 
ciones, pues según ellas se prome- 
te el feliz éxito de la victoria: má- 
xime que echa la vista sobre su 
ejército, y le encuentra la mayor 
parte de él compuesto de jóvenes 
gallardos, entre ellos 100 y mas 
catalanes, que se han unido bajo 

el 3 de Agosto, habiendo sido del I.°, se- 
gún el parte de Liniers. {N. de la Red.) 




el nombre de Miñones , todos los 
que siendo puramente voluntarios, 
sacrifican su sosiego y haberes, sin 
mas objeto que el (he un puro va- 
lor, y manifestar á la patria y al 
mundo entero, el valor, fidelidad 
y amor á su lei y compatriotas. 

Interin todas estas cosas, esta 
ciudad de Montevideo, íntima- 
mente persuadida que las armas 
materiales nada valen sino son di- 
rijidas por la invisible mano del 
Dios de los ejércitos, y que sin el 
favor y amparo de este,, ningún 
soldado católico conseguiría ja- 
más prosperidad en sus empresas, 
ni lauro alguno en sus espedicio- 
nus militares, procura en su igle- 
sia Matriz, y convento de los pa- 
dres Franciscos, ofrecer diaria- 
mente holocaustos á este Dios de 
los ejércitos, siendo ene§to el mo- 
delo de los antiguos jueces y je- 
nerales de los pueblos del Señor, 
y de reinos posteriores; pues sabe 
que el valiente Saúl, dejó de ser- 
lo luego que el Señor sustrajo de 
él el ausilio con que le tenía con- 
decorado; por el contrario David, 
á quien nunca le faltó la gracia 
del valor, jamas dió batalla algu- 
na en que no fuese vencedor. Sa- 
be, que Clotario, rei de Francia, 
antes de ordenar sus tropas para 
ocurrir á la rebelión de su mal hi- 
jo Aramno, que, como otro Ab- 
salon á David, intentaba quitarle 
la vida y la corona, hizo á Dios 
fervorosa oración, y debió á ella 
el haberle aprisionado y muerto. 
Sabe, que el rei de Aragón, Al- 
fonso, viendo á su hijo Fernando 
que salía á campaña contra los 
florentinos, le dió el saludable con- 


sejo de que acudiese á Dios con 
penitencia y con oración humilde 
y fervorosa, y sabe por último que 
aun los paganos estaban conven- 
cidos de esta necesidad, y solian 
consultar á sus oráculos y presen - 
tai* sus'votos á los Dioses, para 
obligarlos á que los protejiesen en 
la guerra. El idólatra, impiísimo 
rei Acab, preguntó á los falsos 
profetas, y les mandó orasen por 
el buen éxito de su guerra contra 
la Siria. Con cuyos monumentos 
no dejan de hacerse en esta ciu- 
dad, como he dicho, fervorosas 
oraciones por el buen éxito de nu- 
estras armas, pues'se pelea contra 
unos, que no solamente son ene- 
migos del estado y nación, sino lo 
que es mas, de Dios, su iglesia, 
su fé, su relijion, sus leyes, sus 
ministros, sus templos, y todo lo 
mas sagrado. De unos enemigos, 
cuyo orgullo es sin medida, y cu- 
ya ambición es insaciable, la que 
al instante manifestaron en su en- 
trada á Buenos Aires; pues su 
primer objeto fué recojer tesoros 
aun sacrificando al mismo pueblo. 

No dejará aquí de estrañar el 
curioso lector, que desde el pri- 
mer capitulo de esta obra, no ha- 
yamos vueltoá hablardel marques 
de Sobre-Monte, virei de estas 
provincias; mas como dejada la 
ciudad, le hubiésemos demostra- 
do colocado en los campos en el 
Monte de Castro, en nada ha in- 
tervenido en lo ante-dicho. Mas 
sinembargo diré, que después de 
21 dias de la triste catástrofe de la 
toma de Buenos Aires por el in- 
gles, recien remite oficio á este 
gobierno de Montevideo, haciendo 



- 126 - 


presente la dicha toma, y queján- 
dose amargamente de los vecinos 
de Buenos Aires, y dice que es- 
tos le han abandonado. Mas a) fin 
el reo mas convicto es de derecho 
natural clame por su libertad. De 
lo dicho en la primera parte de es- 
ta histórica narración se colije 
evidentemente quien fuá el aban- 
donado. Ello es, según lo visto, 
que estas mismas voces las espar- 
ce en las partes interiores de la 
provincia, con cuyos preparativos 
retírase á la ciudad de Córdoba 
del Tucuman, en donde, como ig- 
norantes en el caso, le reciben con 
toda grandeza. Ah! pobres mora- 
dores de la capital, vosotros os es- 
pusisteis, sufristeis las intempe- 
ries de los tiempos, os mantuvis- 
teis sobre las armas hasta que se 
os mandó retirar; y ahora se os 
condecora con la investidura de 
traidores; yo estoi firme en que 
vosotros os vindicareis en este ca- 
so. Repite al fin Sobre-Monte va- 
rios oficios; mas este gobierno, 
sordo, no le contesta cual él de- 
sea. El dice que las tropas que 
conducía, esto es, que sacó de 
Buenos Aires en su compaña le 
han abandonado. ¿Y cuál será el 
motivo que obliga á las tropas a 
desentenderse de la formalidad de 
virei con que está revestido el que 
van custodiando, y al fin á aban- 
donarlo? El, desde Córdoba, pide 
á este gobierno ausilio de jente, y 
pertrechos de guerra, mas este 
gobierno, apurado en las circuns- 
tancias, con el silencio se los 
niega. 


CA PITULO IV. 

RECONQUISTA DE BTTENOS AIRES. 

Al fin de verificar ya la desea- 
da reconquista de Buenos Aires, 
salió nuestra armadillo de laColo- 
nia del Sacramento, el 3 de agosto 
por la tarde. El tiempo le fué fa- 
vorable hasta el 5; mas en segui- 
da, entra uno de aquellos tempo- 
rales recios y temibles que anual- 
mente se preparan en este conti- 
nente,;/ aunque á esta fecha ya ha-r 
ciamos descansadas nuestras fuer- 
zas del otro lado, mas como no sa- 
be el hombre los tropiezos que ha 
de encontrar en el camino, y ca- 
reciésemos de noticia alguna, nos 
tiene á todos en un puro sobre- 
salto, y con vivos deseos de sa- 
ber su arribo al puerto deseado. 
En el Ínterin llega un oficio de D. 
Ramón del Pino, comandante de 
la plaza de la Colonia en que re- 
fiere haber oido un largo tiroteo, 
y haber visto una gran columna de^ 
fuego, acompañada de una gran- 
de humaderapor los aires. Crecen 
con estas nuevas las zozobras del 
pueblo, y ya todos aspiran á sa- 
ber si el hecho es favorable ó ad- 
verso. 

Entre estas vacilaciones llega 
el 13, en que sabemos, por oficio 
pasado al gobernador de esta pla- 
za, quedos lanchillas, por. evento 
casual é impericia del que las di- 
rijia, se habían separado del cuer- 
po de la espedicion, y según órde- 
nes que tenían, se hallan en la is- 
la de Martin García, entre la Co- 
lonia y Buenos Aires, que esta ha 
hecho presa un buque que venía 
de Buenos Aires y que por su pa- 



- 127 - 


de Buenos Aires y que por su pa— 
tron ha adquirido algunas noti- 
cias las que el comandante apre- 
sador comunica á esto gohie» no, 
las que en sus propios términos 
transcribiré aquí: son sus espre- 
siones: '‘Por un barco que hice 
buena presa, por traer pasavante 
ingles, sabemos que nuestra espe- 
dicion está en las Conchas, y en 
este temporal pasado, cuatro lan- 
chas que tenían los enemigos en 
balizas, se han ido á pique, y un 
bergantín ha sido prisionero pol- 
los nuestros, y los*demas buques 
de guerra enemigos se hallan fon- 
deados en los Quilines. Una par- 
tida de los nuestros, avanzó á otra 
enemiga, les tomamos los caño- 
nes, y les quitamos un repuesto 
de pólvora, donde perecieron mu- 
chos de ellos. Se han juntado con 
nuestras tropas unos cuatro á cin- 
co mil hombres. Los ingleses, en 
cuanto supieron nuestra ida á 
aquella, se acamparon fuera de 
la ciudad, dejando en el fuerte de 
Buenos Aires algunas tropas pa- 
ra su custodia.” Con semejantes 
noticias, rebosa en gozo el pue- 
blo, unos á otros se dan una y mil 
veces las debidas enhorabuenas, 
y no saben como demostrar su ale- 
gría y contento. 

Al fin, en el día 15 de agosto, 
vemos cumplidos nuestros deseos; 
pues al amanecer de este día, 
llega al Sr. gobernador de esta 
plaza, un espreso del comandante 
de la Colonia, en que le asegura 
haber oído desde la suya un largo 
cañoneo, hacia el lado del sur, el 
día 12. Con estos antecedentes, y 
que al mismo tiempo avisa haber 


% i 

visto pasar los buques ingleses» 
comienza el pueblo á presajiarse 
la victoria; cuando á la una del 
mismo día, llega un oficio de nues- 
tro jeneral Liniers al mismo Sr. 
gobernador, asegurándole la re- 
conquista de Buenos Aires, hecha 
por nuestras armas el 12 del men- 
cionado agosto. El Sr. goberna- 
dor, lleno de gozo, después de 
venir al templo á rendir devota- 
mente mil acciones de gracias al 
Dios de los ejércitos, al que co- 
noce debe de atribuirse toda vic- 
toria, cual otro David, Josué, 
Gedeón, Othoniel &a., procura 
comunicar al pueblo tan intere- 
sante noticia; lo que primeramen- 
te verifica mandando descargar 
toda la artillería de la ciudad, re- 
picar las campanas de los tem- 
plos, y poniendo públicos caí teles 
de este tenor: “Mui amado pue- 
blo: Dios nuestro Señor ha favore- 
cido completamente nuestras ar- 
mas;hemos reconquistado á la ca- 
pital de Buenos' Aires, quedando 
prisioneros de guerra todos los 
enemigo-. ”0! y quien po Iria con- 
tener el escesivo jubilo de este 
fiel y leal pueblo, á la vista detan 
plausible nueva, autorizada por la 
voz de su amado jefe! Ello es que 
son indecibles las señales este- 
riores de alegría en que prorum- 
pe este vecindario; pues aun se 
advierte en los individuos conde- 
corados con 'autoridades, y aun 
en aquellos á quienes la edad su- 
ministra ya circunspección, trans- 
portarse en tales términos que se 
espliquen en pueriles acciones. 
Aun el teatro de la iglesia se mu- 
da; y si hasta el presente dia no 

J 34 





- 129 - 


2 lanchiUas que quedaron en Mar- 
tin García. Nuestro jeneral Li- 
niers los recibe con aquel gusto 
que es de imajinarse; mas, como 
lleva ya su ejército formado de 
Montevideo, los coloca en la reta- 
guardia, como jentes ausiliares. 
El jeneral británico, inmediata- 
mente sabe el arribo de los nues- 
tros; mas creyéndose sumamente 
seguro, no le hace mayor novedad. 
El se cree, que habiendo vencido 
en su entrada á la capital un pue- 
blo tan numeroso, con mucha mas 
facilidad vencería este corto ejér- 
cito. El, sin duda alguna, se ha 
persuadido que el carácter de los 
habitantes de la América del Sur, 
es la vileza y cobardía: por lo que, 
según noticias, llegó á tales tér- 
minos su arrogancia y satisfacción 
que luego que supo la llegada de 
nuestras tropas, se dolió el tener 
que entrar en combate con ellas; 
por que á su ver, sin dificultad al- 
guna las reduciría á cenizas: pero 
se engañó, como en breve lo vió 
el fanfarrón enemigo: debió de ad- 
vertir que estas son ramas del an- 
tiguo valor español, que tantas 
veces, con daño propio, han co- 
nocido, y que el haberse él apode- 
rado de la capital, no fue defecto 
de las jentes, sino por falta de di- 
rección. No obstante, é) se pone 
■ en algún cuidado y son continuos 
sus movimientos, por lo que con 
sus acciones falsifica sus espre- 
siones. Al fin nuestra jente de- 
seosa de ver verificadas sus ideas, 
aunque con muchos trabajos van 


aproximándose á fa ciudad, has- 
ta que el día 10 logran llegar á > 
su circunferencia. Aqui se acam- 
pa nuestro jeneral, y deseoso de 
cumplir todas las obligaciones de 
un guerrero y político jefe, deter- 
mina mandar un parlamentario 
al jeneral Berresford, á fin de que 
consultando la humanidad y hor- 
ror que causa á un cristiano y 
-sensible corazón, la efusión de 
sangre de sus semejantes, le en- 
tregue la plaza en buena armonía. 
Son tan enérjicas las espresiones 
del oficio, que ellas solasdemues- 
tran el valor del jeneral español, 
y satisfacción que tiene en sus 
tropas, él es del tenor siguiente (a.) 

************ ** *•* ************* * * * * 
Llega al fin nuestro parlamen- 
tario al fuerte; y hallándose á la 
sazón Berresford en consulta con 
el cabildo é limo, obispo, no con- 
siguió el hablarle, por lo que, 
concluido el tiempo para su emba- 
jada, que son 15 minutos, se vuel- 
ve á nuestro campo sin lograr su 
fin, aunque por impericia de la 
guardia; pues yendo con oficio de 
parlamentario, no debía detenerle. 
Concluida la consulta, se le avisa 
á Berresford lo sucedido, este se 
llena de indignación, y reprende 
cual debe á su guardia. Al solo 
llegar nuestro parlamentario al * 
campo con la not icia de no habér- 
sele dejado hablar con el jeneral, 
se levanta una voz en nuestro 
ejército, que dice: á ellos, á ellos, 
por el rei. Pero fuese por que el 
dicho jeneral ingles mandase avi- 

v. 


(a) Lo suprimimos, como también la 
respuesta de Berresford, que el autor co- 
pia en seguida; pues ambos documentos i 


se encuentran ya en las páj. 67 y 68. 

de la Rcd v ) 



% 


- K3U - 


so á nuestro campo para que vol- 
viese la embajada, como algunos 
dicen, ó fuese porque el nuestro 
así lo determinó, ello es que vuel- 
ve segunda vez nuestro parlamen- 
tario. Al solo ver entrar á este es 
inesplicable el gozo en los mora- 
dores de Buenos Aires. El entre- 
ga su pliego cual debe al enemigo 
jeneral, este lo lee, y después de 
enterado de su contenido, lleno de 
soberbia, responde en estos tér- 
minos 


Oh! arrogante enemigo! Te 
cuentas en plena seguridad, y en 
mui breve verás tu desengaño. Te 
se convida con la paz, la despre- 
cias, y en breve llegará instante 
que la solicites y no se te oiga. 

Lo mismo es salir nuestro par- 
lamento del fuerte, que mandar el 
ingles colocar todas sus tropas á 
distancia de 5 cuadras de la pla- 
za, en contorno, con sus cañones 
de tren y obuses. Llegado aquel 
á los nuestros, y recibida la con- 
testación, manda nuestro jeneral 
disponer su jente. En el Ínterin, 
una guardia avanzada de miño- 
nes* llega esplorando á la plaza 
del Retiro: allí encuentra un grue- 
so trozo de enemigos, á los cua- 
les, ayudados de una compañía de 
granaderos de infantería, y des- 
pués de haberles muerto unos 30 
á 35 y hecholes algunos prisione- 
ros y heridos, los destruye y pone 
en fuga. Primer golpeque recibió 
el enemigo. Al amanecer se po- 
sesiona y acampa nuestro ejército; 
y en (aplaza de Toros, que allí 
existe, coloca su bandera españo- 
la. Este sin duda fué un golpe 


bastante sensible para el enemi- 
go, pues con la pérdida del Re- 
tiro, pierden gran cantidad de per- 
trechos de guerra, que se hallaba 
en los cuarteles allí existentes, 
de los que inmediatamente se apo- 
deraron los nuestros. 

Aquí es de ver aquella populo- 
sa ciudad, en aquel dia rejida por 
dos soberanos diferentes y enemi- 
gos: las circunferencias del Re- 
tiro ven la bandera española; y el 
centro de la ciudad, la británica, 
colocada en el fuerte. Ya empie- 
za á esperimentar el arrogante 
Berresford el impulso de los nu- 
estros. 

No bien se acampa nuestro 
ejército en el lugar dicho, cuan- 
do inmediatamente dispone poner 
artillería en las calles entrantes á 
la ciudad: cuyas noticias, sabi- 
das por el jeneral británico, man- 
da al momento á su jente que, con 
el tren de campaña pase al Reti- 
ro á desalojarlos de aquel lugar. 
En efecto, se dirijen acia allá; 
mas los nuestros, entre ellos se- 
ñaladamente D. Francisco Agus- 
tini, en aquel acto comandante de 
la artillería, la manejaban con 
tanta destreza, que después de 
hacer un grande destrozo en el 
enemigo, le obligaron á retroce- 
der. Por una de las calles iba el 
propio Berresford, el que, viendo 
el estrago que le hacían los nues- 
tros, y que los suyos huían, sigue 
el propio partido, pero, presajian- 
do ya su ruina, agárrase la cabe- 
za, arráncase los cabellos, y en 
su interior sin duda clama: perdi- 
do soi; mas no fué malo cuando 
él propio pudo escapar y salvar 



* 

Í3l 


sus cañones para lo que le sirvió 
la. oscuridad de la noche que do- 
minaba. El enemigo conducía po- 
ca jente, pero entresacada de la 
flor, y lo mas aguerrido de su rei- 
no; en una palabra, soldados del 
Tejimiento n. ° 71, tan afamados 
en Inglaterra, y que basta la fe- 
cha no habian sido vencidos, sinó 
en 6 ó 7 batallas siempre vence- 
dores. Esta era la esperanza del 
soberbio jeneral; pero al fin ya se 
va persuadiendo que se le acerca 
aquel instante y hora desgraciada 
de su ruina; ya comprende que el 
antiguo valor español, reina tam- 
bién en los habitantes de la Amé- 
rica del Sur. 

Después de este hecho como 
ya hayamos dicho que ya había 
entrado la noche se retiran los 
nuestros á dar algún lijero des- 
canso á sus fatigados cuerpos. 
¿ Mas cómo descansarían con tran- 
quilidad teniendo tan próximo al 
enemigo? Pernoctan formados en 
batalla con las armasen la mano. 
Los miñones, cuyo valor se ha 
demostrado sin igual, se encargan 
de las avanzadas, y sin temer el 
fuego del enemigo, # se arrojan 
hasta el centro de la ciudad, y no 
cesan de matar y tomar prisio- 
neros. 

El siguiente dia, comienza el 
enemigo á vomitar fuego por to- 
das partes, pues aproxima sus bu- 
ques á la plaza del Retiro, y des- 
de el rio hace fuego á los nues- 
tros. Nuestro ejército le corres- 
ponde, hasta que por fin tiene 
aquel que desistir de su intento. 
¿Cuántas son en el Ínterin las 
ideas del enemigo? ya quiere sa- 


lir á atacarnos, ya desiste, al ver 
el brio y bizarría de los nuestros, 
señaladamente los valerosos mi- 
ñones, cuyo arresto era sin igual. 

Así permanecen las cosas, has- 
ta que el dia 12 de agosto, dia de 
nuestras glorias, é incomparable 
victoria, contra el propio proyec- 
to de nüestro jeneral, estos singu- 
lares miñones se internaron tanto, 
que encontrándose ya en las próxi- 
mas circunferencias de la plaza, 
se acercan á un trozo británico y 
comienzan á disputarse el paso. 
Aquí se rompe el fuego, y se avi- 
sa inmediatamente el hecho á los 
nuestros del Retiro. De estos se 
apodera un estraño impulso inte- 
rior, que no hai quien los conten- 
ga: gritan ya desordenadamente: 
A ellos, _á ellos que ya es tiempo, 
y muchos, sin aguardar la orden 
de nuestro jeneral Liniers, se in- 
ternan ya por las calles. Este, al 
ver aquella estraordinaria fermen- 
tación, imposible ya de contener- 
se, dá orden de avanzar. 

Aquí es donde la pluma no al- 
canza ni aun el mas fino pincel 
para pintar este bizarro teatro. 
Los nuestros, olvidados de su 
propio ser, se arrojan tan precipi- 
tadamente sobre el enemigo, ar- 
remeten por entre el mismo fuego, 
y aquí les toman la artillería, allí 
causan una grande mortandad, y 
allí aprisionan en mucho número, 
y á fuerza del fuego, hacen retro- 
ceder al enemigo hasta el fuerte, 
y se apoderan de la plaza princi- 
pal. Es tanto el fuego de cañón y 
fusil que se hace de ambas partes, 
que no se vé todo el aire sinó in- 
feccionado de una gran columna 

35 


- 132 - 


de fuego, y llega ya á término que 
no divisan los objetos para hacer 
la puntería, y solamente se rijen 
por los alaridos y voces. Los nues- 
tros gritan, no quede uno, arrase- 
mos con todos, finalícese en este 
dia la raza inglesa en este suelo. 
Berresford vé ya su último ester- 
minio; y bajando la bandera de 
su rei, en su lugar eleva bandera 
parlamentaria. Los nuestros, ar- 
rebatados en cólera, y Henos de 
un valor sin igual, cierran sus 
ojos y oídos, y no admiten el tal 
parlamento. Unos dicen: ¿Ber- 
resford, Berresford donde está 
vuestra soberbia y arrogancia? No 
te convidamos á los principios, por 
medio do nuestro parlamentario, 
con la paz? ¿Tan desatinadamen- 
te no la despreciaste? pues no hai 
ya lugar á compostura. Otros 
gritan: ¿Dónde está el valor del 
invencible rejimiento número 71? 
¿Dónde están esos sin iguales 
guerreros? y todos á una: acabar 
con, ellos, acabar con ellos. Entre 
estas funciones, digna era de ver- 
se una mujer, llamada Manuela 
la tucumana, consorte de un cabo 
de asamblea, la que despreciando 
aun la debilidad de su propio 
sexo, sin terror á las balas ylá la 
muerte, sale á batirse con el ene- 
migo al lado de &u marido: á este 
un desgraciado tiro le privó de la 
vida; mas á ella, no solamente la 
respetó, sino que su valor, aumen- 
tado con este desgraciado acci- 
dente, llegó á dar la muerte á un 
soldado ingles, de cuya arma po- 
sesionada, entregó ú nuestro jene- 
ral, pidiendo la completa destruc- 
ción del enemigo. 


Viendo Berresford la ceguedad 
de los nuestros, que no se atendja 
á la bandera blanca, y que ya ha- 
bía un grande número de los nues- 
tros en las murallas del fuerte, 
con ánimo de escalarlas, habién- 
dolo ya unos pocos verificado, no 
tiene mas remedio que bajar la 
bandera de parlamento, enarbolar 
la española y entregarse á dis- 
creción. 

En el ínterin corrían ya dos 
horas y media de fuego activo y 
violento. ¿Mas los nuestros que 
hacen al ver enarbolada la bande- 
ra tan deseada de nuestro rei? 
¿Acaso se aquietan y ponen en 
tranquilidad? mui al contrario, 
gritan á un mismo tiempo: viva 
nuestro rei, y todos los enemigos 
á degüello. Aquí entran las aflic- 
ciones de nuestro humano jene- 
ral Liniers, á fin de contener su 
ejército, y empieza á reconvenir- 
les con lo que de antemano les ha 
dicho, que el enemigo vencido es 
nuestro hermano. Aun no cedian, 
y al fin es necesario interponer 
todo el nombredel soberano y que 
el jeneral se revista de un duro y 
áspero semblante, con lo que con- 
siguió apaciguar las jentes. O! 
heroico valor español! 

Aquí es inesplicable el gozo en 
nuestros amados compatriotas 
prisioneros, los que saliendo de 
sus casas, no tienen como en sus 
palabras y acciones esplicar su 
regocijo: son incesantes los Vícto- 
res á nuestro jeneral y á las tro- 
pas. Uno de los primeros, el limo. 
Obispo D. Benito Lúe y Riega, 
sale por medio de las filas, bendi- 
ciendo á manos llenas las victo- 


- 133 - 


riosas banderas. ¿Mas cuál sería 
el júbilo de nuestro ejército al 
ver salir á media plaza al arrogan- 
te Berresford, conducido por el 
ayudante mayor D. Hilarión de 
la Quintana, con el semblante de- 
mudado, todo trémulo, confuso, 
perturbado, y aun vertiendo algu- 
nas lágrimas, y que allí, arrojan- 
do su espada en el suelo, rinde el 
mando á nuestro valeroso jeneral 
D. Santiago Liniers y Bremont, 
y que preguntado por éste el mo- 
do de su entrega, responde que á 
discreción. 

He dicho que faltan á los mo- 
radores de Buenos Aires, espre- 
siones con que repetir acciones de 
gracias á sus libertadores de vidas 
y haciendas: y en efecto que así 
deben de llamarles, pues el bárba- 
ro é impío enemigo conjeturán- 
dose ya perdido, tiene dada orden 
á sus tropas para el 12 á la noche, 
dia en que entraron las nuestras, 
tomar hachas, y las cuatro cua- 
dras en contorno de la plaza 
saquearlas, pasar á cuchillo cu- 
antos en aquella circunferencia 
se hallaran, y por último abando- 
nando aquel lugar, embarcarse. 
Santo Dios! que escena tan la- 
mentable, que teatro tan lúgubre 
hubiera sido este! Ah! bárbaro y 
cruel enemigo, qué entrañas peor 
que de fieras son las que te ani- 
man! ¿Pero cómo el Dios de los 
ejércitos, á quien tantas oracio- 
nes, tan continuos holocaustos, 
como antes he dicho, en el Ínterin 
se le hacían, había de permitir tan 
cruel, tan inhumana acción? O! 
y cuantos inocentes hubieran si- 
do víctimas de la saña del bárbaro 


enemigo! Por lo que, raciocinan- 
do cristiana y. relijiosamente, y 
asentando como cierto, ser erró- 
neo y falso el fato, ó acaso epicu- 
reano, y por cousiguiente que cu- 
anto bueno proviene depende, co- 
mcfde causa primera, de la vo- 
luntad de Dios, debemos de con- 
fesar esta victoria como milagro- 
sa, máxime si traemos á colación 
no ser la voluntad é intento de 
nuestro jeneral el acometer este 
dia, sino el 13 ó 14; de suerte que, 
el haberse verificado el 12, fué, 
como ya dije, el haberse interna- 
do los valerosos miñones é inquie- 
tado con esta noticia á todo el 
ejército. Y á vista de esto ¿quién 
no confesará haber el Dios de los 
ejércitos, con su poderosa é invi- 
sible mano, impelido á los miño- 
nes á tal acción? Y aun si refle- 
xionamos en el nombre de la San- 
ta (Sta. Clara) que aquel dia re- 
za y canta la iglesia, parece en- 
contraremos algo misterioso. To- 
da claridad espele la oscuridad, 
como forma opuesta: toda mal- 
dad, toda acción cruel é inhuma- 
na debe computarse entre las es- 
tensas sombras de la oscuridad, 
pues no es mas, que un defecto, 
una privación, ó disconformidad 
de la razón y la lei. 

Inmediatamente á la entrega de 
Berresford y sus tropas, se for- 
man las nuestras en dos filas, des- 
de el fuerte al cabildo, con bas- 
tante harmonía, por medio de las 
que pasaron aquellas nunca ven- 
cidas tropas, hasta él presente, á 
rendir sus armas al cabildo. O! 
que escena tan gustosa para los 
nuestros, pues ven recojidoel fru- 






1 

- 134 - 


to de sus fatigas. Las armas ren- 
didas á la cabeza de nuestro ejér- 
cito, llegaron al número de 1,200. 
Después de este acto tan solem- 
ne, desarmados ya los enemigos, 
se colocan en sus correspon- 
dientes prisiones, dándole^ á los 
oficiales por cárcel la ciudad; con 
lo que queda finalizada la recon- 
quista de Buenos Aires por los va- 
lerosos individuos de Montevideo; 
y comparada esta con la toma he- 
cha por el ingles, cualquiera vé 
cual es de mayor lauro y gloria. 

CAPITULO V. 

SUCESOS POSTERIORES A LA RECON- 
QUISTA . 

Buenos Aires ya libertada de la 
esclavitud y opresión con que se 
ha hallado oprimida, y vuelta á 
su primer ser ¿qué hará sino en- 
tregarse á un continuo regocijo, 
repetir frecuentes y solemnes fun- 
ciones de iglesia, en acción de 
gracias al Dios de los ejércitos, 
por el incomparable beneficio que 
han recibido, y al mismo tiempo, 
cual otro Montevideo hacer fúne- 
bres exequias por los que fene- 
cieron en el acto de libertarlos del 
pesado yugo que sufrían? pues ya 
se vé, que hasta los Santos Sa- 
cramentos pueden administrarse 
públicamente con toda aquella so- 
lemnidad debida, lo que durante 
la mansión del gobierno ingles, 
fué preciso suspender, mandando 
, se administrasen con todo silen- 
cio, por evitar la profanación, el 
sarcasmo, la irrelijion y ultraje 
del protestante. ¿Y qué verdade- 
ro católico, aunque no sea mas 


que por este título de poderse dar 
con toda franqueza el culto este- 
rior debido á Dios, no se regoci- 
jará en el dia? Sigue Buenos Ai- 
res con todas aquellas señales es- 
teriores de júbilo. Una de sus pri- 
meras atenciones en la ocasión es. 
rendir las debidas gracias á sus 
libertadores, ofrecérseles eterna- 
mente reconocidos, y confesar á 
voces llenas el sin igual beneficio 
que de ellos tienen recibido, io 
que ponen en planta con el siguien- 
te oficio, que con fecha 16 de 
agosto dirije aquel cabildo á este 
de Montevideo, el que para testi- 
monio, lauro y satisfacción de es- 
te vecindario fué promulgado en 
bandos públicos. Dice así: “Cuan- 
do esta ciudad reconquistada en ( 12 
del corriente por las tropas que se 
presentaron al mando de D. San- 
tiago Liniers, ha llegado á cer- 
ciorarse de los oficios que ha he- 
cho V. S., y parte que con ese 
vecindario ha tomado en la recon- 
quista, no halla espresiones con 
que manifestar su gratitud. Cuan- 
to pudiera decir es nada con res- 
pecto á los sentimientos que le 
asisten. Por tanto, dááV.S. las mas 
encarecidas gracias, se ofrece gus- 
toso á acreditar en todo tiempo su 
agradecimiento, y le suplica se 
sirva así darlo á entender á ese no- 
ble vecindario, cuyos ausilios han 
contribuido para una empresa en 
que consiste nuestra común feli- 
cidad y el mas acreditado servi- 
cio del mejor de los soberanos.” 
Claro testimonio de lo que á esta 
ciudad se le debe, y de su grande 
y heroico valor, 

No bien se había verificado la 



- 135 - 


L 


presente reconquista, cuando el 
Sr. D. Pascual Ruiz Huidobro 
se la hace saber al marques de 
Sobre-Monte, que á la sazón se 
hallaba en los campos inmediatos 
á Buenos Aires, con unos 3,000 
hombres, según él dice, con el 
objeto de venir á dicha reconquis- 
ta: mas estos pobres no traen mas 
armas que chuzas, esceptuados 
unos pocos que vienen municiona- 
dos. ¿Y qué haría esta jente, na- 
da instruida en otras armas, sino 
caso que las hubiesen tenido 
precipitarse á su ruina? ¿El sale 
de la ciudad cuando tiene toda la 
fuerza, y ahora que carece de ella 
trata de volver? Descifre el refle- 
xivo lector este enigma. El, lue- 
go que recibe el parte que se halla 
reconquistada la capital, inconti- 
nentemente remite el oficio si- 
guiente, en que confiesa y publi- 
ca el recto proceder, y heroico va- 
lor de Montevideo, el que por ser 
conducente á mi asunto transcri- 
bo aquí én sus propios términos: 
“El Sr. gobernador de esa plaza 
me ha informado de cuanto ha 
contribuido V. S. y su fidelísimo 
vecindario, á la lograda recon- 
quista de la capital verificada por 
el Sr. capitán de navio, D. San- 
tiago Liniers el 1 2 del corriente, 
cuyo aviso me ha encontrado á 
50 leguas de ella, con tropa reu- 
nida al propio fin, y por lo mis- 
mo, hallo justo no retardar á V. S. 
las mas espresivas gracias en nom- 
bre del rei nuestro señor; con la 
satisfacción que queda este tim- 
bre sin igual á ese pueblo, que 
tiene dadas tantas repetidas prue- 
bas de lealtad y amor á su perso- 


na, como se lo informaré en pri- 
mera ocasión, con las espresiones 
mas dignas y propias de tal em- 
presa, haciendo notorio á todo el 
mundo su noble procedimiento. — 
Dios guarde á V. S. muchos 
anos. — Campamento de Acevedo 
17 de agosto de 1806.” La misma 
injenua confesión hace la real au- 
diencia y consulado; monumen- 
tos todos de los lauros y glorias 
de Montevideo. ¿Y qué parte del 
mundo, enterada del hecho sin 
segundo, por razón de circunstan- 
cias, no se verá obligada á pres- 
tar el mismo testimonio? ¿quién, 
ademas del valor, no confesará la 
estrecha unión y patriotismo de 
este pueblo, cuyas reflexiones re- 
lativas al asunto no inserto aquí, 
porque lejítimamente y con toda 
claridad se deducen del discurso 
de los dichos antecedentes? 

Interin estas cosas, llega á la 
capital, noticia que el marques de 
Sobre-Monte se halla inmediato 
á ella y viene á ocuparsu antiguo 
lugar. El pueblo, que recibe es- 
tas nuevas, se atumulta, y ya por 
las calles, y ya en la plaza, queso 
vé coronada de jente, no se ad- 
vierten sino descompasadas y de- 
sordenadas voces. Fiel y leal ciu- 
dad de Buenos Aíres ¿qué os 
obliga á formar esta estraña con- 
moción? mas ya lo dice, cuando 
en medio del tumulto de las vo- 
ces, se oyen resonar los siguien- 
tes écos: El marques de Sobre- 
Monte dicen que viene á entrar á 
esta ciudad; no le queremos; él 
nos ha perdido una vez, el enemi- 
go nos amenaza, no queremos es- 
poncrnos á segunda pérdida; y 


36 


- 136 - 


aun algunos los conduce su furor 
á pedir su cabeza, y por último 
repiten todos: Viva el rei de Es- 
paña, viva Liniers, nuestro recon- 
quistador, nuestro libertador. O! 
y que estado tan crítico es el en 
que el pueblo se vé! ya han roto 
el freno de la moderación, y ya 
se hallan en estado de llevar las 
cosas hasta el último estremo. ¿Y 
quién ignora las fatales consecu- 
encias á que arrastra un pueblo 
amotinado, prescindiendo de las 
causales en que seconexan? cuan- 
tas muertes, cuantos estragos, 
cuanta^calamidades resultan! cu- 
antos pueblos arruinados, cuan- 
tos reinos perdidos por este prin- 
cipio! Los derechos ultrajados, 
todo respeto perdido, y aun las 
cosas mas altas y sagradas pro- 
fanadas. Testigo el mas reciente 
es, de todo esto, el infeliz reino 
de Francia, el infeliz Luis XVI 
y toda su real familia: bien puede 
decirlo este infortunado rei, quien, 
perdido todo decoró y respeto de- 
bido á su real persona y dignidad, 
fué muerto en un cadalzo, en la- 
plaza mayor de París, por los fu- 
riosos y amotinados franceses: dí- 
ganlo los templos destinados al 
culto del verdadero Dios, conver- 
tidos en casas de profanación: dí- 
galo aun el mismo Dios, oculto 
bajo las Sacramentales especies 
en la sagrada Eucaristía, arroja- 
do por los suelos: y por último, 
dígalo una guerra de mas de 14 
años que aun sufrimos, y millares 
de hombres muertos por este prin- 
cipio. En vista de estas cosas, y 
consideración de tan fatales con- 
secuencias, ¿qué harían el cabil- 


do y real audiencia de Buenos 
Aires para contener y cortar este 
grande incendio?EI caso,á la ver- 
dad, es árduo y crítico; pues ptfr 
una parte se presenta todo un pue- 
blo conmovido, y por otra la dig- 
nidad y respeto de un virei. A fin 
de ver las cosas con mas madu- 
rez y proceder con el debido acier- 
to y pulso, determina celebrar un 
congreso jeneral, en donde, por 
voz común, después de pesqdas 
las dificultades ocurrentes, se re- 
suelva plenamente el -caso. Este 
congreso se celebró el 14 del di- 
cho agosto, al cual para solemni- 
zarlo, asistió ef limo, obispo y ca- 
bildo eclesiástico y secular, los 
Srs. D. José Portilla, consejero, 
D. José Govea y Bayllo, fiscal 
del supremo consejo de Indias, 
real audiencia y demás* tribuna- 
les. En el que después de pro- 
puestas las debidas reflexiones, 
considerada la gravedad de la co- 
sa, y vista la constancia del pue- 
blo en sus ideas, que aun no ce- . 
día, sino que congregado en la 
plaza, esperaba saber la última 
determinación, setuvoábien nom- 
brar por gobernador de lo militar 
y político de Buenos Aires, hasta 
la resolución del soberano, á D. 
Santiago Liniers; suceso á la ver- 
dad estraordinario, y primero qui- 
zá en su línea. Un virei, suspenso 
por el pueblo del ejercicio de sus 
funciones que S. M. tiene inme* 
diatamente á su persona encomen- 
dadas es hecho ciertamente de 
primera novedad. Al fin, asi de- 
terminado, es preciso se le haga 
saber al marques do Sobre-Mon- 
te, el que el pueblo decía se ha- 



- 1 37 — 


liaba en el Lujan 12 leguas de la 
ciudad, para cuyo efecto se comi- 
siona á los Sres. D. José Gor- 
vea y Bayllo, D. Lucas Muñoz y 
Cubero rejente de la real audien- 
cia y síndico procurador de ciu- 
dad. Estos señores en cumpli- 
miento de su comisión, se ponen 
inmediatamente en camino; mas 
llegando al lugar ya dicho, encuen- 
tran po estar allí el Sr. virei, no 
obstante hácenle desde allícomu- 
nicar á Pontezuelas donde se ha- 
lla, su comisión, por medio de un 
oficio que llevan de orden del ca- 
bildo. El cual luego que es leido, 
y reflexionado por su Exa. tan te- 
jos de turbarle las potencias y 
ofuscar su entendimiento, le su- 
ministra pronta contestación, en 
la que hace ver no haber-faculta- 
des para despojarlo de las funcio- 
nes que S. M. le ha comisionado, 
no faltando en su contenido bas- 
tante nervio y actividad; cuya 
contestación es del tenor siguien- 
te (a) - 

Con esta contestación, que 
nunca se prometía la ciudad, 
mudan en algún tanto de semblan- 
te las cosas, pues se reflexionan 
cada vez mas y mas las circuns- 
tancias del asunto; y el pueblo, 
pasado aquel primer impulso, se 
halla un tanto mas sosegado; por 
lo que, después de varios oficios, 
que omito aquí por no ser tan di- 
fuso, resuelve el virei, conside- 
rando las circunstancias de todo, 
no entrar á la ciudad, y depositar 
el mando de lo militar en el Sr. 
D. Santiago Liniers, y de lo po- 
ta) Lo suprimimos. Es el dado en la 
páj. 105. ( Nota de la Red .) _ 


lítica en el Sr. rejente, reserván- 
dose siempre así el supremo go- 
bierno; habiendo determinado por 
último, dejada la costa del sur, 
pasarse á esta del norte, según 
oficio dirijido á este gobierno: O! 
¡pobre errrante y peregrino virei! 
vive satisfecho que vuestro nom- 
bre será eterno en los fastos de 
la historia: vuestros huesos exis- 
tirán con los tiempos, deshechos 
y conservados en otros compues- ' 
tos; mas vuestro nombre, aunque 
sin ser físico, será el mismo en los 
tiempos mas remotos. 

SUCESO CONSIDERABLE. 

La buena fe en el hombre, es la 
base ó cimiento de su recto proce- 
der, y sinceros tratos; esto es, es el 
fundamento del hombre de bien, y 
ella obliga mas cuanto mas eleva- 
da, honorificada, y realzada es la 
persona; al paso que la mala fé, 
constituye al hombre en un ser 
abominable, y odioso á los ojos y 
consideración del resto de la co- 
munidad social. Principio es es- 
te incontrarertable, y que diaria- 
mente nos lo confirma laesperien- 
cia. ¿Q,uien es aquel, que no huya 
los cielos, y la tierra del que pro- 
cede de mala fé? ¿Pues qué otra 
cosa se encuentra en este, que fa- 
lacias, engaños, fines siniestros, 
y en' una palabra, que procurar 
destruirá! hombre de bien, y abu- 
sar de la sencillez del corazón de 
este por sus maldades? 

E! presente suceso que empren- 
do referir, subsecuente á la recon- 
q uista de Buenos Aires, tiene por 
objeto uno y otro; esto es, de- 



- 138 - 


mostrar en un mismo acto los 
efectos de la buena y mala fe, el 
que al mismo tiempo que réalza 
al uno, abate y causa menospre- 
cio en el otro. En una palabra, 
verá el lector á la jenerosa nación 
española, proceder de buena fe, y 
á la inglesa de perversos. 

Bien sabido es, según lo rela- 
cionado en el capítulo 4, ° que 
el jeneral británico D. Guillermo 
Carr Berresford, con toda su tro- 
pa, se entregó á nuestro jeneral 
D. Santiago Liniers y Bremont 
el 12 de agosto, á discreción, en 
medio de la plaza mayor de Bue- 
nos Aires. Hecho tan evidente, 
que en él no cabe duda. Al tiem- 
po de arrojar Berresford, en señal 
de rendido, su espada, á los pies 
de nuestro jeneral, se le advier- 
ten los ojos bañados en lágrimas: 
causa suficiente para escitar la 
ternura de un sensible y cristiano 
corazón; y aunque él dice, que la 
causa de su llanto es el yerto ca- 
dáver de su secretario é intimo 
amigo, que, dividido por una ba- 
la, tiene á su vista, el capitán de 
injenieros Jeorje Willian Ken- 
nett, debemos de persuadirnos que 
en él influía, en grande parte, su 
gran soberbia y arrogancia pos- 
trada. Aquí considera vivamente 
nuestro jefe la vicisitud de las co- 
sas, el fatal estado de rendido en 
que se halla aquel valeroso jene- 
ral, y compadecido de su suerte, 
quizá perturbado el entendimien- 
to con aquel triste espectáculo, le 
estrecha entre sus brazos, y dice 
canjearía su persona por el virei 
de Lima. ¡O efecto de un humano 
corazón y de la jenerosidad espa- 


ñola! Berresford, que procede 
con segundas intenciones y sinies- 
tros fines, hace alto en la sensa- 
ción causada en el humano cora- 
zón de nuestro jeneral. O! seve- 
ridad de pensamientos en los hom- 
bres! el uno sinceramente se com- 
padece de la suerte del otro, y es- 
te se vale de su compasión para 
sus falacias y engaños! Nuestro 
jeneral promete á Berresford can- 
jearle por el virei de Lima, esto 
era suponer que el dicho virei se 
hallaba prisionero, cuyo supues- 
to siendo falso, no hai lugar á di- 
cha promesa; de aquí es que antes 
he dicho que la conmoción de ter- 
nura, quizá ofuscó la razón de nu- 
estro jefe. No obstante, Berreford 
se aprovecha de la sencillez de a- 
quel corazón, y procede de mala fé, 
pues suplicándole importunamen- 
te, le dice se halla en el inminente 
peligro de perder^su vida, juzgado 
cual debe ser en el Tribunal com- 
petente de su nación por haber- 
le sucedido aquel caso, que debía 
haber evitado; reembarcándose 
dias antes. ¡Mas será digno de 
compasión Berrerford,con los da- 
ños y crueldades que como antes 
hemos visto, con los nuestros ha 
ejercido? pero ¡O! generosidad 
del corazón español! Ella tiene 
por esencial propiedad perdonar 
injurias y agravios y retornar be- 
neficios. Según las importunas sú- 
plicas de Berresford, nuestro je- 
neral, al fin sumamente compa- 
decido de su suerte, resuelve dar- 
le un secreto papel, con el que 
pueda salvar su vida, que le ase- 
gura tiene en el último peligro; y 
así, por un rasgo de buena fé y 


- 139 - 


hacieudo confianza del mismo je- 
neral vencido, pues le vé en un 
estadotan humilde, le dice,estien- 
da el dicho prometido testimonio 
por sus propias manos, con la ad- 
vertencia que en nada toque con- 
tra su rei y sus estados. O! jene- 
rosidad sin igual ! ¡ó escesiva bue- 
na fé! ¿Es posible, valeroso je- 
neral, que no te ocurra descon- 
fianza acerca del enemigo? nó, 
que un hombre de bien, juzga de 
los otros por su corazón. Pero 
O mala fé, ó infidencia, ó per- 
versidad de Berresford! El se va- 
le de esta franqueza, de que para 
con él usa nuestro jeneral; y al 
mismo tiempo, aprovechándose de 
la ignorancia que este tiene en su 
lenguaje, estampa en idioma bri- 
tánico un papel el mas inicuo que 
puede imajinarse, todo él derecha- 
mente contra el honor de nuestro 
jeneroso jeneral y sus tropas. ¿Es 
posible, cruel enemigo, que en el 
acto mismo que se te favorece, y 
se te procura libertar la vida, con 
el acto mismo que se te favorece, 
á tu mismo favorecedor intentas 
perder? Responderá Berresford, 
que no es estraño, porque la ini- 
quidad, la maldad, la perfidia, es 
k parte casi esencial del carácter 
del ingles. 

Mas no para aquí la buena féy 
jenerosidad de nuestro jeneral, 
(aunque en este acto no podemos 
pasar sin culparlo de lijereza), 
sino que en el papel, escrito en 
los términos dichos, sin hacerlo 
traducir por intelijente, estampa 
su firma. De cuyo papel, posesio- 
nado Berresford, procura remitír- 
selo á Popham existente en los 


buques. Una de sus cláusulas, era 
permitir reembarcar todos los pri- 
sioneros. No para aquí la malicia 
de Berresford, sino que, para dar 
mayor viso á sus siniestros inten- 
tos, pues proyecta en su interior, 
concluidas las cosas, hacer pasar 
este papel por honoríficas capitu- 
laciones de guerra, pide y suplica 
sumisamente á nuestro franco je- 
neral, le permita imprimir aquel 
papel con el objeto, según él dice, 
de poder hacer mayor su defensa. 
Con esta nueva petición, recuer- 
da algún tanto nuestro jefe, entra 
en alguna sospecha, y le ordena, 
que, para verificarse, se traduzca 
al español, y que de esta suerte 
prestará su firma. Santo Dios! 
¡cuál es la sorpresa de Liniers lo 
que se echa á la vista el semejan- 
te papel! mas como ya tiene fir- 
mado el otro, trata en algún mo- 
do de modificar las cosas, y ante 
su firma pone la condición: en cu- 
anto puedo , esto es, con consen- 
timiento del Sr. gobernador de 
Montevideo; pues toda su auto- 
ridad en el caso de él le pro- 
venía: pásalo Berresford y Po- 
pham al Sr. D. Pascual Ruiz 
Huidobro para que le confirme. 
¿Mas cómo ha de confirmar un 
papel deestanaturaleza? Comien- 
za ya Berresford á querer darle el 
nombre decapitulacion;yPopham 
desde sus buques, por repetidos 
parlamentarios, á instar se le en- 
treguen los prisioneros, en cum- 
plimiento de la cláusula de aquel 
papel. ¿Pero si este ha sido un 
papel capcioso y meramente se« 
creto, y por consiguiente, sin 
fuerza ni valor alguno ¿cómo ya 

37 



- 140 - 


en el esterior, y con tanta fuerza , 
. se le quiere hacer dar cumpli- 
miento? Aquí se ve la mala fé y 
perversidad del ingles. ¿Y que ha- 
rá nuestro jeneral Liniers al ver 
que en público le reconviene con 
su secreto papel, y que ya, sabe- 
dor del caso todo el pueblo, mur- 
mura, increpa, desaprueba el he- 
cho, tilda su conducta, sindica su 
honor &a?Con estos hechos se ha- 
lla sumamente pesaroso, y no tiene 
mas arbitrio, áfin de cortar el cuer- 
po que ha tomado la cosa, que por 
el siguiente oficio,. dirijido á Ber- 
resford, y que, para mayor publi- 
cidad, manda dar á la prensa, des- 
cubrir el caso, y hacer pública la 
mala íé é iniquidad del dicho Ber- 
resford. Con él, copiado á la letra, 
se enterará el lector del suceso 
acaecido; pues en él empieza nu- 
estro jeneral á demostrar la mala 
fé de Berresford desde sus prin- 
cipios, pues le dá á su papel la fe- 
cha del mismo dia que entraron 
nuestras tropas, siendo así, que el 
lué hecho 3 ó 4 dias después; dice 
así: (a) 

Hasta aquí el Sr. D. Santiago 
Liniers á Berresford. ¿Y quién 
será el que con alguna madurez 
pulse las cosas y se haga cargo 
de la serie de ellas, que no con- 
fiese la infidencia y mala fé del 
británico jeneral? Confesemos, 
sin embargo, alguna lijereza en el 
nuestro, en haberse fiado tan abi- 
ertamente del enemigo; máxime 
de un enemigo que es miembro de 
una nación acostumbrada á atro- 
ja) Lo suprimimos. Es el dado ya 
en la páj. 108 y siguientes. (.V. de la R.) 


pellar los mas altos derechos, ^ 
faltar á la buena fé, de lo que te- 
nemos suficientes testimonios en 
las historias y recientemente en 
nosotros mismos, con el hecho de 
habernos atropellado las fragatas 
Medea , Mercedes , Fama y Cla- 
ra que, procedentes de Montevi- 
deo, hacían su viaje á Europa, en 
una época, en que estábamos li- 
gados con el vínculo de la amistad. 

Al fin, con esta resolución, dé 
nuestro jeneral, cesaron algún 
tanto las dichas conmociones, mo- 
deró su audacia Berresford, y el 
pueblo quedó mas tranquilo y so- 
segado: aun el propio Popham 
conoció la infidencia de Berres- 
ford; y por último, a fin de evitar 
algún futuro accidente, se verificó 
la cláusula de ser remitidos á las 
partes interiores de la provincia, 
del mejor modo custodiados, los 
ingleses prisioneros; quedando el 
propio jeneral y sus oficiales, des- 
pués de juramentados, según era 
debido, bien asegurados y resgu- 
ardados. 

ESTADO 

DE L09 MUERTOS Y ÚERIDOS EN I.A GLO- 
RIOSA BATALLA DE LA RECONQUISTA 
DE BUENOS AIRES. 


Mtos,. Herds. 


Artilleros 

4 

3 

Soldados de marina 

11 

24 

Soldados de infantería.. .. 

3 

2 

Dragones 

4 

7 

Blandengues 

Voluntarios de infantería 

1 

12 

de Montevideo 

2 

4 

De la c-hb. de la Colonia. 
Infantería de Buenos Ai- 

4 

4 

res agregada 

9 

26 

De caballería 

3 

20 



- 141 - 


Miñones . ... * 3 4 

Del vulgo 40 30 


84 136 


Españoles muertos y heridos. 220 


Ingleses id 417 

Total 637 


CAPITULO VI. 

CAPITULACIONES HECHAS EN LA ENTRADA 
DEL INGLES A BUENOS AIRES, 

En el capítulo primero, detes- 
ta obrita, siguiendo el hilo de la 
historia, hicimos mención de 
las capitulaciones hechas por los 
jenerales en jefe de las fuerzas de 
mar y tierra de S. M. B., y el Sr. 
brigadier D. José Ignacio de la 
Quintana, al tiempo de posesio- 
narse de Buenos Aires las tropas 
británicas, y por ser algo difusas, 
nos pareció bien omitirlas en aquel 
lugar, ofreciendo colocarlas en 
este, lo que verificamos ponién- 
dolas en seguida 

Estas^son las enunciadas capi- 
tulaciones, hechas al plácito y li- 
bre albedrío del ingles, las que 
tanto duraron, cuantoquisoel bri- 
tánico jeneral; pues á los pocos 
dias, se vieron quebrantadas las 
mas deellas, atropellando las pro- 
piedades, usurpando los depósitos; 
y á proporción que invadía el te- 
soro público y el de los particu- 
lares, se negaba á dar al pobre 
soldado aun las pagas que tenia 

(a) Están ya insertas» en las páj. 28 y 
siguientes. («TV, de ^ a 


devengadas, demostrando la ma- 
yor tiranía é inhumanidad de que 
es posible un sensible corazón, y 
desmintiendo con sus procederes 
la dignidad y fé de un ilustre je- 
neral; pues ve con semblante se- 
reno á estos infelices cubiertos de 
miserias, y espuestos á perecer, 
sin darles ni un corto socorro pa- 
ra que se alimentasen. Mas ¿qué 
mucho, sino dá paso el dicho Ber- 
resford, que no vaya llenode ase- 
chanzas y engaños? En su entra- 
da á Buenos Aires, se hallaban 
ya los caudales diez y seis leguas 
distante de la plaza; y el manda 
que se le traigan con la espresa 
condición, que se mantendrían en 
la plaza depositados hasta la de- 
cisión de las cortes de Madrid y 
Londres, cuyo retorno se verificó 
¿mas cómo observa Berresford su 
palabra? El, luego que los vé en 
su poder, despreciando su fé y ho- 
nor, pone todo su conato en remi- 
tirlos precipitadamente á Ingla- 
terra; dando en esto una auten- 
tica prueba, de que la sinceridad 
y los sagrados derechos del hom- 
bre, estaban escluidosde los pla- 
nes y combinaciones que él con- 
cebía; abusando siempre según 
dice una moderna y docta pluma, 
del noble y honrado carácter es- 
pañol. Mas, como he dicho, no 
son estrañas en el ingles estas 
vergonzosas infracciones, siem- 
pre conducido por la ambición y 
la codicia; y smó, sin remontarnos 
á tiempos antiguos, bien sabido 
es que vergonzosamente, y por 
que motivos, violó el tratado de 
Amiens, en oprobio de todas las 
naciones del mundo: bienjio.tprio 


- 14 2 - 


es cuan bello ha sido su proceder 
en amparar al perverso Desalines 
jeneral y gobernador de los ne- 
gros alzados err la isla de Santo 
D omingo; y así, tanto estos, co- ! 
mo sus hechos en Buenos Aires, 
deben ser notorios al mundo ente- 
ro; siendo cierto, que el primer 
castigo de los hombres perversos, 
es el hacer sus acciones manifies- 
tas á los demas hombres; y la 
] rimera venganza, que la justicia 
permite tomar de sus iniquidades, 
puede ser recomendarlas á la exe- 
cración de la posteridad. 


LA RECONQUISTA I)E BUENOS 
AIRES. 

RASGO ENCOMIASTICO (a.) 

C’e-t la le temps des grandes dio- 
ses; et ce n’ est pas cel’ji qu’il 
faut choisir pourdonner des fers 
á des peuples animes de si no- 
bles sentimens. ( Barthelemy in~ 
trodudion au voyage de la Grece . ) 

En el siglo délos sucesos gran- 
des: en el siglo de la heroicidad y 
el valor: en el siglo en fin en que 
resucitada la edad de los Leóni- 
das, de los Temístocles, de los 
Arístides todo es memorable, to- 
do grande, todo portentoso, eran 
demasiado cuarenta y cinco dias 
para que un pueblo lleno de en- 
tusiasmo, de patriotismo y de va- 
lor sufriese vergonzosamente las 
cadenas con que el orgulloso Bre- 
tón meditaba perpetuar su escla- 
vitud. En efecto, desde el instan- 
te mismo en que por una fatalidad 

(a) No hamos podido averiguar quien 
sea el autor. {Nota de la Red.) 


de que jamas será culpable un 
pueblo fiel, el enemigo señoreán- 
dose de sus cuarteles entra á to- 
mar posesión de la ciudad, una 
escojida porción de ciudadanos, 
despreciando los gritos déla san- 
gre que los llama sin cesar al au- 
silio y socorro de sus hijos, de- 
sampara sus hogares, y dirijién- 
dose á las campañas inmediata- 
tas tremola el pabellón del rei ca- 
tólico, y llama en su socorro al 
resto de sus compatriotas inme- 
diatos para redimir á viva fuerza 
el ultraje perpetrado en sus her- 
manos. Se escacha el eco de la 
otra parte de nuestro anchuroso 
rio, y en el momento se inflama 
la nobley fiel Montevideo de aquel 
ardor, que desconocido de las al- 
mas ba jas es el mas constante pa- 
trimonio de los jenios superiores: 
abre sus arcas, prodiga sus teso- 
ros, inflama á sus compatriotas, 
pone á precio la vida de sus hijos 
para restaurar el patrimonio de . 
su rei, y decreta por último á la 
partida de sus encolerizadas hués- 
tes el mas sangriento castigo con- 
tra el opresor de Buenos Aires. 

Nada se opone al paso acelera- 
do con que nuestros gloriosos 
compatriotas, animados de un 
mismo espíritu, y llenos de aque- 
lla confianza que supo inspirarles 
su ilustre jefe militar, ansian por 
el instante en que á precio de su 
sangre creen comprar una victo- 
ria que haga sus nombres inmor- 
tales. Así lo habéis visto puntual- 
mente realizotT^V'-jioes aun no han 
fijado sus reales á orillas de la 
ciudad, cuando arrojándose enar- 
decidamente sobre el fuego tenaz 



- 143 - 


con que una parte de los enemi- 
gos intenta detenerlos, los ata- 
can, dispersan y destrozan y se 
apoderan del puesto que defien- 
den. Ocurre á su socorro un cu- 
erpo respetable de enemigos, mas 
no por esto vacila un punto su ar- 
dimiento y su valor, antes cobran- 
do nuevo brio le atacan con de- 
nuedo, á cuyo irresistible esfuer- 
zo tienen que ceder los escuadro- 
nes, y convertir su retirada en 
una fuga vergonzosa. 

Aun no habian con este feliz 
suceso satisfecho nuestros glorio- 
sos hermanos una pequeña parte 
de su ardimiento: la sangre de 
los enemigos derramada por las 
calles irrita su furor, y provoca 
su venganza: no se oye en el ejér- 
cito otra voz que la de la destruc- 
ción y de la muerte: parecía ha- 
ber renacido en este instante el 
siglo de Carlos V: en una pala- 
bra, no habia un soldado, todos 
eran héroes. 

Esta feliz disposición de nues- 
tro ejército le hacía despreciar so- 
berbiamente la poderosa fuerza 
con que un enemigo aguerrido, y 
abroquelado de las calles, y de una 
numerosa artillería creía asegu- 
rar su posesión; pero ha conocido 
al fin, aunque mui tarde, que el 
español jamas deja impunes los 
ultrajes, y que le es menos sen- 
sible la muerte que una servidum- 
bre vergonzosa. Así crecían por 
instantes el arrojo y los deseos 
de ver finalizadas las miras de su 
valor, hasta que una al arma je- 
neral aviva sus esfuerzos, y con 
una constancia y un arrojo impon- 
derables se lanzan de improviso 


contra sus prevenidos enemigos; 
le baten, le desordenan, le des- 
trozan; y después de un asombro- 
so fuego, y de un vigorosísimo 
ataque de dos horas, y en que la 
muerte corría por medio de las 
inflamadas tropas, le obligan á 
encerrarse dentro de los muros 
de la fortaleza y rendirse á dis- 
creción. 

Jamas se vio mas ostinado em- 
peño, jamas esfuerzo mas soste- 
nido, jamas valor mas acreditado. 
Se despreció el peligro para ir en 
busca de la muerte, pero el es- 
fuerzo y la constancia encontra- 
j ron la victoria. Jóvenes de diez 
! años en medio de los pavorosos 
! fuegos enemigos corrian solícitos 
al alcance de las embravecidas 
tropas para ser en el vencimiento 
participantes de.su gloria. No vió 
Esparta jamás, aun en medio de 
sus heroicos dias, que sus intré- 
pidos guerreros arrostrasen con 
tan serena frente á la pavorosa 
muerte. ¿Qué ciudadano habrá 
de cuantos fueron testigos de tan 
heroica acción que no conserve 
hasta el último instante de sus dias 
el recuerdo detan glorioso esfuer- 
zo? ¿Quién que penetrado de tan 
heroicos hechos no se proponga 
imitar á los dignos defensores de 
la patriq, y que no trasmita co- 
mo en herencia á sus jeneraciones 
venideras la memoria de este fe- 
liz y señalado dia para los fastos 
de la América. 

Recibid pues, ó ilustre jefe, es- 
clarecidos españoles, ciudadanos 
y compatriotas, todos los que ha- 
béis puesto á precio vuestra vida 

para salvar la patria, el mas alto 

88 



1 

I 


- 144 - 


homenaje que os tributa la admi- 
ración de los presentes, y la in- 
marcesible gloria que os está re- 
servada para las jeneraciones ve- 
nideras. En la boca de vuestros 
últimos nietos se oirá resonar vu- 
estro glorioso nombretambien co- 
mo entre nosotros, y para ser mi- 
rados con asombro bastará que di- 
ga alguno yo soi descendiente de 
un reconquistador de Buenos 
Aires. 

Y vosotros los que fuisteis glorio- 
sas víctimas de la reconquista de 
la patria, vosotras sombras jene- 
rosas, perdonad lo débil do mi es- 
presion. Yo os ofrezco un home- 
naje mas digno cuando me deten- 
go á contemplar el lugar mismo 
en que exalasteis los últimos sus- 
piros; cuando acercándome con 
admiración hácia la tierra quete- 
ñisteis con vuestra sangre la rie- 
go con mis lágrimas. Después de 
un hecho tan glorioso, ¿que podría 
añadir la elocuencia á un sacrifi- 
cio tan grande como estraordina- 
rio? Vuestra memoria subsistirá 
seguramente aun mas allá que el 
imperio mismo de los enemigos 
que vencisteis; y hasta el fin de 
los siglos vuestro ejemplo produ- 
cirá en los corazones de los que 
aman á la patria el recuerdo, del 
entusiasmo, y el pasmo de la ad- 
miración. 

A LA RECONQUISTA DE LA CIU- 
dad de Buenos Aires por las tropas de 
mar y tierra á las órdenes del capitán de 
navio D. Satiliago Liniers el 12 de 
agosto de 1806 . 

ODA. 

POR D. JOSE PREGO EE OLIVER. 

Al ínclito varón, al fie! caudillo 


De las tropas hispanas 
Salud, prez, y loor; las tristes canas, 

La tímida doncella, el parvulillo, 

A tí las palmas tienden, 

Porque las tuyas su orfandad defienden. 

La espada manejada por tu mano 
¡Que de contentamiento 
Hizo nacer bajo este firmamento! 

Y ¡cuánta angustia al escuadrón britano! 
Que con su pie amancilla 

Un mundo, que Pizarro unió á Castilla. 

Las Náyades triscando bulliciosas 
Del Paraná en la orilla, 

Súbito dan con la aferrada quilla, 

Que transportó tus huestes valerosas: 
Atónitas la miran, 

Y gozo, y miedo, y turbación respiran. 

Una en pos de otra de la mano asidas, 
Con el dedo en la boca, 

Y el leve pie, que al suelo apenas- toca, 
Andan cuidosas de no ser sentidas; 

.Mas como en la llanura 

Nada descubren, trepan á la altura. 

Tienden la vista, y miran acampados 
Los bravos batallones, 

Que las lises, castillos, y leones 
Tremolan en sus lienzos estampados: 

Allí escuchan cantares 
De arrojos de Bazanes y Vivares. 

Allí un soldado en adestrar se empeña 
Al alazan fogoso; 

Mientras que de su tercio numeroso 
Hace un ilustre Cabo la reseña: 

Todos en movimiento, 

Su descanso es velar, su arma el sustento. 

Ya suena el atambor; y ya en hileras 
El fusil ordenado 

Relumbra al sol; y el j*fe denodado 
A la lid vá guiando las banderas 
De nuestros combatientes, 

Por llegar á las manos impacientes. 

Hiende el aire el belíjero alarido 
De las fuertes lejiones; 

Recorriendo las filas los campeones, 
Celan el orden a! valor unido; 

Y doblan sus fatigas, 

Al avistar las haces enemigas. 

Forman ámbos ejércitos dos zonas; 
Rompe el luego, y no cesa; 



- 145 - 


Acá y allá se vé una selva espesa 
De agudas bayonetas y tizonas; 

Y con la artillería 

Retiembla el suelo, y se encapota el día. 

La atroz Muerte con. mano descamada 
Sus cabellos ajila, 

Y el carro estrepitoso precipita 
Sobre una y otra hueste encarnizada: 
Súmese el eje todo 

En cráneos, en escombro, en sangre, en 

Iodo. 

Por momentos se enciende la pelea, 

Y el ibéro revuelve, 

\ todo en sangrp y fuego al paso envuelve; 
La falanje de Albion ya titubea 

Y fe la diestra cuchilla 

Cede por fin, y la cerviz humilla. 

La hermosa capital encadenada 
Por los crudos britanos, 

Viéndose libre, al cielo entrambas manos 
Lev nta enternecida y prosternada; 

Sobre los muertos llora; 

Y orna la 3¡en dtl jefe vencedora. 


Sermón de acción de gracias, que 
con el plausible motivo de la 
restauración de la ciudad y 
plaza de Buenos Aires, capi- 
tal del vireinato del Rio de la 
Plata , por las armas españo- 
las , de que se recibió noticia 
con estraor dinario en esta ciu- 
dad de la Plata, en dos de se- 
tiembre: dijo en la santa igle- 
sia, metropolitana de Charcas 
el dia cuatro del mismo, en la 
solemne misa que se celebró con 
asistencia de la real audiencia , 
cabildos, relijiones , y numero- 
so pueblo, el Dr. D. Matías 
Terrazas , dignidad de tesore- 
ro de la misma Metropolitana, 
destinado el dia antes para es- 
té efecto por el mui venerable 


deán y cabildo sede vacante do 
dicha Santa Iglesia. 

LICENCIA DEI, ORDINARIO. 

Buenos Aires, y octubre 25 de 1806. 

Por este nuestro decreto, y en 
cuanto corresponde á nuestra ju- 
risdicción ordinaria, damos nues- 
tra licencia y permiso, para la 
impresión del sermón que antece- 
de, predicado por el Dr. D. Ma- 
tías Terrazas, tesorero y dignidad 
de la Santa Iglesia Metropolita- 
na de la Plata; y presentado por 
su apoderado en esta capital el Dr. 
D. Mariano Moreno; mediante á 
que conceptuamos ser obra com- 
pleta en todas sus partes, que 
confirma el justo concepto de su 
autor, y proporciona la edifica- 
ción á cuantos se dediquen á leer- 
le con atención y meditación de 
sus clausulas, pruebas, erudición, 
y doctrina, que ofrece en todo su 
contesto. 

BENITO, Obispo. 

Por mandado de S. S. I. el 
Obispo mi señor. 

D. Manuel Francisco Nogueyra. 

Secretario. 

LICENCIA DEL GOBIERNO. 

Imprímase. 

Muñoz y CUBERO. 

A LA MUI NOBLE MUI LEAL Y Va- 

lerosa CIUDAD DE BUENOS AIRES. 

Con la plausible noticia que tu- 
vimos el dia dos del presente mes, 
de haber recobrado las armas de 
nuestro católico monarca esa no- 
ble ciudad que habían ocupado 
las inglesas, me destinó el mui 



- 146 - 


venerable deán v cabildo de sede 
vacante de esta iglesia metropoli- 
tana para predicar el sermón de 
acción de gracias en la función 
solemne, que de acuerdo con 
el Escelentísimo Sr. Presidente 
dispuso se celebrase el dia cuatro 
del mismo mes. Ni el estrecho 
tiempo de veinte y cuatro horas 
que se me dio, ni la cortedad de 
mis talentos permitían fuese la 
obra digna de su grande objeto, 
ni mucho menos de la luz pública: 
por lo mismo nunca pensé ni po- 
nerla por escrito, cuanto menos 
darla á la prensa. Pero las perso- 
nas del mas alto carácter de esta 
ciudad me han persuadido á ello: 
sin duda con e¡ noble fin de que 
aunque sea á costa del rubor que 
ine deben causar mis yerros; sopa 
toda la nación el mucho interes 
que esta ciudad de la Plata, con 
su Escmo. jefe, rejio tribunal, sus 
dos cabildos y noble vecindario, 
ha tomado tanto en las desgracias 
como en las felicidades de V. S. 

Pero habiendo de salir al pú- 
blico esta oración, ¿á quién debía 
dedicarse mejor que á V. S. que 
es el principal interesado,y por lo 
mismo acreedor á este testimonio 
de nuestro amor y del gozo que 
inunda nuestros corazones por su 
feliz restauración? La caridad 
cristiana, que nos une con los mas 
fuertes lazos como á hijos de una 
misma santa madre; el patriotis- 
mo que nos enlaza con los mas 
tiernos vínculos como á vasallos 
de un mismo soberano; y la dulce 
conexión que debe unir la capital 
con la principal de sús provincias, 
exijen con justicia este público 


testimonio. 

En esta ocasión no debe V. S. 
atender los yerros de mi entendi- 
miento, sino los deseos de mi vo- 
luntad. En ella solo he dejado 
hablar á mi corazón, que es el mo- 
do de producirse mejor en estos 
lances. Mi relijion para con Dios, 
mi amor al soberano, y mi patrio- 
tismo para con esa ilustre capital, 
han sido los que han animado mis 
espresiones: aunque sin poder dar 
el debido orden y nervio á losdis- 
cursos. Dígnese, pues, V.S. acep- 
tar esta pequeña demostración de 
mi amor y respeto, y recíbala co- 
mo la mas cumplida enhorabuena 
por su feliz restauración, y por la 
gloria de que la han coronado el 
valor y heroísmo de sus hijos. 

Nuestro Señor guarda á V. S. . 
muchos años. Plata y setiembre 
16 de 1806. 

B. L. M. de V. S. 

Su atento servidor y capellán. 

MATIAS TERRAZAS. 

Mui ilustre cabildo , justicia y 
Tejimiento de la ciudad de Bue- 
nos Aires. 

advertencia preliminar. 

Por un estraordinario que llegó 
á esta ciudad de la Plata la no- 
che del 22 de julio de 1806, se tu- 
vo la infeliz nueva de que las ar- 
mas inglesas se hahian apodera- 
do de la ciudad de Buenos Aires 
capital del vireinato, el dia 27 de 
junio anterior. Desde el mismo 
punto que se esparció tan triste 
noticia, esta noble y valerosa ciu- 
dad, penetrada del mayor senti- 
miento por esta desgracia, comen- 
zó á dar las mas relevantes prue- 



- 147 - 


bas de su relijion, de su fidelidad 
al soberano, de su amor á la pa- 
tria y de la parte que tomaba en 
la desgracia de su capital. 

El Escmo. Sr. Presidente de 
esta real audiencia D. Ramón 
García de León y Pizarro, caba- 
llero del Orden de Calatrava, y 
teniente jeneral de los reales ejér- 
citos, comenzó á acalorar el arre- 
glo de milicias, en que artiterior- 
mente estaba entendiendo. Todos 
los gremios á porfía se le presen- 
taban, ofreciéndose á tomar las 
armas en defensa de la relijion, y 
de los derechos del soberano. Se 
procuró que la tropa observase 
con la mayor exactitud la disci- 
plina militar. Se doblaron las gu- 
ardias: se destinaron patrullas, 
que todas las noches rondasen la 
ciudad, con un oficial á la frente 
para evitar cualquier desorden. Se 
doblaron las tareas para que las 
milicias urbanas Se adestrasen en 
en el ejercicio y manejo de armas. 

El estado eclesiástico, por su 
parte, también dió el mas autén- 
tico testimonio de su celo por la 
relijion, de su lealtad á nuestro 
católico monarca, y de su ternura 
para con los compatriotas en to- 
dos los medios propios de su esta- 
do, de que se valió para implorar 
la misericordia del Señor sobre 
nuestra nación y nuestra capital. 
El mui venerable deán y cabildo 
sede vacante ordenó que el lunes 
once de agosto se diese principio 
en esta santa iglesia metropolita- 
na á una pública y devota rogati- 
va, con asistencia de la ciudad y 
su Escmo. jefe: del clero, prela- 
dos, comunidades y colejios. Se 


previno á los conventos y monas- 
terios de regulares hiciesen lo 
mismo en sus respectivas iglesias. 

En los monasterios de relijiosas, 
en los beaterios, casas de recoji- 
miento y colejios de educación de 
niñas huérfanas, se hacían fervo- 
rosas oraciones, se practicaban 
ásperas penitencias, y se aplica- 
ban frecuentes comuniones á este 
fin. Los ministros del sagrado 
tribunal de la penitencia, tenían 
especial cuidado de encargar á ■ 
las almas devotas, quedirijian, la 
obligación de rogar á Dios por 
las públicas necesidades de la pa- 
tria. De modo, que no había ejer- 
cicio espiritual, no había congre- 
gación piadosa en la ciudad, en 
que no se rogase á Dios por la li- 
bertad de nuestra capital. 

Tantas fervorosas oraciones di- 
rijidas á un Dios, que se gloria 
de ser padre de las misericordias: 
tantas lágrimas y suspiros de al- 
mas justas, movieron al fin sus 
paternales entrañas á compade- 
cerse de nuestra desgracia. El ' 
quiso consolar á esta ciudad afli- 
jida con la feliz nueva de la recu- 
peración de Buenos Aires. 

El dia dos de setiembre como 
á las cinco de la tarde, se hallaba 
el Escmo. Sr. Presidente á estra- 
muros de esta ciudad, dirijiendo 
per sí mismo la composición de la 
entrada y camino de San Roque, 
cuando en la quebrada del Tejar 
se oyó la corneta que anunciaba 
llegada de correo. Con este inci- 
dente se puso S. E. sobre el 
mismo camino, á tiempo que ya se 
dejaba ver el conductoiMlel es- 
traordinario. Venia este con una 

39 



- 148 - 


bandera de color encarnado en la 
mano, y con la caballería Uenade 
cascabeles por indicio de sus bue- 
nas nuevas. Preguntóle S. E. que 
noticias traía. Y habiéndole res- 
pondido, que la de que nuestras 
armas habían gloriosamente re- 
conquistado la ciudad de Buenos 
Aires, logrando una completa vic- 
toria sobre los ingleses, S. E. des- 
pués de levantar los ojos al cielo, 
y rendir gracias al Todo-Podero- 
so, de cuya mano venia este bene- 
ficio, dió orden al conductor de 
que no entrase á la administración 
de Correos por el camino breve, 
que por calles algo escusadas con- 
ducía á ella, sino que se ftiese por 
las mas publicas para ir en lo po- 
sible adelantando la feliz nueva. 

Restituyóse prontamente S. E. 
á las casas de la Presidencia, y 
luego que abrió el pliego del 
Escmo. Sr. virei de estas provin- 
cias, que anunciaba tan próspero 
acontecimiento, se publicó este 
por la salva de la artillería, y por 
solemnísimo repique de campanas, 
que al punto empezó en la iglesia 
Catedral y todas las demas de la 
ciudad, y continuó hasta el toque 
de Ave' María, repitiéndose con 
la misma solemnidad de nueve á 
diez de la noche. 

No es fácil esplicar el universal 
gozo, las aclamaciones de alegría 
y las demostraciones de la ciudad. 
Todos los vecinos so comunica- 
ban á gritos la noticia, y unos á 
otros se daban mutuamente el pa- 
rabién. El dia tres siguiente, los 
Srs. del mui venerable deán y ca- 
bildo, luego que se congregaron 
en la Sta. Iglesia acordaron cele- 


brar el dia cuatro inmediato una 
misa solemne de acción de gra- 
cias, para rendirlas al Dios de los 
ejércitos por el señalado benefi- 
cio que acaba de dispensarnos su 
piedad. Con este fin se estendió 
un oficio dirijido al Sr. Presiden- 
te que decía así. “Escmo. Sr. — 
Habiendo tenido, la plausible no- 
ticia de la recuperación de la ciu- 
dad de'Buenos Aires por las ar- 
mas de nuestro católico monarca, 
con la circunstancia de haberse 
logrado la victoria en uno de los 
mismos dias, en que se hacia en 
esta Sta. iglesia metropolitana la 
rogativa pública por la restaura- 
ción de quella capital; ha resuel- 
to este cabildo, que el dia de ma- 
ñana se celebre una misa solem- 
ne en acción de gracias al Todo- 
Poderoso por tan próspero suce- 
so. Por lo que se suplica á V. E. 
se sirva asistir á ella con el supe- 
rior tribunal de la real audiencia, 
y disponer que asista la ciudad y 
vecindario en testimonio de nues- 
tro reconocimiento al Ser Supre- 
mo, y de nuestro amory fidelidad 
al mejor délos soberanos. — Nues- 
tro Señor guarde á V. E. por mu- 
chos años, Plata 3 de setiembre 
de 1806 — Dr. Antonio José de 
Iribarren. — Matías Terrazas. — 
Escmo. Sr. D. Ramón García y 
Pizarro.” Antes de remitir este 
oficio, y al tiempo mismo de fir- 
marlo en la sala capitular, se re- 
cibió otro del Escmo. Sr. Presi- 
dente de esta real audiencia que 
era del tenor siguiente. “Por es- 
traordinarioque llegó ayer dos del 
corriente por la tarde, he recibido 
la gloriosa noticia de haber re- 




conquistado la capital tle Buenos 
Ai res las armas católicas de nú- 
estro soberano el dia doce de 
agosto á las once de la mañana, 
en los términos que espresa el ofi- 
cio que me ha dirijido el Escmo. 
Sr. virei con fecha 16 del mismo 
jnes, que es del tenor siguiente. — 
“Hoi en camino con las tropas de 
mi mando para Buenos Aires, re- 
cibo oficio del Sr. D. Santiago 
Liniers, capitán de navio, coman- 
dante de las tropas mandadas ve- 
nir de Montevideo, de haber re- 
conquistado aquella capital el dia 
doce del corriente á las once de la 
mañana, entregándose á discre- 
ción de las armas del rei la guar- 
nición inglesa, compuesta de mil 
y doscientos hombres: y no dilato 
ni un momento esta agradable no- 
ticia á V. E. para que la trasmita 
á todos los cuerpos principales de 
esa capital, y se den las debidas 
grapias al Dios de los ejércitos. 
Cuyo contenido traslado árV. S. 
para que disponga, que se cante 
misa solemne en acción de gra- 
cias con Te Deum , y esposicion 
del Santísimo Sacramento, el jue- 
ves cuatro del corriente hasta las 
once de la mañana, en humilde 
memoria del beneficio tjue ha der- 
ramado el Altísimo sobre es- 
tas provincias en esta misma 
hora en el dia doce de agosto; y 
será mui conveniente proclamar 
tas glorias del Señor en la Cáte-. 
dra del Espíritu Santo, en el ci- 
tado dia jueves por medio de al- 
guno de los sabios sacerdotes que 
hai en esta nobley leal ciudad, pa- 
ra que se bendigan mas solemne- 
mente las misericordias del Señor 


por la libertad que ha dado á su. 
pueblo contra los enemigos de la 
relijionyde) Estado — Dios guar- 
de á V. S. muchos años. Plata y 
setiembre 3 de 1806. — Ramón 
García Pizarro. — Mui venerable 
deán y cabildo eclesiástico sede- 
vacante de la santa iglesia cate- 
dral metropolitana de Charcas. ” 

En vista de este oficio, los se- 
ñores del mui venerable deán y 
cabildo encomendaron el sermón 
que pedía el Sr. Presidente para 
al siguiente dia, al Dr. D. Matías 
Terrazas, dignidad tesorero de la 
misma Sta. Iglesia, y previnieron 
al administrador de manuales, 
que sin gravar en un centavo á la 
fábrica dispusiese los fuegos, ilu- 
minación, música, y todo lo nece- 
sario para aquella noche y el dia 
siguiente, haciendo los gastos pro- 
rata de las rentas del Cabildo, y 
luego dirijieron el oficio que es- 
taba prevenido para el Sr. Presi- 
dente, acompañándole bajo de un 
mismo pliego, otro del tenor si- 
guiente. “Exmo. Sr. Ya este ca- 
bildo había dispuesto hacer la fun- 
ción solemne de acción de gracias 
al Altísimo, como verá Y. E. en 
el adjunto oficio, cuando ha reci- 
bido el respetable de V. E. con 
fecha.de este dia; por lo que no 
resta otra cosa sino que el noto- 
rio celo de V. E. se digne dar las 
providencias necesarias, para que 
mañana á las diez estén en esta 
Catedral todos los cuerpos que 
componen el noble vecindario de > 
esta ciudad precedidos de V. E. 
y de la real audiencia. — Nuestro 
Señor guarde a V. E. muchos 
años, Plata y setiembre 3 de 1806. 


- J50 ^ 


Escmo. Sr. — Gregorio Choque- 
guanea. — Francisco Antonio de 
Areta. — Escmo. Sr. Presidente 
D. Ramón García Pizarro. 

Entretanto, ya se iba publican- 
do bando solemne de orden del Sr. 
Presidente para que se iluminase 
la ciudad aquella noche, y que los 
vecinos todos acudiesen á la cate- 
tedral á Ja misa del dia ^siguiente. 
En efecto, aquella noche se ilu- 
minó la ciudad y especialmente la 
iglesia catedral, en cuyas bóve- 
das, torres y comizas, se repar- 
tieron armoniosamente faroles de 
varios colores. En el balcón dé 
la iglesia, que llaman de la Tri- 
nidad, y cae al medio de uno de 
los costados de la plaza mayor, se 
puso de orden del cabildo ecle- 
siástico una completa orquesta de 
música, cuyos conciertos, alter- 
nando con los repiques de campa- 
nas, cajas, clarines y salvas, que 
se hacían á la puerta de la igle- 
sia, duraron desde la siete hasta 
las diez de la noche. 

Pasado así con tanto júbilo el 
dia tres, el cuatro á las nueve de 
la mañana, se hizo señal á la mi- 
sa con un solemne repique de cam- 
panas. A la diez acudió á la Sta, 
iglesia el Escmo. Sr. Presidente, 
puesto á la frente de la real au- 
diencia, y acompañado del ilus- 
tre ayuntamiento, de toda la ofi- 
cialidad y vecindario. Ya en la 
iglesia esperaban el mui venera- 
ble deany cabildo, los reverendos 
padres prelados de las relijiones 
con sus respectivas comunidades, 
el clero y colejios, y un número 
tan crecido de jentes, que difícil- 
mente se verá en esta ciudad otra 


concurrencia mayor, ni mas luci- 
da. Dióse principio á la misa, que 
celebró el Sr. Dr. D. Antonio 
José de Iribarren, dignidad ar- 
cediano de esta santa iglesia, y 
presidente del cabildo por vacan- 
te del deanato. Cantado el evan- 
jelio, predicó el tesorero este ser- 
món, y concluida la misa se entonó 
por toda la capilla de la catedral 
un Te Deum solemne puesto por 
punto, y que duró por espacio de 
veinte minutos, en cuyo tiempo la 
plaza hizo la salva' con veintiún 
cañonazos. Acabada esta devota 
y alegre función, fueron los con- 
currentes acompañando al tribu- 
nal y su jefe, quien á nombre de 
S. M. recibió con suma compla- 
cencia las enhorabuenas que se le 
dieron por la recuperación de la 
capital de Buenos Aires. El ser- 
món que aquel dia se predicó, es 
como sigue. 

Conjitemini Domino Jilii Israel, et 
in conspeclu gentium laúdate eum ; 
ipse castígavit nos propter ini~ 
quitates nostras’, ipse salvavit nos 
propter misericordiam sacan , To- 
bise 13. vers. 3 &. 4. 

Dad gracias al Señor hijos de Is- 
rael, y bendecid su nombre en 
presencia de todas las ¡entes. 
El nos castigó por nuestras ini- 
quidades; y él mismo nos ha 
salvado por su misericordia. 

En estas espresiones entusiás- 
ticas prorumpió el santo viejo To- 
bías, cuando volvió en sí del ena- 
jenamientoque le causaron las úl- 
timas palabras del arcanjel San 
Rafael. Este verdadero israelita, 
que desde la niñez había Conser- 
vado su inocencia, sin doblar la 



- 151 - 


r odilla corno los de su nación an- 
te los ídolos que levantó el impío 
Jeroboan; no obstante, por uno 
de los designios incomprensibles 
de la Providencia, había sido víc- 
tima de las mayores desgracias. 
Conducido cautivo á Ninive por 
Salmanazar rei de los asirios; pri- 
vado de la vista para prueba de su 
paciencia; constituido en la ne- 
cesidad de separarse de un hijo 
único, á quien amaba con ternu- 
ra, llora con su esposa la ausen-' 
cia de este, con lágrimas irreme- 
diables. Pero después de tantos 
trabajos, logra también que el 
Señor lo visite en su misericordia 
y lo colme de felicidades. No so- 
lo recobra la vista; no solo tiene 
la satisfacción de estrechar entre 
( sus brazos á un hijo amado, á 
quien ve volver á su casa, sano, 
colmado de riquezas, y unido por 
el santo vínculo á una esposa lle- 
na de virtudes: sino que descubre 
que todos estos beneficios se los 
ha dispensado la mano benéfica 
del Señor, por el ministerio visi- 
ble de uno de los espíritus mas su- 
blimes que asisten cerca de su 
Trono. Por eso, en los transpor- 
tes de su reconocimiento, convida 
á todos los hijos de Israel, á todos 
los verdaderos creyentes a dar 
gracias al Señor y bendecir su 
Santo Nombre; porque después 
de haberlo castigado por sus ini- 
quidades, también los ha salvado 
por su misericordia. Conjitemini 
Domino Jilii Israel , fy in conspec- 
tn gentium laúdate eumiipse cas - 
tigavit nos , propter iniquitates 
nostras; ipse salvavit nos, prop- 
ter misericordiam suam . 


¿Y no deberemos nosotros, ca- 
tólicos, penetrarnos de los mismos 
sentimientos, usar del mismo len- 
•guaje, prorumpir en las mismas 
espresiones de gratitud en las ale- 
gres circunstancias en que nos 
hallamos por el plausible motivo 
que nos congrega en este templo? 

¿No deberemos rendir las mas 
sincéras gracias al Dios de los 
ejércitos, bendecir su Santo Nom- 
bre en presencia de todas las na- 
ciones de la tierra, porque, des- 
pués de habernos castigado por 
nuestros pecados en la pérdida 
de la ciudad de Buenos Aires, 
también ha querido en su recupe- 
ración salvarnos por su misericor- 
dia? Conjitemini Domino tyc. Si, 
señores, así debemos practicarlo. 

O sino haced reflexión sobre las 
tristes ideas, las ajitaciones, la 
consternación que oprimía vues- 
tros espíritus ahora dos dias, a! 
considerar la ciudad de Buenos 
Aires, jefe de estas provincias, 
capital del vireinato, constituida 
por uno de los infortunios de la 
guerra; ó para hablar con mas 
propiedad y como corresponde á 
este lugar santo, constituida por 
la enormidad de nuestros pecados 
bajo el tirano yugo de imanación 
soberbia; de una nación enemiga 
de nuestra relijion santa; enemiga 
de nuestro dulce y católico sobe- 
rano; y enemiga de todos los ver- 
daderos intereses de nuestra na- 
ción y de nuestra patria. Ah! ¿No 
reconocéis en este golpe, que el 
Señor nos castigó por nuestras 
iniquidades? Ipse castigavit nos 
propter iniquitates nostras? Fi- 
jad ahora la vista sobre nuestra 

40 - _ 

• 3 ^ • 



- 152 - 


presente situación. Entrad dentro 
de vosotros mismos: rejistrad los 
movimientos de vuestro corazón: 
presentad al público los senti- 
mientos y afectos de vuestro espí- 
ritu, con la plausible noticia que 
acabamos de tener, de que ya 
aquella capital ha sacudido el yu- 
go estranjero, ha vuelto á entrar 
bajo ei suave dominio, del mas 
dulce, del mas amable, del mejor 
de los soberanos de la tierra. Áh! 
¿No reconocéis en este feliz su- 
ceso, que el Señor nos ha salvado 
por su misericordia? Ipse salva- 
vit nos propter misericordia™, 
suam? Si, católicos, así lo inspi- 
ra vuestra fé, así lo cree vuestra 
piedad, así lo publican vuestras 
lenguas, así lo sienten vuestros 
corazones. Pues estos mismos 
afectos deque os halláis preveni- 
dos, y que se dejan ver aun so- 
bre vuestros semblantes, son los 
que yo quiero repetiros en este 
lugar santo, haciendo sobre ellos 
unas reflexiones breves y senci- 
llas para escitar vuestra humilla- 
ción y vuestro reconocimiento al 
Dios de los ejércitos. Digo, pues, 
que el Señor, en la desgracia que 
padecimos el dia27 de junio en la 
pérdida de nuestra capital, nos 
castigó por nuestras iniquidades, 
lpse castigavit nos propter ini- 
quitatcs nostras: ved ahí el moti- 
vo de nuestra humillación y reco- 
nocimiento y la primera parte del 
discurso. Yo añado que el Señor 
en la felicidad que tuvimos el dia 
doce de agosto en la restauración 
de la misma capital nos salvó por 
su misericordia, Ipse saluavit nos 
propter mise ricordiam suam: ved 


ahí el motivo de nuestra gratitud 
y acción de gracias; y el asunto 
de la segunda parte. Por uno y 
otro debemos bendecir al Señor 
y engrandecer su Santo Nombre 
en presencia de todas las jentes: 
Confitemini Domino ó^c. este es 
todo el argumento de mi oración. 
Para el acierto, & c, Ave María. 

i 

PRIMERA PARTE. 

Aunque es cierto que Dios es 
siempre el árbitro de la suerte de 
los hombres; aunque su Provi- 
dencia adorable, es la que decide 
sobre la subsistencia ó ruina de 
las provincias y los reinos; aun- 
que, según la espresion del real 
profeta (a), en su mano están to- 
dos los confines de la tierra, para 
señalar el destino de todos los 
mortales, según los altos designios 
ó de su justicia ó de su misericor- 
dia, en todos tiempos, en todas 
circunstancias y en todos acaeci- 
mientos; pero también es cierto, 
que esta soberanía del Ser Supre- 
mo; este poder absoluto é irresis- 
tible de su Providencia, en ningún 
tiempo se nos hace mas palpable 
que en los varios sucesos de la 
guerra. Este monstruo, que se ali- 
menta de sangre humana; que lle- 
va por todas partes el horror, el 
estrago, la desolación, la muerte; 
que hace que los hombres se des- 
truyan mutuamente, y se encarni- 
cen en sus semejantes, es por lo 
ordinario el azote mas terrible de 
la Divina Justicia, para castigar 
nuestros delitos. Por eso, cuando 
David faltando á sus deberes, se 

(a) Psalm. 94. V. 4. 



- 153 - 


entregó con imprudencia á los es- 
cesos de su vanidad, fué la guer- 
ra uno de los tres azotes que le 
propuso el Señor, para espiar su 
delito (a). Por eso, cuando los 
israelitas dejando la lei desús pa- 
dres, olvidados de la misericordia 
del Señor que los había elejido 
por su pueblo especial, su heren- 
cia pri vile jiada, prevaricaban en 
presencia del Señor, y adoptaban 
las abominacionesde los incircun- 
cisos; era siempre la . espada de 
estos mismos, el instrumento de 
que se valía en la guerra para cas- 
tigar las iniquidades de su pueblo. 
Los filisteos, los babilonios, los 
asírios, y aun los romanos; cuan- 
do llevaban el esterminio hasta 
Jerusalen;cuando conducían cau- 
tivos á los hijos de Jacob á reinos 
estranjeros; cuando introducían la 
abominación de la desolación has- 
ta lo interior del Santuario; cuan- 
do lo despojaban desús mas ricos 
adornos; cuando obligaban á con- 
vertir en llanto las solemnidades 
de Sion: no eran sino unos instru- 
mentos de la cólera de un Dios 
irritado con las prevaricaciones de 
su pueblo. Ved ahí, Señores, el só- 
lido principio sobre que yo esta- 
blezco mi pensamiento, cuando os 
digo, que el Señor en la pérdida 
de nuestra capital, quiso castigar 
nuestros delitos: Ipse castigavit 
nos propter iniquitcites nostras. 

Porque bien sabéis católicos, 
que ya por algunos papeles públi- 
cos de las naciones amigas y es- 
pecialmente. por la gaceta de Ba- 
yona, se había anunciado con an- 
ticipación que una escuadra ingle- 

(a) Regum. 2. cap. 21. 


sa se dirijía al Rio de la Plata, 
con el designio de asaltar la ciu- 
dad de Buenos Aires. Sabéis tam- 
bién, que habiendo esta tomado 
su rumbo desde la Bahía de To- 
dos Santos para el Cabo de Bue- 
na Esperanza, se creyó, que aque- 
llos anuncios eran rumores de la 
política de la guerra, que parece 
amenaza el golpe en una parte, 
para descargarlo en otra: que ba- 
jo de esa seguridad vivían tran- 
quilos los vecinos de Buenos Ai- 
res, sabiendo que el enemigo di- 
rijía 3 us miras contra aquella co- 
lonia holandesa, tan interesante 
para hacer escala al comercio de 
la India. 

Pero también sabéis, que des- 
pués de haberla tomado los ingle- 
ses, se volvieron - con prontitud 
contra nuestra capital. Y aunque, 
cuando sus buques temerariamen- 
te anclaron en el Rio de la Pla- 
ta, los vecinos de Buenos Aires 
despreciaban su arrojo por la di- 
ficultad del desembarco y por los 
preparativos de defensa; pero ello 
es constante, que el veinte y siete 
de junio pasado, las armas ingle- 
sas tomaron posesión de la ciu- 
dad. Ah! Q,ue cierto es, señores, 
á los ojos de la fé, que peleaban 
mas contra nosotros nuestros pro- 
pios delitos que las armas de nu- 
estros enemigos! Por la corres- 
pondencia quesalió de aquella ca- 
pital el veintiséis, sabemos, que 
ios vecinos de Buenos Aires se es- 
plicabancon un valory jenerosidad 
que despreciaba al enemigo, que 
graduaba de delirio su empresa, y 
que inspiraba cierta especiede se- 
guridad en la victoria. Pero ello 



- 151 - 


es, que al siguiente rlia ya el je- 
neral ingles se apellidaba gober- 
nador de Buenos Aires por el reí 
de la Gran Bretaña. No nos de- 
tengamos, señores, en discursos 
puramente humanos sobre este 
punto. No busquemos la causa de 
esta desgracia, sino en nuestras 
culpas. Convengamos solo, en que 
á pesar de las mas aflictivas dili- 
jencias de los jefes; á pesar del 
valor de nuestras tropas, á pesar 
de la acreditada fidelidad y amor 
al soberano y la patria de los ha- 
bitantes de nuestra capital; pesa- 
ban mas en la balanza de la Jus- 
ticia Divina nuestros delitos para 
inclinarla al castigo. Todos los 
medios de la prudencia humana 
no son bastantes para sustraernos 
de las determinaciones de una pro- 
videncia soberana, cuando está 
resuelta á castigarnos. 

Porque católicos, si nuestras 
iniquidades no hubieran ya llena- 
do las medidas de la paciencia del 
Señor: si nuestros escesos no hu- 
bieran tenido altamente provoca- 
do su justo enojo, ¿no hubiera 
podido con todos los preparativos 
de defensa que teníamos, liber- 
tarnos del furor de nuestros ene- 
migos? Al Señor le era fácil sal- 
varnos, sea por medio de pocos ó 
de muchos como lo decía el prín- 
cipe Jonatás. Non est dijicile Do- 
mino sal vare y sive in paucis , sive 
in mullís (a). Sabemos que cuan- 
do su pueblo se conserva fiel á su 
lei, obediente á sus preceptos, y 
por lo mismo acreedor á su protec- 
ción, ha sabido en una noche solo 
pasar á cuchillo ciento ochenta y 

(a) Regum cap. 14 v. 6. (b) Reg. 4. cap. 19. v. .35. 


cinco mil asirios en el ejército de 
Senacherib,comosucedió en tiem- 
po del rei Exechias (b). Sabemos, 
que cuando los filisteos perse- 
guían á los israelitas, que fieles á 
su Dios invocaban con segura con- 
fianza su protección; el Señor ha- 
cía que los incircuncisos volvie- 
sen su espada los unos contra los 
otros, y se destruyesen por sus 
propias manos como sucedió á los 
principios del reinado de Saúl (c). 
Pero también sabemos, que cuan- 
do las profanaciones de los hijos 
de Helí tuvieron irritada su justi- 
cia; cuando las abominaciones de 
su pueblo provocaron su justo 
enojo; aunque se levantaron nu- 
merosos ejércitos contra los filis- 
teos; aunque se condujo la misma 
Arca del Señor á los reales de Is- 
rael para empeñarla en su ampa- 
ro; aunque á su presencia el ejér- 
cito prorumpió en aclamaciones, 
que parece inspiraban valor, con- 
fianza y entusiasmo; supo el Se- 
ñor hacer, que no solo millares de 
israelitas perezcan bajo la espa- 
da del enemigo, sino que la mis- 
ma sagrada prenda de la Alianza 
caiga en manos de los incircunci- 
sos, y sea conducida cautiva al 
templo de Dagón (d). Pues, ¿por 
qué del mismo modo no creemos, 
católicos, que cuando las armas 
inglesas tomaron nuestra capital, 
fué porque nuestros delitos tenían 
irritada la cólera del Señor? Sí, 
hermanos mios. El quiso entre- 
garnos en manos de nuestros ene- 
migos para castigar nuestras ini- 
quidades. Ipse casligavit nos 
propter iniquitates nostras. Núes- 

(c) Reg. 1. cap. 14. v. 20. (d) Reg. 1. cap. 4. v f 11. 


- 155 - 


tros escesos, nuestros escándalos 
nuestras profanaciones le pusie- 
ron el azote en las manos, para 
que el dia veintisiete de junio des- 
cargase el golpe sobre nosotros, y 
sobre nuestra capital. 

Ciudad famosa de Buenos Ai- 
res, pueblo aflijido, capital des- 
graciada; ¿cuál fué tu consterna- 
ción en aquel dia infeliz? Tú, que 
por tu situación tan ventajosa pa- 
ra el comercio, por tu numerosa 
población, por la fertilidad de tu 
terreno, por la abundancia de tus 
producciones, por la estension de 
tu comercio, eras, como la seño- 
ra de las jentes: tú, que por el al- 
to carácter de tu jefe, por la re- 
presentación de tu real audiencia 
pretorial, por la superioridad de 
tus tribunales y consulado, eras 
como la princesa de estas provin- 
cias, en un momento te ves some- 
tida á estraño gobierno, consti- 
tuida bajo un tributo estranjero? 
Princeps Provinciarum Jacta est 
sub tributo ? (a) 

Así fué en efecto, católicos; así 
sucedió en castigo de nuestras 
iniquidades. Ah! ¿Cuál sería la 
triste situación de nuestra capital 
en aquel dia desgraciado? Yo con- 
sidero, señores, en esa época in- 
feliz á aquella tubulada ciudad, y 
en ella me figuro, que los minis- 
tros del Santuario al rededor de 
su respetable pontífice, penetra- 
dos del dolor y de la amargura de 
su corazón, se postrarían en pre- 
sencia del Señor para implorar 
sus misericordias, temiendo jus- 
tamente que la abominación de la 
desolación penetrase hasta lo in- 


(a) Thren c^p. lv v. 1. 


(h) Joel cap. 2. vera. 17. 


i 

tenor del lugar santo; que fuesen 
profanados nuestros templos, man- 
chados nuestros altares; que los 
vasos sagrados sirviesen de copas 
á la intemperancia; y que el mis- 
mo cuerpo adorable del Salvador 
en el Augusto Sacramento, fuese 
despreciado y ultrajado por la ir- 
relijion del vencedor como otras 
veces lo ha sido por el furor de 
herejes victoriosos. Me figuro que 
derramando copiosas lágrimas en- 
tre el vestíbulo y el altar, eleva- 
rían sus voces anegadas en llanto 
al Padre de las misericordias, y 
con un corazón contrito y humi- 
llado le dirían: perdonad, Señor, 
perdonad á vuestros ministros y á 
vuestro pueblo; acordaos de vues- 
tras antiguas misericordias; y no 
entreguéis vuestra heredad á la 
perdición, ni permitáis que la do- 
minen naciones infieles: Parce 
Domine , parce populo tuo , # ne 
des hereditatem luam in perditio- 
nem , ne forte dominentur eis na- 
tiones (b). Me figuro, que los co- 
ros de vírjenes encerradas en sus 
cláustros, elevarían sus ojos cas- 
tos bañados en lágrimas y levan- 
tarian sus manos inocentes al cie- 
lo para implorar la clemencia de 
su celestial esposo: que renovarían 
con el mayor fervor de su espíritu 
los solemnes votos con qus se con- 
sagraron en presencia de los alta- 
res: que firmarían con los mas so- 
lemnes juramentos la fidelidad de- 
bida á su Esposo, aun temiendo 
que esta fuese insultada por la im- 
piedad del vencedor. ¡Con cuán- 
tas lágrimas, con cuanta sangre 
no habrían quedado regados los 
pavimentos de sus coros! Me fi* 


41 



V 


- 156 ,- 


guro que el Esposo aun no con- 
cebiría segura entre sus brazos á 
su amada Esposa, recelando que 
la violencia quisiese atropellar los 
sagrados derechos del tálamo 
nupcial. Me figuro que el padre de 
familias, que se había consumido 
toda la vida por lograr algún fon- 
do, con que proporcionar la sub- 
sistencia y un honrado estableci- 
miento á sus hijos, estaría en con- 
tinua zozobra, recelando, que lo 
que había sido fruto de las fati- 
gas y sudores de muchos años, 
viniese en un momento á ser pre- 
sa de la codicia del vencedor: 
unas ideas tristes le representa- 
rían á todas horas, que después de 
haberlos educado en la abundan- 
cia, dejaría á esos pedazos tiernos 
de su corazón, reducidos á la ma- 
' yor miseria é indijencia. Me figu- 
ro á los reales ministros sin repre- 
sentación, al majistrado sin auto- 
ridad, los tribunales sin despacho, 
el comercio sin jiro, el militar sin 
armas, el artesano con el taller 
cerrado, el pueblo sutnerjido en 
la tristeza y todos en la mayor 
consternación , representándose 
por momentos con el cuchillo del 
enemigo sobre la garganta. 

Porque, aunque es cierto, que 
los artículos de la capitulación y 
los bandos que publicó el jeneral 
ingles, al primer aspecto parece, 
respiraban humanidad y buena fé, 
y que prometían libertad en el uso 
de la relijion católica, seguridad 
en las propiedades, fomento en el 
comercio, rebaja en los impuestos, 
buen orden y equidad en todo; 
pero, ¿no es de temer, que estos 
papeles seductivos fuesen parto de 


una política refinada, que quería á 
los principios hacer suave el yu- 
go, para perpetuarlo después aun 
cuando fuese intolerable? ¿No es 
de temer, que fuesen efectos del 
temor, por no hallarse la guarni- 
ción inglesa con fuerzas necesa- 
rias, para dar la lei á un pueblo 
numeroso, cuya revolución no po- 
día resistir, si la ocasionaba con 
la opresión y violencia? ¿No es 
de temer, que la misma cláusula, 
que se halla casi en todos los ar- 
tículos de la capitulación, deque 
se permita el gobierno por las 
mismas ley es, la judicatura por los 
mismos majistrados, la exacción 
de las mismas contribuciones, has- 
ta saber la determinación del rei 
de la Gran Bretaña, era dejar una 
puerta abierta para faltar á la bue- 
na fé, y no cumplir lo estipulado 
siempre que se hallasen los ene- 
migos con fuerzas necesarias pa- 
ra dar la lei? ¿No es de temer, 
en fin, que haya sido todo astu- 
cia infame de una codicia ciega, 
que haya pretendido con estos ar- 
bitrios lisonjeros, descuidar la vi- 
jilancia de nuestros compatriotas 
y aprovechándose de su descuido, 
despojarlos cuando menos lo pen- 
sasen, con violencia de todos sus 
bienes? Ah! Bien lo sabéis, seño- 
res; no han faltadode aquella ca- 
pital plumas que nos anuncien, 
que el mismo día doce de agos- 
to en que nuestras armas vic- 
toriosas reconquistaron aquella 
plak. era justamente el que los 
enemigos tenían destinado para á 
la media noche saquear la ciudad 
apoderarse de todos los caudales, 

pasando á cuchillo a todos los que 

» 


T 


- 157 - 


resistiesen su entrega. ¡Pensami- 
ento detestable! Acción infame! 
Que se haría increíble en ninguna 
nación ilustrada, pero que se ha- 
ce mui verosímil en una nación 
avara que dominada de la codicia 
rompiendo los mas segrados vín- 
culos déla buena fé, atropellando 
el derecho de las jentes, se ha 
constituido la salteadora de los 
mares, como lo acreditó en el ro- 
bo de nuestras fragatas antes de 
la declaración de la guerra. 

¿Y todas estas desgracias no 
hubieran sido justo castigo de 
nuestrss delitos? ¿Qué hubiera 
sido de nosotros, si el Señor á 
vista de nuestras iniquidades hu- 
biera decretado en su cólera, que 
bebiésemos el cáliz de su Índigo 
nación hasta las heces? ¿Nuestros 
escesos justamente no lo mere- 
cían? Tanta afeminación en los 
hombres, tanta falta de pudor en 
las mujeres, tantas omisiones cul- 
pables en los majistrados, tantos 
descuidos en los padres de fami- 
lias, tantas inobediencias en los 
hijos, tanta tibieza aun en los mi- 
nistros del santuario; no merecen 
justamente la cólera de un Dios 
celoso, que sabe castigar los de- 
litos de los padres en los hijos, 
hasta la cuarta y quinta jenera- 
cion? (a) ¡Pues qué; con las des- 
nudeces indecentes, con las mo- 
das provocativas, con el dema- 
siado lujo, con el desenfreno en 
la impureza, con nuestros escán- 
dalos, con nuestras injusticias, 
con nuestros sacrilejios, con ese 
aire de impiedad, con que muchos 
libertinos quieren producirse en 

(a) Exod cap. 20 vcrs. 5. (b) Tit. cap. 1 vera. 15. 


materia de relijion, haciendo zum- 
ba ó asunto de un chiste impío, 
de un gracejo blasfemo, aun lo 
mas sagrado y serio de nuestra 
relijion; con todas estas iniquida- 
des digo, ofendemos acaso á al- 
gún Dios insensible y sin provi- 
dencia, á algún Dios impotente y 
sin justicia? El figor de esta, ¿no 
exijía, que el Señor nos castigase 
y descargase el golpe sobre nues- 
tras iniquidades: Ipse castigavit 
nos propter miquilates nostras ? 

P ero me diréis tal vez, que eran 
mayores los delitos de vuestros 
enemigos: que ellos blasfemaban 
el nombre Santo del Señor;' pero 
que nosotros somos cristianos, so- 
mos católicos, somos hijos de la 
iglesia y discípulos de la cruz. Es 
verdad, hermanos míos, yo lo con- 
fieso, y esta es nuestra mayor di- 
cha. Somos católicos, no hemos 
roto la túnica inconsútil de Jesu- 
cristo, estamos en el seno de la 
iglesia, su casta esposa y nuestra 
santa madre; vivimos bajo el go- 
bierno del mas piadoso y católico 
de los soberanos y que hace su 
mayor gloria, de ser el hijo pri- 
mojénito de la iglesia romana. 
Pero, ^ por esto mismo no se co- 
noce la gravedad de nuestros pe- 
cados, cuando por ello nos ha en- 
tregado el Señor en manos de los 
enemigos de su Santo nombre? 
Somos católicos; ¿pero no somos 
de la misma clase que aquellos, 
á quienes reprendía San Pablo, 
cuando decía, que conocían y con- 
fesaban á Dios con la boca, pero 
que le negaban con las obras: 
Conjitentur , se nosse Deum, fac- 
tis autem negat? (b). Somos ca. 


t 



-158 - 


tólicos; ¿pero no se podrá decir de 
nosotros, lo que el anticuo lsac 
decía al reconocer ásu primojéni- 
to,para darle la última bendición, 
que nuestra voz, es decir, la con- 
fesión de fé, es ciertamente la voz 
del elejido Jacob; pero que nues- 
tras manos, es decir, nuestras 
obras, son manos del reprobo 
Esau: Vox quidem vox Jacob 
est , manus autem sunt manas 
Esau? (a) Somos católicos; -¿pe- 
ro toda nuestra relijion no está en 
la superficie y reducida á unas es- 
terioridades de culto, que no van 
acompañadas del recojimiento in 
terior, de la pureza de espíritu, 
de la limpieza de costumbres, de 
la santidad del corazón, de modo 
que el Señor puede quejarse de 
nosotros como en otro tiempo por 
su profeta, de que le honramos 
con la estremidad de nuestros la- 
bios, pero que el corazón está mui 
distante de él: Populas lúe labiis 
me honorat , cor autem eorurn Ion- 
ge está me? (b) Somos católicos, 
hacemos profesión de una relijion 
la mas pura, la mas austera, la 
mas enemiga del amor propio y de 
la sensualidad; pero ¿y nuestras 
costumbres corresponden á nues- 
tra creencia? No deshonramos 
con ellas la santidad de nuestra 
relijion?Ah hermanos mios! Con- 
fesémoslo para confusión nuestra 
y para humillación en presencia 
del Señor. Nuestras obras des- 
mienten nuestra fé. El orgullo, el 
interes, la murmuración, el odio* 
la venganza, la injusticia, la sen- 
sualidad... que se yo: todos los 
vicios t anchan nuestra vida, cor- 

(a) Genes cap. 27. vera. 22. (b) Isui cap. 2D vers 13. 


rompen nuestra alma, deshonran • 
nuestra relijion. Y será estraño, 
que este monstruoso cúmulo de 
iniquidades haya obligado á la 
Justicia Divina á castigarnos con 
la pérdida de nuestra capital: lpse 
castigavit nos propter iniquitates 
noslras? Si señores: no lo dudéis. 
¿Y qué hubiera sido de nosotros, 
si el Señor hubiera querido der- 
ramar sobre nuestras cabezas cri- 
minales el vaso de su indignación 
hasta el fondo, y castigarnos se- 
gún todo lo que merecían nues- 
tros escesos? Pero bendito seáis 
Señor Dios de nuestros padres, 
que aun cuando nuestras abomi- 
naciones provocan vuestra justa 
indignación, os acordáis de vues- 
tras antiguas misericordias, y en 
el tiempo de la tribulación perdo- 
náis los pecados de los que afliji- 
dos invocan tu Santo nombre: Be - 
nedictus est D omine!) eus Patrum 
nostrorum,qui cum iratus fueris , 
misericordiam facis , 4» in tempo- 
re tribulationis peccata dimittis , 
his qui invocant te (c). Tal ha si- 
do, señores, la conducta de nues- 
tro buen Dios para con nosotros; 
porque si en la pérdida de nues- 
tra capital nos castigó por nues- 
tras iniquidades: „Ipse castigavit 
nos propter iniquitates nostrcis: 
en su recuperación nos ha salva- 
do por su misericordia: lpse sal- 
vavit nos propter misericordiam 
suam. Este es el motivo de nues- 
tra gratitud y acción de gracias, 
y asuntó de la 


Cuando yo digo, católicos, que 

(c) Tobías cap. 3. vers. 13. 


SEGUNDA PARTE. 



- 159 - 


en la recuperación de nuestra ca- 
pital, Dios nos ha salvado por so- 
la su misericordia, no concibáis 
que con esto quiera escluir los 
medios humanos, que se han em- 
pleado en su reconquista. Haría 
yo injuria á las armas de nuestro 
soberano, y al honor de nuestros 
compatriotas, si quisiese negarles 
la parte que han tenido en nuestros 
consuelos, y en la gloria de nues- 
tra nación. Yo confieso gustosa- 
mente las prudentes medidas to- 
madas por nuestros jefes para esta 
empresa, y sus activas dilijencias 
para las reclutas. Confieso el va- 
lor heroico de nuestros jenerales, 
la jenerosa intrepidéz de nuestras 
tropas, el patriotismo de todos 
los habitantes en las márjenes del 
Rio de la Plata. Pero después 
de todo, estos esfuerzos de valor 
y prudencia, ¿qué hubieran podi- 
do contra los soberanos decretos 
de la ju.tLia divina, si esta hu- 
biera permanecido inexorable en 
castigar nuestros delitos; si no hu- 
biera escuchado nuestros clamo- 
res; si no se hubiera compadecido 
de nuestras desgracias? Ah! con- 
fesémoslo en obsequio de la fé, de 
la relijion, y de la piedad, y con- 
vengamos en que si nuestra capi- 
tal no jime hoi bajo el yugo es- 
tranjero, es porque la mano bien- 
hechora del Señor, ha querido vi- 
sitarnos en su misericordia: lpse 
salvavit nos propter misericor- 
diam suam. 

Para formar idea de la esten- 
sion de este beneficio, y empeñar- 
nos en bendecir eternamente el 
santo nombre del señor, era ne- 
cesario comprender todos los ma- 


les, todos los irreparables per- 
juicios, que nosocasionaba la pér- 
dida de nuestra capital. Refle- 
xionad, señores, sobre la triste si- 
tuación en que nos hallábamos, 
mientras la ciudad de Buenos Ai- 
res jemia bajo el gobierno ingles. 
Ah! El comercio se hallaba sin 
jiro, por la imposibilidad de in- 
ternar los efectos: los negocios 
sin despacho, por el embarazo de 
los tribunales superiores: las ha- 
ciendas espuestas á la ruina, por 
el necesario enlace de intereses 
entre la capital, y las provincias: 
casi entredicha la corresponden- 
cia con nuestra Península, y no- 
sotros obligados á variar de ruta 
en los precisos recursos al sobe- 
rano, y dirijirlos por inmensas 
distancias de mar y tierra. Pero 
sin hacernos cargo de estos per- 
juicios, que aunque gravísimos, al 
fin son temporales, contraigámo- 
nos solo al interes mas esencial, 
al mas importante, al de mayor 
consecuencia, que es el de la re- 
lijion. ¿No hubiera estado ésta 
espuesta á perderse, si hubiera 
nuestra capital permanecido bajo 
del dominio de una nación cismá- 
tica, y protestante? Bien sé, se- 
ñores, y ya lo dije, que en los pa- 
peles públicos se prometía á los 
ciudadanos de Buenos Aires el 
libre uso de la relijion católica. 
Pero, ¿hubiera esta podido con- 
servarse en su pureza, introduci- 
do una vez con la dominación es- 
traña, el sistema de tolerantismo? 
Si hoi que vivimos por la miseri- 
cordia de Dios, bajo del dominio 
de un soberano el mas zeloso de 
la pureza de la fé; hoi que tene- 


42 



- 160 - 


mos un tribunnal santo, que vela 
sobre su limpieza; que los pasto- 
res y ministros la enseñan con ze- 
lo, que los majistrados cuidan con 
esmero de su observancia, vemos, 
no obstante, que no faltan liber- 
tinos, que viven en la corrupción, 
y tocan en la impiedad; ¿qué hu- 
biera sido, introducida una vez la 
libertad de conciencia en esta ma- 
teria? 

Se prometia libre el uso de la 
relijion católica; pero, ¿hubiera 
esta podido sostenerse contra las 
seducciones, y el mal ejemplo de 
la nación vencedora? Ah! nues- 
tra miserable naturaleza mas fá- 
cilmente se inclina á lo malo, que 
ú lo bueno. Para corromper un 
pueblo en materia de relijion, na- 
da hai mas eficaz, que el trato, y 
el ejemplo do ios que profesan 
otra. Por eso en la lei antigua se 
prohibía tan estrechamente á los 
israelitas el roce, y frecuente co- 
municación con los incircuncisos 
(a). Y en el reinado de Salomón, 
en que fue mas continuo el trato 
con los estranjeros, y mucho mas 
con las estranjeras, ¿no es bien 
sabido, que estas corrompieron el 
corazón de un soberano el mas 
sabio y el mas glorioso de los que 
habían ocupado el trono de Is- 
rael, hasta el estremo de que des- 
pués de haber en su juventud de- 
dicado el mas suntuoso templo al 
verdadero Dios, en la vejez llegó 
á doblar vergonzosamente la ro- 
dilla ante los ídolos de los Moabi- 
tas, Sidonios, y Amonitas, que 
siempre había detestado? (b) 

Se prometia libre el uso do la 

(a) Deu t eren. cap. 7wers. 2, 3 y 4. 


relijion católica; pero ¿hubiera 
ésta permanecido al menos en las 
jeneraciones futuras, siendo con- 
traria á la de la nación dominan- 
te? Ah! mil tristes ejemplares nos 
presenta la historia en este pun- 
to. Cuando Federico II, rei de 
Prusia conquistó la Silesia, per- 
mitió libre el uso de la relijion 
católica, que era la dominante en 
la provincia; pero bien presto el 
obispo de Breslau, único pastor 
de aquellas rejiones, tuvo mui po- 
cas ovejas para apacentar, porque - 
las mas, descarriadas del aprisco, 
seducidas por el ejemplo de la 
nación vencedora, se pasaron á la 
parte del proti itantismo, Pero, 
¿sin recurrir á tiempos, ni nacio- 
nes distantes, en nuestra propia 
península no tenemos una triste 
prueba de esta verdad? Cuando 
en la guerra de sucesión, el ar- 
chi-duque Carlos de Austria se 
apoderó del principado de Cata- 
luña, la ilustre Barcelona ¿no vió 
con dolor dentro de sus muros 
erijirse Cátedras públicas de Lu- 
teranismo, y Calvinismo? ¿No 
vió violados los templos, profana- 
dos los. altares, y el mismo cuer- 
po adorable de v Jesu-Cristo en 
aquel augusto sacramento, holla- 
do y despreciado? En aquel lance 
el principe era católico: sin em- 
bargo, se cometieron todos estos 
escesos, porque no fué posible 
contener el furor de las tropas au- 
xiliares, quesehabian tomado de 
los circuios protestantes do Ale- 
mania. 

Pues, qué estragos no debía- 
mos esperar con el tiempo en núes- 

(b) 3 Reg. cap. 11. vera. 4 y 5* 


r 


- 161 - 


tra capital, si esta hubiera perma- 
necido bajo de una nación, que ha 
adoptado casi todos los errores? 
Porq ue no ignoráis, señores, el 
infeliz estado de la Inglaterra en 
materia de relijion, desde la des- 
graciada época en que por el sis- 
tema de Enrique VIII, se separó 
del seno de la iglesia católica. 
Su iglesia, si es que merece este 
nombre, es una monstruosa mez- 
cla de Anabaptistas, Presbiteria- 
nos, ó Calvinistas rijidos^, Epis- 
copales, ó Anglicanos, Lutera- 
nos, Antitrinitarios, Kuaqueros, 
y otras abominables sectas, sin 
contar los muchos Deístas, Ma- 
terialistas, Ateii | as, y otras per- 
niciosas razas, frutos de la infame 
filosofía del último siglo. Pues, 
¿qué hubiera sido de nuestra ca- 
pital con esta sentina de errores 
en su centro? Esa levadura de 
maldición, ese fermento de iniqui- 
dad, ¿no hubiera bien presto cor- 
rompido toda la masa? Atendida 
la miseria humana, ¿no era de te- 
mer, que el libertinaje se apode- 
rase insensiblemente de los cora- 
zones, y que cada uno viniese á 
adoptar aquellos errores que eran 
mas análogos á su jenio, y á la 
pasión que lo dominaba? ¿No era 
de temer también, que con el ejem- 
plo se viniese á hacer familiar en- 
tre nuestros compatriotas, el cri- 
men mas horrible, el mas contra- 
rio á la humanidad, que es el sui- 
cidio, á que por entusiasmo, por 
capricho, por cobardía, ó por des- 
esperación, son tan propensos los 
ingleses? 

Ah! Al considerar estos horro- 
res, católicos, mi relijion se con- 


mueve, mi entendimient o se abis- 
ma, mi corazón se conturba; y 
vacilante mi espíritu, no sabe so- 
bre que objeto fijarse de tantos 
como le presenta la imajinacion 
ajitada. Mi relijion me conduce 
al pié de los altares, para que allí 
anegado en lágrimas, penetrado 
de dolor con el conocimiento de 
mis iniquidades, implore la mise- 
ricordia del señor sobre mí, y so- 
bre mis hermanos. Mi patriotis- 
mo me arrebata hasta la capital 
de Buenos Aives, á contemplar 
las desgracias á que están espues- 
tos mis compatriotas, y jemir con 
ellos sus trabajos. Pero mi leal- 
tad me lleva en espíritu hasta los 
pies del trono, á considerar la 
succesion de afectos, que opri- 
men el carazon de nuestro amable 
soberano. ¿Cuáles habrán sido, 
ó serán en breve las ajitaciones 
de su espíritu, la consternación de 
su real ánimo, con la triste noti- 
cia, que ya habrá recibido, ó re- 
cibirá bien presto, de la pérdida 
de nuestra capital? ¿Cuantas ve- 
ces su corazón oprimido de dolor 
se habrá asomado á sus amables 
ojos? ¿Cuantas lágrimas habrán 
corrido sobre su respetable ros- 
tro, al considerar no tanto perdi- 
da una plaza tan interesante para 
el gobierno de estas provincias; 
no tanto al mirar desmembrado 
de su real patrimonio un puesto 
tan ventajoso al comercio; no tan- 
to al ver caida de su augusta co- 
rona una piedra de las mas pre- 
ciosas que hacían su esmalte: 
cuanto al considerar á unos vasa- 
llos fieles, que él ama como á hi- 
jos, sometidos á estraña mano, y 


I 


- 1 62 - 


constituidos bajo del gobierno de 
un gabinete el mas intrigante; al 
¡ considerarla relijion santa, esa 
relijion de que es mas zeloso de- 
fensor y apoyo, espuesta en una 
ciudad tan populosa, á la preva- 
ricación, y al trastorno? 

Yo me figuro, señores, que nues- 
tro relijioso soberano al recibir 
este golpe, animado de los mas 
grandes sentimientos de relijion, 
se habrá postrado ante el Dios de 
los ejércitos, V en la amargura de 
su corazón habrá implorado sus 
misericordias á favor de sus vasa- 
llos. Me figuro, que puésto en la 
presencia del Dios de la majestad 
y penetrado de los afectos de una 
humildad verdaderamente cristia- 
na, habrá atribuido este golpe á 
sus pecados personales, y en la 
amargura de su corazón le habrá 
dicho á Dios como en otro tiem- 
po el rei David: Señor , ya que 
soi el rei , y el pastor , yo pequé : 
mis delitos merecen desde luego 
este castigo ; pero mis vasallos 
que son las ovejas , ¿qué delito 
han cometido ? Ego sum qui pec- 
cavi; isti qui oves sunt, quid fece- 
runt? (a) 

Ah! Q,uién pudiera, señores, 
en estas circunstancias volar en 
las alas del amor hasta los pies 
del trono de nuestro soberano: 
quién pudiera en este momento 
mismo anticiparle la feliz noticia, 
que inunda en gozo nuestros co- 
ta) 2. Reg. cap. 24. vers. 17. 

(b) Con la noticia de la toma de Bue- 
no* Aires por las armas inglesas, el mui 
venerable Dean y Cabildo Sede Vacante, 
mandó se hiciosen en todas las iglesias 
Rogativas públicas a Dios, pidiendo su 


razones! Quién pudiera decirle- 
piadoso Carlos, reli jioso principe» 
monarca aflijido, enjugad vuestras 
lágrimas, serenad vuestro ajitado 
espíritu, suceda el gozo al dolor 
que oprimía vuestro rea! corazón. 
Ya la dulcísima madre de Dios, 
protectora especial de la nación 
española; esta vírjen purísima, á 
quien vuestro augusto padre, juró 
patrona de todos sus dominios en 
el misterio de su Concepción in- 
maculada, ha intercedido por nos- 
otros con su soberano hijo. Los 
anjeles tutelares de vuestro impe- 
rio han presentado vuestros votos 
y afectos ante el trono del eterno. 
El gran obispo de Tours, el glo- 
rioso San Martin, patrón de Bue- 
nos Aires, ha logrado inclinar sus 
misericordias hacia nosotros. Ya 
aquella capital afljida ha triunfa- 
do gloriosameute de sus enemi- 
gos, y ha vuelto á entrar bajo de 
vuestro dulce y católico gobierna. 

En efecto, católicos, el dia 1 2 
de Agosto; dia que por feliz será 
memorable en los fastos de nues- 
tro vireinato; dia en que los mi- 
nistros del santuario, en esta san- 
ta iglesia metropolitana, acompa- 
ñados de la ciudad y su escelen- 
tisimo jefe, se hallaban imploran- 
do las misericordias del Señor á - 
favor de nuestra capital por me- 
dio un pública y solemne rogati- 
va (b); dia en que uno de los sa- 
cerdotes mas ejemplares de nues- 

restauracion. Se dio principio á ellas el 
din once de Agosto en esta santa iglesia 
metropolitana, con asistencia del Exmo. 
Sr, Presidente, de los dos cabildos, pre- 
lados, clero, comunidades, y colejios; y 
el segundo dia de dicha Rogativa se re- 
cuperó la capital. 


- 163 - 


tra ciudad (a) anunciando la divi- 
na palabra hacia la mas vehemen- 
ts y celosa exhortación al pueblo, 
para que entrando en los caminos 
de la penitencia, se hiciese acree- 
dor á las divinas piedades: y la 
mas tierna y patética deprecación 
á la seráfica madre Santa Clara, 
para que interponiendo su media- 
ción, renovase en la destrucción 
de nuestros enemigos, el prodijio 
que en vida obró, libertando su 
patria y monasterio de la opresión 
de los sarracenos. En este día, 
digo, tan feliz, y según la unifor- 
midad de las noticias, en la mis- 
ma hora que aquí se practicaban 
estos piadosos actos de relijion, 
nuestras armas victoriosas, llenas 
de honor y gloria, lograron la re- 
cuperación de nuestra capital: ve- 
rificándose así, que mientras Moi- 
sés oraba en el Monte, Josué der- 
rotaba á los enemigos del pueblo 
de Dios en la campaña (b). 

No por esto, señores, concibáis 
que yo quiera graduar de prodijio 
la reconquista de nuestra capital. 
Sé, que en ninguna circunstan- 
cias, y mucho menos en este lu- 
gar santo, se deben adoptar mila- 
gros que no tengan un sólido fun- 
damento, y que no hayan pasado 
por el juicio irrefragable de la 
iglesia. Pero también sé, que la 
piedad cristiana se fomenta con 
todo lo que pueda aumentar su 
gratitud, y reconocimiento á la 

(a) El Padre Di*. D. Agustín Oton- 
do, presbítero de la congregación del 
oratorio de San Felipe Neri, predico el 
j <2 de agosto el sermón de Santa Clara 
en la iglesia.de su ejemplarísimo monas- 
terio, cuyas relijiosas aquel dia habían 


beneficencia del Señor. 

¿Cuáles deberán, pues, ser nu- 
estros afectos al considerar las 
piedades de que el Señor ha usa- 
do con nuestra nación, la gloria 
con que ha coronado nuestras ar- 
mas, las bendiciones de dulzura y 
de gozo, que el Dios de toda con- 
solación ha derramado sobre nu- 
estra capital? ¿No deberemos re- 
conocer su piedad, cantar eterna- 
mente sus misericordias, publicar 
su dignación, y rendirle los mas 
justos y sínce~os homenajes de 
nuestra gratitud? Sí católicos. 
Demos infinitas gracias al Señor, 
bendigamQS su Santo Nombre en 
presencia de todas las naciones de 
la tierra, porque si en la pérdida 
de nuestra capital nos castigó por 
nuestras iniquidades; en su recu- 
peración nos ha salvado por su 
misericordia. Confitemini Domino 
Filii Israel , inconspectu gentium 
laúdate eum: ipse castigavit nos 
propter iniquitates nostras: ipse 
salvavit nos propter misericor - 
diam suam , 

Pero, ¿de qué modo rendiremos 
al Señor estas gracias, y que tes- 
timonio le daremos de nuestra 
gratitud? Aprendámoslo, señores, 
de los piadosos habitadores de 
Betulia. Después que estos relijio- 
sos israelitas lograron la mas 
completa victoria sobre los asi- 
rios por los esfuerzos de la vale- 
rosa Judit, qué cortó la cabeza al 


aplicado toda la comunión, pidiendo á 
Dios la restauración de nuestra capital, 
cerrando con esto el devoto novenario, 
que á este mismo fin hicieron, poniendo 
por mediadora á su santa madre. 

(b) Exod cap. 17 vers. 1 1 &. 13. 



- 16 4 . - 


soberbio Holofernes: después que 
habiendo perseguido al enemigo 
en su vergonzosa fuga, volvieron 
á su patria, victoriosos, ricos, y 
cargados de despojos, todo el pue- 
blo bajó á Jerusaiem, á adorar al 
Señor. Post victo riam omnis po- 
pulus venitin Jerusaiem adorare 
Dominum. Pero, ¿cómo le ado- 
raron? Ellos, dice el sagrado tes- 
to, se purificaron de todas las man- 
chas legales, observando los ritos 
y ceremonias de la lei. Con esta 
limpieza ofrecieron al Señor los 
holocaustos, y cumplieron con re- 
lijiosa exactitud los votos y pro- 
mesas que habían hecho en el ti- 
empo de su aflicción: Et mox, ut 
purifican sunt obtulerunt omnes 
holocausto , <$• vota t # repromi- 
siones sitas {a). 

Tal debe ser, católicos, vuestra 
conducta. Para rendir debidamen- 
te las gracias al Señor, debemos 
purificarnos, no por medio de ce- 
remonias legales, sino lavando 
nuestras estolas en la sangre del 
Cordero por medio del Sacramen- 
to de la penitencia. Preparados 
asi, debemos ofrecer al Señor en 
holocausto, no ya víctimas de ani- 
males, sino la Hostia mas santa, 
y mas inmaculada, y la única ca- 
paz de agradarle, en la adorable 
Eucaristía. Debemos, al fin, por 
una perfecta mudanza de vida, y 
reforma de costumbres, cumplir 
todo lo que le hemos prometido 
en el tiempo de la tribulación. 
Et mox ut purijicali sunt obtule- 
runt omnes holocausla y § vota, 
Se repromisiones suas. 

Sí, Divino Salvador, estas son 

Judit cap. 16 vera. 22% (b) 2. corinth. cap. 1. veta. 3. 


nuestras disposiciones, estos nu- 
estros deseos, estos nuestros afec- 
tos, esta la prueba, que queremos 
daros de nuestro reconocimiento 
al beneficio que acabais de dis- 
pensarnos. ¿Q,ué hubiera sido de 
nosotros; si vos Padre de las mi- 
sericordias, y Dios de toda con- 
solación (b), no hubierais por vu- 
estra piedad querido condoleros 
de nuestras desgracias? ¿A qué 
punto hubieran llegado estas? 
Ah! mi espíritu se horroriza, mi 
reí ijíon se conmueve solo al pen- 
sar, que vos mismo, mi Salvador 
adorable, en ese Augusto Sacra- 
mento, el mas tierno, el mas dul- 
ce, el mas consolante de nuestros 
misterios, y el que mas nos des- 
cubre las riquezas de vuestro 
amor y el de vuestra misericordia, 
hubierais estado espuesto al des- 
precio y ultraje de vuestros ene- 
migos, especialmente calvinistas. 
Bendito seáis, pues, Dios de nu- 
estros padres, benditas sean vues- 
tras misericordias, que no habéis 
castigado con tanto horror nues- 
tros delitos ni nos habéis abando- 
nado en nuestra tribulación. Nos- 
otros os ofrecemos por ello, en ac- 
ción de gracias, nuestra alma, 
nuestro corazón y todos nuestros 
afectos. Y supuesto que estos no 
son una ofrenda proporcionada á 
la grandeza del beneficio, para su- 
plir esta falta, os ofrecemos á vues- 
tro Eterno Padre, á Vos mismo 
en ese adorable Sacramento, y os 
presentamos á él en un sacrificio, 
que por serlo de acción de gra- 
cias sellama Eucarístico. Unidos 
así nuestros pobres votos, con 
vuestros infinitos merecimientos, 


ai 


- 165 - 


sean agradables á sus ojos. Por 
ellos os pedimos, que derraméis 
vuestras mas copiosas bendicio- 
nes sobre el católico reino de Es- 
paña. Bendecid, Dios de miseri- 
cordia, bendecid á nuestro católi- 
co y piadoso monarca, dilatando 
sü preciosa vida y dirijiendo su 
gobierno. Bendecid á su amada 
esposa y real familia para consue- 
lo y utilidad de sus vasallos. Ben- 
decid á sus ministros y tribuna- 
les, para que administren debida- 
mente la justicia. Bendecid á sus 
ejércitos y armadas, para que pe- 
leen vuestras batallas, y castiguen 
á los enemigos de vuestro santo 
nonibre. Disipad por medio de sus 
armas victoriosas las jentes que 
quieren la guerra: Disipa gentes 
quee bella volunt (a). Conceded la 
deseada paz y tranquilidad á sus 
dominios, para que así sin temor , 
y libres de las manos de nuestros 
enemigos y os sirvamos en santi- 
dad por todos nuestros dias (b). 
Derramad sobre todos nesotros 
las copiosas efusiones de vuestra 
gracia, para que después de ben- 
decir y alabar vuestro santo nom- 
bre sobre la tierra, logremos tam- 
bién alabarle y bendecirle por 
eternidades en la Gloria. Amen. 


D, Santiago Liniers y Bremont, caballe- 
ro del Hábito de San Juan, capitán de 
navio de la real armada, y comandan- 
te militar de esla cindad, &.c. A todos 
los habitantes de Buenos Aires. 

Proclama eshortando al vecindario á for- 
marse en cuerpos separados y por 

provincias. 

El justo temor de que veamos 

(a) Paalm 67 vers. 3. (b) Lucae cap. 1. v. 7*1 <fc 75. 


nuevamente cubiertas nuestras 
costas de aquellos mismos bajeles 
enemigos que pocó hace hemos 
visto desaparecer huyendo de la 
enerjía y vigor de nuestro inven- 
cible esfuerzo: la lisonjera y bien 
fundada esperanza de conservar 
en toda su opinión las victoriosas 
armas de nuestro mui amado so- 
berano; y el mantenimiento y sos- 
ten de la alta gloria con que se 
acaba de cubrir esta felicísima 
provincia por e! incomparable ar- 
dor con que habéis vencido y so- 
juzgado los escuadrones enemi- 
gos que osaron profanar con el 
estruendo de sus armas este afor- 
tunado suelo, me hacen esperar 
sin el menor motivo de zozobra 
que correreis ansiosos á prestar 
vuestro nombre para defensa de la 
misma patria que acaba de debe- 
ros su restauración y libertad. La 
América envanecida de alimentar 
unos habitantes que á costa de su 
sangre han sabido comprar el glo- 
rioso triunfo de las armas españo- 
las, guardará con la mayor vene* 
ración en el inmortal archivo de 
su fama la tierna memoria de un 
sacrificio tan grande como estrá- 
ordinario, y podrá colocar sus he- 
roicos hechos entre los que con 
veneración y asombro custodia el 
mundo antiguo. Yo mismo, yo 
mismo, compatriotas soi testigo 
del animoso esfuerzo, del prodi- 
jioso entusiasmo con que os pres- 
tasteistodos voluntariamente á to- 
mar las armas para arrojar de nu- 
estras riberas y nuestro sucio al 
enemigo que tan injustamente le 
pprimía:yo mismo he visto pintada 
en vuestro semblante la verguen- 



za y confusión al ver que corrían 
los infantes y se dilataba el tiem- 
po de vengaros del ultraje perpe- 
trado en la nación; y que no solo 
no me ha sido necesario inflamar 
vuestro valor y recordar vuestra 
lealtad, sino que me fué absoluta- 
mente indispensable muchas ve- 
ces prevalerme del amor con que 
me mirabais como á caudillo para 
moderar alguna pequeña parte de 
vuestro ardimiento jeneroso. 

Así, para que no decaiga un 
solo punto la gloria de que para 
siempre habéis cubierto al suelo 
americano, para mantener con 
dignidad la alta reputación de las 
armas del rei católico, y para ase- 
gurar la quietud tranquila de vu- 
estros hijos y la posesión de vues- 
tros bienes, exije el respeto á la 
relijion, la lealtad al soberano, y 
el amor á la patria de que sois 
tan dignos habitantes, el que re- 
nazcan en la América los antiguos 
é inestinguibles timbres de las 
provincias de la monarquía espa- 
ñola, resucitando aquí sus hijos 
aquel antiguo esplendor que ha 
constituido el carácter distintivo 
de su fidelidad y de su gloria. 

A este propósito espero que 
uniendo vuestra voluntad á mis 
deseos, vengáis á dar el mas cons- 
tante testimonio de vuestra leal- 
tad y patriotismo, reuniendoos en 
cuerpos separados, y por provin- 
cias, y alistando vuestro nombre 
para la defensa sucesiva del sue- 
lo que p<¡\co hace habéis recon- 
quistado. 

Vengan pues los invencibles 
cántabros, los intrépidos catala- 
nes, los valientes asturianos y ga- 


- 166 - 

liegos, los temibles castellanos, 
andaluces y aragoneses; en una 
palabra, todos los que llamándose 
españoles se han hecho dignos de 
tan glorioso nombre. Vengan, y 
unidos al esforzado, fiel, é inmor- 
tal americano, y demas habitado- 
res de este suelo, desafiaremos 
á esas aguerridas huestes enemi- 
gas, que no contentas con causar 
la desolación de las ciudades ydos 
campos del mundo antiguo, ame- 
nazan envidiosas invadir las tran- 
quilas y apacibles costas de nues- 
tra feliz América. Buenos Aires, 
6 de setiembre de 1806. 


Orden convocando á los que han 
de formar los cuerpos cívicos. 

D. Santiago Liniers y Brernont.caballero 
del orden de San Juan, capitán de na- 
vio de la real armada, y gobernador 
militar de esta ciudad, 8tc: 

Uno de los deberes mas sastra- 
dos del hombre es la defensa de 
la patria que le alimenta; y los 
habitantes de Buenos Aires han 
dado siempre las mas relevantes 
pruebas de que conocen, y saben 
cumplir con exactitud esta pre- 
ciosa obligación. La proclama 
publicada el seis del corriente 
convidándolos á reunirse en cuer- 
pos separados y por provincias, ha 
escitado en todos el mas vivo en- 
tusiasmo, y ansiando por verse 
alistados y condecorados con el 
glorioso título de soldados de la 
patria , solo sienten los momen- 
tos que tarda en realizarse tan 
loable designio. Con este objeto, 



- 167 - 


pues, penetrado de la mas dulce 
satisfacción por los nobles senti- 
mientos que les anima, vengo en 
convocarlos por medio de esta, 
para que concurran á la real for- 
taleza, ios dias que abajo irán de- 
signados, á fin de arreglar los ba- 
tallones y compañías nombrando 
los comandantes y sus segundos, 
los capitanes y sus tenientes á vo- 
luntad de los mismos cuerpos; á 
los cuales presentaré en aquel ac- 
to un diseño de uniforme que pre- 
cisamente deben usar, si ya no le 
tuvieran elejido. 

Los dias señalados para la con- 
currencia en el fuerte, son, á las 
dos y media de la tarde á saber: 

Catalanes, el miércoles 10 del 
corriente. 

Vizcaínos ó cántabros, el jur^ 
ves 11. 

Gallegos y asturianos, el vier- 
nes 12. 

Andaluces, castellanos, levan- 
tiscos y patricios el lunes 15. 

Ninguna persona en estado de 
tomar las armas dejará de asistir 
sin justa causa á la citada reu- 
nión,- so pena de ser tenida por 
sospechosa y notada de incivismo, 
quedando en tal caso sujetos á los 
cargos que deban hacérseles. 

Buenos Aires, 9 de setiembre 
de 1806. santiago liniers. 


(a - ) El testo de esta publicación, he- 
cha cuando todavía se ignoraba en Lima 
la reconquista de Buenos Aires, es una 
de las varias pruebas del alarma y cui- 
dados, que causaron en la jeneralidad de 
los españoles, las concesiones y las doc- 
trinas respectivamente liberales con que 
el gobierno del jeneral conquistador, 


Manifiesto de un amante de su 
rei , de la patria, y de la verdad , 
en obsequio de estos sagrados 
deberes , para desvanecer las 
sediciosas ideas de los enemi- 
gos que accidentalmente han 
entrado en Buenos Aires (a). 

Aunque estoi mui persuadido 
que la lectura de las copias de 
tres bandos que acaban de llegar 
á esta ciudad publicados en la de 
Buenos Aires por el jeneral in- 
gles Carr Berresford, habrán lle- 
nado de indignación á todos los 
leales vasallos de S. M. y en es- 
pecial á los quo tenemos la dicha 
de vivir en esta gran metrópoli, 
tan favorecida y distinguida por 
nuestros monarcas, sin embargo, 
no puedo dejar de maniíestar á 
mis paisanos y conciudadanos el 
veneno que encierran las falaces 
é hipócritas espresiones del ene- 
migo, sin emplear para ello otros 
argumentos ni discursos, que los 
ejemplos recientes de la conducta . 
atroz que observan en todos los 
puntos del globo donde llegan á 
poner los pies. 

Hace muchos años que la Eu- 
ropa atónica está mirando como 
el gobierno ingles echa mano de 
todos los medios que se le presen- 
tan para cimentar y propagar su 
detestable tiranía; aunque sean 
viles é infames; aunque choquen 

Berresford, se «nuncio á Buenos Aires, 
en sus bandos ó decretos. Temieron el 
efecto que csa9 promesas, algo seducto- 
ras, podrían producir en el ánimo de los 
americanos: y por eso se afanaron en 
combatirlas en la prensa, en el pulpito* 
en actos oficiales, y de cuantos modos 
les fue posible. (JV. de la Redac.) 


T 



- 168 - 

rá la relijion católica y sus san- 


con los principios n\as sencillos 
del derecho de jentes, y con las 
prácticas y usos mas universal- 
mente recibidos entre los pueblos 
civilizados. Lejos de proceder en 
los lances de la guerra y en las 
negociaciones de la paz con la 
noble franqueza y sinceridad que 
caracteriza á las naciones jencro- 
sas y valientes; se vale de los os- 
curos artificios de la mentira y se- 
ducción para deslumbrar y cor- 
romper á los incautos que tienen 
la debilidad de creer en sus pérfi- 
das promesas. 

Tal es el objeto délos tres ban- 
dos de que hablo. Alucinar á los 
habitantes de Buenos Aires con 
esperanzas de una felicidad ima- 
jinaria: tender una venda sobre 
sus ojos para que no vean el abis- 
mo de males de que están rodea- 
dos: cubrir como con una guir- 
nalda de flores las cadenas de 
hierro que sus opresores les tie- 
nen preparadas: entorpecer la na- 
tural enerjía de aquellos activos 
españoles: borrar de su corazón 
si es posible, el amor, la fidelidad 
y reconocimiento que deben al 
mas benéfico y justo de todos los 
'monarcas: hacer que depongan 
para siempre las armas; que no 
piensen mas en vengarse y volver 
por su honor; y que solo aspiren 
á sér los viles satélites del tirano 
de los mares. A este fin les ha- 
blan tanto de las ventajas que íes 
proporcionará su alianza con la 
Gran Bretaña: les dicen que en 
aqüel gobierno no hai opresión: 
que seles librarán prontamente de 
los derechos é imposiciones gra- 
vosas al comercio: que se respeta- 


tos ministros: que no se tocará 
en las leyes y usos nacionales; y 
que su única intención es prote- 
jer la costa del Este de la Amé- 
rica del Sur, hasta que sea el país 
mas próspero del mundo. 

Pero, ¿qué hombre sensato y 
juicioso dejará de reconocer en 
estas afectadas espresiones el vil 
idioma de la hipocresía y ficción, 
tan ajeno de un intrépido militar, 
como propio de las cobardes le- 
jiones de aquellos codiciosos isle- 
ños? ¿Cluién habrá que no se ir- 
rite al oir pronunciar los nombres 
sagrados de protección , de huma- 
nidad , de beneficencia á on go- 
bierno que se ha manchado recien- 
temente con tantos robos, trai- 
ciones y asesinatos? ¿A un go- 
bierno que no ha cesado de soplar 
por todas partes el fuego de la 
discordia y rebelión? A un go- 
bierno que ha encendido delante 
de nuestros ojos tan grande ho- 
guera en la porción mas hermosa 
del orbe, quiero decir, la Europa, 
cuyas provinciás hemos visto po- 
co ha, inundadas con rios de san- 
gre de sus mismos moradores? A 
un gobierno que ha desamparado 
con tanta vileza á sus propios 
aliados, retirando apresuradamen- 
te sus tropas de todos los puntos 
por donde asomaba alguno de los 
invencibles batallones de Bona- 
parte? A un gobierno cuya amis- 
tad ha sido tan funesta y ruinosa 
para tantos y tan poderosos prín- 
cipes, cubriendo de luto y de de- 
solación los inmensos países que 
median entre las fértiles riberas 
del Adige y las heladas lagunas 



- 169 - 


de la Ingría? A un gobierno por 
último, que pretende tanto tiempo 
hace, levantar el trono de su ti- 
ranía sobre los despojos y sepul- 
cros de todas las demas naciones; 
y que en estos últimos años no se 
ha avergonzado de adoptar á la 
faz de todo el mundo, corno basa 
de su política maquiavélica, el 
proyecto de guerra perpetua /pro- 
yecto que ha estremecido á todos 
los corazones sensibles; proyecto 
que la ¡mas remota posteridad re- 
cordará á nuestros descendientes 
como un insigne monumento de 
la ferocidad y barbarie á que el 
egoísmo y monopolio precipita á 
los pueblos que no oyen otras vo- 
ces que las de su orgullosa y des- 
naturalizada avaricia? 

Jenerosos limeños! Arrojemos 
lejos de nosotros con el desprecio 
que por tantos títulos , merecen, 
esos infames bandos co.' que el 
jeneral ingles pretende sorpren- 
der la innata fidelidad de nuestros 
paisanos que habitan en las orillas 
del rio de la Plata. Mirémoslo 
como un insulto hecho á nuestro 
honor; como un atentado contra 
nuestra propia felicidad; y como 
un plan dirijido á la destrucción 
total de - nuestra patria: Comer - 
ciantes! esos mismos que asegu- 
ran ahora haberse apoderado de 
Buenos Aires solo para protejer 
vuestro comercio, son los que lo 
han precipitado en el desmayo y 
desaliento tan perjudicial á vues- 
tras útiles especulaciones. Son 
los que empezaron las presentes 
hostilidades tomando tres fraga- 
tas del rei y volando otra. Son 
los que apresaron vuestros buques 


indefensos que surcaban tranqui- 
lamente los mares, con la confian- 
za de que el pabellón español que 
desplegaban al aire, les pondría á 
cubierto de todo agravio departe 
de una nación con la que enton- 
ces no estábamos en guerra. Un 
grito jeneral de indignación se le- 
vantó al instante en casi todos los 
gabinetes de Europa; pero no por 
eso los avaros v crueles isleños 
quisieron volver los usurpados 
caudales teñidos con la sangre de 
tantas víctimas inocentes. 

Españoles! Esta nación pérfi- 
da que aparcmta ahora á los habi- 
tantes de Buenos Airesser lamas 
humana de todas las naciones, es 
la misma que no hace seis años 
envió una escuadra y un ejército 
delante de Cádiz cuando la peste 
estaba ejerciendo dentro de sus 
murallas los mas horribles des- 
trozos. El almirante ingles veia 
desde las ventanas de su cámara 
los montones de cadáveres toda- 
vía insepultos y la luz melancóli- 
ca de las piras; y sin embargo in- 
timaba á nuestro valeroso co- 
mandante que se rindiese ó se 
preparase á sufrir todos los rigo- 
res de la guerra. Un arraez ber- 
berisco, habiendo encontrado en 
la mar un convoi que á espensas 
del Papa llevaba víveres y medi- 
cinas á la ciudad de Marsella, de- 
solada á la sazón por una gran 
peste, no solo no apresó dichos 
buques, sino que los escoltó por 
sí mismo hasta dejarlos dentro 
del puerto. Y el almirante ingles 
tiró á Cádiz en igual ocasión en- 
cendidas bombas y balas con. de- 
seo de convertirla en escombros! 



- 170 - 


Españoles! los que ahora pu- 
blican en Buenos Aires una lei 
para que los esclavos estén obe- 
dientes y sumisos á sus amos, son 
los mismos que en la isla de Sto. 
Domingo han fomentado y no ce- 
san de favorecer la rebelión mas 
atroz de que hai memoria en los 
fastos de las naciones. Todos he- 
mos visto como mientras el san 
gu inario Dessalines al frente de 
una tropa innumerable de asesi- 
nos, corría toda la costa con un 
puñal en una mano y una antor- 
cha en la otra, talando, incendian- 
do y degollando cuanto encontra- 
ba; una escuadra inglesa bloquea- 
ba estrechamente el puerto de la 
capital, á fin de que ni una sola 
víctima escapase al furor africano. 

Indios , que sois uno de los mas 
dulces objetos de la ternura y ca- 
riño de nuestro amabilísimo mo- 
narca; la nación que se ha apode- 
rado de Buenos Aires, ha tratado 
en todos tiempos á los naturales 
de la América y Asia con la mas 
brutal inhumanidad. No pudien- 
do en el siglo pasado domar 
con las armas á los bravos mora- 
dores de las Floridas hizo con 
ellos una paz finjida, y á su som- 
bra les regaló licores y vestidos 
envenenados, que fueron causa de 
infinitas muertes. Su compañía de 
¡a India ha acabado con la mayor 
parte de los sencillos habitantes 
tía! Malabar, de Bengala, de Co- 
romandel; y acabaría con todos 
de un solo golpe, sino los necesi- 
tase para la fábrica de sus finísi- 
mos tejidos. Está todavía mui re- 
ciente la memoria de la mons- 
truosa hambre en que perecieron 


millones de indios, porque pre” 
viéndola los majistrados y facto- 
res ingleses, almacenaron con an- 
ticipación todo e! arroz y demas 
víveres que había dado la escasa 
cosecha de aquel año. Indios ! 
donde quiera que los ingleses han 
puesto el pié, vuestra nación ha 
sido hollada, abatida y destruida 
sin el menor miramiento. 

Habitantes todos del Perú! 
Despleguemos en esta importan- 
te ocasión todos los resortes de 
nuestra fidelidad y de nuestro va- 
lor. Lavemos pronto la fea man- 
cha que la sorpresa de Buenos 
Aires podría imponer á las armas 
españolas, si nosotros nos man- 
teníamos en una criminal indife- 
rencia y apatía. Corramos al mo- 
mento á tomar las armas en de-, 
fensa de nuestra sagrada relijion 
y de nuestro mui amado sobera- 
no; y echemos á las profundas 
corrientes del rio de la Plata esa 
gavilla de contrabandistas y pira- 
tas, que habiéndose apoderado so- 
lo por sorpresa de uno de los mas 
interesantes puntos de esta Amé- 
rica, desconfiando de sus armas, 
y temiendo los efectos de nuestra 
justa venganza, se valen ahora 
del detestable artificio de la se- 
ducción; para apartarnos del cum- 
plimiento de nuestros mas santos 
é inviolables deberes, y para ha- 
cer que cerremos los oídos á las 
patéticas y penetrantes voces con 
que la patria invoca al presente 
nuestro ausilio. 

(Minerva Peruana.) 



- 171 - 


Memorial patriótico presentado 
al Sr. gobernador militar por 
los jóvenes de corta edad de la 
capital de Buenos Aires , soli- 
citando' coadyuvar á la defensa 
de la capital. 

SF.ñOR GOBERNADOR. 

Mariano y José Martínez, na- 
turales y vecinos de esta ciudad, 
á V. S. sumisamente esponen: 
que no permitiéndoles su tierna 
edad incluirse entre los demas 
individuos que voluntariamente se 
están alistando, é inspirándoles su 
anhelo á pesar de lo espuesto sa- 
crificarse en honor de la nación y 
defensa de la corona, esperan de 
la justificación de V. S. les per- 
mita alistar hasta cierto número 
de jóvenes que en algún modo 
puedan contribuir á proporción 
de sus edades á las funciones de 
guerra que puedan ofrecerse, y al 
propio tiempo sacudir la timidez 
para cuando lleguen por su mayor 
edad á ser útiles para las armas, 
los haga mas aptos para el de- 
sempeño. Buenos Aires, 13 de 
setiembre de 1806. 

Buenos Aires, 15 de setiembre 
de 1806. — Concedo con la mayor 
complacencia el permiso que se 
solicita, ofreciendo que protejeré 
tan laudable acción con cuantos 
ausilios quepan en las facultades 
de esta comandancia jeneral de 
armas, debiendo ser agregados á 
la artillería. — liniers. 


Método que deben observar en la 
instrucción de los tercios vo- 


luntarios destinados á la de- 
fensa de B ríenos Aires: dis- 
puesto por el Sr. mayor jene- 
ral de infantería , el coronel de 
ejército D. César Balbiani , 
con acuerdo de los Srs. coman- 
dantes de aquellos y aprobadas 
por el Sr. comandante jeneral 
D. Santiago Liniers. 

VOCES. 

Suponiendo estar el arma des- 
cargada, y descansando sobre 
ella. 

Atención. — A esta voz se debe- 
rá subir con viveza la mano dere- 
cha á la trompetilla. 

Armen la bayoneta. — Perfilán- 
dose sobre su derecha se armará 
con brevedad. 

Presenten las armas — Se ha- 
rá en un solo tiempo. 

Prevénganse para cargar. — A 
esta voz todos abrirán la cazoleta 
con el dedo índice. 

Ceben. — Se bajará el fusil ho- 
rizontahnente al pecho sin otro 
movimiento; se tomará el cartu- 
cho, mordiéndolo para cebar, y 
comprimiéndolo con los dosdedos. 

Carguen — Cargarán con pron- 
titud, atacando bien el cartucho.- 
Presenten las armas. — Se ha- 
rá como arriba. 

Preparen las armas. — Se pre- 
pararán. 

Apunten: fuego. — En esta mis- 
ma postura se llevará el fusil á la 
posición de cebar sin haberlo pre- 
sentado &c. 

Presenten las armas. — Como 
arriba. 

Calen bayoneta. — Se ejecuta- 
rá sin variar de posición bajando 

50 



- 17 2 - 


el arma hasta apoyarla en la ca- 
dena derecha. 

Presenten las armas. — Armas 
al hombro. — Afiancen las ar- 
mas. — Armas al hombro. — Pre- 
senten las armas. 

Envainen la bayoneta — Se ba- 
jará el fusil con la mano izquier- 
da y con la derecha se empujará 
el cubo de la bayoneta, y dejan- 
do apoyar el fusil sobre la san- 
gría del brazo derecho, la intro- 
ducirá en la vaina con brevedad. 

Descansen sobre las armas . — 
Armas al hombro. 

SUPLEMENTO. 

Cubran las llaves . — Rindan 
las armas. 

Buenos Aires setiembre 30 de 
1806-Firmado. — César Balbiani. 

ORDEN DEL S R COMANDANTE JENERAL, 

Buenos Aires, setiembre 30 de 
1806. — Conociendo las infinitas 
ventajas que presenta este manejo 
d-e armas, propuesto por el Sr. 
mayor jeneral, admítase en todos 
los cuerpos de patriotas. — Fir- 
mado. LINIERS. 

Buenos Aires, l.° de octubre 
de 1S06. — En consecuencia de lo 
que previene el Sr. comandante 
jeneral, pásense las antecedentes 
instrucciones á los caballeros co- 
mandantes, quienes sacando co- 
pias, firmarán á continuación, pa- 
ra que conste su intelijencia, re- 
comendándoles el pronto desem- 
peño. Firmado. — César Balbiani. 


Método fácil de evoluciones y fue- 
gos en que d.eben instruirse los 


tercios voluntarios de infante- 
ría , destinados á la defensa de 
la capital de Buenos Aires , 
sin embargo de lo prevenido 
por ordenanza , con concepto á 
la escasez de estas , y circuns- 
tancias de estos cuerpos , dis- 
puesto por el mayor jeneral de 
infantería con acuerdo de los 
i Srs. comandantes de aquellos , 
y aprobación del Sr • coman- 
dante jeneral D. Santiago Li- 
niers. 

Después de perfectamente ins- 
truidos dichos cuerpos en los ji- 
ros y medios jiros, marchas de 
batalla, retirada, desfiladero y 
oblicuo, se ejecutará lo siguiente: 

Se formarán todas las compa- 
ñías en el orden de batalla solo 
en dos filas subdivididas por mi- 
tades, cuartas y octavas partes, 
debiendo colocarse todos lo§. ca- 
pitanes á la derecha de sus com- 
pañías, el teniente dos pasos de- 
tras de la segunda mitad, y el al- 
férez al costado derecho de la pri- 
mera fila de la segunda mitad: el 
primer sarjento dos pasos detras 
de la segunda fila de la mitad de 
la derecha: el segundo sarjento al 
costado derecho de la segunda fi- 
la detras del capitán; y el tercero 
en la segunda fila detras del alfé- 
rez. Todos los cabos se coloca- 
rán en los intermedios de las mi- 
tades, cuartas y octavas, de sus 
compañías. El comandante al cos- 
tado derecho cuatro pasos al fren- 
te de la primera compañía, y á 
uno detras de él sobre su izquier- 
da el primer ayudante: el segun- 
do comandante y segundo ayu- 





' n »M ~ u ■■ ■ " — 

r— ■ 173 - 


dante en la misma posición al cos- 
tado izquierdo. Las banderas es- 
tarán en la segunda fila de la oc- 
tava derecha de la compañía del 
centro, Los tambores se dividirán 
en tres puntos, costado derecho é 
izquierdo, y un paso á la reta- 
guardia’ enfrente de las banderas, 
reservándose uno para las seña- 
les del que mandare, y de esta 
formación á la de la columna se 
dará esta voz: 

VOCES. 

Tercio: Par compañías ( mita- 
des , cuartas ú octavas ) á formar 
en columna , ( ó dar un cuarto de 
conversión) sobre derecha (ó iz- 
quierda ). — Para esta formación 
se deberán observar dos cosas, la 
primera es la de nunca alejarse 
del que hace el eje, ó parte que 
sostiene; y la segunda el inclinar 
la vista hácia el costado que mar- 
cha á fin de estar bien alineados. 

Tercio: á su formación en bata- 
lla. — Darán todos media vuelta á 
la izquierda, y deshaciendo el 
cuarto que dieron, marcharan ba- 
jo las mismas reglas prevenidas 
arriba. 

Frente. — Con media vuelta á la 
izquierda mudarán de frente. 

Tercio: por compañías , por mi- 
tades #c, á formar en columna #. 
Como arriba. Sobre la marcha 
para aumentar ó disminuir el fren- 
te de la columna se dará esta voz: 

Columna: por compañías <S?c. 
2)ot- derecha ( ó izquierda ) á do- 
blar su frente. — A esta voz las 
partes que han de aumentar el 
frente saldrán sobre su izquierda, 
(ó derecha según por el lado que 
se haya mandado) con el paso 


oblicuo; las demas seguirán 
marcha de frente con paso corto, 
que mudarán al regular cuando 
las que han marchado oblicua- 
mente estén unidas en su misma 
linea. 

Tercio: á disminuir el frente 
de la columna por la izquierda 
ó derecha. — Las partes que deben 
doblar á la retaguardia marcha- 
rán al paso corto hasta que sobre- 
salga un paso de la compañía, 
mitad ó cuarta detras de la cual 
deben colocarse, y lo ejecutarán; 
entonces con el paso oblicuo, y 
después de bien cubiertas sus hi- 
leras con las de su frente segui- 
rán al paso regular. * 

Tercio: por la izquierda ( ó 
derecha) á desplegar en batalla á 
su frente. — A la voz frente, to- 
das las compañías &,c. menos la 
de vanguardia que forman la co- 
lumna, darán velozmente un me- 
dio cuarto de conversión sobre el 
costado que deben desplegar, y 
á la de marchen lo ejecutarán de 
frente por la diagonal, observan- 
do para su dirección el costado 
izquierdo ó derecho de la compa- 
ñía, ó mitad que les precede: en 
llegando al terreno que deben 
ocupar, se deshará el medio cuar- 
to que se dio antes de marchar, 
con lo que se entrará bien en la 
formación de batalla. 

Nota: por el mismo costado que 
se ha aumentado el frente de la 
columna se deberá disminuir, y 
las evoluciones que se han ejecu- 
tado sobre la derecha, para veri- 
ficarlas sobre la izquierda, se ha- 
rá con movimientos opuestos. 

Voces de fuegos. — Se cargara 



- 174 - 


y manejará el fusil según se pre- 
vino anteriormente, aumentando 
solo que la primera fila no pondrá 
rodilla en tierra. 

Tercio: Prevénganse á hacer 
fuego de compañías á pié firme. 
A esta voz todos los oficiales em- 
bebidos en la primera fila se per- 
filarán sobre su izquierda para 
mandar sus respectivas compa- 
ñías sin levantar la voz mas de lo 
que sea necesario para ser oidos 
por aquellas, y el capitán de la 
primera compañía dará las voces 
siguientes: primera: preparen las 
armas: apunten: fuego: ceben: 
carguen: y el de la segunda cuan- 
do la primera apunte, mandará 
preparar las armas , y seguirá 
dando las voces que se han seña- 
lado para la primera, y sucesiva- 
mente por el mismo orden con un 
solo tiempo de diferencia lo eje- 
cutarán todas las demas compa- 
ñías, advirtiendo que seguirá el 
fuego por su orden de derecha á 
izquierda mientras no haya un 
redoble quees la señal deque cese, 
debiendo todos concluir de cargar 
su fusil con brevedad y aguardar 
con las armas presentadas la voz 
del que manda. Del mismo modo 
se podrá ejecutar este fuego por 
mitad de compañías <£c. 

Tercio: preparen las armas: 
apunten: fuego: ceben: carguen. 
A esta voz todo el Tercio hará 
fuego y cargará con prontitud. 

Tercio: armas al hombro por 
compañías (ó mitades tyc) á for- 
mar en columna sobre la dere- 
cha — So hará como que- 

da prevenido. 

Columna: por la izquierda á 


deplegar en batalla á su frente 
con fuego. — Para desplegar se 
hará con el medio cuarto de con- 
versión citado, y al entrar en for- 
mación de batalla la primera di- 
visión que ha desplegado, hará 
inmediatamente fuego la que se 
hallaba de vanguardia, y sucesi- 
vamente lo harán todas según va- 
yan entrando en formación, hasta 
que preceda el redoble dicho. 

‘ Tercio: por compañías éfC. á 
formar en columna sobre la dere- 
cha. — Se hará como queda pre- 
venido. 

Columna: prevéngase á hacer 
fuego ganando terreno. — Lo eje- 
cutará toda la primera compañía 
de la vanguardia dando 6 pasos 
al frente y haciendo con viveza á 
derecha é izquierda, por hileras, 
pasarán á paso redoblado al cos- 
tado de la columna hasta llegar 
al centro de ella, en donde ha- 
ciendo frente al costado del cam- 
po, cargarán con la brevedad re- 
comendada, y esperarán que pase 
la columna para incorporarse por 
su orden á la retaguardia: luego 
que la primera compañía haya dis- 
parado y hecho lugar á la que la 
sigue, marchará esta los mismos 
6 pasos al frente con la mayor vi- 
veza, dará luego su descarga y 
desfilará como la primera, debien- 
do observar todas las demas este 
mismo orden en todas sus partes. 

Columna: prevéngase á hacer 
fuego perdiendo terreno. — Empe- 
zará la primera compañía de la 
vanguardia y luego que lo ejecute 
hará á derecha é izquierda como 
se previene en el capitulo ante- 
rior, debiendo seguir por desfila- 



- 175 - 


clero hasta reunirse del mismo 
modo en retaguardia; y dado el 
frente cebarán y cargarán, y- se- 
guirá sucesivamente como queda 
prevenido. 

Nota: Siempre que se haga 
fuego de columna, antes de em- 
pezarlo, y á la última voz del que 
manda, la compañía en que están 
las banderas hará á derecha é iz- 
quierda, y por los costados mar- 
chará por desfiladero á colocarse 
en la retaguardia, cuyo puesto 
conservará constantemente. 

Si de esta formación se manda- 
se pasar á la de batalla, dejarán 
las compañías inmediatas el hue- 
co correspondiente para colocar- 
se la compañía que tiene las ban- 
deras. 

Así estas como las demas for- 
maciones que sean necesarias, se 
demostrarán prácticamente para 
la mejor intelijencia. 

Buenos Aires 8 de octubre de 
1806. Firmado . — César Balbiani. 

Apruébase en todas sus partes. 

LI NIERS. 

En consecuencia, comuniqúe- 
se á los Srs. comandantes de los 
cuerpos voluntarios, que firmarán 
para que conste su intelijencia. — 
Fecha ut supra. — Balbiani. 


Parte del jtneral Limers al 
Príncipe de la Paz , ampliati- 
vo del de 1 6 de agosto. 

EXMO. SEñoR. 

En los apuros en que se halla- 
ba mi atención el 16 del mes pró- 


ximo pasado comuniqué á V. E. 
brevemente el feliz suceso de la 
reconquista de esta plaza. Por 
aquella lijera idea habrá compren- 
dido V. E. la gloria de las victo- 
riosas armas de nuestro mui ama- 
do monarca* pero no los estraor- 
dinarios esfuerzos de este fidelísi- 
mo vecindario para sacudir un yu- 
go tanto mas pesado é insufrible, 
cuanto es grande su amor y adhe- 
sión á su lejítimo y verdadero 
señor. 

Efectivamente, desde que los 
leales habitantes de esta capital 
presintieron la idea de su recon- 
quista, y la posibilidad de adop- 
tar los medios convenientes á efec- 
tuarla, no es ponderable, señor 
Exmo., cuanto se inflamó su celo 
por conservar los créditos de su 
vasallaje, relijion y patriotismo. 
Reunidos en unos mismos senti- 
mientos y proyectos: libres unos 
de las ligaduras del juramento, 
por no haberlo prestado el jenerál 
ingles; y eximidos otros de su ob- 
servancia por haber faltado aquel 
á lo pactado, resolvieron -volver 
por el ajado honor de los españo- 
les; y despreciando el inminente 
riesgo de su ejecución, prodiga- 
ron ausilios costosísimos, las mas 
veces con total abandono de sus 
familias, acreditando masque nun- 
ca el interes con que miraban los 
de la monarquía, hasta creerse in- 
felices mientras no lograban sa- 
crificarse en su defensa. Fué ne- 
cesario (según he llegado á en- 
tender) mitigar el ardor de los que 
se prestaban á tan heroica em- 
presa, y hacerle no poca violen- 
cia, para que sufriesen la corta 

51 


- 176 - 


dilación de reunirse con las tro- 
pas que salieron conmigo de Mon- 
tevideo. 

Luego que acampé en las inme- 
diaciones de la ciudad se agolpa- 
ron aun las personas de menores 
conveniencias con municiones de 
boca para la subsistencia de la 
tropa, caballos, monturas y car- 
ros para el bagaje: pidieron ar- 
mas hasta los niños, se incorpora- 
ron al pequeño pié del ejército de 
Montevideo: se reunieron á los 
miñones en las guerrillas de las 
calles dos dias antes de la acción 
decisiva, y entraron en ella car- 
gados con la artillería, sin escep- 
cion de edades, acompañados de 
una mujer varonil, con un denue- 
do superior á todo encarecimien- 
to, y una alegría, presajio de la 
victoria que ganaron con su sangre 

Aquella multitud de pueblo que 
se me agregó en el corto tránsito 
de los mataderos de Miserere al 
ventajoso punto del Retiro, ocu- 
pado con denuedo, me facilitó der- 
rotar y amedrentar al enemigo, 
por el singular esfuerzo con que 
sacaron á campo limpio la artille- 
ría detenida y atollada en los al- 
bardones y pantanos. Se faé au- 
mentando considerablemente así 
en el campamento del Retiro, co- 
mo en las calles de la ciudad; de 
modo que me vi rodeado en la pla- 
za mayor de un cuerpo inmenso 
de guerreros, cuyas voces de 
avance , avance , confundían casi 
el estruendo de la artillería, y lie- 
naban de horror al enemigo. 

La memoria de iníinitas heroi- 
cidades que han ejecutado estos 
amantes vasallos del mejor de los 


monarcas, me llenaría de admira- 
ción; gozo y contento, sino estu- 
viese mezclada con la pena de ha- 
ber perdido mas de 200 hombres,, 
pues ha muerto la mayor parte de 
los heridos, y entre ellos los va- 
lientes y distinguidos vecinos de 
esta capital, D. Diego Alvarez 
Baragaña y D. Tomas Valencia, 
con mi edecán D. Juan Bautista 
Fantin. 

Puesto ya en posesión de esta 
importante plaza, no es fácil in- 
dividualizar los empeños de este 
vecindario para asegurar la victo- 
ria. El ha exihibido gruesas su- 
mas de dinero para atender á las 
necesidades que han ocurrido: no 
se ha negado á ningún trabajo ni 
fatiga, cuando ha entendido que 
era servicio de S. M.; ni se ha es- 
cusado á prestarse á las mayores 
incomodidades, por tal de recha- 1 
zar al enemigo si intentase sor- 
prendernos de nuevo: porque á es- 
te fin, habiéndome sido preciso 
levantar tropas para que hagan la 
fatiga y estén en punto de guer- 
ra, mientras las vivas, y milicia- 
nas existen en concepto de capi- 
tuladas, los vecinos y moradores 
de esta capital ocupados del mas 
noble y estremado entusiasmo por 
el honor de nuestro pabellón, se 
han prestado voluntaria y jenero- 
samente á todas las atenciones del 
servicio, alistándose en cuerpo de 
ejército, compuesto de batallones 
según las provincias de su naci- 
miento; á cuyo efecto habiéndose 
uniformado á grandes costos, se 
aplican asidua y esmeradamente 
al ejercicio y evoluciones milita- 
res, encendiéndose en emulación 


- 177 - 


de aventajarse cada provincia en 
lealtad, instrucción, subordina- 
ción y valor para escarmentar glo- 
riosamente al enemigo, y dándo- 
me fundadas esperanzas de que los 
siete mil y mas hombres que es- 
tán ya sobre las armas afianzarán 
para siempre el pabellón del rei 
católico en esta parte de America. 

Este deber sagrado que tan re- 
lijiosamenteobserva este numero- 
so vecindario, es la obra de los 
mas nobles sentimientos de amor 
y vasallaje que se abriga en el co- 
razón de todos, y que ha ratifica- 
do el ejemplo que de estas y de- 
mas virtudes ha dado el M. I. 
Cabildo de esta capital. Este cu- 
erpo impedido por si para hacer 
abiertamente la guerra, sin ser in- 
fractor de unas capitulaciones que 
el enemigo había violado con de- 
safuero, preparó • moralmente la 
reconquista, presentando repeti- 
das veces á su vasta población un 
modelo de lealtad á nuestro ama- 
do rei y señor, defendiendo el vi- 
gor de sus leyes en cuanto pudo 
y debió: manteniendo el buen or- 
den con una prudencia espuesta á 
toda prueba,* y el decoro debido 
á su autoridad y al monarca au- 
gusto de España, en cuyo nom- 
bre la ejercía aun con riesgo de 
su vida. 

Ni puedo pasar en silencio la 
jenerosidad de este ilustre cuerpo 
en proporcionar alojamiento y bas- 
timentos á las tropas vencedoras, 
desde el momento de la victoria: 
ha invertido ai pié de cien mil 
pesos en francas gratificaciones; 
ha oblado quince mil pesos para 
dotar quince doncellas, prefiriendo 


aquellas, cuyos padres murieron, 
ó fueron heridos en la acción: ha 
tomado á su cargo la manutención 
de los que han quedado impedi- 
dos para trabajar: ha establecido 
pensión vitalicia á las viudas: ha 
resuelto atender con el socorro 
posible á los huérfanos que han 
resultado: ha facilitado médico y 
medicinas á los heridos, y ha fran- 
queado prémios de honor á aque- 
llos que mas se han distinguido. 
No satisfecho con esto, se ha 
constituido á costear la mitad de 
la montura del nuevo cuerpo de 
Húsares que llegaron á doscientos 
hombres: ha levantado á sus es- 
pensas el de Voluntarios Patrio- 
tas Artilleros, compuesto de 455 
hombres, divididos en 7 compa- 
ñías con sus correspondientes ofi- 
ciales, todos pagados: ha ofrecido 
4 pesos mensuales de sobre suel- 
do á cada individuo de los que 
componen las fuerzas marítimas: 
se ha prestado á uniformar á su 
costa al pié de 300 hombres del 
Cuerpo de Patriotas: ha dispues- 
to reembolsar en la parte posible 
las cuantiosas sumas de aquellos • 
particulares vecinos que exhibie- 
ron el numerario para la reunión 
de jente y acopio de municiones; 
y ha suplido los gastos necesarios 
para la importación de las tropas 
inglesas á lo interior de la pro- 
vincia. 

Finalmente me consta, Señor 
Exmo., que este ilustre ayunta- 
miento después do agotar sobre 
doscientos mil pesos en las refe- 
ridas atenciones, no repara en 
gasto alguno para asegurar á 
S. M. el dominio de esta preciosa 


i 


- 178 - 


piedra de su corona. Tal es de 
grande el amor que le profesan, 
y tal la justa confianza que tiene 
en un vecindario noble y jeneroso, 
que le ha proporcionado ausilios 
y medios para llenar sus grandes 
deberes, en circuntancias las mas 
criticas y estraord triarías. 

Ntro. Señor guarde la impor- 
tante vida de V. E. muchos años. 
Buenos Aires, once de octubre 
de 1806. 

Tengo el honor de ser de V. E. 
con el mayor respeto, su mas 
atento y seguro servidor. 

a S. M. b. 

Exmo. Señor. 

SANTIAGO LINIERS. 

Exmo. Sr. Príncipe de la Paz , 
Jeneralísimo de los reales ejérci- 
tos y armadas. 


d la gloriosa memoria del te - 
niente de fragata D. d^ustin 
dbreu, muerto de resultas de 
las heridas que recibió en la 
acción del campo de Maldona- 
do con los ingleses el dia 7 de 
noviembre de 1806. 

eu AMIGO D. JOSE PREGO DE OLIVER. 

¡Abreu!.,. .¡Amigo mió!. ..No responde. 
El denso velo de la noche eterna 
Su faz encubre, y á mi vista ansiosa ; 
Por siempre me lo esconde. 

Grabada en mi alma la memoria tierna 
De tu amistad ardiente y oficiosa, 

Te busco, Abreu, te busco, y no te en- 
cuentro. 

Sin tí á mis ojos es calijinosa 

Del Sol la lumbre, y fuera de su centro 

Se me aparece toda la natura: 

¡Tal es tu faltu! ¡Tunta mi amargura! 


Tu alma voló á las auras: ese pecho, 
Archivo de mis cuitas, no palpita, 

Y sobre el suelo yace sanguinoso. 

El monstruo de la guerra con despecho 
El patrio suelo ajita; 

Y tu á Ia9 armas corres, y animoso 
Del entorno te arrancas de tu esposa, 

De amigos, y parientes; 

Ni la ves lagrimosa, 

Ni los suspiros, ni plegarias sientes. 

De sangre y amistad los duros lazos 
Superior á Sansón hizo pedazos. 

No sonará tu voz en mis oídos, 

Aquella voz, que de consejo llena 
El penoso vivir me solazaba. 

Apenas apercibes los jemidos 
Del colono que atado á la cadena 
Por su perdida libertad lloraba, 

Cuando tu fuerte p'echo se estremece, 

Y no queriendo ver la patria hollada. 

Tu pundonor acrece 

El ansia de acorrerla con la espada. 

Al león semejante, que la arena 
Escarba, ruje, y de furor se llena. 

Encargado por fin de la jornada 
Al retumbar del sonoroso parche 
Gozo y bravura su semblante vierte. 

Las filas corre de la jente armada. 

Y hace la seña de que el campo marche. 
La vía emprende; en pos la hueste fuerte 
Sigue al caballo, que el caudillo monta; 
El pueblo se abalanza 

En derredor; se aleja; ya trasmonta. 
Desaparece; y llena la esperanza 
De la tímida vírjen, del anciano, 

Que al Cielo elevan una y otra mano. 

Vencida la distancia del camino, 

A Maldonado (a) ven, y al Anglicano, 
Que formado en escuadras los espera, 
Abreu clama: soldados el destino 
Nuestros votos cumplió, no sea en vano 
La estima con que el pueblo nos pondera : 
Sus hogares, sus hijos, sus altares 
A nuestro acero fia; 

Los que allí veis, forzaron nuestros lares; 
No quede impune tanta demasía: 

La patria jime y el deber nos llama; 

La muerte es vida, si la vida infama. 

Dijo: y al modo de torrente undoso. 
Que rebosando el cauce se dilata, 

Y con ímpetu arrastra cuanto encuentra: 

^a) Pueblo distante 30 leguas de Mon- 
tevideo, de donde salió la espedicion. 


B gSf - vr» ». 




- 179 - 


Así nuestro caudillo valeroso 
Corre, atropella, hiende, desbarata. 

Y entra la confusión por do quier que 

, entra; 

Mas despedido el plomo de un mosquete 
Le taladra un costado, 

Y al suelo arroja al incito jinete 

En lodo, en sangre y en sudor bañado. 

El rio (n) lo ve caer y sobre el pecho 
Inclina el rostro en lágrimas deshecho. 

Salve Tarifa ilustre; salve tierra, 
Madre de los famosos capitanes, 

Que de ornamento sirven á la historia. 
Tu bastas sola á domeñar la guerra, 

Pues si supiste producir Guzmanes. 

Qne amenguasen del árabe la gloria, 
También en este dia 
En Abreu nos presentas una hazaña, 
Que ha de alcanza*' eterna nombrndía 
Con pasmo del Bretón, y honor de España. 
Cántela pues el Apolíneo coro, 

Mientras yo callo sumerjido en lloro. 


Oda en elojio de la que D. José 
Prego de Oliver dedicó á ía 
buena memoria de su amigo 
D. Agustín Abreu . 

¡Inmortal Prego!(Si es que este dictado 
Tu carácter esprime:) nuevo Apolo, 

Que emulaodo dulzuras del primero 
Le has menguado la gloria de ser solo. 

Tu ejecutas mi numen. Tú le has dado 
Nuevo ser en su vivir postrero. 

No al métrico sendero, 

Que se ha abierto á porfía 
En el mas bello dia 

De. nuestra libertad. No, ilustre Prego, 
"Este acorde cantar á tí lo debo. 

Moribunda mi musa, ni el camino 
Que al Pindó guía ya se )e acordaba, 
Cuando tu fausta voz sus oídos hiere. 
¿Ves al jilguero que ante's modulaba, 

En silencio trocar su dulce trino. 

Hasta síntomas darnos de que muere? 
¿Lo ves aunque no quiere 
Recobrar el aliento 

(a) El Rio de la Plata, cuyo puerto 
primero es el de Maldonado. 


Al son de un instrumento, 

Que su maquina impulsa? Así la mía 
Al escuchar tus versos revivía. * 

¡Oh, me dije; ¿qué nueva y peregrina 
Aura suave dá á mi pecho aliento? 

¿Toca la lira Apolo? ¿Canta Orfeo? 

¿ Ajita acaso estrano movimiento 
Todo el castalio coro ? ¿Qué divina 
Impresión en el alma siento y veo? 

¿Que aliciente recreo 
Dar á mi musa pudo 
Estraña acción? ¿Qué dudo? 

Tú eres Prego divino, tú eres solo 
El suavísimo Orfeo,. el dulce Apoio. 

Así dije: y oculto encantamiento 
Del Parnaso k las faldas me transporta, 
(Que á las cumbres trepar solo á ti es 

dado) 

Reunidas miré allí, [el alma absorta] 
Todas las gracias. ¡Natural portento! 

Vi alegre el cielo; vi risueño el prado, 
De ñores esmaltado. 

Aves vi que con salva 
Saludaban el alva. 

De una vez: yo vi tus versos bellos; 

Y tantas gracias vi, cuantos son ellos. 

Las musas te saludan [bien quisiera 
Cantar junto con ellas tus loores]. 

Buhos nocturnos pisan sus estrados. 

Sus quejas suspendiste. Sus primores 
Asoman á tus labios. No pudiera 
Mejor númen prefijar sus hados. 

Ellas, pues, compensados 
Bien quieren tus esmeros, 

Así entre los primeros 
Alumnos el coro hoi te coloca. 

Goza, Prego, este honor, pues que te toca 


'Are ngas de varios caciques ¡pa m- 
pas y araucanos , hechas en fi- 
nes de diciembre de 1806, al 
Cabildo de Buenos Aires , ofre- 
ciendo ausílios contra los in- 
gleses. 

Primera . — “A los hijos del 
sol, á aquellos de cuyas grandes 
hazañas nos han llegado tantas 
nuevas, á los que espulsaron de 


- ISO - 


sus casas á los colorados (los in- 
gleses), á los que guardan con 
nosotros amistad y providencia de 
hermanos, hoi los grandes caci- 
ques que aquí veis, venimos á ofre- 
cerles veinte mil guerreros nues- 
tros, cada cual de estos guerreros 
con cinco caballos, jente que va 
adelante siempre y que no teme al 
enemigo. Hemos querido veros y 
que nos veáis, para que esteis mas 
ciertos de nosotros, y se aprieten 
mejor nuestras lazadas de amistad 
y de hermanazgo. Nuestra reso- 
lución es de. ayudaros á despedir 
esos malos huéspedes codiciosos, 
embusteros y crueles, que por se- 
gunda vez intentan oprimiros. 
Contad, palabra cierta de verdad, 
que ni agua de beber hallarán en 
nuestras costas, y qne nosotros 
somos sordos de los dos oidos pa- 
ra ellas. Cuando el pampa dice á 
alguno que es su amigo da su 
sangre. Nuestros guerreros están 
prontos: á la primer llamada de 
clarines que mandéis hacer á sus 
caballos, dejarán sus dos rios y 
cubrirán el vuestro. Los diez ca- 
ciques grandes son los que pro- 
meten, puestas sus manos en las 
vuestras. ” 

Segunda. — “Epugner, Erre-, 
puento y Turuñanquu, capitanes 
principales de Pitulquen, Valdi- 
via y Chile en la costa del cabo 
de Hornos, con noticia que nos 
han dado los caciques pampas, 
Negro, Chuli-Laquini, Payla- 
guam, Marcuus, Lorenzo, Guay- 
colam, Peñascal, Luna y Q,uin- 
tüy caciques capitanes, del mu- 
cho agasajo que hicisteis á sus 
r personas, y de las ofertas que os 


han hecho de soldados; querien- 
do manifestaros igualmente los 
deseos que tienen de asistiros con- 
tra los £ clorados , invasores de nu- 
estras tierras, ofrecemos: 

“Yo cacique capital) Epugner, 
dos mil ochocientos sesenta y dos 
de mis soldados jente dura y bien 
armada de chuza, espada, bolas, 
y honda, con sus coletas de toro. 
Téngolos á mi mando en Cabeza 
de Buey, lugar de mi residencia; 
allí los tendré al vuestro hasta 
que me aviséis no seros necesarios. 
A vuestro primer chasqui (aviso 
por la posta) acudirán veloces sin 
hacer ningún descanso para ayu- 
dar á sus hermanos... 

“Y nosotros, Errepuento y Tu- 
ruñanquu caciques capitanes que 
juntos y acampados en Tapalquen, 
contamos los dos hasta siete mil 
soldados, iguales en armas á los 
de nuestro hermano cacique ca- 
pitán Epugner, los ponemos tam- 
bién á vuestras órdenes. La ma- 
yor prenda de amistad para noso- 
tros será esta, que nos dejeis par- 
tir vuestros peligros como nos ha- 
céis participar de vuestros bienes. 
'Sois nuestros protectores, y nu- 
estra obligación es seros fieles. 
Soldados vuestros somos; dadnos 
vuestra divisa, y llamadnos cuan- 
do queráis á la batalla” (a). 


Continuación del donativo ofreci- 
do y realizado hasta fin de di- 
ciembre de 1806, en Buenos Ai- 

(a) El Cabildo, se dice los obsequió 
mucho, y los despidió, admitiendo sus au- 
silios, si llegaban á ser necesarios. 

(.V. de la Red ) 



D. Antonio del Rio * 

Francisco Pérez 

Juan de Córdoba 10 

Mariano Díaz 4 

Julián Martínez 

Mariano Gacho, 10 

Juan Castro 2 

Pascual Fernandez 2 


Diego Garrido 

Juan Parareda 24 2 

Domingo Vilela. 4 

Miguel Barrionuevo 2 

Pedro González. 6 

José García 1 

Joaquín del Arca 2 

Petrona Domínguez 4 

José Navarro 1 

Blas García 1 

Miguel Usal 3 7 

José León 6 

José Guerra 20 

Pedro de! Caño 4 

Andrés Q,uevedo 6 

José Antonio Miro 2 


VECINOS V PARTICULARES. 


' Los Señores. 

D. Gazpar de Santa Coloma... 3000 

Tomas de Balanzategui 3000 

Martin de Alzaga 2000 

Antonio García López 2000 

Estovan Villanueva 2000 

Francisco Ignacio Ugarte.. 2000 

Martin de Sarratea 2000 

Diego Agüero 2000 

Manuel de Arana 2000 

Juan Bautista Elorriaga. . . . 1500 

Juan Antonio de Lecica.... 1500 

Pedro Al varado 1500 

Manuel de las Carreras.... 1500 

Luis de Gardeazaval 1500 

Jaime Alcina y Berges 1500 

Francisco de Belaustegui. .. . 1500 

Francisco Tliellechea 1500 

Juan Antonio Santa Colma.. 1200 
José Ramón Mila de la Roca 

á la declaración de la paz. 1000 

José de Isasi 1000 

Juan Fermín Echichipia. . . . 1000 

Juan de Silva Cordeiro... . 1000 

Miguel Fernandez de Agüero. 1000 

Mannel deLarravide 1000 

Pablo Ruiz de Gaona 1000 

Ventura Miguel Marcó 1000 

Juan de Llano 1000 


Pablo Villarino 1000 

Juan Bautista Ituarte 10C0, 

Antonio de las Cagigas 1000 

José Martínez de Hoz 1000 

Juan Antonio Rodríguez.... 2 000 
Tomas Antonio Romero... .. 1000 

Manuel de Aguirre .. 1000 

Francisco Díaz Veiez. 776 6 

Gabriel Real de Asua 700 

Matías Cires 5Ó0 

José Pastor Lecica 500 

Francisco Neyra y Arellano. 500 
Julián del Molino Torres. .. . 500 

Ignacio Rezaval, 500 

Eujenio Balbastro 500 

José Riera 500 

Francisco del Sar 500 

Ventura Fernandez Casta- 
ñeda 500 

José Antonio Capdevilla ... . ' 500 

José Alverto Capdevilla 500 

Domingo de Ederra ....... . 500 

Sebastian Torres 500 

Pedro José Marcó ,.. 500 

Ildefonso Pasos 503 3 

Juan de la Helguera 500 

Juan Ignacio de Escurra. .. . 500 

Francisco Escola 500 

Josefa de la Jarrota 600 

José Yevenes 500 

Ramón Román Díaz. ...... . 500 

Manuel de Haedo 500 

Pascual Pita 500 

Julián de la Zeadeja 500 

Juan Antonio Zelaya 500 

Agustín Bosquet 500 

Joaquín Pintos 500 

Ramón Ximenez 500 

Francisco BaldoAinos 500 

Toribio y D. R.afael Mier. .... 5833| 

Norbeito Quirno 500 

Olnguer Reynals 500 

Antonio José Escalada 500 

Antonio Cornet y Prat 500 

Agustin de la Lama 500 

José María de las Carreras.. 500 

Vicente de Echavarría 500 

Francisco Dosal 500 

Cristóbal de Aguirre 500 

Lorenzo Ignacio Diaz 500 

Lorenzo Santabaya 486 3 

Francisco Xavier de Ríglos.. 486 3 ‘ 

José Antonio Lagos 486 S- 

Sebastian López 485 

Lúeas Fernandez 485 


i 


- 183 - 


D. Domingo Antonio González.. 402 5 
José Martínez de Escobar.. 400 

Santiago Esperón 400 

- Juan Molina.... 335 1 

Gerardo Bosch 350 

Juan José de Lecica ....... . 388 2£ 

Gervasio Posa'das 300 

Juan Cerantes ; . 300 

Felipe Vidal .. 300 

José Hernández 300 

Miguel Escuti 300 

José Merelo y D. Francisco 

de Paula Marzan 300 

Carlos Soinoza 300 

Jaime Nadal y Guarda 300 

Juan Ventura Coviaga 300 

Juan Bautista Terrada 300 

Santiago Gutiérrez 300 

Joaquin de Madariaga 200 

Miguel Roxas 201 2 

Pedro Vicente de Castro. .. . 200 

Andrés Domínguez 200 

Pedro Martínez 200 

Juan Uriarte 201 2J 

Domingo López 250 

Antonio Piran 201 2 

Pedro Díaz de Vivar 201 2 

Domingo Pablo deLariz.... 200 

Dr. Joaquin Campana 201 2 

José Morel y Perez.. ...... . 201 2 

Gerardo Antonio Pose 200 

Juan José Castro 200 

Antonio García Diaz 200 

Estevan Romero 200 

Florentina Gómez y Noriega. 200 

Andrés Caxaraville 230 1 

' Bernardo Gregorio de las 

Heras 250 

Juan Francisco Fernaadez.. 200 

Antonio Fecha 200 

Matias de Echevarría 291 1| 

Francisco Castañon 200 

El Presbro. D. Pedro Fer- 
nandez 200 

Joaquin ‘Arana 200 

Frascisco Moreno 200 

Pedro Berro. 200 

Raimundo Real 200 

Alonso Ramos 200 

Sebastian de Eyzaga.. 200 

Roque Burugorri 200 

José Ramón Ugarteche 291 2 

El Dr. José Toribio Moyano. 194 1| 

Francisco Agar 140 

Serapia de la MataBustamante 150 


Celedonio Garay 150 

Francisco do la Mata Bus- 

tamante ». 150 

Diego Antonio Pombo 150 

Casilda de Igarzaval 150 

Antonio Abispon 150 

José Francisco Vidal 150 


Gerónimo Martínez y D. Lo. 
renzo José Gari, Comisio- 
nados para recoger el dona- 
tivo voluntario del gremio 
de plateros del que son 
individuos, han entregado 
1 12 p fs. recojidos de aquel 
gremio, sin dar lista de 


nombres ] \<* 

El Colejio Real de S. Carlos. 100 4 

José de Elexaburu 100 

Manuel Luque 100 

Diego Rubí 100 

Ignacio Aldecosea 100 

Francisco Maderna 100 

José Fernandez de Castro... 100 

Juan Galvez 100 

Manuela Gómez Cortinas... 100 

José Amenabar. .. 100 

Francisco Mezquita 100 

Tomas de Salas 100 

Juan Ignacio Benavides. .. .. 100 

Domingo Echa ves 100 

Manuel Obligado 100 

Antonio Bolafio 100 

Jaime Llavallol 100 

Isidro Villa. 100 

José Escufet 100 

Manuel Blanco.. .. , 100 

Manuel de Caveda y Valle.. 100 

Manuel López Seco 100 

Pedro Baliño 100 

Pascual Vilesin 100 

José Díaz 100 

Miguel Gorman 100 

Manuel Rosales 100 

Doctor D. Vicente Antonio de 

Echevarría 100 

José María Balbastro 100 

Felipe Texada 100 

Antonio Marino 100 

Francisco Tomas de Estrada. 100 

Francisco García Cienfuegos, 100 

Pedro Herrán 100 

Bernarda Davila 1005£ 

Gerónimo Arechaga 100 

Maria del Transito Melga- 


53 




- 1 

Jacinto de Castro 

100 

Angel Sánchez Picado 

100 

Domingo Ondicola 

100 

Manuel Gil 

100 

José Almiball 

100 

Juan Viguri 

100 

Ana Jacinta Almando” .. 

El Dr. D. José Jeaquin Ruiz, 

100 

Presbítero 

100 5 

Francisco Chas 

100 

Francisco Antonio Paz 

100 

Miguel Vázquez. 

100 

Domingo Sierra 

100 

Juan Bautista Castro 

100 

José Pereira del Espinillo.. . 

100 

Francisco Gamas 

;oo 

Doctor Agustín de Elia. .... 

100 

Alexo González 

100 

Joaquín Gómez de Somavilla. 

100 

Pedro Ujué 

100 

Antonio Miguel Moreno,.... 

100 

Juan Simón Gómez 

100 

Martin Casa 

100 

Joaquín González Cazón*,.. 

100 

León Pereda de Sarabia.... 

100 5 

Agustir» González Miguens... 

100 

Pedro Perez 

100 

Juan Fornet 

80 

Andrés Montes 

97 

El Dr. D. Luis José Chorroa- 

• 

rin, Presbítero 

50 2 

Pedro Mendiburu 

50 

José Mateu 

80 

Marcos Rodríguez. 

50 

Andrés Blanco 

50 

Juan Grimau 

50 

Fautino Bozo 

50 

Francisco Villar 

50 

Pedro Botet 

50 

Juan Gasparini,. . 

40 

Maria Alverti.-. 

48 4 

Angel Arenillas 

40 

Joaquín Antonio López 

50 

Rafael Blanco 

50 

Estevan Uget.... 

50 

Miguel Pita 

50 

Rafael Cardnlda 

50 

Francisco Rodríguez Alfuran. 

50 

Andrés Canevá 

. 50 

José de la Vega González... 

50 

Pascual Planes 

50 

Martin Grandoli 

50 2 

Maria Eusebia Lima 

50 

Salvador Molleras-.. 

50 

Antonio Ganigo 

50 


Diego Marenco.... 50 

Atannsio Gutiérrez '. ! 50 

Joaquín de la Carra 50 

Martin Ruiz de la Peña.... 50 

Maria Josefa Sola 50 

Nicolás Cañe] 50 

Antonio Miró 50 

Francisco Lamela 50 

El Doctor D José Réyna 

Presbítero 50 

Juan Baya y Rosell 50 

Lorenzo Inciarte 5o 

Domingo Pasos.... 50 

Ignacio Pequeño 50 

José Nadal y Campos 50 

Julián Vivar 40 

Juan de la Franca. 40 

Luis Denela 40 

Manuel Canosa ¿ ... 40 

Roque Ortoño 40 

Francisco Calvo Vaz 40 

Maria Ignacia de la Torre.. 40 

Manuel Soriano * 40 

Felipe Hurtado de Mendoza. 40 

Juan José Escobar 30 

Juan Montañés. 25 

Juan Ignacio Elia 25 

Cayetano Suarez 25 

Manuel Magan, 20 

José Ferros 33 

Manuel Rodríguez de Sánchez 20 

Vicente Curdido 30 

Santiago Solibelles 25 

Lucas José de Isla Valdes... 25 

Juan de Dios Martínez 2 f 

Pedro Velasco 25 

Francisco Patino r. 20 

Antonio Martínez. 25 

Juan Martin de la Higuera.. 25 

Agustín Cuesta 25 

Juan Bautista Alcorta 30 

Francisco Calleja 25 

José Muozo 20 

Vicente Misseretti 30 

José Mrguelon 25 

Victorio Reynoso 30 

José Cassal 20 

Bartolomé Tazón. 33 

Fernando Ramírez ID 

Juan Molí 19 

CárlosBaneti 24 

Juan M-anuel Zavala, Pres- 
bítero 25 

Rafael Martínez Miguez 20 

Gregorio Peñas 24 


IS W GD £* 



- 191 - 


Da Josefa Cuebas de Padin (de 
i Valoaraiso't ........ . .... 

100 

Juana Menendez de Man* 

50 

Lista del Sr. D. José Nicolás de la Cerda. 

Rosa Uriondo de Sol 

Juana Mantrana de Sierralla. 

50 

20 

Juana Tíf^nnilln * T .... 1 1 f t 

6 

Josefa Baquedano deTagle.. 

P oca rip Aítnrua «...k»..*»*» 

2 

1 

Francisca Besanilla de Oclioa 

25 

Manuela Besanilla de Perez. 

25 

María Mercedes Ríos 

1 2 

Clara Martínez de Hurtado.. 

25 

María Mercedes Coó de Mata 

25 

Antonia Sánchez 

1 

María del Carmen Mata de 
Mata i. 

25 

Lista del Sr. D. José Santiago de Usarte. 

María de los Dolores Vargas 
de Baldivíeso 

25 

Petronila Ríos de Arriarán.. 

25 

Juana Aldunate de Irigaray. 

25 

• Micaela Guerrero de Velasco 

17 

Mercedes Ro.xns de Herrera. 

25 

María Mercedes Mercado... 

17 

.7 mina Vnltiprra 

25 

A nn Tprpqa rio Snr& h¡n .. .. . 

1 

María Dolores Díaz de Go* 


María del Cármen Díaz....» 

34 

mez 

25 

María de los Dolores Aldu- 


Ana Muría Larrain 

60 

nate de Valdés 

50 

Josefa Aldunate de Higgíns. 

25 

Josefa Espejo de Sariego.,.. 

2 

Mariana Perez de Arza 

16 

Juana María Muñoz de Gu- 


María del Carmen Vicuña... 

50 

tierrez 

6 

María Mercedes López de 


Antonia Obal le 

6 

Barra 

16 

María de las Mercedes del 


María de la Cruz Mujica de 


Canto.. 

10 

Lazcano 

32 

Petronila Ureta de Herrera.'. 

4 

María Mercedes Salas de 


Josefa Valenzuela de Olivos. 

12 

García . 

24 

Francisca de Paula Fierro 


Mariana Prnrin 

25 

25 

H p fi¡ ar!in«? 

50 

Nicolasa Morande de Varela. 

María Mercedes Fierro de 

Dolores Morande de Valdí- 


Garfias <¡ 

12 

vieso 

25 

María del Rosario Mesías de 


María Mercedes Saravia de 


Mate 

4 

la Torre 

2 

Mana Mercedes Droguet de 


José Nicolás de la Cerda y 


Riesco 

16 

sus hermanas.. 

100 

Rosa Patino 

6 

Mariana Nieto 

10 

Isabel V ¡Ilota de Chopitea... 

25 



Rosa Vivar de Oballe 

12 

Lista del Sr, D José María de Usarte. 

Marquesa de la Pica 

25 

Concepción Delso 

25 

María Mercedes Ramírez de 
Ugarte 

51 

Mpria Engracia Delso 

25 

Agustina Garfias de Tala- 


María del Carmen Soto- 


vera » • » . . 

17 


25 

Damiana Carrera..» 

2 

mayor. % . . • . »• • • * . • • » 

Lucia Sépulveda 

25 

Antonia Ureta 

10 

Francisca Dolores Alvisurí.. 

25 

Recojido por el Sr. D. Fran- 


María Mercedes Latús 

25 

cisco de Tagle y Portales, 


Lista del Sr D. José Vicente Is 

quierdo. 

de varias Señoras, cuya 
lista no ha presentado to- 


Teresa Alderete de Díaz ... 

25 

davía] pero se remitirá en 
el siguiente correo para que 


María Mercedes Oballe de 


pueda agregarse á esta. . . • 

,170 

Conde 

• 1 

Total recojido hasta la fecha. 

6984 

María Recio de Hernández. 

34 

Suplido por la Exma. Sra. Pre- 


Juana Armarza 

! - 

2 

sidenta para el completo 

55 




- 192 - 


de los 409 doblones que ha 
rejistrado en el correo. .. 18 

Total jeneral.. 7002 


Cuya cantidad se ha reducido á doblo- 
nes para su mas fácil remisión, y han 
producido cuatrocientos nueve de á J6, 
incluso el premio de compra al 7 por 100, 
de los cuales se acompaña el debido co- 
nocimiento de la Administración de cor- 
reos, con inserción de otros ciento ochen- 
ta y tres -doblones colectados por el 
Ilustre Cabildo, Santiago 14 de Setiembre 
de 1807. — María Luisa Eslerripa de 
Muñoz. 


Núm. II. 

COJVTIJVUACIOJY DE LA 
lista jeneral de Señoras del 
Reino de Chile , que han con • 
currido al donativo recojidopor 
la Exma . Señora Presidenta 
de dicho Reino Da. Maria 
Luisa Esterripa de Muñoz , 
para remitir á la ciudad de 
Buenos Aires en socorro de los 
huérfanos y viudas de los ilus- 
tres guerreros que murieron en 
defensa de aquella Capital , 
con especificación de las canti- 
dades que han contribuido y 
separación de los distritos á 
que corresponden. 

Señoras de la Capital de Santiago. 

Maria Pizarro de Reina 30 

Manuela Phlazuelos de Salas 17 

Marcedes Salas de Roxas. > |n _ 

Mercedes Roxas y Salas. $ 

Mercedes Cerda 12 

Juana Fontes de Ramos. .. . 10 

Rosa Quesada. 1 


Total. 170 


NOTA. Esta suma de 170 pesos no 
se saca á la columna de los totales por- 
que fue inserta en la lista jeneral de 14 
de Setiembre anterior, pero sin especi- 
ficación de las Señoras contribuyentes, 
porque el comisionado D. Francisco de 
Tagde y Portales no pudo presentar en 
tiempo su respectiva lista. 

Siguen las Señoras de Santiago . 


Loreto Hermida ». 6 

Manuela Larrain de Portales 50 

Dolores Cerda de Alamos... 12 

• Concepción Xara de Goi- 

' colea. 51 

Maria del Rosario Serrano 

de Castro 6 

Do lores V erd ugo 2 

Manuela Bergara.... 12 

Francisca Garrote 6 

Señoras de ¡a ciudad de Coquimbo. 

Manuela Herrera de Uriondo 100 

Manuela Mercado de Aguirre 12 

Maria del Carmen Osa de 

Barleta 50 

Antonia Guerrero de Su- 

marriba 25 

Maria del Rosario Guerrero 

de Mata 25 

Maria * del 1 Carmen Alvarez 

de Osorio. 12 

Manuela Gavino de Várela.. 25 

Petronila Alvarez. ....... .. 6 

Josefa Marín de Solar 100 

\ 

Señoras de la ciudad de ¡a Concepción. 

Maria Luisa Manzano 100 

Mariana Urrutia de Urmeneta 50 

Josefa Urrutia de Sota 50 

Maria del Rosario Sota de 

Manzano.....' 50 

Ninfa Manzano 25 

Juana María Alvarez de Be- 

navente 10 

Agustina de la Peña y Lillo 

de Hurtado.. 50 

Juana de la Peña y Lillo de 

Martínez 25 

Mariana Bustamante de Be- 

navente 25 

JuanaBustamante deManzano 25 



- 187 - 


El Ilustre Cabildo de aquella 
ciudad como colectados de 
sus individuos y vecindario, 
sin espresion de sujetos» •• 
Agustín Trigo 

Mendoza. 

El Licenciado D. Juan de !i 
Cruz Vargas, Cura Vicario 
de aquella ciudad 

San Juan, 

El Ilustre Cabildo de aquella 
ciudad, por sus individuos 
y vecindario sin espresion 

de personas ........ 

El Prior de S. Agustín Fr. 
Pedro Sánchez 

Chile. 


7142 4 
103 


3C0 


1389 

50 


La Exma. Sra. Presidenta Da. 

Luisa Esterripa de Muñoz, 
por si y demas Señoras de 
aquel reino; cuyo porme- 
nor se manifiesta en las re- 
laciones núm. 1 y 2 9495 

La misma Exma. Sra. como 
recaudados de la Real Au- 
diencia, Cabildo Eclesiás- 
tico, Secular y demas par- 
ticulares del mismo reino; 
según la relación núm 3 », 3227 6 

El Dr. D. Prudencio Lazca- 
no 50 pesos por una vez, 
y á mas ofrece costear 
un soldado durante la guer- 
ra 50 

Córdoba. 

El Ilustre Cabildo Secular de 
aquella ciudad, por sus in- 
dividuos y demas vecinos de 
ella, sin espresion de per- 
sonas 4514 3 

El Cabildo Eclesiástico ofre- 
ce costear 4 soldados, du- 
rante la guerra 

La Real Universidad de esta 
ciudad ha franqueado gra- 
tis á la disposición del Ca- 
bildo do Buenos Aires un 


grado de teolojia'y otro de 
filosofía. 

Santiago del Estero. 

El Ilustre Cabildo de aquella 
ciudad, por sus individuos 
y vecinos; según la rela- 
ción núm. 4. 1848 4 

Tucuman. 


El Ilustre Cabildo de aquella 
ciudad auxilió con 200 hom- 
bres uniformados á su costa, 
con dos pagas adelantadas 
que ascendieron á 18.000 
peso9;y á mas de esto fran- 
queó también sin interés al- 
guno cuatro carretillas pa- 
ra conducir fusiles y plumo 

á esta capital.. 

El Dr. D. Miguel Martin La- 
guna, Cura de las Trancas, 
por sí y sus feligreses.. .. 


Salta. 


628 


El Cabildo de esta ciudad 
recaudó de sus individuos 
• y vecindario, sin espresion 
de los sujetos contribu- 
yentes, 6,000 pesos de los 
cuales habiendo gastado 
1775 pesos en uniformes y 
fornituras para los 200 
hombres que se hallan pron- 
tos en aquella ciudad, re- 
mitió á este Cabildo los 
restantes 4225 

CaTamarca. 

El Cabildo de aquella ciudad, 
por sí y su vecindario, sin 
espresion de los sujetos con- 
tribuyentes 1540 2 

El Cura Vicario y Juez 
Eclesiástico de la misma 
ciudad D. Pedro Ignacio 
Arze, remitió 90 pesos 4 
reales, los 50 pesos por 
sí, y lo restante por su 
Clero. 90 4 


54 





- 189 - 


Certifico, que reconocidos los libros, 
cuadernos, y demas documentos del M. 
I. Cabildo, corridos desde 12 de agosto 
de ¡806, hasta fin del presente; resulta 
haberse realizado y recibido en su Te- 
sorería los donativos de las provincias 
interiores que espresa la razón antece- 
dente. Y en virtud de lo mandado por 
el M. I Cabildo autorizo, signo y firmo 
la presente en Buenos Aires á 30 de 
diciembre de 1807 — Licenciado D. Justo 
José Nuñez , Escribano público y de 
Cabildo. 


NÚM. I. 

LISTA JEJYERAL DE LAS 
Señoras de esta capital que han 
concurrido al donativo recoci- 
do por la Exma. Sra. Presi- 
denta de este reino Da. María 
Luisa Esterripa de Muñoz , 
para remitir á Buenos Aires en 
socorro de los huérfanos y viu- 
das de los ilustres guerreros 
que han muerto en defensa de 
aquella capital, con especifica- 
ción de las cantidades que han 
contribuido , y separación de 
las listas que han presentado 
los respectivos comisionados. 

Lista del Señor D. Manuel de Irigoyen. 

Señoras. 


Exma. Sra. Presidenta Da. 

María Luisa Esterripa de 

Muñoz 200 

Luisa María de Guzman y 

Esterripa 100 

Isabel Tomas de Alvarez.... 100 

Josefa de la Cerda y Concha. 25 

Josefa Gorail de Aldunate. . . 200 

María del Carmen de Aldu- 
nate, Marquesa de Casa 

Real 500 

María Palazuelos de Portales. 25 

María Josefa Corvalan de 

Salas 34 


María del Carmen Irarraza- 

val de Toro 25 

Maria Armijo de la Cuadra.. 50 

Matilde Salamanca 50 

Maria Mercedes Cantador de 

Hermida... 50 

Tadea Xara de Izquierdo. . . 100 

Josefa Salas de Trucios 25 

Maria del Carmen Lauda. .. 50 

Xaviora Barcena de Castro.. 12 

Margarita de Echenique. . . . 12 

Maria Mercedes González de 

Lavalle 25 

Margarita de Astaburuaga. .. 12 

Maria del Carmen Arcaya 

de Vial 25 

Josefa Cuebas de Lavin 25 

Maria Mercedes Valdés de 

Quintano 40 

Maria de los Dolores Muñoz 

de Cruz 200 

Francisca de Paula Rameri 

de Semir 25 

Maria Mercedes Aldunate de 

Cotapos 50 

Martínez de Sistemas...... 25 

Ana Josefa de Guzman 50 

Antonia Sánchez de Salinas,. 50 

Mercedes García 10 


Lista del Sr. D. Joaquín de Jiguirre. 


La SeñoraCondesa de la Con- 
quista 200 

Señora Marquesa de Mon- 
tepío 50 

Maria del Carmen Morales 

de Flores 100 

María de la Cruz Díaz de 

Muñoz 51 

Josefa Guerrero 50 

Manuela Errazuriz de Ocha- 

gavia 50 

Francisca de Castro 6 

Lista d el Sr. Conde de Quinta-alegre . 

Dominga Urizar de Formas.. 4 

Manuela Luque de Herrera.. 6 

Maria de la Luz Mascayano 

de Caldera 17 

Maria Mercedes Ríos de A 1- 

corta 6 

Juana Delso. ..' 30 : ..‘ 

Condesa de Quinta-alegre .. 100 


- 190 - 


Da. Maria del Cármen Alcalde 

de Irarrazabal 100 

María Mercedes Alcalde de 

Lecaros 25 

Margarita Velasco 200 

María Rosario Portales 200 

Maria Ignacia Aldunato de 

Errazuris «... 25 

Mariana Aguirre de Vicuña. 17 

Josefa Hermida 100 

Teresa Alcalde de Vicuña... 25 

Maria Mercedes Arismen- 

degui 25 

Marín Ignacia Saravia de 

Reyes 50 

Ignacia Ortuzar 8 

Maria Mercedes Prieto de 

Sesé 17 

Xaviera Santelices de la 

Rosa 25 

Maria del Rosario Videla de 

Godoy 17 

Maria de la Concepción Mon- 

taner de Prado 50 

Josefa Brnbo de Allende 34 

Costanzn Marín de Poveda. . . o 

Costanza Cortés de Reca- 

varren 25 

Teresa Rodríguez.... 25 

Josefa Rodríguez de Arlegui 25 

Juana Hernández de Fresno. 25 

Maria del Carmen Saravia de 

Valdés 50 

Isabel Adúnate de Azua 50 

Agustina Mont 25 

Josefa Mata 6 

Manuela Vadiola 12 

Bernarda Rico Acedo do. Sa- 

maniego 50 

Francisca Solar de Larrain.. 50 

Lista del Sr. D. Tomas de Vicuña. 

Ana Fuentes de Sotomayor.. 25 

Eustaquia de Brochero ]0 

Luisa López '. 6 

Maria Cruz de Rosales 25 

Manuela Santelices 10 

Mercedes Santivañez de Va- 

lenzuela 25 

Juana Astorga de Villegas.. 2 

Juana Santivañez 2 

Josefa Rodriguez de Aguilera 6 

María Mercedes Bustamante 

de Gutiérrez.. .. 12 


Maria Banqueda de Ríos. . .. 12 

Lista del Sr. D. Juan Manuel Ugarle, 

\ 

Ana Salinas de Muñoz 25 

Maria del Rosario Orellana 

de Guzman. 25 

Maria del Rosario Pica de 

García. 25 

Mónita González de Xi. 

menez 6 

Teresa Santa Cruz 25 

Josefa Cotaaos de Villota.... 200 

Maria del Cármen Villota .. 25 

Marina Orostegui de Cobar- 

rubias ]2 

Luisa Rosas de Rosas 16 

Rosario Bustamente de Gu- 
tiérrez 25 

Nicolasa Surso de Urizar . . . . 25 

Maria del Cármen Urizar de 

Prast 10 

Nicolasa Xara de Bascuñan. 25 

María del Transito Muñoz de 

Toro .. 25 

Isabel Antunez de Cruz 25 

Maria Mercedes Eguiluz.. .. 12 

Maria del Transito Carrera 

de Xara 25 

Maria Mercedes Aldunate .. 25 

Antonia Ortuzar ..... 12 

Ana Vicuña 1 

Manuela García de Urme- 

neta.... 12 

Maria del Cármen Lastra de 

Cotapos 6 

Paula García.. .. . .. 17 

Teresa Pica de Quadra 12 

Xaviera Goicolea de Valdés. 25 

Paula Oruna de Velasco 25 

Nicolasa Pica de Saldes 25 

Concepción Santelices de 

Troncoso 12 


Lista del Sr. Márquez de Larrain . 


• 

Maria del Cármen Caballero 

de Teran 25 

Ignacia Valdés 200 

Agustina Roxas de Larrain .. 100 

Rosa Aldunate de Errazuris. 50' 

Barbara Molina de Herrera.. 10 

Maria Mercedes Roxas 20 

Maria JesusCañas dePatacios 25 



D. Juan Antonio Larriva ..... . 25 

Benito Cerantes 25 

José de Mora 25 

Bartolomé Pipe..**** 25 

Isidro Manuel de la Sota.... '25 

Alexandro Pasos 20 

Manuel Pasos 20 

Juan Bautista Bucardo 25 

Laureano Al varea 30 

Bernardo Piñeiro 16 

Francisco Bonifacio 16 

Francisco Agote 3í3 

Tiburcio de Éredia 16 

Benito Ftlgueyra 16 

Pedro Real de Asna 16 

Juan Sarlo.. 16 

Mateo Antonio Domatos 14 

Francisco Furpia 16 

Pedro Antonio Fernandez.. . 16 

* Manuel Garmendi , 16 

Joaquín Fernandez 16 

Domingo Alcayaga 16 

Gregoria Fernandez Teran . . 20 

Lorenzo Gómez 20 

José de Castro, 25 

Isabel Campana 16 

José Nevares 20 

Juana de Echevarría -. 16 

José Gómez del Alamo 16 

Domingo Garrido 15 

Isidro Barrera 16 

Domingo Pastoriza 12 

Andrés Arias 10 

José de Bucarco..». 12 

Domingo S. Martínez 10 

Santiago Mayada 10 

Gabriel Andrés Meura 10 

Dionisio Punzati 12 

Bartolomé Seguí , 12 

Tomas Muozo 10 

Antonio Alvarez 10 

Antonio Conde 10 

José Canapé-. - II 

Francisco Mouzo Moreyra.. 12 

José Antonio Ximenez. .. . .. 12 

Franciscó Guerra.......... 10 

José Guerra 10 

Manuel S. Martin 10 

Domingo Echevarría 12 

Andrés Pasos. 10 

Domingo Vizcaya.......... 12 

Luis Copella .f 10 

DomingoS. Marti. n. ...... . 8 

Manuel Martínez y García.. 8 

Manuel Ordoñez 8 


Manuel Bedoya... 6' 

Pedro Blanco.. 8 

Manuel Obregon 8 

Benito Nuiiez 6 

Manuel de Elorga 6 

Angel Pinedo. 6. 

Ignacio de Sota 6 

José Ama.. 8 

Francisco Pe raza 8 

Mariano Perdriel, Presbítero. 6 

Antonio Lorenzo 8 

Celedonio Pereda Bustillo.. 8 

Agustín Mosqueria 6 

Pablo José Lorente * 8 

Manuel Iduarte 5 6| 

José Luis 6 

Tomas Peña.. 6 

Antonio Parceló- - .. 6 

Miguel Antonio Nogueyra.... 6 

Juan Rodríguez ,.. 5 

Francisco Merino., 8 

Juan García.» 6 

Gerónimo Mon.... 8 

José Ponti.. ' 6 

Luis Arroyo 4 

Domingo Mato 4 

Pedro Ballega 4 

Jasé Valdez 4 

Manuel Fernandez Puche.. 4 

Gabriel Ríos 4 

Salvador Nadal 1 

Juan Balaguer. 2 

Francisco Arancibar 0 2 

José Isidro Peyan 3 

Francisco García .. ... 4 

Martin Loredo. ........... . 1 

Juan Bautista González.... 4 > 

Juan Frarcisco Mazeda.... 2 

Juan Antonio Martínez 0 2 

Martin Mendoza. ......... .. 4 

José Antonio Espindola 1 

Juan José La Torre ;. 2 

Luciano Baez..,.. 0 4 

Faustino de Is. Barcena 0 4 

Ramón Mallan 2 

Juan Anacleto Fernandez... 2 

Leonarda Sa varia.. 0 4 

Ignacio Pereira.. . . .' 0 2 

Antonio Cuenca 2 

Estevnn Machada .... 1 

Alexandro Guillermo 4 

José Antonio Suarez 0 4 

José María Romero 0 3 

Juan José González.. ...... . 1 

Juan de la O. 4 


185 

6 

4 

4 

6 

6 

6 

6 

6 

6 

6 

6 

6 

6 

6 

4 

5 


I 



D. Juan Luis Bordón.. 

Ignacio Zulueta 

Francisco Ximenez... 

Ignacio Castro*. 

Domingo Bildos.. ..... 

Mateo Aloy 

Pedro Juan de la Rosa 

Lorenzo Martínez 

Antonio Olciera 

Rafael Morales 

Alonso Ruiz 

José Llabrador 

Antonio Pesoa 

Juan Pulido. 

Antonio Herrera 

Félix Migues. . 

Ventura Sosa 

Lorenzo Machado.. •• . 

Gregorio Rodríguez.. 

Mariano Pabon 

José Ujeda 

Jacinto Revilla 

Santiago Piochin 

Cecilia Sánchez....... 

Pedro Antonio Alvarez 

Ignacio Vázquez 

Juan Alexos Mato 

Joaquín Estevez 

Tomas Berger 

Juan Julián Gaistarro. 

Jaime Zavalas.. .. .. .. 

Miguel ValCerde 

Mercedes Robles 

Francisco Ballesteros.. 

Ramón Gómez 

NOTA. Las anteriores cantidades son 
ofrecidas y contribuidas hasta fin de Di- 
ciembre de 1806: las del ano 1807, se 
darán en relación separada, con la de to- 
das las personas de quienes queda pen- 
diente la oferta y oblación 

Ademas por Proclama de 23 de Setiem* 
bre de dicho año suscribieron y ofrecie- 
ron diversas personas de este vecindario 
otras cantidades para ayuda del pago de 
sueldo y uniformacion de la tropa de vo- 
luntarios de artillería que paga el Ilustre 
Cabildo, cuya relación se imprimirá in- 
mediatamente que so haga la recauda- 
ción. 

Fuera do estas insinuaciones gratuitas 
hechas al I. Cabildo para ocurrir á las 
debidas urjencias en que se constituyó 
por la reconquista y defensa de esta Ca- 


pital, el vecindario entre sí se uniformo 
en los respectivos Cuerpos de su erec- 
ción, cuyo costo se gradúa en mas de 400 
tnil pesos, de los cuales ha contribuido el 
I. Cabildo una crecida parte. 


RAZON DE LOS DONATI- 
VOS que en virtud del oficio cir- 
cular del M. I. C. de esta Ca- 
pital de 27 de Enero del pre- 
sente año , se le han dirijido 
hasta el dia , de las provincias 
del Reino , é introducido en sus 
fondos para el socorro de viu- 
das , huérfanos , invalidos , y 
otras graves erogaciones que le 
causan la presente guerra con- 
tra la nación Británica: cuyos 
donativos se manifiestan al pu- 
blico para satisfacción de los 
contribuyentes , y noticia tam- 
bién de la lealtad y noble entu- 
siasmo con que aquellos fieles 
y generosos habitantes han con- 
tribuido con sus intereses á la 


defensa de esta Capital , y con- 
servación de la suqve domina- 
ción del mejor de los Monarcas 
en todo este vasto continente. 

Santa Fe. 


Los Señores. 


D. Francisco Candioti 

Agustin de Iriondo • • 

José Teodoro de Larramendi 
Mariano Comas 

1030 

515 

103 

103 

Corrientes. 

D. Isidoro Martínez y Cires 

1030 

Paraguat. 


% 

El Illmo Sr. Obispo de esta pro- 
vincia Dr. D.NicolasVidela 

515 


3 
2 
2 

1 

0 4 

4 

1 

2 

2 

1 

2 

4 

1 

2 

1 
1 
1 

2 
4 

3 
2 
2 

4 
1 

0 

2 

2 

2 

1 
1 
1 
1 

0 6 

1 

2 . 



1 


- 193 - 


Da. María Mariluz de Delfín.». 

Antonia González..... 

Agustina González 

Micaela Mesa 

Manuela Pantoja 

Maria del Carmen Prieto de 

Vulnes 

Rosalía Palma.. 

Antonia Carvajal 

Maria Cruz del Rio 

Mercedes Andrade 

Maria Jesús Binimelis 

Luisn Benavente de Ibieta... 

Ramona Lozano 

Antonia Flores 

Mtriana ^ Solis y San Miguel 

de Llanos 

Francisca Alfaro de Serrano. 
Nieves Ceballos de Spano-.. 

Manuela Quevedo 

Catalina Figueroa 

Petronila Dendariena 

Mercedes Xara 

Maria Xara 

Josefa Quiroa.. 

Narcisa Quiroa 

Andrea Rocuan 

Manuela Pirri,.. 

Antonia Mier.. 

Juana Mata Zaldivar 

Varias Señoras de la misma 
Provincia, cuyos nombres 
no se espresan 


25 

25 

25 

25 

12 

15 

50 

25 

25 

25 

50 

25 

5 

20 

50 

12 

25 

10 

4 

12 

6 
6 
6 

10 

6 

6 

15 

25 


162 


Señoras de la villa de Quillota. 

Nicolasa Aguirre de Carrera 25 

Maria del Carmen Balbontin. 25 

Antonia Villota 25 

Rosario Brito 12 

Dolores Pasos • 6 

Flora Muxica 2 

Teresa Aris 2 

Carmen Ravés. 

Josefa Garfias de Urizar. ... 25 

Señoras de la villa de San Fernando. 


Juana Antonia de la Torre,. 

Manuela Maturana - 

Clara Torres 

Maria Antonia Torrealba. . . < 
Maria Ursula Argumedo.... 

Maria Jesús Romo 

Maria Silva 


100 

12 

25 

50 

25 

50 

25 


) 


Antonia Guzman 25 

Ma>*ia Dolores Valenzuela. .. 50 


Señoras de la villa de Curicó. 

Maria de la Cruz González 

de Argumedo.... 30 

Micaela Castro 20 

Rosalía Salinas 20 

Maria Josefa Corbalan 10 

Luisn Mardones 10 

Ana Josefa Saavedra 12 

Antonia Buraonn 6 

Leonor Arriagada 6 

Maria Engracia Muñoz 6 

Mercedes Brabo 4 

Juana González 6 

Bernarda del Pino 12 

Juana Josefa Urzua 3 

Margarita Torrealba 12 

Señoras de la villa de los Andes. 


Rosa Calderón 

Nicolasa Canto..... 

Josefa Correa 

Dolores de Bustos.. . 

Narcisa Bargas 

Cayetana Figueroa.. 
Teresa Covarrubias. 
Bernarda Avendaño. 
Rafaela- Cabreia.. . . 


10 

4 

4 

4 

3 

1 

1 

6 

1 


Señores- que también han contribuido . 

De la capital de Santiago. 

D. Francisco Vicuña 50 

Juan José del Campo 12 

Pedro Perez ..... 1 

Francisco de Borja Barainca. 25 

Carlos Aguilera. 6 

José Ilario FuentecHla. . . , 6 

De la ciudad de la Concepción. 

Fernando Amador de Amayn. 100 


Total jeneral.. 2493 


Cuya cantidad se ha reducido á do- 
blones de á 16, y componen ciento cua- 
renta y cuatro en esta forma los- 120 al 
8 por 100 de compra, 24 fi razón de 17 
pesos, y once pesos cuatro y cuartillo 

= 


reales de su conducción por la Adminis- 
tración de correos, de que se acompaña 
el debido conocimiento. — Santiago de 
Chile 7 de Diciembre de 1807 . — María 
Luisa JEslerripa de Muñoz, 

Núm. III. 

RAZON DE LAS CANTIDA- 
des colectadas por este Cabil- 
do , y de las personas contribu- 
yentes, para el socorro de las 
viudas y liuérjanos de los sol- 
dados y demas militares de 
nuestras tropas , que fallecie- 
ron en la señalada acción de 
la ciudad de Buenos Aires , 
contra las enemigas británi- 
cas: á- saber. 

Real Audiencia. 


El Exmo. Sr. Presidente D. 

Luis Muñoz deGuzman.. 200 

El Sr. Oidor D. José de San- 
tiago Concha 25 

El Sr, D. Manuel Irigoyen.. 25. 

El Sr. Fiscal, Barón de Juras 

Reales 25 


Cabildo eclesiástico. 


El Canónigo D. Gerónimo 

Herrera 25 

El C. D. Juan Pablo Fretes. 16 

El C. D. Rafael Huidrobro.. 50 

El Prebendado Dr. D. Miguel 

Palacios 16 

El Canónigo Dr. D. José An- 
tonio Errazuriz 30 

El Provisor Dr. D. José San- 
tiago Rodríguez 50 


Cabildo secular. 

El Sr. Asesor Jeneral D. Pe- 


dro Diaz Valdés. 37 

El Alcalde D. Juan Manuel 

de la Cruz 300 

El Alcalde D. Tomas Vicuña. 50 

■ - ■ - 


- 194 - 


El Alcaldo Provincial D. Pe- 

pro Prado 75 

El Rejidor D. Justo Salinas. 50 

El idem Francisco Arteaga. 25 

El idem Nicolás Matorras.. 50 

El idem Ignacio Valdés..,. 10 

El idem Doctor D. Pedro 

José González 25 

El idem Francisco Ramírez 100 
El ídem Dr D. Francisco 

Aguilar de los Olivos 25 

Particulares. 

Manuel Semir 12 

José Trucios 16 

Tomas Caricaburu y Manuel 

Undurraga 100 

Francisco Izquierdo 16 

Antonio Gutiérrez 12 

Manuel Arellano 12 

Manuel Antonio Figueroa... 25 

Manuel de Barrena 25 

Juan Francisco García 25 

Manuel Castro I 

Joaquín Echavarria 4 

Mariano Serra 10 

Pablo Casanova,. 50 

José Funoll 2 

Toribio Lambarri 12 

Santiago Vitas 6 

Mateo Maza 25 

Miguel Fierro 2 

Antonio Olivier 2 

Benito Gorostegui 2 

Lucas Arriarán 25 

Agustín Antonio Harguez. .. '2 

Miguel Terán 25 

José Rufino Perez 25 

Agustín Llagos 25 

Andrés Espían 5 

Pedro Saldes 25 

Juan Antonio Fresno 25 

Joaquín Gandarillas 6 

Francisco Rodríguez 6 

Agustín Aleerreca 25 

Andrés Ahumada 4 

Gerónimo Reynoso 2 

Manuel Antonio de Ayos .... 25 

Manuel Riezco...... 25 

Agustín Antunes 6 

Pedro Otero 6 

José Maria Antunes, y Este- 

van Céa 3 

Manuel de la Torre .. 4 

' . 


- 195 - 


D. Bartolomé de la Oc^ea .... I 

Domingo Maitinez ]0 

Domingo Eiguren, y José 

Villota . . 4 

Antonio Ríos. » . ...» 6 

Anselmo de la Cruz. ...... ». 25 

Pedro Nicolás Chopitea. ... * 25 

Francisco de Borja Varela.. 23 

Francisco Xavier Mate » 4 

Antonio Mandail »...». 2 

Antonio Barredo »» 1 

Carlos y Andrés Vildosola.. 12 

Agustín Eyzaguirre 25 

Pedro Madera» I 

Joaquín Moscardo 100 

Francisco Bernals. ........ . 25 

Francisco Xavier Xara 6 

Francisco Obrejjon ....... * » 4 

Rafael Landa.» . 4 

Esteva n Arza ... . *.,.» 10 

Manuel Martínez Lores 30 

Antonio Manuel Peña ...... » 4 

Gregorio de Cortavarria » . . . 6 

José de Belausarán » *» 25 

Jo^é de Curruchaga 10 

Vicente de Curruchaga..».. 4 

Cura de Santa Ana Dr. D. 

Vicente Aldunate.» 25 

Manuel Videla.* »••* 10 

Miguel Baquedano. ....... . 4 

Doctor Pastor León* 6 

Tomas Urineneta. 25 

Xavier Toro 25 

Juan Ventura Mantrana. . . . • 25 

Doctor Bernardo Vera 20 

Antonio de la Lastra»»....» 25 

El Sr. Administrador de Rs. 

dchos. Manuel Manzo.... 25 

Juan Lavifia. ..»...».»*.. .» 50 

Pedro Xavier de Echeves.»* 20 

Francisco González.*.».... 12 

Doctor Juan de Egaña 15 

Doctor Fernando de Urizar.. 25 

Miguel Fierro. ....».»,..». 20 

Doctor Ramón Bravo y Co- 

varrubias »...» 12 

Antonio Lavin. *• 25 

Doctor José María Poso...» 3 

Pedro Castro 2 

José María Mardones.. *. . .* 25 

Doctor Juan Nepomuceno 

Muñoz*. ..». »..».»..». .» 10 

Manuel Antonio Talavera... 17 

El Sr Contador mayor Juan 

de Oyarzabal.» 50 


i 


Doctor Joaquín Echevarría.. 17 

José Antonio Rósale!. ..... . 17 

Doctor Ramón Arostegui.. . » 6 

Benito Faez 6 

Ambrosio Gómez del Valle». 26 

Vicente Davila ».»..»..».» . 2 

Manuel Litio 1 

Manuel Alfnro».» ».». 2 

Pedro Gómez. 1 

Mateo Gutiérrez 2 

José Leghi 1 

Juan Abalos I 


Total. 2763 


Segu.i parece de las partidas anterio- 
res, resulta la colectación total hasta la 
fecha, la cantidad de dos mil setecientos 
sesenta y tres pesos. Santiago de Chile 
y Setiembre de 1807. 

NOTA. Se previene que des- 
pués de concluida esta lista entre- 
gó el Rejidor D. Pedro González, 
cincuenta y un pesos cuatro reales 
que habia colectado posteriormen- 
te en la calle de su cargo, fecha 
ut srpra ».».».» 51 4 

Siguen los contribuyentes. 


Antonio Sol ..».»» ..»*•».»» 

100 

Ignacio de la Carrera ...., . 

50 

El Marques de casa Larrain. 

100 

Diego Larrain» 

70 

Total jeneral.» 

3134 4 


Juan Manuel de la Cruz. 


Núm. IV. 

NOMINA DE LOS 1ND1VL 
dúos de este Cabildo y demas 
vecinos que han contribuido 
donativo para el socorro de la 
capital de Buenos Aires , y son 
á saber. 

El Alcalde de primer voto Ma- 
nuel de Palacio.. 500 

56 





- 196 - 


Eva 


El de segundo Vicente 
risto Rodríguez. ... 

El Rejidor Alférez Real San 
tiago del Villar. . , 

El defensor de menores Fran 

cisco Lamí 

El Rejidor Llano 

El Procurador Sindico je 

neral 

El Subdelegado de Real Ha 
cienda Júan José Irimain. 
El Ministro Tesorero de Real 
Hacienda D. José Antonio 

López 

El Administrador de Tabacos 

Pablo Baso 

El Administrador de la Real 
Renta de correos D. José 
Pe layo de A Icorta ........ 

Rafael Francisco Augier.. .. 

Juan Fernandez 

Ramón Ferrou 

Francisco Solano de Paz. . . . 

Simón Campoi 

Carlos Gómez 

Francisco Sierra 

Angel Martin Carranza 

Juan Félix Escurra 

Antonio Abad Rumayor . . . 

Pablo Gorostiaga 

Pedro Francisco Carol 

Mariano Medina 

José Manuel Achaval 

Francisco Rodríguez 

Ramón Viera 

Pedro José Lamí 

Antonio Manuel Santa Ana.. 

Antonio Neiroto 

Pedro Urdejola 

Antonio María Taboada 

Gregorio Rueda 

Andrés Cordova 

Manuel Santillan 

Pedro Frías. 

Alonso Araujo - 

Domingo Palacio 

Roque Jacinto Viera 

Bartolomé Francisco Maguna 

Baltasar Gaza 

Antonio Guerra 

Marcos lbarra 

Carmen Romero 

Eusebio Arriata 

Maestro Leandro Xerez. . . . 
Cayetano Bravo, 


25 

100 

10 

25 

12 

500 

50 

15 


16 

25 

6 

2 

6 

2 

50 

20 

20 

10 

2 

25 

100 

3 

50 

10 

25 

4 
2 

25 

10 

24 

25 
12 

4 
10 
25 
25 
10 
10 
10 

5 
10 

4 

6 
4 
4 


Maestro Gaspar Xerez. 
José María Espinosa.., 

Mauricio Frías.- 

Casimiro Paez 

Manuel Moyano 

José Taboada 


1 

0 

1 

3 

2 

1 


Total. 


1848 4 


Enteró. 

En un libramiento contra D. 

Domingo Antonio de Arlia- 

bal 1623 4 

En otro contra Jaimo Nadal 

y Guarda 100 

En otro contra Francisco 

Neyra 50 

En otro contra Pedro Andrés 

de Osua 25 

En otro contra Andrés Monte 25 
En otro contra Gerardo An- 
tonio Poze 25 

Sala Capitular de Santiago y Marzo 
12 de 1807. 

Manuel de Palacio. 

Santiago Garda del Villar. 

Vicente Evaristo Rodrigues. 

Pedro Díaz Gallo 


• Núm. V. 

* | . N. 

RAZON DE LOS SUJETOS 
que han contribuido con dona- 
tivos á bene ficio de la capital 
de Buenos Aires. 

El Exmo. Sr. Presidente D. 

Ramón Garcia Pizaro.. 200 

El Sr. Doctor Vicente Ro- 
mano, Teniente Asesor del 
gobierno intendencia de es- 
ta capital ¿o 

Señores del Ilustre Cabildo. 

Doctor Francisco de Paula 
Moscoso, Alcalde ordinario 

de primer voto 50 

Domingo>Aribarro Alcalde de 

segundo voto ¡00 

i 




- 197 - 

1 

Dr. D. Gabriel Arguelles, Alcal- 


domo de Propios 

12 

de Provincial 

25 

Manuel Barriencos, Alguacil 


D. Joaquin Prudencio Perez 


mayor interino de la ciudad 

12 

Kejidor Receptor de Peuas 


José Sivilas 

25 

de C amara 

50 

Manuel de lturrichi 

12 

Doctor Bonifacio Vizcarra 


José Julián de Idoyuga 

50 

Rejidor anual 

25 

Gabriel Arpide, Administra- 


León Barañao, Rejidor anual 

1UU 

dor de correos 

25 

José Santos Cabero, Rejidor 


Agustín Calvimonte. ....... 

6 

anual 

25 

IVl ¿i nu r 1 (Vi l i'H iirln _ _ 

6 

Doctor D. Buenaventura Salí* 


Miguel Barriga 

SJ 

6 

ñas, Sindico Procurador 


Autonio Real de Asuu 

;oo 

jeneral de la ciudad 

25 

Ildefunsa Lápinosa 

i 



Mariano Guinusio 

12 

Vecinos. 


Manuel Peredo 

12 



Manuel Paredes... 

25 

Manuel Entreambaa Aguas.. 

300 

Lorenzo Suuvedra 

12 

Juan Antonio Fernandez el 


Miguel Ortega 

8 

Caballero. . . 

300 

José Manuel Bejarano 

12 

Pedro Arana % 

100 

José Pagan .. t » t t 

a 

Joaquin Artachu 

50 

Pedro Marsanii T t 9 . T . . T t . . 

O 

A 

Joaquin Jironas 

25 

Silvestre Mesia6 

4 

l 

Sebastian Caviedes 

25 

Miguel Millet 

100 

Hermenegildo Alvarez 

50 

El Sr. Feliciano del Corte, 


José Ramos 

25 

Ministro Tesorero de estas 


Juan Letiio*. • •••• •••. . . f9t 

50 

Reales 

20 

5 

Manuel Lobaton 

10 

Casimiro Ramos 

Agustín Careaga 

25 

Lamían Ogueudu 

6 

Martin loña 

50 

Doctor D. Romualdo Peña- 


Vicente Oliveros 

50 

randa 

rA 

Marcos de Salas..... 

20 

Maria Torres viuda de D. 

50 ‘ 

Pedro Diaz de Larraiabai. .. 

100 

Mariano Biscarre 

12 

Manuel Puch.. .. 

50 

Antonio Dasa, Teniente del 


Manuel Caviedes. . 

100 

Señor Alguacil Mayor de 

• 

El Sr. Félix Mendieta Alcal- 


corte 

10 

de de la Santa Hermandad 

50 

Dionisio Alvares 

i \j 

12 

Fermin Ocampos 

25 

Antonio Ainaya. ........... 

2 

Manuel Loma 

50 

r Ornando PurpriAd 

i 

El Sr. Conde de San Miguel 


José Gregorio Salas, Medico 

i 

de Carma 

102 

titular de la ciudad 

6 

El Sr. Alcalde de la Herman- 


Silvestre Montaje 

'2 

dad Doctor José Manuel 


Ignacio Viilavicencio 

4 

Sotomayor 

12 

Pedro Insa, Boticario de San 


Manuel Saudoval 

10 

Juan de Dios 

12 

Doctor José Eugenio de Elias 

25 

Mariano Muñoz 

4 

Ramón Garcia Perez 

25 

El panadero Manuel Torres.. 

8 

Manuel Morales 

50 

Luis Achabal 

100 

Joaquin Lemoyne 

25 

Doctor Lorenzo Cordova Re- 


Antonio Llanos 

6 

lator de la Real Audien- 


Jaccbo Pope 

25 

cia 

en 

José Neslares 

25 

Doctor Manuel Zudañes y 

ou 

Doctor Mariano Taborga .... 

10 

su hermano D. Jaime Zu- 


Turibio Pachecho 

25 

dañes ,, 


Doctor Pedro José Agrelo... 

12 

Doctor Mariano Fariñas. .. . 

•m\J 

100 

Francisco Sandoval,- mayor- 

» 

Manuel Chacón, panadero.. 

- 6 ' 



D. Francisco Urtisberea 50 

Manuel Ignacio de Eraso ... 50 

Sebastian Antonio de Arada. 100 

José Alcalá 4 

Doctor José Esteva'n Agustín 

Gascón 100 

Crisostomo Fernandez. ... 25 

Felipe Vicente Reinos'- bo- 
ticario 6 

Simón Olañeta 12 

Doctor Ildelfonso Espinosa, 

Medico 12 

Vicente Moscoso 6 

Melchor Estrada Piscoro.,.. 4 

Miguel Teranos Otinto 50 

Miguel Montengudo, 6 

Doctor José Moroyros 12 

Doctor José Calvimonte . . . . 12 

Doctor Dionisio Calviamonto 10 

Los Subalternos de la Real 

Caxa 83 

Carlos Toledo 25 

Mariano Polanco 1 

Domingo Urrutia 25 

La Real Universidad de San 
Francisco Xavier, y sus 

individuos... 1005 

El Gremio de Plateros y 

Batiojas 17 

El Gremio de Barberos 12 

El Gremio de Sastres 12 

El Gremio de Texedores. .. . 18 

El Gremio de Zapateros.... 8 

El Grer'»o de Herreros 1 


Total jeneraV* . 5000 ps. 


Según aparece de la antecedente lista 
de los sujetos contribuyentes y cantida- 
des que han dado por auxilios de la Ca- 
pital de Buenos Aires, montan el total á 
la de 5 mil pesos de los que se han re- 
mitido cuatro mil quinientos treinta y un 
pesos como consta de recibo que habia 
acusado aquel Ilustre Cabildo, y quedan 
colectados en mi poder cuatrocientos se- 
senta y nueve pesos que se remitirán en 
el próximo correo. Plata y Julio 10 de 
1807 . — Óorhingo de Embarro . — Plata y 
Julio 20 de 1807. 

Decreto. Agregúese al espediente de 
la materia la razón de Contribuyentes 
para lo sucedido de la Capital de Buenos 
Aires que ha manifestado el Sr. Alcalde 


198 - 

ordinario de segundo voto D Domingo 
de Anibarro, diputado para su recojo, y 
con testimonio de ella contéstese á aquel 
Ilustre Cabildo el suyo de 26 de Mayo 
del corriente año, incluyéndole libranza 
de los 469 pesos últimamente recojidos.— 

Dr. Francisco de Paula Moscoso. — Do- 
mingo de Anibarro. — Francisco Xavier 
Graz. — Joaquin Prudencio Perez — Bo- 
nifacio Bizcarra. — León José de Ba* 
rañao 

Provisto. Doctor José Manuel de Osa. 
Proveyeron y firmaron el decreto ante- 
cedente los Señores del Ilustre Cabildo 
estando juntos en la Sala capitular de su 
Ayuntamiento, á saber: el Sr. Doctor 
D. Francisco de Paula Moscoso. el Sr. 

D. Domingo de Anibarro, vecinos y Al- 
calde ordinarios de primer voto el Sr. 

D. Bonifacio Bizcarra. — D. Joaquin 
Prudencio Perez. — Doctor José Manuel 
Osa. — León José de Barañao — En el 
dia mes y año de su fecha. — José Calixto 
de Falda, Escribano de S. M. público y 
de Cabildo. 

Con cuerda este «traslado con la razón 
y providencia orijinales de su contesto 
que queda en su respectivo espediente 
de que doy fé — José Calixto de Falda , 
Escribano de S. M. público y de Cabildo. 

Núm. VI. 

DONATIVO QUE HACE EL 
clero de esta Diócesi de nues- 
tra Señora de la Paz. 

El limo. Señor Obispo 2C00 

El Venerable Dean y Cabil- 
do, ademas de lo que con- 
tribuyó pormediodel Sindi- 
co Procurador de la ciudad 500 

El Provisor y Vicario Jeneral 
Doctor Manuel de Eche- 
varría 100 

El Secretario de Cámara de 
S. S. Urna. Doctor Francis- 
co Antonio Isaura ....... * 100 

El Visitador de la ciudad Jo- 
sé Jorje de Vidaurre 100 

El Cura Rector Luis Rodrí- 
guez de Lema too 

— — . . . . . 



El segundo José Félix Sa- 

garnaga 100 

El de Sau Sebastian Juan In- 
fante Bernui.... ».». 100 

El de San Pedro Dr. José M. 

- Mendizabal. » 100 

El de Sta. Bárbara Cayetano 

Ortiz de Ariñez 50 

El rector del Seminario José 

Andrés del Castillo.» .... 25 

El vice rector José Jurado.. 12 

El prosbítero José Pacheco.» 12 

Tomas Masa. 4 

Dionisio Ramírez..* 6 

Agustín Madueño 2 

- Gregorio Tellería 12' 

Sebastian Figueroa 12 

Vicente Rojas 4 

Carlos Cañisare« 4 

Bernardo Delgado 2 

Ramón Villanueva. .. . 2 

Ramón Marinea. ... * 10 

Rosendo Aragón...» 4 

Gregorio Cussi 10 

Vicente Gutiérrez 12 

Laurencio Salazar. ..» I 

Rafael Monroy..» 6 

José María Monje 25 

José Diego Machicado. ... .. 3 

Francisco Iturri Patino....» 10 

José Dionisio Silva 6 

Convento de Concebidas. .. » 100 

El Prior de Sto. Domingo... 25 

El de San Agustín.. 25 

El de San Juan de Dios 25 


Partido de Omasuyos. 


El cura de Laja D. Esteban 

Rodríguez 100 

El l. fe de Pucarani Baltazar 

Caravedo 100 

El 2. ° de id. Miguel Sagar- 

naga . • » 100 

El de Guarina Encarnación 

Dr. José Manuel Aliaga.. 100 

El de id. Batallas Nicolás de 

Aliaga 100 

El de Guata Dr. Felipe Riyas 50 

El de Aucoraymes Narciso 

Ernani Bonifaz 50 

El de Carabuco Dr. Francis- 
co Usquiano 50 

El de Escoma Agustín Cár- 
denas 50 


199 - 

El de Guaycho Antonio Rada 
El de Cupacabana Fr. Ma- 
nuel de Cuellar. .»».»...» 

El de Achacachi Luis Cur- 
rasco 

Partido de Chulumani. 

Cotoyco Dr. Pedro de Esco- 
bar León». ... » 

Coripata, es el secretario de 
S. S. lima . ».».»..».».» » 

Pacallo Francisco Riva 

Yanacache Juan José Patrón 

de Arnao 

Irupnna Dr. Andrés Miranda 

Suri Tuan José Sains. 

Chulumani Antonio María Po- 

blete * 

Chirca Ignacio de Palma y 

Carrillo». 

Ocoboya José Enrique Esco- 
bar. »»»..» 

Mecapaca José Tadeo Ville- 
gas..................... 

Palca Pedro Francisco Jimé- 
nez. ...».».» 

Partido de Sorata. 

Italaque Marcos José Palero. 
Curba Manuel Llano....... 

Camata José Ignacio Galves. 
Aucapata José Felipe Arze». 
Ayata Mariano Arescurenaga 

Chuma Manuel Rivera 

Charasani José M Leyva.». 
Sorata José Manuel Rodrí- 
guez 

Combaya Pedro Marcos Do- 
rado 

Timusi Isidoro F «lentes Pabon 

Quiabaya Miguel Vera 

Consata Balta'zar Sánchez... 
Songo José Manuel de Arta- 

jona 

Challana José Gabriel Vicen- 

tilli 

Ambana Sebastian Vitela.. .. 

Chiñijo Juan Mollinedo 

Mocomoco Mariano Nieto A- 

peri;ig‘ue 

Yani José Domingo Eduardo. 
Ananea José León Pacheco». 
Ilabaya, su cura es el pro- 
visor 

5 ? 


50 

100 

100 


100 

25 

100 

100 

25 

100 

100 

50 

100 

100 


100 

50 

100 

25 

70 

25 

50 

100 

100 
62 4 
25 
50 

25 

25 

5Q 

25 

100 
25 
20 


/ 



- 200 - 


Partido de Apolo. 

Pelechuco Miguel Lizarribal 25 

Apolo Dr. Juan José de la 

Dehesa 25 

Aten Pedro Carreon 25 

Pata Dr. Martin Malaga ... . 25' 

Santa Cruz Joaquín de la 

Sota 25 

Isiamas José M. Ruequena.. 25 

Tumupasa Nicolás Aguirre. 25 

Uchupiáinonas José Dámaso 

Oliver 25 

Partido de Pacaxas 


Achocalla Anjel MarianoCar- 

reíio . 50 

Viacha José Valdés 100 

Cnquingora Mateo Mauricio 

Illanes 100 

• Calacoto propietario D. Ig> 
nació Mariano Niño de las 

Cuentas 100 

Id. Coadjutor Ignacio Maria- 
no Zerna 50 

Santiago de Machaca Dr.Ma- 

nuel Tomas Aliaga ...... . 100 

Su ayudante 6 

San Andrés de Machaca José 

Valeriano Rodríguez 100 

Jesús de Machaca Dr. Ma- 
nuel Fuljencio Gamboa .. . 100 

Guaqui Manuel Limachi.. . . 50 

Taraco Manuel Sánchez.... 50 

Tiaguanaco José Silverio Mu- 

rillo 60 

Caquiavire Melchor León de 

la Barra.. . 100 


Partido de Sicasiea. 


Hayohayo Dr. Francisco Lo- 
mas 100 

Caracato Martin Larrea 100 

Sapaqui José Francisco Sa- 

lasar. í . 50 

Chanca Romualdo Gemio... 50 

Calamarca Marcos Pardo de 

Figueroa 100 

El presbítero Juan Tomas 

de Aliaga 6 

Antonio Aliaga.. ......... .. 4 


José Mariano del Castillo. .. . 4 


Total $ 7.966 4 


REMIJIO, Obispo de la Paz. 


WUM VII. 

Donativo de Oruro. 

El Sr. alcalde de primer voto 
Dr. José Eujenio del Por» 
tillo entregó 12 onzas mo- 
neda sellada de oro 204 

El Sr. alcalde ordinario de 
segundo voto D. José Ga- 

vmo Ruiz de Sorzano 150 

El Sr. vicario Eclesiástico 

Dr. Manuel Antonio Flores. 50 

El Sr. visitador de la real ha- 
cienda José González de 

Prada 80 

El Sr. vicario del partido de 
Carangas, cura de Corquo- 
marca Dr. Diego Apolinar 

de Ondarza. 200 

El Sr. cura rector de la Ran- 
chería Manuel José Sou- 

tiño 25 

El Sr. cura de Challacollo 

Manuel Amezaga 100 

El Sr. cura de Andamarca 

Dr. Pedro José Funes.... 100 

El Sr. ministro contador José 

Posada Rubín . 50 

El Sr. ministro tesorero José 

García y Mesa... 25 

El Sr. rejidor Manuel Serrano 57 4 

El Sr. Tejidor Melchor Saa- 

vedra... 20' 

El Sr. rejidor José Antonio 

Ramallo 12 

El Sr. diputado de comqrcio 

Francisco Estevan García. 100 

El Sr. administrador de cor- 
reos Diego Antonio del 

Portillo..... 25 

El Sr, cura escusador Ma- 
riano Lazarte 25 

El asesor de cabildo licencia- 
do Juan Manuel Porcél... 20 
El Sr alcalde de la herman- 


■■■ ■■ ■■- -- ■ 

- 201 - 


d«d Isidro Bustillos 20 

El Sr. alcalde de la herman- 
dad Domingo Dalanze. .. . 50 

El balanzario Martin de Ta- 
pia 25 

El *Sr. oficial real honorario 

Antonio Suarez de Rivera. 10 
Tomas Antonio do Ayarza... 35 6 

Ignacio de Zarraga 50 

Santiago de Albarracin 25 

Dr. José Serrano... 25 

Juan Bautista Tedesqui 100 

Dr. Carlos Quiroga. ....... . 20 

José de Unanue 25 

Melchor Higueras, escribano 

de cabildo 25 

Tadeo Tobar 12 

Manuel Morales 25 

José Romero 25 

Manuel Quevedo 2 

Manuel Quintanilla 2 

Aneelrno Carpió 25 

Diego Martínez. 2 

Luciano Espinosa 10 

Juan Pablo Lira 12 

Martin Mendoza 2 

Rafael Maldonado. 2 

Francisco Serna 4 

Clemente López 6 

Alejo Anze 4 

Estanislao Argote 3 

Santiago Ceballos 3 

Miguel Iraola 4 

Francisco Montano 2 

Agencio Vázquez.. 17 

Carlos Maldonado 4 

Leandro Castro 2 

Pascual Cantos 4 

Isidro León 4 

Pedro Barroso 2 

Julián Hidalgo 2 

Manuel Villafan * 15 

Pascual Patino 2 

Basilio Luna 3 

Nicolás León. 2 

Ancelmo Zabalaga 2 

Isidro Orozco. x 2 

Patricio >Facio 2 

Francisco Vargas 4 

Gregorio Sempertegui 20 

Melchor Pelaes. .. . 6 

Manuel García 17 

Bartolomé Rocha 17 

Toribio Munllo 17 

Pedro Toledo 12 


José Salamanca 2 

José Arzave.. 17 

Vicente Rivera 17 

Narciso Rengel 4 

Ennenejildo Bravo 2 

Calisto Montalvo 4 

Mariano Beltran 4 

Francisco Afino 1 

Ignacio Herrera ... 6 

José Arias 4 

Dominga Villa 2 

José Malavia.. 10 


Total 2028 2 

Conducion 28 2 


Líquido........ 2000 

Oruro 18 de mayo de 1807. 


Dr. José Eujeneo del Portillo — José 
Gavino Ruiz de Sorzano. 


Intimación de los jenerales in- 
gleses de mar y tierra para la 
rendición de la plaza de Mon- 
tevideo: contestación negativa 
del virei Sobre-Monte ; y pro- 
clama del mismo. 

A bordo del navio Diadema de 
S. M. B, enero 14 de 1807. — 
Señor: teniendo bajo mis órde- 
nes fuerzas suficientes pertene- 
cientes á S. M. B. y habien- 
do recibido instrucciones para 
atacar el territorio español en el 
Rio de la Plata, quiero tener el 
j honor de intimiarleá V.E. la ren- 
dición de la fortaleza de S. Feli- 
pe y sus dependencias, con el 
grande deseo de 6alvar la efusión 
de sangre, y evitar á los inocen- 
tes habitantes de las miserias que 
atrae una pertinaz defensa, me 
induce esto á prevenir á V. E. me 
hallo pronto á garantir una capi- 
tulación en términos liberales, y 



- 202 - 


al mismo tiempo puedo asegurará 
V.E. son mis fuerzas ampliamente 
suficientes para la rendición de la 
fortaleza y lo interior de la pro- 
vincia — Tengo el honor de ser Sr. 
Exmo. mui obediente humilde 
servidor. — Cárlos Sterling . — S. 
Auchmuty , B. Sir , á S. E. el 
marques de Sobre-Monte, virey 
de Buenos Aires &,c. &c. & c. 


CONTESTACION. 

Exmos. Señores. — Para con- 
testar el oficio de VV. EE. de 
fecha de ayer poco tengo que de- 
tenerme, ni en que trepidar, re- 
produciendo lo que dije al Sr. 
almirante en respuesta del queme 
dirijió á su ingreso al mando de 
esas tuerzas de S. M. B. á la vis- 
ta de esta plaza, pero sí debo aña- 
dir que sobre aquel concepto es 
considerada la propuesta del dia, 
por el Sr. gobernador de ella, por 
sus tropas de la guarnición y del 
ejército esterior, por todos sus 
vecinos y habitantes, y por mí que 
tengo el honor de mandarlas, un 
insulto á nuestro honor y á la 
lealtad que profesamos á nuestro 
amado soberano el rei de Espa- 
ña, de que nos gloriamos así pues 
por tan dignó objeto todos estos 
sus vasallos, miran la efusión de 
su sangre, y la entrega de su últi- 
mo aliento, como el mas gustoso 
sacrificio, antes que desmentirla 
ni en un ápice. Aquel jefe está de 
acuerdo conmigo, en obrar hasta 
este estremo, así como las tropas 
y vecindario deseando el momen- 
to de hacer uso de sus armas; y 
que pues VV. EE. tratan con su 
provocación de hacer mutuamen- 


te inevitables los males que enun- 
cian, podrán poner en ejercicio 
las de su mando, no ésperando 
ni otro modo de pensar ni otra 
contestación. Sin perjuicio de tan 
sagrados deberes me ofrezco de- 
seoso de servir á VV. EE. cuya 
vida guarde Dios muchos años. 
Montevideo 15 de enero de 1807. 
Exmos. Señores — El marques de 
Sobre-Monte — Exmos. Señores 
jenerales de mar y tierra de S.M. 
B. Sterling, y Auchmuty — Es 
copia.-?— Por comisión de S. E. — 
Manuel José de Veles. 

PROCLAMA . 

El virei — Valerosos y fieles 
soldados, vecinos y habitantes de 
Montevideo y su campaña: los je- 
nerales ingleses acaban de solici- 
tar hoi la rendición de esta plaza 
y territorio á las armas de S. M. 
B. con agravio de vuestro valor y 
de vuestra fidelidad al mejor de 
los soberanos; y yo segurísimo de 
estas apreciables virtudes que 
forman vuestro carácter acabo de 
contestarles que estamos todos 
dispuestos á dar el último aliento 
antes que desmentirlas: nada ten- 
go que esforzarme en pruebas pa- 
ra convenceros de las ventajas y 
de la gloria de vencerlos, pues he 
sido testigo con la mayor com- 
placencia y ternura de vuestra 
disposición y de que sabéis des- 
preciar los riesgos de la vida: 
guarnición de la plaza de S. Fe- 
lipe que codicia la ambición in- 
glesa, soldados todos, que lo sois 
por obligación, por reli jion, por 
patriotismo, y por lealtad confiad 
en el Dios de los ejércitos que ha 


d e protejer nuestra causa contra 
la injusticia de nuestros invaso- 
res, y después de vuestros jefes: 
defensores de los muros de Mon- 
tevideo confiad en vuestro caudi- 
llo que tiene todos los sentimien- 
tos dignos de su honor, y él lu- 
dirá á los mios que os signifi jo 
los que le sujieran sus celo? os 
empeños y deseos. — Campamen- 
to del Tren 15 de enero de 1807. 
El marques de Sobre-Monte . — 
Por comisión de S. E. — Manuel 
José de Veles — Es copia. Por co- 
misión de S. E. — Veles. 

Buenos Aires, y enero 17 de 
1807. 

Recibidos ahora que son las 
ocho de la noche: imprímanse sin 
pérdida de momento. 

Como delegado del Exrao. Sr« 
virei. Bazo. 


Circular del Cabildo de Buenos 
Aires á los de las provincias 
demandando socorros de armas 
y dinero para ir en ausilio de 
Montevideo. 

El enemigo común, el ingles, 
pesaroso de haber sido lanzado 
de esta capital el dia 12 de agos- 
to del año último, no ha querido 
desamparar la garganta de este 
gran rio con las naves que le ha- 
bían quedado, esperando los so- 
corros y refuerzos que de ante 
mano habia pedido al Cabo y á 
su corte, para asegurarse de la 
posesión que habia tomado de es- 
ta ciudad y sus dependencias pa- 
ra desde ella dar ensanches á su 


203 - 

desmedida ambición y codicia, 
hasta hacerse del rico cerro de 
Potosí y dernas adyacentes mine- 
rales, único blanco de todas sus 
especulaciones y espediciones na- 
vales. Con este objeto habiéndose 
hecho en breve de algunos socor- 
ros y refuerzos; se apoderó del 
puerto y pueblo de Maldonado, 
del que le fué fácil hacerse, por 
no alcanzar nuestras cortas fuer- 
zas á cubrir suficientemente tan- 
tos puntos y tan distantes. Des- 
cansando en Maldonado, fué en 
breve inquietado de los nuestros, 
que divididos en partidas no le per- 
mitían tomar ganado alguno del 
campo. Incomodado de esto, por 
que faltándole la carne, le falta 
todo alimento á este lobo carni- 
cero, resolvió desamparar el pu- 
erto y pueblo, y viniéndose ya 
mas reforzado al de Montevideo, 
logró desembarcar en tierra un 
considerable número de tropas, 
que alentadas con su primer feliz 
suceso, tienen puesto un apretado 
cerco á la importantísima y vale- 
rosa plaza de Montevideo. Vién- 
dose ella angustiada ocurre con 
instancia por socorros á esta ca- 
pital. Esta no puede negárselos 
aunque sea á trueque de quedar 
reducida á la indijencia, porque 
es su hija mui amada; se portó 
ella como tal, cuando vió á la ma- 
dre agoviada y aflijida; y porque 
esta conoce que derribado aquel 
baluarte, queda no solo ella es- 
puesta á las empresas ambiciosas 
del enemigo, sino lo que es mas 
todo el reino, como ya sus gace- 
tas y demas papeles y periódicos 
lo publican. Quisiera en virtud 

58 



- 204 - 


de esto, suministrárselos á pro- 
porción no tanto de su necesidad, 
cuanto de sus deseos. Pero el es- 
tado á que se vé reducida por 
tanta adversidad, como la ha so- 
brevenido no se lo permite. Exáus- 
to enteramente el patrimonio de 
la corona, agotados sus propios 
fondos, y consumidos los capita- 
les de los particulares, que era el 
recurso que hasta aquí tenia para 
salir de tanto empeño, tomándolo 
sobre sí, no tiene ya á que apelar. 
Solo le queda la jenerosidad, ce- 
lo y beneficencia de V. S. y de su 
noble vecindario que viendo á es- 
ta capital en tan terrib'.e aprieto 
no dejará de socorrerla, aunque 
no sea masque por su propia se- 
guridad y conveniencia, porque 
es indisputable que abierta esta 
puerta, queda la casa vendida, es 
decir, todo el reino. El mal que 
de aquí se sigue es incalculable, 
porque no solo pasamos á ajena 
dominación de leyes diferentes, y 
mui diversas costumbres, sino que 
nuestra santa relijion, la fé de nu- 
estros mayores y la esposa amada 
de Jesu-Cristo queda viuda, apa- 
gada y proscripta; ¡qué desolación 
tan grande! ¡Qué dolor mas 
acerbo! 

Esta sola consideración nos 
parece que basta para inflamar el 
pecho mas helado de todo español. 
Mientras esta capital ha tenido 
arbitrios para ocurrir á tanta ne- 
cesidad no ha pensado en moles- 
tar a nadie, sufriendo con cons- 
tancia y resignación los golpes 
de la Divina Providencia, para 
que con su sacrificio se salvasen 
sus hermanos. Pero en el dia en 


que el peso ya la agobia, y no 
tiene, por decirlo así, báculo so- 
bre que apoyarse, le es indispen- 
sable valerse de los suyos. Es- 
fuérzese pues V. S. á encender- 
los y estimularlos, que proveídos 
nosotros, esperamos defenderlos. 
No queremos que ninguno se in- 
comode, ni desampare su hogar, 
porque mientras hubiese vivientes 
en Buenos Aires habrá defensores 
del Perú. Solo solicitamos que 
si hubiese algunas armas blancas, 
y de fuego en el distrito de V. S. 
se sirva remitírnoslas á la mayor 
brevedad, y lo mismo el numera- 
rio con que sus jenerosos habi- 
tantes contribuyesen para el buen 
éxito de una causa que les es co- 
mún. Que con estos ausilios te- 
nemos de nuestro juicio, lo que 
basta para frustrar las maquina- 
ciones del fiero y soberbio ingles, 
y dejar á nuestros amados herma- 
nos disfrutando en paz de las dul- 
zuras de su natalicio suelo. 

Dios guarde á V. S. muchos 
años. Buenos Aires 26 de enero 
de 1807,-Martin de Alzaga.- Es- 
teban Villanueva. — Manuel Man- 
cilla. — Antonio Piran. — Manuel 
Ortiz Basualdo. — Miguel de A- 
güero. — José Antonio Capdevi- 
la.-Juan Bautista ltuarte. -Mar- 
tin Monasterio. — Benito Iglesias. 

M. I. C. Justicia y rejimiento 
de 


Proclama del Cabildo de Buenos 
Aires, exhortando á acudir á 
defender á Montevideo. 

Valerosos y leales voluntarios: 



- 205 - 


vuestra singular conducta nos 
ofrece cada dia nuevos motivos 
de admiración y de asombro. Ha- 
béis dejado á la capital en la con- 
fusa, pero preciosa duda, de si 
deberá aplaudir mas el ardimien- 
to jeneroso, con que os presen- 
tasteis á alistar vuestros nombres, 
ó el contento universal con que os 
habéis arrojado á las aguas, para 
ocurrir al ausilio de la fiel, de la 
valerosa, de la hija angustiada, 
de la afiijidá Montevideo. Vues- 
tro noble entusiasmo hará época 
en los fastos de la historia. Vues- 
tra acrisolada lealtad servirá de 
ejemplo á las presentes y futuras 
jeneraciones. No desmayéis: fo- 
mentad en vuestros pechos el va- 
lor que habéis manifestado. Acor- 
daos que vais á combatir con un 
enemigo, á quien pocos meses ha, 
á pesar de sus mayores ventajas, 
rendísteis á discreción. Tened pre- 
sente, que marcháis al ausilio de 
la ilustre Montevideo, de esa hi- 
ja mui amada, que no retardó los 
socorros, cuando consideró en 
opresión á la madre. Id ciertos 
que en vuestros semblantes lleváis 
grabada la imájen de la victoria. 
No dudéis que vuestro jeneral, 
ese ínclito caudillo, animará in- 
trépido á todos con su presencia 
y serenidad, y persuadirá con el 
ejemplo. Ea, corred pues á la de- 
fensa de aquella importantísima 
plaza: no perdáis instantes en es- 
carmentar para siempre á ese ti- 
rano invasor de nuestros derechos, 
de nuestras propiedades, de nues- 
tra quietud y sosiego. Hacedle 
entender de una vez, que ni sus 
débiles fuerzas, ni sus alagüeñas j 


insidiosas ofertas podrán jamas 
abatir el valor, ni corromper el 
corazón de los- hi jos y habitantes 
de la América. Y si por acaso la 
memoria de vuestros padres, de 
vuestros hijos, de vuestras con- 
sortes á quienes habéis abandona- 
do por los intereses de la relijion, 
del rei y de la patria, ha podido 
por algún momento distraer vues- 
tra atención de objeto tan impor- 
tante (que no lo creemos) estad 
seguros que su subsistencia corre 
por cuenta del Cabildo de Bue- 
nos Aires; que ausiliado de su 
distinguido y fidelísimo vecinda- 
rio no omitirá medio de cuantos 
sean conducentes á su alivio, y 
les proporcionará las mayores ven- 
tajas. Tranquilizaos con estecom- 
prometimiento y no os demoréis en 
dar las últimas pruebas de vues- 
tra lealtad y patriotismo. Sala 
capitular de Buenos Aires, enero 
30 de 1807. 

Martin de A Izaga — Esteban de 
Villa Nueva.-Manuel Mancilla.- 
Antonio Piran.-Manuel Ortizde 
Basualdo.-Miguel Fernandez de 
Agüero. -José Antonio Capdevi- 
la.-Juan Bautista de Ituarte.- 
Martin de Monasterio.- Benito de 
Iglesias. 


Parte de la conquista de la pla- 
za de Montevideo por las tro- 
pas británicas , dado por el bri- 
gadier jeneral Sir Samuel 
Achmuty al mui honorable 
Guillermo Windham. 

Montevideo febrero 6 de 1807. 
Señor: — Tengo el honor de in- 


t 1 



- 206 - 


formar á V. que las tropas de S. M. 
bajo de mi mando han tomado por 
asalto, después de una resisten- 
cia la mas determinada, la impor- 
tante fortaleza y ciudad de Mon- 
tevideo. 

El Ardiente con su convoi ar- 
ribó á Maldonado el 5 de enero: 
y yo tomé inmediatamente bajo de 
mis órdenes las tropas del Cabo, 
mandadas por el teniente coronel 
Backhouse. En el 13 evacué esta 
plaza sin oposición, dejando una 
pequeña guarnición en la isla de 
Gorriti. 

Con consulta del contra-almi- 
rante Sterling se determinó ata- 
car á Montevideo; y desembarqué 
la mañana del 18 al O de la Pun- 
ta de Carretas en una pequeña 
bahía, cerca 9 millas de la ciudad. 
Cuando desembarcamos tenia el 
enemigo sobre las alturas una 
grande fuerza con cañones; pero 
no avanzó á oponerse, sinó que 
permitió que yo tomase una posi- 
ción fuerte cerca de una milla de 
la costa. A medio dia comenzó un 
lijero fuego y algún cañoneo en 
las avanzadas, y continuó con in- 
terrupción mientras permaneci- 
mos. El 19 nos movimos hacia 
Montevideo: la columna derecha 
al mando del honorable brigadier 
jeneral Lurnley al momento en- 
contró oposición: cerca? de 4,000 
hombres de la caballería enemiga 
ocupaban dos alturas, al frente y á 
la derecha. Así que avanzamos se 
rompió contra nosotros un fuego 
mui pesado de balas y metral la ; pe- 
ro cargando con espíritu al frente 
el batallón del mando del teniente 
coronel Brownigg, dispersó los 


cuerpos opuestos con pérdida de 
un cañón. El enemigo no esperó 
igual movimiento al flanco, sinó 
que se retiró: continuó retirándose 
delante de nosotros, y nos permi- 
tió sin oposición alguna, escepto 
algún cañoneo desde lejos, tomar 
una posición cerca de dos millas 
de la ciudadela: nuestras postas 
avanzadas ocuparon los arrabales 
y algunas pequeñas partidas fue- 
ron apostadas cerca de las obras; 
pero á la tarde la principal parte 
de los arrabales fué evacuada. 

A la mañana siguiente salió el 
enemigo de la ciudad, y nos ata- 
có con toda su fuerza de cerca de 
6,000 hombres y un número de 
cañones: avanzó en dos columnas, 
la derecha compuesta de caballe- 
ría, para rodear nuestro flanco 
izquierdo, mientras la otra de in- 
fantería atacaba la izquierda de 
nuestra línea: esta columna aco- 
metió contra nuestros puestos 
avanzados; y cargó tan duramen- 
te contra nuestro piquete de 400 
hombres, que el coronel Browne 
que mandaba la izquierda, orde- 
nó que fuesen á sostenerlo tres 
compañías del 40 al mando del ma- 
mayor Campbell: estas compañías 
cayeron sobre la cabeza de la co- 
lumna y las acometieron mui bra- 
vamente; y esta carga fué reci- 
bida tan galantemente, que por 
ambas partes cayó un gran nú- 
mero. Al fin la columna principió 
á retirarse, y entonces fué repen- 
tina é impetuosamente atacada 
por los cuerpos rifles (cazadores) 
y el batallón lijero que yo había 
ordenado y dirijido hacia aquel 
punto particular. La columna se 



- 207 - 


desordena, y es perseguida hasta 
la ciudad con grande matanza y 
pérdida de un canon. La columna 
derecha observando el hado de 
sus compañeros, se retiró con 
precipitación sin entrar en la ac r 
cion. 

La pérdida del enemigo fué 
considerable, y se ha calculado 
en 1,800 hombres: sus muertos 
podrán montar á 200 ó 300. Noso- 
tros hemos tomado otro tanto nú- 
mero de prisioneros; pero la par- 
te principal de los heridos la me- 
tieron en la ciudad. Yo soi tan 
feliz, que puedo decir que nues- 
tra pérdida es mui corta en com- 
paración. 

Las consecuencias de esta ac- 
ción son mas grandes que la ac- 
ción misma. En lugar de encon- 
trarnos rodeados de la caballería 
y guerrillas en nuestros puestos, 
muchos de los habitantes del pais 
se separaron y retiraron á sus ca- 
sas, y se nos permitió asentarnos 
quietamente delante de la ciudad. 

Por las mejores informaciones 
que habia adquirido, fui inducido 
á creer que las defensas de Mon- 
tevideo eran débiles, y la guarni- 
ción de ningún modo dispuesta á 
una resistencia ostinada; pero en- 
contré las obras verdaderamente 
respetables con 160 piezas de ca- 
non, y que ellos se defendían há- 
bilmente. * 

Estando el enemigo en pose- 
sión de la isla de Ratas, era due- 
ño también del puerto. Yo estaba 
cuidadoso de que sus cañoneras 
nos ofendiesen como lo esperi- 
mentabamos. Una batería de dos 
cañones se construyó el 23 para 


contenerlas, y nuestros puestos 
fueron estendidos hasta el puer- 
to, y cerrada completamente la 
guarnición por la parte de tierra; 
pero su comunicación aun perma- 
necía abierta por la mar, y sus 
botes les conducían municiones y 
tropas: aun el agua la conseguían 
por este medio, pues los pozos que 
abastecían la ciudad estaban en 
posesión nuestra. 

El 25 abrimos baterías de 4 ca- 
ñones de á 24, y 2 morteros: y 
todas las fragatas y buques me- 
nores vinieron tan cerca cuanto 
pudieron, y cañonearon la ciudad. 
Pero viendo que la guarnición no 
se intimidaba ni se rendía, cons- 
truí el 28 una batería de 6 caño- 
nes de á 24, á mil yardas del bas- 
tión del S. E., que me habia in- 
formado estaba en tan débil esta- 
do, que pudiera fácilmente arrui- 
narse: el parapeto luego fué des- 
truido, pero el terraplén recibió 
poco daño: y quedé convencido 
de que mis esfuerzos no eran su- 
ficientes para un sitio regular: el 
único prospecto de buen suceso 
que se me presentaba, era levan- 
tar y formar una batería lo mas 
cerca que se pudiera de la mura- 
lla por la puerta del S., que une 
las obras de la mar, y empeñarme 
á abrirle brecha: esto fué efectua- 
do por una batería de 6 cañones 
á distancia de 600 yardas; y aun 
que estaba espuesto á un fuego 
mui superior del enemigo, que fué 
incesante durante todo el sitio, 
se dijo que una brecha era prac- 
ticable en el 2 del corriente. Mu- 
chas razones me indujeron á no 
diferir el asalto, aunque temía que 


59 




- 208 - 


las tropas iban espuertas á un 
fuego mui pesado ál acercarse y 
montar la brecha: se dieron órde- 
nes para el ataque una hora antes 
de amanecer el dia siguiente, y 
se mandó un parlamento por la 
tarde al gobernado*, intimándole 
rindiese la plaza: á este mensaje 
no se dio respuesta. Las tropas 
destinadas fiara el asalto se com- 
ponían de los cuerpos rifles al 
mando del mayor Gardner, dé la 
infantería lijé r a aL mando del te- 
niente coronel Brownigg y del 
mayor Troller, de los granaderos 
él mando de los mayores Camp- 
bell y Tucker, y del Tejimiento 
38 al mando del teniente coronel 
Vassal y del mayor Nugént. Ellos 
fueron sostenidos por él Tejimien- 
to 40 al mando del mayor Dal¿ 
rymple, y por el 87 al marido del 
teniente coronel Botiller y dél 
mayor Mi 11er: todos eran coman- 
dados por el coronel Browné. El 
résto de mi fuerza se componía 
del 17 de dragones lijeros, de los 
destacamentos del 20 y 21 de dra- 
gones lijeros del Tejimiento 47; de 
una compañía del 71 y de un cuer- 
po de marineros y jente de mar, 
acampados bajo el mando del bri- 
gadier jeneral Lumley para pro- 
tejer nuestra retaguardia. A la 
hora destinada marcharon las tro- 
pas al asalto: ellas se acercaron 
á la brecha antes de ser sentidas, 
y cuando lo fueron, se abrió so- 
bré ellas un fuego destruidor de 
todos los cañones que miraban 
hácin aquella phrte y de la mos- 
quetería de la guarnición. Pero 
por pesado que fuese el fuegb, 
nuestra pérdida hubiera sido & 


proporción mui corta si la brecha 
hubiese estado abierta; pero du- 
rante la noche y bajo nuestro fue- 
go el enemigo la había barriquea- 
do con cueros, de un modo que 
la hacia casi impracticable. La 
noche era en estremo oscura: la 
cabeza de la columna erró la bre- 
cha; y cuando se acercó, estaba 
tan cerrada, que se engañó no pu- 
diéndola tocár. En esta situación 
permanecieron las tropas un cuar- 
to de hora bajo un fuego vivo, 
hasta que se descubrió la brecha 
por el capitán Remy del 40 de in- 
fantería lijera, quien se dirijió á 
ella y calló gloriosamente muerto 
al montarla. Nuestros valientes 
soldados la acometieron, y por 
dificultoso que fuese su acceso, 
forzaron el camino hacia la ciu- 
dad. A la bóca de las calles prin- 
cipales se habían colocado caño- 
nes y su fuego por un cortotiem- 
po fué destruidor; pero las tropas 
avanzaron en todas direcciones, 
limpiando las calles y baterías 
con sus bayonetas y derribando 
sus cañones. El Tejimiento 40 con 
el coronel Browhe lfe siguió des- 
pués: ellos también erraron la 
brecha y dos veces pasaron por 
el fuego de las baterías antes de 
encontrarla. 

El Tejimiento 87 estaba apos- 
tado cerca de la puerta del Nor- 
te, la que debían abrir las tropas 
que entrasen por la brecha; pero 
su ardor era tan grahde, que no 
pudieron esperar: escalaron las 
murallas, y entraron en la ciudad 
cuando lhs tropas de adentro se 
acérchban. Al ser de dia todo es- 
taba ért posesión nuestra, escepto 





- 209 - 


la ciudadela que hizo una mues- 
tra de resistencia; y por la maña- 
na bien temprano la ciudad esta- 
ba quieta y las mujeres paseaban 
pacíficamente por las calles. El 
valor que manifestaron las tropas 
durante el asalto y su moderación 
y arreglada conducta en la ciudad, 
hablan demasiado en su elojio, pa- 
ra que sea necesario decir cuan 
sumamepte agradable me ha sido 
su porte. Los servicios que han 
tenido que hacer desde quedesern- 
barcaron, han sido estraordina- 
rios, severos y laboriosos, pero 
no se Ies ha escapado ninguna 
murmuración: todo lo que yo de- 
seaba se hacia con orden y con 
esmero. 

Nuestra pérdida durante el si- 
tio fué corta, particularmente no 
siendo defendidos por aproches, y 
siendo elfuego de balay metralla 
del enemigo incesante; pero me 
es doloroso añadir que fué gran- 
de en el asalto: muchos apreeia- 
bilísimos oficiales hai entre los 
muertos y heridos: el mayor Dal- 
rimpe del 40 es el único oficial 
de campo que ha muerto: los te- 
nientes coroneles Vassal y Brow- 
nigg y el mayor Tucker se hallan 
entre los heridos, y siento mucho 
decir que los dos primeros lo es- 
tán mui gravemente. La pérdida 
del enemigo es grande: cerCa de 
800 muertos y 500 heridos, y el 
gobernador D. Pascual R.üizHui- 
dobro con mas de 2,000 entre ofi- 
ciales y soldados prisioneros: cer- 
ca de 1,500 se escaparon en bo- 
tes ó escondidos en la ciudad. 

He recibido del brigadier jerte- 
ral el honorable W. Lumley, y 


del coronel Browne la mas hábil 
y celosa asistencia:el primero pro-» 
tejió del enemigo la línea durante 
nuestra marcha, y cubrió nuestra 
retaguardia durante el sitio, con 
gran juicio y resuelta bravura. 

La establecida reputación en la 
real artillería, ha sido firmemente 
sostenida por la compañía de mi 
mando, y me considero mui obli- 
gado á los capitanes Watsson, 
Dickson, Carmichael y Willgres 
por sus celosas y hábiles opera- 
ciones. 

El capitán de injenieros Fans- 
haw es igualmente celoso, y aun 
que joven, se ha conducido en el 
servicio con tanta propiedad, que 
ho tengo la menor duda de apro- 
barlo por un oficial apreciable: 
debiendo á su gran fatiga la en- 
fermedad que contrajo en medio 
de nuestras operaciones: yalmo- 
mento el capitán Dickson tomó su 
oficio y lo desahipeñó con el mas 
grande juicio. 

De los jefes de los cuerpos y 
departamentos de la plana mayor 
jeneral del ejército, de la medici- 
na, y de la mia propia, he recibi- 
4o la mas pronta y esmerada asis- 
tencia. 

Los capitanes y oficiales do la 
escuadra han sido igualmente ce- 
losos en asistimos, siendo parti- 
cularmente deudora los capitanes 
Donelly y Palmer por sus gran- 
des servicios. Ellos comandaban 
un cuerpo de marineros y hom- 
bres de mar que fueron desembar- 
cados, y nos fueron esencialmente 
útiles con los cañones, en las ba- 
terías y en la conducion de muni- 
ciones y pertrechos. 



- 210 - 


No es necesario decir que ha 
habido la mayor cordialidad entre 
el contra-almirante Sterling y yo: 
habiendo recibido de él la mas 
amistosa atención y todo lo que ha 
estado en su mano concederme. 

Este despacho será entregado 
á V. por el mayor Fucker, que 
fue herido en el asalto: y como ha 
sido por mucho tiempo mi confi- 
dente, suplico a V. se tome la mo- 
lestia de informarse de él de todas 
los demas particulares. 

Tengo el honor de ser &,c. 
&,c. — S. Achmuty: brigadier je- 
neral comandante. — Al mui ho- 
norable W. Windham &c. &- c. 

P. S. — Siento mucho añadir 
que lostenientes coroneles Vassal 
y Brownigg han muerto ayer de 
sus heridas: me lisonjeaba con es- 
peranzas de su restablecimiento; 
mas una rápida gangrena ha pri- 
vado á S. JY1. de dos mui hábiles 
y valerosos oficiales. 

Gaceta Estraor diñaría de 
Londres: 12 de abril 1S07. 


Ataque y toma de Montevideo — 
Fragmento de la obra de los 
S.S. Robertson. (a) 

Entre 1S06 y 7, súpose en 

Inglaterra de la espedicion que 
antes he mencionado, al mando 
del visconde de Beresford, la cual, 

(a) En la interesante obra que, en 
1839, publicaron en Londres los Sres J. 
P. y VV. P. Robertson, bajo el titulo: 
Lelters on Paraguay comprising an uccount 
of four yearsresidence in Ihat Republic . ” &, 
se hallan algunos fragmentos concer- 
nientes á los sucesos que hacen la inate- 


habiéndose dirijido al Rio de la 
Plata, había atacado bravamente 
y tomado la ciudad de Buenos 
Aires. 

Esta victoria, sorprendente por 
sí misma, escitó en alto grado la 
fantasía de nuestra nación, que 
anticipó inmensos resultados en 
nuestro favor. Nos fué dicho que 
el pueblo conquistado, no solo es- 
taba satisfecho con sus nuevos 
dominadores, sino que era dócil, 
sumiso, amigable y lisonjero en 
su trato con nosotros. El rio de 
la Plata que desaguando en el mar 
por una boca de casi 150 millas 
de ancho, y navegable hácia aden- 
tro por mas de 2000, nos filé des- 
cripto como el mas poderoso ca- 
nal para infinitos millones de nues- 
tras mercancías. Se nos mostró 
abierto el Perú y sus minas al tra- 
vés de este magnífico canal; se nos 
dijo que las rejiones tropicales del 
Paraguay podrían ser abordadas 
por grandes buques; que miles de 
millones de ganados pacían en 
aquellas feraces praderas; que el 
valor de un toro era de cuatro 
chelines, y que el de un caballo 
llegaba apenas á dos. Los natura- 
les (se nos seguía diciendo) darían 
oro sin cuento por nuestras mer- 
cancías; y sus menajes estaban 
tan abundantes de víveres, tan lle- 
nos de productos nacionales sus 
depósitos, como sus cofres lo es- 
taban de preciosos metales. Las 

ría de nuestra Colección, y los cuales da- 
remos en sus respectivos lugares. Cor- 
responde que ahora coloquemos aquí el 
presento, que contiene una pintura ani- 
mada do lo mas fuerte que presentó la 
toma do Montevideo por los ingleses. 

• {Nota' de la Redacción .). 


- 211 - 


mujeres eran bellísimas, y los hom- 
bres hermosos y atléticos. 

Tales eran las noticias recibi- 
das aquí de la nueva Arcadia, cu- 
ya maravillosa é increíble conquis- 
ta habia hecho lord Berresford. 

El comercio ingles, ávido siem- 
pre de tierras estranjeras, desple- 
gó al momento las velas de sus 
buques para la América del Sur. 
El rico, el pobre, el indijente, el 
especulador, el ambicioso, todos 
se lanzaron á las nuevas tierras 
inglesas á hacer ó reponer fortu- 
nas; y el gobierno se contrajo se- 
riamente á equipar una nueva es- 
pedicion bajo las órdenes de Sir 
Samuel Auchmuty paraestender 
y asegurar sus nuevos territorios, 
prótejiendo ademas las propieda- 
des y personas de sus súbditos. 

A ejemplo de muchos otros ar- 
dientes jóvenes, me dejé llevar del 
deseo de visitar una tierra descrip- 
ta con tan fascinantes colores; y 
partí deGreenock en diciembre de 
1806 en un lindo buque llamado 
La “Empresa” mandado por el 
capitán Grahan. 

Demasiado conocida es la mo- 
notonía de un viaje de mar para 
que me detenga á describir el 
mió. Tuvimos los conocidos vien- 
tos borrascosos del Canal &>. 

y después, grandes regocijos 
cuando, después de tres meses de 
puro mar y cielo, tocamos con la 
sonda el fondo del Rio de la Pla- 
ta. Navegábamos gallardamente 
en las aguas interiores, y esperá- 
bamos al otro dia anclar en Bue- 
nos Aires, cuando fuimos deteni- 
dos por un buque de guerra in- 
gles; y ;oh dolor! lo fuimos para 


ver disipados los dorados ensue- 
ños que nos habían mecido duran- 
te todo el viaje. 

Habiendo recibido el capitán 
Grahan la orden de ir á bordo de 
la fragata, volvió con el desalien- 
to pintado en su semblante, á re- 
ferirnos que los españoles habían 
recuperado á Buenos Aires, to- 
mando prisionero con todo su 
gallardo ejército, al bravo jeneral 
Berresford. 

Siguió informándonos nuestro 
capitán que la segunda espedicion 
bajo Sir Samuel Auchmuty, es- 
taba á punto de atacar á Monte- 
video; y que, esceptuando los al- 
rededores de esta plaza ocupados 
por el ejército Ingles, no habia en 
todo el territorio un palmo de ter- 
reno para los súbditos británicos. 
Se nos ordenó situarnos en la bo- 
ca del puerto de la ciudad sitia- 
da, y ponernos allí á las órdenes 
del almirante ingles. 

Se desplomaron así los Casti- 
llos en el aire que el grupo de pa- 
sajeros de la “Empresa” habia 
levantado hasta una fantástica al- 
tura. Aquellos que el dia anterior 
habían palmoteado en mutua con- 
gratulación de las fortunas que ya 
iban á hacer, iban y venían cabiz- 
bajos por la cubierta con sínto- 
mas evidentes de despecho y de 
tristeza. 

Pronto tomamos nuestro pues- 
to fuera de Montevideo entre cen- 
tenares de buques que se halla- 
ban en nuestra misma situación. 
Podíamos oir desde donde está- 
bamos los ronquidos del cañoneo, 
y ver las baterías que vomitaban 
el fuego y el hierro sobre las ca- 



- 2 12 - 


sas de los aterrados habitantes. 

Montevideo era una plaza per- 
fectamente fortificada. Veíanse en 
el puerto muchos botes afanados 
pasando de buque á buque; algu- 
nos bergantines de guerra esta- 
ban próximos á las murallas bom- 
bardeando desde el mar la ciuda- 
dela; los cañones estaban traba- 
jando con mortal dilijencia sobre 
la parte de la fortificación desig- 
nada en la brecha; y los morte- 
ros descargaban sus horrendas 
bombas en fatales curbas. Miles 
de espectadores seguían ansiosos 
desde los buques la impresión que 
cada descarga hacia sobre la pla- 
za, y el producto de cada bala so- 
bre la brecha. Las frecuentes sa- 
lidas de las tropas españolas, con 
los rechazos invariables que so- 
portaban, daban á la escena un in- 
teres nervioso lleno de animación. 

Una madrugada, al fin, cuando 
aun no se veian claros los objetos, 
la parte de la muralla sometida á 
la mortal operación de la -brecha, 
fué envuelta, según parecía desde 
los buques, en una inmensa hu- 
mareda como sucede en una re- 
pentina conflagración. Los bra- 
midos del cañón eran incesantes, 
y la atmósfera una densa masa de 
humo impregnada con el aroma 
severo de la pólvora. Al favor de 
los anteojos de noche, y de los fo- 
gonazos del cañoneo, pudimos 
percibir que una lucha mortal es- 
taba comprometida en la parte es- 
terior de la muralla. Sintióse en 
esto una angustiosa pausa, una 
profunda y solemne espectativa. 
La obra de matanza estaba lle- 
gando á su crisis; y fué entonces 


que los primeros albores del dia 
nos mostraron el pendón británi- 
co izado y orgullosamente flotan- 
do sobre los edificios y murallas. 
Un grito simultáneo de triunfo y 
de júbilo salió espontáneo de toda 
la flota; y aquellos que el dia an- 
terior habian estado suspendidos 
entre la duda y el temor dieron 
suelta ahora sin límites á una ar- 
diente anticipación de los felices 
y prósperos resultados de la em- 
presa. 

Desembarcamos aquel dia y en- 
contramos á nuestras tropas en 
completa posesión de la plaza. 
¡Q,ué triste espectáculo de deso- 
lación y miseria el que se presen- 
taba á nuestros ojos á cada paso! 
La matanza había sido terrible; 
proporcionada á la bravura que 
desplegaron los españoles y á la 
gallarda é irresistible firmeza con 
que los ingleses arrollaron sus 
masas y apagaron los fuegos de 
sus baterías. 

La compañía de granaderos del 
40, fué la primera que, conducién- 
dose con una audacia temeraria, 
se arrojó sobre la brecha, y con 
la escepcion del capitán Gillies y 
de pocos soldados, toda ella su- 
cumbió á los fuegos de artillería 
que la flanqueaban. Siguióla en- 
tonces ^1 bravo coronel Vassall, 
á la cabeza del rejimiento n ? 38. 
Fue él quien despejó la brecha, 
subiendo sobre ella; y mientras 
ajitaba su espada dando ánimo a 
su j.ente para que le imitase, fué 
herido en el corazón por una bala. 
Siguióse un terrible conflicto. La 
brecha fué cubierta de nuevo con 
pilas de cuero, fardos de crin y 



- 213 - 


astas de toro. Nuestros soldados 
se lanzaron sobre ellos, y entre 
' ellos rodaron hasta las calles de 
la ciudad, donde fueron recibidos 
por los sitiados en las puntas de 
las bayonetas. Habiendo marcha- 
do nuevas columnas al interior de 
las murallas á reforzar las que se 
hallaban comprometidas escalan- 
do la brecha, ó desalojando al 
enemigo de los edificios inmedia- 
tos, la matanza se hizo horrorosa 
y continua por ambos lados. Por 
todas partes se veian pilas de he- 
ridos, de muertos y de moribun- 
dos; y por todas las calles encon- 
trábamos literas que conducían á 
los pacientes á los hospitales y á 
las iglesias. Veíase á la desolada 
madre, á la infeliz hermana, á la 
desvalida viuda buscando deses- 
peradamente á su hijo, á su her- 
mano ó á su esposo. Habiéndose 
convencido de que no estaban en- 
tre los vivos procedían desespera- 
das á buscar sus cadáveres para 
rendirles los últimos honores que 
de este lado del sepulcro se hacen 
á los muertos. 

Un mero campo de batalla no 
puede llevar en sí la mitad de los 
horrores de una acción en una 
ciudad que es tomada por asalto. 
Aquí el aposento conyugal, y el 
caro círculo de la familia, están 
igualmente espuestos á la violen- 
cia; los mas próximos parientes, 
los amigos mas queridos, son se- 
gados por la espada de la muerte 
unos en pos de otros y en presencia 
unos de otros; al paso que, para 
mayor horror de la escena, la con- 
cupícencia, el pillaje y la embria- 
guez, ejercen libre dominio en la 


carne y en el corazón de los ven- 
cedores. Aunque tales escenas 
no pueden completamente repri- 
mirse en estos casos, fueron en la 
toma de Montevideo comparati- 
vamente pocas las que se presen- 
taron; y esta mitigación de las 
consecuencias jenerales de la to- 
ma por asalto de una plaza des- 
pués de una ostinada resistencia, 
fué debida no menos á la admi- 
rable disciplina de las tropas in- 
glesas, que á la firmeza y á la fi- 
lantropía de Sir Samuel Auch* 
muty. 

En una ó dos semanas desapa- 
recieron las mas prominentes de 
las desvastaciones de la guerra; y 
un mes después, los habitantes 
habian ganado tal confianza en 
sus invasores, cuanto era posible 
esperarse, dada la posición rela- 
tiva de inquietudes mutuas y es- 
pectativas en que se hallaban. 

Esta confianza fácilmente ga- 
nada es principalmente atribuible 
al equitativo gobierno del jefe de 
la fuerza. El dejó intactas y libres 
las instituciones civiles del país, 
y trató con la mayor afabilidad á 
los habitantes de todas las clases. 

Comenzaron estos así á cam- 
biar sus civilidades con los ingle- 
ses; y cuando considero la mane- 
ra hostil con que estos se habian 
presentado entre ellos, y la dife- 
rencia de creencias relijíosas,que 
frecuentemente enjendran pasio- 
nes mas mortales que las de la guer- 
ra misma, me parece imposible 
exijir de españoles un mayor sa- 
crificio á las esterioridades del 
trato, que el que ellos hacian de 
los profundos sentimientos de or- 



- 214 - 


güilo y de esperanza que no po- 
dían dejar de abrigar. 

Es imposible decir como pu- 
dieron acomodarse en la ciudad 
tantas tropas estranjeras, tantos 
mercaderes y tantos aventureros 
de toda clase como los que entra- 
ron á ella en aquel dia. Ellos se 
alojaron como pudieron en cada 
rincón, en cada guardilla, á tér- 
minos que aquello parecía mas 
bien una colonia inglesa, que un 
establecimiento español. 

El número de habitantes, al 
tiempo de la toma, era como de 
diez mil: mezcla de naturales de 
la vieja España , de descendientes 
de estos, llamados criollos, y de 
una multitud proporcionada de 
negros y mulatos, la mayor parte 
esclavos. Con la toma de la ciu- 
dad, esta población tuvo un au- 
mento como de cinco mil súbdi- 
tos ingleses, de los que cuatro mil 
eran militaresy como dos mil mer- 
caderes, traficantes y aventureros; 
y una incalificada turba, ademas, 
que es difícil colocar aun entre los 
de la última denominación. 

Centenares de buques ingleses 
se hallaban anclados en el puer- 
to. Buenos Aires se hallaba toda- 
vía en posesión de los españoles; 
pero fundadas esperanzas habia 
de que al saberse en Inglaterra la 
toma de Montevideo, serian au- 
mentadas nuestras fuerzas á fin'de 
realizar Iti conquista de la capital 
de tan espléndido país. Fácil es de 
concebir con cual ansiedad espe- 
rábamos nosotros la consumación 

(a) Traducción . — “La gracia acompa- 
ñaba todos sus pasos; en sus ojos brilla- 
ban las luces del cielo, y el amor y la dig- 


de tales esperanzas, anticipándo- 
nos ya que los tesoros de la ciu- 
dad, de ios rebaños y de las ha- 
ciendas estaban prontos á caer en 
nuestro poder. Esperábamos no- 
sotros también que, en pocos me- 
ses, los territorios de Chile, del 
Perú y del Paraguay, quedarían 
abiertos á nuestro ilimitado co- 
mercio. 

En mi carta siguiente hablaré 
con mas estension de los natura- 
les; y en especial de su mejor 
parte — las mujeres. Jamas las vi 
en parte alguna mas bellas ó mas 
graciosas que allí. Puede decirse 
de la mayor parte de ellas lo que 
Milton. 

“Grace was in all her steps, heav’n 
in her eye, 

“In every gesture digmity and 
love.” (a) 


A Montevideo tomada por asalto 
por los ingleses en 3 de febrero 
de 1807, siendo gobernador de 
dicha plaza el brigadier' de la 
real armada D. Pascual Ruiz 
Huidobro. 

POR D. J OSE PREGO DE OLIVER. 

La guerra: la atroz guerra: el trueno, el 

rayo. 

El polvo, el humo denso, todo, todo, 

Su venida fatal al pueblo anuncia. 

Denda la mar las naves, y por tierra 
Las haces enemigas el tremendo 
Cañón asestan contra el débil muro, 

Y é un tiempo mismo bocas cien de bronce 
El fuego arrojan con horrendo estruendo. 
Zumbando globos por el aire vago 
Las calles cruzan, templos desmoronan, 

nídad se hacian concebir en cada uno de 
sus ademanes. (La Redac,) 


_ 215 - “ 


Ediñcios derrocan, y no hai nada. 

Que á su choque feroz oponga fuerza. 
Solo la alcanza el ínclito caudillo, 

Veces mil mas ilustre por su esfuerzo, 
Que por la cruz que de .su pecho pende. 
Con faz serena, y con osada planta 
No para, y corre á visitar los puastos, 

Do el fuego, el estampido, y los mem- 
brudos 

Brazos, que sirven el canon, trasladan 
El horrísono carro, en que el Tenante 
Los rayos vibra, que Ciclopes forjan. 

El plomo silbador, que muerte avisa. 
Nunca puede abatir su erguida frente, 
Que llena de ambición espera un dia. 
Que á la par de Vélaseos la sublime 
Al sacro templo de la augusta Fama 
Orlada de laurel inmarcesible, 

Con que Mavorte á sus campeones orna. 
Siguen sus huellas los varones claros, 

> Que fueron arrullados en la cuna - 
Con cantares de abuelos, que á la pataia 
Inmolaron la vida: don que el cielo 
Impone al hombre conservar, y la honra 
Arrastra á aventurar todas las veces. 
Que llama el parche, ó el clarin resuena. 
El pueblo y tropa, todo en mezclamsento, 
No hacen mas que peléar; no hai otro 

oficio. 

Yo vi las Artes, si, vilas yo mismo 
Azoradas vagar, y demandando 
Favor y ayuda, las orejas sordas 
Atónitas hallar á sus plegarias. 

Los talleres y fabricas cerradas, 

Son arrojadas del humilde techo, 

Que antes las albergó: tornan, y llaman; 
Pero no hai responder. Desconsoladas 
Huyen, y huyendo la cabeza vuelven, 
Por si descubren algún brazo ami >o, 
Que corra en pos solícito á tenellas; 
Masen vano miráis: todos á una 
No curan mas que del cañón funesto. 
Antes del pecho borbotando sangre 
Al letal golpe de la bala ardiente 
Despedirán la fatigosa vida, 


Que la cerviz doblar á yugo esíraño. 
Bajo un trono nacieron; bajo un trono 
Dias vivieron de paz honda y blanda; 

Y quieren bajo un trono que los nietos 
Amorosos el lecho circundando. 

Con encendido lloro y mano leve 
En el sueño eternal cierren sus ojos. 

Las columnas de Albion, que sus pen- 
dones 

Quieren ver hondear en In asta misma, 
De do penden los lienzos, que tremolan 
Blasones de Castilla, el cerco estrechan; 
Aumentan baterías; y doblando 
El estruendoso fuego, ni un momento 
Es dado á los sitiados de reposo, 

Al batir continuado el muro tiembla; 

Las piedras desquiciadas se desploman; 

Y los escombros mismos son la escala 
De la brecha fatal: ¡ay! ciudadanos, 
Cubrid, tapad del boquerón horrible. 
Que ha de ser tan fatal, cual lo fue en 

Troya 

La máquina infernal del dolo griego. 
Quince veces el Sol salido había 
Por las rosadas puertas de lá Aurora 
De rayos coronado en plaustro de oro. 
Sin que mostrase lástima ni duelo 
Por las cuitas de un pueblo, que aflijido 
Ve por última vez, que declinando 
Su pausado rodar, el horizonte 
Vá á sepultar el majestuoso disco 
En las líquidas urnas del undoso, 

Del sacro Paraná: queda rojeando 
La vía, por do fue; mas á deshora 
Desparece el fulgor, y en todo el cielo 
Ni rastro queda de la escelsa lumbre, 
Del Caos la hija triste sobre el suelo 
Densas tinieblas desparrama, y deja 
Casi invalido el ojo vijilante 
Del atleta tenaz, que sobre el arma 
Apoya el brazo, en que reclina el cuerpo. 
La circunvalación del muro todo 
De trecho er. trecho milites sustenta, 
Que inmóviles y atentos representan 
Estatuas del silencio, que interrumpo 





- 216 - 


El eco bronco de olas encrespadas, 

Que azotan el peñasco, y luego húmíldes 
Bésanle el pié, y escúrranse á su centro^ 
¡Cuánto de manlandaza hoi avecina, 

Onda de maldición, al triste pueblo 
Tu sonar turbulento! oír no dejas 
El ruido sordo de la planta insana, 

Que arrebozada en el tupido manto 
De la noche sombrosa, y atrochando 
Por la brecha mortal, sin ser sentida 
Penetra audaz el lacerado muro. 

Al súbito rumor el castellano 
El arma requiriendo, presuroso 
Al riesgo corre, y al britano altivo 
En su valor un otro estorbo opone. 

El cañón y arcabuz á un tiempo atruenan; 
Densan la lobreguez; y sangre, y fuego, 

Y horror y estrago á todas partes lanzan. 
El furibundo Marte en torno jira 

De unas y otras lejiones, aguzando 
La colora y ardor; é introduciendo 
La confusión, las huestes mezcla y junta. 
Así mezcladas pugnan; y la lucha 
Mas y mas se encarniza; y la atroz 

Muerte 

Enarbolundo el brazo, la guadaña 
Descarga sin cesar, y á centenares 
Tiende de cada golpe los varones, 

Que son apoyo de la madre Patria. 

Bien pocas son las almas, que te quedan, 
Ilustre madre, y esas pocas, elas, 

Elas pelear de sangre salpicadas, 

Y tropezando en los gloriosos cuerpos 
De los que perecieron, anhelando 
Volver con el laurel á tu regazo, 
Alejando infortunios de tu seno. 

Mas, dado no les fué, y aun esos pocós. 
Acribillados, lloran la flaqueza 
Del brazo, que no puede con la espada. 
No puedo mas, que el enemigo carga, 

Y cual voraz incendio se difunde, 

Que no hai estorbo, que su curso ataje. 
Al bullicio, al estrépito, á la grita, 

(a) El Sr. Pueirredon se dirijía en- 
t onces a España, como uno de los dipu- 


Las matronas y vírjenes transidas 
Se llenan de estupor, y en el retiro 
De la cámara yerma presajiando 
La viudez y horfandad desconsoladas, 
Alzan los ojos de llorar cansados 
A los cielos de marmol á sus quejas; 

Las manos tuercen; y el vivir desaman. 

Del alto alcazar, del dorado solio 
Do en torno vuelan las virtudes almas, 
La paternal cabeza, asoma, asoma, 
Augusto Carlos, y verás un pueb'o 
En escombros envuelto, y cada escombro 
Será padrón, en que leerán los siglos: 
“Al pueblo supo Carlos rejir blando, 

“Y por Cárlos el-pueblo morir supo.” 


Exhortación que D. Juan Martin 
de Pueyrredon dirije desde la 
Bahía de todos Santos al pri- 
mer escuadrón de Húsares , del 
que es comandante (a). 

Húsares compañeros: sino es- 
tuviese tan cierto de vuestro je- 
neroso patriotismo y heroico va- 
lor, puede ser que la suerte de ese 
feliz país alterase mi sosiego hoi, 
que tengo noticias positivas de 
haber pasado para el Sur un con- 
voi ingles con 4,500 hombres, y 
mas que vehementes sospechas de 
que se dirijían al Rio de la Plata: 
pero no; su número es mui corto, 
y su calidad mui despreciable, 
para poder resistir á vuestros bríos 
y ardimiento: ellos son un núme- 
ro de miserables esclavos, enca- 
denados al capricho de un amo 
ambicioso, y vendidos á un igno- 
minioso interes; vosotros sois 
unos hijos amantes, que conduci- 
dos do Buenos Aires (JV*. de la Red.) 



aa-v.avum • -== 

>•- 217 - 


dos únicamente de la nobleza de 
vuestros corazones, y de aquel en- 
tusiasmo que jamas halló resis- 
tencia, enjugasteis ya una vez el 
llanto de vuestra madre, la libras- 
teis de las cadenas que la opri- 
mían; y habéis jurado sacrificarle 
la existencia que ella os dio, an- 
tes que consentir verla espuesta á 
iguales ultrajes: sois una nume- 
rosa familia, unida por un frater- 
nal amor el mas singular, gober- 
nada por la razón, y dirijida por 
los mas altos pensamientos; y 
sois al fin un cuerpo de noble ju- 
ventud, que vais voluntariamente 
al campo del honor. Ved si me es 
permitido hacer una comparación; 
y aun cuando os hiciese el agravio 
de hacerla, si sería acaso otro el 
resultado, que el de confirmarme 
mas en el concepto de vuestra su- 
perioridad. Asi pues es que el 
menor de mis recelos es la duda 
de vuestro vencimiento, en el ca- 
so de que temerario os ataque. 

Vuestro valor y constancia son 
de naturaleza de no necesitar es- 
tímulos; y yo sin duda debería 
mas bien limitar mi empeño á 
imitaros, que esforzarme en acon- 
sejaros. Mas sin embargo, si por 
desgracia se hallase alguno que 
sintiese nacer la debilidad en su 
pecho, vuelva los ojos á su madre 
la patria, y la verá con la palidez 
del temor implorar entre mil an- 
sias su ausilio; verá la mas tier- 
na infancia, imitando el dolor de 
su aflijida madre, implorar sus 
tiernas caricias, y estender sus 
inocentes brazos en ademan de 
pedirle algún consuelo; verá la 
mas preciosa y débil mitad de 


nuestra especie, anegada en lá- 
grimas de sentimiento huir presu- 
rosa á las campañas, y buscar en 
una pobre choza el asilo, que an- 
tes le ofrecían el regalo y como- 
didad de su casa: verá en fin la 
amorosa madre, la hermana que- 
rida, y la tierna esposa estrechan- 
do entre sus brazos el objeto de 
sus caricias, deplorar la suerte 
que les espera. 

, ¿Q,uién á vista de objetos tan 
tiernos, no sentirá anegarse su 
corazón en lágrimas de sensibili- 
dad, y correr un fuego por sus ve- 
nas, que lo haga el terror de las 
columnas enemigas? Estoi cierto 
que ninguno; y que todos os abra- 
sais en deseos de que se presente 
ese enemigo tan orgulloso como 
débil, para labrar sobre su des- 
trucción vuestro engrandecimien- 
to, y para asegurar con vuestros 
esfuerzos la seguridad de la pa- 
tria, el sociego y contento de vu- 
estras familias, y vuestra propia 
gloria y felicidad. 

Bien sabéis, que en cuantas na- 
ciones se presentaron enemigos de 
esta misma nación para invadir 
nuestras posesiones, en toda§ fue- 
ron completamente destrozados 
por fuerzas infinitamente inferio- 
res á las suyas; muchas veces por 
vecinos mal armados; y puedo 
afirmar que siempre por cuerpos 
que en nada pueden igualar á los 
vuestros. ¿Y sería posible que es- 
te mismo enemigo, en menos nú- 
mero que el de vuestros compañe- 
ros, y siendo tan inferior en cali- 
dad á vosotros, venciese vuestro 
valor, se apoderase de vuestras 
propiedades, tiranizase vuestras 



i 


- 21 8 - 


voluntades, y llenase de oprobio 
é ignominia vuestro nombre? Po- 
dría alguno de vosotros tolerar es- 
ta vileza? ¿Tanta gloria adquiri- 
da había de tener tan triste fin? 
No, mis queridos compañeros; una 
idea tan injuriosa á vuestro méri- 
to jamas ocupó, ni aun por un ins- 
tante mi imajinacion. Sé que si se 
presentan, vais á hacerles conocer 
que los que beben las aguas del 
Rio de la Plata no ceden en va- 
lor á los del Ferro), Canarias, 
Habana, Caracas &/C. &> c.; y sé 
que vais de una vez para siempre 
á escarmentar su loca temeridad. 
Nada tengo que advertiros sobre 
la conducta que debeis observar 
con vuestros hermanos de armas, 
y aun con el enemigo. Vuestros 
principios no comunes, y la no- 
bleza de vuestros pensamientos 
(que son bien conocidos) son ga- 
rantes, de que sereis atentos y 
amorosos con todos los que (co- 
mo vosotros) están prontos á ofre- 
cer la vida en obsequio de la pa- 
tria; que notendreis otras preten- 
siones, que la de haceros amar de 
todos los cuerpos por medio de 
una igual armonía y benevolencia; 
y que no vereis en cada uno de 
ellos, mas que un hijo de vuestra 
propia madre, y un instrumento 
necesario á vuestra común felici- 
dad; y en fin que sereis al mismo 
tiempo tan valientes con el ene- 
migo en la defensa como huma- 
nos y jenerosos, cuando le hayais 
vencido. 

El pueblo de Buenos Aires se 
ha libertado con el mayor honor 
de la ignominia, en que (sin. ser 
parto á remediarla) lo puso una 


desgraciada combinación: el es- 
fuerzo de sus habitantes, para 
conseguirlo, ha merecido un aplau- 
so universal, sin esceptuar el de 
los mismos enemigos: su patrio- 
tismo sin igual hasta el presente 
sé que es la envidia de los pue- 
blos americanos y europeos: su 
jenerosidad en presentar tan vo- 
luntariamente sus personas y en 
derramar sus riquezas, y su cons- 
tancia en sostenerse, los hacen 
dignos de la mas alta estimación, 
y ya se mira con respeto un defen- 
sor de Buenos Aires. 

A favor del disfraz en que via- 
jo, he presenciado algunas con- 
versaciones de estranjeros, que 
ponderando el entusiasmo y ardor 
de los cuerpos voluntarios, nue- 
vamente formados en esa capital, 
distinguen mui particularmente á 
mis húsares, como formados de 
los principales _ libertadores de 
Buenos Aires: y me preguntaban 
si conocía estos cuerpos: mis con- 
testaciones siempreson negativas, 
pues paso por un comerciante de 
Lima; pero juzgad de mi satis- 
facción interior, y partid conmigo 
los dulces sentimientos que igua- 
les elojios me hicieron gustar. 
Procurad sostener á todo precio 
tan gloriosa reputación, para que 
vuestro nombre llegue inmortal á 
á los oídos de nuestro monarca 
jeneroso. 

Nunca he sentido tanto como 
hoi el hallarme separado de voso- 
tros; no porque crea haceros fal- 
ta, pues estoi seguro que cual- 
quiera de vosotros vale otro yo, y 
que el que ocupa mi lugar sabrá 
derramar toda su sangre, antes 


\ 



que faltar á la confianza que en 
él pusisteis: solo sí, por un efecto 
de noble envidia, os veo en víspe- 
ras de coronaros de laureles, y mi 
corazón quisiera en vuestra com- 
pañía participar de vuestras glo- 
rias. Mas sinembargo: como de 
vuestras ventajas me *cabe tan 
grande parte, me doi de antema- 
no el parabién de lo que vais á 
conseguir, y ya que mi persona, 
ocupada en otros empeños, no 
puede asistiros, á lo menos mis 
mejores votos seguirán siempre 
vuestras operaciones militares. 
¡Oh! ¡Si ellos tuvieran el don de 
hacerse realizar, que felices fue- 
ran los húsares de 

Juan Martin de Pueyrredon. 

Bahía de Todos Santos, febre- 
ro 16 de 1807. 


Oficio de los jenerales ingleses , 
que han ocupado la plaza de 
Montevideo , dirijido por sepa- 
rado á la real audiencia de 
Buenos Aires, y al mui ilustre 
cabildo, y las respectivas con- 
testaciones de estos. 

TRADUCCION DE DICHO OFICIO. 

Montevideo y febrero 26 de 
1807.— Señor, ó Señores. Vms. 
deberán saber la toma de esta pla- 
za por las tropas bajo de nuestras 
órdenes y probablemente habrán 
sido informados de la estraordina- 
rísima suavidad manifestada á los 
habitantes, aun en el momento de 
asalto. Sus vidas, su relijion, y 
sus propiedades se han conserva- 


do sagradas, y están ahora ben- 
diciendo la hora que los sacó 
de un estado de anarquía, y los 
puso bajo el suave gobierno de 
nuestro augusto soberano. Los 
prisioneros tomados con armas 
se están tratando con cariño, á los 
oficiales se les dá la libertad bajo 
su palabra, y á aquellos particu- 
lares que son habitantes del pue- 
blo se les permite volver á sus 
familias. Unos actos debenificen- 
cia como estos suavizan los hor- 
rores de la guerra entre las na- 
ciones civilizadas; y habíamos es- 
perado encontrar nuestros prisio- 
neros igualmente bien tratados 
por una nación, que ha sido re- 
marcable por la buena fé y alto 
honor. 

Nos hemos engañado grande- 
mente. Sabemos ahora por la me- 
jor autoridad, que se ha violado 
una solemne capitulación, que 
nuestros prisioneros han sido mal- 
tratados, algunos de ellos asesi- 
nados, los mas, sino todos, deja- 
dos sin sus pagas, y que han mar- 
chado lejos a lo interior del país, 
bajo unos rigores é incomodida- 
des de que se resiente la huma* 
nidad. 

¿Y á qué efecto es este desvío 
de las leyes de las naciones? El 
número de prisioneros en la pose- 
sión de Vds. es mui pequeño com- 
parado con nuestra fuerza, para 
influir en nuestros movimientos. 
Vds. han, de consiguiente, infrin- 
jido una capitulación sin beneficio 
á Vds. mismos. Su tratamiento ha 
de ser retaliado; consiguiente- 
mente Vds. esponen sus parientes 
y amigos á rigores no necesarios. 



- 220 - 


Mortificante como es á nuestros 
sentimientos y á la humanidad, 
tenemos un derecho a hacerlo, y 
es/ preciso que lo hagamos. Des- 
pués de esta solemne apelación al 
honor y á los sentimientos de 
Vds., aseguramos á Vds. quedos 
prisioneros que están con nosotros 
se mandarán á Inglaterra, á no 
ser que la capitulación de Buenos 
Aires se ponga en fuerza, y nues- 
tros prisioneros se devuelvan. 

Tenemos justa causa á quejad- 
nos de los habitantes de Buenos 
Aires, pero cuando consideramos 
en lo que ha sufrido esa ciudad, 
cesa nuestro enfado, y desea- 
mos encarecidamente aliviaría de 
ulteriores padecimientos. Sálven- 
nos la dolorosa necesidad de mar- 
char contra ella, de talarla, y de 
ser testigos de su ruina. Ofrece- 
mos á Vds. sus leyes, su rejijion, 
y propiedad bajo la proteqcion 
del gobierno ingles. 

Va un oficial de rango, el ma- 
yqr Campbell á tratar con Vds. 
Sabe nuestros sentimientos, y re- 
ferimos á Vds. áél para mas par- 
ticulares. 

Tenemos el honor de ser sus 
Carlos Sterling — S. Jluchmuty. 

Carta oficio al ilustre cabildo de 
esta capital. 

Montevideo, febrero 26 de 1807. 
Señores: para que los habitan- 
tes de Buenos Aíres sepan el ob- 
jeto de esta comunicación, acom- 
paño ík Vds. copia de la que con 
esta fecha dirijo al Sr. goberna- 
dor de esa plaza. Tengo el honor 
&c. Firmado S. Auchmuty — bri- 


gadier jeneral comandante en jefe. 

/ * 

Carta de D. Guillermo Carr Ber- 

resford al alcalde de primer vo~ 

to de esta capital. 

Cuartel jeneral de Montevideo, 
febrero 26 de 1807 — Aunque aca- 
so no me será propio el escribir á 
V.; sin embargo, considerándolo 
como jefe del cabildo, y á este 
como representante del pueblo de 
Buenos Aires, no puedo, bajo las 
presentes circunstancias, dejar 
que este parlamentario vaya áBue- 
nos Aires (de que he sido instru- 
mento para que se mande) sin 
comunicar con V. 

Probablemente antes que esta 
llegue á manos de V., sabrá que 
he efectuado mi fuga; no ignora 
V. del modo que he sido tratado, 
la infracción de un tratado firma- 
do, la inobservancia de todas las 
promesas que se me han hecho 
por escrito ó verbales; de haber 
sido mandado á lo interior contra 
la espresa condición sobre que se 
sacó mi palabra de ser mandado 
á Europa, como se espresa el Sr. 
de Liniers en su carta de 30 de 
agosto; finalmente habérseme qui- 
tado mis papeles por violencia, y yo 
puesto bajo centinela de vista, y 
por último el ser yo mandado pa- 
ra arriba del país, y probablemen- 
te para nunca volver. 

Bajo todas estas circunstancias 
no podia haber cosa que me liga- 
ra á no efectuar mi fuga cuando 
pudiese: sin embargo no arries- 
gaba á las indignidades, qué se 
me hubieran hecho en caso de 
descubrirme por ningunos objetos 




- 221 - 


personales, ó ningunos menos que 
aquellos que yo tenia en mira, y 
los cuales se esplicarán mejor por 
las propuestas que el portador de 
esta lleva de los jenerales británi- 
cos; y creo que ninguna sospecha 
puede aplicarse ahora á mis moti- 
vos, y por lo mismo creo que mi 
candor y sinceridad tendrán aquel 
crédito é influencia que hasta aho- 
ra no han querido Vds. darles. 

Sin duda habrán Vds. sabido el 
bueno, jeneroso y honorable tra- 
tamiento manifestado por los in- 
gleses á los habitantes de este 
pueblo, tomado por asalto (y este 
buen trato no puede imputarse por 
nuestros envidiosos enemigos á 
temor): Vds. mismos esperimen- 
taron uno igual de mí, bien saben 
Vds. como se me ha pagado; pero 
creo que después ya han abierto 
los ojos y que ven que la Gran 
Bretaña es tan capaz de castigar 
como inclinada á perdonar. Por 
lo mismo depende de Vds. la me- 
dida que han de adoptar, y confío 
en que el cabildo de Buenos Ai- 
res insistirá en que se cumpla al 
instante la capitulación Armada 
por el Sr. Liniers, para que los 
comandantes ingleses tengan la 
"oportunidad que tanto desean de 
tratar á los habitantes del pueblo, 
cuando caiga en su posesión, con 
la clemencia y favor que es tan 
conjenial á los sentimientos in- 
gleses. 

Yo apuro esto, sin que me ins- 
pire para ello ninguna considera- 
ción personal, pues no he queri- 
do tomar ningún mando y estoi 
para irme á Europa: poroá pesar 
de cuanto me ha ocurrido, me 


siento interesado por la jente de 
Buenos Aires, y pueden vivir se- 
guros (á no ser que su conducta 
hácia nuestros oficiales y tropa 
me lo haga totalmente imposible) 
que tengo su bien mucho en mi 
corazón, y que si saben otra vez 
de mí, será por lo que yo me em- 
peñe á hacer lo que considere los 
hará prósperos y felices. 

Tengo el honor &c. — W. C. 
Berresford. 

Sr. D. Martin de Alzaga. 

O 

s 

Contestación del real tribunal. 

Señores jenerales: cuando este 
tribunal considera el oríjen y mo- 
tivos que han obligado áVV. EE. 
á dirijirle su carta de 26 de febre- 
ro próximo pasado, ni estraña sus 
solicitudes ni le hacen efecto al- 
guno sus amenazas. La vergon- 
zosa fuga del mayor jeneral Gui- 
llermo Carr Benesford, y del co- 
ronel Pak nuestros prisioneros, 
que abandonando su honor y que- 
brantando la palabra que sobre él 
tenían dada, se trasladaron clan- 
destinamente á esa ciudad, es la 
causa de que VV. EE. se mani- 
fiesten penetrados de un tejido de 
falsedades, como el que contiene 
su citada carta. El mismo honor 
de VV. EE. se resiente de confe- 
sarlo; pero nosotros estamos con- 
vencidos de ello y queremos ha- 
cerles la justicia de que no lo 
pueden negar. 

Es en primer lugar falso, que 
cuando esta ciudad fué reconquis- 
tada, hubiese intervenido el me- 
nor pacto ó condición lejítima que 
I merezca este nombre entre el co- 


- 222 - 


mandante de nuestras armas y el 
mayor jeneral Berresford. Las ca- 
pitulaciones se hacen siempre con 
las armas en la mano, mediando 
algún intéivalo de suspensión en- 
tre tanto se arreglan los artículos 
y en ellos se conforman los prin- 
cipales contratantes: nada de esto 
intervino en nuestro caso antes 
bien el mismo mayor jeneral no 
puede negar, si procede de buena 
fé, que se rindió á discreción, y 
que puso en ejercicio aquellas de- 
mostraciones admitidas entre las 
naciones cultas para acreditarlo, 
sin necesidad de ocurrir á otros 
comprobantes ó justificaciones. 
Si dicho mayor jeneral capituló 
¿á qué fin pudo conducir el haber 
arrojado públicamente, como lo 
hizo, su espada, después de haber 
visto, que era de ningún fruto el 
uso de la bandera parlamentaria, 
y aun de nuestro mismo pabellón 
que sucesivamente izó en la forta- 
leza donde se había encerrado y 
cuyos muros se empezaban á asal- 
tar? Si después ha aparecido al- 
guna capitulación, ese fué un pac- 
to privado mui posterior á la ren- 
dición, obra de la astucia con que 
el mayor jeneral logró sorprender 
la jenerosidad y buena fé del Sr. 
D. Santiago Liniers, á quien hi- 
zo creer algunos dias después de 
la reconquista, que semejante pa- 
pel no surtiría otro efecto, que el 
ponerse á cubierto con su corte, 
y por último lo que no tiene duda 
es, que hallándose este punto re- 
mitido corno corresponde á la de- 
cisión de nuestros soberanos, na- 
da podemos innovar, ni por con- 
siguiente los prisioneros ingleses 


deben salir de los destinos en que 
se hallan. 

El maltrato de los oficiales y 
tropa es otra falsedad con que 
VV. EE. han sido sorprendidos y 
engañados. Para con los primeros 
y principalmente con el mayor je- 
neral, se han usado consideracio- 
nes que seguramente no hubieran 
logrado de ninguna otra nación: 
las pagas de sus asistencias han 
sido mui puntuales. Sus equipa- 
jes se les han restituido íntegros 
siendo constante que en ellos se 
contenía parte del dinero que to- 
maron á su entrada: han vivido en 
una libertad absoluta á que no 
han sabido corresponder; y de 
nuestras condescendencias no son 
pequeños los perjuicios que han 
resultado. Fué preciso sacarlos 
de esta ciudad porque ya se ad- 
virtió en ellos una conducta mui 
impropia de hombres de honor, 
pero siempredispensándoles cuan- 
tas comodidades y alivios cupie- 
ron en nuestro arbitrio. El mayor 
jeneral fué destinado á Lujan, lu- 
gar poco distante de esta capital, 
con otros siete ú ocho oficiales 
escojidos por él y allí fueron sus 
ocupaciones las mismas que ha- 
bían tenido en la ciudad: su apli- 
cación continua fué la de seducir 
con artificio y disimulo á cuantos 
le trataban fomentando un partido 
de insubordinación é independen- 
cia (bien que sin fruto) y consti- 
tuyéndose en la clase de un ver- 
dadero reo de Estado, y esto fué 
lo que obligó á que se tratase de 
internarlo con los oficiales que le 
acompañaban á otro país mas dis- 
tante; llegando nuestras conside- 



- 223 - 


raciones al estremo de que aun 
en semejantes circunstancias pa- 
ra que solo se moviesen de Lujan 
ocho oficiales incluso el mayor 
jeneral se gastaron dos mil pesos, 
invirtiéndose mucha parte de esta 
suma en procurar la decencia y 
comodidad del último. 

Si este hubiese dicho á VV. 
EE. que desde el 27 de junio en 
que esta ciudad tuvo la desgracia 
de que se posesionase de ella, de- 
jó perecer y vivir cargados de 
miseria á todos los oficiales pri- 
sioneros sin socorrerlos con un 
solo real, si les hubiese confesa- 
do sus delincuentes ocupaciones, 
y si procediendo con la buena fé 
que caracteriza al hombre honra- 
do, Ies hubiese confesado lo que 
en orden á su tratamiento y el de 
sus oficiales queda espuesto, y se 
acreditará á las cortes de Europa 
con documentos incontestables, 
sin la menor duda habrían VV. 
EE. detestado su procedimiento, 
y su carta hubiera sido concebida 
en términos mui diferentes. 

Es verdad que alguno de los 
oficiales destinados á Lujan fué 
muerto por algún malhechor de 
los que nunca faltan en todos los 
países; cuyo esceso dimanó de la 
falta de prudencia con que se 
conducían los oficiales, alejándo- 
se de sus^ destinos sin hacerse 
respetar por medio de sus armas, 
que se les permitieron jcnerosa- 
mente para iguales casos: pero 
no puede negar el mayor jeneral 
cuanto ha sido nuestrosentimien- 
to y cuantas dilijencias se han 
practicado para descubrirlo y cas- 
tigarlo, ni tampoco que desde en- | 


tonces se pusieron á los demas al- 
gunos soldados para que los cus- 
todiasen y defendiesen sus perso- 
nas de todo insulto, loque no de- 
jó de influir también para retirar- 
los á mayor distancia. 

A la conducta que ha observa- 
do entre nosotros el mayor jene- 
ral Berresford es mui conforme y 
consiguiente la oferta que VV. 
EE. nos hacen de nuestras leyes, 
relijion y propiedades bajo la pro- 
tección del gobierno ingles: esta 
es una ofensa con que VV. EE. 
lastiman el alto honor que sin ha- 
cer la menor gracia confiesan á 
nuestra nación, de la cual no po- 
demos desentendemos: el carác- 
ter español solo aprecia sus pro- 
piedades y vidas para emplearlas 
en servicio de su rei. El vecinda- 
rio de Buenos Aires es el mas fiel 
á su soberano de cuantos recono- 
cen esta dominación y agradable- 
mente sujeto á ella, se lisonjea 
con el deseo de sacrificarlo todo 
en obsequio de su lealtad: las 
tropas numerosas que las sostie- 
nen, están dispuestas y prepara- 
das á la mas rigorosa defensa sin 
que las avanzadas comunicaciones 
con que VV. EE. han creido de- 
bilitar el amor á nuestro rei, sean 
capaces de producir otro efecto 
que el de la justa indignación, que 
dará á todos una nueva enerjía 
para resistir cualesquiera fuerzas 
con que intenten destruir nuestra 
felicidad. 

Ultimamente no podemos omi- 
tir manifestar á VV- EE. que pa- 
recía mui conforme al decoro de 
la nación británica, que el mayor 
jeneral Berresford y el coronel 



- 224, - 


Pak se restituyesen á su prisión 
de honor, sobre cuyo particular 
hará la debida reclamación el Sr. 
comandante jeneral de armas D. 
Santiago Liniers, con quien de- 
berán VV. EE. entenderse en to- 
das las materias de guerra, para 
lo cual se halla lejítimamente au- 
torizado. 

Dios guarde á VV. EE. mu- 
chos años. Buenos Aires y marzo 
2 de 1807. — Exmos. Señores — 
Lucas Muñoz y Cubero — Fran- 
ciscoTomasdeAnzoátegui — Juan 
Bazo y Berri — José Márquez de 
la Plata — Manuel de Velazco — 
Manuel de Villota — Antonio Cas- 
pe y Rodríguez. — Exmos. Seño- 
res comandantes jenerales. 


Oficio del Sr. comandante jene- 
ral de armas D. Santiago 

Liniers. 

ESCMOS. SEñORES. 

$ 

Siento que la primera vez que 
tengo el honor de escribir á VV. 
EE. sea con el triste motivo de 
tener que reconvenirles sobre los 
procederes de dos jefes de su na- 
ción, el mayor jeneral Berresford 
y el tenientecoronel del Tejimien- 
to 7 1 D. Pak, quienes, olvidados 
de los sentimientos del honor, han 
profligado contra su palabra y el 
juramento que otorgaron el dia 6 
de setiembre próximo pasado, y el 
primero con la nota de haber pro- 
pagado una insurrección en este 
país, en que la mayor parte de sus 
vileá eómplicés, ya bajo el yugo 
de la lei pagarán pronto su hor- 
roroso delito, no habiendo servido 


semejante quebranto de la fé pú- 
blica y del derecho de jentes, sino 
á exaltar mas y mas el alto entu- 
siasmo de todos los habitantes de 
esta ciudad; mui prontos y mui 
dispuestos á sepultarse bajo las 
cenizas desús edificios, antes que 
entregarse á otra dominación que 
la de su lejítimo soberano. 

El pretesto que alega el Sr. C. 
Berresford de una pretendida ca- 
pitulación, lo hallarán VV. EE. 
desvanecido en los adjuntos im- 
presos; y solo me ciño en este á 
reclamar á VV. EE. por los de- 
rechos de la guerra estos dos pri- 
sioneros; que espero de su inte- 
gridad me mandarán entregar ó á 
lo menos habré cumplido con mi 
obligación en reclamarlos, y -el 
mundo militar apreciará de que 
parte está la justicia. 

No contesto al Sr. Berresford 
por no tener que añadir á lo que 
espreso ahora á VV. EE. á quie- 
nes solo prevengo, que siendo ter- 
minante é irrevocable la determi- 
nación de este pueblo, como se lo 
han manifestado sus majistrados, 
y acabo de espoirerlo, de defen- 
derse hasta el último estremo, y 
hallarse bien aparejado paTa hacer 
memorable su defensa, escusen 
VV. EE. de repetirte nuevas in- 
timaciones, en el concepto que 
quedarán sin respuesta, y que so- 
lo la fuerza dé las armas y del 
valor deben decidir nuestra suerte. 

Dios guarde á VV. EE. mu- 
chos años. Buenos Aires, marzo 
2 de 1807. Santiago Liniers . 

SS. D. Cárlos Sterhng, y D. 
Samuel Auchmuthy. 

I 


- 225 - 


Respuesta del ilustre cabildo. 

Aunque los motivos que VV. 
SS. alegan para hacer á esta ciu- 
dad la amenaza de talarla, en su 
carta de 26 del pasado al Sr. go- 
bernador de esta plaza, de que se 
sirven remitir copia al cabildo en 
• la de fecha del mismo dia para 
que se imponga de su contenido: 
aunque estos motivos fueran cier- 
tos, que no lo son, no era inferior 
la humanidad y jenerosidad que 
nosotros mostramos con los pri- 
sioneros del mayor jeneral Ber- 
resford, á la que VV. SS. mos- 
traron con ese pueblo, después de 
tomado, si retrocedemos al oríjen 
y causa de Ja presente guerra; 
pues el hecho ejecutado casi á la 
vista de Cádiz con las cuatro fra- 
gatas que salieron de este puerto 
cargadas de familias y caudales, 
bajo el seguro de una firme paz 
el año pasado de 1804 parece que 
nos daba derecho á no mirar la 
nación de VV. SS. con la atención 
y consideraciones que se merecen 
las demas civilizadas de la Euro- 
pa; pues fué aquel un insulto tan 
incivil, atroz y feroz, que puede, 
que la historia universal no pre- 
sente otro en el discurso de todos 
los siglos, como los mas bien in- 
tencionados de su nación lo han 
publicado. 

A pesar de esto, y de que la 
capitulación de que se quiere pre- 
valer el mayor jeneral Berresford 
ha sido solo ordenada ocultamen- 
te, á efecto desalvarlo con su go- 
bierno, como nuestro jeneral se 
lo llegó á decir en papel público, 
y él no sé atrevió á contradecirlo 


ni procuró jamas justificarlo de 
modo alguno, porque no tiene co- 
mo hacerlo, habiendo sido su ren- 
dimiento á discreción á vista de • 
todo este gran pueblo, sin que ja- 
mas se haya valido para con noso- 
tros de esa supuesta capitulación 
para relevar sus tropas de ser en- 
viadas á lo interior. Y á pesar tam- 
bién de que es falso, de que no se 
les hayan dado asistencias y de 
que se les haya tratado con rigor 
y crueldad porque esto solo lo 
puede decir el mayor jeneral Ber- 
resford, por cohonestar su igno- 
miniosa fuga, no acordándose, ó 
haciendo que no se acuerda de la 
inhumanidad que usó con nuestros 
prisioneros, negándoles todo au- 
silio y socorro á menos que se re- 
dujesen á pasar á Londres siendo 
muchos de ellos inválidos, y ha- 
llándose los demas avecindados 
en esta ciudad con mujer é hijos, 
sin embargo de esto y demas que 
se omite, por no permitirlo la ca- 
lidad del papel, se les ha tratado 
á todos en jeneral, y particular- 
mente al mayor jeneral Berres- 
ford, con tanto decoro, urbani- 
dad, franqueza y jenerosidad, que 
no dudamos afirmar, puede mui 
bien se.’ que no lo haya pasado 
mejor en su propio pars- 

Bajo de este supuesto, que en 
caso de dudarse de él se probará 
hasta la evidencia, vendrán VV. 
SS. en conocimiento, que no tie- 
nen derecho ni justa causa para 
tratar á la ciudad del modo que 
nos anuncian, ni nosotros razón 
alguna para ser infieles al mas 
amable de los soberanos: estando 
en esta virtud prestos y apareja- 



- 226 - 


dos para derramar hasta la última 
gota de sangre á efecto de hacer 
I ver al mundo entero que en todas 
partes somos verdaderos españo- 
les, fieles vasallos v amantes de 
la humanidad, aun con los que la 
han violado del modo que todo el 
orbe ha visto en el Cabo de San- 
ta María. 

Dios guarde a VV. SS. muchos 
anos. Sala Capitular de Buenos 
Aires, marzo 2 de 1807. 

Martin de Alzaga — Estevan 
Villanueva — Manuel Mansilla — 
Antonio Piran — Manuel Ortiz de 
Basualdo — Miguel Fernandez de 
Agüero — José Antonio Capdevi- 
la — Juan Bautista de Ituarte — 
Martin de Monasterio —Benito 
de Iglesias. 

A los Señores jenerales de mar 
y tierra D. Carlos Sterling y D. 
Samuel Auchmuthy. 

Respuesta del alcalde de primer 

voto. 

La adhesión que muestra V. S. 
á este pueblo en su carta del 26 
del pasado, de ningún modo con- 
viene con los horrores y malos 
tratamientos que le imputa, pues 
si fuera cierto, no era él digno del 
amor de V. S. ni V. S. tampoco 
le profesara la voluntad que bla- 
sona. 

V. S. le echa en cara de que 
ha infrinjido impunemente una30- 
lemne capitulación; ¿pero es po- 
sible Sr. Berresford, que á este 
papel privado y confidencial le 
llame V. S. solemne capitulación? 
¿Es capitulación solemne la que 
se hace amistosamente, y por jé- 


nero de compasión, después de 
dias de rendida y entregada la 
plaza y en casa de un particular 
á fuerza de ruegos y empeñes? 
V. S. sabe mui bien que esta es 
la calidad y fuerza que tiene ese 
papel. Pero cuando la ciudad la 
hubiera infrinjido ¿qué otra cosa 
hubiera hecho en esto que seguir 
el ejemplo de V. S? ¿V. S. no 
violó, no alteró, no desfiguró la 
capitulación que se le presentó 
antes de entrar en la ciudad? 
¿V. S. también, entre otras infi- 
tas cosas, no faltó al depósito de 
los caudales que vinieron de Lu- 
jan? Si por atención, ó por since- 
ridad y jenerosidad española no 
se otorgaron sobre estos hechos 
instrumentos, ¿ha de ser este mo- 
tivo para que un oficial de honor 
los niegue cuando hai otros de 
igual carácter que lo afirman y 
aseguran en la mas solemne for- 
ma? 

Sino se le permitió á V. S. pa- 
sar con sus tropas á Europa y es- 
tas fueron echadas tierra adentro, 
ha sido, como V. S. sabe, porque 
Mr. Popham nunca quiso desam- 
parar el Rio, y esperaba los so- 
corros que V. S. propio hahia pe- 
dido al Cabo, para reforzado con 
ellos revolver sobre nosotros: ¿y 
como quería V. S. siendo esto 
manifiesto, que le entregásemos 
sus tropas que, aunque rendidas 
notoriamente á discreción, se pre- 
valían de una capitulación supues- 
ta y falsa? Si después se dió or- 
den para que V. S. y demas ofi- 
ciales fuesen apartados de la in- 
mediación de esta ciudad; V. S. 
ha tenido la culpa por andar ha- 



ciendo sordamente la guerra con- 
tra lo sagrado del juramento, se- 
duciendo, inquietando y engañan- 
do hasta á nuestros mismos ofi- 
ciales. Esta conducta tan impro- 
pia, tan indebida en un prisionero 
de guerra no dejó de traslucirse 
en esta capital: y cuando los su- 
periores pudieron haber tomado 
otras providencias se ciñeron á 
quitar la ocasión. ¿Qué tiene V. 
S. que estrañar, ni cómo puede 
censurar esta conducta? Ella es 
tan moderada y equitativa, que 
aseguro, que ninguno de lqs de su 
nación sería capaz de observarla 
en circunstancias tan críticas co- 
mo en las que nosotros nos halla- 
mos. 

Por lo demas, el quejarse del 
mal trato, no lo puedo atribuir 
sino á pretesto de colorir V. S. la 
torpeza de su fuga, pues puesto 
el negocio en estado de rigoroso 
examen, no tengo dificultad de 
asentar, que puede ser que nunca 
hayan prisioneros de guerra espa- 
ñoles esperimentado mejor ni aun 
igual trato de la nación británica 
que el que se ha dado á V. S. y 
los suyos entre nosotros: y estoá 
impulsos de la jenerosidad espa- 
ñola, sin acordarnos de la insen- 
sibilidad que V. S. mostró con 
nuestros prisioneros. 

Tengo la satisfacción de que 

(a) Este fragmento de la ya citada 
obra de los señores Robertson, se refiere 
á un notable incidente, jeneralmente ol- 
vidado ó ignorado, que ocurrió en Monte- 
video cuando se hallaba ocupado y go- 
bernado por el jeneral Auchniuty, y que 
revela en algo el bien entendido sistema 
de lenidad que, probablemente para 
atraerse al país, parece se había propues- 


227 - 

nada digo en medio de ser tan po- 
co á proporción de lo que la ma- 
teria ofrece, que no lo pueda pro- 
bar, y que ello de por sí no se 
haga verosímil; y tengo también 
el honor de ofrecerme sinembar- 
go con las veras propias de un 
hombre real á disposición de V. 
S., que celebraré, si partiese pa- 
ra Europa, sea con la felicidad 
que le deseo. v 

Dios guarde á V. S. muchos 
años. Buenos Aires, marzo 2 de 
1807. Martin de Alzaga. 

Sr. D. Guillermo Carr Ber- 
resford. 

Episodio de Montevideo durante 
la conquista británica. — Frag- 
mento de las cartas de los Se- 
ñores Robertson (a). 

Me encuentro ya en Montevi- 
deo entregado á la vida activa. 
Durante el viaje me había con- 
traido á aprender mui regular- 
mente los rudimentos fundamen- 
tales del idioma español, así es 
que con mi trato diario con los 
naturales, logré adquirir una bas- 
tante afluencia en la espresion. Y 
á medida que esta facilidad se 
aumentaba, yo me iba separando 
de la sociedad esclusiva de mis 
compatriotas para relacionarme 
mas y mas con la de los españo- 

to seguir. El está encabezado por una 
noticia del trato social de Montevideo en 
aquella época: y aunque esto no sea un 
objeto de los que entran en el plan de 
nuestra Colección, con todo, hemos juz- 
gado que, escribiendo en esta ciudad, y 
cediendo esa noticia en honor de ella, no 
debíamos omjtirla. 

(Nota de la Red.) 

64 


- 228 - 


=~5 


les; porque, aun que en país ene- 
migo, en plaza fuerte, y bajo la 
lei marcial, estaban tan lejos de 
dominar los sentimientos hostiles 
entre nosotros y los naturales, que 
muchas de las familias principa- 
les abrieron de nuevo sus ter- 
tulias. 

Fui invitado á muchas de estas 
nocturnas reuniones, y me com- 
placía en estremo al hallarme en 
esas amenas mezclas de música, 
baile, juego, risa y conversación, 
animadas por ricas tazas de café. 
Mientras que los jóvenes valsa- 
ban ó se cortejaban en medio de 
la sala, las ancianas sentadas en 
fila en lo que allí llaman el estra- 
do, charlaban y se reian con todo 
el injenioy vivacidad de la prime- 
ra edad. El estrado es una parte 
elevada del piso del salón cubier- 
to con finas esteras en el verano, 
y con ricos y bellos tripes en in- 
vierno. 

Los caballeros se dividían en 
grupos por la pieza; algunos ju- 
gaban á las cartas, otros conver- 
saban, y otros embromaban con 
las señoras; sin que faltasen mu- 
chos (los mas jóvenes) que senta- 
dos alternativamente junto al pia- 
no, admiraban á la tocadora ó 
cantora, ó la acompañaban tam- 
bién en el fantástico compás de 
airosísimos dúos. Yo miraba co- 
mo un encanto cada paso, cada fi- 
gura, cada pirueta. Cada señori- 
ta de las que vi en Montevideo, 
valsaba y atravesaba por entre los 
intrincados bailes del país con 
una gracia inimitable, debida á la 
natural elegancia y finura de su 
porte. Eran ©lías, por otra parte, 


tan amables y bondadosas para 
correjir las caídas que los estran- 
jeros dábamos hablando su idio- 
ma, lo hacían con tal finura, tan 
sin burla ofensiva, que daban en 
ello ejemplo á la vez de buenos 
sentimientos y de buenas mane- 
ras. En las tertulias no se admi- 
ten cumplimientos ceremoniosos. 
Después de haber sido invitado 
alguna vez á una casa (lo que se 
hacia así — “Sr. D. Juan, por 
ejemplo, esta es su casa de V.), 
ya yo podía visitar y salir á cual- 
quiera hora deldia, y exactamen- 
te como me cuadrase. Las perso- 
nas que ya hab'ian sido convida- 
das una vez, entraban á las tertu- 
lias y salían de ellas á su placer, 
sin mas que un saludo á la dueña 
de la casa. Yo procuré, por su- 
puesto, no desperdiciar oportuni- 
dades tan ventajosas, como las 
que se me presentaban, de cono^ 
cer íntimamente las familias del 
país, y de admirar la soltura de 
las maneras de las señoras, la es- 
celencia de sus dotes, y la afluen- 
cia de sus conversaciones; y por 
lo que hace al otro sexo, nada 
puedo decir que no sea alabar la 
urbana y amigable hospitalidad 
que me dispensaba. No dejaba es- 
to de confundirme, al considerar 
que yo era ingles y que los ingle- 
ses eran sus enemigos y recientes 
conquistadores. Verdad es que la 
bondad con que yo era recibido, 
la creo debida á mi estrema ju- 
ventud, y al anhelo que yo de- 
mostraba siempre por aprender su 
idioma y asimilarme á sus hábitos 
y maneras. Las tertulias de que 
he hablado,se concluían mui tem- 



- 229 - 


prano, porque no era permitido á 
los españoles andar en las calles, 
pasadas las ocho de la noche. Y 
aun los ingleses, después de aque- 
lla hora, estaban obligados á dar 
la contraseña, para poder pasar 
por entre las numerosas centine- 
las apostadas por las calles. 

Confesaré aquí que vi destrui- 
das en este país todas mis tradi- 
cionales ideas acerca de la grave 
austeridad de los españoles; y vi 
que nosotros nos los habíamos fi- 
gurado por leyendas y cuentos 
del tiempo de antaño, mas bien 
que por la real observación de su 
carácter en el tiempo actual. El 
se compone de mucha urbanidad 
y benevolencia en lo principal, 
con no débiles instintos de joco- 
sidad; y no puedo convenir en que 
se halle sellado con aquella som- 
bría altivez é' inherente reserva, 
que se nos habían pintado como 
sus cualidades distintivas. 

El único contratiempo que te- 
nía el ameno modo que yo llevaba 
de pasar mis noches, era la nece- 
sidad de volver á mi casa al tra- 
vés de calles largas y angostas, 
tan infestadas de voraces ratones, 
que algunas veces era peligroso 
el afrontarlos. No había policía 
en la ciudad, escepto la de los co- 
piosos aguaceros que de cuando 
en cuando caian;ycuyas corrien- 
tes arrebataban por las calles to- 
das las -inmundicias.. Material- 
mente puede decirse que las ratas 
rumian por lejiones al rededor de 
los grandes pilones de basuras y 
podredumbres acumuladas allí. 
Cuando yo trataba de pasar cer- 
ca de estos formidables banditti , 


ó interrumpirsus opíparos convi- 
tes y orjías, me miraban feroces y 
haciendo rechinar los dientes co- 
mo lobos carniceros. Tan lejos de 
correr á mi vista para ganar sus 
innumerables cuevas, se volvían 
hácia mi con un graznido feroz, y 
y amenazaban mis piernas de tal 
modo que me hacían erizar. Mu- 
chas noches tuve batalla con los 
malvados ratones; y aunque mu- 
chas veces me abrí camino á mi 
casa empuñando bizarramente mi 
estoque; muchas otras me vi for- 
zado á desfilar huyendo por algu- 
na senda estrechísima con la ver- 
güenza de dejar á las ratas due- 
ñas absolutas del campo de la 
acción. 

Nuestras tertulias sufrieron una 
triste interrupción. Dos espiones 
fueron aprendidos, y se les halla- 
ron papeles que claramente de- 
mostraban que se conspiraba den- 
tro de la plaza, estando en ello 
complicados muchos de los habi- 
tantes de Montevideo, bajo las 
inspiraciones y seguridades de ser 
apoyados por fuerzas de Buenos 
Aires. 

Su objeto era recuperar la pla- 
za, fuese la que fuese la desvas- 
tacion y pérdida de vidas, del po- 
'der de los ingleses. Estaba arre- 
glado que un grueso de tropas 
atravesaría de Buenos Aires á la 
Colonia, y marcharía en la noche 
misma hácia Montevideo, y ayu- 
dada de los conspiradores, se apo- 
deraría de una ó mas puertas de 
las murallas. El plan quedó frus- 
trado por su prematuro descubrí-, 
miento; pero es de decirse que 
cualesquiera planes que para el 



- - 230 - 


dicho objeto hubiesen podido ar- 
mar los españoles, por mejor com- 
binados que hubiesen sido, ha- 
brían fracasado siempre por la in- 
cansable vijilancia de nuestras 
guardias esteriores, por el admi- 
rable orden de la guarnición y ac- 
tivísimas prevenciones de nuestro 
jefe. 

Era evidente que la referida in- 
surrección había sido crudamen- 
te concebida, y sijilosamente ma- 
nejada; y en cuanto á su existen- 
cia , ninguna duda podía tenerse. 
Muchos españoles fueron arresta- 
dos; un jeneral disgusto abatió á 
los habitantes; y la desconfianza 
respecto de los dominadores, <]ue 
poco á poco había ido desapare- 
ciendo, se despertó vivamente de 
nuevo, como una consecuencia 
necesaria del grito de sus con- 
ciencias por haber delinquido, y 
del temor del castigo. 

El jefe resolvió la ejecución de 
los dos espías únicamente, que ha- 
bían sido tomados in flagrante 
delicio,. Con este objeto levantó 
un alto patíbulo en la plaza ma- 
yor. La actitud de cada ingles de 
los que se encontraban, denuncia- 
ba alarmas y sospechas; al paso 
que la de los españoles denuncia- 
ba temores y desaliento. Para dar 
á la ejecución la posible solemni- 
dad, se hizo que todas las tropas 
de la guarnición saliesen de sus 
cuarteles en formación y guarne- 
ciesen el lugar de la escena. Los 
otros habitantes ingleses, llenaban 
también por todas partes el recin- 
to; y todos aquellos que entre los 
españoles r>o habían cedido al de- 
saliento causado por este suceso, 


vagaban envueltos en sus cnpote s 
ó capas y presenciaban el impo g 
nente espectáculo. Las ventana^ 
y balcones estaban coronadas d 
espectadoras que, aunque tembló" 
rosas, posponían su terror a la cu" 
riosidad: unas docenas de fraile s 
vestidos de blanco, con cruces ne" 
grasy rojas sobre sus pechos, lle- 
vándolos guiones y otras enseñas» 
guarnecían la calle; y con unos 
cánticos plañideros, y tristes sal- 
mos, solicitaban el íavor de Dios 
para aquellos desgraciados, pi- 
diendo al mismo tiempo limosnas 
para enterrarlos y decirles misas. 
Todas las numerosas campanas 
de las iglesias redoblaban el to- 
que de muerte; todos los almace- 
nes y tiendas estaban cerrados, y 
un terror jeneral dominaba la 
ciudad. 

Sacados al fin de la cárcel los 
dos espías, fueron puestos en car- 
ros, y traídos en procesión por 
los muchos sacerdotes que los 
acompañaban y exhortaban á mo- 
rir con resignación y suaves sen- 
timientos. Toda la plaza estaba 
completamente rodeada de tropas; 
y sin embargo, era tan intensa la 
ansiedad de todos, que de cual- 
quiera do sus ángulos se podía 
percibir la voz de los exhor- 
tantes y los suspiros de dos pre- 
destinados á la muerte. 

Cuando todo estuvo preparado, 
subieron, apoyados por otros, á la 
plataforma de donde debian des- 
pedirse de la vida. Estaban ya 
anudadas sus gargantas, venda- 
dos sus ojos — y la última, la su- 
prema exhortación salía de los 
labios de los sacerdotes movién- 




dose el fatal pañuelo en señal de 
muerte. No murieron sin embar- 
go:el indulto estaba en manos del 
oficial que mandaba la ceremonia 
del cadalso. Tanto cuanto había 
tenido de angustiosa la escena un 
momento antes, tuvo de sublime 
un momento después. Los absor- 
tos é insensibles desgraciados fue- 
ron sacados de allí; pero estaban 
tan anonadados, que no podían 
mover los labios. Fueron alzados 
en coches y restituidos á sus ami- 
gos y familias. Ellos, con otros 
muchos miles de sus compatrio- 
tas, bendecían al jeneral ingles; 
y mostraron la gratitud debida á 
este acto de clemencia, tan sen- 
sato como oportuno, sometiéndo- 
se para en adelante á su gobier- 
no con una respetuosa deferencia. 

La casa que yo frecuentaba mas 
era la del Sr. Godefroi. Era este 
una de las personas mas distin- 
guidas de Montevideo; era fran- 
cés; se hábia casado en Montevi- 
deo con una dama de mui atrac- 
tivos dotes personales; y era el 
eje de una bella familia, cuya ca- 
sa era una de las de mas agrada- 
ble trato de la plaza. Como de 
costumbre, fui allí á mi tertulia 
aquella noche; encontré todos los 
corazones llenos de gratitud há- 
cia el Sr. Samuel Auchmuty, por 
la clemencia con que habia trata- 
do á los espías. Este aconteci- 
miento, que al principio parecía 
que podía haber producido mui 
distintos resultados, produjo al 
contrario un sentimiento de mu- 
tua benevolencia y confianza de 
que participaron igual y agrada- 
blemente los conquistadores y los 


conquistados. 

Milicia inglesa formada en Mon- 
tevideo, y arribo del jeneral 
Whitelock — Fragmento de las 
cartas de los Sres. Robertson. 

Por el tiempo en que tuvieron 
lugar los sucesos mencionados en 
mi última carta se recibieron de 
Inglaterra noticias oficiales de 
que se estaba aprontando una es- 
pedicion formidable para el Rio 
de la Plata; que el jeneral Wite- 
lock iba á ser su comandante; que 
podía aguardarse su llegada en 
el término de un mes; y que se- 
guiría inmediatamente rio arriba, 
é iría á tomar posesión de Buenos 
Aires. 

Cuando se supo en Montevideo 
que se exijiría de gran parte de la 
fuerza regular de la guarnición 
que cooperaseal intentado ataque 
sobre la capital, los comerciantes 
ingleses y súbditos de toda clase 
fueron llamados á formarse en 
cuerpos de milicia. En la ausen- 
cia de la mayor parte de las tro- 
pas regulares, los cuerpos nueva- 
mente formados debían hacer las 
guardias, y cooperar con los dos 
batallones de línea que se deja- 
rían para guarnecer la plaza. 

Era mui curioso — un lindo es- 
pectáculo — presenciar las manio- 
bras de ese novicio batallón de 
milicias. 

Yo procuré estar siempre pre- 
sente cuando, bajo la dirección de 
una docena de sarjentos, ese leal 
pero mal-a-droit batallón procu- 
raba hacer sus evoluciones mili- 
tares. “No podía menos de con- 

65 



gratularme por haber escapado, 
en la flor de la juventud, del alis- 
tamiento y ejercicio con semejan- 
te grupo de reclutas. Respetando 
mucho el carácter de los comer- 
ciantes y manufactureros británi- 
cos, me vi forzado á reconocer 
que los honores militares no les 
caian bien. 

Aquí se veia á un tejedor de 
Paisley convertido en un desca- 
rado sarjento; y allí un manufac- 
turero de Glasgow trasformado 
en un completo teniente. El co- 
merciante era hecho jeneralmente 
capitán, mientras su principal 
clerk se hinchaba de verse cabo 
bajo sus órdenes. 

Muchos y grandes fueron los 
celos que invadieron áes e cuerpo 
de ejército. El independiente tra- 
ficante juzgó que tenía mas dere- 
cho para ser sar jento que el ajen- 
te de un dependiente; pero el de- 
pendiente tenia mejor letra, y po- 
día llevar las cuentas de la com- 
pañía por lo cual el traficante era 
jeneralmente pospuesto. Muchos 
fueron los casos de agria enemis- 
tad producidos porque un hombre 
era hecho capitán, al paso que 
otro, reputándose con iguales ó 
mayores derechos, era obligado, 
por alguna parcialidad capricho- 
sa, á servir bajo sus órdenes con 
un fusil. 

El rejimiento era mandado por 
el coronel Tywell, colector de 
aduana, que unía así en su perso- 
na lo que el pueblo decía ser in- 
compatible con los principios de 
nuestra libre constitución; á sa- 
ber, el gobierno, á la vez, del 
ejército y de la bolsa. En el ar- 


dor de su solicitud por la discipli- 
na de las tropas, el coronel Ty- 
well vino á ser objeto de murmu- 
ración y de sospecha desde la 
pérdida de un modo ó de otro, de 
los libros de aduana. El uniforme 
del cuerpo de milicias era una ' 
casaca colorada, pantalones azu- 
les con franja colorada, y gorra 
de cuero de carnero. No podía 
menos dedivertirme cuando com- 
paraba la destreza con que el mis- 
mo hombre manejaba la vara du- 
rante una parte del dia, y la falta 
de habilidad con que hacia “ar- 
mas al hombro” en otras. Los 
primeros comerciantes parencian 
mui á sus anchas cuando vendían 
una caja de algodones, pero mui 
atados cuando, bajo el amparo 
de un corbatín de cuero, los ho- 
nores militares del hombrillo, 
la armadura y la espada, abando- 
naban sus tiendas para figurar en 
la parada. Podía conocerse la di- 
ferencia de posesión y de porte 
entre ellos y los oficiales de línea 
á la distancia del tiro de canon. 

Al fin llegó Whitelock, con una 
bizarra comitiva de ayudas de 
campo, ayudantes, comisarios y 
otros oficiales de un cortejo mili- 
tar. Sir Samuel Auchmuty no 
solo fué remplazado en el mando, 
sino eclipsado en su posición por 
el ahora absoluto jeneral. Trajo 
consigo ocho mil hombres, la flor 
del ejército británico, conducidos 
en una gran flota de transportes, 
protejida por hermosos buques de 
guerra. Estableció una magnífica 
corte militar en la casa de go- 
bierno, y declaró mui arrogante- 
mente que seguiría inmediatamen. 


s 

- 233 - 


te contra Buenos Aires, y que la 
tomaría ó la levantaría con sue- 
lo y todo, en el término de un mes 
contado desde la salida de Mon- 
tevideo. Todos esperábamos que 
la capital sería tomada, pues no 
veíamos que ganásemos con que 
fuese destruida. 

Whitelockordenó que lesiguie- 
sen tres mil hombres de la guar- 
nición de Montevideo. El coronel 
Brown, del 40 Tejimiento que-' 
dó al mando de la plaza; y volvió 
á decírseles á los comerciantes 
que dentro de un mes estarían en 
libertad para dirijirse á Buenos 
Aires. El nuevo jeneral tenía re- 
putación de ser un hombre altivo 
y reservado; pero, esto no obs- 
tante, se esperaba que probaría 
que era capaz de llenar los altos 
deberes que le habían sido enco- 
mendados por el duque de York. 

Instrucciones dadas por el go- 
bierno de S. M. B. al jeneral 

Wkiteloclc (a). 

“Downing Street, marzo 5 de 
1807. — Señor — Habiéndose creí- 
do conveniente enviar un oficial 
d« alto rango, y de conocidos ta- 
lentos y juicio, á tomar el mando 
de las fuerzas de S. M. que se 
hallan ya, ó probablemente se ha- 
llarán mui pronto, empleadas en 
las provincias de la América del 
Sur, debo informar á V. que S. 
M. se ha servido elejir á Y. para 
este objeto; y por tanto partirá 
V. desde luego al Rio de la Pla- 

(a) Estas instrucciones son tomadas 
de la ya citada obra, Arengas en el Foro 
&.c Stc del Doctor D. Mariano Moreno, 


ta, en un buque que está ya pre- 
parado para conducirlo, á tomar 
el expresado mando. 

“Las fuerzas que encontrará 
rá Y. á su llegada, son las remi- 
tidas desde el Cabo al mando del 
teniente coronel Backhouse, y las 
que partieron de Inglaterra á las 
órdenes del brigadier jeneral Sir 
Samuel Achmuty, que consisten 
de los cuerpos que abajo se men- 
cionan, y montan en todo al nú- 
mero de 5,338 hombres. Pero á 
estos se agregará probablemente, 
cuando V. llegue, ó poco después, 
la fuerza que manda el brigadier 
jeneral Craufurd, que también se 
menciona y se compone de 4,212 
hombres (9,550 hombres). 

“Para que pueda V. juzgar con 
mas certeza de la confianza que 
hai de que esta fderza se reunirá 
con la primera, como también el 
Tejimiento 9 dedragones que que- 
da mencionado, y cuyo destino 
puede haberse cambiado por el 
buque que despachó el almirante 
Murray, incluyo á V. una rela- 
ción de todas las noticias recibi- 
nas, y de todas las órdenes espe- 
didas en el particular, de que apa- 
rece que casi no puedequedar nin- 
guna dudadequeel Fly habrá lle- 
gado ántes que el jeneral Crau- 
furd hubiese salido del Cabo, y 
que este debe por consiguiente 
haber dirijido su, curso al Rio de 
la Plata junto con el almirante 
Murray. 

“Siendo sin embargo posible 
que no haya sucedido así, es pre- 

publicada por su hermano D. Manuel, en 
Londres, en 1836. 

(Nota de la Red.) 



- 234 - 


ciso estar prevenido para ambos 
casos, á saber, la reunión del ar- 
mamento del jeneral Craafurd, ó 
el de haber seguido á su destino 
primitivo. En el primero de estos 
casos, como la fuerza de V. se 
considera mas que suficiente para 
cualquier objeto que se propusie- 
se emprender, despachará V. lo 
mas pronto posible, y cuando lo 
hallase prudente, el rejimiento89. 
y algún otro de que pueda V. des- 
prenderse después de sus prime- 
ras ocupaciones, enviándolos ba- 
jo convoy seguro para el Cabo, 
para que de allí pasen á la India. 

“Con la fuerza arriba espresa- 
da procederá V. á ejecutar el ser- 
vicio que le está encargado de re- 
, ducir la provincia de Buenos Ai- 
res al dominio de S. M. 

“En el otro/»caso menos proba- 
bable, de que el armamento del 
jeneral Craufurd haya seguido á 
su destino primitivo, tal vez en- 
contrará V. ser mas conveniente, 
con consulta del almirante, el 
despacharle un buque por el Ca- 
bo de Hornos, con órdenes á di- 
cho jeneral, cuyas órdenes podrán 
ser, ó de seguir el plan que hasta 
aquí se tiene formado, ó de man- 
darle que renuncie enteramente 
aquella empresa. Para una y otra 
cosa se le deja á V., y á los ofi- 
ciales quedirijen la fuerza naval, 
en una libertad completa á este 
respecto, sin otra restricción sino 
que na debe V. estender los lími- 
tes de sus operaciones mas allá 
de los que están designados ac- 
tualmente; y que en todo evento, 
siempre que se requiera la coope- 
ración de cualquiera parte de las 


fuerzas navales de S. M., no de- 
bedarse ningún paso, ni darse nin- 
guna orden al jeneral Craufurd, 
sin el acuerdo de los comandan- 
dantes dé mar, asi en el rio de la 
Plata, como con dicho jeneral. 

“De cualquier modo que se 
obre, ya en cuanto á instrucciones 
al jeneral Craufurd, si hubiese 
pasado á su destino anterior sin 
haber tocado en Buenos Aires, ó 
en cuanto á usar de la fuerza que 
hallase V. desde luego en los lu- 
gares mismos, debe V. tener pre- 
sente que el objeto de la empresa 
que le está cometida, no es el de 
molestar y de hacer daño al ene- 
migo, sino el de ocupar aquellos 
puntos ó porciones del territorio, 
que tomados de una vez por las 
armas de S.M. no sea fácil reco- 
brarlos, y que al mismo tiempo no 
requieran para su conservación 
un cuerpo de tropas mayor que el 
que puede suponerse que este país 
querrá emplear en guarnecerlos, 
no debiendo ciertamente esceder 
su número al que ahora se pone 
bajo el mando de -V. 

“Se presume que con una fuer- 
za mucho mas inferior a la que 
podrá V. reunir, suponiendo que 
se le agregueel jeneral Craufurd, 
y que fuera de la que lleva V. 
ahora consigo, ascenderá á mas de 
9,000 hombres, se tomará pose- 
sión sin dificultad, de toda la pro- 
vincia de Buenos Aires; pero des- 
pués resta todavía considerar, qué 
número será suficiente para man- 
tener la posesión contra las tenta- 
tivas que el enemigo puede ha- 
cer para reconquistarla y las fuer- 
zas que pueda reunirá este fin. 


- 235 - 


“En cualquiera parte donde se 
establezca la autoridad de S. M., 
debe ponerse el mayor cuidado y 
todo empeño en conciliar la buena 
voluntad de los habitantes, abste- 
niéndose de todo lo que pueda 
chocar sus opiniones ó preocupa- 
ciones relijiosas, respetando sus 
personas y propiedades; removi- 
endo las trabas é imposiciones de 
que se quejan; y haciéndoles sen- 
tir en jeneral la benéfica influen- 
cia del gobierno de S. M. com- 
parado con aquel á que se halla- 
ban sometidos anteriormente. 

“Con respecto á reglamentos 
comerciales, se conducirá V. por 
las órdenes que ha publicado el 
Consejo (que se incluyen en co- 
pia) para dirijir el tráfico de Bue- 
nos Aires, y que estenderá V., se- 
gún las circunstancias lo admi- 
tan, á otros lugares ó territorios 
que cayesen en poder de S. M. 

“Cuando estos reglamentos 
afecten en alguna iftinera al go- 
bierno y la constitución del país, 
el principio que debe observarse 
es, abstenerse cuanto sea posible 
de toda cosa que pueda infrinjir 
los derechos, privilejios, y aun 
usos establecidos de cualquiera 
de las clases de los habitantes; y 
no introducir en el gobierno nin- 
gún otro cámbio sino el que ne- 
cesariamente debe* resultar de la 
substitución de las autoridades de 
S. M. por las del rei de España. 

“Puede ser nscesario mudar 
individuos; y al hacer esto debe 
darse la preferencia, en cuanto 
sea posible, á los naturales del 
país, dejando á un lado á las per- 
sonas nacidas en España. 


“Todos aquellos que fueron 
los principales motores y ajentes 
de la insurrección contra el jene- 
ral • Berresford, deben ser aleja- 
dos con cuidado, ó enviándolos á 
Europa, ó poniéndolos en situa- 
ción en que sus maquinaciones no 
puedan ser temibles en lo futuro. 

“El caso del jeneral Berres- 
ford y de su ejército, debe bajo 
otro punto de vista ser el objeto 
de la atención de V., y parece en 
efecto que así lo reclama el ho- 
nor nacional, conforme á los sen- 
timientos que animan á S. M. por 
el bien estar de sus tropas, y á 
la justicia que debe hacer el país 
á los que emplea en su servicio. 

“En este instante tal vez sería 
dificil averiguar con claridad has- 
ta que punto fué violada la capi- 
tulación con aquellas tropas, ó 
cual sea precisamente el reclamo 
que de sus resultas convenga ha- 
cerse en su favor; pero cualquie- 
ra cosa que las sea debida, ya en 
virtud de estipulaciones especia- 
les, ó de los usos jenerales, esta- 
blecidos entre las naciones res- 
pecto de prisioneros de guerra, se 
ha de exijir hasta lo sumo, aun 
empleando para ello cualesquie- 
ra medios que la fuerza de las 
armas pueda ofrecer á V., hasta 
obtener completa justicia en su 
favor. El servicio que se ha con- 
fiado al celo de V., por mas feliz 
que sea en otros respectos, debe 
considerarse incompleto, siem- 
pre que quede alguna duda en 
cuanto á la restitución de estas 
tropas en tiempo regular, ó á pro- 
tejerlas entre tanto contra toda 
especie de violencia y mal trato. 



- 236 - 


“Aunque S. M. se ha servido 
ordenar se envíe ademas desde 
luego la fuerza que se espresa al 
mar jen (1 ,630 hombres) para ope- 
raciones que pueden ser precisas, 
pero que sin esta ayuda y en caso 
que no se verifique la junción del 
jeneral Craufurd, no podrá V. 
emprender; con todo, no es la in- 
tención de S. M. que toda esta 
fuerza se retenga, sino únicamen- 
te la parte que sea necesaria para 
asegurar los puntos ó territorios, 
que por resultado final de aque- 
llas operaciones haya V. podido 
ganar. 

“Se supone que el número ne- 
cesario para este objeto, no podrá 
esceder en ningún caso de 8,000 
hombres, á mas dé las tropas que 
podrá V. levantaren el país, y por 
consiguiente, á no ser sino en cir- 
cunstancias particulares, que será 
de su cargo esplicar satisfacto- 
riamente al gobinrno, no deberá 
V. considerarse autorizado para 
retener mas que aquellos. 

“Si las circunstancias fuesen 
tales que obliguen á V. á ceñir 
sus operaciones á la ocupación de 
Montevideo ó 31aIdonado, ó de 
algún otro punto en la costa, que 
crea V. conveniente conservar pa- 
ra protejer el comercio y los de- 
mas buques, se presume que una 
fuerza mui inferior á la que se ha 
espresado, es decir, mui inferior 
á 8,000 hombres, será bien sufi- 
ciente;y en tal caso, como en cual- 
quier otro, remitirá V. el esceso 
por la primera ocasión oportuna 
á Inglaterra. - 

“Si la reducción deMontevideo 
hiciese parte de su plan de opera- 


ciones, según se ha dicho arriba, 
y se hubiese conseguido en efec- 
to, no por ello debe V. conside- 
rarse obligado por estas instruc- 
ciones, á mantenerse permanente- 
mente en posesión de aquella for- 
taleza, sino que podrá V. retirar 
la guarnición, y destruir sus mu- 
rallas, si así le pareciese conve- 
niente. 

“En todo lo referente al mane- 
jo de rentas de cualquiera pro- 
vincia ó distrito de que se halle 
V. en posesión, se guiará V. por 
las instrucciones que se han dado 
al jeneral Craufurd, de las que 
aquí se acompaña copia. 

“En el mismo papel encontra- 
rá V. instrucciones sobre otro 
punto de gran delicadeza é im- 
portancia, á saber, lo que debe V. . 
responder á las preguntas de los 
habitantes sobre su sit uación fu- 
tura en la paz. 

“Según rorá V. en el papel ci- 
tado, ningumt otra seguridad de- 
be dárseles, sino que S. M. no 
restituirá sino con gran repug- 
nancia unas posesiones que tanto 
estima; y que en ningún caso con- 
sentirá en devolverlas, sin tomar 
medidas de seguridad en favor de 
aquellos que por su afecto á S. M. 
puedan temer haber incurrido en 
el desagrado de su anterior go- 
bierno. 

“Antes se ha supuesto que pue- 
den aumentarse las fuerzas de S. 
M. con tropas levantadas en el 
país. Por decontado, debe poner- 
se gran cuidado en elejir los indi- 
viduos ó clases propias á aquel 
objeto; en determinar el pié en 
que hayan de ser puestas, y su 



- 237 - 


monto; pero obrando con estas 
precauciones, se deja percibir que 
esta medida ayudará mucho á ase- 
gurar las posesiones de S. M. en 
aquella parte del mundo, y evita- 
rá al mismo tiempo el sacar dema- 
siadas tropas de este país. Es ca- 
si innecesario observar que tanto 
en este, como en todo otro punto 
debe guardarse la mas estricta 
economía, así en adoptar cual- 
quiera plan en su oríjen, cuanto 
en disponer los detalles para lle- 
varlo á ejecución: por lo cual se 
espera que al dar aviso de todo 
gasto de esta especie, espondrá V. 
las razones que lo hayan inducido 
á ello, con todos los pormenores 
del negocio. 

“Q,ueda antes asentado que en 
en caso de reunirse el jeneral 
Craufurd, ó nó, no puede haber 
duda ninguna de que se manten- 
drá V. en posesión de algunas par- 
tes, de mas ó menos estension de 
la costa del este. 

“Pero restan todavía dos casos 
que fijar, y aunque inverosímiles, 
no deben pasarse en silencio. El 
uno es, que encuentre V. á su lle- 
gada que las plazas que habian 
ocupado las tropas de S. M., no 
están ya en sus manos: el otro, 
quesea necesario abandonar todo 
lo que se hubiese poseído antes, 
y retirar de aquel país toda la 
fuerza inglesa. En uno ú otro de 
estos casos, parece qye no queda 
mas que considerar que el modo 
en que V. y el jeneral Craufurd, 
con todas las tropas que uno y 
otro tienen, puedan volver á In- 
glaterra. Pero al adoptar los me- 
dios necesarios á este efecto, lo 


mismo que para decidirse sobre la 
retirada, debe atenderse al estado 
en que probablemente se halle el 
armamento del jeneral Craufurd 
en aquel momento, considerado 
con relación á la salud de las tro- 
pas, que víveres hubiese aun á 
bordo de los buques, y que difi- 
cultades puedan ofrecerse para 
emprender un nuevo viaje, largo 
y repentino. 

“Estas consideraciones reque- 
rirán no solamente que todas las 
órdenes que V. envíe al jeneral 
Craufurd, si se halla separado de 
V., sean hasta cierto grado dis- 
crecionales, mas también deberán 
influir en determinar la línea de 
conducta que V. creerá conve- 
niente abrazar, de concierto con 
los oficiales que mandan la es- 
cuadra. 

“Tendrá V. cuidado de trans- 
mitir por toda oportunidad al go- 
bierno de S. M. noticias de sus 
procedimientos, pues la falta de 
comunicaciones regulares é ince- 
santes ha causado hasta ahora 
mucho embarazo respecto del 
servicio particular, cuya dirección 
se le encomienda. 

“Tengo el honor de ser, «&c. 

(Firmado) Howick. 

(Por ausencia de Mr. Windham.) 

“Al teniente jeneral White- 
locke, comandante de las fuerzas 
que sirven en la América del Sur.” 

El comandante jeneral de armas 

á los defensores de Buenos Ai- 
res. 

PROCLAMA EXHORTANDO A LA SUBORDINA- 
CION Y AL ORDEN. 

Vasallos los mas leales del me- 



- 238 - 


jor de los soberanos. La justa 
causa que os hizo, poco tiempo 
hace, correr apresuradamente á 
suscribir vuestro nombre entre 
los defensores de la patria, os re- 
cuerda en este instante la obliga- 
ción de velar por vuestra seguri- 
dad. Esos mismos enemigos de 
quienes con harto sentimiento 
vuestro sufristeis la dura domina- 
ción, á quienes ignominiosamente 
arrojasteis del dominante puesto 
que ocupaban en esta venturosa 
capital, y que con tenaz empeño 
solicitan sojuzgaros nuevamente 
por sus armas, se hallan al pre- 
sente tan á pocas leguas dedistan- 
cia de nosotros, que casi los ve- 
mos con los ojos, y con intención 
espresa de atacarnos después de 
haber comprado á costa de su san- 
gre y de la de nuestros hermanos 
de Montevideo la posesión de 
aquella infeliz ciudad. Aun no 
han escarmentado del fatal desas- 
tre que sufrieron sus orgullosas 
tropas el 12 de agosto eternamen- 
te memorable; aun quieren nue- 
vamente medir sus tropas con no- 
sotros, trayendo ejércitos de la 
otra parte dal Océano, que vana- 
mente alucinados con su pericia 
militar creen hallar una débil re- 
sistencia en los brazos de los pa- 
cíficos pobladores de América. 
¡Q,ué! el habitador de Buenos 
Aires, el pueblo héroe de la Amé- 
rica del Sur, ¿sufrirá sin llenarse 
de indignación y de horror que 
llegue segunda vez á profanar su 
afortunado territorio? Q,ue se 
acuerden de aquel dia de confu- 
sión y de horror en el que el es- 
fuerzo irresistible de nuestras tro- 


pas les hizo tan á su costa cono" 
cer la diferencia del valor entre 
un despreciable mercenario, y un 
ciudadano libre que defiende los 
derechos de su relijion, de su rei 
y de su patria; que tiemblen al 
acercarse á nuestras risueñas pla- 
yas, y que conozcan que un pue- 
blo fiel y relijioso no doblará ja- 
mas su cerviz al duro yugo de un 
enemigo destruidor. 

Así en nada menos pienso que 
en recordar vuestro valor; mis 
últimos conatos se dirijen á exhor- 
taros únicamente á la subordina- 
ción y al orden; vuestro arrojo 
tenga por muro impenetrable la 
constancia: que no os arrebate 
jamas el lisonjero deseo de ven- 
garos de los perturbadores de la 
tranquilidad de nuestro suelo, y 
que una audacia fría, y un valor 
reflexivo y meditado os haga in- 
sensibles al devorante fuego que 
abriga en vuestros pochos la ven- 
ganza. Si la victoria está siempre 
de parle del valor y la justicia, no 
dudéis desde ahora lisonjearos de 
conseguirla en el instante mismo 
que el atrevido arrojo de nuestros 
enemigos intente combatiros. La 
disciplina y pericia militar que 
habéis adquirido con el continuo 
ejercicio de las armas que mane- 
jais desde el punto mismo que 
subcribisteis vuestro nombre, os 
hacen infinitamente superiores á 
aquel puñado de hombres recoji- 
dos, con que se cubrió de gloria 
esta populosa capital el dia de su 
reconquista. Yo no puedo recor- 
dar sin emoción y asombro el te- 
son infatigable, y la bizarra cons- 
tancia de unos compatriotas, que 



- 239 - 


acaso habían pftr la primera vez 
tomado las armas para defender 
la causa jenera!, y á los pavoro- 
sos fuegos enemigos no hacían 
mas que redoblar su arrojo. 

Vosotros no conocéis otro ca- 
mino que el de ia gloria: la pri- 
mera acción de vuestro esfuerzo 
os ha comprado la admiración; 
que la segunda os compre la in- 
mortalidad. Yo no creo que des- 
pués de haber salido del recinto 
de este pueblo, entréis en él sino 
por entre las aclamaciones y los 
vivas de vuestros conciudadanos. 
Preparaos á recibir de mano de 
vuestros hermanos aquellas coro- 
nas de laurel que solo merece 
justamente el vencedor. Unid de 
común acuerdo vuestro esfuerzo 
para conseguirla, y estad asegu- 
rados. que os cubriréis segunda 
vez de aquella inmarcesible gloria 
que conservarán respetuosamente 
las jeneraciones venideras, y no 
destruirá jamas el tiempo ni la 
abominable envidia. 

Buenos Aires marzo 9 de 1897. 

Santiago Liniers. 

Oficio del serenísimo príncipe de 
la Paz , jeneralísimo, almiran- 
te de España y de las Indias , 
al Sr. gobernador , capitán je- 
neral del llio de la Plata D. 
Santiago Liniers , en respues- 
ta al de este de 16 de agosto , 
concediendo ascensos y gracias. 

Enterado S. M. del contenido 
de los pliegos que V. S. me diri- 
jió en 16 de agosto del año pasa- 
do, dando cuenta délos principa- 
les sucesos de la espedicion que 


bajo sü mando reconquisto del 
poder de los ingleses en 12 del 
propio agosto la ciudad de Bue- 
nos Aires; ha tenido á bien pro- 
mover á V. S. á brigadier de la 
real annada, y conceder los as- 
censos y otras gracias á los ofi- 
ciales tanto de marina como de 
ejército y sujetos espresados en 
la adjunta lista, á quienes lo hará 
V. S. saber para su satisfacción: 
siendo también la voluntad del 
rei que V. S. manifiestes las tro- 
pas, á los ayuntamientos, tanto 
eclesiástico como secular, y al 
cuerpo de comercio de esa ciu- 
dad de Buenos Aires, el aprecio 
que ha merecido á 8. M. la leal- 
tad que han mostrado por su ser- 
vicio en una ocasión tan critica 
para ellos mismos y para el Esta- 
do; y que no duda harán iguales 
esfuerzos para rechazar comple- 
tamente al enemigo, si tuviese la 
osadía devolver á atacar esos paí- 
ses. Al gobernador de Montevi- 
deo hago esta misma prevención, 
por lo que respecta á las gracias 
que son debidas al ayuntamiento 
y demas cuerpos de aquella ciu- 
dad, que tanto han contribuido á 
la reconquista. Pero como los 
premios señalados en estaocasion, 
lo están en vista de los primeros 
oficios de V. S., y puede mui bien 
suceder que por olvido ó equivo- 
cación, se haya dejado de com- 
prender en las gracias algún su- 
jeto que merezca ser atendido; 
quiere el rei que si V. S. notase 
tal falta, lo avise inmediatamente 
para su soberana resolución. 

Por los respectivos ministros 
recibirá V. S. las órdenes sobre 

67 


- 240 - 




los demas puntos que abrazan sus 
consultas, relativas al estado de 
ese país, y al cargo especial que 
V. S. estaba desempeñando al 
tiempo en que las hizo; ciñéndo- 
me yo por ahora á manifestarle 
que el rei queda sumamente sa- 
tisfecho de los servicios de V. S., 
y que los tendrá siempre presen- 
tes para remunerarlos como se 
merecen, dando á V. S. las prue- 
bas de su real confianza á que es 
tan acreedor. Dios guarde á V. S. 
muches años.Aranjuezl3 de mar- 
zo de 1807. 

El príncipe jeneralísimo 

almirante. 

Sr. D. Santiago Liniers. 

Proclama del jeneral Liniers , 

á los habitantes de la campaña 

oriental , con motivo de una 

proclama de Pak. 

Fieles habitantes de la campa- 
ña de la Colonia, y la de Monte- 
video: aunque jamas he dudado de 
vuestra fidelidad al rei, á sus le- 
yes, y á las de nuestra santa reli- 
jion, habiendo visto una procla- 
ma dirijida á vosotros por el je- 
neral Pak, comandante de las 
tropas inglesas en la Colonia, y 
temeroso que sus lisonjeras pro- 
mesas alucinen á alguno poco 
cauto, me veo en la precisión de 
poneros delante de vuestra vista 
la conducta de este héroe, que 
después de rendido á discreción 
al valor de los españoles con todo 
su cuerpo, haber debido á nues- 
tra jenerosidad el salir con los ho- 
nores militares, haberse dejado á 
los oficiales sus armas, y lujosos 


equipajes con mucho dinero que 
aquí adquirieron y habérseles tra- 
tado con toda la consideración 
posible, comete con su jeneral 
Berresford una huida vergonzosa 
que en el soldado mas ínfimo se- 
ría reprensible; y no contento con 
esto viene recientemente á la ca- 
beza de una espedicion á conquis- 
tar un país y entrar triunfante- 
mente en un pueblo desamparado 
é indefenso absolutamente, y á 
exijir juramentos de fidelidad al 
reí de la Gran Bretaña, contra- 
rios en todo al derecho de jentes 
y de la guerra: vosotros podéis 
juzgar por su conducta lo que te- 
neis que esperar de sus promesas. 

Fieles españoles, conservad 
vuestro espíritu, y estad seguros 
que yo, que he sabido juntar un 
puñado de jente valerosa en cir- 
cunstancias bien diferentes, y ha- 
cer rendir con ellas las armas á 
los fieros y orgullosos conquista- 
dores de Buenos Aires, tengo 
juntas muchas ahora para arrojar 
ó cautivar á todo enemigo que 
pise nuestro continente: el golpe 
está inmediato; pero tiemble el 
ingles, y no estrañe que la jene- 
rosidad española se convierta en 
venganza sanguinaria al ver que 
sus principales jefes faltan tan 
inicuamente a los pactos y jura- 
mentos mas sagrados; y tiemblen 
mas que todos ellos mismos de 
nuestro justo resentimiento. 

BuenosAires marzo 27 de 1807. 
.Santiago Liniers. 


t 

Oficio del Exmo. Sr. marques 
Caballero, ministro de guerra. 


\ 



- 241 - 


de gracia y justicia , al mui 
ilustre Cabildo de Buenos Ai- 
res , dando las gracias por lo 
hecho para la reconquista , y 
anunciando premios. 

Por la carta de VV. SS. de 
agosto del año próximo pasado, 
y documentos que la acompañan, 
se ha enterado el rei don mucha 
satisfacción de los ausilios de ¡en- 
te, y caudales con que esa ciu- 
dad y vecinos han concurrido pa- 
ra su reconquista; y me manda 
dar á VV. SS. las correspon- 
dientes gracias en su real nom- 
bre como ío ejecuto, y asegurar- 
les, que S. M. queda entendiendo 
en las pretensiones que hace la 
ciudad, y que á su tiempo se las 
comunicará su soberana resolu- 
ción, y dispensará los premios á 
que sean acreedores los sujetos 
que se han distinguido; y espera 
S. M. que en las ocasiones que 
ocurran manifestará esa ciudad la 
misma lealtad y valor que tiene 
acreditado. 

Dios guarde á VV. SS. muchos 
años — Aranjuez 28 de marzo de 
1807. El marques Caballero. 

Señores del Cabildo, Justicia, 
y Rejimiento do la ciudad de 
Buenos Aires. 

Reflexiones y proclama exhorta- 
toria de un donativo en favor 
de Buenos Aires , del coronel 
del rejimiento de caballería de 
milicias provinciales discipli- 
nadas de la ciudad fte Arequi- 
pa á sus sárjenlos , cabos y 
soldados. 

Vuestra fidelidad v valor se 

•/ 


acreditaron á todos aspectos en 
las circunstancias mas críticas y 
horrorosas con motivo de la in- 
surrección de este reino, que pro- 
movió el vil traidor José Gabriel 
Tupac-nmnroó Condorcanqui el 

año de 1780. Abandonasteis vues- 

* 

tras casas, vuestras familias, y sa- 
crificasteis vuestras vidas en ho- 
nor de la causa de Dios, del rei y 
del Estado; pero también tuvis- 
teis la gloria de volver coronados 
de laureles á vuestra patria, á go- 
zar de la tranquilidad de vues- 
tros hogares, dejando castigadas 
y en tranquilidad las provincias 
sublevadas, que recorristeis sin 
intermisión por el espacio de un 
año á costa de muchos trabajos, 
sujetos á la obediencia de nues- 
tro amabilísimo rei católico, obe- 
dientes á sus majist rodos, y re- 
signadas á sus iejítimos curas pár- 
rocos. 

Podemos persuadirnos, que no 
volverán los indios á inquietarnos, 
ni cometer los sacrilegos atenta- 
dos que entonces predicaron; pe- 
ro no estamos libres que los per- 
seguidos herejes y soberbios in- 
gleses nuestros enemigos nos in- 
sulten y nos invadan en nuestras 
costas y en nuestras propias ca- 
sas y cometan mayores escesos 
contra la relijion católica, apos- 
tólica romana, (que por fortuna 
profesamos), contra la humanidad 
y contra nuestros intereses. Si 
llegase ese tremendo caso, tam- 
bién estoi persuadido que no se- 
réis menos valientes, relijiosos y 
patriotas, que lo fuisteis con aplau- 
so jcneral de todo este reino en 
la rebelión de los indios, sacrifi- 

Si 


25* 


24>2 - 


cando vuestra sangre y vuestras 
vidas, antes que sufrir la domina- 
ción de los soberbios ingleses. 

Nopermita Diosque lleguemos 
a este estado; porque sería el mas 
desgraciado y el mas infeliz que 
nos puede sobrevenir. La capital 
de Buenos Aires y plaza de Mon- 
tevideo (a) se hallan en gravísimo 
riesgo de ser víctimas de aquellos 
inhumanos herejes, y desde el mes 
de junio están en continua guer- 
ra defendiéndose y sosteniéndose 
contra sus invasores. Todos sus 
habitantes sin escepcion de per- 
sonas ni clase son soldados, y es- 
tán con las armas en la mano de 
dia y de noche. 

Aquel establecimiento de Bue- 
nos Aires es el antemural del Pe- 
rú: si los ingleses llegasen á pose- 
sionarse de él, mui prontamente 
intentarían hacerse dueños de to- 
do este reino, pues tenían la puer- 
ta abierta para introducirse, y nos 
pondrían en los mismos y mayores 
conflictos en que se ven todos los 
habitantes del Rio de la Plata, 
quienes por mediación del ilustre 
ayuntamiento de esta ciudad, ha- 
biéndose agotado los tesoros del 
rei y los caudales de los particu- 
lares, han ocurrido á nuestra ca- 
ridad para que los ausiliemos con 
armas y dinero. 

En efecto, el ilustre ayunta- 
miento que conoce I y urjentísima 
necesidad, hace 1;>4 dilijencias 
correspondientes para proporcio- 
nar un competente socorro de di- 
nero; y por lo que respecta al 

) Nota, del editor. Cuando se es- 
pidió esta proclama ya estaba ocupada la 
plaza de Montevideo por los ingleses; 


cuerpo de oficiales de nuestro re- 
jimiento, todos han manifestado 
sus loables deseos, haciéndose las 
erogaciones según la posibilidad 
de cada uno. 

Los valerosos habitantes de 
Buenos Aires no exijen nuestra 
ayuda personal; porque se hacen 
cargo de la distancia, y porque 
dicen que mientras hayan vivien- 
tes en aquel pueblo no faltarán 
solados esforzados. Ellos son nu- 
estros hermanos y nuestros de- 
fensores, porque guardan las pu- 
ertas del reino del Perú; y mien- 
tras se puedan sostener, estamos 
s°gurosdeno ser insultados é in- 
vadidos de los ambiciosos y sacri- 
legos ingleses. 

Son por todo dignos de nues- 
tra consideración para que ejer- 
citemos en ellos nuestra caridad, 
ausiliándolos en el modo posible 
y conforme á las facultades de ca- 
da uno. Cualquiera que sea nues- 
tro socorro será oportuno y grqto 
á Dios. A costa desús trabajos y 
vidas, quedaremos en posesión de 
nuestra deliciosa patria; no sere- 
mos mendigos de los soberbios y 
pérfidos ingleses; no esperimenta- 
remos su tiránica dominación en 
lugar de la suave, benigna y jus- 
ta con que nos imperan los cató- 
licos reyes de España; no vere- 
mos destruida la santa refijion 
que profesamos, ni profanados los 
templos, ni derribados los alta- 
res, ni ultrajadas y holladas las 
sagradas irnájenes, como ni tam- 
poco abolido el culto que damos 

... I 

pero aun no ten.an noticias de esta des- 
gracia en Arequipa como se ve por el 
contesto. 


i 



- 243 - 


al Dios verdadero. 

Por todo lo espuesto debo es- 
perar, que á proporción de vues- 
tras escasas facultades os esfor- 
céis voluntariamente en el modo 
posible al socorro que he referido 
verificándolo de contado, para que 
pueda remitirse por el correo que 
saldrá de esta ciudad el 10 del 
corriente. 

Arequipa , 3 de abril de 1807. 

OJicio del mui ilustre Cabildo de 
Buenos Aires al Sr. coman- 
dante jeneral de armas recon- 
quistador de esta capital , nom- 
brándole , y á sus descendien- 
tes , Rejidor Perpetuo , con voz 
y voto: y contestación de dicho 
Sr. comandante aceptando. 

Reconocida esta ciudad al sin- 
gular y distinguido beneficio que 
la dispensó V. S. con libertarla 
de la tirana dominación á que es- 
tuvo sujeta por espacio de cua- 
renta y cinco dias, acordó hacer 
una demostración, que aunque no 
fuese equivalente á sus deseos, 
acreditase en algún modo su gra- 
titud, y perpetuase en sus anales 
la memoria de un héroe á quien 
tanto debia: nombró á V. S. en 
acuerdo de 5 de setiembre último 
por rejidor perpetúo con asiento, 
voz, v voto en Cabildo, haciendo 
estensivo el nombramiento á los 
hijos y descendientes de V. S. por 
su orden, con la calidad de ocur- 
rir por' la confirmación á S. M. 
Mas para dar algún mayor desa- 
hogo á su reconocimiento, deter- 
minó también hacer un obsequio 
en que al vivo se espresasc la re- 


conquista de esta ciudad, y fuese 
el timbre de su glorioso recon- 
quistador, suspendiendo darle cu- 
enta de la elección hasta que es- 
tuviese concluida la obra. 

Varias ocurrencias han retar- 
dado su conclusión; pero hoi tie- 
ne este Cabildo el honor de pre- 
sentarla á V. S. por medio de di- 
¡ putados, y de participarle el nom- 
bramiento de Rejidor perpétuo 
que ha hecho en su persona, y la 
de sus hijos, y descendientes por 
su orden. Dígnese V. S. aceptar 
estas pequeñas demostraciones de 
su gratitud; no las gradúe por lo 
que ellas son en sí, sino por el 
objeto á que terminan; si son de 
ningún valor* y mui cortas con 
respecto al «ajigantado mérito de 
V. S., no lo son con respecto á 
los sentimientos que espresan: el 
Cabildo ni puede, ni podrá jamás 
esplicarlos á medida de lo que 
quisiera; pero tiene el placer y la 
confianza de que es á V. S. á 
quien los dirije, y que los hará 
mayores con su aceptación, que 
es lo que espera para ocurrir al 
soberano en primera oportunidad. 

Dios guarde á V. S. muchos 
anos. 

Sala Capitular. Buenos Aires, 
4 de abril de 1807. — Martin de 
Alzaga. — Estevan Villanueva. — 
Antonio Piran. — Manuel Ortiz 
de Basualdo.— -Miguel Fernan- 
dez de Agüero. — José Antonio 
Capdevila. — Juan Bautista de 
Ituarte — Martin deMonasterio — 
Benito de Iglesias. — Señor co- 
mandante jeneral de armas D. 
Santiago Liniers. 


1 

I 


- 24>4í - 


Contestación. 

Cuanto mas me llena de grati- 
tud el oficio de V. S. de ayer, 
tanto mas estrecha mis deseos de 
contribuir á la gloria y esplendor 
de esta ciudad. V. S. se empeña 
en ensalzar mi mérito mas allá de 
lo que debía esperarse. No solo 
perpetúa en mi descendencia las 
pruebas de su jenerosidad, sino 
que la demostración que lio reci- 
bido por mano de los diputados 
de ese ilustre cuerpo me la harán 
tener presente todos los momen- 
tos. V. S. exije mi aceptación 
para la Rejidura perpetua con 
asiento, voz, y voto que desde 5 
de setiembre último acordó con- 
cederme para mí, mis hijos y des- 
cendientes; y al paso que esta 
honra es para mi estimación la 
mayor que podía acordarme, me 
es mas sorprendente por el tiem- 
po desde que está concedida, y 
por la reserva que se me ha guar- 
dado de ella. Admito, pues, con 
gran complacencia el nombrami- 
ento que ese ilustre Cabildo me 
dispensa, siempre que sea del 
agrado de S. M., y que se obten- 
ga la confirmación que me dice 
V. S. iba á solicitar. Sí, esta será 
la distinción mayor de mi apre- 
cio: sí, este titulo será el primero 
y mas relevante de mis dictados, 
también las prendas con que V. 
S. me honra serán el mejor tim- 
bre de mi lucimiento. Yo haré mi 
mayor honor de adornarme con 
ellas en los dias mas clásicos, y 
que por reconocimiento de vasa- 
llaje á nuestros augustos sobera- 
nos, celebremos sus apreciables 


años: serán el mejor de mis tro- 
feos, y se emplearán solo en la 
gloria de las armas de S. M., en 
la defensa de esta ciudad, y en 
honor de un cuerpo, que sabe es- 
ceder con demostraciones á todo 
deseo. Yo tengo el de acreditar á 
V. S. y á todo este pueblo la es- 
trecha obligación en que me pone 
por las no esperadas honras que 
me dispensa. Nada me será mas 
grato que las ocasiones de demos- 
trarlo; y si antes de ahora he pro- 
curado probar el justo y debido 
aprecio con que lo miro, desde 
hoi serán tanto mas eficaces mis 
esfuerzos por hacer glorioso su 
nombre. Numerado entre sus ilus- 
tres miembros es mas estrecha 
mi obligncion por quien tanto me 
distingue, v si logro corresponder 
a sus honras, será todo el colmo 
de mis constantes ansias. 

Dios guarde á V. S. ms. años. 
Buenos Aires, 5 de abril de 
1807. „ Santiago JLiniers. 

Señores del ilustre Cabildo, 
Justicia y Rejimiento de esta ca~ 

Es copia. 

Pi oclama clel cabildo de Buenos 
Jires exhortando á marchar á 
ui Banda Oriental contra los 
ingleses, y ofreciendo un pre- 
mio por la captura de Pak. 

Valientes y esforzados patrio- 
tas: apoderado el enemigo de la 
importante plaza de Montevideo, 
estiende sus ambiciosas miras á 
hacerse dueño de las campañas 
de la Banda Oriental de este rio. 
Uua pequeña espedicion, y esta 
al mando del teniente coronel D. 



- 245 - 


Pak, ha entrado en la Colonia 
aprovechándosede su indefensión. 
Ese jefe, á quien conocéis mui 
bien por su cobardía y perfidia, 
intenta atra^j* al partido de la do- 
minación británica á los habitan- 
tes de aquellas campañas, infun- 
diendo terror en unos con abulta- 
das amenazas, alucinando á otros 
con falsas lisonjeras promesas. 
No será estraño que el miedo y el 
engaño produzcan algún efecto en 
personas desarmadas y poco cau- 
tas, que considerándose indefen- 
sas, no conocen cabalmente los 
ataques de la intriga. El riesgo 
es grande, inminente el peligro. 
Y ya que inflamados de un noble 
entusiasmo os habéis ofrecido vo- 
luntariamente á marchar en la es- 
pedicion, que con tanto acierto se 
ha preparado, dad la última ma- 
no á vuestra fidelidad y patriotis- 
mo. Corred sin dilación al ausi- 
lio de vuestros hermanos, liber- 
tadlos del peligro á que se hallan 
espuestos: no permitáis sufran el 
yugo de una dominación por tan- 
tos títulos odiosa; perseguid y ar- 
ruinad á ese enemigo intrigante, 
tirano invasor de nuestras propie- 
dad es; hacedle sentir’el golpe de 
nuestra indignación. No dudéis 
conseguirlo; porque si la causa es 
la mas justaj por interesarse en 
ello la relijion, el rei y la patria, 
vuestro valor aventaja con esceso 
á ese enemigo, que versado en el 
arte de engañar, solo opera por 
artificios y maquinaciones; y lle- 
váis al frente un caudillo, que ha- 
biendo arrostrado los mayores 
riesgos, y abandonando á su fa- 
milia por servir al rei y á la pa- 


tria ha dado en los dos últimos 
dias las mejores pruebas de su 
instrucción y pericia militar, y os 
enseñará con el ejemplo. Ea 
pues, no os demoréis en alcanzar 
las glorias que os esperan; y te- 
ned entendido que el cabildo de 
Buenos Aires, que ha sabido en 
la ocasión acreditar cuanto apre- 
cia el mérito de los fieles vasallos 
y verdaderos patriotas, sabrá dis- 
tinguir y premiar el vuestro, to- 
mando ademas á su cargo el cui- 
dado de las familias, padres, hi- 
jos y consortes do los que mue- 
ran: ‘y cuente con la cantidad de 
cuatro mil pesos fuertes el <jue 
lograse asegurar de cualquier mo- 
do que sea, y entregase al jefe la 
persona del teniente coronel Pak, 
ese prisionero prófugo, que á mas 
de haber quebrantado la prisión, 
tiene el atrevimiento de presen- 
tarse hoi comandando un pié de 
ejército contra lo sagrado del ju- 
ramento y palabra de honor que 
prestó. Sala Capitular de Buenos 
Aires, abril 9 de 1807. 

Martin de Alzaga. — Estevan 
Villanueva. — Manuel Mancilla — 
Antonio Piran. — Manuel Ortiz 
de Basualdo. — Miguel Fernan- 
dez de Agüero. — José Antonio 
Capdevila. — Juan Bautista de 
Ituarte — Martin deMonasterio — 

Benito de Iglesias. 

« 1 

Proclama del comandante de ar- 
mas de Catamarca á quinien- 
tos y mas hombres de las cin- 
co compañías que ha formado 
con destino á la defensa de la 
capital de Buenos Aires. 

Si en el espacio de 30 anos 

4 



- 246 - 







que median desde el 78 inclusive, 
en que tengo el honor de manda- 
ros, habéis demostrado vuestra 
acrisololada lealtad ai soberano 
en cuantas ocasiones se han pre- 
sentado propias de su real servi- 
cio, con mucha mas razón debo 
esperar ahora vuestro entusiasmo 
en una acción en que se interesa 
la santa relijion que profesamos, 
el mayor decoro y soberanía de! 
mejor de los reyes que nos gobier- 
na, y de la amada patria que pró- 
digamente nos sustenta. 

O 

Bien sabéis que marcháis á au- 
si liar la conflicta capital de Bue- 
nos Aires, que se halla amenaza- 
ba de segunda invasión, por el ti- 
rano enemigo de nuestros dere- 
chos, de nuestras propiedades y 
de nuestra quietud; y también 
debeis saber que según las prepa- 
raciones, pertrechos, municiones 
y fuerza con que se halla fortifi- 
cada aquella metrópoli, lleváis 
vinculada la victoria. 

No os desconsuele la falta de 
armas y de pericia en su manejo, 
porque sois urbanos; llevad el 
ánimo sereno, y recobrad el espí- 
ritu mas esforzado, persuadidos á 
que la prudencia de los jefes su- 
periores les ha de dar el lugar que 
como á tales les corresponde, y 
no los ha de esponer á peligro 
alguno cierto, antes que sean dis- 
ciplinados, y sin que sean soste- 
nidos con las correspondientes 
armas, artillería y tropas ó aguer- 
ridas ó loablemente entusias- 
madas. 

Debeis igualmente ir afianza- 
dos, de que los hombres no sola- 
mente somos todos de un jénero, 


sino también de una especie; y 
que no hai razón puraque unos ha- 
gan mas que otros, si todos quie- 
ren competir en el valor y en el 

esfuerzo. 

Llevad el consue!<ff que si las 
demas ciudades de esta provincia, 
han demostrado en las presentes 
circunstancias sus íntimos senti- 
mientos con algunas sumas de di- 
nero correspondientes á sus facul- 
tades, siendo nuestro Catamarca 
la mas escasa de todas y de me- 
nos entradas, es la que concurre 
con mayor fuerza de jente que to- 
das ellas, y con mas dinero del 
que permite el lugar; y si por aca- 
so la memoria de vuestros padres, 
hijos y consortes que dejais por 
el interes de la relijion, del rei y 
de la patria, ha podido por algún 
instante distraer vuestra atención 
del efecto tan importante; id se- 
guros que se les franquearán los 
socorros que tuviereis á bien asig- 
nar. 

Y no desmayéis en dar este 
nuevo testimonio de lealtad y pa- 
triotismo; en la confianza de que 
el gran Dios de los ejércitos os 
favorecerá de suerte, que después 
de la batalla entonaremos el 
himno de las victorias. Tenga- 
mos celo por la honra y gloria del 
Señor por el servicio de nuestro 
católico monarca, y por la defensa 
de la dulce patria, para que así 
logremos triunfos y laureles que 
se colocarán en el templo de la 
fama: y para todo importa que en 
vuestra marcha observéis las si- 
guientes prevenciones: 

1. ° Será el mayor cuidado de 
los oficiales quitar todos los jfto- 


- 247 - 


Sos? prohibidos, quedando perso- 
nalmente responsables de su con- 
travención en la inteli jencia, que 
cuanto mas caracterizado el su- 
jeto será mayor la falta. 

2. ° Que por enfermedad del 
capitán ú otro lejítimo impedi- 
mento, mandará la compañía el 
teniente, y por el de este el sub- 
teniente. 

3. 5 Los mismos capitanes ce- 
laran que en los pueblos y hacien- 
das del tránsito, no hagan los 
soldados perjuicio ni vejación á 
los paisanos, ganados y frutos 
del campo. 

4. ° Cualquiera sarjento, cabo 
ó soldado que en este tiempo de 
guerra desertáre al enemigo, ten- 
drá la pena de muerte impuesta 
en las reales ordenanzas del ejér- 
cito. 

5. ° El que comprare alguna 
prenda del vestuario ó armamen- 
to de milicias, sufrirá la pena de 
doscientos pesos de multa si fue- 
re noble, y de cuatro años á las 
obras reales como presidario si 
fuere plebeyo. 

6. ° Una de las principales obli- 
gaciones es la subordinación á los 
jefes, oficiales y cabos en todo lo 
conducente al servicio del rei. 

Supuesto, pues, que el servicio 
de Dios, el dei rei y el de la pa- 
tria, nos llaman, nos instan, y nos 
ejecutan á que sin pérdida de 
tiempo acudamos á la defensa de 
la capital, en cuya conservación 
afianzamos la de nuestros hoga- 
res; caminad, haciendo las mar- 
chas mas aceleradas que permi- 
tan los caminos y cabalgaduras, 
cuya acción brinda con una fama 


emulable y con una gloria inmor- 
tal. Catamarca y abril 18 de 
1807. Francisco de Acuña. 


Oficio del Sr. comandante jenc- 

ral á los ingleses que han ocu- 
pado la plaza de Montevideo. 

Deseoso el Sr. comandante jeneral de 
armas de haeer saber al público sus 
sentimientos acerca de! canje de los ofi- 
ciales prisioneros, y lo que con motivo 
del último parlamento ha escrito á los 
jeneráles ingleses residentes en Montevi- 
deo, se dá á la noticia pública la carta 
siguiente. 

Escmos. Señores. — Ya se han 
pasado mas de dos meses que en 
vano hemos esperado las resultas 
de las amenazas y proyectos de 
invasión que VY. EE. nos anun- 
ciaban con su primer parlamenta- 
rio, y el resultado de tanta jac- 
tancia ha sido la conquista de un 
lugar infeliz, sin muralla y sin de- 
fensores, digna hazaña de un cau- 
dillo perjuro; y en el dia la de 
emigrar, y separar de sus familias 
unos oficiales, cuya honrosa con- 
ducta en la defensa de un malísi- 
mo puerto debían hacer esperar 
un trato mas jeneroso. A pesar 
de la injusticia con que VV. EE., 
sin duda por falsos informas, ta- 
charon el trato que dábamos á 
nuestros, prisioneros, á quienes 
hemos facilitado todas las como- 
didades que podía proporcionar el 
país, !a asistencia de un peso dia- 
rio nunca les ha faltado; y apar- 
tarlos de las costas para transfe- 
rirlos á ciudades interiores, ha 
sido consultando tal.vez mas su 

69 


i 


- 248 - 


seguridad que la nuestra, á pesar 
de que las tramas contra nuestra 
feliz constitución, podrían haber- 
nos dictado medios mas severos, 
y escojer lugares menos aparen- 
tes á la comodidad de la vida, y 
ciertamente mas oportunos para 
nuestra tranquilidad; pero la je- 
nerosidad española nunca se pue- 
de desmentir: sin embargo, en las 
actuales circunstancias no puede 
mirar con indiferencia los clamo- 
res de una infinidad de familias, 
víctimas de una política tímida y 
destructora, que bajo las protes- 
tas mas lisonjeras de no llevar 
otra mira que la felicidad de es- 
tas colonias en su injusta inva- 
sión, manifiesta la ambición de 
dominarlas por cualquier medio; 
pero de todas maneras tengan 
VV. EE. entendido, que si Ro- 
ma tuvo un Régulo que supo des- 
preciar los rigores de Cartago por 
el honor de su patria, la España 
ha tenido un Guzman en la defen- 
sa de Tarija, no menos enérjico 
que el romano, y que este espíri- 
tu del antiguo heroísmo domina 
en el día en estos habitantes, quie- 
nes incapaces de usar de represa- 
lias por las tropelías que intentan 
VV. EE. tener contra sus oficia- 
les, sabrán ir á buscar un medio 
de venganza mas conforme á sus 
principios, y demostrar á toda la 
Europa, que ninguna nación les 
aventaja en enerjía, humanidad y 
valor. 

Dios guarde á VV. EE. mu- 
chos años. 

Buenos Aires, 22 de abril de 
J807.— ^Escmos. Señores. — San- 
tiago Liniers. — Escmos. Señores 


Sir Samuel Achmuty, y Sir Car- 
los Sterling. 

Oficio del coronel D. Francisco 
Javier de Elío , comandante je - 
neral del ejército español en la 
otra banda , al coronel Vale , 
comandante ingles de la Colo- 
nia , con motivo del saqueo de 
la iglesia. 

SR. COMANDANTE INGLES. 

Acaba de comunicárseme la no- 
ticia positiva de haber saqueado 
la iglesia de la Colonia los solda- 
dos ingleses que están bajo sus 
órdenes. Si este hecho ha sido sin 
la espresa orden de V. S., admiro 
tal desorden de disciplina: y si 
con ella, me acabo de convencer 
de que con V. S. son escusadas 
capitulaciones, firmas ni palabras 
de honor, pues todas las atropella 
faltando á todas. En este concep- 
to esté V. S. seguro de que sí no 
se dá una satisfacción competen- 
te al insulto hecho al culto divi- 
no, cuya libertad ha prometido en 
su capitulación y proclamas, y si 
como es mui fácil, vuelve V. S. á 
verse en la escena del 12 de agos- 
to, que tanto debe tener presente, 
en valde reclamará V. S. la jene- 
rosidad española: la sangre de 
V. S. y de todos sus soldados se- 
rá derramada, y no se dará cuar- 
tel á nadie. 

Dios guarde á V. S. muchos 
años. Campamento español 5 de 
mayo de 1807. 

Francisco Javier de Elío. 


Carta dirijida al alcalde de la 


- 2 49 - 


Colonia por el dicho coman- 
dante jeneral Elío , con motivo 
de pedir aquel un sacerdote. 

En su carta fecha del 13 exije 
V. un sacerdote para administrar 
los sacramentos, porque el cura 
los ha abandonado. ¿De qué le 
sirven á V. sacerdotes, si la igle- 
sia ha sido saqueada'' por los in- 
gleses? Si V. se interesa tanto en 
los progresos de la relijion, por 
qué no ha reclamado contra ese 
hecho tan escandaloso, faltando á 
las capitulaciones en que prome- 
ten respetar la reli jion? ¿ Por qué 
pide V. á los españoles ninguna es- 
pecie de ausilio, cuando es V. tan 
oficioso mandando al alcalde del 
Colla (como él me lo dice) que 
exija de los pueblos juramentados 
ganado para mantener la tropa, 
bajo el frívolo pretesto de estar 
juramentados? ¿Quién le ha di- 
cho al comandante ingles que tie- 
ne derecho (sin ser una tropelía) 
para juramentar pueblos y vecin- 
darios, que no están poseídos por 
las armas, y que estos pueblos 
pueden, sin caer en la nota de in- 
fieles, suministrar manutención á 
los enemigos? O estos pueblos son 
ingleses ó españoles; si son ingle- 
ses, ¿porqué no los ocupan? Y si 
españoles, ¿por qué les quieren 
obligar á mantener á V. y la guar- 
nición? El mismo derecho tienen 
de juramentar todos los pueblos 
del continente; ¿porqué no Ma- 
man á prestar juramento á los de- 
mas? Hasta ahora ha estado esta 
campaña abandonada por acci- 
dentes que no han podido reme- 
diarse; ahora está defendida por 


fuerzas respetables, mandadas por 
vasallo español, que antes permi- 
tirá que lo hagan pedazos, que 
sufrir vejaciones injustas, y con- 
trarias á toda Iei de guerra; y es- 
té V. y todo vasallo del rei de Es- 
paña en que haré ahorcar al pri- 
mero que halle tenga intelijencia, 
ó preste el menor ausilio á los 
enemigos. Reclamé contra el he- 
cho de saquear la iglesia al Sr. 
Pak y en su respuesta (a), de to- 
do habla menos del hecho. Pero 
Dios, que por sus altos juicios ha 
permitido darnos un enemigo, que 
ha pisado este suelo mas tiempo 
del que debiera, arruinando el 
país bajo el pretesto lisonjero de 
felicidad, evSpero me dará el con- 
suelo de ser el principal brazo 
para echarlo de un modo que le 
pese. 

V. esté seguro que mientras al 
templo de Dios no se le vuelva el 
decoro que se le ha perdido y que 
sus ministros no puedan libremen- 
te ejercer sus ministerios, no vol- 
verán á él, ni es justo que vuelvan. 

Dios guarde á V. muchos años. 
Campamento español, 14 de ma- 
yo de 1807. — Comandante jene- 
ral — E l io. 

JVotiJicacion del jeneral White' 

lock , exijiendo obediencia á to- 
dos estos países. 

Por orden del Escmo. Sr. D. 
Juan Whitelocke. coronel del Te- 
jimiento 89 de infantería de S. M. 
B. gobernador y comandante de 
las fuerzas de S. M. B. en la 
América del Sur. 

I [a] Ñola poseemoa. [JV. de la H.] 


- 250 - 


Habiendo S. M. el rei mi amo, 
dignado nombrarme, y mandarme 
dirijir el :• gobierno civil en todas 
las posesiones de la América Me- 
ridional;como también ser coman- 
dante de las fuerzas en estos países, 
por lo presente mando y ordeno á 
todos los fieles súbditos deS.M. B. 
que viven en las varias comarcas 
bajo mi autoridad, de obedecer- 
me conforme deben. 

Dado bajo mi mano, y sellado 
con el sello de mis armas. Mon- 
tevideo, y 11 de mayo de 1807. — 
Juan Whitelock. — Teniente je- 
neral. — ¡Viva el rei! 

Proclama que el coronel D. Fran- 
cisco Javier de Elío , coman- 
dante en jefe del ejército espa- 
ñol de operaciones en la banda 
oriental del rio contra los in- 
gleses, hizo el 22 de mayo de 
1807 á todas sus tropas , estan- 
do á caballo con espada en ma- 
no, y en el centro del gran cua- 
dro que de todas ellas formó. 

Soldados y hermanos míos: la 
suerte por medios estraordinarios 
me ha traído desde España «a te- 
ner la honra de mandaros. Allí 
he militado 21 años, y en ellos he 
hecho la guerra contra moros en 
Africa, contra portugueses y con- 
tra franceses, enemigo el mas res- 
petable del mundo: debeis pues 
considerar tengo algún conoci- 
miento de ella. He tenido accio- , 
nes favorables, otras contrarias: 
he recibido en ellas dos balazos, 
y jamas he tenido mas ganas de 
pelear, ni mas probabilidad de 
vencer este enemigo mandado por 


jefes ignorantes de la guerra de 
tierra, compuesto de soldados 
comprados y disgustados, como 
lo esperimentais por su estraor- 
dinaria deserción. Vosotros sois 
unos ciudadanos que voluntaria- 
mente estáis con las armas en la 
mano para defender vuestra pa- 
tria, vuestras familias, y la coro- 
na de nuestro augusto soberano, 
que veneramos y amamos, y no 
querréis sufrir el yugo infame de 
esos piratas, que se han prevalido 
de! letargo en que estaba este pa- 
cífico y feliz país. Ellos son infe- 
riores en número, por mas que lo 
procuren aumentar: se sabe cier- 
tamente; y no tienen recurso al- 
guno para escapar como se les 
ataque con firmeza. 

Os conduje á la Colonia á ata- 
carla de noche, por aprovechar- 
me de su descuido y ahorrar vu- 
estra sangre, que la estimo como 
la mia y ser mas completa la vic- 
toria. La suerte nos la quitó de 
entre las manos; pero espero será 
para lograrla mas completa. 

Estos compañeros valerosos y 
llenos de fuego que se nos han 
reunido vienen á tener parte en 
ella. ¿Reusareis el acompañarlos 
y acompañarme? No lo puedo 
creer. Dos meses solos de cons- 
tancia bastan para oprimirlos ó 
para que tengan la suerte de los 
de Buenos Aires. Aquella era su 
trepa mas escojida: ya visteis lo 
que hicieron: considerad lo que 
harán estos si teneis valor. Fiad 
pues en mis desvelos. 

La disciplina, soldados inios os 
encargo: la subordinación á vues- 
tros jefes la que os recomiendo; 



- 251 - 


sin ella no puede haber ejércitos 
ni victorias que no sean momen- 
táneas. 

Señores oficiales: á Vds. hago 
responsables de que en esta ma- 
teria no disimularán nada. Ahora 
pues: armas al hombro. ¿Juráis á 
Dios y prometéis al rei defender 
vuestra patria, y no abandonar á 
vuestros jefes hasta perder la vida? 

Todos juraron y prometieron. 


EL VASALLO FIEL 

A T.A" RELIJION, AL REI Y A LA PATRIA. 

Reflexiones patrióticas que un 
sacerdote del vireinato del Rio 
de la Plata , dirije á todos los 
cuerpos que actualmente com- 
ponen el ejército de Buenos 
Aires. 

A SAN MARTIN OBISPO DE TOURS, 
PATRON DE LA CIUDAD DE 
BUENOS AIRES. 

A tí, glorioso Martin, modelo 
y ejemplar de militares cristi-anos 
dedico este corto obsequio: á tí, 
valeroso soldado, que puesta toda 
tu confianza en el Dios de los 
ejércitos, estabais dispuesto, y te 
ofrecisteis á ponerte en las prime- 
ras filas el dia de una bata- 
lla, sin mas armas que la señal de 
la Cruz: á tí, en fin, tutelar y pa- 
trono de esta capital ilustre, fiel y 
leal, que tanto y tantas veces ha 
esperimentado tu poderoso patro- 
cinio. Socórrela, pues, protéjela 
y ampárala en las presentes cir- 
cunstancias contra sus enemigos: 
pide, ruega y alcánzale del Dios 
de los ejércitos y Señor de las 


batallas, que infunda en todos los 
cuerpos militares que componen 
el patriótico ejército de esa tu de- 
vota ciudad, aquel espíritu, valor 
y fortaleza con que favoreció á 
sus mayores en los pasados siglos, 
y que te concedió á tí en grado 
tan eminente: alcánzales también 
una voluntad pronta para que re- 
ciban, lean y se penetren de las 
máximas y documentos que con 
tanto afecto se les insinúan en 
estas reflexiones patrióticas, que 
pongo bajo tu protección y pa- 
trocinio, á la gloria de Dios, bien 
y felicidad de esa capital y de to- 
das esas dilatadas provincias. 

El vasallo fiel á la relijion y al 
rei y á la patria. 

Vecinos y habitantes de Bue- 
nos Aires, capital ilustre, fiel y 
leal de estas felices provincias del 
Rio de la Plata: españoles patri- 
cios y cuantos de otras rejiones 
os halláis reunidos en esa ciudad, 
animados de un mismo espíritu y 
penetrados de unos mismos senti- 
mientos. Valerosas lejiones que 
formáis ese numeroso ejército, 
terror del fiero enemigo que in- 
tenta pisar vuestras riberas, que 
os insulta y amenaza, pero que te- 
neis contenido á vuestrro frente: 
animosos y esforzados combatien- 
tes que estáis preparados y dis- 
puestos á resistir v rechazará to- 
do trance á ese mismo enemigo y 
defender los sagrados intereses de 
la relijion católica, los del mejor 
de los monarcas nuestro lejítimo 
soberano, nuestro protectory ama- 
do padre, y los de esa capital con 


- 252 - 


todas sus provincias: oíd amados 
mios, oíd las voces, los avisos y 
reflexiones de un sacerdote que 
os ama tiernamente, que se inte- 
resa en el bien jeneral, y que os 
desea el mayor acierto y la mas 
completa felicidad. 

Vosotros valerosos campeones, 
lejiones patrióticas que formáis el 
numeroso y formidable ejército de 
Buenos Aires, vosotros sois en la 
presente ocasión, el apoyo, el sos- 
ten y la defensa de e3a fidelísima 
capital y de todas sus provincias; 
del honor, de los derechos é inte- 
reses de 1 nuestro amado soberano; 
y de la conservación, seguridad y 
libertad de la relijion católica que 
es la relijion de nuestros padres, 
la única verdadera, y la sola que 
se profesa en las felices rejiones 
de la América, que han tenido la 
dicha de conocer al verdadero 
Dios y á Jesu Cristo su hijo re- 
dentor del jénero humano; dicha 
inestimable, debida al catolicis- 
mo y al celo de nuestros reyes 
católicos, y á la piedad, desvelos 
y sudores de nuestros mayores y 
de nuestros padres. 

Sí, amados mios: vosotros sois 
los defensores de tantos, tan inte- 
resantes y sagrados derechos con- 
tra la ambición, insultos y atenta- 
dos de esa desgraciada nación, 
enemiga declarada de la iglesia 
católica nuestra madre, de nues- 
tro amado rei y señor, y de la paz, 
sosiego y tranquilidad del jéirero 
humano: de esa voraz nación, te- 
ñida con la sangre de nuestros 
hermanos, engrosada con sus ha- 
beres, y alimentada con la sustan- 
cia misma del trabajo de sus ma- 


nos y del sudor de sus rostros: de 
esa nación verdaderamente infe- 
liz, por haber perdido la fé, por 
enemiga de Dios, de sí misma y 
de los hombres. 

Vosotros formáis también como 
un dique, y una barrera para de- 
tener el impetuoso torrente, que 
han formado las avenidas de vues- 
tros enemigos; sois como una ro- 
ca, donde se estrellan las furiosas 
olas de su orgullo y ambición; 
sois en fin la grande, la intere- 
sante guardia de esa gran capi- 
tal, de sus vastas provincias y de 
esas inmensas rejiones del Perú. 

Tal es vuestra situación, ama- 
dos mios; tal vuestro destino va- 
lerosas lejiones, ejército católico 
de esa ciudad fiel, leal y relijiosa 
que en medio del contraste, y de 
las furiosas olas de tantas tribu- 
laciones, jamas ha pendido de vis- 
ta su verdadero norte, la relijion 
católica y su lejítimo monarca, 
los intereses de la patria y los de 
estas dilatadas y felices provin- 
cias. Vosotros mismos, amados 
mios, vosotros mismos sois las ma- 
yores pruebas de esta verdad; por 
que impulsados de tan grandes y 
sagrados motivos, os habéis reu- 
nido, alistado, uniformado, adies- 
trado en las evoluciones milita- 
res, y en el manejo de las armas 
en los tres ramos de artillería, in- 
fantería y caballería; todo esto á 
costa de un gasto inmenso por 
vuestra parte, y de infinitas fati- 
gas, desvelos y sudores, sacrifi- 
cando vuestro tiempo, vuestra co- 
modidad y vuestros intereses, 
abandonando en gran parte vues- 
tros negocios, artes y oficios, y 



- 253 - 


II 


sufriendo un sin número de inco- 
modidades. 

¿Y cuál ha sido el resultado de 
tantos sacrificios y de tan glorio- 
sas fatigas? ¡Ah, amados mios! 
Mi sensibilidad se conmueve y mi 
espíritu se infiama! Vosotros os 
halláis ya instruidos en las evolu- 
ciones, en el manejo de las armas 
y caballos, en guardias, retenes, 
destacamentos, y todo jénero de 
operaciones de guarnición, en ti- 
empo de paz y de guerra; por 
consiguiente os halláis ya prácti- 
cos, endurecidos y amoldados á 
todo jénero de fatigas; y lo que 
es mas, prontos, espeditos y re- 
sueltos á defender los grandes y 
sagrados intereses que están á 
vuestro cargo, á salvarlos á todo 
trance, y á costa de vuestros ha- 
beres, de vuestra sangre, de vues- 
tra vida misma, sin temer la ar- 
rogancia y amenazas de vuestros 
enemigos, ni doblaros por sus se- 
ductoras promesas. Ya sois supe- 
riores á vosotros mismos, á las in- 
comodidades, trabajos y fatigas, 
á la amenaza, á la promesa, á la 
vida y la misma muerte. ¡Qué 
grande, qué glorioso es todo esto 
amados inios! Qué honroso para 
vosotros! Pero aun hai mas. 

Vosotros habéis detenido á ese 
fiero enemigo que teneis á vues- 
tro frente algunos meses hace, sin 
permitirle acercarse á vuestras ri- 
beras que con tanta ansia desea y 
tanto ha solicitado con promesas 
y amenazas á fin de subyugaros y 
apoderarse de esa gran capital, y 
enseguida de estas felices provin- 
cias. Vosotros, pues, os habéis 
hecho respetables y aun temibles 


■v 


y formidables á vuestro enemigo, 
y habéis salvado ya la patria, los 
intereses y el honor del soberano 
y la libertad del culto y de la re- 
lijion de vuestros padres: todo lo 
cual se ha visto en el mas inmi- 
nente y próximo riesgo, y se ha- 
bría perdido irremediablemente, 
a no haber sido vuestro respeto, 
vuestra vijilancia, y el terror que 
h a beis puesto á esas británicas 
iejiones que están casi á vuestra 
vista y al frente de vosotros. Sí, 
mis amados; y ved aquí el resul- 
tado de vuestras gloriosas fatigas, 
de vuestra firmeza, de vuestra 
constancia y valor; y sobre todo, 
de vuestra fidelidad á la relijion, 
a! rei y á la patria. 

Así pues: aun cuando no tuvie- 
rais que hacer ya mas de lo que 
habeis hecho, aun cuando desde 
este momento cesasen enteramen- 
te vuestras funciones por venir la 
paz, ó por retirarse vuestro ene- 
migo abandonando lo que ha ocu- 
pado, vosotros sois ya real y efec- 
tivamente los libertadores de la 
patria , del honor del soberano 
y del culto público , pacífico y to- 
tal de la relijion católica: y vues- 
tro ejemplo, fidelidad y lealtad 
servirán de modelo á toda la Amé- 
rica hasta la posteridad mas re- 
mota; al mismo tiempo, que la pa- 
tria y estas provincias recordarán 
vuestro nombre penetradas de gra- 
titud y admiración. 

Ved aquí las grandes ideas de 
que debeis estar penetrados y lle- 
nar vuestro espíritu, esforzándoos 
mas y mas á la constancia y pro- 
secución en vuestras gloriosas fa- 
tigas, y en llenar los grandes de- 



- 254 , - 


beres que os imponen la relijion, 
el soberano, la patria y estas feli- 
ces provincias. Penetraos, pues de 
tan nobles sentimientos; y añadid 
á todo lo dicho otra reflexión ca- 
paz por si sola de reanimaros, de 
electrizaros y haceros obrar pro- 
dijios de valor. 

Vosotros,' amados mios, valero- 
so y patriótico ejército de la ca- 
pital de Buenos Aires, vosotros 
sois en las presentes circunstan- 
cias la espectacion de toda la 
América, de la España, de la 
Francia, y por decirlo de una vez, 
de todas las naciones que se go- 
biernan por principios de razón, 
de justicia y de humanidad: lo : 
sois igualmente de la iglesia de 
América y aun de toda la iglesia 
universal: sobre vosotros está fija 
en este momento la atención de 
casi todo el universo: el cielo y la 
tierra se interesan. y esperan aten- 
tos el éxito de la grande empresa 
á que estáis destinados. 

Sí, amados mios: no lo dudéis; 
el Dios de vuestros padres ha 
confiado á vuestra dilijencia, á 
vuestras fatigas y sudores y al va- 
lor de vuestro brazo la gloriosa 
obra de la defensa de su amada 
esposa la iglesia católica en esta 
parte del mundo: el católico mo- 
narca nuestro amado padre, rei y 
señor, os confia en este momento 
y espera de vosotros la vindicación 
del honor de sus armas, la defen- 
sa y conservación de su patrimo- 
nio, y de esta piedra inestimable 
de su corona; pues él, ocupado 
todo, unido con el grande empe- 
rador de los franceses, en atender 
al principal y urjentísimo objeto 


de sujetar en Europa á ese fiero 
enemigo de la paz, y de la huma- 
nidad, no puede atender en las 
actuales circunstancias á cubir y 
sostener todos los puntos que le 
presentan sus vastos dominios, ni 
á defender con grandes fuerzas á 
todos sus vasallos y amados hijos 
como lo desea su corazón pater- 
nal. Estas vastas provincias os 
| confian igualmente sus pueblos, 
sus intereses, su seguridad, su 
quietud y su reposo. ¿Q-ué mas? 

1 Vuestras campañas y sus mora- 
dores, vuestra capital, el clero las 
relijiones, el culto público .y pa- 
cífico de la relijion de vuestros 
padres, el majistrado, el anciano, 
la viuda, el huérfano, el desvali- 
do, vuestras esposas, vuestros 
tiernos hijos, vuestros ancianos pa- 
dres, vuestros hermanos y parien- 
tes; la patria entera con todos sus 
intereses, su reposo y su tranqui- 
lidad: todo , todo está confiado en 
este momento a vuestro desempe- 
ño, y todo descansa en vuestra fi- 
delidad y en el valor de vuestro 
brazo. ¿Y por qué? Oidlo. 

Porque vosotros sois realmente 
y com-poneis la gran guardia de 
esa capital, de estas provincias y 
de esas vastas rejiones del Perú: 
vosotros estáis á la puerta, teneis 
en vuestro poder la preciosa llave 
de este vasto continente; sin ar- 
rancárosla de la mano nadie po- 
drá entrar. Por eso es, que están 
vuestros enemigos detenidos al 
frente de vosotros, sin poder po- 
sesionarse, ni dar siquiera un pa- 
so en nuestro territorio, ni lo da- 
rán jamas, si vosotros llenáis si- 
empre los grandes deberes que os 



- 255 - 


imponen la patria, el soberano y 
la relijion. ¡Qué honroso es vues- 
tro destino valerosas lejiones! 
¡Qué grandes, qué interesantes y 
gloriosas vuestras fatigas, vues- 
tras dilijencias, vuestros trabajos 
y sudores y todo cuanto estáis 
practicando para contener al ene- 
migo! ¡Qué benéficos, qué fieles 
y leales, qué.grandes y esforzados 
aparecéis á los ojos de toda la 
América, de toda la nación, del 
universo entero! Vuestro nombre 
vuestro inmortal nombre, volará 
como el relámpago de Oriente á 
Poniente, y desde el Septentrión 
al Mediodía: la posteridad lo re- 
cordará siempre con admiración; 
vuestros hijos lo pronunciarán con 
lágrimas de complacencia; la pa- 
tria no podrá recordarlo sin sen- 
tirse conmovida de todos los afec- 
tos de amor y agradecimiento: la 
América toda, la nación entera, 
lo mirará en todo tiempo como el 
recuerdo de la fidelidad, de la 
lealtad y del valor sirviéndole de 
modelo y ejemplo en los futuros 
siglos: la iglesia de América se 
regocijará con pronunciarlo; por 
que le recordará, que la entera 
libertad del culto católico en es- 
tas provincias, su tranquilidad y 
seguridad, es cbra del valor de 
vuestro brazo y de vuestro amor 
por la relijion de vuestros padres. 
Todos en fin, lo pronunciarán con 
entusiasmo, con respeto, y con 
admiración! 

Sí, amados mios: no lo dudéis; 
vosotros y la patria habéis adqui- 
rido un inmortal nombre en la 
iglesia de América, en la nación 
y* en el universo. Vuestro ejemplo 


de lealtad y patriotismo, se ha di- 
fundido ya por toda la América: 
los papeles públicos de Lima y de 
Santa Fé de Bogotá se espresan 
con entusiasmo; y el dia doce de 
agosto, será glorioso y memorable 
para siempre. 

Reflexionad, pues, sobre lo 
grande de vuestro destino, sobre 
lo importante, necesario y útil de 
vuestras fatigas y desvelos, y so- 
bre la obra incomparable que es- 
tá confiada á vuestro valor y fideli- 
dad y que 1 lama laatencion delcie- 
lo y de la tierra sobre vosotros, es- 
perando el éxito y resultado de 
tan gloriosa empresa, digna por 
cierto de los grandes héroes guer- 
reros que nos presenta la histo- 
ria de la relijion eü los pasados 
siglos. Llenaos mas y mas de tan 
grandes y sublimes ideas, pene- 
traos de tan sólidos, elevados y 
dignos sentimientos, que son los 
verdaderos que deben ocupar vu- 
estro corazón sobre la importantí- 
sima obra que teneis entre manos, 
que con tanto esmero, celo y acti- 
vidad, estáis practicando, y que 
debeis llevar hasta su última per- 
fección concluyéndola gloriosa- 
mente: todo ello á honra y gloria 
de Dios, exaltación de su santo 
nombre, conservación de la reli- 
jion y del culto católico, integro 
y público, en toda la América; 
defensa del honor y del patrimo- 
nio do nuestro soberano; de esa 
capital ilustre y de todas estas di- 
latadas y felices provincias, ilus- 
tradas con la luz del Evanjelio, y 
conservadas por tantos años en la 
verdadera fé y obediencia de la 
iglesia católica. 



- 256 - 


Y á vista de cuanto queda di- 
cho, y de la bondad y justicia de 
la causa que defendéis, ¿habrá al- 
guno de vosotros, que por un ter- 
ror pánico, ó por una falta invo- 
luntaria de valor, trepide, tema, 
y tiemble de que llegue á venir el 
enemigo? ¿O que, si llegare el 
caso deque venga, no podrán esas 
lejiones patrióticas resistirlo, re- 
chazarlo y destruirlo si fuere nece- 
sario, para contener su osadía si 
se empeñase en tomar esa capital 
y subyugarps? No, amados míos, 
no parece regular ni creíble, el 
que ninguno de vosotros se deje 
poseer de tan infundado temor. 
No obstante, como no es imposi- 
ble el que haya algunos que pien- 
sen desgraciadamente de este mo- 
do, ya por la debilidad de su 
constitución y carácter tímido; ya 
por falta de reflexión y de verda- 
deras ideas sobre nuestro carác- 
ter. fuerza, disposición y circuns- 
tancias; ya por haber oído algún 
discurso, conversación ó especies 
contrarias á los verdaderos senti- 
mientos de que 'codos deben estar 
animados, ó ya finalmente, por su- 
jetárselo así nuestro adversario el 
demonio, que como león rujíente 
nos rodea y nos pone asechanzas 
capciosas y seductivas para en- 
gañarnos, perdernos y devorarnos 
introduciendo en esa católica ca- 
pital y en todas estas provincias 
el veneno de la herejía, del pro- 
testantismo, y de ese sin número 
de sectas oprobio del jénero hu- 
mano: como puede, digo, haber 
algunos débiles ó seducidos por 
algo de lo dicho, es conveniente 
y necesario desvanecer un temor 


que es tan infundado, como con- 
trario á los verdaderos sentimien- 
tos de honor, de fidelidad y de 
relijion. 

Ño, amados míos, no hai ni 
puede haber para vosotros un mo- 
tivo capaz de turbaros, conmove- 
ros, y hacer trepidar un momento 
ni desistir de la mas gloriosa em- 
presa que pueden presentaros los 
fastos de la América. No, lejiones 
patrióticas, no hai motivo alguno 
de temor ni puede haberlo. Oíd- 
me con atención. 

Vosotros os halláis situados 
frente al enemigo que ha ocupa- 
do la otra banda de este rio, ame- 
nazados por él de invadir esa ca- 
pital, talarla y hacer desgraciados 
á sus habitantes. ¡Crítica situa- 
ción! ¡terrible amenaza y peligro 
formidable para otro pueblo y aun 
para vosotros mismos en otras cir- 
cunstancias! Ciertamente, ama- 
dos mios, que la situación del 
enemigo, el aparato y la amenaza 
con que se presenta, serian ver- 
daderamente temibles y formida- 
bles en otro tiempo, quiero decir, 
cuando ni vuestra destreza en las 
armas, ni vuestro entusiasmo, ni 
vuestro valor y enerjía se habian 
desplegado; cuando vuestro nom- 
bre, por decirlo así, apenas se ha- 
bía oido en el gran teatro de las 
naciones, y cuando casf se igno- 
raba vuestra existencia. 

Pero en el dia, mis amados 
combatientes, lejiones patrióticas, 
numerosos escuadrones, en el dia, 
digo, no puede ni debe haber mo- 
tivo justo de temor para vosotros, 
para vosotros, repito, que desen- 
volviendo un nuevo carácter, ha- 



- 25 7 - 


beis hecho resonar vuestro carác- 
ter en toda la América, al mismo 
tiempo que se ha hecho respeta- 
ble y temible á vuestro enemigo, 
por vuestro decidido y heroico pa- 
triotismo, por vuestra fidelidad y 
lealtad al soberano y á la patria, 
por vuestros estraordinarios es- 
fuerzos y sacrificios, y por vues- 
tra gran disposición, arresto y va- 
lentía con que lo aguardáis y con 
que os proponéis la defensa de la 
patria, del patrimonio y del ho- 
nor de nuestro católico monarca; 
y sobre todo, el mantener y con- 
servar vuestra capital y sus dila- 
tadas provincias en la verdadera 
fé y relijion de nuestros padres. 

Para vosotros, pues, ¡con cuan- 
ta confianza lo repito! no puede 
ni debe haber motivo alguno de 
temor. Y si no, decidme: ¿á qué 
podríais temer? ¿Al número de 
enemigos que os han amenazado? 
No; porque vosotros sois en mu- 
cho mayor número. ¿A su ins- 
trucción y pericia en el manejo 
de las armas? Tampoco; porque 
vosotros la teneis en grado mui 
ventajoso y acaso igual ó supe- 
rior á ellos. ¿A su disciplina, or- 
den y subordinación? Menos; 
porque en vuestra mano está el 
aventajarlos en todo esto; y así 
debe esperarse de vuestra fideli- 
dad, y deseo del mayor bien. ¿Se- 
rá acaso á su intrepidez, arresto y 
valentía? ¡Ah lejiones patrióti- 
cas! No hablemos de esto, porque 
la ventaja está de vuestra parte y 
vuestro enemigo, aunque á su pe- 
sar lo conoce demasiado, ¿Pero 
será por ventura la animosidad y 
entusiasmo que puede tener vues- 


tro enemigo por defender su cau- 
sa quien os pueda infundir temor? 
De ningún modo amados mios; 
porque por mas animosidad, va- 
lor y entusiasmo que ellos puedan 
concebir por su pésima causa, 
siempre serán unos sentimientos 
puramente humanos y de unos 
meros mercenarios, conducidos 
por el interes y la fuerza, por el 
sórdido deseo de riquezas, de en- 
grosarse con las ricas y preciosas 
producciones de estas felices pro- 
vincias, y de alimentarse con el 
trabajo de vuestros brazos y del 
sudor de vuestros rostros. Pero 
vosotros valerosos combatientes, 
que conducidos por motivos de 
verdadero honor, de patriotismo, 
de fidelidad y sobre todo, de reli- 
jion y de confianza en el Dios de 
los ejércitos cuya causa defen- 
déis, ¿cuánto debe ser vuestro va- 
lor, vuestra animosidad y vuestro 
entusiasmo? ¿Y cuánta debe ser 
necesariamente vuestra firmeza, 
vuestra constancia y vuestra in- 
trepidez si llegára la ocasión? 
¿Ni quien se atreverá jamas á 
pensar que su mala causa, sus mi- 
serables, bajos y sórdidos moti- 
vos sean capaces de infundirles 
tanta animosidad, fuerza y valor, 
como os infundirá á vosotros la 
gran justicia y bondad de vuestra 
causa? 

Sí, amados mios: vosotros sí 
que debeis obrar necesariamente 
prodijios de valor animados de 
vuestra causa. Esta sí que es la 
causa llena de justicia y de bon- 
dad, la gloriosa causa de la reli- 
jion de vuestros padres, la de nu- 
estro católico monarca, lade vues- 



- 258 - 


tra capital y la de todas estas fe- 
lices provincias: esta si que es la 
causa de Dios, de su relijion, del 
rei y de vuestros hermanos: la 
causa pública y jeneral de la Es- 
paña, de la América, de la Fran- 
cia y de todas las naciones que 
se gobiernan por la razón ilustra- 
da por la verdadera relijion. Ved 
aquí la causa grande capaz por si 
sola de infundiros el esfuerzo, la 
animosidad y el valor mas estraor- 
dinario: la sola digna de haceros 
concebir los mas altos sentimien- 
tos, y de conduciros al verdadero 
entusiasmo y al mas glorioso he- 
roísmo. 

Concluyamos, pues, amados 
míos, que ni el número de los ene- 
migos que os han amenazado, ni 
su pericia militar, ni su orden y 
subordinación, ni su arresto y va- 
lor, ni su animosidad y entusias- 
mo son capaces de intimidaros; 
porque vosotros debeis conside- 
raros y sois en realidad mui su- 
periores á todo esto; y porque no 
hai comparación, ni puede haber- 
la, de esas tropas mercenarias, 
conducidas por tan bajos y sór- 
didos motivos, á vosotros que sois 
conducidos por motivos tan gran- 
des, y por tan nobles y elevados 
sentimientos. 

Pero no es esto solo; queda 
aun mucho mas que deciros. Di- 
go, pues, que no solamente debeis 
estar lejos de todo temor racio- 
nal respecto al número, calidad y 
circunstancias del enemigo que 
os ha amenazado, sino que debeis 
ser los mismos, y tener la misma 
firmeza, valor y confianza, aun 
cuando su número fuese mucho 


mayor. No lo dudéis: vosotros sois 
realmente y debeis consideraros 
mui superiores sea cual fuere su 
número. Recordad aquí Vra vez 
por un momento cuanto ot dejo 
insinuado sobre la gran bondad de 
vuestra causa, v de los motivos 

* «r 

que os animan y os impulsan á 
obrar con el mas estraordinario 
valor y fortaleza; y añadid ahora 
á todo ello el recuerdo de que los 
unos sois españoles, los otros hi- 
jos ó descendientes de españoles, 
y los demas que no lo sois, os 
halláis al presente animados del 
mismo espíritu y penetrados de 
los mismos sentimientos, forman- 
do todos esas valerosas lejionesy 
un mismo ejército patriótico. 

Si, valeroso ejército español- 
americano: esa sangre que corre 
por vuestras venas, que os anima, 
que os infiama y electriza, es la 
sangre de vuestros padres, de vu- 
estros mayores, de aquellos que 
en todas las edades desde los si- 
glos mas remotos fueron siempre 
el terror de sus enemigos; de 
aquellos valientes guerreros, cu- 
yos ejércitos numerosos ó peque- 
ños hicieron siempre prodijios de 
valor por su patria, por su rei y 
por su relijion. Dad una ojeada á 
la historia, y hallareis una serie 
de hechos casi sin interrupción, 
desde la mas remota antigüedad 
hasta nuestros tiempos que os ha- 
rán palpable esta verdad. Yo me 
haría interminable, y apuraría 
vuestra paciencia si me empeña- 
se en referiros, solo en compendio, 
una parte de sus gloriosos he- 
chos, triunfos y victorias memo- 
rables. 



- 259 - 


Esta escitante memoria, el sen- 
cillo recuerdo de todo esto, es 
^capaz por si solo de inflamaros, 
de haceros concebir los mas altos 
sentimientos, y de elevaros sobre 
vosotros mismos. No temáis pues, 
jamas, nobles combatientes, al 
número de vuestros enemigos: 
hacedles ver, si vinieren alguna 
vez á acometeros, que sois los 
mismos que fueron vuestros ma- 
yores en todos los siglos; que el 
mismo espíritu, fidelidad y valor 
que los animaba se ha trasmitido 
á vosotros: hacedles sentir todo el 
peso de vuestro brazo, si tuvieren 
la osadía de pisar otra vez este 
afortunado suelo; y que conoz- 
can, sepan y entiendan, que el 
verdadero español y el fiel ameri- 
cano siempre es el mismo; que su 
integridad, su firmeza y su valor, 
ni temen la amenaza, nise doblan 
por lisonjeras promesas; porque 
la intriga, la infidelidad y la trai- 
ción no tienen cabida en su pe- 
cho; pues su carácter fiel y reí i- 
jioso, no se desmiente jamas. Ha- 
cedles conocer en fin, que si un 
día desgraciado os visteis subyu- 
gados momentáneamente, fué solo 
por sorpresa y por acaso; pero 
que libres ya de aquel yugo inso- 
portable y odiosa dominación, y 
habiendo en la posesión de vues- 
tros derechos, reunido vuestra 
fuerza, y reanimado vuestro va- 
lor, sabréis castigar, y escarmen- 
tar para siempre, su arrojo y 
osadía, si repiten su atentado. 

Tales son, valerosas lejiones, 
los justos nobles y altos senti- 
mientos de que debeis estar pe- 
netradas, sin dar entrada jamas 


en vuestro pecho fiel, leal y reli- 
jioso, á otras ideas, especies ó 
sujestiones del maligno espíritu, 
que no son mas que sofismas, in- 
fidelidad , bajeza y cobardía ; y 
sobre todo, falta de firmeza ., de 
fortaleza y confianza cristiana. 

Si, amados mios, toda especie 
ó raciocinio contrario á las verda- 
deras ideas y altos sentimientos 
que os he insinuado, son sofismas 
engañosos, una disimulada infide- 
lidad, traición, bajeza y cobardía; 
tan indigno todo ello de un cora- 
zón jeneroso, de un corazón cris- 
tiano y de un hombre de bien, 
como contrario á la fidelidad de- 
bida á la patria, á estas provin- 
cias, al rei nuestro señor y á la 
relijion católica que profesamos. 
Son también contrarias y diame- 
tralmente opuestas á la firmeza 
v fortaleza cristiana, v á la ente- 
ra confianza que debeis tener en 
el Dios de los ejércitos, por cuya 
causa debeis estar dispuestos á 
derramar toda vuestra sangre. 

Publicación oficial sobre la der- 
rota de Elío por Pak. 

Cuartel jeneral de Montevideo, 
el dia 10 de junio de 1807. 

Anoche recibió S. E. el tenien- 
te jeneral el Sr. D. Juan White- 
locke, un oficio de parte del coro- 
nel Pack comandante de las tro- 
pas británicas en la Colonia, par- 
ticipándole la importante y agra- 
dable noticia, de que él había ob- 
tenido una completa victoria so- 
bre el ejército español, compuesto 
de mas de dos mil hombres, bajo el 
mando del coronel Elío, fuerte- 

72 



- 260 - 


mente situado en el paraje llama- 
do San Pedro. 

El enemigo tenia su frente y 
flanco bien asegurados por un rio 
hondo y pantanoso y defendido 
por seis cañones. Sin embargo las 
dificultades de la posición fueron 
superadas por el valor de las tro- 
pas británicas, las cuales única- 
mente consistían en nueve cientos 
y cincuenta hombres; y lograron 
derrotar completamente al ene- 
migo, cuya pérdida fué de ciento 
y veinte muertos , y un gran nú- 
mero de heridos, dejando en nues- 
tro poder un estandarte , seis pie- 
zas de artillería y cerca de tres 
cientos fusiles con una cantidad ¡ 
de municiones y pertrechos, y 
ciento y cinco prisioneros. 

El segundo comandante Don 
Juan Baptista Raimond, un ma- 
yor, dos capitanes, y dos tenien- 
tes son entre los prisioneros. 

Los ingleses en este ataque, tu- 
vieron únicamente dos muertos y 
veinte heridos. Aunque nos pesa 
de añadir que el mayor Gardner, 
y el cirujano asistente Turner, 
fueron levemente heridos, por el 
motivo de haberse volado un car- 
ro de municiones después que fué 
acabado el combate. 

En la actual ocasión no se pue- 
de dejar de observar, que á pocas 
horas después que varíe el viento, 
verán los habitantes de Montevi- 
deo los medios y intenciones del 
gobierno británico, sea para con- 
quistar, ó sea para protejer la 
provincia de Buenos Aires, y esto 
según las circunstancias lo pe- 
dirán. 

S. E. el Sr. jcneral Whiteloc- 


ke, recomienda fuertemente en 
jeneral á los habitantes, de no de- 
jarse engañar, tanto por los igno- 
rantes, como por las falsas voci- 
feraciones que diariamente van 
divulgándose en esta y sus cerca- 
nías; pero al contrario deben es- 
tar seguros de la veracidad en la 
que el rei de la Gran Bretaña se 
ha servido establece»* su confian- 
za, y en el valor y humanidad de 
sus oficiales y soldados, y de nin- 
gún modo irritarlos con indecen- 
tes y escandalosas injurias. 

Por mandado de S. E. 

Enrique Torrens. 
Teniente coronel secretario mi- 
litar* 

Imprenta de la Estrella del Sur. 

Bando de la real audiencia de 
Buenos Aires, prohibiendo la 
introducción y circulación de 
papeles impresos en Monte- 
video. 

El rejente y oidores de esta 
real audiencia pretorial de Bue- 
nos Aires, en quien reside hoi el 
gobierno superior y capitanía je- 
neral del vireinato de las provin- 
cias del Rio de la Plata. — 

Por cuanto desde que los ene- 
migos de nuestra santa relijion, 
del reí, y del bien del jénero hu- 
mano emprendieron la conquista 
de la plaza de Montevideo tra- 
yendo tropas de los puertos de 
Inglaterra, escojieron entre todas 
sus armas, como la mas fuerte 
para el logro de sus malvados de- 
signios, la de una imprenta, por 
medio de la cual les fuese fácil 
difundir entre los habitantes de 



- 261 - 


esta América, especies las mas 
perniciosas y seductivas, confia- 
• dos vanamente en que al paso que 
pudiesen causar impresión en los 
corazones de las jentes incautas y 
menos advertidas, fuesen también 
capaces de debilitar la enerjía con 
que todos se han aprontado para 
resistirlos, y de facilitarse con tan 
inicuo proyecto las ventajas que 
desconfían encontrar en la debili- 
dad de sus brazos; y siendo cier- 
to, que habiendo establecido di- 
cha imprenta, han empezado ya á 
dar al público papeles difusos, 
llenos de noticias falsas y com- 
prensivos de ideas las mas abomi- 
nables, hasta el estremode supo- 
ner su infame y herética secta, po- 
co ó nada diferente de la sagrada 
relijion que profesamos, incluyen- 
do otras no menos injuriosas á 
nuestro gobierno, al pasc*que pre- 
tenden elevar al mas alto grado 
de bondad, de rectitud y de amor 
á todos los individuos de la espe- 
cie humana, como si estas apre- 
ciables cualidades no fuesen en 
ellos absolutamente desconocidas 
habiendo en todo tiempo dado al 
universo entero las mas claras, 
repetidas y constantes pruebas, 
de que solo la ambición, la cruel- 
dad, el engaño, una codicia sin 
Limites, y un odio eterno contra 
la ajena felicidad, son los verda- 
deros constitutivos del carácter 
ingles, sin que quepa distinción 
alguna entre los mas bajos y des- 
preciables individuos de esta na- 
ción, y los mas elevados persona- 
jes de ella. Por tanto, y sin em- 
bargo de la segura confianza que 
tiene el gobierno de que ningún 


vasallo católico, amante de su re- 
lijion y de su rei, pueda dejar de 
mirar con la mayor indignación, 
como lo han hecho siempre los 
habitantes de esta capital, unas 
máximas que bajo de las finjidas 
apariencias de felicidad, envuel- 
ven nuestra ruina espiritual y tem- 
poral; se prohihe á toda clase de 
personas, sean del estado ó con- 
dición que fueren, el que puedan 
introducir en esta capital, ni en 
otro pueblo del distrito de este 
vireinato las gacetas inglesas de 
Montevideo; leerlas en público ó 
privadamente, ni retenerlas el mas 
corto espacio de tiempo, debiendo 
todas las que por cualquier mo- 
do ó arbitrio llegaren a introdu- 
cirse, entregarse inmediatamente 
en esta capital al Sr. rejente; en 
las cabeceras de provincia á los 
señores intendentes, y en los de- 
mas pueblos á los jueces y justi- 
cias de ellos, cuidándose por to- 
dos de su remisión á este tribu- 
nal; en la intelijencia, de que si 
alguno no lo ejecutare, será tra- 
tado como traidor al rei y al Es- 
tado, y se les impondrán irremisi- 
blemente las penas correspondien- 
tes á este atroz delito, conminán- 
dose con la misma á todas las 
personas que teniendo noticia de 
que alguno conserva en su poder, 
lee, ó manifiesta dichas gacetas, 
no lo denunciare prontamente. Y 
para que tenga el mas exacto 
cumplimiento, se celara este por 
torios los jueces ordinarios y al- 
caldes de barrio; é imprimiéndose 
competente número de ejempla- 
res, se publicará por bando, fiján- 
dose algunos en los sitios acos- 


- 262 - 


tumbrados, y se remitirán los res- 
tantes á los señores intendentes y 
á los cabildos de los pueblos de 
la banda oriental de este Rio de 
la Plata. Fecho en Buenos Aires 
á 11 de junio de mil ochocientos 
y siete años. — Lucas Muñoz y 
Cubero. — Francisco Tomas de 
Anzoategui. — Juan Bazo y Ber- 
ri. — José Márquez de la Plata. — 
Manuel de Velazco. — Por man- 
dado de S. A. — D. José Ramón 
de Basavilbaso. 

En Buenos Aires á 12 de dicho 
mes y año: yo el escribano mayor 
de este vireinato salí de la real 
fortaleza acompañado de la tropa, 
pífanos y tambores de estilo, ha- 
ciendo cabeza principal el ayu- 
dante D. José Gregorio Belgra- 
no, y en los parajes acostumbra- 
dos de esta capital hice publicar, 
por voz del pregonero público, el 
bando antecedente, y fijando los 
ejemplares que en él se previenen: 
lo que pongo por dilijencia y de 
ello doi fé. — Basavilbaso. 


Proclama del comandante jene- 
ral de las armas de Buenos 
Aires D. Santiago Liniers , al 
ejército de su mando , al si- 
guiente dia de la revista j ene- 
ral que pasó á las tropas en la 
tarde del dia 24> de junio del 
año de 1807. 

Ilustres ciudadanos alistados 
para defender vuestro patrio sue- 
lo: cuerpos veteranos que tantas 
veces habéis rogado con vuestra 
sangre la gloriosa carrera de las 
armas: respetable cuerpo de invá- 
lidos que con tanta bizarría me 


habéis pedido armas para sacrifi” 
car hasta vuestro último aliento» 
rechazando á los enemigos de 
nuestra patria, de nuestro augus- 
to culto y de nuestra felicidad; he 
visto en la tarde de ayer sobre 
vuestros semblantes cifrada la 
victoria. Cuatro mil despreciables 
enemigos se atreven á insultar- 
nos, fundando su loca presunción 
sobre la poca enerjía que nos su- 
ponen. Haced que con el escar- 
miento de su ruina aprendan á 
respetar con la Europa entera el 
valor y la constancia española. 
Tengamos presente lo que estas 
virtudes hicieron ejecutar el dia 
12 de agosto del año anterior, y 
marchemos con confianza de un 
seguro triunfo bajo los ai*spicios 
del Dios de las victorias. Q,ue 
nuestras voces repitan miles de 
veces morir ó vencer. Si entre 
nosotros se hallare (que no me lo 
persuado) alguna alma débil, que 
vierta proposiciones de descon- 
fianza ó tibieza en nuestro empe- 
ño, que se le cambien las armas 
en una rueca, y que una muerte 
afrentosa sea el premio de la co- 
bardía, si la hubiese. Pero lejos 
de mí semejante temor: todos es- 
tamos animados de un mismo es- 
píritu. Vuestras esposas, vuestros 
hijos, vuestros majistrados des- 
cansan en vuestro valor: los mi- 
nistros del Señor ofrecen incesan- 
tes sacrificios por el feliz suceso 
de nuestras armas: y no dudo un 
solo momento que con tan pode- 
rosos medios y estímulos no de- 
jareis de ceñir vuestras sienes de 
los laureles que nos están prepa- 
rados, y de ver esculpidos vues- 



- 263 - 


tros nombres en el templo de la ' 
F ama. 1 


Buenos Aires 25 junio de 1807. 
Santiago Liniers. 





fríN BE LA SEGUNDA PAfc'tfe. 




4 ^ 



13 


- 264 - 

APENDICES. 


EL EDITOR. 

Habiéndonos propuesto seguir, 
en lo posible, el orden de fechas, 
en la inserción de las piezas y do- 
cumentos que forman esta colec- 
ción, sucede forzosamente que hai 
algunos que, por su materia, no 
pueden tener cabida en el cuerpo 
de ella. 

Igualmente, otros hai que han 
llegado á nuestro poder, cuando 
era va pasada la oportunidad de 
insertarlos en la respectiva fecha. 

A unos y á otros, pues, les da- 
mos aquí lugar, distribuyéndolos 
en varios Apéndices , á la segunda 
parte, la cual está ya terminada, 

(1) El Sr. O. Juan Balbin González 
Vallejo, natural de España, y venido mui 
joven á América, donde se dedicó desde 
entonces al comercio, fué posteriormente 
nombrado en Montevideo, cuando se cria- 
ron los cuerpos de milicia urbana, de te- 
niente de la primera compañía dél batallón 
do infantería, y ascendido después á ca- 
pitán de la misma. Cuando se acordó la 
reconquista de Buenos Aires, cúpole, 
como á capitán mas antiguo, el mando en 
r jefe de las dos compañías de granaderos, 
y de la primera de fusileros, que hacían 
un total de 230 plazas, sin contar la ofi- 
cialidad. Marchó abandonando gustoso, 
en |h avanzada edad de 59 años, su casa 
de comercio, establecimientos de estan- 
cia, saladero y chacra, y sobre todo, tre- 
ce hijos — Entonces fué escribiendo el 
presente diario, que continuó hasta su 
embarco de regreso, dos meses después. 


habiendo llegado, como lo anun- 
ciamos, hasta fines de junio de 
1807. 

APENDICE N. ° 1. ° 

Diario de la ida á la reconquista 
de Buenos Aires , desde Mon- 
tevideo, en 1806: llevado por 
el Sr. González Vallejo (1). 

El 22 de julio de 1806, salimos 
de Montevideo, con la tropa de 
la espedicion, á la 1^ de la tarde, 
y llegamos á las Piedras, en don- 
de se acomodó la jente, unos, á 
las álas de los ranchos, y otros 
dentro de algunos que hallaron, 
y esa noche me lastimaron al ca- 
bo Isidro Donado al que mandé 
para Montevideo. 

El 23 salimos y llegamos á los 

Lo poseemos autógrafo por la bondad de 
su hijo, el Sr. D. Vicente González Va- 
llejo, á quien debemos también la noticia 
que precede; y no pudo colocarse en su 
lugar por habernos llegado tarde — Por lo 
deinas: aunque, como es forzoso, el con- 
tenido de su mayor parte es ya conocido 
de nuestros lectores, sin embargo, hágan- 
se en él algunos particulares que no se 
hallan en los demas documentos y rela- 
ciones. Las incorrecciones de lenguaje, 
el abandono y aran sencillez de su redac- 
ción, como destinado únicamente para su 
familia, y para aliviar sus propios recuer- 
dos, son, á nuestro juicio, caracteres 
apreciables, en esta clase de piezas, es- 
critas á la lijera, y muchas veces andan- 
do: ellas les imprimen, sin duda, un sello 
visible de injenuidad y de veracidad. 

( JVota de la Red.) 


/ 



- 265 - 


Canelones á la 1J, y nos hicieron 
quedar allí y esa noche llovió mu- 
cho, y no pudimos salir por la 
mucha agua y viento que siguió. 

El 24 sucedió lo mismo, y tam- 
poco salimos. Este dia eché me- 
nos las onzas de la faltriquera. 

El 25, dia de Santiago, tampo- 
co, pues aunque se tocó la jene- 
rala para tomar caballos, se sus- 
pendió la marcha por haber veni- 
do de Santa Lucía los chasques 
de estar ya crecido este arroyo, y 
los dosCanelones chico y grande, 
por cuya razón se pasaron órde- 
nes para que cinco botes de los 
montaraces, y el de las postas, 
fuesen al paso de los Cerrillos, y 
allí estuviesen prontos para pasar 
las tropas y carruajes de la arti- 
llería y del jeneral. 

El 26, á las 9| para las 10, sa- 
limos del Canelón al dicho paso 
de los Cerrillos, donde encontra- 
mos ya pasando á los granaderos 
del fijo y carruajes de la artille- 
ría y coche del jeneral: hasta las 

de la tarde estuvieron pasando 
y de allí salimos á las 4 1 para se- 
guir la marcha, habiéndose ido á 
posar á la estancia de Chopitea 
los del fijo y miñones, y los dra- 
gones blandengues y los nuestros 
seguimos nuestra marcha sin ha- 
ber comido todo el dia, para San 
José; pero habiéndose perdido el 
baqueano, solo pudimos pasar á 
Cagancha, arroyo mui pantanoso 
y paramos en la estancia de un 
tal Gregprio Mendoza, que sien- 
do las 11§ de la noche, no había 
proporción descomer, ni ser hora 
para carnear, y solo hicieron fo- 
gatas, que de un cerco que tenía, 


se le quemó mas de la mitad, y 
dormimos al raso, y por la maña- 
na que amaneció de neblina, cer- 
razón y mucho frió, pudieron ma- 
tar no obstante 14 ó 16 reses, y á 
toda priesa almorzaron, y el 27 
salimos á las para las 10, y 
llegamos á San José, que estaba 
bastante crecido, a las 12, donde 
habiendo pasado el jeneral y car- 
retones de* la artillería, la balsa 
donde iba uno se fué á pique que- 
dando el carretón en el agua y 
una rueda menos, y después em- 
pezó á pasar la tropa y nos acam- 
pamos en la costa del monte, don- 
de tomamos reses y comió la jen- 
te, y habiéndose hecho otra bal- 
sa y con el bote, fueron pasando 
y mi jente concluyó á las I2£ de 
la noche, habiéndome yo ¡do al 
pueblo, quehai desde el paso mas 
de un cuarto de legua á pié con 
un granadero, y no hallé ya puer- 
ta abierta ni á quien preguntar 
donde estaba el alojamiento para 
mi jente, y pude dar con la casa 
de mi conocido antiguo D. Juan 
Miguel Rodríguez, alias el cana- 
rio, que estuvo cuidando de la pa- 
nadería del oficial real Sostóa, 
que hasta que le dije que era yo y 
le di mi nombre ne me abrió, en 
donde dormí el resto de la noche 
pues mis oficiales todos se habían 
venido á la tarde, y tenían casa y 
todo listo para todos, pero no pu- 
de dar con ellos, y hasta la ma- 
ñana no pudo venir mi tropa por 
que la caballada no la habían pa- 
sado, pero muchos se vinieron k 
pié con los recados al hombro; 
los acomodé en los ranchos don- 
de estaba la carne, leña y agua 


- 266 - 


lista para ellos. 

28. Este dia pasé en solicitud 
del Sr. Pinedo, que era el queiba 
en lugar del jeneral solicitando 
caballos para rni jente y seguir la 
marcha, y me respondió que no 
habia caballos para mi, y que me 
quedase para el dia siguiente que 
de Cufré me mandaría, por cuya 
razón no seguí, aunque para ha- 
cerlo mañana me facilitó D. Ma- 
nuel Calleros, encargado de la 
caballada, 180 cabal los y diez hom- 
bres para que me acompañasen, y 
recojiesen los demas reyunos que 
encontrasen por el camino. 

Hoy 29 emprendimos la marcha 
á las 8£ de la mañana para el Ro- 
sario, y en lo de D. Juan Estevan 
Duran nos alcanzaron 150 caba- 
llos, de los que habian dejado los 
dragones, con los cuales hice mu- 
dar losque mas cansados tenían los 
suyos, y pudimos con ellos llegar 
á la estancia de D. Juan Duran en 
Cufré, habiéndome mandado chas- 
que D. Mateo Gallego que procu- 
rase llegar con la jente, que allí 
tenia reses muertas, y caballada 
para pasar al Rosario; en efecto 
comió mi jente, mudaron caballos 
orejanos de Gallego y reyunos, y 
á las cinco salimos para el Rosa- 
rio, y llegamos á las 8| de la no- 
che y se acamparon en el campo 
con poca carne. 

El 30 salimos de allí, y llega- 
mos faltos de caballos al Ria- 
chuelo, distante de la Colonia 4 > 
leguas, y en esa noche durmieron 
en la costa del arrovo con una hela- 
da que los contundió, pero comie- 
ron bien, y á las 11 £ recibí chas- 
que de la Colonia del jeneral pa- 


ra que indispensablemente estu- 
viera en la Colonia al dia siguien- 
te á las 9 de la mañana, para cu- 
ya dilijencia me llegaron caballos 
suficientes y á las 5 ya estaba en 
marcha y llegué á las 8|; y á la 
tarde nos hicieron ir un cuarto de 
legua á pié á toda la tropa, en 
donde hicimos ejercicio de fuego 
con bala, llevando nuestros gra- 
naderos sus gorras, y en cuyo 
ejercicio se acreditaron los volun- 
tarios de Montevideo, y por el 
mal tiempo no salimos. 

El 31 se aproximaron una fra- 
gata y un bergantín ingles á este 
puerto, y les tiraron dos cañona- 
zos de la batería, pero estaban 
mui distantes, por lo que á la tar- 
de echaron al agua el bote del 
bergantin. La tarde del l. ° de 
agosto también estuvieron inme- 
diatos; y como se dirijiesen á la 
isla del Farallón, se despacharon 
las lanchas del consulado y de 
Castro, y el bote del manco; y lo 
que los vieron, le tiró el bergan- 
tin dos cañonazos á su bote y es- 
te se retiró a su bordo. 

Hoi 2 están á la vista bien re- 
tirados tres buques; el viento ma- 
lo: estamos sin hacer viaje; te- 
niendo ya toda la tropa embarca- 
dos sus recados, esperando úni- 
camente el viento bueno para 
salir. 

Ayer 1. ° me lastimaron á un 
soldado, otro de una mano, que 
no fué cosa. Nada de comestibles 
se halla en este pueblo, y la tropa 
ha acabado con lo poco de aguar- 
diente, azúcar, vino y yerba que 
habia, y para nosotros, tuve que 
mandar buscar al Real de San 


- 267 - 


Carlos, vino, pan, azúcar, á un 
paisano Martincho Pelado que me 
mandó de todo. 

3. Domingo á las de la tar- 
de nos embarcamos para seguir 
nuestra derrota, v con toda mi 
compañía en la lancha de San 
Juan, y después de oraciones, de 
las á las 7, dimos vela con to- 
das las cañoneras, con una brisa 
bastante fuerte y fria, siguiendo 
el rumbo para el placer de Mar- 
tin García, y á eso de las 3 de la 
mañana dimos fondo y amaneci- 
mos en la Punta de San Isidro, 
y á las 6 del 4 íbamos en vela pa- 
ra las Conchas, donde entramos 
todos con felicidad á eso de las 
9, menos una lancha con 70 blan- 
dengues de la Colonia y la del 
Espich, que habían cojido á Mar- 
tin García, y de llegada á las Con- 
chas, se dió la orden para que 
nos desembarcásemos con solo 
las municiones y armas, y cami- 
namos á pié como una legua y me- 
dia, y reunidos que fueron todos, 
acampamos en medio del campo, 
y después de que la jente había 
cenado, y ya reposado el sueño, 
por no sé que tiro que tiraron se 
tocó alarma, y se nos mandó ca- 
minar de allí hasta unos 100 pa- 
sos mas adelante, y de apagar los 
fogones con que se abrigaba la tro- 
pa, y de allí á poco empezó á ga- 
ruar de manera que los infelices 
amanecieron bastante mojados; el 
5 seguimos la marcha á San Isi- 
dro, y pasamos mas adelante del 
pueblo como unas 6 cuadras, has- 
ta que reunido todo el ejército y 
cañones, se mandó carnear, y ha- 
cer noche allí. 


En efecto así fué, pero á las 9 
empezó á llover con mucha fuer- 
za, y aunque muchos adquirieron 
cueros de unos ranchos inmedia- 
tos, otros se mojaron, y en jene- 
ral todos, pues á la mañana del 6 
mandaron nos retirásemos al pue- 
blo, en donde en varias casas nos 
acomodaron, y aun en la misma 
iglesia, y allí pasamos el 6, 7 y 
8, y el 9 caminamos al colejio de 
los jesuítas que dista 3| leguas de 
San Isidro, y por el rodeo que se 
hacía para los cañones y carretas, 
anduvimos hasta las 4| de la tar- 
de, que en el campo dormimos 
todos, después de comer, pasan- 
do esa noche una helada disfor- 
me, y sin consentir los jefes hu- 
biese fogones, porque los enemi- 
gos, corrían voces, andaban por 
salir á hacernos alguna embos- 
cada. 

El 10, dia de San Lorenzo, 
caminamos ya con buen dia para 
la ciudad, después de oír misa, 
tomando la dirección á los Corra- 
les, y á Ias l2 para la una, para- 
mos á la frente de la chacra de- 
nominada de los padres de la 
Merced, y desde allí se le mandó 
por nuestro jeneral una embajada 
al jeneral ingles. El contenido de 
ella no lo supimos, y habiendo 
vuelto con la respuesta, no con- 
fuí mandóse el Sr. Liniers con la 
contestación, volvió á mandar, 
y volvió á eso de las 3^ á las 4, 
en cuya hora se nos mandó mar- 
char para la Recoleta, ó al Re- 
tiro: en efecto: casi á puestas de 
sol, avisaron como los miñones 
habían atacado la guardia que te- ‘ 
nian los ingleses, en cuyo acto les 


- 268 - 


mataron 8, y 5 heridos y 2 prisio- 
neros, y á poco rato dan parte 
que llegaba una columna de in- 
gleses de mas de 300 con 2 cá- 
nones por la calle de Baldovinos. 
En efecto, se puso un obús de 
los nuestros de 36, y luego que 
los avistamos por la quinta de 
Baldovinos, se les empezó á ha- 
cer fuego con metralla, de mane- 
ra que a los seis tiros, con mar- 
cha redoblada, dejaron el puesto 
y se fueron al fuerte, habiéndoles 
muerto sobre 30, y no sé que 
porción de heridos, y el capitán 
de artillería de ellos murió; con 
que toda esa noche estuvimos á la 
intemperie sin comer, ni dormir, 
sobre las armas; el 11 tampoco 
se pudo hacer mas que un almuer- 
cillo de poca carne que alcanzó 
de las reses que mataron, y esa 
noche tres veces se tocó jenerala 
y casi no dormimos de frió y vien- 
to norte que nos acabó. 

El 1% estando la jente car- 
neando en la plaza de los toros, 
avisan deque los miñones habían 
interceptado un canon que habían 
puesto junto á la Merced, y que 
habían muerto diez hombres y que 
fuese el ejército para la plaza: en 
efecto marchamos, y á las 9 se 
empezó el combate, por todas las 
8 bocas calles del ángulo de la 
plaza, con tal violencia de una y 
otra parte que parecía el infierno, 
y á mi compañía, con los blan- 
dengues de la Colonia, los mari- 
nos del Sr. Posadas, y parte de 
los de Juancito Vasquez, nos to- 
có en la esquina fondo á la Cate- 
dral, en donde defendimos un ca- 
non nuestro y municiones, y á las 


primeras descargas me mataron 
un sarjentó agregado que estaba 
á mi derecha y á otro chico de mi 
izquierda, y después por demasia- 
do atrevido, me mataron al vis- 
cainito Jiménez, que redondo 
cayó en tierra, y así estuvimos por 
todas partes haciendo un fuego 
soberbio, hasta las tres horas, que 
arbolaron bandera blanca, para 
parlamentar, porque los dos ca- 
ñones de á 18, que se pusieron en 
la calle de la Merced, y en la ca- 
lle de las Torres, los aterró, y 
empezaron á huir y á meterse en 
la Recoba de donde los sacamos 
á balazos, y fueron para adentro 
del fuerte, que ya habia jente 
nuestra, y á eso de las 12 se enar- 
boló la bandera del rei de Espa- 
ña en el fuerte, y mientras se hi- 
cieron las prevenciones de salir la 
tropa, se mantuvo toda la tropa 
nuestra en toda la plaza en dos 
calles, formada desde la plaza del 
fuerte, y concluidas que fueron, 
salió el jeneral nuestro con el de 
los ingleses y toda la tropa ingle- 
sa para el Cabildo armados con 
todas sus armas y mochilas, y 
luego que llegaban á la puerta se . 
las iban quitando, y en carretillas 
al fuerte; solo á los oficiales se 
les dejó la espada; y así queda- 
mos asombrados en ver la multi- 
tud de soldados bizarros, mozeto- 
nes que pasaban de 1,300, y á 
nosotros nos decían que serian de 
600 á 700; pero no podemos dudar 
que Dios y su Santísima Madre, 
son los que con su patrocinio, nos 
han alcanzado la victoria, pues de 
haber hecho esta tropa resistencia 
como pensamos, seguramente nos 


- 269 - 


hubiera costado mucha sangre, y 
quizá no se hubiera conseguido, 
pero el Señor de los ejércitos ha 
mirado por nosotros. 

El 13 se dividieron los prisio- 
neros, parte al Retiro, y parte á 
la Residencia, y se dieron provi- 
dencias para su internación. 

El 14 se enterró en el Retiro 
un capitán ingles y el secretario 
de su jeneral que de resultas de 
las heridas habia muerto, y se Ies 
hicieron honores de un mariscal ó 
teniente jeneral, pues en una se- 
pultura entraron los dos, habién- 
doles leido en un libro un ingles 
no sé que oraciones ó salmos del 
gran Boltier, fueron al Retiro á 
enterrarse. En este mismo dia se 
hizo una convocatoria de todo es- 
te vecindario, la ciudad y consu- 
lado, convidando á todos los ofi- 
ciales de los cuerpos que habia- 
mos venido, para resolver quien 
debia de quedar por gobernador 
de esta ciudad, respecto á que el 
Sr. virei Sobre-Monte habia es- 
crito de que venía á conquistarla, 
con Allende y sus santafecinos y 
cordobeses, jente de San Juan y 
Mendoza, paraguayos &a: con i 
que esta mañana alas 12 en pun- 
to un populacho en la plaza de 
mas de 5 mil personas, y gritando 
que su jeneral habia de ser ei 
Sr. de Liniers, y no otro algu- 
uo, de manera que así se conclu- 
yó, y se despachó á un Sr. Oidor 
del Consejo, á llevarle la noticia 
al virei que decían estaba cerca 
de aquí, y á la tarde se cantó el 
Te-Deum en la catedral,, con 
salva triple, y el Cabildo llevó al 
Sr. de Liniers al fuerte. 


El 1 5 se dijo la misa pontifical 
de gracias, con Su Majestad ma- 
fiesta hasta la tarde donde con- 
currió el Cabildo, é innumerable 
concurso de todas layas de jente. 

En esta mañana amanecieron 
nuestras cañoneras en balizas con 
los demas buques que si hubieran 
llegado el dia 12, no se hubieran 
marchado los buques que se fue- 
ron; pero no tienen culpa, por 
cuanto en las Conchas se les sa- 
có la mayor parte de la jente á 
todos, y solo quedaron con la jen- 
te precisa para el gobierno. Esta 
misma noche se aumentaron las 
tropas de guardia en el fuerte, y 
Residencia y Retiro, pues hubo 
rumrum de que los ingleses anda- 
ban revueltos, y se les quitaron 
varias limas que tenían; y de ha- 
ber encontrado una mecha en la 
inmediación de la pólvora que es- 
tá en el fuerte; de donde se sa- 
caron todos los ¿Uítí* ui' os y ofi- 
ciales de el!'»* 

El 16 con esta notim^ ante- 
rior, sí pasó un oficiíO'poj. e j 
bibb al Sr. Linie^ acompañado j 
ce muchos v<?j c j n cts que firmaron, 
á fin de*qu$se den las mas prontas 
providencias para que estos ene- 
migos salgan fuera de la ciudad, 
y ya con destino á Lujan, de alli 
á Córdoba, ó á otras partes, me- 
diante á que aquí estamos vendi- 
dos con elios, y que á los oficiales 
que andan libres por las calles 
con sus armas, se les recoja co- 
rno á hombres rendidos; y dió or- 
den para que en cada casa se alo- 
jasen uno, ó dos, y aquí nos han 
metido dos con dos soldados or- 
denanzas, hasta ver lo que res- 



- 270 - 


ponde al oficio que se le ha pasa- 
do, pues no están seguros de que 
en una misma noche se echen so- 
bre nuestros cuarteles y ños aca- 
ben, pues hai muchos traidores 
que han sentido la toma como si 
fuesen ellos los que la defendían. 

17. Contestó que se darían las 
mas prontas providencias para 
despachar los enemigos para tier- 
ra adentro. En este día nos dio 
convite á todos los oficiales de 
Montevideo D. José Martínez de 
Hoz, y á los varios sujetos, como 
Pueirredon, un alcaide, un rejidor 
Alzaga, y otros muchos, que coo- 
peraron á la ayuda para la con- 
quista. En este mismo dia se abrie- 
ron la Audiencia y cajas en el 
fuerte, estando Ellauri de guardia 
y se encontraron sobre 130 y tan- 
tos mil pesos que en cajones re- 
tobados tenian los ingleses guar- 
dados y p.rontos para embarcar- 
los, pe)Vc n< * les dió lugar á 
que lo i oran (Ij cvmbien se es- 

taban desl íim ^ arcan ^° K s efectos 
que tenia una hagata inglesa, que 
estaba en balizas, ^ la que tos- 
de el Retiro la quitaron un pata 
con las balas, y se quedó prisio- 
nera, y otro bergantín cargado de 
trigo. 

(1) Este hecho, que está omitido en 
todas las demas relaciones que hemos 
visto, nos hace recordar que pasaron de 
dos millones de pesos, los solos caudales 
pertenecientes á las arcas reales, de qne 
se apoderó en Lujan Sir Home Popham, 
sin derecho alguno, bajo la promesa, á 
que faltó en el acto, de retenerlos en de- 
pósito; sin contar con los caudales de 
otras procedencias.de los que pudo quizás 
* apoderarse por derecho estricto de guer- 
ra. Según ya queda referido en la páj. 


El ISsehicieron misas de gra- 
cias en San Francisco y hospital 
de Barbones, y en la Compañía 
las honras por todos los que mu- 
rieron en el combate, mui solem- 
nes, donde concurrió la mayor 
parte de lo mejor del pueblo, y 
mucha cleresía, y misas rezadas, 
cosa buena. En este día se pre- 
sentó una fragata inglesa al amar- 
radero, y mandó su bote y lancha 
de parlamentario, y se les detuvo 
en balizas, y se avisó con el plie- 
go que traía al Sr. Liniers, y se 
dijo venia á canjear con algunos 
prisioneros que tiene en su bordo, 
pero nada mas se dijo, y siempre 
permanece en dicho paraje. 

19. Se nos convidó por las mon- 
jas capuchinas á la misa de gra- 
cias que habían ofrecido á Dios, 
pues desde que llegamos á las 
Conchas, ni fuego encendieron 
estas benditas, á cuya función 
asistió el jeneral y muchas jentes. 

20. Hicieron los relijiosos de 
San Francisco otra misa solemne, 
con sermón y Te-Denm, en la 
que asistió parte del Cabildo, el 
jeneral y mucha oficialidad; y á 
la tarde se hizo el entierro de D. 
José Bragaña que de resultas de 

una bala en la canilla, le corta- 

✓ 

« 

16, Sir Home Popham. en el parte ofi- 
cial á su co^te, dijo que remitía en el 
JYarciso , 1,086,208 pesos; y que, para 
gastos del ejército y escuadra se reserva- 
ba una suma considerable — que debió ser 
de otro tanto. Probablemente hacían 
parte de ella esos 130 y tantos mil, que 
se hallaron en cajones retobados, y que 
se sustrajeron al ansia metílica de Sir 
Home, únicamente porque, como lo dice 
el Sr. González Vallejo, no se le dió 
tiempo para embarcarlos. (JV. de la R .) 


- 271 - 


ron la pierna y murió; se enterró 
en los Barbones, habiendo asis- 
tido todo el Cabildo, el jeneral, 
las Comunidades y mucho pue- 
blo; se le hizo entierro de un je- 
neral; nuestros granaderos y mú- 
sica de dragones, habiendo hecho 
tres descargas, cuyo entierro se 
acabó á las para las 7 de la 
noche; y esta ciudad ha señalado 
gratificación á la viuda hasta su 
muerte, y dote para sus hijos, por 
lo mucho que este amigo nos sir- 
vió desde que saltarnos- en las 
Conchas, dándosenos por sus pa- 
peletas, carne, agua y leña que 
ningún día faltó para todo el ejér- 
cito, y por lo mismo, y por su va- 
lor, con sus compañeros, Pueir- 
redon y otros muchos entraron á 
caballo por las calles al enemigo. 

21. Este dia amaneció llovien- 
do, y no hubo novedad alguna, 
pues siguió el agua hasta las 11 
de la mañana. 

22. En este dia se hicieron en 
San Francisco por los relijiosos 
de este convento las honras por 
los muertos en el combate, mui 
buenas. Esta misma tarde se en- 
terró en dicho convento á la se- 
ñora madre del Padre Roo de los 
Canelones. En esta tarde supe 
que se habia ido el Sr.de Córdo- 
va para Montevideo y con él un 
capitán ingles, y el Sr. de Illas 
que sin decirme nada se fue, con 
licencia del jeneral Limers. 

23. Esta tarde se enterró al Sr. 
deán Picasarry en el panteón de 
los canónigos, con mucha solem- 
nidad, habiendo asistido el Sr. 
obispo, y mas de 100 clérigos. 

Esta misma tarde hubo salve, 


rosario y letanías en Sto. Domin- 
go en celebridad de la reconquis- 
ta, habiéndose llevado las cuatro 
banderas que se les tomaron á los 
ingleses y puestas por triunfo á la 
vírjen que así lo había ofrecido el 
Sr. de Limers, y mañana 24 es 
la misa de gracias, con Su Ma- 
jestad manifiesto. 

24. En este dia se hizo la fun- 
ción solemne en Sto. Domingo, 
habiendo concurrido la Audien- 
cia, Cabildo, su señoría lima, y 
todo el pueblo; 12 cañones y to- 
da la tropa nuestra, dragones &a. 
y se hicieron 3 salvas de artillería 
y fusilería. Esta misma noche sin 
saber por donde, como se corrió 
una voz de que los ingleses del 
Retiro se habian levantado, y to- 
cando la jenerala á eso de las 7§ 
á las 8, se puso el pueblo y tropa 
sobre las armas; y no habiendo 
resultado nada por estar todos 
durmiendo, sino una voz maldita 
de una mujer, se sosegó el pue- 
blo, y siempre mataron dos ingle- 
ses, asistentes de unos oficiales, 
que los hallaron en la calle; de 
manera que si eS noche oscura, 
se matan unos á otros. Yo me 
quedé quieto en el cuartel con mi 
jente, esperando alguna orden su- 
perior, pero todo se sosegó y que- 
dó tranquilo todo el puejblo. 

25. Se cantó el Te-Deum por 
celebridad de nuestra reina Luisa, 
y hubo salva triple en el fuerte. 

26. En este dia se enterró en la 
Merced el edecán del Sr. Liniers 
D. Juan Bautista Cantin, fran- 
cés, de resultas de un balazo que 
llevó en el hueso del muslo el dia 
del combato, y se le hicieron ho- 


-272 - 


ñores por nuestra compañía de 
granaderos. 

El 21 hubo misa solemne con 
sermón en la Merced, ofrecida por 
los granaderos del fijo á su patro- 
na la Señora del Pilar, y en este 
mismo dia se enterró á un capitán 
ingles que de las heridas murió, 
y lo enterraron en las barrancas 
del hospital y con honores que le 
hicieron los dragones. Hubo jun- 
ta de guerra para determinar so- 
bre la remisión de todos los ofi- 
ciales prisioneros, si por mar ó 
por tierra adentro, y salió por ma- 
yoría de votos fuesen embarcados, 
no habiendo yo, ni Chopitea, D. 
Pedro García y otro de la Colo- 
nia, dado nuestro voto para esta 
y si para que fuesen por tierra. 

El 28 hizo la congregación del 
alumbrado su misa y plática, en 
celebridad de la conquista de 
Buenos Aires. 

El 29 hubo otra junta de guer- 
ra, en la cual se derogó la del 27, 
y se decretó fuesen los ingleses 
por tierra, dando parte á S. E. 
para que él dispusiera el número 
que debían repartirse para San- 
tiago, Mendoza &a, y que los ofi- 
ciales juramentados pudiesen ir 
por mar, y que el jeneral de ma- 
rina pasase un oficial nuestro par- 
lamentario á las embarcaciones 
ingl esas que están á la vista, pa- 
ra luego desalojasen el puesto y 
se fuesen á donde les conviniese, 
y que de no hacerlo, se les ata- 
caría y batiría con nuestras em- 
barcaciones. 

El 30 se preparó un temporal 
por el Sueste que empezó el vien- 
to desde el 28 á la tarde y esta 


noche sopló, y tronó con mucha 
fuerza, y á eso de las 3 de la ma- 
ñana sentimos 5 cañonazos pi- 
diendo socorro la zumaca de Mi- 
chilena, la que, habiéndole falta- 
do un cable, vino á barar á la in- 
mediación del muelle, y se estro- 
peó bastante, y hasta que se com- 
ponga y la saquen, no podrá 
servir. 

El 31 siempre estuvo el tiempo 
de agua, pero calmó el viento, y 
las tres fragatas inglesas se man- 
tuvieron en el amarradero sin no- 
vedad. 

El 1. ° de setiembre se hicie- 
ron a fa vela con poco viento; y 
un bergantín portugués, que sin 
licencia se marchó de las balizas, 
y según quieren asegurar de que 
les llevaría víveres. El Sr. Li- 
niers amaneció bastante enfermo, 
pero pronto se alivió: en este dia 
igualmentese condujeron de afue- 
ra de la ciudad dos ó tres cajones 
de armas y municiones que se les 
encontraron á unos portugueses, 
que en lugar de que llevaban jé- 
neros para arriba, eran estas ar- 
mas, según dijeron de cierto. 

2. En este dia hicieron los mi- 
ñones su función en Monserrat, 
mui lucida, llevando la música 
de dragones, y todos vestidos con 
su plumajes que daba golpe. En 
este mismo dia salieron para tier- 
ra adentro sobre 420 y tantos in- 
gleses en carretas al cargo de un 
tal D. Fulano Nuñez, con 50 
hombres de tropa para su custodia. 

3. En este dia sacaron de la 
Residencia sobre 160 á 170 pri- 
sioneros, ejntre franceses, holan- 
deses, italianos y alemanes, para 



- 2 73 - 


servir á los regimientos mui gus- 
tosos, y algunos músicos, Ídem. 

En este mismo dia salieron la 
cañonera del Sr. Ruiz Huidobro 
y otra, para ver si podían dar con 
el místico ingles que estaba ata- 
jando las lanchas del monte, y 
cuantas encontraba, y se supo que 
este había ido á Martin García, y 
- se había llevado todos los presi- 
darios que allí estaban, sin duda 
para los buques suyos, y también 
salió Castro con su lancha, y en 
ella, Bargas y Espina para Mon- 
tevideo. Salió el manco en su bo- 
te para Montevideo, y le di carta 
p^ra casa. 

4. En este dia se vieron varios 
buques menores á la vista, y un 
bergantín del Brasil, según dije- 
ron, y en este dia salió la lancha 
San Juan Bautista que iba para 
la Colonia conduciendo la jente 
de Mordel para irse por tierra. 

5. En este dia dijeron que ha- 
bía llegado la zumaca cañonera 
del Sr. de Ruiz, sin haber encon- 
trado nada, y dijeron igualmente 
que el bergantín ó zumaca que se 
veía ayer, era procedente del Ja- 
neiro. 

6. No ocurrió mas novedad que 
la de que el Sr. virei Sobre-Mon- 
te pasaba á la otra banda, para 
cuyo efecto había avisado á su 
secretario y asesor se fuesen para 
la Colonia. 

7. En este dia se dió orden pa- 
ra que los miñones se fuesen pa- 
ra las Conchas, donde dijeron es- 
taba el virei, para que le fuesen 
acompañando desde allí á la Co 
lonia, y ; después á JUontevideo 
custodiándole. 


8. No hubo nada de lo antece- 
dente, ni menos la llegada del 
virei á las Conchas. 

9. En este dia se embarcaron 
para la Colonia parte de los mi- 
ñones en la zumaca Belen. 

10. En este dia salieron 400 y 
mas ingleses para la campaña, 
habiéndose pasado los restantes 
y mujeres del Retiro á la Resi- 
dencia, en donde quedan para otra 
data. 

11. En este dia se corrió, por 
haber venido de la Colonia la zu- 
maca Belen, que llevó los miño- 
nes, de que á la vista de Monte- 
video estaban 12 buques ingleses, 
y que habían hecho desembarco 
en Sta. Rosa, y que la lancha de - 
Castro había arribado al Sauce. 
En este mismo dia se fue el pa- 
dre capellán nuestro en la lancha 
de Berro para la Colonia. 

12. En las monjas capuchinas 
otra misa de gracias, con sermón 
á Sta. Clara, por haber sido la 
reconquista el dia de esta Santa. 

13. Se juntaron en el fuerte los 
catalanes, gallegos, asturianos, 
viscamos &a, para formarse en 
cuerpos. 

14. Se mudó el Sr. Liniers al 
fuerte. 

15. Llegaron como 600 para- 
guayos de las Conchas*, que man- 
dó venir el Sr. virei. 

16. Este dia me dieron la or- 
den para marchar á la Colonia y 
de allí á Montevideo. 

17. Se aprontaron los recados 
para la jente, y el tiempo no está 
bueno. 



- 274 - 


APENDICE N. ° 2. 

Miras inglesas en la espedicion 
de Sir Home — Fragmento de 
Mr. Brackenbridge (1). 

Se dice que- la emancipación 
de las Colonias españolas fue la 
idea favorita del célebre Guiller- 
mo Pitt. Tuvo frecuentes confe- 


rencias, se nos dice, con el jesuí- 
ta Viscardi Guzman, natural del 
Perú, entusiasta por la causa de 
la libertad de Sud América; y el 
cual publicó después una elocuen- 
te eshortacion á ella. Puede verse 
este documento en el apéndice al 
segundo volumen de Walton, so- 
bre las Colonias, (2) y se dice que 


(1) Creemos deber reproducir el si- 
guiente trozo en ti cual, con motivo de 
la primera invasión inglesa ademas de 
mencionarse su objeto, se hacen indica- 
ciones curiosas acerca de un pl.an rela- 
tivo a la America española, concebido á 
fines del siglo pasado, por los Estados 
Unidos y la Inglaterra. Lo tomamos del 
2. c volumen de la obra titulada: Voyage 
to Soum America, performed by oiider 

OF THE AMERICAN GOVERNMENT IN THE 
VEARS 1817 AND 1818, IN THE FRIGATE 

“Congres' ’ — By H. M. Brackenbridge , 
,?sq. Secrelary of the mission 

[JVoía de la Redacción .] 

(2) En una colección de documentos 
sobre la emancipación de Sud América, 
publicada en 1810, con notas y con una 
introducción, por J. M. Anlepara, natu- 
ral de Guayaquil, se dice que. por ei año 
de 1798. había intelijencia sobre el asun- 
to entre nuestro gobierno y el de la Gran 
Bretaña — Igual cosa se menciona en el 
Rejislro Americano de Broten. La con- 
quista de Méjico debía efectuarse conjun- 
tamente; y los doce Tejimientos levan- 
tados por nosotros, en aquella época, eran 
destinados á ese servicio. Se dice que 
el posterior arreglo de nuestras diferen- 
cias con España y Francia, fue lo único 
que paralizó el proyecto. La mayor par- 
te de estos documentos, están colecciona- 
dos en el informe de Walton a! príncipe 
rejente. La siguiente carta de Alejan- 
dro Hamilton á Miranda, puede ser cu- 
riosa para muchos lecloros. 

Carla del jeneral Halmillon al jeneral 
Miranda. 

Nueva York, agosto 22 de 1798. 

Señor — He recibido últimamente, por 
duplicado, su carta de 6 do abril, con un 


postcripíum del 9 de junio. El caballero 
que menciona Vd. en ella, ni me ha ve- 
nido á ver, ni sé si ha llegado á este 
pais; asi que solo por lo que se trasluce 
de su carta, puedo adivinar el ojeto de 
ella. 

Hace mucho tiempo que V. conoce 
mis sentimientos acerca de ese negocio; 
pero yo no podría tener personalmente 
participación en él, 9Ínó patrocinado por 
el gobierno de este país. Mí deseo era 
que estas cosas se concluyesen por medio 
de una cooperación, en el curso de esta 
estación, por parte de este país, pero 
hoi difícilmente puede ya realizarse. El 
invierno, sin embargo, puede madurar el 
proyecto, y puede tener lugar una coo- 
peración efectiva por parte de los Es- 
tados Unidos. En este caso me conside- 
raré feliz, en mi posición oficial, de ser 
un instrumento para obra tan buena. 

El plan, en mi opinión, debe ser una 
escuadra ae la Gran Bretaña, un ejército 
de los Estados Unidos, y un gobierno 
para los pai-es libertados, que sea agra- 
dable para ambos cooperadores;, respec- 
to de lo cual, no habrá probablemente 
ninguna dificultad. Para arreglar el plan 
seria lo mas conveniente que la Gran 
Bretaña autorizase aquí, completamente 
á alguna persona. En este caso, la pre- 
sencia de V. aquí, sería estremadamente 
esencial. 

Estamos levantando un ejército como 
de 12,000 hombres. El jeneral Was- 
hington ha reasumido su puesto á la ca- 
beza de nuestro ejército; yo he sido 
nombrado segundo en el mando. 

Soi, Señor, con estimación y consi- 
deración — 

Vuestro mui obediente servidor. 

(Firmudo) A. Hamilton. 



fue dirijido á Mr. Ring, nuestro 
ministro entonces en la corte de 
Londres, y quien, en el senado de 
los Estados Unidos, confesó en 
diversas ocasiones, sus sentimien- 
tos, en términos honrosos para el 
patriota y para el estadista. Se 
dice también que la proclama del 
jeneral Pictow, fue facilitada por 
lord Melville, quien declaró es- 
presamente, que ella estaba cal- 
culada, solo para habilitarlosáuna 
independencia comercial, “sin 
ningún deseo por parte del rei de 
Inglaterra, de adquirir derecho 
alguno de soberanía sobre ellas, 
ó de intervenir en sus derechos 
civiles, políticos ó relijiosos.” Las 
órdenes dadas á Sir Home Po- 
pham, fueron mui diferentes; la 
conquista era el objeto; y desde 
que hubiese adelantado algo en 
este sentido, hacer prevalecer en 
los demas lugares que no pudiera 
subyugar, la idea de sacudir el 
yugo español, y bajo la protec- 
ción de los invasores; erijir go- 
biernos propios. Pero al mismo 
tiempo, los jenerales Whitelock 
y Crauford, fueron encargados 
de apoderarse de Buenos Aires, 
en un lado del continente, y de 

. |) Damos lugar á estos cortos ver- 
sos del Sr. D. Bartolomé D. Muñoz, es- 
pecialmente por el deseo de rastrar en 
esta Colección algo de aquel literato, 
hombre apreciabílísimo, y que fue amigo 
«til y sincero de la causa de America. 
Los entresacamos de sus poesías meditas 
y autógrafas, que debemos a la deferen- 
cia de su. amigo el Sr. Doctor Don Salva- 
dor Tort. Este, á nuestra petición, nos 
pasó la siguiente noticia de aquel: ^ 

“Al Sr 1) Bartolomé Doroteo Muñoz 
lo conocí desde mis primeros años siendo 
cura castrense y capellán del batallón, 


- 2 75 - 

Valparaíso en el otro; después de 
lo cual, debían avanzar puestos 
militares, y esforzarse por apode- 
rarse del Perú. 


APENDICE N.* 3. 

AL SR. D. SANTIAGO LINIER3 
Y BREMONT. 

Por el Sr. Muñoz (1). 

He allí al francés guerrero.honor y gloria 
de las huestes del indo suelo hispano. 
Marte, en sus sienes, con su augusta mano 
ha ceñido el laurel de la Victoria. 
Minerva le trasmite á la memoria 
de la posteridad, que al soberano 
ha vuelto el continente peruano, 
y sabia escribe su inmortal historia. 
Apolo canta de su acción valiente, 
por que á nadie sino á él cantar es dado 
de asunto tan heroico y eminente. 

Y Astrea su retrato ha colocado.... 

¿En donde, me preguntas imprudente? 
De Pizarro y Cortés al digno lado. 

A MONTEVIDEO. 

I Jenerosa has impartido 
soc.orro á la capital, 
y testimonio inmortal 
de valor has adquirido. 

Estos hechos han servido 
jó pueblo! para tu honor, 
para el ingles de terror 
para España de Ínteres, 
y del júbilo qué ves 
para tu gobernador. 


que perteneciente al Tejimiento de infan- 
tería de Buenos Aires, estaba lijo en esta 
ciudad; y como vivíamos en la casa del 
Sr. D Juan Cayetano* de médico en esta 
plaza y del hospital militar de ella, se 
que era natural de Madrid donde muchas 
veces me dijo tenia su familia. En el 
año 81 I fue espulsa de esta plaza con 
la familia del Sr. Molina y durante el se- 
cundo asedio por las tropas de Buenos 
Aires, pasó k esa ciudad donde obtuvo 
una canonjía, y no volvió á esta sino para 
morirse en el ano 831 ó 32. Cuando em- 
pezó á figurar en Madrid el hoi duque de 


I* 


- 276 - 


EL EDITOR. 

Es bien sabido que el Sr. D. 
Juan Manuel de la Sota, hoi ar- 
chivero jeneral de la República, 
y secretario jubilado de la H. A. 
de RR., tiene escrita desde 1837 
— y empezó á publicar por entre- 
gas de á ocho pliegos, en 1841 — 
la Historia del territorio 
Oriental del Uruguay. 

Entre lo mucho inédito aun, 
se halla la parte referente á las 
.invasiones inglesas; y la cual ha 
tenido la bondad deponer á nues- 
tra disposición. 

Acompañan á esa parte los do- 
cumentos respectivos. Los mas 
de ellos los poseemos, y muchos 
hemos dado ya: pero hai otros de 
que carecíamos. 

Hemos reunido estos últimos; 
y son los que, por su orden de fe- 
chas, presentamos en el Apéndice 
siguiente. En el inmediato, dare- 
mos el capítulo de la obra, á que 
ellos se refieren. 

% 

APENDICE N. o 4. 

VARIOS DOCUMENTOS — DOCU- 
MENTO N. ° 1. ° 

Conquista de Buenos Aires por 

1,500 ingleses , en jumo de 

1806. — Descricion del suceso 


Rianzares oi á alguno de la familia del 
Sr. Molina que era pariente de Bartolito. 
como le llamábamos, pero nada puedo 


mas memorable de la América 

del Sud. 

Junio 22: — Después de repe- 
tidos avisos del gobernador de 
Montevideo de hallarse enemigos 
ya á la boca ya adentro del Rio 
de la Plata, el virei de Buenos 
Aires marqués de Sobre-Monte 
empezó á tomar disposiciones de 
defensa (aparentes, pero creídas 
por la sencillez de sus habitan- 
tes): el 22 de junio el Sr. piloto 
de la real armada, D. José de la 
Peña, desde la Ensenada comu- 
nicó á dicho virei que con su fa- 
lucho, habiendo salido de Mon- 
tevideo a) efecto, había reconoci- 
do en la costa del sud de este 
rio, 7 fragatas y 3 bergantines, 
todos de fuerza y enemigos; el 
virei le avisó que inmediatamente 
pasase á la capital á instruirle y 
tratar verbalmente. En su cum- 
plimiento Peña llegó por tierra 
el 23 a la noche al fuerte y con- 
ferenció con el virei dos horas, ‘ 
quien, despreciando la opinión de 
aquel, quiso persuadirle eran los 
tales buques algunos que venian 
al corso, resentidos de las presas 
hechas en lq costa del Este por 
los corsarios de Montevideo, y 
que así volviese á la Ensenada, v 
con su falucho viniese á Buenos 
Aires á sus órdenes; lo que efec- 
tuó Peña el 24 por la mañana: 
esto es, regresar por tierra á la 
Ensenada. 

El dia 25 al amanecer de este 


asegurar á este respecto. Vino con su 
padre que falleció en Buenos Aires.” 

[.Voto de la Redacción 



_ 277 - 


d¡a se presentaron á la vista de 
Buenos Aires 7 fragatas y 3 ber- 
gantines. Yo tomé un buen an- 
teojo, y me persuadí, y lo hice á 
muchos de que escepto uno que 
juzgaba de guerra, todos los de- 
mas eran transportes, y así ha re- 
sultado; pues solo hai una fragata 
y un bergantín de guerra, con 
cuya vista se tocó la jvnerala, y 
todo el vecindario se presentó en 
el fuerte desde las 7 á las 9 de 
esta mañana, y ninguna disposi- 
ción se dió, no obstante que á los 
10 buques veía todo el pueblo 
aproximarse á los Quilines y con 
sus botes y lanchas hacer desem- 
barco por los ingleses: en fin, se 
dieron entonces armas y marcha- 
ron allí las milicias de caballería 
de Buenos Aires (nada discipli- 
nadas, y mucha parte sin mas ar- 
mas que espada, y la otra con 
espada y pistolas en que no ca- 
bía cartucho), y D. Nicolás de la 
Quintana (de quien por sus ante- 
riores bravatas teníamos mucha 
confianza) con sus 800 blanden- 
gues. A las 10£ de la mañana por 
fin se proveyó de fusil en el fuer- 
ce á mil y mas urbanos que en él 
se presentaron, pero sin piedra ni 
cartuchos, previniéndoles que por 
la tarde ocurriesen por dichas 
municiones á las casas de sus res- 
pectivos capitanes. 

Dia 26. A las once de esta 
mañana marcharon 600 de estas 
milicias provinciales con sus ofi- 
ciales y banderas á pié á Barra- 
cas, y por su retaguardia el virei. 
A poco rato de haberse retirado 
del fuerte los urbanos, se obser- 
vó un corto tiroteo en los Quil- 


ines; con cuyo motivo se tocó 
entonces la jenerala, y en el mo- 
mento sin comer, todo el pueblo 
se presentó en el fuerte en el nú- 
mero de mas de 2,500, á quienes 
se distribuyó armas, y se ordenó 
que las 6 compañías de urbanos, 
que componían como 1,200 hom- 
bres, á quienes se destinaron, 
fuesen á acuartelar en la barraca 
de Marcó y chacarita de Santo 
Domingo; y estando allí se pre- 
sentó á caballo el brigadier 1). 
José Ignacio de la Quintana, á 
quien el virei puso por coman- 
dante, lamentándose de no tener 
un hombre á caballo para preve- 
nirles á las milicias provinciales 
de Barracas que los urbanos esta- 
ban en dicho sitio, ni disponer 
conducir artillería á las ventajo- 
sas barracas que los urbanos te- 
man, y solo ordenó que cada dos 
compañías defendiesen con solo 
sus fusiles las tres subidas á la 
ciudad; pues las milicias de ne- 
gros y mulatos, mejor disciplina- 
das que ninguna otra, quedaron 
guarneciendo el fuerte y la ciudad 

Con la casualidad de hallar los 
urbanos acuartelados en la bar- 
raca de Marcó, 3 cañones que 
allí tenía este, los pusieron en sus 
cureñas, y con el subteniente D. 
Juan Bautista Otamendi, que 
desde allí fué al fuerte, se le co- 
municó al virei pidiendo muni- 
ciones, y D. José Pedro Brito, 
encargado del mando por el virei 
(cuyo destino se ignoraba), con- 
testó de oficio que no convenía lo 
que los urbanos solicitaban, y ne- 
gó lo que se pedía. 

Marchando los urbanos desde 



el fuerte á la barraca de Marcó 
la tarde del 26, encontraron que 
venía de huida de los Quilines el 
sub-inspector D. Pedro de Arce, 
quien dijo á su hijo, uno de los 
capitanes de los urbanos- — Los 
enemigos son como unos 4,500, y 
pórtate como debes y es debido, 
con concepto á que todos mañana 
estaremos bajo la dominación de 
S. M. B. 

A los ingleses en número de 
1,600 que eran todos, se les dejó 
hacer tranquilamente su desem- 
barco en los Quilmes los dias 25 
y 26 ; y en orden ya á las 11 de 
este día, hallándose allí mas de 
2,000 hombres españoles al man- 
do de Arce, rompieron estos el 
fuego sin que pudiese alcanzar á 
aquellos, que en oportunidad rom- 
pieron el suyo á los únicos 400 
españoles que se presentaron de 
mas de 2,000, y Arce mandando 
entonces tocar la retirada, prime- 
ro los oficiales y blandengues, y 
después la caballería, corrieron 
para Barracas, abandonando 4 ca- 
ñones de campaña, de que inme- 
diatamente se apoderó el enemi- 
go: así lo refiere quien estuvo 
presente y doi por autor. 

Como á las 7 de la noche del 
26 ya los ingleses llegaron al pu- 
ente de Galves; se abrigaron de 
la casa de dicho Galves, y á los 
españoles los acribillaron por no 
tener defensa, que poco antes se 
dió fuego y ardía de orden del vi- 
rei, y empezó vivo fuego por árn- 
bas partes; pero á las primeras 
descargas echaron á correr el co- 
ronel y oficiales de las milicias 
provinciales, á escepcion de D. 


Juan Olodriz, del fijo, destina- 
do allí con dichas milicias, y D. 
N. Vasquez, cadete, que con solo 
las dos compañías de granaderos 
de milicias provinciales defendie- 
ron aquel paso toda la noche; 
pues el resto de estas milicias, y 
Quintana con sus 800 blanden- 
gues hicieron aquella noche reti- 
rada para juntarse, en la casa de 
recreo ó chacra de los Barbones, 
con el virei, que se halló en aquel 
punto con 2,000 hombres, y el 
punto esencial de Barracas, en lu- 
gar de fortificarlo, les mandó fue- 
sen al paso Chico, adonde los in- 
gleses se dirijían (lo que nunca 
pensaron). 

Los urbanos, desde dicho pa- 
saje en que estaban acuartelados 
la noche del 26, ademas de las 
incesantes patrullas, mandaron 
muchas espías á informarse de la 
situación de los de Barracas, y 
contestes todos en su abandono, y 
poca jente, habiéndose resuelto á 
marchar allí á defender aquel pun- 
to tan ventajoso, no pareció un 
solo oficial que pudiese din jirlos, 
y los oficiales urbanos, carecien- 
do de pericia militar, y temero- 
sos de incurrir en alguna pena, 
no se atrevieron á condescender 
con la súplica de sus jentes. 

El día 27 amaneció, y nuestros 
pocos militares aun defendieron 
contra los ingleses el paso del 
Riachuelo; pero al fin, desani- 
mados con el abandono de todos, 
se retiraron con mucho honor, en 
particular el cadete Vasquez que 
salió de la artillería, y el virei con 
ella se dirijió al monte de Castro 

desde la casa de los Barbones, en 
• 



- 279 - 


vez de granjearse á los urbanos, 
que aunque sin artillería domina- 
ban las barracas de la ciudad, 
que con los dos mil hombres y 
artillería que el virei tenía, se po- 
día derrotar al ingles, y mas reu- 
niéndose con facilidad mil hom- 
bres, que, con D. José Laguna, 
estaban defendiendo la boca del 
Riachuelo, compuestos de maes- 
tranza, patrones de lancha y ma- 
rineros, todos escitando valor. 

A las 9 de la mañana del 27, 
ordenó D. José Ignacio de la 
Quintana en persona á todos los 
urbanos se retirasen al fuerte, y 
así se hizo, diciendo no habia 
otro remedio que capitular. Al 
entrar en el fuerte la 1. 03 compa- 
ñía de urbanos, se presentó el oi- 
dor Anzoátegui diciendo, urbanos 
retroceded á las barracas de la 
entrada de la ciudad, pero el te- 
niente del fijo que venía á su fren- 
te, contestó que la retirada de los 
urbanos al fuerte iba ordenada 
por el brigadier Quintana, y era 
á quien obedecía: instó de nuevo 
dicho oidor que la orden de Quin- 
tana fué dada así, pero que en 
aquel momento, la audiencia, ca- 
bildo y oficiales de todos los cuer- 
pos habian acordado era mas ven- 
tajoso á España capitular con la 
jente armada sobre dichas barra- 
cas al frente del enemigo que es- 
taba parado por la barraca de Ca- 
jigas; pero en estas contiendas to- 
dos los urbanos, y mas de mil vo- 
luntarios ya se metieron dentro 
del fuerte á cosa de las 9 de la 
mañana, y á corto rato llegó á él 
á caballo un oficial ingles a parla- 
mento, conducido por D. Juan 


del Pino, v al salir al fuerte á lle- 
varle á su jeneral las proposicio- 
nes, los urbanos y pueblo, que 
estaban adentro del fuerte, levan- 
taron la voz: “Viva el rei de Es- 
paña, á las barrancas.” 

Nota— Esta relación de la sor- 
presa de Buenos Aires por los in- 
gleses, es la que dirijió el 3 de 
julio de 1806 D. Jerardo Esteve 
y Llach por conducto de D. Mi- 
guel Costa y Tejedor y D. Jaime 
Illa (padre). Sota. 


DOCUMENTO N. ° 2. 

Diario de las disposiciones para 
la reconquista de la capital de 
Buenos Aires y de los sucesos 
ocurridos desde el 29 de junio 
de 1806, dos dias después de 
ocupada por los ingleses, hasta 
el 1 2 de agosto del mismo que 
fué recuperada y se entrega- 
ron á discreción. 

Sr. gobernador: — Los abajo 
suscritos, que en calidad de jefe, 
segundo, sarjento mayor, y capi- 
tanes de los voluntarios, y patrio- 
tas de esta capital, señalados con 
la divisa y bandera blanca y en- 
carnada, como símbolos del amor 
y fidelidad á nuestro soberano, 
contribuyeron á la reconquista de 
esta plaza, haciendo uso de las 
franquicia que V. S. concede por 
el edicto del 26 del corriente para 
que todos los de esta ciudad que 
cooperaron á aquel logro, presen- 
ten las relaciones circunstancia- 
das de sus hechos, que no pudie- 
ron manifestarse en el oficio con 
que V. S. dió cuenta de la recon- 



- 280 - 


quista al Exmo. Sr. jeneralísimo 
príncipe de la Paz, por las mu- 
chas atenciones que lo rodeaban, 
y de que estando mui ciertos, 
ocurrimos á V. S. con el único 
objeto de individualizar cuanto 
practicaron los voluntarios pa- 
triotas de nuestro cargo y mando 
oportuno, con los respectivos do- 
cumentos de su certeza: y como 
esta relación de sus hechos debe 
ser mui difusa para abrazar los di- 
ferentes ramos y puntos que com- 
prende; esperamos que V. S. dig- 
nándose hacer mérito de ella con 
la indicada protesta, dispense la 
estension de estos datos, al me- 
nos por su naturaleza y objeto 
que los impulsó. 

Desde el momento que un im- 
previsto acaso nos hizo esclavos 
de la detestable dominación in- 
glesa cayendo por consiguiente 
bajo de ella la mas rica joya de 
la monarquía española, fermenta- 
ban en nuestros pechos, los mas 
ardientes deseos de sacrificarlo 
todo por sacar esta capital de tan 
tirana dominación y restituir con 
ella á nuestro amado soberano un 
vecindario compuesto de sus mas 
fieles vasallos. A pesar de lo vivo 
de estos deseos, el respectivo re- 
celo que nos asistía de comuni- 
cárnoslo, por el infinito número de 
espías que nos rodeaban; impidió 
que el momento de nuestro cau- 
tiverio fuese el que diese princi- 
pio al entable de nuestra reden- 
ción, y así hasta el 29 -de junio, 
dos dias después de la toma 
de la plaza, no se trasmitieron 
de uno á otro de nosotros los 
sentimientos que nos animaban 

— - ■ ... - i 


interiormente á una misma em- 
presa. Dicho dia fué el primero 
que D. Felipe Sentenach, y D. 
Jerardo Estebe y Llach, se co- 
municaron respectivamente sus 
designios, motivo por el que adop- 
tado por ambos, el mas convenido 
plan de operación, se resolvió el 
segundo á comunicarlo al Sr. go- 
bernador de Montevideo, como 
efectivameste lo hizo en carta de 
3 de julio dirijida por medio de 
Miguel Costa y Tejedor y D. 
Jaime Illa de aquél vecindario: 
en ella se incluyó un diario exac- 
to de lo ocurrido desde la vista 
de los buques enemigos hasta la 
pérdida de la plaza. Seespresaba 
las fuerzas navales, su número, 
parte, y colocación, que á los mas 
haria inútiles una bajamar por su 
mucho calado. Se hacia un deta- 
lle de las tropas de tierra, con es- 
presion de su número, clase, co- 
locación, guardias y baterías á que 
algunas de estas atendían. Con 
todo este pormenor, y la manifes- 
tación de la animosidad que asis- 
tía á todo el pueblo para acudir á 
la mas ardua empresa, se le su- 
plicaba propendiese por su parte, 
mandando mil hombres de tropa 
arreglada, doce cañones de 24 
para fortificar en tierra, doce lan- 
chas cañoneras para acometer á 
las balizas, y cuatro bombarde- 
ras para batir el fuerte, viniendo 
unas y otras con la correspondien- 
te dotación y municiones, asegu- 
rando el favorable éxito que lo- 
grarían con este ausilio. 

Ya dado este paso, y acrecen- 
tada la exasperación de ánimo 
por la opresión inglesa que vio- 


- 281 - 


lando lo capitulado, redujo esta 
fracción al mas arbitrario y des- 
pótico procedimiento que tituló 
de concesiones, y se franquearon 
á Sentenach ,y Llach deseos de 
contribuir con sus personas, vidas 
y haciendas al plausible objeto de 
la' reconquista; D. José Forne- 
guera, D. Tomas Valencia, D. 
José Franco, D. Miguel Esquia- 
ga y D. Juan de Dios Dozo: mas 
como esta empresa exijía un po- 
deroso protector, por la eficacia 
y mediación de Forneguera y Do- 
zo, lograron este en D. Martin de 
Alzaga, quien lleno del mayor pa- 
triotismo, se prestó gustoso á pro- 
tejerlos en cuanto pudiese: al efec- 
to, y queriendo consultar la soli- 
dez de las miras que habían pro- 
puesto, convoca á su casa á to- 
dos los espresados, nombrándole 
de asociado á D. Pedro Miguel 
de Anzoategui: allí se manifestó 
el plan formado por Sentenach, 
que se reducía á tomar un punto 
distante dp la ciudad, y fortifi- 
carlo del mejor modo posible, no 
solo para asegurar una feliz reti- 
rada en caso preciso, sino tam- 
bién para reunir en él un pié res- 
petable de ejército, capaz de ame- 
drentar al enemigo: que recluta- 
sen asalariados y armados qui- 
nientos hombres que debían con- 
servarse ocultos, para operar en 
una oportunidad: que para asegu- 
rar la ocasión con el menor per- 
juicio del pueblo, se minase el 
fuerte y ranchería, con lo que se 
quitaba al enemigo todo asilo; y 
que para evitar que aquel verifi- 
case su retirada impunemente si 
la emprendía antes de la realiza- 


ción de cualquiera de los puntos 
del plan, se reiterase al Sr. go- 
bernador la súplica para el envío 
de las fuerzas navales que la es- 
torbasen. La ejecución de este 
proyecto era formando el atrin- 
cheramiento con la reunión de vo- 
luntarios en él, concluidas las mi- 
nas, y prontos losquinientas hom- 
bres que habían de operar en lo 
interior, batir con el ausilio de 
Montevideo las fuerzas navales, 
igualmente que la cortina, y los 
dos semibaluartcs del fuerte que 
miran al rio; ácuyo tiempo debían 
los quinientos hombres reserva- 
dos, apoderarse de la Ranchería, 
y los que ocupaban el atrinchera- 
miento distante, con precedente 
aviso hiciesen su entrada en el 
mismo acto con toda la artillería 
que pudiesen, reservando para el 
caso en que todas estas medidas 
se fustrasen, el uso de las minas 
dispuestas. 

Este plan fue adoptado por to- 
dos los que componían la junta, 
después de examinados los pro- 
puestos por cada uno de los vo- 
cales el dia 8 de julio. El 9 del 
mismo se procedió a la elección 
de jefes; y de unánime consenti- 
miento fué reconocido por princi- 
pal Sentenach, injeniero y mate- 
mático de profesión; por su se- 
gundo Llach, por sarjento mayor 
Valencia; y los demas como je- 
fes de los trozos que cada uno 
había de reunir bajo las respecti- 
vas órdenes de los primeros. He- 
cho esto, se procedió á reclutar 
¡ente, para completar los quinien- 
tos hombres de reserva que ha- 
bían de conservarse asalariados y 



armados para su oportuno tiem- 
po. Este enganchamiento como 
que habia de practicarse en lo in- 
terior de la ciudad, y por lo mis- 
mo exijía las mayores precaucio- 
nes y sijilo para evitar que los 
enemigos que nos rodeaban lo 
trasluciesen por sí, ó por medio 
de los espías, que en infinito nú- 
mero tenían, fue preciso sujetar á 
una progresiva y precautoria es- 
cala de encargados, en términos 
que siendo cuatro los jefes secun- 
darios que se comunicaban con el 
principal, tenia cada uno de ellos 
un comisionado subalterno, este 
cinco, y cada uno de ellos proce- 
dió al alistamiento de otros cinco 
en cuya forma $e completó por 
cada uno de los cuatro referidos 
cinco, veinticinco hombres sin el 
comisionado subalterno, con el 
que entre todos hacían la fuerza 
de quinientos cuatro hombres; 
entre quienes no habia mas cono- 
cimiento que los cinco de cada una 
de las subdivisiones; bien es que 
sus cabos eran conocidos del co- 
misionado, este del jefe secunda- 
rio que entendía con el principal, 
y los cuatro reales diarios con 
que se Ies asistía, los recibían 
por igual orden y simulación. 

Ademas de esta fuerza pagada, 
los jefes electos hicieron de su 
partido á varios de sus amigos, 
quienes no solo se prestaron por 
sí, sino que entre los suyos pro- 
porcionaron un crecido número 
de voluntarios, (sin mas interes 
que el de salvar la patria) cuyas 
listas en guarismo se señalaban 
con las iniciales del apellido de 
los enganchadores, componiendo 


- 282 - 

g 

su total con el de los pagado 
mas de dos mil y quinientos hom- 
bres, sin contar trece que estaban 
á las órdenes de D. Pedro Casa- 
nova: cincuenta y cinco monta- 
dos con el título de compañía 
infernal, al mando de D. Tomas 
Castellón, á quien se le franqueó 
por D. Juan de Dios Dozo para 
el pago de algunos de ellos (que 
no servían por pura espontaneidad 
y patriotismo) veinte y cuatro on- 
zas de oro de los fondos que en 
masa estaban destinados á estos 
precisos gastos, como consta de 
su recibo fecha I. ° de agosto; y 
mas de «los cientos con quienes 
voluntariamente se brindó el al- 
férez de milicias disciplinadas de 
caballería de esta capital D. Juan 
Terrada. El dia 15 de julio se 
empezaron á satisfacer los suel- 
dos de los quinientos hombres es- 
presados al respecto de cuatro 
reales diarios; y e! 16 después de 
muchas infructuosas dilijencias, 
se logró alquilad la quijita llama- 
da de Perdriel (hoi de la testa- 
mentaría del finado D. Domingo 
Belgrano Perez), para formar el 
punto de atrincheramiento pro- 
puesto en el plan adoptado, prefi- 
riendo esta posesión á otra algu- 
na del campo; así por la mayor 
proximidad á les Olivos de que 
distados leguas y media, y cuyo 
punto contemplábamos por su se- 
guridad el mas oportuno para rea- 
lizar el desembarco de las tropas 
de Montevideo», como por su ca- 
pacidad y situación, pues tiene al 
norte una laguna inagotable: al 
O. una cañada, y al S. y E. unos 
tapiales do tierra que se desterra 





ban para la colocación do una ba- 
tería capaz de toda defensa, y aun 
de sostener una retirada. 

El 17 se alquiló á D. José 
Martínez de Hoz una casa conti- 
gua á la ranchería, para sacar de 
allí la miña que á dicho cuartel 
habia de guiarse. El 18entró Sen- 
tenach de dia en el cuartel de la 
Ranchería, para ver la colocación 
de las habitaciones, dormitorios 
y demas, tomando con los pasos 
naturales las mensuras correspon- 
dientes con el riesgo eminente 
que es de considerarse amenaza- 
ría á cualquier español, que aun 
sin ese objeto fuese sorprendido 
en cualquiera observación de sus 
tropas, y gobierno económico del 
cuartel. 

D. Martin de Alzaga no que- 
riendo limitar á solo nombre el 
título de protector de nuestra em- 
presa, llevado del celo y patrio- 
tismo que siempre le ha animado, 
nos franqueó jeneroso, no solo su 
influjo en los casos en que fuera 
preciso su uso, sino que puso «4 
nuestra voluntad todo el caudal 
que pudiese y contemplásemos 
necesario al logro de esta empre- 
sa: oferta tan jenerosa, que no 
tuvo efecto en el todo; y sí en la 
cantidad de ocho mil pesos fuer- 
tes que únicamente le pedimos, y 
que entraron con los de nuestra 
propiedad para subvenir al pago 
y desembolsos que á cada momen- 
to se ofrecían; no deja por eso de 
ser acreedor al reconocimiento de 
todo buen español, al ver que uno 
de sus compatriotas acostumbra- 
do al goce de las proporciones 
que le facilita su injente caudal, 


se presta gustoso al total sacrifi- 
cio de este, y aquellas, aun con 
una numerosa familia, por la sa- 
tisfacción de ser útil á su reí y 
patria. 

El 20 de julio por el recelo de 
que fuesen descubiertos los prin- 
cipales motores de esta unión, 
así por el copioso número de es- 
pías, como la lijereza de los pa- 
gados, que había hecho público 
el percibo de su estipendio, y aun 
el objeto con que se Ies adminis- 
traba; se mandaron los mas de 
sus individuos á la chacra de Per- 
driel, en donde alojados se les da- 
ba carne, pan vino y demas á dis* 
crecion, sin hacer el menor des- 
cuento de los cuatro reales dia- 
rios que percibían íntegros, ya 
por sí, ya por sus mujeres. Reu- 
nida la mayor parte de esta jente 
en aquel punto, se nombraron de 
encargados interinos de ella, al 
sar jento retirado Juan Trigo, y al 
cadete de milicias de infantería 
D. Juan Vasquez, ámbos comi- 
sionados subalternos destinados 
antes á su enganchamiento: aun 
que el urjente motivo de esta re- 
misión no habia permitido tomar 
las correspondientes providencias 
para poner á Cubierto, y en estado 
de defensa aquel puesto, con todo, 
previendo que la reunión de tan- 
tas jentes llamaría la atención 
del enemigo, por informe de sus 
secuaces cíe que estaba infestada 
esta capital y campaña, se hicie- 
ron los posibles esfuerzos para 
trasladar á dicha chacra la arti- 
llería, fusilería y toda clase de 
municiones, y acopiadas todas con 
el mayor riesgo y subsidios, y tras- 



- 284 , - 


lacladas de unas á otras casas en 
lo mas crítico del dia: pero lo ca- 
lamitoso de la campaña, el deplo- 
rable estado á que quedaron re- 
ducidas las caballadas por la an- 
terior reunión de jente para la de- 
fensa, conducción de caudales y 
efectos para lo interior, y trasla- 
ción de cuantioso número de fami- 
lias que creia hallar su seguridad 
en la campaña; dificultaron hasta 
lo imposible la remisión á dicha 
chacra del armamento y muni- 
ciones espresndas. 

El 22 de julio, y con fecha 15 
del mismo, se recibió la contesta- 
ción del Sr. gobernador de Mon- 
tevideo á la del 3 que le dirijió 
Llach, escrito todo de su propio 
puño, que conservamos orijinal. 

En ella después de manifestar 
la necesidad de esta reconquista, 
y que para realizarla necesitaba 
de las noticias que se le comuni- 
* carian en la del 3 citada dice: que 
aunque las merecía por otros 
conductos antes, no fueron tan 
circunstanciadas, como las que 
comprendía aquella; pero que sin 
embargo fueron bastantes para po- 
ner en movimiento sus primeras 
providencias, y que ya estaban 
las cosas en disposición de que 
podria remitirá lo menos mil hom- 
bres de buena tropa y por la cos- 
ta vendrían doce lanchas cañone- 
ras con cinco goletas de dos ca- 
ñones, cuya fuerza sería irresisti- 
ble al enemigo. Después de seña- 
lar dicha carta los Olivos, como 
punto de desembarco que se pro- 
ponía por ser paraje mas próximo 
á la ciudad, y preferible por esta 
razón á algún otro, pues que evi- 


taba la mayor fatiga de la tropa’ 
espresa que esta sería trasporta" 
da desde la Colonia en los mis- 
mos buques para que la protejie- 
sen en caso de oposición. Que de 
verificarse esta habrían de dejar 
la ciudad, y que Llach con su 
jente, armada corrido el velo, la 
ocupase, sorprendiendo á los ene- 
migos en sus propios cuarteles; 
cuyo golpe sería la decisión y 
éxito feliz en tan justa empresa. 
Añade dicho Sr. gobernador que 
las fuerzas de mar atacarían á las 
enemigas como inferiores, y en 
esta forma cortada la retirada, 
habria de entrar en una capitula- 
ción como único partido que le 
presentaría el momento: que la 
artillería de 2 4 no podía venir 
porque allí se necesitaba, siendo 
solo preciso que hubiese valor en 
los buenos patriotas que Llach 
pudi ese juntar (que no serian po- 
cos) pues tenía noticia de un cuer- 
po de mil hombres que con arti- 
llería estaba reunido para cuando 
llegase el momento. Concluyen- 
do que en medio de la satisfac- 
ción que le ocasionaba la buena 
disposición de Llach, y demas 
que se habian congregado como 
buenos y leales vasallos para de- 
fender la relijion, los dominios del 
rei, el honor de sus armas, y la 
patria; tenía la pena de no poder 
asistir á la reconquista, pues ha- 
bía mas de cuatro meses que te- 
nia perdida la salud encontrándo- 
se cada dia agravado; cuya causa 
le impedia ponerse á la cabeza de 
las tropas y esponer con ellas su 
vida en defensa de la patria y de 
| los sagrados deberes en que todo 


- 285 - 


vasallo, y particularmente él esta- 
ba constituido. 

- Tan satisfactoria noticia nos 
animó á duplicar nuestros esfuer- 
zos y eficacia sin perdonar fatiga 
y desembolsos; y así 1). José 
Forneguera se encargó de alqui- 
lar la casa que debia servir para 
armería y fábrica de cartuchos: 
efectivamente lo hizo el dia 23 
tomando como para sí la de D. 
José Santos Incháurregui en la 
calle que vá á San Juan que linda 
con la de D. Francisco Lecica: 
en ella se recojía toda la fusile- 
ría, pistolas, espadas y pólvora 
comprada, trabajando incesante- 
mente en la recomposición de 
aquellos y formación de cartuchos 
cinco hombres de todo desempe- 
ño y confianza bien asalariados. 
El 24 se dió principio á la mina 
de la Ranchería á que se destina- 
ron diez zapadores provistos del 
mejor armamento y municiones 
afianzando su seguridad en las 
patrullas y centinelas apostadas 
de dia en la circunferencia de la 
cuadra fcon armas cortas de fuego 
y blancas cubiertas bajo los ca- 
potes y capas: Sentenach director 
de la mina con el mnvor disfraz 
posible, y con el riesgo que es 
consiguiente, repetía sus entra- 
das de día á los patios del cu 
tel, procurando aproximarse cu-‘ 
anto le fuese dable á tierra para 
reconocer si se percibía ó no e! 
golpe de los zapadores; cuyos 
instrumentos se introdujeron de 
antemano en la casa que servia de 
bocamina en barriles y pipas. Las 
noches de los dias en que opera- 
ron los zapadores (que se conser- 


varon encerrados hasta la conclu- 
sión de la obra) se colocó una 
guardia de observación en la azo- 
tea del café de D. Pedro Marco, 
frente de la Ranchería, sinem- 
bargo de las centinelas avanza- 
das, y exploradores, en cuyo celo 
afianzaban aquellos su seguridad. 
El 26 se alquilaron en la plaza 
mayor la casa y dos cuartos pro- 
pios de los Gascones, y otra de la 
testamentaría de Don Santiago 
Castilla, sitas al respaldo del 
nuevo Coliseo, y una del presbí- 
tero D. Martiniano Alonso con 
puerta a la Alameda: en uno de 
los cuartos del primero que se 
destinó como tránsito para el pa- 
raje destinado á la bocamina (con 
cuyo objeto se tomaron) se armó 
una carpintería para cohonestar 
la entrada de los zapadores, sus 
instrumentos, esportillas y pólvo- 
ra que se introdujeron cubiertos á 
los pocos dias en que se dió prin- 
cipio á ella. Para ratificarla con 
la estension, profundidad y rum- 
bos necesarios, el director Sen- 
tenach entró disfrazado al fuerte, 
y tomó las mensuras de la corti- 
na y baluartes, que estimó con- 
ducentes, inspeccionando por sí 
el paraje destinado á alojamiento 
de la tropa y los que contenían 
los repuestos de pólvora, cartu- 
chos y mistos. 

El 27 viendo la dificultad que 
por falta de carruaje, caballos y 
boyada se presentaba para la con- 
ducción de artillería, armamentos 
y municiones con que se había de 
fortificar el punto de Perdriel, se 
comisionó á D. Juan de Dios 
Dozo k la compra de caballada, 


- 288 - 


con cuyo objeto salió el mismo 
dia d la campana. En la tarde de 
él se concluyó, y cargó por los 
zapadores la mina de la Ranche- 
ría, que formando una cruz im- 
perfecta con dos hornillos, uno de 
los cuales caía en el centro del 
dormitorio jeneral del cuartel, y 
el otro debajo de la pared maes- 
tra, que tiraba á desplomarla abra- 
zando los ramales destinados á los 
hornillos con toda su estension 30 
varas con quince pies de espesor 
de tierra, trabajo que concluyó 
felizmente en cuatro dias, dejando 
la mina en punto de prenderla. 

El 28, 29 y 30 se ocuparon to- 
dos los coligados en el acopio y 
compra de armamentos y muni- 
ciones: la reunión de estas á la 
casa tomada con el mismo objeto, 
compra y conducción de víveres, 
revista privada de los individuos 
que contenían el todo de las fuer- 
zas descubiertas y demas; conti- 
nuando las guardias de observa- 
ción, y patrullas diarias, no solo 
en la azotea del café de la Ran- 
chería y calles de su circunferen- 
cia, sino también en las azoteas de 
diversos frentes de la plaza ma- 
yor, ó inmediaciones de la Reco- 
ba y Fuerte. 

Como á pesar de la eficacia de 
Dozo para la compra de caballos 
á que se le hahia destinado, no 
hubiese podido verificarla por la 
absoluta carencia de ellos, en cu- 
ya solicitud se habia ocupado in- 
fructuosamentealgunos dias en re- 
correr el campo, urjiendo la re- 
misión de armamento y municio- 
nes á la chacra de Perdriel, se 
despachó en una carretilla que 


salió á la oración de la casa de ar- 
mas, entregada por Forneguera, 
una caja conteniendo 25 fusiles, 
15 sables, 26 cananas y 700 car- 
tuchos al cargo de varios indivi- 
duos de Esquiaga, y como hubie- 
se podido Dozo ajustar su con- 
ducción por lo demas con el trope- 
ro Juan Tomas Martínez, se re- 
solvió que I). Pedro Miguel de 
Anzoategui pasase con ellas des- 
pués de anochecer del dia 31 á la 
barraca de D. Francisco Belaus- 
tegui á levantar de allí 4 obuses 
de á 18 con las correspondientes 
municiones. Se le dieron de es- 
colta 6 hombres, y se lo comisio- 
nó á D. José Miguel de Esquiaga 
para que reuniendo 60 hombres 
que en diversos puntos de la ciu- 
dad estaban montados y armados, 
se condujese con ellos á protejer 
aquella operación y marcha de 
Anzoátegui y armamento, se le 
reunió Esquiaga con la jente de 
su cargo y tomadas por este las 
prévias precauciones de avanza- 
das en los cruceros, caminos y 
calles, protejió la operación, y co- 
mo antes de concluida esta, hu- 
biese destacado el cabo Francis- 
co Jurado con 2 hombres para 
que recojiese de la quinta llama- 
ba vulgarmente de Pepe Ladrón, 
;a del hueco de Da. Engracia 
siles y 15 sables que allí te- 
níamos de antemano. Dadas ya 
las 8 de la noche, recelando de 
la tardanza de los 3 comisiona- 
dos á aquel objeto por las muchas 
espías que continuamente celaban 
las entradas y salidas nocturnas 
en el pueblo, se separó deAn- 
zoátegui (que continuó su marcha 






con los obuses, 500 balas toma- 
das de la barraca de Necochea, 
5 quintales de estopa para tacos y 
3 quintales de metralla y solo se 
condujo á solicitar el paradero 
del cabo y soldados destacados: 
los encontró en las inmediaciones' 
del hueco de Da. Engracia, con- 
duciendo ya 3 envoltorios con los 
fusiles y sables espresados; y aso- 
ciado á ellos trató de reunir á la 
tropa de carretas y partida de 
Anzoátegui: para verificarlo atra- 
vesaron á los corrales de Misere- 
re, y al pasar á espaldas del Hos- 
picio de relijiosos franciscanos, 
notaron sobre su derecha consi- 
derable número de ¡ente de á ca- 
bailo que vista primero por el ca- 
bo y soldados habian arrojado á 
tierra los envoltorios de armas 
para ponerse en precipitada fuga, 
aliviando así los caballos, fatiga- 
dos ya por su debilidad, marcha 
y peso de las armas: no bien ha- 
bían alijerado estas, cuando la 
partida de á caballo de que huia.n 
les descargó á un tiempo 5 tiros 
de carabina, de los que resultó 
muerto el cabo Jurado: en el 
mismo acto Esquiaga y los solda- 
dos trataron de recojer el cadáver 
á una casa contigua, en cuya ope- 
ración fueron avanzados por los 
de á caballo que eran en número 
de 40, entre blandengues y mili- 
cianos de la campaña, los que 
confesaron que habian tenido á 
Esquiaga por el comisionadoGon- 
zalez, y al cabo y soldados por 
individuos de su partida, en cuyo 
concepto les habian acertado 
equivocadamente sus tiros; sin- 
tiendo que aquel involuntario er- 


ror hubiese motivado la muerte de 
aquel infeliz compatriota que so- 
bre inocente habia cooperado al 
entable de la mejor causa. Se -le 
franqueó á Esquiaga 6 hombres 
de escolta y recojiendo con ellos 
y los dos suyos las armas que an- 
tes habian arrojado estos, conti- 
nuó su marcha, y lograda la in- 
corporación con las carretas y tre- 
pa de Anzoátegui, llegó con él á 
la chacra de Perdriel á las de 
la mañana del dia 1. ° de agosto. 

Luego de verificado su arribo 
á aquel destino, procedieron á des- 
cargar los obuses, fusiles, sables, 
y municiones que condujeron y 
colococaron los primeros sobre 
las cuatro cureñas de mar que co- 
mo propiedad de ellos llevaron 
aunque con la falta de cuñas que 
suplieron provisionalmente con 
osamentas. El desgreño y aban- i 
dono con que el sarjento retirado 
Trigo, y el cadete Vasquez tenían 
aquel puesto, de donde faltaba no 
solo considerable número de in- 
dividuos á quienes indebidamente 
permitían venir á esta ciudad, sino 
también sus reiteradas faltas de - 
allí, particularmente el segundo 
que con frecuencia se hallaba en 
esta, por solo sostener autoridad 
y facultades que no tenia, habian 
hecho destinar á Anzoátegui y Es- 
quiaga para que hechos cargos de 
aquel campamento procediesen 
con los ausilios y obreros que su- 
cesivamente se les mandaron á 
ponerlo en estado de defensa; tal 
era el estado de aquel puesto, 
cuando á la media hora de su ar- 
ribo vieron Anzoátegui y Esquia- 
ga que se aproximaba á dicho pa- 



- 288 - 


raje una columna al parecer de 
450 ingleses con violentos: en 
estas circunstancias reunieron 
la* jente armada, y solo se com- 
pletó el número de 85 hombres 
entre los 60 que habían llevado, 
y 25 de los que allí había de an- 
temano. De estas fuerzas (entre 
quienes no estaba Vázquez que 
desde el dia corriente se conser- 
vaba en esta) destinaron 23 al 
mando del cabo Cerpa, y 18 al 
de Antonio Cuevas que se apos- 
taron en los estremos opuestosde 
una línea recta que formaban las 
tapiales situadas á la retaguardia 
de los 4 obuses y 2 piezas de á 2 
que allí había, y queriendo ocul- 
tar á los enemigos el calibre de 
aquellos (por presumirse que por 
informes de González y sus se- 
cuaces "solo podían tenerla de es- 
tos) con algún grupo de caballe- 
ría, para que engañados se apro- 
ximasen los contrarios y pudiesen 
los nuestros hacerle una conside- 
rable mortandad; suplicó Esquía- 
ga á D. Juan Martin Pueyrredon 
que con su hermano D. Andrés 
se les habia reunido, mandase pe- 
dir al segundo comandante de 
blandengues D. N. Ojabarria 50 
hombres de su mando, y aunque 
repitió tres veces la súplica y se 
accedió á ella (según cree el mis- 
mo Esquiaga) por parte de Pueyr- 
redon, dando al efecto los consi- 
guientes pasos, no lograron el me- 
nor socorro de aquel comandante, 
ni pretesto que cohonestase su 
omisión. Desconfiados ya los nu- 
estros de todo socorro por aquella 
parte, y teniendo los enemigos 
encima, destinaron los' 24 hom- 


bres restantes al recibo de la ar- 
tillería al mando del cabo D. Ma- 
nuel Palomino, situados ya en las 
dos divisiones de retaguardia los 
43 hombres al cargo de Cerpa y 
Cuevas, se rompió el fuego por 
nuestra parte contra la columna 
enemiga, y se sostuvo con el ma- 
yor vigor el espacio de 2 horas, y 
queriendo empeñar en una acción 
á los blandengues y jente de ca- 
ballería que estaba á distancia 
viendo el choque, se arrojaron 
Esquiaga y Anzoátegui con parte 
de los que servían á la artillería 
entre nuestros fuegos y los del 
enemigo; mas notando que este 
lejos de animar á los blandengues 
y caballería á acometer los hizo 
poner en precipitada fuga; tuvie- 
ron que acordar entre ambos el 
abandonar el campo y efectiva- 
mente lo hicieron con el mejor 
orden posible dejando su artille- 
ría sin arbitrio de clavarla; esta 
acción á que asistieron los referi- 
dos D. Juan Martin y D. Andrés 
Pueyrredon ya acudiendo á ani- 
mar sin fruto la caballería, y ya 
á la artillería, fué sostenido con el 
mayor tesón, y mas si se repara 
la clase de cureñas y cuñas en 
que se colocaron los obuses, el 
ningún arreglo de tacos y falta de 
atacadores, á que no pudieron 
subvenir en el estrecho término 
de 30 minutos, que mediaron des- 
de su arribo al de la columna 
enemiga. Murieron en la acción 
3 de los nuestros voluntarios y 
tuvimos 4 heridos y 5 prisioneros; 
contemplando que de los ingleses 
no hubo muertos 20 entre oficia- 
les y soldados y 10 heridos de las 



- 289 - 


mismas clases como de ello podrá 
darse la debida justificación con 
individualidad del verdadero nú- 
mero. 

En el mismo dia 1. ° de agosto 
inciertos del ataque en la chacra 
de Perdriel, se le pasó por noso- 
tros oficio (que condujo D. Ber- 
nabé de San Martin,' alférez de 
milicias disciplinadas de caballe- 
ría de esta capital, que, como no 
prisionero ni juramentado como 
el todo de su cuerpo de oficiales, 
se agregó á nosotros con 6 hom- 
bres voluntarios, gratis, para con- 
tribuircon ellos á tan noble cau- 
sa) al comandante Olabarria en 
que se le espresaba de que con- 
templándolo como comandante 
de la frontera, noticioso de las 
disposiciones del Sr. goberna- 
dor de Montevideo como lo está- 
bamos nosotros por su carta con- 
testación de 15 de julio anterior, 
en que nos prevenía que sus ope- 
raciones de % desembarco y ataque 
de mar al enemigo debían forma- 
lizarse con la combinación de en- 
tre ambas fuerzas á fin de desalo- 
jar á los ingleses de esta capital, 
nos tomábamos la libertad de su- 
plicarle se pusiese de acuerdo 
con nosotros para su marcha, 
acampándose cerca de nuestro 
cuartel de Perdriel, sin acercarse 
mas al pueblo, porque entonces 
sería aventurar la acción propues- 
ta, y quizá de buen resultado. A 
esta carta que dictó la necesidad 
de reunir todas las separadas de- 
terminaciones de los que manda- 
ban las fuerzas de que se compo- 
nía Ja reconquista, para evitar así 
la contrariedad de planes; no se 


dignó contestar el comandante 
Olabarria sin duda por no con- 
templarnos autorizados para ofi- 
ciarles, sin reparar que era la mas 
atenta prevención, y en una ma- 
teria de la mayor consecuencia. 

Con la misma fecha habiendo re- 
cibido aviso de V.S. como coman- 
dante jeneral de las fuerzas de 
mar y tierra, destinadas por elSr. 
gobernador de Montevideo á la 
reconquista de esta plaza, de su 
arribo á la Colonia con ambas 
fuerzas, tuvimos á bien pasarle el 
correspondiente oficio, que no se 
entregó en propia mano por su 
conductor, D. José Antonio Pie- 
dra, por estar ya fuera de la Co- 
lonia, pero sí lo hizo al coman- 
dante D. Ramón del Pino, en to- 
do igual al que condujo y entregó 
á V. S. en el acto del desembar- 
co, D. Francisco Coll, en que co- 
piando á la letra el que se sirvió 
remitirnos en contestación con 
fecha 15 de julio el Sr. goberna- 
dor de Montevideo, se decía que 
como nadie de los que acaso po- 
dían oficiarse con V. S. en la ma- 
teria estaba tan impuesto de ella 
como nosotros, pues constante- 
mente, y con la mayor vijilancia, 
estábamos en observación de los 
movimientos del enemigo, espe- 
rábamos de su bondad, para que 
el éxito de la empresa fuese feliz 
en su combinación y resultado, se 
sirviese detener su marcha en la 
Colonia hasta que nosotros es- 
tando listos del todo y al fin de 
evitar desgracias de nuestro ama- 
do pueblo, le diésemos el aviso 
competente con oficio oportuno 
que se dirijiría por el mismo su- 



- 290 - 


jeto portador de aquel, instándo- 
le que para que este individuo j¡- 
rase con franqueza, podía V. S. 
prevenir que en todas las guar- 
dias se le diese paso auxiliatorio, 
para que no hubiese a! menos em- 
barazo en unos movimientos tan 
preciosos. 

La tarde del dia 1. ° de agosto, 
entró de regreso del ataque de 
Perdriel la tropa inglesa con su 
jeneral, y correspondiente tren, 
trayendo en él los dos pedreros 
que de los fortines de la frontera 
teníamos en el campamento, y sin 
embargo que por la precipitada 
retirada se dejó el sárjenlo reti- 
rado Trigo todos los papeles y 
correspondencias que cayeron en 
manos del enemigo y que el cabo 
D. Miguel Quenon y (lernas que 
condujeron prisioneros podrían 
confesar la liga de aquí y aun los 
sujetos que la componían, sin 
ocultarnos ni abandonar el pro- 
yecto de minas, armamentos y 
demas nos juramentamos propo- 
niéndonos perder antes nuestras 

¡ vidas, que desistir un momento 
de la empresa, ligándonos el mis- 
mo juramento caso de ser pren- 
dido alguno de nosotros por las 
espías, á perecer antes que confe- 
sarnos cómplices, para que así los 
que sobreviviésemos, continuáse- 
mos la. empresa: juramento que 
hemos observado inviolablemente 
guardando el sijiloque era consi- 
guiente, sin que ninguna clase de 
recelo nos amedrentase. 

Tomadas ya las 3 casas en la 
proximidad del fuerte para la 
apertura de la bocamina que ha- 
bía de conducirse á él, y coloca- 


dos en ella los zapadores, como 
estos recelasen ser sentidos de los 
que habitaban los cuartos conti- 
guos y por otra parte las paredes 
divisorias de los fondos de estos 
y aquellos fuesen mui bajas y por 
consiguiente facilitasen á aquellos 
vecinos el reconocimiento de nu- 
estra operación (noticia que po- 
dría trasmitirse á los enemigos) 
fué forzoso proceder al desalojo 
de aquellas familias, y para lo- 
grarlo sin la menor estorsion su- 
ya, satisfacerles la conducción de 
sus muebles y equipajes, dando 
de regalía al uno 3 onzas de oro, 
y empeñando para la separación 
de una parda que ocupaba el otro, 
la mediación del que la socorría 
en sus necesidades: con esta dili- 
jencia que se practicó el dia 2 de 
agosto, vinimos á quedarnos con* 

los cinco entre casas v cuartos 

•/ 

que se han anunciado antes con 
motivo de tratar de las tres alqui- 
ladas el 26 y tomada la precauto- 
ria simulación que alfí se dijo de 
formar una carpintería que al pa- 
so que cohonestase la frecuente 
entrada de operarios, pudiese evi- 
tar la desconfianza que acaso 
motivaria la introducción de los 
instrumentos propios á aquel ob- 
jeto; se verificó la colocación de 
estos por aquella parte para cu- 
ando hubiese oportunidad de dar 
principio á la obra. 

Sin perjuicio de esto y de la 
incertidumbre de lo que á mérito 
de nuestro oficio del dia 1. ° de- 
liberase V. S. en orden de la de- I ( 
tención de las fuerzas de su car- 
go en la Colonia, continuamos 
como oportuno en todo caso, ac- 



- 291 - 


tivando el acopio de armamento, 
municiones, pagos diarios á los 
asalariados, revistas continuas de 
estos, y los voluntarios, y reunión 
de víveres para caso de un asedio, 
ó retirada en aquel día, y los que 
le subsiguieron hasta el 5 en que 
sabido el feliz desembarco de V. 
S. en las Conchas, se comisionó 
por todos á D. José Forneguera 
para que se trasladase á aquel 
punto, é informase á V. S. de to- 
das las ocurrencias de esta plaza. 
Forneguera verificó su salida de 
aquí á las 8 de la manana de aquel 
dia, protejido de la lluvia y de lo 
tenebroso de ella, con el vaquea- 
no Guevara, con quien llegó al 
campamento en que V. S. se ha- 
llaba entre San Isidro y la Pun- 
ta, y pudo informarle á viva voz 
de que el jeneral ingles había pe- 
dido á este ilustre Cabildo para 
que se le entregasen en el término 
de una hora dos vaquéanos que le 
guiasen al campo. 

El dia 6 y con igual objeto de 
informar á V. S. despachamos á 
D. Jerardo Esteves Llach, quien 
llegando impuso á V. S. con la 
mayor exactitud de los pasos y 
medidas que en su presencia to- 
maba el enemigo, su pié de fuer- 
za y distribución de ella, y pun- 
tualizando la perfecta conclusión 
y estado de la mina do la Ranche- 
ría, y principio que se habia dado 
lá víspera á la que guiaba al fuer- 
te; suplicó que de ser esta.como 
lo creia necesaria para hacer uso 
de ella si se desgraciase la empre- 
sa, ó accidentalmente, suspendiese 
V. S. su marcha por 5 ó 6 dias á 
lo mas, acampándose en el ínterin 


en el mismo pueblo de San Isi- 
dro, con lo que se evitaba la tro- 
pa la intemperie que estaba su- 
friendo para dar de este modo ti- 
empo bastante para la conclusión 
y carga de la mina empezada, 
pues de otro modo, esto es, apro- 
ximándose las tropas á estas in- 
mediaciones, los zapadores rece- 
laban continuar sus tareas pomo 
ser cortados durante ellas con las 
avanzadas enemigas, ó sepultados 
con las ruinas que motivasen la 
baticion del muro y su repulsa 
caso de ataque. Estas reflexiones 
no tuvieron en V. S. la acojida 
que nos proponíamos, porque era 
irreprimible ya la impaciente ani- 
mosidad de sus tropas que aspi- 
raban á ponerse á la vista del ene- 
migo con la mayor presteza. 

La dispersión de las tropas cor- 
respondientes á este cuerpo, su- 
cedida con motivo del ataque de 
lo de Perdriel, la de los demas 
individuos que, residiendo en aquel 
campamento, se hallaban en esta 
cuando aquel ataque por las arbi- 
trarias licencias que les habian 
dado Trigo y Vasquez, y el copio- 
so número de patriotasque debían 
operar en lo interior de la ciudad 
(según el plan propuesto y adop- 
tado por el Sr. gobernador do 
Montevideo) por la interceptación 
de las listas en aquel puesto; y el 
recelo de serdescubiertos por los 
prisioneros que nos hicieron con 
dicho motivo, se internaron en la 
.campaña hasta el crítico momen- 
to en que por necesidad -se les 
llamase. Algunos sin esperar este 
aviso, inmediatamente que supie- 
ron el feliz desembarco de V. S. 



- 292 - 


se reunieron al ejército de su man- 
do; tales fueron D. Pedro Casa- 
nova al cargo de 10 individuos, 
D. Tomas Castellón al mando de 
53 hombres, con el título de com- 
pañía infernal; el sarjento vetera- 
no retirado, Cristóbal Olive, al 
mando de 75 hombres, los que 
fueron reuniendo en trozos al todo 
del ejército, mientras continuó su 
marcha, y de ellos unos se desti- 
naron al tren como artilleros, 
otros se agregaron á los granade- 
ros y milicias, y otros, por falta 
de armamento, á los carros de 
municiones; y el alférez de mili- 
cias disciplinadas de caballería de 
esta capital D. Juan Terrada, al 
mando de 40 voluntarios (unidos 
con él á este cuerpo) que se reu- 
nió al todo de las fuerzas en San 
Isidro, y cuyo oficial contempló 
V. S. apto para darle destino. 

Desempeñadas jior Llach y 
Porneguera sus respectivas co- 
misiones á pesar del riesgo que 
Ies amenazaba en su salida, é in- 
greso á esta capital y de .las con- 
tinuadas lluvias que sufrieron en 
su ida y regreso; se prosiguió en 
la formación del ramal principal 
que se prolongó en espacio de 
47£ varas hácja el semibaluarte 
que tiene el fuerte al nordeste, 
como en los dias sucesivos, esto 
es, el 7 y 8 era mas próximo el 
atacamiento de las tropas á la ca- 
pital, los zapadores poseidos de 
los mismos recelos, por esta cau- 
sa desistieron de la continuación 
de la mina, y sacando solo las 
armas que constituían su defensa 
(acopiadas igualmente en las gu- 
ardias de observación, patrullas 


y avanzadas, que con el espuesto 
disfraz se conservaban en aquella 
circunferencia) dejaron las del 
obraje. 

Con fecha del 9 y por medio de 
Luis Montesdeoca pasamos á V. 
S. un oficio (que asegura aquel 
puso en mano propia) en que le 
instruimos de lo que se había de- 
liberado en el consejo de guerra 
hecho el dia 8 por el jeneral in- 
gles, y sus oficiales, secreto de- 
bido á uno de estos que lo reveló; 
é impartiéndole el particular dic- 
támen del jeneral y coronel que 
sostuvieron convenía salir k pre- 
sentar la batalla á las de V. S., 
dando por razón el que no pere- 
ciese el pueblo, y que así se ha- 
bía hecho por los españoles des- 
pués de su desembarco en los 
Q.uilmes, y que si eran derrota- 
dos serian prisioneros de una na- 
ción que amaba: que los oficiales 
rebatiendo este dictámen, habían 
unánimemente opinado otro plan 
de defensa que se reducía á poner 
de fatiga en la plaza mayor 300 
para hacerlos mudar cada 2 ho- 
ras; situar cañones en la Recoba, 
en los portales d$ Cabildo, en las 
bocas calles de la plaza, donde 
habían de fijar su real; y desalo- 
jadas de este ventajoso puesto, 
acojerse por último punto á la 
fortaleza: se prevenía en el mis- 
mo oficio que se había aprobado 
por todo el consejo este plan; y 
que consiguiente á él pedían to- 
das las noches las llaves de la ca- 
sa consistorial, las de la casa de 
Dubal, Recoba y azotea de la 
de Escalada; bien fuesen con el 
objeto do ^ue nosotros no nos 


- 293 .- 


apoderásemos de aquellas alturas 
ó con el fin de apostar en ellas 
fusilería que impidiese nuestra 
comunicación con el fuerte: que 
se habían tomado la torre del Co- 
lejio, donde colocaron jente de 
vijía para rejistrar el campo, y los 
movimientos del pueblo, con or- 
den de dar de uno á otro los con- 

• • 

venientes avisos. A estas noticias 
cuya imparticion creimos útil á 
V. S., agregamos la prevención 
de ser conveniente el celo con las 
jentes que entraban y salían en 
el campamento, por haber sabido 
mui de positivo que uno proce- 
dente de él habia informado al 
jeneral ingles del estado de aque- 
llas fuerzas; el plan de ataque y 
máximas de la operación que V. 
S. meditaba con referencia de los 
parciales y demas relativo á la 
espedicion, sus principios y fo- 
mento. 

La tarde del 10 se presentaron 
á Y. S. para prevenir lo ocurrido 
hasta aquella hora y tomar sus 
órdenes para las ulteriores dispo- 
siciones, D.* Felipe Sentenach, 
D. Tomas Valencia y D. Juan 
de DiosDozo: estos, como V. S. 
estuviese ya en marcha con el 
ejército para ocupar el Retiro, 
regresaron difiriendo esta dili- 
jencia para la noche, en que ocu- 
pado ya aquel puesto por V. S., 
pasaron los mismos con el resto 
de jefes á presentar y ofrecer los 
600 hombres que estaban prontos 
á militar bajo la protección de 
V. S. con el deseo de servir á la 
relijion, al rei y la patria; señala- 
dos todos con la divisa encarnada 

blanca y provistos los mas de 

y _ 


armas y municionos según que 
así consta de la presentación ori- 
jinal que subscrita por D. Felipe 
Sentenach á nombre de todos co- 
mo jefe aclamado por los demas, 
y autorizado de un común acuer- 
do, con espreso nombramiento de 
caudillo, y jefe de voluntarios pa- 
triotas, firmado por todos los re- 
presentantes de estos en 15 de 
julio último, se presentó á V. S. 
que nos devolvió orijinal con el 
decreto de su admisión, que am- 
bos existen en nuestro poder. 

La mañana del 11 reunida la 
jente que correspondiente á este 
cuerpo pudo citarse en el discur- 
so de la noche del 10 en que se 
empezaron á congregar en la pla- 
za de San Nicolás y plaza Nueva 
hasta el número de 300 y .mas 
hombres, se fueron destinando 
pequeños piquetes de 5, 8 y 10 
para que tomando su respectivo 
armamento de la casa destinada á 
su custodia, sita en las inmedia- 
ciones de San Juan, con orden 
de que verificado, se restituyesen 
con la mayor presteza á aquellos 
puestos. Aunque la casa estaba 
ocupada por varios cabos encar- 
gados en la distribución de entre- 
gar el armamento, receloso del 
tardío regreso de los armados, se 
comisionó á D. Jo«é Forneguera 
para que inspeccionándolo por si, 
activase aquella operación. Efec- 
tivamente se condujo á la casa con 
el dicho objeto, y cuando pordispo- 
sicion suya iban á salir provistos 
varios de los que habían concur- 
rido á armarse, se halló sitiado, 
y tomadas las bocas calles de San 
Juan, y esquina nueva de Eche- 


- 294 - 


nagusia por un piquete de ingle- 
ses en las dos divisiones. En estas 
circunstancias, le fué forzoso á 
Forneguera intentar su desalojo, 
y para verificarlo tuvo que trepar 
á las azoteas y tejados de las ca- 
sas contiguas; con cuya dilijen- 
cia, y después de un vivísimo fue- 
go por una y otra parte obligó 
con su jente á retirarse el enemi- 
go, con lo que ya sin este obstá- 
culo se retiró, y unió á los trozos 
apostados en la plaza Nueva y S. 
Nicolás. A las 7£ de la mañana 
emprendieron la marcha, y haci- 
endo alto en la plaza del Temple 
á donde se incorporó el cadete D. 
Juan Vasquez á quien preventiva- 
mente se le encargaron en este 
acto las funciones de ayudante, v 
formada la jente en columna de 
cuatro de frente, y tremolada la 
bandera con los colores blanco y 
encarnado, igual al que tenían las 
divisas de todos los soldados en 
sus sombreros, emprendieron la 
marcha hasta el campamento del 
Retiro, en donde presentándola á 
V. S. corno jeneral de él para que 
dando las órdenes que estimase 
oportunas, tuviésemos la satisfac- 
ción de ejercitar el deseo que nos 
asistía de ser útiles á nuestro so- 
berano. Esta oferta que creimos 
satisfactoria á V. S. como anima- 
do de los mas patrióticos senti- 
mientos, fué admitida con la ma- 
yor benevolencia, y acampados á 
donde tuvo á bien ordenarnos, es- 
tuvimos prontos y dispuestos á 
desempeñar las atenciones que se 
nos confiasen. 

Los 14 hombres incluso Casa- 
nova, á cuyo cargo iban los 53 de 


la compañía infernal, 75 al carg 
del sarjento Olivo; 40 al del alíe" 
rez Terrada; y los 300 que escol" 
taban la bandera, era un total de 
482 hombres á los que agregados 
155 que pagados por el mismo 
cuerpo no habían podido citarse 
con presteza y fueron concurrien- 
do en el discurso del dia al cam-. 
pamento; 22 que condujo D. J uan 
de Dios Dozo de los que los mas 
como carpinteros se destinaron á 
la recomposición de Cureñas y la 
compañía de pardos á nuestro su- 
eldo con 58 plazas efectivas, in- 
clusos los oficiales al mando de 
su propio capitán Agustin Sosa 
queigualmente se incorporó, com- 
ponían un total de 717; número 
escedente al de 600 que ofreci- 
mos en el memorial presentado el 
dia 10 y que conservamos decre- 
tado. 

En el discurso del dia y noche 
del 11 se comisionaron de nuestro 
cuerpo 35 hombres para el corte 
de leña, 40 para la artillería, y 50 
para las guardias avanzadas, cu- 
briendo la demas fuerza de él, el 
punto en que estaba colocado el 
obús en la boca calle del Puente 
y subida del rio á la plaza de To- 
ros. En la misma noche se nos 
ordenó por D. José de Córdova á 
nombre de V. S. que toda la jen- 
te de mas que existiese en nues- 
tros trozos, pasase sin pérdida de 
momento á unirse con la marine- 
ría del rei al mando del teniente 
de navio D. Juan Anjel Michile- 
na, como así consta de la orden 
orijinal que conservamos; y aun 
que por el pronto se sacaron 125 
hombres de esta clase, no se les 



- 295 - 


dio destino. En el resto de la no- 
che se dieron repetidos alarma 
con el correspondiente toque de 
jenerala, á cuyas señas los indi- 
viduos que componían la fuerza 
de este cuerpo, estuvieron pron- 
tos y dispuestos en formación pa- 
ra acudir adonde la necesidad lo 
exi jiese. 

Conservamos nuestros respec- 
tivos puestos aquella noche hasta 
la mañana del 12 que á las 8 de 
ella con motivo de haberse empe- 
ñado la avanzada de Migueletes 
en las inmediaciones de la Mer- 
ced, se dio la orden verbal en pú- 
blicas voces en el campamento 
por el ayudante D. Nicolás Via- 
mont diciendo: voluntarios de la 
patria á socorrer á los suyos sin 
mas dilación. Caminamos á mar- 
cha redoblada en columna de cua- 
tro de frente, con la bandera, por 
la calle del Correo, y después de 
haber hecho alto en tres distintos 
puntos por orden del edecán D. 
Ilarion Quintana, continuamos 
avanzando: doblamos por la es- 
quina de Balbastro; mas como al 
aproximarnos á la casa de D. 
Jaime Llavallol nos viésemos mo- 
lestados por repetidos fuegos de 
35 ingleses que estaban apostados 
en la plazuela de la Merced, para 
desalojarlos, dominamos con 40 
hombres la azotea de Mr. Ramón, 
con cuyo ausilio hicimos que re- 
trocediesen hasta la puerta tra- 
viesa de la misma iglesia, habién- 
dosenosya incorporado un obús de 
18 que se colocó á nuestra van- 
guardia: con dos descargas he- 
chas con él, abandonaron los in- 
gleses con la mayor precipitación 


el puesto que ocupaban en la 
puerta traviesa de la iglesia; por 
cuya causa se pudo colocar en la 
plazuela de ella, para dirijir sus 
fuegos á la plaza; y dejando 40 
hombres de los nuestros con el to- 
do de nuestro cuerpo, nos diriji- 
mos por la calle del consulado, 
en cuyas inmediaciones notando 
lo activo de losfuegos que servian 
los enemigos en la esquina de la 
Catedral, hicimos ocupar la azo- 
tea de la casa de la finada Dona 
Margarita Melgarejo (en quehoi 
vive O. Manuel de Larravide) 
por 25 hombres, á quienes des- 
pués se les socorrió con otro re- 
fuerzo de 25 mas; y tratando de 
avanzar lo verificamos hasta la 
puerta traviesa de la Catedral, 
en que haciendo alto dimos paso 
á un obús de 36 que llevamos a 
nuestra vanguardia hasta la es- 
quina de la Catedral, en que em- 
pezó á jugar sus fuegos á metralla 
contra la aleta de la puerta prin- 
cipal en que habría como 200 
hombres que escudados del pórti- 
co nos herian á su salvo. 

En lo crítico de esta acción se 
oyó á nuestra retaguardia una voz 
de que nos cortaban por la espal- 
da de la Catedral 200 ingleses, 
motivo que dió mérito á que nos 
dirijiésemos á impedirlo con 40 
hombres, dejando el resto de nu- 
estras fuerzas cubriendo el obús. 
Los 40 destinados á esta investi- 
gación, notando que la azotea de 
D. Jerónimo Merino, estaba do- 
minada por considerable número 
de ingleses que asestaban sus ti- 
ros hacia la esquina de D. Pedro 
Valiño, se posesionaron de la azo- 



- 296~ 1 


tea de D. Andrés Montes, asocia- 
dos de un grupo de miñones, de 
franceses y de marinería armada, 
y atacando desde allí á los que 
ocupaban la azotea de Merino, y 
aun la de la Recoba de donde 
eran ofendidos, lograron desalo- 
jar los marineros, lo que conse- 
guido, obsfu-vando que el conside- 
rable Yefüerzo de ingleses en nú- 
mero de mas de 200 hombres 
irían del Cabildo, pórtico de la 
Catedral, Recoba, y casa de Por- 
ra, habían hecho retroceder algún 
tanto á los nuestros de la esquina 
de la Catedral puraque no gana- 
sen los enemigos el obús coloca- 
do en ella; ocupamos las azoteas 
de las casas consular, de Don 
Francisco del Sar, y Dr. Zava- 
leta,y desde ellas impedimos que 
los enemigos se posesionasen, é 
hiciesen uso del obús. 

Con nuestra constante repulsa 
desde aquellos puntos, y el re- 
fuerzo de 25 que rodeando por la 
esquina de Ferreyra y Diaz-Ve- 
lez, se situaron en la de Barquín, 
y de allí avanzaron á la de Oso- 
rio (en donde hicieron prisionero 
á un ingles) logramos que reani- 
mada nuestra jente, y aun la de 
dragones, milicias de Montevi- 
deo y marinería que encubría su 
retaguardia, volviesen á posesio- 
narse del obús, y con él avanza- 
ron con la mayor precipitación 
hasta el frente del piquete con 
mucha inmediación al fuerte, lle- 
vando. la bandera á su cabeza, 
circunstancia que no podemos 
desentendemos de espresar por 
la accidental gloría que cupo á 
este cuerpo en ser el primero que 


se colocase en aquellas inmedia- 
ciones. El distintivo del amor y 
fidelidad que nos animó á tan ar- 
riesgada empresa, y de laque te- 
nemos el mas seguro testimonio 
en el certificado orijinal que con- 
servamos, suscrito por los vecinos 
de la plaza mayor que la presen- 
ciaron, ademas de ser constante 
á todo el público que en todos los 
puntos del ataque sostuvimos ho- 
noríficamente la vanguardia. Es- 
te avance que se hizo jeneral ya 
por todos los puntos de ataque, 
motivó la rendición de la plaza, 
en la que nos conservarnos hasta 
que entregada á discreción la gu- 
arnición inglesa, formamos con 
el resto de tropas para que desfi- 
lando entregasen las armas. 

Tuvimos en la acción de ataque 
del 12, nueve muertos y treinta 
heridos, desgracia que nos ha si- 
do sensible, con particularidad la 
de D. Tomas Valencia, que ope- 
ró en clase de sarjento mayor de 
este cuerpo, y que se halla gra- 
vemente herido por su mucha ani- 
mosidad. 

No necesitamos encarecer lo 
meritorio de una acción por to- 
dos títulos recomendable, y mas 
cuando V. S. sabiendo que lá 
emprendimos con sacrificio de 
nuestros intereses, personas y vi- 
das; que acopiamos y pagamos 
hasta en cantidad de 17,625 pesos 
como podemos acreditar con cu- 
enta instruida, jente, armas y mu- 
niciones de entre nuestros mismos 
opresores, y aun á su presencia 
que estuvimos espuestos áser sor- 
prendidos en la misma mina; y 
que en el ataque de Perdriel, y el 



- 297 - 


de la reconquista no teníamos, 
caso de desgraciarse, la mas pe- 
queña esperanza de ser reputados 
como prisioneros, y sin otro arbi- 
trio que el de morir ó vencer: no 
necesita reflexiones en un punto 
en que su penetración avanza mu- 
cho mas allá que la nuestra. 

No contentándonos con el lo- 
gro de la reconquista, á cuyo fin 
nos reunimos y operamos en los 
términos que son públicos y cons- 
tantes, y queriendo continuar 
cooperando á la seguridad de su 
perpetua seguridad, hemos ofre- 
cido el mismo batallón con los 
600 hombres de que consta al mui 
ilustre Cabildo en 14 del cor- 
riente: oferta que reiteramos á 
V. S. deseosos de emplearnos co- 
mo hasta aquí en la defensa y se- 
guridad de esta plaza (1). 

Buenos Aires y agosto 28 de 
1806. — Felipe Sentenach — José 
Forneguera — José Francia^-Juan 
de D ios Dozo — Jerardo Esteve 
y Llach — Tomas Valencia — Mi- 
guel Esquiaga. 


DOCUMENTO N. ° 3. 

Exorto del gobernador de Monte- 
video á los habitantes de la pro- 
vincia para que se reúnan á la 
persona por quien les fuese 
presentado. 

D. Pascual Ruiz Huidobro, bri- 
gadier de la Real Armada, go- 
bernador^el castillo de San 

(1) Esta fuerza fuá el plantel de la 
artillería de la Union de Buenos Aires. 

(Ñola del Sr. La Sota.) 


Felipe y Santiago de Monte- 
video &a. 

El desgraciado suceso de la 
toma de la populosa ciudad de 
Buenos Aires por las armas de la 
Gran Bretaña, ha penetrado mi 
corazón en lo mas vivo, y ha ins- 
pirado en el momento de t an amar- 
ga noticia la idea de libertar á 

sus honrados v leales habitantes 
% 

del yugo, á que se ven sujetos por 
un acaso inesperado; pero esta 
resolución no me ha sido posible 
ponerla en ejecución tan pronto 
como quise, por dos fundamentos 
solidísimos. El primero, porque 
desde el primer aviso que llegó 
á mis oidos, siguieron mas de 8 
dias sin haber podido adquirir 
otro que lo confirmase: habiéndo- 
se de tal manera interrumpido la 
comunicación entre una y otra 
ciudad, que parecía que Buenos 
Aires no existía á la corta inme- 
diación que se halla de esta, efec- 
to de la malicia con que los ene- 
migos hicieron correr la voz de 
que sus armas habían también 
triunfado en esta parte. El otro 
fundamento era no hallarme con 
circunstanciados detalles del nú- 
mero y calidad de las tropas ene- 
migas; pero ya no reina esta in- 
certidumbre, y sé radicalmente 
que no esceden de 1,500 hombres, 
entre ellos marineros, no todos 
ingleses, sino también mezclados 
con otros de diversas naciones, 
que su calidad es despreciable, y 
los continuos y fatigados ejerci- 
cios, que hacen argüir no ser tro- 
pas bien disciplinadas. A vista de 
estos conocimientos irrefragables, 


*S=S=L 


==¥ 





- 298 - 


se irritará el mas vivo patriotismo, 
y el español mas egoísta se entu- 
siasmará y llenará de indignación, 
al contemplar que un ejército tan 
reducido y de circunstancias tan 
inferiores, haya sido tan feliz, so- 
juzgando una ciudad de mas de 
60,000' almas, con una multitud 
de fieles y honradísimos vasallos, 
capaces de exaltar su enerjía en 
defensa de ella, de sus particula- 
res intereses y de su rei, que bas- 
te para anonadar á un ejército 
formal y numeroso, cuanto mas á 
un puñado de hombres como el 
referido. Dosde luego no permiti- 
ré que estos gocen mas tiempo de 
las delicias y comodidades que les 
está brindando ese territorio fe- 
liz, ni que sigan mas adelante 
disfrutando de lagloriadesu atre- 
vimiento; y me dispongo á elu- 
dirles sus ideas de posesión y do- 
minio, atacándolos con fuerza de 
mar y tierra, que pronto partirán 
de esta ciudad, compuesta de vo- 
luntarios esforzados y aguerridos 
y la mayor parte de tropas vete- 
ranas, que manifiestan en sus dis- 
cursos la emulación con que se 
han de portar en defesna de la pa- 
tria ofendida: me lisonjeo que mi 
espedicion tendrá el éxito que me 
prometo. Mas para hacerla com- 
pleta, espero que todos los ha- 
bitantes de esa parte meridional 
que amantes de la mejor suerte 
de su pais, y del amor y leal va- 
sallaje á su lejítimo soberano, 
quieran contribuir con sus perso- 
nas á esta empresa gloriosa, se 
unan ál sujeto que les presente 
este manifiesto; y con las armas 
que tuvieren ó sin ellas ocurrirán 


al paraje que Ies conduzca, en el 
cual me hallarán en persona, sino 
me lo impidieren mis dolencias, 
con las tropas voluntarias y arti- 
llería que se ha de encaminar á 
la capital, ó lugar en que se en- 
cuentren los enemigos. — Por tan- 
to: exorto á esos habitantes hon- 
rados y valerosos, á las justicias 
y jueces militares, políticos y 
eclesiásticos, á los prelados y de- 
mas que ejerciten el fiel vasallaje 
en tan oportuna ocasión, encami- 
nándose los unos á los puestos 
que se les designen, y empleando 
los otros sus esfuerzos, ausiliosy 
discursos para animará todos sus 
súbditos y feligreses, á que asista 
cada uno del modo que fuese po- 
sible á fortificar mi pensamiento, 
que tiene por móviles el mejor ser- 
vicio del rei, la conservación de 
sus derechos y la felicidad de es- 
tos dominios, que se hallan á pe- 
ligro de verse bajo el imperio de 
una nación, opuesta á ellos en ca- 
rácter, idioma y principios reli- 
jiosos: de una nación, cuya per- 
versa política, la hace el odio de 
aquella que, aunque valerosa en 
la guerra, solo ama la paz, que 
es la verdadera felicidad de todos 
los pueblos. — Montevideo 18 de 
julio de 1806. — Pascual Ruiz 
Huidobro. 


DOCUMENTO N. ° 4. 

Bando en Buenos Aires relativo 
al alistamiento de jente de mar. 

D. Santiago Liniers y Bremont, 
caballero de la orden de San 
Juan, capitán de navio de la 


i- 



- 299 - 


Real Armada, y comandante 

de armas de esta plaza. 

Viendo quehabiendose alistado 
para la defensa de la patria la 
mayor parte de los habitantes de 
esta fidelísima ciudad, ningún 
hombre de mar lo ha hecho toda 
via, á pesar de las repetidas órde- 
nes que se han librado al efecto, 
ni con el aliciente de cuatro pesos 
mensuales de gratificación ó so- 
bresueldo concedido por el mui 
ilustre Cabildo; y siendo por mo- 
mentos mas y mas agravantes 
las circunstancias que imperiosa- 
mente obligan el apronto de jente 
de mar para el armamento de bu- 
ques de fuerza que defiendan es- 
tas costas de una próxima é in- 
dubitable invasión, si se omite 
este indispensable medio de de- 
fensa: mando y ordeno, que en el 
perentorio término de seis dias, á 
contar desde la publicación de la 
presente orden, se presenten en 
casa del subdelegado de marina 
el capitán de fragata D. José La- 
guna todos los hombres cuyo ofi- 
cio sea de navegar en cualquier 
buque, lancha, ó bote de este rio, 
á inscribir su nombre, y recibir 
una papeleta que acredite haber- 
lo cumplido; para que tomada ra- 
zón del número de hombres de 
mar existentes, se haga una rela- 
ción exacta, por la cual se desti- 
ne la mitad ó tercera parte al ser- 
vicio; en la intelijencia que el que 
no lo efectúe, ademas de ser de- 
clarado traidor á la patria, será 
perseguido y llevado á bordo de 
los buques, para servir en clase 
de grumete y entretenido por el 


término de un ano, pero al con- 
trario, aquellos que fielmente se 
presenten, al que cupiese la suer- 
te de ser empleado en el servicio, 
solo lo será por el término de cua- 
tro meses, siendo pagados reli- 
jiosamente el dia primero de cada 
mes; advirtiendo que cualquiera 
capitán ó patrón que admita á su 
bordo hombre de mar que no sea 
revestido de la papeleta de pre- 
sentado y exento por el pronto de 
servicio, estará sujeto á la pena 
de cien pesos de multa, exijidos 
por la vía ejecutiva por la prime- 
ra vez, y de prisión y privación 
de poder mandar ó tener buque 
propio á los que reincidiesen en 
semejante delito, tan contrario á 
la seguridad pública; bien segu- 
ros que se harán las mas esquisi- 
tas dilijencias para descubrir los 
delincuentes en tan infiel conduc- 
ta, que pone en tanto riesgo el 
país, y que ningún empeño ni pre- 
testo podrán eximir de la pena 
espresada á los que comprenda; 
no dudando de! celo y amor á la 
patria de cada uno de los indivi- 
duos citados, que no me pondrán 
en la dura, pero indispensable ne- 
cesidad, de hacerlo cumplir así: 
y para que conste, y nadie pueda 
alegar ignorancia, fíjense los cor- 
respondientes ejemplares de este 
bando en todos los parajes públi- 
cos. Buenos Aires, 19 de noviem- 
bre de 1806. — Santiago Liniers. 


DOCUMENTO N. ° 5. 

Proclama del limo. Señor Don 

Rafael , obispo de Epifanía , á 

los vireinatos de Lima , Hue- 
ñi 


nos Aires y presidencia de Chi- 
le, previniendo y exhortando 
' corírK. la Inglaterra. 

Mis amados compatriotas? la 
relijion, el vasallaje, el íntimo 
amor que os profeso, y el inespli- 
cable deseo que me asiste de vu- 
estra felicidad, obligan á mi an- 
gustiado corazón os hable del mo- 
do que vais a oir. 

Sabed que no solo el infierno, 
y la nación británica lian de aspi- 
rar por todos los posibles medios 
á vuestra destrucción y ruina, si- 
no que aun entre vosotros ha de 
haber enemigos encubiertos, que 
con diabólicas máximas han de 
intentar introducir en vuestros 
ánimos la discordia, desunión, es- 
panto á las fuerzas enemigas, y 
por último, os han de proponer 
aparentes ventajas y felicidades 
bajo los mas preciosos colores. 
Mas vosotros debeis es, tender la 
vi>ta, y recorrer la memoria so- 
bre todo lo que publican las his- 
torias, y nos manifiesta la espe- 
riencia de la depravada conducta 
que en todos tiempos ha observa- 
do esta detestable nación. Exa- 
minad todas las posesiones que 
han adquirido con la sorpresa, y 
el engaño, y os asombrareis al ver 
el cruel despotismo, soberbia, in- 
saciable codicia, é inhumanidad 
con que en todos tiempos han he- 
cho y hacen jemir y llorar á los 
infelices que han tenido la desgra- 
cia de caer entre sus garras. Mi- 
rad la Irlanda, y vereis que no 
contentos con haberlos reducido 
á la mas triste situación, persi- 
guió (y lo hace hasta hoi) hasta lo 


sumo el catolicismo para estermi- 
narlos.Nada digo de Hanover. Es- 
tended la vista sobre la Córsega, 
y observareis los mayores estra- 
gos en el corto tiempo que la po- 
seyeron. Escuchad á los malte- 
ses, y vuestros oidos se escanda- 
lizarán. Id al Surinan y ^eilan, y 
os vereis precisados á cerrar vu- 
estros ojos y tapar los oídos, fi- 
chad vuestro anteojo sobre el Ca- 
bo de Buena Esperanza, y mira- 
reis, que no se contentan con afli- 
jir los en su patria, sino que como 
á esclavos los estraen de ella, y 
los obligan á ser víctimas de sus 
inicuas guerras. Cada dia mas y 
mas va aumentando esta pérfida 
nación su insaciable codicia y 
egoísmo: ellos no tienen rei ni de- 
recho que los contenga, median- 
do estos intereses. Para ellos es 
una ilusión y capricho el derecho 
natural, el de jentes y la buena fe 
que han pretendido aparentar y 
sostener. Vedlos hechos unos pi- 
ratas. Ya para ellos no hai neu- 
tral. Saquean á estos según se les 
antoja. Por último, básteme re- 
cordaros la protección qué están 
prestando á los sublevados negros 
de Santo Domingo. A estos les 
han vendido fragatas armadas y 
corsarios, les facilitan capitanes 
y pilotos, y apoyan la inhumani- 
dad mas inaudita de que los ne- 
gros no den cuartel á ningún bu- 
que y así sacrifican cada dia cuan- 
tos inocentes pueden apresar, 
¡dué horror, qué espanto! ¿Q,ue- 
reis oír mas? No tengo ya cora- 
zón para recordaros los innume- 
rables escesos de esta nación. Vo- 
sotros los sabéis mui bien. 


- 301 - 


Amados compatriotas y queri- 
dos hermanos en Jesu Cristo; 
bien conozco que cuanto os digo 
es inútil, pues vuestro valor, leal- 
tad al rei nuestro señor y catoli- 
cismo, no necesita de voz alguna 
que lo inflame, pues estáis dando 
unas pruebas que en todos los si- 
glos serán la admiración del uni- 
verso^ inmortalizará vuestro nom- 
bre. Vuestra cristiana piedad pe- 
netrará mi sana intención, y co- 
nocerá son mis espresiones naci- 
das de un fiel vasallaje á nuestro 
soberano, de unos sentimientos de 
humanidad, y del íntimo dolor que 
me angustia hasta lo sumo al con- 
templaros en los riesgos que os 
miro. No temáis pues al ingles, 
no desmayéis aun en el caso de 
que las fuerzas enemigas sean su- 
periores á. las vuestras. Elevad 
desde ahora conmigo vuest ros cla- 
mores al Dios Omnipotente. Unid 
vuestros votos con los de vuestros 
prelados, sacerdotes y demas per- 
sonas relijiosas que no cesan de 
hacer penitencia, de llorar, cla- 
mar y jemir á fin do aplacar la 
justa indignación del Señor de los 
ejércitos: confiad en su misericor- 
dia: creed en sus divinas prome- 
sas, y esperad la mas gloriosa 
victoria, en la justa defensa de la 
relijion, del rei y de la dulce pa- 
tria. Yo quisiera ser otro Moyses 
para quemi oración tuviese lafu or- 
za que la de aquel, mas aunque mi 
tibieza es mucha, creed que no hai 
hora en que no jima, clame y llo- 
re al Padre de las misericordias 
por la conservación de nuestra 
santa fé* victoria de nuestra na- 
ción, y felicidad vuestra y de vu- 


estros hijos. 

Recibid por último mi aflijido 
corazón, y con él todo el afecto 
de este vuestro amante servidor. 

Rio Grande, y diciembre 26 de 
1806. — Rafael, Obispo de Epi- 
fanía. 


DOCUMENTO N. ° 6. 

Discurso del editor de la Gaceta 
de Lima y del lunes 5 de enero 
de 1807, sobre el estado de de- 
fensa de aquellas costas. 

Las armas, constantemente vic- 
toriosas de nuestros aliados, han 
desterrado para siempre del con-* 
tinente al fatal influjo del pérfido 
gabinete de San James: el oro in- 
gles, que tantas veces ha inunda- 
do la Europa, no tendrá ya acce- 
so entre las naciones terrestres: 
los soberanos, aunque tarde, lle- 
garon á penetrar las artificiosas 
intenciones de nuestros invetera- 
dos enemigos y á conocer sus ver- 
daderos intereses: sus alagúenos 
proyectos y pérfidas promesas no 
serán escuchadas en lo venidero 
sino con desprecio: los pueblos 
no verán sino con horror é indig- 
nación las ventajas que les ofre- 
cen. Ya va acercándose aquel dia 
tan deseado, en que el orgulloso 
Rreton, abandonado de sus alia- 
dos, y frustadas sus esperanzas 
tan decantadas, tendrá que humi- 
llarse á la dura leí del vencedor. 
En vano la Inglaterra se ha glo- 
riado el haber derra nado en el 
continente todos los males que le 
amenazaban; ya ha conocido que 
solo ha acarreado la ruina de losi 



- 302 - 


que miraba como sus apoyos, y 
que ha cavado el abismo que de- 
bía absolverla: la Europa presto 
verá consolidar el gran edificio de 
su prosperidad, y será para siem- 
pre libre de los atentados de sus 
enemigos. 

El espíritu marcial que tiene 
electrizadas á las naciones euro- 
peas, ha penetrado el suelo ame- 
ricano, á pesar déla gran distan- 
cia que separa á ambos emisfe- 
rios; las provincias del Rio de la 
Plata son testigos de su primeros 
efectos: en un pueblo donde el 
entusiasmo llega á dominar los 
corazones, no se conoce ya el 
miedo ni las amenazas del enemi- 
go: de este modo los sentimientos 
que nacen en la quietud y crecen 
en el silencio, cuando se trata de 
vengar la patria, se inflaman, y 
hacen una terrible esplosion. En 
vano los ingleses intentan nueva- 
mente acercarse á las riberas de 
Buenos Aires; su total destruc- 
ción será inevitable: la fidelidad y 
' adhesión á su monarca impele á 
los habitantes á los mayores es- 
fuerzos de jenerosidad y valor; 
los porteños, desenvolviendo un 
nuevo carácter, intentan demos- 
trar que la conquista de la capital 
del Rio de la Plata debe atribuir- 
se al acaso, y no á la falta de va- 
lor de sus moradores. El dia 12 
do agosto, aquel memorable dia, 
es un irrefragable testimonio de 
su irresistible intrepidez. La pa- 
tria agradecida, jamas olvidará 
los nombres de los que arrostra- 
ron la muerte en su defensa y re- 
garon con su sangre los laureles 
que ciñen su frente: la historia, 


hablando á nuestros descendien- 
tes el lenguaje de la imparciali- 
dad, pintará las borrascas de nues- 
tras pasiones y los efectos de nu- 
estra debilidad. La envidia podrá 
marchitar ía opinión; pero la glo- 
ria subsistirá siempre: mientras 
el honor y la verdad hagan papel 
en el mundo, se tributará el reco- 
nocimiento á quien libertó la pa- 
tria, se alabará con admiración á 
Liniers; porque si el valor es un 
bien, es preciso recompensar á los 
que lo poseen. El mismo espíritu 
belicoso ha inflamado las almas 
de los*pacíficos pueblos del Perú: 
los imponderables esfuerzos de su 
actual gobierno influirán no poco 
en beneficio del estado político y 
militar del reino; los puestos mas 
importantes personalmente reco- 
nocidos por nuestro ilustre jefe y 
nuevamente reforzados, las tro- 
pas severamente disciplinadas, las 
costas del reino puestas en el de- 
bido estado de defensa, la mejor 
policía y limpieza de la capital, 
son los testimonios relevantes de 
un celo, actividad y vijilancia sin 
ejemplo. 


DOCUMENTO N. ° 7. 

Noticia comunicada de Bahía de 
Todos Santos con fecha de 21 
de febrero , por un sujeto de 
Buenos Aires que arribó á aquel 
puerto (l). 

En gaceta de 16 de diciembre, 
capítulo de Londres 15 de noviem- 
bre sedice — De algunos dias á es- 

(1) El Sr. D. Juan Martin de Pueyr- 
redon. {Sota.) 



- 303 - 


ta parte reinan vientos de S.E. 
mui frescos, lo que hace creer 
que la espedicion de Falrnouht no 
tardará en hacerse á la vela. El 
navio Polifemo montado por el 
almirante Murray, que manda la 
escuadra que lleva en conserva el 
convoi, ha salido el 13 de Pors- 
mouth para la rada de Sta. Ele- 
na. Creese que el 14 habrá salido 
para la América Meridional, don- 
de este almirante reemplazará á 
Sir Home Popham. 

Las últimas noticias de Fal- 
mouth son de 11 de noviembre. 
En este dia reinaba un vientoS. E. 
mui fresco, y los navios de guer- 
ra habían hecho señal pidiendo 
pilotos, y solo aguardaban para 
zarpar que el viento cayese mas 
al E. 

Nota . — El dia 12 de este mes 
(febrero) entró en este puerto (Ba- 
hía de Todos Santos) una fraga- 
ta procedente de Lisboa con 50 
dias de viaje, y en la altura de un 
grado N. á la Línea, fue recono- 
cida’ por un navio de 74, de tres 
que convoyaban una espedicion de 
38 á 40 velas, inclusos los buques 
de guerra. Parece sin duda que 
esta espedicion es la misma de 
que trata nuestra Gaceta en el an- 
terior capítulo de Londres. 

Una de las Gacetas portugue- 
sas del mes de noviembre dice, 
que se aprestaba en España una 
espedicion compuesta de 13 na- 
vios españoles y 5 franceses con 
el correspondiente número de fra- 
gatas, bergantines de guerra y 
transportes para 13,000 hombres, 
pero que se ignoraba su destino. 
D. Manuel de Santa Coloma que 


acaba de llegar en estos dias de 
Lisboa, dice, que en los puertos 
del Ferrol, Cádiz y Cartajena se 
hallaban prontos porción de navios 
y tropas, que no esperaban mas 
que los franceses para reunirse y 
salir; pero se ignoraba su destino, 
aunque todos opinaban que era 
para el Cabo y para el Rio de la 
Plata. 


DOCUMENTO N. ° 8. 

Discurso publicado en la Gace- 
ta inglesa titulada de Bell so- 
bre las espediciohes contra las 
colonias españolas , inserto en 
la Gaceta de Lima del 4 de 
julio del presente año (1807). 

La toma de Buenos Aires por 
nuestras armas parece que habia 
dado nuevo semblante y otra di- 
rección á las operaciones milita- 
res de la Gran Bretaña; y aunque 
con sentimiento, diremos que de- 
sapareció de nuestras manos tan 
importante conquista; no por eso 
ha cedido nuestro gobierno de 
proyectar sobre ellas, sin atender 
á que la naturaleza de esta guer- 
ra (ó proyectos) no conviene á la 
dignidad de este país, y mucho 
menos á su verdadera política. 

Si el lenguaje de los últimos 
papeles ministeriales se considera 
como la espresion de lo que pien- 
sa el gabinete, nos queda dema- 
siado campo para temer de que 
una guerra, únicamente empren- 
dida para mantener la libertad de 
la Inglaterra, y accidentalmente 
para la independencia de la Eu- 
ropa, venga á dejen erar en una 



- 304 - 


especie de aventura comercial, y 
es una especulación puramente 
mercantil, que al mismo tiempo 
que nos priva de la buena volun- 
tad y de la concurrencia cor- 
dial de nuestros aliados, confirma 
el juicio del continente sobre los 
cargos que nos Hace nuestro ene- 
migo de que el único designio de 
nuestra guerra contra la Fran- 
cia , es el de nuestros intereses 
particulares , y el engrandecimi- 
ento de nuestro comercio y mari- 
na: acusación á la que las poten- 
cias continentales están ya dema- 
siado inclinadas á creer justa, y 
si apreciamos estas potencias, pa- 
ra la causa común deberíamos 
hacernos un punto de prudencia 
para no dispertar y aumentar sus 
celos. 

¿Cómo no ha advertido el go- 
bierno el motivo de las conver- 
saciones del dia para acalorar 
esas espediciones? ¿Es otro mas 
que el eco y los votos unánimes 
ele nuestros comerciantes! Es pre- 
ciso , decían, conservar á Buenos 
Aires , cueste lo que costase: ínte- 
rin dure la guerra deben trabajar 
nuestros ministros sin cesará que 
se efectúe la gloriosa obra que 
han principiado, hasta reducir á 
colonias inglesas los imperios de 
Méjico y el Perú. 

Uno de esos interesantes polí- 
ticos se adelantó hasta el punto 
de insistir para que en la inme- 
diata sesión parlamentaria se pa- 
sase Acta que uniese para siem- 
pre Buenos Aires al imperio bri- 
tánico, declarando culpable de 
traición á cualquiera que propu- 
siera su devolución á España. 


No analizaremos aquí semejan- 
te resolución pendente lite , ni 
haremos conocer la locura en 
apropiarse gajes y seguridades an- 
tes de la conclusión del pleito, 
respecto de que la tropa española 
al mando de Liniers lo concluyó 
el 12 de agosto, cuya capitulación 
podrá servir para curarse así el 
gobierno como el que proponía la 
Acta. 

Guardaremos también el mas 
profundo silencio sobre la infrac- 
ción que se haría á la lei de las 
naciones, haciendo por este medio 
la paz imposible , y la guerra 
eterna, y solo diremos que el su- 
ceso de Buenos Aires ha desen- 
gañado que no hai que determinar 
anticipadamente en la guerra las 
concesiones de la paz; dejaremos 
de profundizar también sobre es- 
tas consideraciones, porque en- 
contrándose mui superiores á los 
conocimientos que del derecho 
público y sucesos de la guerra se 
suponen en los sujetos tan exa- 
jerados en sus pretensiones á con- 
quistas, será mui crudo el repro- 
che. 

Una cuestión mas seria es la 
que debe fijar nuestra atención; 
¿hasta qué punto pueden ser se- 
mejantes conquistas compatibles 
con la seguridad de la Gran Bre- 
taña? ¿Hasta que punto estamos 
en estado de adelantar empresas 
tan peligrosas, de tan poca venta- 
ja para lo presente y tan costosas 
para lo venidero? ¿cuále3 son nu- 
estros medios para mantener nu- 
estras conquistas, aun suponiendo 
que se hagan? 

El sistema colonial de lalngla- 



- 305 - 


térra se halla ya haber escedido 
de los límites que le indica una 
sana política; y si el desvarío de 
conquistar las Américas españolas 
no se llega á apagar, debemos es- 
perar se acrecentará cada dia mas 
nuestro peligro: en un momento 
de crisis, en el mayor riesgo, es 
cuando nuestros estadistas se han 
abandonado á las visiones del im- 
perio de la América; sin atender 
que antes de ahora ha pagado la 
Inglaterra mui caras empresas 
mucho mas fáciles, y que desde 
aquella época, principiando á mi- 
rarse como secundarios nuestros 
mas inmediatos intereses, levantó 
figura la política brillante, pero 
perniciosa, que nos ha minado 
sordamente, disminuyendo nues- 
. tro poder en igual proporción que 
aumentó nuestras riquezas. 

Convengamos en que el siste- 
ma colonial es el alma de una gran 
potencia marítima; pero es preci- 
so saber contenerlo en sus lími- 
tes naturales. — No es preciso que 
sea desproporcionado con la po- 
blación de la Madre Patria . — No 
se debe por motivo alguno, sea el 
que fuere* sacrificar nuestra se- 
guridad á nuestras riquezas, ni el 
tronco nacional á sus ramas. 

¿Cuál ha sido el asunto princi- 
pal de la última sesión del parla- 
mento sino aumentar nuestra fu- 
erza militar, proporcionándola á 
las actuales circunstancias? ¿Era 
acaso para Europa ó para Amé- 
rica? ¿ Estaba destinada para los 
parajes en donde podíamos dar 
alcance á nuestros enemigos, ó á 
una distancia de la mitad del glo- 
bo? ¿A qué fin aumentar los ejér- 


citos de lo interior, si debemos 
enviarlos á países lejanos en pro- 
porción aun mayor que la posibi- 
lidad misma que tenia el aumento? 
¿Cuál ha sido eni efecto el prin- 
cipal objeto de la fuerza natural 
de nuestros ejércitos sino el defen- 
der la patria, y llenar al mismo 
tiempo el hueco desproporciona- 
do del servicio colonial? 

La guarnición de nuestras co- 
lonias absorve en el dia cerca de 
60,000 hombres: ;qué deducción 
tan enorme no estamos obligados 
á hacer sobre un ejército que es 
tari inferior al del enemigo! y que 
el de este tiene la ventaja de no 
necesitar para su servicio colonial 
disminuir su fuerza y población, 
y esta es la razón convincente de 
que ni en sus colonias ni en el 
continente hemos podido supe- 
rarle. 

No negaré que el valor y el es- 
píritu emprendedor de nuestra tro- 
pa sea capaz de hacernos conce- 
bir buen éxito en las empresas. 
Los campos de Maldá y las lla- 
nuras del Ejipto pueden conven- 
cer aun á los mas incrédulos, que 
nuestro ejército no ha dejenerado 
de lo que era en tiempo de Maril- 
borough, y que si pudiéramos po- 
ner número suficiente en campa- 
ña, resultarían las mismas venta- 
jas en los combates de tierra que 
hemos tenido en los ittáres; pero 
esta es la dificultad, y dificultad 
difícil de superar.... Por ella he- 
mos tenido que abandonar todas 
nuestras conquistas: dar subsidios 
donde debíamos tener ejércitos; y 
pelear con nuestro dinero hacien- 
do la guerra por medio de diputa- 


- 306 - 


dos. ¿Esta es por ventura la si- 
tuación capaz de emprender con- 
quistas sobre las dilatadas-campa- 
nas de la N. E. tomando resolu- 
ciones sacadas (como sin violen- 
cia) de una gran nación- . .. ? De- 
masiada verdad es,, que según nu- 
estras espedicioi /s, cotejadas con 
el inminente peligro que amenaza 
á la patria madre, calificará la 
Europa entera que nos hallamos 
en la estrechez de declarar por 
último nuestra debilidad: es esta 
una declaración degradatoria pa- 
ra todo ingles: lo conozco; pero 
también conozco que la debemos 
hacer, porque (aunque con senti- 
miento y con dolor) es una ver- 
dad que no se esconde á nadie que 
sepa que 13 millones de habitan- 
tes, suponiéndolos los mas valien- 
tes del universo, no pueden en el 
dia desentenderse del peligro de 
mas de 40 millones que tratan de 
invadirlos. 

Si la América española, ó una 
parte considerable de esta vasta 
comarca, debe ser unida á nues- 
tro imperio comercia! (que por su 
naturaleza se halla demasiado es- 
tendido y mui difícil de defender- 
se) se necesita á lo menos doble 
suma de tropas de las que la con- 
quisten, para mantenerla constan- 
te bajo nuestro dominio; porque 
no debemos esperar que podamos 
sujetar á sus colonos con ligadu- 
ras de seda , ni que tengan hícia 
nosotras aquella fidelidad volun- 
taria que tienen á la España, por 
mas que se Ies quiera persuadir 
que nuestra potencia es un domi- 
nio protector. 

Por lo que mira á las promesas 


que les hagamos de un gobierno 
dulce y protector, son palabras 
que los americanos saben mui 
bien la facilidad de pronunciarlas 
y la dificultad de cumplirlas: ellos 
están bien instruidos de que si 
nuestros majistrados en Inglater- 
ra ejercen una autoridad dulce y 
paterna, es porque están inmedia- 
mente colocados bajo el ojo ob- 
servador de la lei, y no por otro 
motivo, respecto de que en las co- 
lonias son nuestros gobernadores 
tan déspotas como lo eran en 
otros tiempos los franceses y ho- 
landeses, y que sobre el sudor de 
los súbditos en la India, han sa- 
bido labrar su felicidad en Lon- 
dres, apagando por medio de sus 
riquezas los clamores de aquellos 
habitantes contra su conducta. 
Sabrán cotejar en tiempo los pro- 
cedimientos de nuestros goberna- 
dores con los suyos: la protección 
de su Metrópoli con la nuestra; 
y decidirán una recta idea de cual 
es el gobierno mas suave y pro- 
tector. 

En la intelijencia de que ellos 
nada ignoran de esto, y que por 
consiguiente es uno de los obstá- 
culos mas principales de nuestras 
conquistas, uniremos á él el de la 
dificultad de arrostrar con un cli- 
ma tan peligroso y enemigo de la 
vida humana, que desde el mo- 
mento que se pone el pié en él, 
comienza á diezmar nuestra po- 
blación, y con tal rapidez, que si 
no se quiere romper por medio de 
la metrópoli, agotará en poquísi- 
simo tiempo nuestro vigor; redu- 
ciéndonos al mismo estado de de- 
| bilidad en que se halla el Portu- 



- 307 - 


1 ■■■ 

gal, cuyos suspiros de su última 

existencia política vemos todos 
) exhalar. 

Y en semejante situación, con 
una población debilitada y entor- 
pecida, ¿qué parte activa podre- 
mos tomar en las contiendas que 
ajitan la Europa? diré mas: ¿co- 
mo podrémos evitar los peligros 
eminentes que tenemos de ser 
subyugados?.... Todas y cada una 
de estas consideraciones son sin 
la hipótesis de un feliz suceso en 
nuestras proyectadas conquistas: 
este suceso feliz no pende de no- 
sotros con certidumbre alguna; 
porque una cosa es formar espe- 
diciones en la Gran Bretaña, y 
otra es conquistar con ellas en dis- 
tantes rejiones. Podremos volver 
á tomar á Buenos Aires, y aun á 
Montevideo; pero se necesitarán 
de otras fuerzas para apoderarse 
de Lima ó de Méjico. 

No hablaremos del ejército es- 
pañol, ó llámese puramente mili- 
cia , porque por despreciable que 
le supongan nuestros políticos, 
puede reunirse en fuerzas suficien- 
tes para cortaré interceptar nues- 
tros destacamentos oponiéndose 
á su unión. Mas abandonemos por 
un momento esta justa conjetura, 
y ciñámonos á decir: no es solo la 
espada del enemigo la que debe- 
mos temer, la hambre.... la pes- 
te las fatigas penosas en atra- 

vesar cordilleras: las exhalaciones 
pestíferas que naturalmente se 
evaporan en varios parajes panta- 
nosos: ved aquí las furias inferna- 
les encargadas de nuestra des- 
trucción, ved aquí al dragón del 
Potosí; al que no se atreve á 


acercarse ningún europeo para 
invadirle, que no reciba su mere- 
cido castigo. 

Si todo dependiese de un com- 
bate, la victoria seria tan feliz 
para los soldados ingleses, como 
lo fué la derrota de Dario para 
los macedonios; pero según aca- 
bamos de decir, tenemos otros 

enemigos La naturaleza de 

aquellas costas nos opone una bar- 
rera de fuego, que á un ejército 
acostumbrado á rejiones frías, lo 
derrite, y dejenera tanto en lo 
físico como en lo moral. 

La prueba de esto la tenemos 
en la India, que siendo mas be- 
nigno y saludable aquel clima que 
el de las colonias españolas, cuesta 
muchos hombres á su llegada: 
¿pues qué sucederá en otro tem- 
peramento mas fatal? ¿aquel que 
dá un compuesto de nieblas abra- 
sadoras de un calor opresivo, den- 
so y pestilente? una sola campaña 
bastará para cosechar las tres 
cuartas partes de nuestro ejército 
en semejante clima, y será preciso, 
ó reclutar casi enteramente al año 
inmediato, ó abandonar ( y quizá 
para siempre) el fruto de nuestras 
victorias. 

Pero ¿qué haria el enemigo en 
este tiempo? insurrecciones con- 
tinuas se harían ver en todos los 
diferentes parajes del pais con- 
quistado... Una numerosa y esce - 
lente caballería pondría á contri- 
bución las plazas, y haria reclutas 
en las mismas campañas conquis- 
tadas, sin que lo pudiese impedir 
nuestra debilitada tropa. Seria 
per último obligada á capitular 
vergonzosamente, después de ha- 


T 


ber vencido todas esas dificultades 
y fatigas; é ignorante la metro- 
poli de esos sucesos, seria acaso ; 
en aquel .momento mismo cuando ¡ 
despachase nuevas tropas; de mo- ' 
do que, encontrados los sucesos, 
se representaría la misma escena 
casi todos los años, dejando los 
peligros siempre nacientes, y siem- 
pre con las mismas perplejidades. 

La posesión de Méjico es á la 
que parece aspiran con mas an- 
sias nuestros políticos. Nos he- 
mos sorprendido hasta un punto 
increíble a! oir, que se cuenta con 
los caudales existentes en Méjico 
y toda la Nueva España, para ¡ 
pagar nuestra deuda nacional; ¡ 

único recurso (dieen)do librar á la j 
S 0 \ 
nación de esta gravosa carga, y ¡ 

único medio, digo yo, que han | 

hallado para alucinar al pueblo :j 

á que so anime á la empresa: de 

modo, que ya hay soldado que se 

cuenta poderoso con los despojos 

del pillaje. 

Tan desatinado pensamiento 
solo puede existir en la cabeza de 
aquellos que contemplan al reino 
do Méjico reducido á tribus de 
Indios en su primera barbarie. 
Yo no sé como en un papel públi- i 
co tan acreditado como es El cor- 
reo haya podido imprimirse seme- 
jantes desaciertos; aquella colonia 
á escepcion de algunas rancherías • 
de indios bravos, se halla con una \ 
perfecta conformidad de costum- 
bres, de lenguaje y de relijioncon ,| 
los pueblos de la Metrópoli; y es ¡ 
un error craso querer figurarla 
en el estado de nuestras Indias | 

' j 

.orientales, en donde nuestra ‘polí- 
tica hace que se hallen civilizados .{ 


solo los ingleses. — El pueblo me- 
jicano está civilizado por medio 
de las leyes dictadas por la Me- 
trópoli, en términos que sus cos- 
tumbres no necesitan la fuerza de 
la bayoneta, ni el medio de una 
política sabiamente cautelosa, que 
ejercemos en nuestras colonias: 
la España ha procurado todo lo 
contrario en las suyas, y lejos de 
pensar como el diarista inglés, no 
balanceo en proclamarla España 
ia mas sabia, y la mas prevista 
de todas las potencias marítimas. 

Ella (es cierto) se ha dibilitado 
con sus colonias; pero lo es tam- 
bién que ellas están pobladas, y 
civilizadas; y aun que con algunas 
ataduras, están gobernadas por 
leyes dignas de Solon,pues que a! 
cabo de dos siglos, ella ha funda- 
do su población con naturales, y 
españoles mezclados. 

Sus colonias ofrecen unos mo- 
numentos y establecimientos de 
los que la misma Roma se gloria- 
ría, ínterin que la Francia y la 
Inglaterra nada tienedesemejante 
en sus colonias, ya sea respectiva- 
mente á sus leyes, ó al de sus 
edificios públicos y fortificacio- 
nes. Q,ue la España sacuda el 
yugo de algunas preocupaciones, 
y logre de algunos años de paz, 
y se verá en estado de hacer co- 
nocer á la Inglaterra, y aun á 
toda Europa, que sise ha hallado 
en un momento de crisis, habían 
juzgado mal de su vigor los que 
la creyeron perdida para siempre. 

Pero volviendo al gran proyec- 
to de estinguir la deuda nacional 
por medio délos caudales de Mé- 
¡jico, quiero conceder que lo lie- 


- 309 - 


gasemos á conseguir, á lo menos 
durante la presente guerra; pe»*o 
en retorno de esto, nuestra Me- 
trópoli se hallaría á merced de la 
Francia, único enemigo efectivo, 
y tenaz, que tenemos: en vano 
imploraríamos su misericordia: 
en lugar de concedernos algunas 
ventajas por medio de las nego- 
ciaciones, nos reduciría á concluir 
la paz devolviéndolo todo, pues 
cuando trata de negociar la In- 
glaterra con la Francia, examina 
infinitamente menos este enemigo 
lo que hemos hecho, que lo que 
podemos todavía hacer, y nos 
dejará en el estado de no poder 
ni aun pensar jamas en conquis- 
tas. 

Por lo que hace al aumento de 
nuestra reputación militarla con- 
quista de todas las colonias espa- 
ñolas no le agregará el valor de 
un cero, aunque indubitablemente 
sacrifiquemos para conseguirlo 
inmensos tesoros y la vida de una 
infinidad de hombres valerosos. 

• Respectivamente á las minas, que 
también entran en el plan de la 
cstincionde la deuda, solo daremos 
una respuesta corta pero sufi- 
ciente. 

Las entrañas del Perú, y de 
Méjico no conceden sus cosechas 
de oro sino después de innumera- 
bles trabajos. La avaricia de los 
siglos ha agotado de tal modo 
algunas de estas minas, y ha he- 
cho escavar tantas otras, que se 
estima el valor del trabajo, aun- 
que principalmente lo hacen los 
esclavos, á mucho mas de lo que 
puede valer la materia mineral; 
de modo que el gabinete de Ma- 


drid ha pensado en varias ocasio- 
nes en cegarlas enteramente. Es- 
to debe satisfacer, y servir de 
respuesta al absurdo de que estas 
sirvan inmediatamente á la estin- 
cion de nuestra deuda. 

Por lo que toca á nuestras ven- 
tajas comerciales, ellas perderían 
su existencia desde el momento 
mismo que se separen de nuestra 
seguridad nacional. Si la Metró- 
poli se vé obligada á hacer la paz 
por su flaqueza militar, también 
lo será á devolver el Perú, Bue- 
nos Aires, Méjico, Malta, y hasta 
las Indias orientales, y por con- 
siguiente será ninguna la existen- 
cia de su comercio y libertad. 

Finalmente las espediciones 
I justificarán cuanto me ha hecho 
referir el amor á la Metrópoli, y 
mientras nuestros buques va- 
guean por esos mares, como en 
pos de mejor suerte tema la Patria 
Madre el perderlos, y perderse 
para siempre. 


APENDICE No. 5. 

El Editor. 

Según dejamos dicho en la páj. 
276, corresponde ahora insertar 
lo que el Sr. D. Juan Manuel de 
la Sota tiene escrito en el Li~ 
bro 4¡. ° de su citada Historia 

DEL T E R*R I T O R I O ORIENTAL DEL 

Uruguay, y el cual trata, “De 
los acontecimientos concernientes 
a la Banda Oriental del Uruguay, 
ocurridos desde la erección del 


r 310 - 


gobierno del Rio de la Plata (año 
de 1810 ). " 

En ese Libro 4. ° se halla el 
siguiente interesante capítulo, re- 
lativo á los objetos que hacen el 
asunto de nuestra colección; y el 
cual contiene noticias, detalles y 
ampliaciones, que seria en vano 
buscar en otra parte. Ciertamen- 
te: el Sr. Sota se ha recomendado 
al país y á la historia por su es- 
quisita laboriosidad. 


Capitulo ix. 

Ocupan la capital de Buenos 
Aires , por sorpresa , las armas 
inglesas , al mando de Sir Carr 
Berresford — Medidas de este— 
Preparativos en Buenos Aires 
y en la Banda Oriental para 
una Reconquista — Espedicion 
de Liniers — Reconquista el \2 
de Agosto — Sucesos que la si- 
guieron en Buenos Aires — Su- 
cesos en la Banda Oriental — 
Toma de Montevideo por los 
ingleses — Ocurrencias poste- 
riores hasta Junio de 1807. 
Los avisos que dirijía á Sobre- 
monte el gobernador Ruiz Hui- 
dobro, sobre la proximidad del 
enemigo británico, no llegaron á 
dispertar su indolencia aun con la 
realidad de los hechos. La fraga- 
ta británica la Leda se hallaba en 
Mayo de 1806, en observación de 
las costas y dejó entonces en San- 
ta Teresa algunos prisioneros. 
Los partes de los vijias del 11 de 


Junio, y los que se dirijieron de 
Maldonado al gobernador Ruiz 
Huidobro, avisaban la existencia 
de una escuadra enemiga, dentro 
del Rio de la Plata. De éstas 
noticias ya yeridicas el goberna- 
dor de Montevideo dió cuenta al 
Marques de Sobremonte, como 
Viréy de éstas Provincias, quien 
se contentó con remitir los restos 
de soldados veteranos, que tenia 
en Buenos Aires, sin adoptar aquí 
medidas de seguridad. 

Mientras tanto Ruiz Huidobro 
observando que la escuadra ene- 
miga se hallaba á la vista de este 
Puerto (Montevideo) destacó al 
Sr. Piloto de la Real Armada D. 
José de la Peña y Zazueta para 
que en su falucho recorriera la 
costa y trajera noticias circuns- 
tanciadas del número de buques 
de que consaba la escuadra ene- 
miga. Con tal motivo púsose en 
viaje; y habiendo recononido cua- 
tro fragatas, tres corbetas y tres 
bergantines, procuraron darle ca- 
za. A la buena marcha del falu- . 
cho fué debido, el que Peña ga- 
nára el puerto de la Ensenada de 
Barragan; desde donde participa 
el 22 de Junio al Virey Sobre- 
monte el pormenor de lo ocurrido. 
No obteniendo otra contestación, 
que la de ponerse en marcha para 
la capital, llega por tierra el 23 á 
la noche y rectifica verbalmente 
en una conferencia de dos horas 
los asertos, que habia hecho por 
escrito. Poca impresión hicieron 
en el animo de Sobremonte, que 
juzgaba no pretenderían batir los 
puntos, sino hacer el corso, re- 
sentidos de las presas, que en el 



- 311 - 


[1] Restablecemos aquí el testo, que 
ayer se dió equivocado er\la páj. 309, del 
libro 4. ® de la obra del Sr. La Sota. El 
dice asi: “ De los acontecimientos concer- 
nienles á la Banda Oriental del Uruguay , 
ocurridos desde la erección del gobierno 
del Rio de la Plata en vireinato ( uño de 
1776), hasta la erección del gobierno pro • 


ano anterior habian hecho en !a 
costa del Este los corsarios 
Orian y Reina Luisa , proceden- 
tes de Montevideo: así es que lo 
despachó previniéndoleque con su 
falucho pasara desde la Ensena- 
da á la rada de Buenos Aires pa- 
ra esperar sus órdenes (1). 

Al amanecer del 25 se hallaba 
á la vista de Buenos Aires el mis- 
mo número de buques que habia 
reconocido Peña. El toque de je- 
nerala por las calles anuncia al 
vecindario la proximidad del ene- 
migo. Desde las 7 á las 9 de la 
mañana, inmenso pueblo habia 
ocurrido á la fortaleza en solici- 
tud de las armas para la defensa. 
La inacción y atolondramiento 
del virei se hizo palpable, desde 
que no se observaba resolución, ! 
á pesar de estarse viendo, que los 
botes y lanchas enemigas realiza- 
ban el desem